Capítulo 20.-Quédate conmigo.
(¿la imagen será spoiler del final de la historia? Ya veremos 👀👀)
Los nervios se acabaron cuando salí del aeropuerto y tomé un taxi con destino a mi barrio. Ahí mismo, rayé violentamente los datos de mi pasaporte falso, quitándole la fotografía al mismo para tirarlo por la ventana.
Llegaba a mi tierra natal tras diez meses de no estar, todo me era tan extraño, apenas recordaba las calles, los lugareños me veían con asombro, y cómo no, pues un día fueron mis vecinos.
Imagino que un gran revuelo se armó ante mi partida, y supe un tiempo después de mi retorno que mi madre esperaba todos los días en la puerta de la casa a que yo llegara, y siempre lloraba en la noche, ya que significaba otro día que yo estaba "desaparecido".
No les dejé nota o mensaje a mis padres que me había ido a Colombia a luchar en las FARC-EP, ya que la idea era de que supieran de su hijo único cuando apareciera en los medios "el héroe justiciero, Shirou Emiya ganó en su revolución las Américas" "El gran guerrillero, Shirou Emiya, logró la independencia de una nación bajo el yugo de una tiranía inhumana".
Eso me destrozaba, tanto dolor que les hice pasar a mis padres, y aún faltaba lo peor, ya que ahora faltaba que les dijera que fui un asesino, traficante, terrorista y secuestrador...la vida ya no me era nada decorosa.
Caminaba por la calle que daba directamente a mi casa, me llegaban infinidad de recuerdos: jugar futbol con los niños del barrio, ir al mandado, regresar de la escuela, invitar a comer a Rodrigo Cienfuegos a mi casa. Esa vida ya quedó muy atrás, y nunca podré recuperar o tener de nuevo una vida normal.
Me quedé parado, incluso veía la casa que quedaba a un lado de la mía, pero tenía miedo, mucho miedo de qué pasaría, cómo me recibiría mi familia, si me echarían en cuanto supieran qué hice en Colombia.
No me importaba que me delataran y me metieran preso...me aterraba el mero hecho de imaginar que los perdería, que me abandonarían para siempre y me negaran.
Tragué saliva lo más fuerte que pude, avanzando a paso lento, temeroso, veía a una mujer en la entrada de mi casa: era mi madre. El corazón lo tenía en la garganta y mi pecho latía fuertemente.
Cuando tuve una distancia prudente, me quedé parado, sintiendo que lágrimas bajaban de mis mejillas. Mi madre me volteó a ver, poniéndose blanca como un fantasma.
-Shirou... -Dio unos pasos, llevándose las manos a la boca, soltándose a llorar. –Shirou, cariño...¿eres tú?
-Sí, mamá. Soy yo...Shirou... -Dije, falto de aliento.
-Hijo...mi amado Shirou, ¿en dónde estuviste tanto tiempo?...
-Es una historia muy larga, mamá. –Ella me abrazó, soltándose a llorar como una magdalena. Yo regresé el abrazo más fuerte que le di alguna vez en mi vida, suspirando de alivio. –Estoy cansado...muy cansado.
-Repondrás fuerzas si comes...ven, vamos a comer. –Nos miramos, a ella le temblaba la boca por no poder ni controlar su llanto.
Ese fue el día en que volví a sentir el calor de una madre, de una casa, de un sillón, esas que había dejado por quemar el cielo.
Ahí me prometí a mí mismo que jamás dejaría mi casa, que si compraba una, sería mejor y más grande, pero para dársela a mis padres, y yo me quedaría en esa.
***
Era la mañana siguiente de que nos habían dado la buena noticia a mí y a Shirou de que yo me quedaría por otro semestre en la Facultad, lo que se traducía en más tiempo juntos, algo que me alegraba mucho en lo más profundo del corazón.
Yo me levantaba temprano como era costumbre, sentándome en la cama para estirar mi cuerpo tras haber apagado mi alarma. Antes de levantarme, Shirou me tomó de la cintura.
-Quédate conmigo...cinco minutos más, por favor, hoy amaneció más fresco de lo normal.
-Está bien. –Accedí, regresando a la cama, abrazándolo para compartir calor, pues sí que hacía más frío de lo normal. –Por cierto, buenos días, mi amado Shirou.
