12
—Oye sobre el beso...
—Fue para la foto —respondió Jungkook sin mirarlo.
—Lo sé, pero...
—¿Tienes hambre? —señaló Jungkook con la cabeza, cambiando de conversación. Había un carrito de comida rápida en la esquina de la calle.
Jimin suspiró, pero dejó pasar el tema.
—Me vendría bien algo de comida. ¿Qué estás haciendo? —lo miró extraño al verlo detenerse en el carrito.
—Comprando el desayuno.
Jungkook sacó un billete y se lo tendió al señor.
—Dos cafés y dos croissant. Quédate con el cambio. Gracias, Karl.
Jungkook giró para encontrarse a Jimin mirándolo como si le hubieran salido cuernos y plumas en medio de la calle.
—¿Qué?
—Te tuteas con el dueño.
—Obviamente. Corro aquí por las mañanas cuando tengo tiempo, y he probado todos los carros de desayuno alrededor del centro. Karl es el mejor.
—Y yo que pensaba que solo comías caviar y corazones humanos.
—No seas ridículo. El caviar saber fatal con los corazones humanos.
La risa de Jimin evocó una extraña sensación en el pecho de Jungkook.
Cogió la comida y le entregó su comida a Jimin.
—Pago por la calidad, no por el precio. Lo caro no siempre equivale a lo bueno, especialmente cuando se trata de comida.
—Estamos de acuerdo por una vez —Jimin lo siguió a un banco cercano—. Deberíamos comprobar la temperatura en el infierno.
La comisura de los labios de Jungkook se levantaron, pero los aplanó para que no se diera cuenta.
—Uno de mis restaurantes favoritos, antes de que cerrara, era un pequeño lugar en algún lugar de Busan —dijo Jimin con dudas, como si estuviera decidiendo si compartir la información con él o no—. Si no lo buscabas, te lo perdías. La decoración parecía sacada de los noventa y tenían los mejores dumplings.
—¿Por qué cerró?
—El dueño murió, y su hijo no quiso hacerse cargo lo vendió a alguien que lo convirtió en un taller de mecánica —una nota de nostalgia entró en su voz—. Mi familia y yo comíamos allí todas las semanas, pero supongo que habríamos dejado de ir aunque siguiera abierto. Ahora solo van a lugares con estrellas Michelin. Si me vieran comiendo en un carrito, les daría un infarto.
Jungkook tomó un lento sorbo de café mientras procesaba lo que le habían contado.
Había asumido que Jimin estaba totalmente sometido a sus padres, pero a juzgar por su tono, no todo era perfecto en la familia Park.
—Mi hermano y yo solíamos ir a este lugar en el centro de la ciudad cuando éramos niños —dijo—. Kinster Diner, era una trampa para los turistas, pero el restaurante tenía los mejores batidos de la ciudad. Íbamos allí todas las semanas después del colegio hasta que nuestro abuelo se enteró. Estaba furioso, dijo que los Jeon no frecuentan comedores baratos y asigno a alguien para que nos acompañara a casa después de la escuela. Después de eso, nunca volvimos.
Jungkook nunca le había contado a nadie lo de la dichosa cafetería, pero desde que Jimin le contó lo del restaurante, se sintió obligado a corresponderle.
Creo que el beso me ha jodido la cabeza.
—¿Batidos todos los días? Habría sido la pesadilla de un dentista —bromeó Jimin.
—El mío tampoco era mi mayor fan.
Kinster Diner todavía existía, pero Jungkook ya no era un niño. El gusto por los dulces se había desvanecido y no tenía tiempo para viajes por el carril de la nostalgia.
—Las cosas debes haber cambiado bastante después de que el negocio de tu padre despegara.
Le vendría bien tener más información de los Park, y si alguien conocía bien a Park Naum, era su hijo.
Al menos, esa era la razón que se daba para no irse a pesar de haberse terminado la comida.
—Eso es un eufemismo —Jimin trazó el borde de su taza de café con el dedo—. Cuando tenía catorce años, mi madre me sentó a hablar. No se trataba de sexos, sino las expectativas sobre con quién debía y podía salir. Era libre de estar con quien quisiera siempre que cumpliera ciertos criterios. Ese fue también el día en que me enteré de que se esperaba que tuviera un matrimonio arreglado si no encontraba a alguien adecuado en un plazo determinado.
Jungkook ya lo sospechaba. Las familias con dinero nuevo, como los Park, solían tratar de mejorar su estatus social mediante el matrimonio. Las familias de viejo dinero también lo hacían, pero eran más sutiles.
