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Capítulo 7-Códigos Sangrientos

Simón se encontraba investigando el código de la nota. Tomando apuntes de todo en una libreta. Ha estado trabajando desde que se instaló en el hotel junto a la detective y su Servant desde hace un día y medio, casi sin descanso, en las cuales utilizaba todo su conocimiento en criptogramas para poder resolverlo.

Susana entra a su habitación de hotel, con dos latas de refresco, dejándole una en la mesa.

—¿No crees que necesitas un descanso? —preguntó, sentándose al borde de la cama—. Has trabajado bastante duro desde que llegaste.

—No creo que haga falta, estoy cerca de descubrir algo —respondió sin dejar de mirar la nota.

—¿En serio?-preguntó Susana, incrédula.

—Sí, el autor de este código escribió esto usando distintos de kanjis, pictogramas y letras de distintos idiomas —explicó aún sin ver a la detective—. Japonés, coreano, chino, tailandés, árabe, griego y ruso. Además de eso, lo combinó con distintos códigos de símbolos navales de Estados Unidos y con un cifrado César.

—Entiendo ¿Y cómo lo estás resolviendo? —preguntó Susana, sorprendida.

—Comencé con las vocales, luego fue pura investigación de símbolos con libros que Rider me traía de la biblioteca —dijo azotando el lápiz contra la mesa con fuerza mientras esbozaba una sonrisa— ¡Terminado!

—¿Qué dice? —preguntó intrigada.

«Dentro de cuatro días, volveré a asesinar. No quiero matar a una pareja, sino que dirigiré mi odio hacia una persona de fé. Las personas de fe me quitaron a las dos personas que más amaba en esta vida»

Hace mucho tiempo que visto estas ropas blancas y negras, hace mucho que me convertí en lo que soy. Matar me produce un placer como ningún otro, es mucho mayor que hacer el amor con otra persona»

¿Mi deseo para el Grial de la Cruzada? Es bastante simple, quiero convertirme en el mayor asesino que la historia ha visto, mucho más conocido que Jack el destripador, el Hijo de Sam o Ted Bundy. Quiero matar hasta el resto de mis días»

—¿Cuántas instalaciones religiosas hay aquí en New Marie? —preguntó Simón.

—Hay dos iglesias católicas, tres evangélicas, una sinagoga y tres centros de santería —respondió preocupada—. Esta noche se cumple 96 horas para que alguien más muera. Bien, tenemos que vigilar esos lugares, no podemos permitir que se sigan saliendo con la suya.

Por su parte, Francisco y Medusa estaban en la azotea del hotel, los dos se encontraban leyendo.

—Veo que disfruta de la lectura, joven Medusa —dijo con una sonrisa, en tono coqueto.

—Mmm... Siempre fue un pasatiempo mío y de mis hermanas —respondió sin dejar de ver el libro.

—La lectura es uno de los elixires del alma —comentó sentándose un poco más cerca—. Hace mucho tenía una colección muy basta de libros y pinturas, era alguien que apreciaba su verdadero valor. Me gustaban sobretodo las novelas románticas, aquellas que narraban romances apasionados, sentimentales, prohibidos, etc. Me hicieron creer en el amor más de una vez.

—Yo no tengo una preferencia específica —dijo Medusa, separándose un poco—. Me gusta leer un poco de todo.

—Debo comentarle, joven Medusa que su belleza me deja impresionado —comentó con coquetería—. Me sorprende que en vida, nadie le propusiera matrimonio alguna vez.

—En vida yo era un monstruo, la gente siempre prefirió a mis hermanas —corrigió con un poco de desgano.

—Aún siendo ese el caso, usted no tiene nada que envidiarle a sus hermanas —dijo mientras reía—. Me atrevo a decir que son ellas quienes deberían tenerte envidia.

—En eso usted se equivoca. Tengo mucho que envidiarle a mis hermanas —confesó apenada—. Después de todo, nadie estaría interesada en una persona tan alta como yo.

Francisco soltó una pequeña risa—. Hay hombres a los cuales, se sienten atraídos por mujeres de su tamaño, quizás incluso más altas.