-Buenos días, Arturia. –Me abrazó un poco más fuerte, yo sonreí de ternura. –Jamás me cansaré de estos amaneceres.
-Eres un flojo, pero te entiendo...con este frío dan ganas de quedarse tapado, dormido, abrazado de una persona especial. –Le di un beso en la frente, el primero del día.
La tarde anterior habíamos ido a celebrar que me quedaría otros seis meses en la casa de Shirou, fuimos a tomar una cervecita. A pesar del frío que hacía, lo ameritaba y queríamos hacerlo, naturalmente.
Caía una lluvia tan ligera que apenas si parecía, realmente, lo que era tan bello. Me quité el guante para tomarlo de la mano, colocándome en su hombro, pues compartíamos el lado de la mesa.
-Me alegra poder quedarme más tiempo contigo.
-Las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para ti, Arturia. Y mi cama siempre tendrá un espacio para ti, así como mi corazón.
-Que tierno eres. –Sonreí, dándole un beso en la mejilla.
-Es lo que pienso sobre esto.
Siendo la parte interior del bar, un cuarteto de músicos se paró en un pequeño escenario, llevando consigo violines y cellos, supe de inmediato que las cosas se pondrían interesantes, incluso me levanté del hombro de Shirou para escuchar con mayor atención.
No eran canciones clásicas, sino de rock británico, justamente, lo que me emocionó bastante al ser de mi país, era como tener un pedazo de Inglaterra en ese mismo bar.
Sonreía ampliamente, tomando de la mano a Shirou, meneando ambas piernas un poco de atrás hacia adelante, meneaba la cabeza, me agradaba mucho escuchar esa música, que, a pesar de la simpleza de ser dos instrumentos, no por ello era menos bello, llegándome el sonido hasta el corazón.
-Tus paisanos son buenos haciendo rock, Dios sabrá cómo es que le hacen, pero son muy buenos.
-Incluso yo misma me lo he llegado a preguntar. –Bebí de mi tarro de cerveza.
Lo único que era ciertamente un poco desagradable eran los besos con sabor a alcohol que nos teníamos que dar por beber cerveza, pero ya ni modo. Los besos son besos, y se disfrutarán siempre que sean de una persona especial.
Nuestro amor y nuestras esperanzas en el futuro volaban tan alto como una cigüeña, bailando por los aires sin rumbo alguno, dejando que al aire se la llevara, y mientras más volaba, más alto lo hacía.
Esa era la forma ideal de describir el amor que tengo por Shirou: una cigüeña en vuelo, la cual pronto deja de mirar el suelo, deja de mirar las nubes y se pierde en el cielo que recorre.
La forma más bella de un amor la representábamos los dos.
Seguíamos escuchando el concierto de violines, adivinando la canción que seguía, siendo a veces simple, otras no tanto. Así se nos fue una hora, en la cual bebimos tres cervezas nada más, yéndonos a casa para seguir con la fiesta, pues faltaba Fuji de saber la gran noticia.
Por obvias razones ella quería celebrar con una copita del vino del refrigerador, y ninguno de los tres se negaría a darse ese pequeño lujo que era bien merecido.
No todos los días hay noticias que te emocionan tanto como la que acabábamos de recibir yo y Shirou, eso es lo que hacía aquel día tan especial.
Shirou marcó al celular de Fuji, pues ese día merecía una cena especial, por lo que le dijo qué ingredientes comprar para la noche, así nos ahorraríamos el mayor tiempo posible. Lo que sí es que nosotros pasamos a un súper y compramos más vino.
-Ojalá el día no acabe nunca.
-¿Por qué lo dices, Arturia?
-Me siento muy feliz. Seis meses más contigo, suena poco, pero cada día será especial y muy lindo.
-Depende de nosotros darle un significado normal, por supuesto.
-Claro que sí. Aunque ahora...ahora no vendría mal darle un momento especial a cada momento, no se han parecido mucho a otros días.
-¿Será porque estamos felices?
-Seguramente, pero igual falta tiempo para que se acabe el día, y cuando eso suceda, seguiremos siendo felices.
Celebrar fue lo más indicado, ya que era para, justamente, celebrar un poco más de estancia de mi parte en el país, y no tendría que significar una cena de despedida en mi honor. Incluso llamamos a Sakura, Issei y Rin, era necesaria su estancia.
Shirou, siendo un poco insistente, y a sabiendas que no podría convencerlo de lo contrario, igual invitó a Archer, lo que no me terminaba de convencer.
