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Interludio: Sueño del Pasado

En el interior de un gran bosque, gritos que eran como rugidos de una poderosa bestia interrumpían la calma de las primeras horas del día mientras un combate de vida o muerte estaba ocurriendo. Ella se veía a si misma, pero con una apariencia más pequeña, luchando contra lo que era un gigante musculoso de color café negrizo y más atrás, estaba una niña de cabello blanco y vestido morado que veía el combate con una sonrisa maliciosa.

El gigante era un poderoso oponente, cada golpe era monstruoso y aunque parecía enloquecido, sus movimientos eran correctos y exactos al momento de golpear, colocándola a la defensiva todo el tiempo.

En uno de los choques, el gigante logro golpearla, pero su armadura la protegió del daño, destruyéndose en el momento.

-¡Atrás, Saber!- Una chica de cabello negro con coletas y ropa roja salto de entre los árboles, entonando un cantico y lanzo joyas que brillaban que el gigante logro repeler con su gran arma, pero por su tamaño una lo golpeo, congelando todo su brazo derecho.

El gigante, furioso, atrapo con su otra mano a la chica en el aire, pero era lo que ella quería, disparándole de cerca con joyas que explotaron en su cara.

Cuando parecía que el gigante había muerto, la niña, que parecía un hada de las nieves, explico que su guerrero solo podía morir si era asesinado doce veces, revelando que era el héroe Heracles. Un nombre que ella nunca escucho en sus tierras, pero que por alguna razón se le hace familiar, así como el nombre de "Berserker".

Por orden de la niña, el Héroe de los Doce Trabajos empezó a apretar el cuerpo de la chica que tenía agarrada, que por su rostro detonaba un gran dolor que intentaba ocultar.

El Rey intento salvarla, pero los cortes de su espada ya no le hacían nada al Berserker, quien la aparto como si fuera un mosquito molestando; pero eso no la detuvo. Volvió atacar, solo para que sus ataques volvieran a ser ineficaces.

-¡Maldito! ¡Suéltala!- Escucho un grito y al mirar atrás, vio a un joven correr hacía ellos. Por alguna razón no podía verle el rostro, pero sabía que era un joven, que era alguien que se estaba volviendo importante para ella.

-¡S...u!- Su grito de advertencia no sirvió cuando el héroe enloquecido repelió al chico y lo mando a volar hasta caer pesadamente al suelo. -¡S...ou! ¡Basta ya! Quédate atrás, Master-.

A pesar de sus palabras, el joven se levanto con sangre cayendo de su rostro, acercándose de nuevo al gigante para salvar a la maga de las joyas.

El Rey solo observo su espalda un segundo, admirando la tenacidad y valor del joven para levantarse de nuevo contra un enemigo infinitamente superior a él, pero con un sentimiento que actualmente desconocía, pero que le hacía tener el corazón en la garganta.

En una acción, empezó a revelar su espada, sentía que no tenía mucho poder mágico, por lo que esta táctica podría matarla, algo muy imprudente hasta para ella; pero algo en su interior le decía, le exigía, que tenía que evitar que él salga herido de nuevo. Verlo herido era algo que odiaba.

De repente sintió que el mana que reunía era cancelado, su espada permaneció invisible. Miro al joven molesta, que por alguna razón sabía que fue él quien la detuvo.

-¿Por que...? ¿No era el último recurso que nos quedaba?-.

Se mantuvieron la mirada por unos instantes tensos, no entendía porque, pero reconocía que ese joven era igual o más terco que ella, como si no quisiera dejarla, algo que no podía comprender. Vio como el pelirrojo cerraba sus ojos y colocaba sus manos para sujetar una espada.

Y luego lo vio... la espada que comenzó su camino... su primera arma, la Espada de la Selección apareció en las manos del joven mago mientras el gigante loco se acercaba hacía él para acabarlo; pero el joven dio un corte vertical hacía el brazo del gigante, cortándolo con éxito y salvando a la chica, pero la espada se rompió en el proceso.

Aun con solo un brazo, el héroe enloquecido ataco al chico que esquivaba apenas sus ataques, mientras intentaba crear algo entre sus manos de nuevo.