—Sr. Francisco, sé lo que intenta hacer, no me interesa —dijo dándole un pequeño golpe en la frente—. Mi Máster me habló un poco de usted. Era un Casanova en vida.

—¿Qué puedo decir? Las mujeres hermosas son mi debilidad —dijo alzando los hombros con una sonrisa pícara.

—Aún así, debo agradecerle por esas palabras —admitió recostando la cabeza sobre el barandal de la azotea para ver las nubes—. Hace mucho que alguien no me trataba como a un monstruo, en esta Cruzada he conocido gente que me ha dado cierto sentimiento de normalidad.

—"La belleza espiritual es superior a la corpórea, pero no es la más perfecta, esa la propia idea de la belleza, esa es la perfección". Eso fue una cita de Platón —relató con elocuencia—. Lo que es verdaderamente bello, depende mucho de las ideas de las personas sobre lo que es bello. Dime ¿Tú crees que tu Máster te considera bella?

—Uhm... Bueno... Nunca le he preguntado eso —respondió un poco ruborizada.

—Ujum, ujum. Entiendo —dijo con cierta diversión—. Cuando tengas la oportunidad, debes preguntarle.

Durante la noche, los cuatro estaban listos para patrullar la zona en busca de los asesinos, pero antes de irse, Francisco de Miranda rodea con su brazo a Simón, con cierta discreción.

—Sr. Ruler, agradecería que no hiciera eso —solicitó Simón algo incómodo—. No soy mucho del contacto físico.

—Oh, no te preocupes, no te preocupes, será rápido —dijo susurrando—. Necesito hacerte una pregunta muy importante, ¿Cuál es tu tipo de mujeres?

—¿Mi tipo? —preguntó arqueando la ceja con mucha inocencia.

—Sí, ya sabes, tu gusto en mujeres, ¿Cómo te gustan? —preguntó con insistencia y una risa pícara.

—¿Qué dices?! —exclamó en silencio para no llamar la atención de Susana y Medusa—. Eh... uhm, bueno yo... nunca he pensado mucho en ello —explicó bastante sonrojado—. Aunque creo que sería... Directa, inteligente, amante de la lectura, con... eh, lindas piernas y mucho pecho.

—Hohoho, tienes buenos gustos, muy de acuerdo a tí —dijo con elocuencia, para luego ir hacia las chicas— ¡Mi querida amiga Rider, tienes muchas chances!

Medusa, sonrojada, empezó a perseguir a Francisco para golearlo y este hombre risueño huía entre risas.

—¿Ahora qué diablos les pasa a esos dos? —preguntó Susana, arqueando una ceja.

—Creo que es mejor que no sepas los detalles —respondió Simón, apenado.

—¿En qué clase de alianza me metí? —murmuró, suspirando por la ridiculez de su Servant.

Los cuatro partieron en direcciones opuestas, con Susana y Francisco vigilando las calles, mientras que Simón y Medusa fueron por el aire, a lomos de Bellerophon.

—¿Crees que aquel sacerdote del otro día sea el asesino? —preguntó Simón, pensativo.

—Lo dudo, nos hubiera matado en los puertos al instante, además de que te salvó de las flechas de Archer —respondió Medusa—. Aunque tampoco hay que descuidarnos con él, su Servant lucía bastante fuerte, al igual que Saber y Avenger.

—También dijo que odiaba a las personas de fe —comentó pensativo—. Espero que ese sacerdote no sea su objetivo.

En otra parte de la ciudad, Kei Hanagata tachaba otro edificio abandonado de su mapa en su interminable búsqueda de Von Dark.

—Las cosas se han vuelto caóticas en muy poco tiempo —comentaba con Musashi en su forma espiritual cerca de él—. La aparición de Avenger nos trajo muchos problemas.

—Duchamp confirmó la presencia del sacerdote y otro Máster en el puerto —dijo Musashi, telepáticamente—. Atrajimos muchos curiosos, pero lo más importante, es Foreigner.

Hanagata no habló, solo asentía en caso de que Duchamp esté observando.