La casa era pequeña...y sería como tener a dos leones hambrientos en la misma: Rin y Archer. Nada bueno podía salir de eso.
Todos aceptaron la invitación, ergo, los fuimos recibiendo cada que llegaban a la casa.
Todos habían venido antes a la casa de Shirou, así que el único desconocido era Archer, por decirlo de alguna manera.
Fue el último en llegar, pues fue al último al que se le avisó. Yo veía desde la puerta de la casa lo que ocurría en el portón del fraccionamiento.
Ambos se saludaron con el saludo militar para después darse un abrazo. Me sorprendió como de agarrarse a golpes ahora se abrazan. Shirou nunca me ha dicho el motivo de su reconciliación con Archer, aunque eso me tranquiliza un poco.
Estando todos en la mesa, sentamos lo más lejos posible a Archer de Rin, pero él le secretó algo a Shirou, notándose un poco molesto.
-Perdón, lo que pasa es que...
-Ya me acostumbré a su distancia, pero me hubiera gustado un poco de cercanía. Igual te entiendo. –Escuché que se secretaron.
-Bien...me alegra que todos estén aquí, y me gustaría hacer un brindis por una sola causa: por otros seis meses de estancia de Arturia. –Exclamó Shirou.
-¡Salud! –Gritamos todos, yo sonreí, sintiéndome halagada.
-Si me permiten la palabra, Shirou, que bueno que luches por aquello que amas. Si te decidiste que estarías junto a Arturia el tiempo que pudieras, cumple esa promesa, cumple con el intercambio que prometes...no cometas los mismos errores que yo. –Archer miró a Rin, ella desvió la mirada, entre sorprendida, indignada y melancólica. –Malamente, mi ejemplo te servirá, Shirou, no seas mi viva imagen, y te lo digo en todos los sentidos que tú conoces y te he dicho antes.
-Jamás, Archer. Gracias por el consejo, de verdad, gracias.
-Bueno, ¡a comer, que esta cena no se acabará sola!
-¡Fuji, no seas grosera! Deja que Arturia dé unas palabras antes.
-Gracias por todo, por su amistad, su cariño. En especial el tuyo, Shirou, tu amor. –Me sonrojé al decirlo, sonriendo.
-Awww. –Exclamaron todos, incluidos Archer; Shirou únicamente se sonrojó.
-¡Vivan los novios! –Exclamó Sakura.
-No me arrepiento de juntarlos. Espero que sean más felices todavía los seis meses que vienen. U ocho, mejor dicho. –Agregó Issei.
-Mientras más, mejor. –Shirou y yo nos dimos un beso en los labios, el cual fue sumamente especial.
Eso fue el día de ayer, ahora en el presente terminábamos de desayunar Shirou y yo, encaminándonos a la Facultad.
Sería un martes, teníamos clase un poco más tarde de lo normal, aunque igual era elemental estar listos para todo. Parecía ser que el director nos quería decir algo, seguramente faltaba algún papel o cosita que firmar o rellenar para que la estancia de otro semestre más por mi parte ya quedara oficializada.
De cualquier manera, no dio más detalles.
Al llegar, pudimos ver que Issei tenía las manos en el rostro, parecía abatido, y tenía un papel en sus manos. Tanto Shirou como yo nos apresuramos a ver qué le pasaba, nos preocupamos mucho.
-Issei...
-Camarada, ¿Qué tienes?
-Puta madre, Shirou. Puta madre, de verdad. Todo lo de ayer...todo fue por nada. –Me entregó el documento a mí a pesar de que parecía que era más incumbencia de Shirou que mía.
Ahí, en ese pedazo de papel, conforme lo fui leyendo... mi preocupación no hizo más que crecer, mi corazón se destruyó por completo. Era un documento de reenvío, diciendo que se habían equivocado y que, en realidad, mi prórroga se había rechazado.
Lo peor de todo es que no me daban razón del por qué.
Estaba destrozada, no había más palabras para decirlo, me quería morir, Shirou se quedó inexpresivo, tragando saliva pesadamente, viendo a la nada.
Lo que fue de mi parte, no podía más con ese sentimiento, tomé fuerte el papel en mis manos, empecé a caminar apresuradamente a la salida, no quería estar en clase, no quería estar con nadie, ni siquiera con Shirou. Deseaba estar sola, deseaba morirme.
