03
***
Poco después de la llegada de Jeon Jungkook, todos se dirigieron al comedor y la conversación derivó inmediatamente hacia la planificación de la boda.
—La boda tendrá lugar dentro de seis meses —dijo Park Naum—. Es tiempo suficiente para planificar una celebración adecuada sin alargar demasiado las cosas. Aún así, los anuncios públicos deben salir de inmediato.
El padre de Jimin sonrió sin mostrar ningún indicio de la serpiente se enroscaba debajo de su tono y expresión agradable.
La furia se encendió en el pecho de Jungkook. Si por él fiera, no habría salido de Estados Unidos con los huesos intactos. Por desgracia, tenía las manos atadas, metafóricamente hablando, y tenía que encontrar la forma de desatarlas.
Tenía que jugar limpio.
Bueno... en su mayor parte.
—No. No lo hará —habló Jungkook, tomando el tallo de su copa de vino. Imaginando que era el cuello de Park Naum el que estaba estrangulando—. Nadie creerá que me voy a casar con alguien con tan poco tiempo de antelación, a no ser que algo vaya mal.
La contención no era algo natural en Jungkook. Si alguien no le gustaba, se aseguraba de que lo supiera, pero las circunstancias extraordinarias requerían medidas extraordinarias.
—Entonces, ¿qué sugieres?
—Un año es un plazo razonable.
Un año sería suficiente como para que Naum estuviera de acuerdo y lo suficientemente largo como para que Jungkook encontrara y destruyera las pruebas del chantaje.
Si es que la suerte está de su lado.
—Los anuncios también deberían salir más tarde —continuó Jungkook—. Un mes nos da tiempo para elaborar una historia adecuada, teniendo en cuenta que de su hijo y yo nunca hemos sido vistos juntos en público.
—No necesitamos un mes. Dos semanas. Lo anunciaremos el fin de semana que Jimin se mude en tu casa.
La mandíbula de Jungkook se tensa. A su lado, Jimin se puso rígido, claramente sorprendido por la revelación que tendría que mudarse antes de la boda.
Era una de las estipulaciones de Park Naum para que Jungkook mantuviera la boca cerrada, y él ya lo estaba temiendo.
Odiaba que la gente invadiera su espacio personal.
—Estoy seguro de que a tu familia también le gustaría que los anuncios salieran cuanto antes —continuó el padre de Jimin—. ¿No estás de acuerdo?
—Bien. Dos semanas.
—Excelente. Trabajaremos juntos para redactar...
—Yo lo haré. Siguiente —interrumpió Jungkook.
***
***
En otras circunstancias, a Jungkook le hubiera gustado Jimin.
Es hermoso y sorprendentemente ingenioso, con ojos marrones y el tipo de estructura naturalmente refinada, aunque daba más para el lado tierno y dulce, pero con joyería de Chanel. Era un calco de su madre y de cualquier otro heredero estirado que solo se preocupaba por su estatus social.
Además, era el hijo de Park Naum. No era su culpa haber nacido con ese bastardo, pero a Jungkook le importaba un bledo.
Tras varios minutos de tenso silencio. Jimin habló.
—¿Qué tal el vuelo?
—Bien.
—Te agradezco que te hayas tomado la molestia de volar cuando podríamos habernos encontrado en Estados Unidos. Sé que debes estar ocupado. También he oído que cuantos más ceros tiene uno en su cuenta bancaria, menos palabras es capaz de decir. Le estás dando la razón al rumor.
—Pensé que un heredero de la sociedad como tú sabría mejor que hablar de dinero en compañía es descortés.
—La palabra clave es cortés. No contigo claro.
Una diminuta sonrisa se dibujó en el rostro de Jungkook.
—No es educado hablarle así a un invitado —se burló en voz baja—. ¿Qué dirían tus padres?
Jimin entrecerró los ojos.
—Dicen que los invitados deben adherirse a las costumbres sociales tanto como el anfitrión, incluyendo hacer un esfuerzo para mantener una conversación educada.
—¿Sí? ¿Incluye la cortesía social vestirse como si hubieras salido de una fábrica de Esposas de la quinta avenida?
