07
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Más tarde
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—Señor, se lo vuelvo a repetir. No está en la lista. No importa si es su prometido o no —La mujer levantó una ceja al ver su dedos anular sin un anillo—. No puedo dejarlo entrar sin una invitación. Retírese.
—Si llamas a Jungkook, él confirmará mi identidad —dijo Jimin, aunque no estaba seguro de que lo hiciera. Ya se encargaría de ese asunto, si es que llega a pasar—. Esto es simplemente un descuido.
El rostro de la mujer enrojeció.
—Le aseguro que no hubo ningún descuido. Somos meticulosos en...
—Jimin, ahí estás.
Una voz cortó suavemente el enfrentamiento entre la mujer y el chico. Jimin se giró y la sorpresa lo invadió cuando vio al apuesto Kim Namjoon sonriéndole.
—Jungkook acaba de enviar un mensaje. Te estaba buscando, pero no contestabas el teléfono —se acercó a Jimin y sacó una elegante invitación de color crema del bolsillo de su chaqueta—. Kim Namjoon más uno. Puedo traer al señor de Jeon para no molestar a Jungkook en su gran noche.
La mujer miró con desprecio a Jimin, pero le ofreció una apretada sonrisa a Namjoon.
—Por supuesto, Sr. Kim. Disfrute de la fiesta. —se hizo a un lado, al igual que el par de guardias trajeados y sin sonrisa.
Esperó a que no los escucharan antes de dirigirse a Namjoon con una sonrisa de agradecimiento.
—Gracias. No tenías que hacerlo.
Namjoon y Jimin se conocían, no eran amigos íntimos, pero a menudo asistían a los mismos eventos y charlaban siempre que se cruzaban.
—De nada —el tono forma que utilizó hizo sonreír a Jimin—. Estoy seguro de que tu ausencia en la lista fue un descuido de Jungkook —sacó dos copas de champán de la bandeja de un camarero que pasaba por allí y le entregó una—. Hablando de eso, felicidades por su compromiso. ¿O debería decir condolencias?
La sonrisa de Jimin se convirtió en una carcajada.
—El jurado aún no ha decidido.
Namjoon y Jungkook eran amigos, por lo tanto, sabía los detalles acerca de ese compromiso arreglado.
En lo que respecta al público, Jimin y Jungkook eran una pareja feliz y cariñosa que no podía estar más emocionada de estar comprometidos.
—Inteligente. Necesita que alguien le recuerde que es mortal como el resto de nosotros.
—Confía en mí. No creo que sea un dios.
Más bien el diablo enviado a trabajar en mi último nervio.
***
***
Luego de una larga plática con Namjoon, Jimin decidió dejar su copa vacía en una bandeja cercana antes de pasearse por el ático, observando la magnífica arquitectura y la decoración.
Jungkook había renunciado al minimalismo moderno, tan popular entre los hermanos solteros, en favor a los muebles hechos a manos. Las alfombras de seda turcas y persas cubrían los relucientes suelos y exuberantes cortinas de terciopelo enmarcaban las ventanas del suelo al techo con vistas panorámicas de la ciudad.
Pasó por dos salones, cuatro tocadores, una sala de proyecciones y un salón de juegos antes de entrar en la larga galería con tragaluz donde se celebraba la exposición.
Todavía no había visto a Jungkook, pero lo más probable es que estuviera...
Sus pasos se ralentizado cuando apareció aquella cabellera familiar.
Jungkook estaba en el otro extremo de la sala, hablando con un simpático chico pelirrojo y otro hombre que parecía extranjero. Sonrió ante algo que dijeron, con una expresión cálida.
Bueno, al menos, era capaz de sentir emociones humanas normales.
La sangre le ardía, ya sea por el alcohol o por la visión de su verdadera sonrisa. Optó por creer que era lo primero.
Jungkook sintió el peso de su mirada, dejó de hablar y levantó la vista. Sus ojos se cruzaron y la calidez desapareció de su rostro como el sol bajo el horizonte.
Lo latidos de Jimin chocaron entre sí.