Escuchaba los pasos de Shirou detrás mío, pero el detalle es que no me decía nada, no había palabras por decir, y si las había, no era el lugar ni el momento adecuado para decirlas, así que por eso no lo hacíamos.
Lloraba, la gente de la calle me miraba, incluso sentía que mis mejillas se habían sonrojado por mi llanto; me secaba con las mangas, no podía hacer más.
Cuando llegamos de regreso al fraccionamiento, me quedé parada en la puerta, pues el de la llaves era Shirou, yo no tenía la mía propia.
-Arturia... -Me dijo, al momento de alcanzarme.
-Abre la puerta. –Lo vi con los ojos rojos, señal de que igual se le escaparon las lágrimas. Hizo lo que le pedí, fuimos de inmediato a la entrada de la casa, pasando por lo mismo.
Vi las violetas que planté, dándome más tristeza, las dejaría de ver, regar y mimar antes de lo que esperaba.
Él cerró la puerta, yo me senté en los sillones de la sala, soltándome a llorar más desconsoladamente, golpeaba el mismo, pues mi frustración me había arrevasado.
-Arturia, cálmate.
-¡No me pidas que me calme! ¡¿Cómo es que tú no sientes lo mismo que yo si tanto te jactas de amarme! You make me mad, you seem insensitive to everything that is happening, you should be begging and cursing the life that you are dreaming
-¡Claro que me afecta, por amor a Dios! ¡Tanto que imaginaba que hiciéramos los dos durante ocho meses más, pero ahora todo eso se fue completamente a la mierda cuando creí que todo estaría bien!...créeme que pensé mil veces en dejar que me atropellaran de camino a la casa, ¡Pero no lo hice pues no me voy a quedar de brazos cruzados!
-Ya no hay nada que hacer...esa era nuestra última esperanza. –Shirou vino y me tomó de las manos.
-Tú misma me lo has dicho, soy muy necio, algo que me ha funcionado...resolveré esto, lo prometo, ¡lo haré, te lo juro, Arturia!...tú te quedas aquí esos ocho meses.
Shirou tomó las llaves y emprendió rumbo a, muy seguramente, la Facultad. Yo lloré en el sillón, no queriendo hacerme ninguna ilusión, pues aunque fuera una pequeña y apenas fuera un brote insignificante en mi corazón, me dolía muchísimo, ardía como si me quemaran.
Claro que quería quedarme, pero a sabiendas de que me habían declinado todo y la última esperanza había fallado, sentí que lo peor era aferrarme a una vana esperanza. No era pesimista, conocía la realidad de que la causa estaba podrida, y no valía la pena luchar por ella.
Me encerré en mi antigua habitación, incluso trabando la puerta con una silla que subí de la cocina especialmente para eso.
Pasaron las horas, ya ni siquiera sabía por qué lloraba, pero necesitaba hacerlo, desahogarme, aliviar mi dolor por medio de ese llanto. Si no podía hacer nada, al menos trataría de que no me doliera, cosa que me resultaba completamente imposible.
Tantos recuerdos venían a mi mente: el primer encuentro que tuve con Shirou, el hecho de que balbuceara por haberse enamorado de mi a primera vista, entrar a su casa, conocer a Fuji, el brindis de bienvenida, ese baile que tuvimos y me enamoró de él.
Y ahí se encontraban los recuerdos más dolorosos: los más bellos. Se trataba de nuestro encuentro esa a la mañana siguiente que me enamoré de él, compartir cama y la incomodidad de rozarnos, nuestra confesión y el primer beso...tantas cosas, tantas.
Bellos momentos que se esfumarán directamente al baúl de los recuerdos, ahí, en lo obscuro y frío de mi mente. Serán como una especie de leña que me calentará el corazón en mis días iluminados y apagados, siempre recordaré esos momentos con mucho amor.
Tras un buen rato, escuché la puerta abrirse, seguido de un fuerte grito de desesperación, algunos golpes y, finalmente, un llanto amargo. Ya sabía que había pasado con Shirou y su búsqueda de lograr lo imposible.
Sus propios ideales y frases lo traicionaban: fue realista y no consiguió lo imposible. Fue idealista y se quedó en eso, en mera imaginación la promesa que me dijo que cumpliría. Bajo los adoquines no hubo arena de playa.
