27
El puñetazo de Namjoon hizo retroceder la cabeza de Jungkook con tal fuerza que le temblaron los dientes. El sabor a cobre le llenó la boca, y cuando su visión se aclaró, su ceño se enfocó como una fotografía en una bandeja de revelado.
—Ha sido una esquiva fácil. ¿Dónde está tu cabeza hoy?
—Fue un golpe, no te pongas arrogante.
—Tres —gruñó Namjoon cuando un golpe le alcanzó por debajo de la barbilla—. Y eso no responde a mi pregunta.
Jungkook bufó por lo bajo.
—Besé a Jimin en Acción e Gracias.
Habían hecho más que eso, pero no iba a discutir su vida sexual con Namjoon.
Luego del incidente de esa noche en Bali, Jimin y Jungkook habían evitado hablar de lo sucedido.
Namjoon lo miró con extrañeza.
—Besaste a tu prometido. ¿Y qué?
Para Namjoon, el compromiso de Jungkook era un negocio, pero la mayoría de los matrimonios concertados seguían implicando intimidad física antes de la boda. Si no es sexo, puede ser solo un simple beso.
—Esta vez fue diferente.
Los ojos de Namjoon mostraron un brillo de complicidad.
—Mezclando negocios con placer. Ya era hora.
—Mira quién habla.
—¿Qué puedo decir? Prefiero la compañía de las palabras a la de las personas. Excepto tú, por supuesto.
—Por supuesto... —Estaba lleno de tonterías.
Namjoon rió.
—Anímate, Jeon. Que te guste tu prometido no es lo peor del mundo.
Tal vez no en su mundo, pero en el de Jungkook sí.
POV JUNGKOOK
Mis esfuerzos por evitar a Jimin se desintegraron cuando volví a casa y enseguida me encontré con él en el vestíbulo.
—¡¿Qué te ha pasado?! —su expresión de horror confirmó lo que ya sabía: Estaba hecho un desastre.
Mandíbula magullada. Un ojo ennegrecido. Un corte en la frente.
—Namjoon. —me quité el abrigo. Mi tono era indiferente, pero un calor inquietante se desplegó ante su preocupación.
Las cejas de Jimin se juntaron.
—¿Nam te ha pegado? No me parece de ese tipo... Suele ser tranquilo y... agradable.
Así de fácil, la calidez que sentía se convirtió en molestia.
—Ya te dije que no es tan amable como parece —dije con voz cortada—. Pero para aclarar, a veces nos desahogamos boxeando. Resulta que hoy ha dado más golpes porque yo estaba... distraído.
Pensando en ti.
—Boxeas por diversión. Eso tiene mucho sentido.
—¿Qué significa eso?
—Que tienes carácter. Estoy seguro de que el boxeo ayuda, pero ¿has pensado alguna vez en clases de control de la ira? —una nota burlona corrió bajo su voz.
—No necesito clases de control de la ira —gruñó. Primero, él era razón por la que Namjoon tenía la ventaja en el ring. ¿Ahora me insulta?—. Tengo el control total de... —me interrumpí ante su risa. Me di cuenta—. Te estás burlando de mí.
—Es demasiado fácil. —la sonrisa de Jimin se desvaneció cuando volvió hacia mí. Sus ojos recorrieron mi rostro—. Deberías ponerte hielo en los moretones y limpiar ese corte, o se te infectará.
—Estaré bien.
—Hielo y desinfectante —dijo con firmeza—. Ahora.
—¿O qué?
No debería consentirlo, pero era tan entrañable cuando intentaba darme órdenes que no pude resistirme.
Sus ojos se entrecerraron.
—O me aseguraré que tu comida se mezcle en el plato, tal como no te gusta. So Jo me ayudará. Ella me quiere más que tú.
Él era jodidamente malvado.
—En el baño de invitados. Voy por hielo.
No me gustaba que la gente me dijera lo que tenía que hacer, pero un hilo de admiración reticente se enroscó en mi pecho mientras me dirigía al baño.
Dios sabía que debía mantenerme alejado de Jimin hasta que resolviera mis agravantes sentimientos hacia él. Sin embargo, aquí estaba, esperando una maldita bolsa de hielo.