Solo los separaba un pasillo doble de longitud, pero el disgusto de Jungkook era tan potente que se filtraba en el aire y en su cuerpo como un veneno mortal.
Jungkook se acercó a él con su poderosa y musculosa figura abriéndose pasó entre la multitud con la certeza de un depredador que se aferra a su presa.
Jimin se mantuvo firme, aunque todos sus instintos de autoconservación le gritaban que corriera.
No pasará nada. Tal vez.
—Bonita fiesta. Me temo que mi invitación se perdió en el correo, pero llegué —dijo Jimin. Cogió una copa de una una bandeja y se la tendió—. ¿Champán?
—Tu invitación no es lo que se a perdido, amor mío. —El aterciopelado cariño habría sido digno de un desvanecimiento si no fiera por la oscuridad que bullía bajo la superficie. No tomó la bebida que Jimin le ofreció—. ¿Qué haces aquí?
—Disfrutando de la comida y de las obras de arte —se llevó la copa a los labios y dio un sorbo—. Tienes un gusto exquisito, aunque tus modales podrían mejorar.
Una dura sonrisa se dibujó en el rostro de Jungkook.
—Qué ironía que siempre me des un sermón sobre los modales cuando eres tú el que se presentó sin invitación a un evento privado.
—Estamos comprometidos. No hemos intercambiado ni una sola palabra desde la cena, y se supone que me mudaré la semana que viene. No espero declaraciones de amor y flores todos los días, pero sí espero cortesía básica y habilidades de comunicación. Como pareces incapaz de tomar iniciativa, lo he hecho yo.
Jimin terminó su trago y volvió a hablar.
—Ah, y no consideres que me he presentado sin invitación. Considéralo como que he aceptado tu invitación antes de tiempo. Después de todo, aceptaste que me mudara. ¿No es así? Simplemente quería echar un vistazo a mi nuevo hogar antes de comprometerme con él.
—Ha sido un buen discurso. Desde luego, no tuviste tanto que decir en la cena de la otra noche. Casi no te reconozco.
Jungkook lo observó de pies a cabeza. Como si sus ojos pudieran traspasar más allá de la tela y lo pudiera ver a su merced. Una llama se encendió en lo más bajo del estómago de Jimin.
—Diferentes ocasiones requieren diferentes enfoques. Tal vez quieras probar esa estrategia alguna vez, podrías caerle mejor a la gente.
—Lo haría si me importara la opinión de los demás. A diferencia de algunos de mis estimados invitados, no obtengo mi autoestima de lo que la gente piensa de mí.
—Bien. Porque te aseguro que su opinión sobre ti es bastante baja —espetó Jimin.
Tenía ganas de abofetearlo.
Se contuvo.
—A pesar de lo encantadora que me parece nuestra conversación, tengo que excusarme, ya que tengo otros lugares en los que estar —mi cama—. Sin embargo, espero que toda la información logística relacionada con mi mudanza esté en mi bandeja de entrada mañana a mediodía. No me gustaría tener que presentarme delante de su edificio y revelar su incompetencia a sus vecinos. Imagina lo vergonzoso que sería que la gente descubriera que el gran Jeon Jungkook no podía coordinar algo tan simple como la mudanza de su prometido.
La mirada penetrante de Jungkook hacia él podría haberlo derretido por completo.
—Puede que no te importe lo que los demás piensen personalmente de ti, pero la reputación lo es todo en los negocios. Si no puedes manejar tu vida hogareña, ¿cómo podrías manejar tus negocios de oficina? —Jimin sacó una tarjeta de visita de su bolsillo y lo metió en la chaqueta del traje de Jungkook—. Supongo que ya tienes mis datos de contacto. En caso de que no lo tengas, aquí tienes mi tarjeta. Espero tu correo.
Sin más, Jimin se alejó antes de que pudiera responder.
La oleada de adrenalina ya se estaba desvaneciendo, dejandolo agotado y ansioso. Había enfrentando a Jungkook y había ganado... por ahora.
De alguna manera, había entrado en una guerra fría con su prometido, y esa noche era solo la batalla inicial.
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