-Arturia... -Él trató de abrir la puerta. –Perdóname...te fallé. Siempre rompo las promesas que te hago.
-Está bien, Shirou...no te preocupes. Quisiera estar sola un rato.
-Y-yo también....estaré donde siempre. De verdad, perdóname, fui un completo inútil.
Seguía llorando como magdalena, no quería hacer otra cosa, o no como fuera morirme en ese momento, tras tanto dolor que siento ahora en mi alma.
Me quedaban apenas las necesarias ganas de seguir aquí, en la casa. Ahora sólo quería estar sola.
Para la tarde, Shirou volvió a tocar la puerta, un poco suave pero lo justo para que pudiera escucharlo. Suspiró fuerte.
-Aun no...no toques la puerta. Saldré cuando crea que es el momento.
-De acuerdo... -Su voz se había roto.
La tarde pasó entre recuerdos y melancolías bañados en bastantes lágrimas que venían de ambos. Era una forma de torturarnos de manera inexplicable, quizá tras tanto dolor, finalmente llegara la felicidad.
De cualquier modo, era para discutirse.
Salí tras casi dar las cuatro de la tarde, ni siquiera tenía hambre, pero había cosas necesarias que debía platicar con Shirou, cosas que aclarar al ya saber que lo peor pasaría.
Entré a su habitación, y lo encontré mirando a la nada.
-Acuéstate conmigo...tengo frío y me hace falta tu calor. –Me dijo, lo que me dolió mucho.
-Creo que...que lo mejor es que me vaya a vivir con Fuji el tiempo que queda.
-¿Qué? –Shirou se levantó de la cama, blanco como un papel.
-Sería lo menos doloroso...y, y también... –Comencé a llorar. –Que nos dejemos de hablar en la Facultad, como si nunca hubiéramos sido nada. Es lo mejor para...
-¡¿Para quién?! –Farfulló. -¡Tenemos días, días para que nos separemos durante un año y me dices que nos tratemos como desconocidos!...¿tienes idea si no me duele? –Shirou igual rompió a llorar. -Es muy poco tiempo el que nos queda juntos...por favor no me lo quites.
-Es-está bien...es que me siento tan destrozada y confundida. No quiero herirte, y siento que si pasamos más tiempo juntos, nos dolerá mucho peor.
-No importa si duele más o duele menos...yo quiero estar junto a ti, hasta el último momento. –Se levantó, ambos nos acercamos y nos abrazamos desesperadamente, dejando de llorar.
Éramos nosotros dos contra el mundo...perdimos. Aunque faltaba la revancha para dentro de un año.
Para el siguiente amanecer, Sakura me vio y lo primero que hizo fue abrazarme fuertemente durante todo un minuto, yo regresé el gesto además de soltarme a llorar, a ella poco le faltaba para lo mismo. Era el calor de una amistad que se entibiaría y apagaría en cuestión de tiempo, por eso es que el abrazo fue uno tan doloroso: uno de despedida.
Lo mismo fue con Rin e Issei, sintiéndose un dolor al despedirnos al finalizar el día, representando que un día, ese adiós sería casi definitivo.
Los días se iban rápidos, naturalmente, y cada día menos era un día donde Shirou y yo éramos más infelices, representados por el más obvio de los finales.
Salíamos a bailar, teníamos citas, nos poníamos románticos a todas horas para olvidar así la hora definitiva. Esa chispa de encanto se apagó cuando llegó el día de recoger el boleto de avión de regresó a Inglaterra que mi familia me pagó para regresar.
Vimos el aeropuerto con el mayor de los amargores...en tres días estaríamos nuevamente ahí, pero ahora para despedirnos hasta dentro de un año.
Esa noche estábamos en la cama sin ganas de hacer nada, ni siquiera de dormir. Shirou tomó mi mano, y yo la apreté con bastante fuerza.
-Quisiera...que las cosas hubieran sido diferentes.
-Yo también, Shirou. Yo también. –Me solté a llorar de la amargura. Él me abrazó la cabeza, sollozando sin soltar lágrimas.
Para mi último día en la Facultad, Shirou me dijo que no había motivo para que estuviera triste, yo me mantuve escéptica e incluso me molesté con él...lo que no sabía es que me prepararon una fiesta de despedida.
-Queríamos que tu último recuerdo fuera de lo más lindo para que no te vayas con un mal sabor de boca. –Dijo Issei.