La puerta se abrió y Jimin entró con dos pequeñas bolsas de hielo.
—Ya te he dicho que estoy bien —refunfuñé, pero una chispa de placer se encendió en mi pecho cuando me pasó unos dedos suaves por la mandíbula.
—Jungkook, tienes la piel morada.
—Negro púrpura —sonreí—. La precisión es importante, amor mío.
—¿Intentas conseguir una lesión igual en el otro lado de la mandíbula? —presionó uno de los paquetes contra mi cara—. Si es así, puedo ayudar con eso.
—No es muy deportivo de tu parte amenazar con daños corporales mientras me ayudas. Algunos incluso dirían que es hipócrita.
—No me gustan los deportes, y soy un excelente multitarea.
Sin embargo, Demian y Taeyang eran sus cantantes favoritos y estaban en su lista de chicos soñados.
Solía ser un fan de ambos. Ahora ya no lo soy.
—Mantén esto sobre tu ojo —Jimin empujó la segunda bolsa de hielo en mi mano mientras humedecía una toallita—. No desvíes la atención de la cuestión principal aquí, que es tu absoluta negativa a pedir ayuda.
—Puedo soportar esto. He pasado por cosas peores.
—¿A qué te refieres con peor?
—Me rompí la nariz la primera vez cuando tenía trece años. Un imbécil estaba intimidando a Joo, así que le golpeé. Me devolvió el golpe y fui a urgencias.
Jimin hizo una mueca de dolor.
—¿Qué edad tenía el otro chico?
—Quince.
—Pero él...
—Los cobardes siempre se meten con la gente que no puede defenderse.
—Tristemente cierto —sacó una venda del botiquín—. Dijiste que era la primera vez, ¿qué pasó en la segunda?
Sonreí.
—Me emborraché en la universidad y me caí en la acera.
La risa de Jimin me inundó como una brisa fresca.
—No te imagino como el típico estudiante borracho.
—Hice de todo por borrar cualquier prueba, pero lo recuerdos están ahí.
—Estoy seguro que lo hiciste —Jimin me colocó la tirita sobre el corte y dio un paso atrás con expresión de satisfacción—. Ya está. Mucho mejor.
—Te olvidas una cosa.
No sabía por qué estaba alargando esto cuando no quería estar aquí en primer lugar, pero no podía recordar la última vez que alguien se preocupó por mí.
Se sentía... agradable.
Jimin arrugó el ceño.
—¿Qué?
—Mi beso.
Se sonrojó.
—Ahora eres tú él que se burla de mí.
—Nunca me burlaría de un asunto tan serio —dije—. Un beso por cada una de mis heridas. Eso es todo. ¿Le negarías a un moribundo su último deseo?
—No seas dramático. Fuiste tú quien dijo que estabas, entre comillas buen. Pero ya que insistes en ser un bebé al respecto... —se acercó de nuevo. El pulso me latía en la garganta cuando me rozó la frente con los labios y luego la mandíbula—. ¿Mejor?
—Mucho.
—Eres incorregible —se burló.
—No es lo peor que me han dicho.
—Me lo creo.
Giró la cabeza un poco y nuestras miradas se cruzaron.
—Sobre Balí... —su aliento rozó mi piel. Mi ingle se tensó.
—¿Sí? —Fue lo único que dije.
—Hiciste bien en parar las cosas cuando lo hiciste. Lo que hicimos fue un error.
Algo que parecía decepción me recorrió el pecho.
—Sé que vamos a casarnos, así que tendremos que... eventualmente —Jimin saltó los detalles—. Pero es demasiado pronto. Tomé demasiado vino en Acción de Gracias y me dejé llevar por el momento. Fue un... —vaciló cuando mis manos se posaron en sus caderas—. Un error, ¿verdad?
—Sí.
Mi toque se mantuvo durante un tiempo antes de apartarlo y dirigirme a la salida.
Debería haberme detenido en Bali, y lo que pasó antes de me que detuviera fue un error.
Ambos teníamos razón.
Pero eso no significaba que tuviera que ese pensamientos terminara de gustarme.
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