-¡Qué mis visiones se fundan y formen la espada, aquí, y ahora!- Grito el mago, y en sus manos, Calibur apareció de nuevo alzándose gloriosamente, brillando con esplendor como aquella vez que la saco de la piedra hace tantos inviernos y su acero reflejo el sol que iluminaba los pastos.

El sueño estaba llegando a su fin, pero no sin antes ver como ella y el joven sujetaban la espada juntos y atravesaban el corazón del gigante. El poder de la Espada de la Selección que solo permitía ser sacada por quien era digno de ser Rey fue lo que acabo con el héroe de otra tierra.

-¿Es esa tu espada, Saber?- La voz del guerrero, ahora derrotado, resonó en su cabeza.

-Esta es Caliburn. La espada clavada en la piedra, que permite elegir al nuevo Rey. La espada que se había perdido para siempre- las palabras salieron solas, como si ya las hubiera pronunciado antes.

-Pero si no es más que una mera ilusión creada por ese hombre... una espada que no debería existir; pero... no se puede despreciar dicha ilusión-.

Era cierto, aunque solo era una copia, era un digno retrato de su antigua espada... una imagen que quedaría grabada en su mente.
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Los ojos del Rey León se abrieron cuando se despertó sentada en su trono. ¿En que momento se quedo dormida? Y eso... ¿fue un sueño? Se sintió muy real para ser uno, además que ya no debería tener la capacidad de tener sueños, ya no le hacía falta dormir, ¿una de esas extrañas visiones que ha estado recibiendo últimamente? Parecía probable, pero se sentía muy real, como si de verdad hubiera luchado contra ese gigante al lado de esas dos personas.

Pero era imposible, ella nunca conoció a ninguno de esa visión... o mejor dicho, no recuerda conocerlos.

Cerró los ojos y alejo esos pensamientos innecesarios, no eran adecuados para una existencia como ella. Se puso de pie y tomo su casco que tenía agregado un pelaje que simulaba la melena de un león y camino por los pasillos de su castillo. Agravain la vio y la saludo con respeto, antes de darle una mirada extraña, una que el Rey León noto.

-¿Sucede algo, Sir Agravain?-.

-Nada mi Rey, es solo... que es la primera vez que veo una expresión diferente a su usual rostro desde nuestro reencuentro en estas tierras- explico Agravain, haciendo que la rubia se extrañara.

¿Ella... expresaba algo? Tonterías, los sentimientos son innecesarios para un Rey, sobre todo para uno como ella, cualquiera de esas cosas no son necesarias para la utopía que estaba creando junto a sus caballeros para la salvación de la humanidad.

-Te pido que no digas tonterías para este punto, Sir Agravain, estamos cerca de crear la utopía que tanto soñamos en el pasado, comentarios como esos pueden llegar a ser una ofensa-.

-Le pido mi mas sinceras disculpas, mi Rey- el pelinegro agacho la cabeza en señal de arrepentimiento.

-Por tus palabras honestas se dejara pasar este incidente... ¿y bien? ¿Está todo listo?- Pregunto el Rey León, cambiando de tema mientras retomaba su andar.

-Casi es la hora de la Selección Divina, mi Rey, las personas ya están llegando y concentrándose. Sir Gawain esta en su posición y Sir Tristar esta vigilante por si los rebeldes que se ubican en la montaña intentan hacer algo durante la selección-.

-Bien, voy en camino. Vuelve a tu posición hasta que termine la Selección Divina-.

-Como ordene, mi Rey-.

Dejando atrás a Agravain, la portadora de la lanza divina se coloco su casco y camino hasta su posición para elegir a los dignos y más puros de entre todos los que han venido que merecen ser dignos de entrar a su utopía. La luz de la luna atravesaba las ventanas por las que pasaba en su camino.

Un Rey no tenía que ser un humano, tenía que ser superior a uno para gobernarlos. Finalmente había alcanzado ese estado, y por su sueño de su utopía eterna, no dejaría que nada ni nadie se atravesará en su camino.
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N/A: Considérenlo mi regalo adelantado de Navidad y Año Nuevo.

Y con esto, el fic vuelve a la suspensión. Felices fiestas y que el siguiente año sea mejor para todos. CHAO.

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