-Fuiste muy buena amiga para que no nos despidiéramos de ti. Te extrañaremos mucho, Arturia, de eso...n-no lo dud... -Rin se rompió a llorar, abrazándome con fuerza, siendo algo que me sorprendió, pero a su vez regresé el gesto, lagrimeando.
Ese será de los recuerdos más lindos que tenga en mi vida...gente a la que le importé tanto que incluso lloran mi partida. Recibí cartas, las que algunas leí ahí mismo, otras las guardaría para una vez estuviera en Inglaterra y otras para la casa, la que ya dejaría de ser tan mía.
Las maletas estaban listas y el boleto de avión en mi mesa de noche, serían ya las seis de la tarde, y de verdad apenas tenía ganas de vivir, estaba muy deprimida.
Las cortinas, la cama, el closet, la alfombra, el techo... todo lo dejaría quizá para siempre a pesar de que se colaron en mi vida de forma tan accidental. Miré al suelo, soltándome a llorar de nuevo, no me quería ir.
Shirou estaba igual que yo, no decía nada, fumaba un puro en el patio, notándose sumamente desganado y con ganas de morirse. Era un "hasta luego" no un "adiós", doliendo igual a pesar de ser diferentes.
Él subió al cuarto tras arrojar el puro apagado al suelo, recogiéndolo y haciéndolo pedazos para usarlo a modo de abono para las violetas.
Me encontró llorando, apretó los puños y los dientes, sabiendo que ahora no seguía nada lindo para nosotros dos. Sería nuestra última noche juntos.
-Arturia...perdóname por fallarte cuando menos debí hacerlo. Sé que ha pasado tiempo desde que nos rechazaron la prórroga, pero no por ello me siento menos culpable.
-No es tu culpa, no podías hacer nada.
-Podía, ¡claro que podía, maldita sea! –Se llevó las manos a la cara. -¡Aquí en este mundo no hay ética, un billete grande junto a la solicitud lo hubiera resuelto todo fácilmente, nos aprobarían hasta una prórroga de mayor tiempo si daba más dinero, pero tuve miedo de que por eso mismo nos rechazaran! Me doy cuenta que no debí hacerlo, que debí soltar todo el dinero que pude.
-Te juro que si hacías eso me hubiera ido por mi propia cuenta. Ese no sería Emiya Shirou, la persona que admira al incorruptible héroe justiciero, que quiere librar al mundo del dolor, de las malas personas, eso te hubiera convertido en lo que odias a muerte y a lo que le declaraste la guerra.
-Perdón, es que de verdad estoy desesperado, destrozado. No quiero vivir si no es a tu lado.
-Vive sintiendo mi presencia cada que te golpea una corriente de viento. Ahí estaré yo, ahí estarán mis besos y mis abrazos.
Nos abrazamos, justamente, en lo que era algo tan necesario, un acto final ante la despedida que llegaría aunque no lo quisiéramos. Ahí, él me dijo algo que, a pesar de que quería con todo mi corazón decir que "sí" yo tenía más que claro que era una mala idea.
-Quédate conmigo...olvida el intercambio, olvídalo todo, pero quédate conmigo.
-De amor no se vive, Shirou. Quiero quedarme siempre contigo, pero no puedo. No arruinemos nuestras vidas por algo así, incluso podrían deportarme por no tener papeles. Debemos aceptar la realidad que nos tocó vivir, así sea dolorosa, pero no por ello conformarnos. Un día me verás de nuevo, sonriente, radiante, pero debes esperar.
-Por ti lo haré...Arturia, te prometo que te amaré.
Yo igual, Shirou.
Tomamos un taxi temprano para llegar al aeropuerto, llegando diez minutos antes de la hora indicada. Nunca nos dejamos de tomar de la mano, y cuando llegó mi momento de abordar, nos dimos el mayor y más honesto de los abrazos, seguido del beso más largo que nos dimos en todo nuestro noviazgo.
Fue como si el más tierno calor nos golpeara la cara, las mejillas y labios, y una pequeña brisa de mar nos cubriera por segundos.
-Hasta luego... -Fueron las últimas palabras que nos dijimos antes de abordar. Despidiéndonos con la mano, sonriendo entre lágrimas.
Sentándome en el lugar indicado, me sequé las lágrimas, abrazando el peluche de león que me había regalado, eso mismo, mi amado Shirou. Es como si él estuviera siempre conmigo.