—Supongo que tus padres no eran fans de tus ex.
—No —una sombra pasó por el rostro de Jimin—. ¿Y tú? ¿Algún ex con quien hayas pensado en casarte?
—No me interesa el matrimonio.
—Hmm. No me sorprende.
—¿Qué quieres decir?
—Significa que eres un fanático del control. Probablemente odiaba y sigues odiando la idea de que alguien llegue y altere tu vida. Cuanta más gente hay en la casa, más difícil es controlar tu entorno.
La conmoción de Jungkook debió ser evidente, porque Jimin se rió y le dedicó una sonrisa media burlona, medio risueña.
—Es bastante obvio en la forma en que diriges tu casa. Además, durante las comidas, eres muy exigente con que los alimentos no se toquen. Pones la carne en la parte izquierda del plato, las verduras en la parte superior derecha y los carbohidratos y los cereales en la parte inferior. Lo hiciste en casa de mis padres y mi primera noche en tu casa, antes de irte a Europa —dio un sorbo a su café—. Fanático del control.
—Impresionante.
Desde que Jungkook era un niño, había sido muy exigente con el tacto de sus alimentos. No sabía por qué; la visión y la textura de los alimentos mezclados le erizaban la piel.
—Es algo que viene con el trabajo —dijo Jimin—. La planificación de eventos requiere gran atención a los detalles, especialmente cuando tratas con el tipo de clientes que tengo.
Ricos. Con derechos. Necesitados.
—¿Por qué la planificación de eventos en lugar de un negocio familiar?
—Mmm. Trabajar en Park's Company no sería un esfuerzo creativo. ¿Y tú? ¿Alguna vez quisiste hacer otra cosa?
—No. Mi padre se negó a hacerse cargo de la empresa, así que me tocó a mí continuar con la tradición Jeon. Adnegarse nunca fue una opción.
—¿Tu padre podía y tú no? Es injusto.
—La justicia no existe en el mundo de los negocios. Además, mi padre habría sido una mierda como directo General. Es el tipo de persona que se preocupa más por caer bien que por hacer el trabajo. Habría hundido la empresa en picos años, y mi abuelo lo sabía. Por eso no le empujó a tomar el papel ejecutivo —dijo Jungkook—. Hablando de mis padres, les gustaría conocerte. Vamos a pasar Acción de Gracias con ellos.
Según el informe que le dio Yoongi, a los Park lo les gusta mucho Acción de Gracias, así que Jimin no debería estar demasiado disgustado por perderse la fiesta con su familia.
—De acuerdo. ¿Tus padres están en Seúl?
—Un poco más lejos... Bali.
—¿Quieres que vayamos a Bali para conocer a tus padres en Acción de Gracias?
—Estaremos allí una semana. Nos vamos el domingo anterior y volvemos el lunes siguiente.
—Jungkook —Jimin parecía que estaba luchando por mantener la calma—. No puedo ir a Bali por una semana con menos de dos meses de anticipación. Tengo un trabajo, planes...
—Es un fin de semana de vacaciones —dijo impaciente—. ¿Qué estás planeando? ¿El desfile de acción de gracias de Park's Company?
Jimin arrugó el envoltorio de su comida.
—Tengo que volver el lunes por la mañana para una reunión con un cliente. Estaré cansado.
—Entonces nos iremos el sábado. Viajaremos a Nueva York. Llevaremos mi Jet y nos quedaremos en la villa de mis padres. No es gran cosa. Nos vamos a Bali, por el amor de Dios. Todo el mundo quiere ir a Bali.
—Esa no es la cuestión. Deberíamos consultarnos este tipo de cosas. Eres mi prometido, no mi jefe. No puedes decirme que salte y esperar que lo haga.
—Teniendo en cuenta que soy el que pagó tus caprichos y tus flores, creo que puedo hacer exactamente eso.
Jimin se levantó bruscamente, mirándolo fijamente hasta que lo ahuyentó con la mirada.
—Gracias a dios que has vuelto a mostrar tus verdaderos colores —dijo con la mejillas sonrojadas—. Empezaba a pensar que eran humano. Gracias por el desayuno, no volvamos a hacer esto.
Se elevó, con los hombros rígidos.
Jungkook lo ignoró. Jimin era el hijo del enemigo, y hacia bien en recordarlo.
Se quedó en el banco un rato más, kntengandi recuperar la magia de antes, pero la paz se había esfumado.
Cuando volvió a casa, encontró un cheque en su mesita de noche por exactamente doscientos mil dólares.
La cantidad que Jimin había gastado en las flores.
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