Discernimiento del Ronin es una de mis habilidades personales, la desarrollé al haber sido un Ronin en vida —explicó con preocupación—. Puedo conocer la verdadera naturaleza de las personas y Foreigner es inexplicablemente extraña, sin duda ella y Duchamp nos ocultan algo importante referente a esta cruzada.

—¿Llegará a ser un problema? —preguntó Hanagata, frunciendo el ceño.

—Posiblemente, la clase Foreigner encierra muchos misterios, por lo que no debemos descuidarnos con ella.

—Entiendo, primero será Von Dark y Avenger, luego nos encargaremos del resto —dijo Hanagata, encendiendo un cigarrillo.

Musashi deja su forma espiritual, sintiendo un gran energía proveniente de la parte oeste de la isla.

—Un Servant poderoso quiere llamar nuestra atención —advirtió Musashi cruzado de brazos—. Lo mejor será no ir.

—¿Estás seguro? —preguntó Hanagata, sorprendido por la acción de Musashi.

—Si el enemigo piensa en la montaña, imponle el mar; y si él piensa en el mar, imponle la montaña. Éste es el Camino de la estrategia. Esto es propio para que lo investigues cuidadosamente —explicó con aires de erudito—. Si ese Servant quiere que lo encontremos, significa que puede ser una trampa mortal.

—Oh, muy bueno, muy bueno —dijo Hanagata, tomando notas de todo.

—A todo esto ¿Qué deseas conseguir con el Santo Grial? —preguntó Musashi con curiosidad.

Hanagata suspira, dando una calada a su cigarrillo antes de responder.

—Mi hijo mayor, Kaoru, nació con una rara enfermedad conocida como huesos de cristal —confesó mostrando una foto del niño que guardaba en su billetera—. En pocas palabras, su esqueleto es muy débil, el más mínimo golpe hace que sus huesos se rompan. Quiero el Santo Grial para curarlo.

—Hmp... Un objetivo noble —dijo Musashi con una sonrisa.

—¿Qué hay de tí? —preguntó para saciar su curiosidad.

—No deseo nada, todos mis objetivos los he cumplido en vida —respondió Musashi mientras caminaba—. Mis únicos objetivos en esta Cruzada son ayudarte a conseguir el Grial y enfrentarme a enemigos fuertes. Ese es mi camino como Ronin.

—Bien, cumplamos nuestros objetivos, hay que eliminar a Von Dark de la ecuación cuanto antes —dijo Hanagata, con entusiasmo.

De vuelta a su investigación, Susana había mandado a Ruler a inspeccionar una de las iglesias evangélicas del área, después de media hora, Francisco hace acto de presencia.

—Nada de nada —informó—. Revisé de cabo a rabo, pero no había señales de algún Servant.

—Bien, hay que movernos al siguiente lugar —antes de que diera un paso, su teléfono suena—. Bolívar al hablar... ¡¿Qué?! ¡Diablos!... Ok, estaré allí en veinte minutos, que nadie toque el cuerpo, ni siquiera el forense hasta que llegue.

—Ocurrió otro homicidio, ¿Verdad? —preguntó Francisco, frunciendo el ceño.

—Sí, llegamos tarde, mataron a una hermana en la iglesia de San Marcos —respondió algo frustrada.

La atención de Francisco se desvía hacía otra dirección.

—¿Ocurre algo?

—Hay una presencia misteriosa a un par de kilómetros-respondió, pensativo-. Sin duda alguna es un Servant y no quiere ser sigiloso.

—Iré contigo —dijo.

—No, tiene que ir a la escena del crimen —replicó Francisco, dándole la espalda—. Creo que puedo apañármelas solo. Cómo le conté antes de venir aquí, mis Noble Phantams pueden llegar a ser... abrumadores.

—Bien, pero aún así no quiero que te pase nada malo —dijo poniendo la mano donde tenía los Sellos de Comando en su hombro—. Mediante este Sello de Comando, yo Susana Bolívar, te ordeno: Ve y lucha sin restricciones.

La energía del Sello recorría su cuerpo y con una dulce sonrisa, Francisco de Miranda partió hacia aquella dirección.

Simón y Medusa también se dirigían hacia ese lugar, lo que los cuatro ignoraban, es que allí les esperaba un Servant bastante fuerte 



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