Vi al piso, observando como cada vez más la altura aumentaba y aumentaba, dejando todo tan pequeño como las hormigas. Ya no faltaba más tiempo para regresar a Inglaterra.
***
Desde aquel día, todo parece más feo, ya mis amaneceres no son iguales, a veces abrazo mi almohada, imaginando que tiene el perfume y calor de Arturia, me pongo a llorar de veces, y eso que nunca creí ser melancólico.
De los días más coloridos que tuve en toda mi vida, ahora el gris regresa a ella, pues poco o nada puedo hacer para regresar mi ánimo. Lo único que podía era, como no, terminar la carrera como Dios manda, buscando ahora yo el intercambio, no consiguiéndolo por una décima...una décima que me impidió verla de nuevo. Volví a olvidar detalles importantes. Quedamos de nuevo en el bando perdido.
Eso, como no es raro, me deprimió muchísimo, pasaba horas enteras llorando en mi habitación, algo de lo que Fuji se percató, sintiendo también mi dolor como si fuera suyo, lo que agradecí desde el fondo de mi alma, ya que era una ayuda que necesitaba, y de verdad me hacía falta.
Archer, por su lado, al haber pasado por una situación similar, si no es que idéntica, al igual haber tenido que decir "adiós" al amor de su vida, me comprendía, y conocía perfectamente mi dolor.
-No te puedo decir que lo superes, tampoco que busques a otro pez en el agua. Es ese...ese algo, que te indica que como ella no hay dos, ni siquiera una. Tu amor se convierte en algo irrepetible.
-¿Y cómo has hecho para superar lo de Rin?
-Ni siquiera lo he intentado, aunque ya acepté que jamás podré regresar con ella. Cu Chulainn es un perro en más de un sentido.
-Un chapulín, en este caso.
-Ese título y cuantos más se te ocurran le quedan cortos, siendo honestos. Shirou, lo que te puedo decir es que...no trates de superarla, recuérdala con amor y cariño, añora esos días a su lado; pero no para torturarte, sino para que jamás se te olvide el amor que sentiste por ella.
-Tomaré tu consejo, Archer.
-No tienes de otra, en realidad. –Se rió, levemente.
Ya licenciado, y con un pequeño trabajo, además de cierta actividad política que literalmente me hizo renunciar a mis sueños de guerrillero, volví a caer en otra depresión.
No sólo se fue el amor de mi alma, sino que, además, me doy cuenta que toda mi jodida vida fue un engaño, pues la revolución no sólo llega por medio de las armas, la violencia o las guerrillas. Ahí me di cuenta que me faltaba hacer algo que nunca dejo de hacer: leer. Oh, sí. Me faltaba leer, y leer bastante.
La revolución llega y se hace con lo que uno tiene en sus manos y basándose en su realidad. No porque funcionó una vez, puede funcionar cien veces, no hay fórmulas para hacer una revolución. Eso me llevo por un camino más "pacifico" por decirlo de alguna manera, no sin antes hacerme pensar aventarme de un puente, pues Archer tenía razón.
Aunque no importaba. El activismo político, con los años, te hace ir madurando, aunque si bien no jalas miles de personas que te apoyan incondicionalmente y te adoran así como al Che Guevara, con diez "admiradores" en realidad es más que suficiente, ya que en el ámbito del activismo no fui un Sartre, fui "famosillo".
Y eso se comprobó cuando un periodista me pidió una entrevista, lo que me alegró mucho, y él fue y me la hizo en una cafetería cercana al centro de la ciudad, y, de hecho, aquí estoy con él.
-¿Entonces qué fue lo que te impulso a ser activista? –Fue su pregunta. Quedé unos segundos en silencio, fumando un puro para después escupir el humo hacía arriba.
-En sí, mi padre. Siempre me hizo tener ideología revolucionaria, y no puedo decir que me "adoctrinó", ya que perfectamente pude decirle que no deseaba tomar las armas como estilo de vida, yo pedí, y él me enseñó.
-¿Qué forma de activismo te agrada más?
-La realidad, cualquiera, así sea una forma poco ortodoxa de ejercer el activismo político e ideológico. –Fumé de nuevo de mi puro. –Lo que sí te puedo asegurar es...que yo pude ser guerrillero.
-¿Guerrillero? ¿Cómo?