—No, pero desde luego no incluyen arruinar una buena cena con descortesía. Debería comprarse unos buenos modales a juego con su traje, señor Jeon.
***
***
Jungkook aprovechó su excusa de querer ir al baño para entrar al despacho de Park Naum. Dejó la puerta abierta y se dirigió al escritorio, con paso tranquilo.
Si a Naum le molestaba que husmeara en su despacho, era bienvenido a enfrentarse a él.
Park no era estúpido. Había dejado aquellas fotos, evidencias sobre el escritorio, pero aunque estuvieran ahí, Jungkook no podía deshacerse de ellas, Naum tendría copias de seguridad en algún lugar.
Se acomodó en la silla y sacó un cigarro de la caja del cajón de Park Naum y lo encendió mientras examinaba la habitación.
La oscura pantalla del ordenador lo tentó, pero dejó el hackeo en manos de Yoongi, que estaba buscando copias digitales de las fotos.
Pasó a una foto enmarcada de Naum y su familia. Las investigaciones que había hecho Jungkook sobre ellos le dijeron que tenían una casa verano recién adquirido, apostaría a que guardaba al menos un juego de pruebas en ese lugar.
Dónde más...
—¿Qué estás haciendo?
El humo del cigarro ocultó la cara de Jimin, quién frunció el ceño al sentir el desagradable olor.
—Disfrutando de un descanso para fumar —dio otra calada perezosa
Jungkook no era un tipo que tocaba los cigarrillos, pero se permitía alguno que otro.
—¿En el despacho de mi padre?
—Obviamente.
Jimin cruzó la habitación, le arrebató el cigarro de la mano y lo dejo caer en el vaso de agua medio vacío que había sobre el escritorio.
—Entiendo que probablemente estés acostumbrado a hacer lo que quieras, pero es de muy mala educación escabullirse durante una cena y fumar en el despacho de tu anfitrión. Por favor, reúnete con nosotros en el comedor. Tu comida se está enfriando.
—Ese es mi problema no el tuyo. ¿Por qué no te unes a mí para un descanso? Te prometo que será más agradable que el retorcimiento de manos de tu madre sobre los arreglos florales.
—Basándome en nuestras interacciones hasta ahora, lo dudo —espetó Jimin.
Jungkook lo observó divertido.
—No entiendo por qué estás aquí —volvió hablar Jimin, con voz más calmada—. Está claro que no estás contento con todo esto, no necesitas el dinero ni la conexión con mi familia, y puedes tener a la persona que quieras.
—¿Puedo? ¿Y si te quiero a ti?
Los dedos de Jimin cerraron en un puño.
—No lo haces.
—Te das muy poco crédito.
Jungkook se levantó y rodeó el escritorio hasta acercarse lo suficiente como para ver el pulso de su cuello. ¿Cuánto más rápido latiría si rodeara su cabello con su puño y tirara su cabeza hacia atrás?
Jimin lo miró fijamente, con los ojos llenos de desafío, mientras Jungkook se tomaba su tiempo para explorar la exuberante curva de su boca. Tenía unos labios rellenos, suaves e inquietamente tentadores en comparación con la rígida formalidad del resto de su aspecto.
—Eres un chico precioso —dijo con pereza—. Tal vez te vi en un evento y quedé tan enamorado que le pedí tu mano a tu madre.
—De alguna manera, dudo que eso sea lo que ocurrió —su aliento recorrió la piel de Jungkook—. ¿Qué clase de trato hiciste con mi padre?
—Deberías hacerle esa pregunta tu querido papito —una sonrisa se dibujó en el rostro de Jungkook, cruel y sin humor, mientras recuperaba la compostura—. Los detalles no importan. Solo sé que, si tuviera otros opción, no me casaría. Pero los negocios son así, u tú... Simplemente eres parte del trato.
—Eres un imbécil.
—Sí, lo soy. Más te vale que te acostumbres, mi amor, porque también soy tu futuro esposo. Ahora si me disculpas... —se acomodó la chaqueta—. Tengo que volver a la cena. Como dijiste antes, mi comida se está enfriando.
Jungkook, hasta entonces, esperaría su momentos y seguiría el juego porque el ultimátum de Park Naum había sido claro.
Se casaría con Jimin o su hermano moría.
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