-Mi sueño, desde que era un nene, era ser un héroe justiciero, pude ir a alguna parte del mundo, Colombia o Libia, por poner ejemplo, y formar parte de una de las guerrillas de liberación que hay ahí. No obstante, dos personas me hicieron ver que esos sueños eran perdidos, no idealistas, por amor a Dios, pero no tenía caso.
-¿Y te arrepientes de no seguir tu sueño?
-No; en realidad no. De hecho, me pregunto si me hubiera arrepentido de ser un héroe justiciero, darme cuenta más tarde que esa vida no era para mí, aunque quien sabe. Una de esas personas se la pasó molestándome en que me arrepentiría de hacerlo de forma segura, y quizá tenga razón.
-¿Cómo era la guerrilla que planeabas?
-Es complicado de sintetizar, aunque...
Era complicado decirle a los demás mis sueños, mis anhelos...hasta hace relativamente poco, que fue cuando dejaron de parecer los ideales de un niño o los de un loco que idolatra a un asesino. Las interpretaciones quedan a tela de juicio, por mi parte, me ahorro discusiones guardando silencio de mi punto de vista.
-¿Entonces no te frustraste por no poder realizar el "sueño de tu vida"?
-Los sueños se cambian por otros sueños. La vida, esa sí ya no.
La entrevista terminó cuando terminé mi puro, me marché cuando me puse mi chamarra, la cual tenía debajo una playera del Che Guevara. Vi mi celular para darme cuenta que, de hecho, tenía un correo electrónico donde se me pedía una entrevista, que era de una chica reportera de visita en el país, aunque no daba mayor detalle.
Pedía que nos viéramos en mi casa, lo que me extrañó mucho...pues apenas me da datos de ella, pero me manda su matrícula profesional de universidad, etc., etc. Me comenta que no tendré problema en atenderla y eso lo asegura.
Me extrañé, pero decidí hacerle caso al tener todos sus papeles en regla, revisé el sitio web del lugar donde trabaja y, en efecto, tienen registrada su cédula profesional y varios datos que me tranquilizan.
Me preparaba para la entrevista dos días después, la chica me dijo que llegaría a eso de las once de la mañana, lo que era un poco temprano, pero no todos los días me ofrecen una entrevista donde puedo explicar mis ideas.
Escuché el timbre de la casa, así que salí de la misma y fui a la puerta del portón del fraccionamiento, tronando mi cuello y suspirando antes de hacerlo. Al hacerlo...me llevé una sorpresa.
-Buenos días. –Me saludó ella, poniéndose un mechón de oro detrás de su oreja. Su sonrisa era una cosa...que simplemente no sé ni cómo describir.
Era, de hecho, la mujer más bella que yo haya visto en mi vida...era ni más ni menos que Violet, la chica inglesa de intercambio a la que una vez dije "te amaré". Siempre lo hice, a pesar de la distancia y el tiempo.
Fin.
Weeeee, mi corazoncito :'v
El capítulo final fue una montaña rusa de emociones, primero parece que todo está bien pero luego poco a poco se va yendo todo al carajo, ¿pensaron que sería un final triste donde Shirou y Saber no se verían de nuevo? Da para entenderse, lo bueno es que no fui tan cruel y sí los uní jsjsjs
Por si se lo preguntan, ya que el final es demasiado abierto pero creo que seguir escribiendo ya era saturarlo, es de esas veces, y los que también escriban lo sabrán, donde ya contaste todo lo que querías contar y prefieres dejarlo así, el asunto es que sí, los dos volvieron a estar juntos y vivieron con mucho amor y felicidad, justamente como a la mitad de la historia UWU
La verdad considero esta historia como una de las mejores que haya escrito, espero publicarla un día cambiando los nombres y un poco la trama, les recomiendo que no quiten el fic de su biblioteca, pues un día (quizá en 2 años xd), les traeré el anuncio de la publicación de esta cosa hermosa uwu
Ojalá les haya gustado mucho esta historia tanto como a mí, me es tan memorable, especial, es de mis obras maestras y le tengo mucho cariño, por favor díganme su opinión de este capítulo final y si les agradó.
Nos veremos en otra historia, si es que ustedes quieren. Hoy ya no será un "nos vemos hasta la siguiente semana" hoy será un "nos vemos si un día releen este fic de Saber y Shirou".
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro