Capítulo 10.-Violetas.
Era una de esas pocas ocasiones en que podía descansar en la guerrilla, aunque claro, el motivo de ese descanso no era para menos. Teníamos secuestrados en una cabaña a dos de los comandantes de la operación en la sierra.
Se buscaba intercambiarlos por presos políticos y por algunos compañeros prisioneros. Fumaba un puro, tratando de imitar el perfil del Che en su famosa foto. Me compré una nueva camisa suya a la mía estar destrozada tras el disparo que recibí.
Me tocaba la cicatriz, una marca de batalla que indica que casi muero por en mi cruzada por los ideales de justicia e igualdad. Es una marca digna de presumir, pues ni siquiera Fidel tiene una.
-Archer...¿Qué planeas haces después de que acabe la guerrilla?
-Cuando ganemos...llevaré la revolución a todos los rincones del continente...Por más que quisiera llevarla al mio.
-Eso me suena a Bolívar.
-Y no sólo a Bolívar. Martí, Guevara, hay muchos, en realidad. Si es que puedo, formaré un grupo de guerrilleros para que vayamos a Venezuela, al fin y al cabo, queda aquí al lado.
-¿Por qué a Venezuela?
-El idiota que tienen por presidente no sabe qué es el verdadero socialismo. Cuando ganemos en Venezuela, iré a la Guyana, le daré su independencia de los infieles franceses, traidores a los ideales de justicia e igualdad de su revolución. Independizando la Guyana francesa, que ahora será latina, iré a Nicaragua, derrotando a otro gorila oportunista traidor a los ideales de Sandino.
-Todo lo que mencionas queda cerca de Colombia.
-Por eso debemos ganar aquí. –Fumé de mi puro. -Aquí puede ser la cuna o la tumba de la nueva revolución. –Volví a fumar.
-Entiendo...eso explica por qué no pides nada a cambio más que tu caja de puros.
-Ya ves. –Miré a uno de los secuestrados, sonriéndoles. -¿Escucharon? ¡La revolución comienza aquí, en Colombia! Es cuestión de tiempo para que se expanda por el resto de América, y de ahí, al mundo.
Sonreí de forma altanera, fumando una vez más de mi puro. Yo cumpliría lo que otros apenas si pudieron soñar, o trataron de lograrlo y fallaron, como papá. No me sentía preocupado por nada, pues ya llegaría la revolución permanente, a base del internacionalismo de la revolución triunfante de las FARC.
***
Charlaba con Arturia en el cuarto, aun pensativo de lo que Archer me mostró y me dijo. Tengo la leve sensación de que ha estado en asuntos turbios.
Esa cicatriz era claramente la de un disparo, ¿pero qué tiene que ver la guerrilla y la revolución con eso? ¿Archer fue guerrillero? Imposible, con esa opinión que tiene.
Aunque claro, hay cosas que nos gustan y luego nos terminan por disgustar.
-Oye Arturia...quería preguntarte una cosa, aunque puede que sea rara y te tome por sorpresa. –Le dije, a sabiendas que no cualquiera preguntaría algo así.
-Claro, pregúntame lo que quieras.
-¿Tendrías como compañero de vida a un asesino?
-Oh, vaya, Shirou. Me agarras por sorpresa, de verdad. Ni siquiera lo voy a pensar. A mí, y creo que a casi cualquier mujer, le horrorizaría pensar que su pareja tiene sangre en sus manos.
-Ya veo...
-¿A qué se debe la pregunta?
-Ni yo mismo lo sé. Un amigo me pidió que pensará sobre eso. ¿Recuerdas cuando Fuji te iba a decir cuál es mi sueño pero lo impedí?
-Sí, lo recuerdo. ¿Qué tiene que ver?
-Mi sueño es...es ser un héroe justiciero que lucha por los ideales de justicia e igualdad. Mi padre perteneció a la guerrilla Nuevo Ejército del Pueblo, en Filipinas. Siempre me inculcó la figura del héroe justiciero. No sé si hizo bien o mal, pero me empapó con ideología revolucionaria, lo que me hace querer ser un justiciero...cumplir el sueño que él no pudo: lograr un mundo mejor.
Arturia se me quedó viendo por unos segundos de manera sería, pero luego se soltó a reír. Me sentí apenado, incluso un poco humillado por esa forma de burla un poco a medias, pues era mi sueño de toda la vida, aquel a que había jurado morir de ser necesario.
Me juré a mí mismo que debía sentir el dolor ajeno como propio, sentir en mi mejilla el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre. Ser siempre capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo.
-Shirou, eso suena como lo que diría un niño de cinco años.
-¡Claro que no! Durante los 60s y 70s muchos tuvieron ese sueño, algunos murieron tratando de lograrlo, otros lo consiguieron.
-Pero terminaron fracasando...no diré que eres un idealista, pero la revolución no lo es todo.
-Lo sé. Pero quiero un mundo mejor, nada más.
-Sueñas a lo grande, eso es bueno. Aunque debes tener cuidado con qué sueñas y a dónde te pondrían llevar esos sueños.
-No lo dudo.
Arturia se soltó el cabello, acostándose en la cama. Dormíamos juntos desde que somos novios, a pesar de que algunos días era mejor que cada quien durmiera en su cama, no nos importaba mucho.
Nos dimos el beso de las buenas noches, apagando la lámpara que nos daba luz. Arturia cerró sus ojos, yo tenía los míos abiertos, pensando en si en verdad mi sueño era muy idealista o sonaba como el de un niño.
No podía ser el sueño de un niño: Che, Sandino, Kirchner, Mao. Todos ellos eran hombres que seguían un mismo ideal, que querían lograr lo mismo.
Mi nombre debía ser el siguiente en aparecer junto al de ellos cuando se hacía referencia a los héroes justicieros.
Arturia me miró, abriendo sus ojos y notando que los míos seguían como si nada. Me dio un beso en los labios, sonriéndome.
-Deja de pensar en eso. Céntrate en los estudios, deja tus sueños para después.
-Entiendo... -Le di otro beso, quedando dormido finalmente.
A la mañana siguiente, ya en la facultad, veíamos que Rin y su novio estaban pero si comiéndose felizmente. Derramaban tanta miel que incluso me hacían pensar en que yo y Arturia éramos muy...¿Cómo decirlo? Muy amigos en comparación de ellos, que de verdad podrían verse como verdaderos novios.
Yo, como para igualar a esos dos, tomé de la mano a Arturia de forma tímida, sinceramente. Ella me sonrió con igual timidez, respondiendo a la forma en que le tomaba la mano.
-A veces sigues siendo un poco tímido.
-¿Eso te molesta?
-Para nada. Aunque me parece un poco irónico, aunque ya no importa mucho.
Nos sonreímos, dándonos un beso rápido en los labios para seguir caminando de regreso al salón, lo que nos pareció adecuado. No faltaría mucho para el inicio de las clases.
Esperábamos, eso sí, a la salida. Ese día teníamos nada más tres horas, que era un seminario, y de ahí...en realidad era muy pronto para regresar a casa, sin duda alguna, de ahí que pensáramos en qué hacer tras la clase.
Issei leía un pequeño libro en lo que Arturia y yo planeábamos una pequeña cita, así fuera casi de improvisto, pero era para no llegar tan temprano a casa, lo que sería un poco fastidioso al poco o nada haber de interesante en quedarnos ahí, sin hacer nada.
Ya en la tarde una película estaría excelente, pero ya para descansar, sin duda. Propuse que fuéramos por las cervezas, hacía calor y sed, de ahí que fuera tan excelente idea.
Prestaba atención a clase a la vez que me mandaba algunos mensajes con Issei y Arturia al mismo tiempo, la praxis era la misma, pero con dos personas a la vez, incluido mi viejo camarada y con el que comencé el juego.
Hubo una parte donde el profesor salió, a lo que yo me estiré de la espalda, un poco cansado. El hecho de sólo sean tres horas para venir a la facultad lo hace...un poco difícil de digerir.
-¿Entiendes la clase? –Me preguntó Issei.
-Lo suficiente para no reprobar. –Reí, amargamente.
-¿Qué hay de ti, Arturia?
-Por suerte entiendo más el idioma de lo que me doy a entender en él, así que la clase no me parece tan difícil, siendo sincera.
-Vaya, vaya, Shirou. Parece que no tienes muy desarrollada la capacidad de entendimiento. ¿Ya ves? Eso quiere decir que eres tan pendejo que no te puedo insultar.
-Ah, cálmate. –Le di un golpe en el hombro a Issei. La clase se reanudó ante la llegada del profesor.
No faltando mucho para que acabara la clase, hubo una ronda de preguntas. Arturia preguntó algo, ahí fue cuando la volteé a ver y me di cuenta de una cosa, una de la que, en teoría, debí darme cuenta en el instante en que salimos de casa.
Ella se veía hermosa con su pequeño maquillaje y sus labios pintados de rosa claro, peinándose de un modo levemente diferente, excepto por su fleco, que quedaba prácticamente igual ese día.
Me dieron unas enormes ganas de besarla, pero no podía al estar en clase. Maldije a mí suerte por eso. Ya que, tendría que esperar unos minutos más para poder besarla como Dios manda.
Le escribí una pequeña nota en su libreta, incluso la misma Arturia comenzó a trabarse en sus palabras cuando vio que la tomaba y me ponía a escribir en ella, pero siguió con su pregunta.
Era una cosa simple, pero no por ello menos bella, por supuesto. Me importaba más el pequeño detalle, incluso tomando uno de los poquísimos colores que tengo en mi mochila para dibujarlo.
Issei también se me quedó viendo raro. Yo no era de escribir notitas torpes, aunque la situación lo ameritaba, por supuesto.
Era simple: que hermosa te ves hoy, pareces sacada de la mitología celta por lo irreal que eres. Te quiero.
Si me dieran una moneda por las veces que soy cursi... sería pobre, honestamente. Aunque...ahora empezaría a ganar más dinero, no sé si para bien o mal. Como fuera, le regresé la nota a Arturia.
Vi casi inmediatamente que se sonrojó, lo que me sacó una buena sonrisa. El profesor explicaba su duda, aunque ella me volteó a ver. Yo le guiñé el ojo, haciendo que ella me enchinara los ojos.
-¿Ya te queda más claro, Arturia?
-Eh, ¿me lo podría repetir, por favor? –Eso me hizo dar una risa disimulada.
Saliendo del salón, ya a la ansiada libertad, Arturia me jaló de la oreja.
-Shirou, agradezco tu gesto, me pareció algo muy lindo, de hecho, pero no era el momento. De no preguntarme el profesor, me hubiera quedado con la duda.
-Perdón...me surgió de la nada hacerlo, no pude evitarlo. Aunque me alegra que te haya gustado.
-Dije que te lo agradecía, más no que me había gustado. –De verme con cierto disgusto, Arturia me sonrió con una expresión más relajada. –Aunque admito que...me gustó mucho, Shirou.
-El arte de la improvisación.
Ambos nos tomamos de la mano, caminando por el patio de la universidad. Rin se despedía de su novio, él se quedaba a otra clase ese día, pero ella me dijo que tenía prisa por los trabajos de investigación que nos dejan.
Iríamos caminando por una calle alterna de la que siempre solemos pasar, topándonos con una florería. Decidí comprarle una flor a Arturia a modo de disculpa por ponerme "cariñoso" en uno de los momentos menos indicados: en media clase y cuando ella pregunta algo importante.
Al entrar, no vimos a nadie que atendiera, lo que nos pareció raro.
-¿Sí estará abierta la florería? –Preguntó ella.
-Debería, está abierta. –Golpeé suavemente el mostrador. -¿Hay alguien?
-¡Un momento, por favor! –Gritó una voz en la parte trasera del local.
-¿Chulainn? –Me pregunté a mí mismo.
En efecto, el anterior mencionado salió con un mandil y unos guantes que se notaban mojados y con un poco de tierra. Él se sorprendió al vernos a ambos.
-Awww. Que romántico: los dos enamorados pasean por la ciudad. ¿Qué les puedo ofrecer?
Ambos nos sonrojamos ante el cometario de Chulainn.
-¿En verdad trabajas aquí?
-Sí, ¿por qué crees que obsequio tantas flores? Ahora, ¿buscan algo en especial?
-¿Elección del vendedor? –Cuestionó Arturia.
-A ver...déjenme ver... -Chulainn se puso a ver todas las cubetas y floreros con rosas y flores de todos los colores que se podía uno imaginar. -¡Lo tengo! Una violeta, una flor de su tierra.
-Ay, que detalle, Chulainn. –Sonrió ella.
-No hay de qué. –Él regresó el gesto.
-¿Cuánto es?
-Cortesía de la casa. –Me guiñó el ojo. –Le diré a mi jefe que se partieron, así que despreocúpate.
-Doblemente gracias.
Nos despedimos de Chulainn, quién se despidió haciendo el gesto militar para dejarnos partir a lo que era nuestra cita.
Yo le ofrecí las violetas a Arturia, quien me dio un beso en la mejilla. Me sonrojé, más que nada por su bella sonrisa que tenía en ese preciso instante, no había otra razón, y era maravillosa.
Nos fuimos a un segundo piso desocupado de un restaurante, disfrutando del centro de la ciudad, valiendo en lo absoluto la pena, no lo negábamos. Veíamos las gotas de agua caer de las fuentes aledañas, las palomas volar de una cornisa a otra, la gente pasar y las hojas mecerse por el viento que corría.
-Que hermoso día hace hoy. –Comentó Arturia. Sus compañeras se encontraban en la mesa, seguramente ella las dejaría en su mesa de noche, y no era para menos, por supuesto.
-En efecto...uno muy hermoso. –Bebí de una limonada que había pedido. –Claro que nada será más hermoso que tú.
-Shirou, me sonrojas. –Ella se llevó las manos a la cara, yo sonreí para mí mismo.
-¿Qué te puedo decir si no más que la pura verdad? –Me acerqué para darle un beso en los labios, cerrando mis ojos.
No podía ver si me imitó, pero estoy más que seguro que ella también cerró los suyos propios al saber lo que pasaría en ese momento mágico.
Sí, nuestros labios se juntaron en un nuevo beso, dejándose de escuchar por un segundo todo aquello que nos rodeaba. Tomé a Arturia suavemente de los hombros, y ella de mis codos, juntándonos lo más que pudimos, manteniendo un beso relajado.
Nos separamos del beso, juntando nuestras frentes. Nuestras miradas coincidían, sonriéndonos levemente para regresar a nuestro beso, el cual fue mucho más satisfactorio que el anterior, sobre todo ahora que nos tomábamos más amor.
De un momento a otro, y sin saber realmente por qué, quizá la pasión nos ganó o algo similar, pero nuestros besos aumentaron, se volvieron más complejos, y pasionales. Sólo nos separamos pues Arturia me mordió el labio, jalando suavemente de él.
-Oye, me lástimas. –Mascullé, sin que ella me soltara.
-Me dieron ganas de comerte. –Igual masculló ella, dejando mi labio en paz. Me llevé la mano a la boca por eso.
-Eres más leona que yo.
-Muy gracioso, Shirou. Pero sí...por tu nombre igual hace referencia a algo que impone, que debe comer más que nadie. (Shirou significa "guerrero samurái" :o aprendhe y dibiertt con Arturo :v)
-Oh, ¿me estás tratando de decir algo en concreto?
-Tómalo como quieras tomarlo, Shirou. –Arturia se sonrojó un poco.
-Lo haré de una manera en que...te haré más sumisa ante mis exigencias. –Arturia torció los ojos, haciendo un ademán de que ahí lo dejáramos. Ambos reímos con bastante gusto, dándonos un beso de patito, lo que fue suficiente para nosotros dos.
Para llegando a la casa, y teniendo un poco más de privacidad, vimos una nota de Fuji que decía "Llegaré un poco tarde, no me esperen para comer". Era un poco pasada de la hora en que ambos solíamos llegar de la facultad, así que, de todos modos, igual ella tardaría.
Nuestra experiencia en el restaurante fue, de eso, beber un poco, platicar algunas cosas sin mucha relevancia, incluso sobre nuestro proyecto de investigación. Claro que no faltaron los besos, los cuales llevábamos a un nivel mayor en ese momento.
Yo caminaba detrás de Arturia, recargándome en su cabeza. Cerrando la puerta, nos vimos a los ojos unos segundos. Yo, haciendo honor a mi nombre, la tomé de la cintura, pegándola a mi cuerpo y mordiéndole suavemente su labio interior para después besarla.
Nos dejamos caer en el sillón, ella tenías las rodillas sobre el mismo, y yo le acariciaba la espalda con cuidado.
Los besos eran con poco cuidado, carnales, incluso obscenos, pero sin exagerar. Arturia se agarraba de mis hombros, respondiendo a mis labios, respondiendo a mi amor.
Cuando comencé a subirle la playera que tenía puesta, ella se separó, mirándome seriamente.
-Es muy pronto... -Se sonrojó.
-Lo sé... -Solté su cintura, llevándome las manos a los ojos. –Es pronto, demasiado pronto...
-Podemos ponernos románticos sin necesidad de hacer nada...o de no hacer mucho, Shirou. –Las violetas quedaron en la mesa. –Por lo pronto...veamos una película. –Arturia me sonrió pícaramente.
Las violetas fueron puestas en agua, para que las mismas no se secaran, de ahí, en efecto, pusimos una película después de comer, que era lo elemental claro.
Pasados unos veinte minutos de la película, miré a Arturia, sonriéndole. Ella hizo lo mismo, tomándome de las mejillas.
Ahí supe qué tenía que hacer, lanzándome contra los labios de Arturia, tomando sus manos para quitarlas de mis mejillas.
Recargaba una de ellas en la cama y no caerme de bruces contra su cara, algo indeseable, por supuesto. Ella apago la televisión, y nuestras manos libres se tomaron, siguiendo con ese hermoso beso en la cama, golpeándonos la luz de la tarde.
Era un momento hermoso, uno que parecía durar lentamente, disfrutándose así mucho más, en el silencio casi absoluto del cuarto, salvo por nuestras respiraciones y el mismo sonido de nuestros besos.
Se nos acabó el aire pronto, por lo que nos abrazamos.
-Me siento cansada, Shirou. –Me dijo Arturia.
-Lo entiendo...yo también.
Así nos quedamos, abrazados, escuchando el latido mutuo de nuestros corazones, relajados, armoniosos. Junté mi frente con la de mi amada, dándole un último beso en los labios para caer dormidos un rato.
Yo, que era el menos cansado, desperté, separándome cuidadosamente para no despertar a Arturia. La veía ahí, dormida, se veía casi tan hermosa como si estuviera despierta. Se había soltado en cabello, dejándoselo más bien en una coleta. Era hermosa.
Salí a tomar aire, bebiendo una lata de agua mineral que usaría para algunos cocteles. Con lo que sudé dormido, mejor prefería bebérmela así. Eran pasadas de las seis.
Vi que la puerta del portón del fraccionamiento se abría, yo volteé a ver ante el ruido, viendo que era Fuji. No me saludó, pues de inmediato regresó su vista a la puerta, en donde...¿Chulainn? Se encontraba.
-Pero será cabrón...
Le dio un beso en la mano, haciendo una reverencia. Vi algo que nunca antes sí: Fuji apenarse. Se dieron un beso en la mejilla y se despidieron.
Yo me le quedé viendo, apuntándole con el dedo de forma cuestionadora. Fuji se había maquillado, lo que era raro por sí solo. Vi que sonrió, aguantando una risa.
-¿Extrañado? Es el chico con el que he estado saliendo.
-Va en mi facultad...
-¿Enserio? Vaya, me dijo que ya no estudiaba. Se ve bastante mayor.
-Hijo de su puta madre... -Negué todo lo que pude, metiéndome a mi casa, bebiendo furiosamente del agua mineral.
-Oye, ¿por qué tan enojado?
-Nada...creo que no te conviene seguir saliendo con él.
-Que impositivo eres, Shirou. Soy mayor que tú, deberías dejarme salir con quien quiera. Por cierto, ¿Y Arturia?
-Dormida...Sigh, como sea, te terminarás de dar cuenta tarde o temprano que tengo razón.
-Tus razones me son someras.
-Tal para cual...par de cabrones. –Pensé, suspirando.
A la mañana siguiente, yo dormía tranquilamente, escuchando la alarma de Arturia y el salir de su cuerpo de la cama que compartíamos. Era rutinario, así que volví a dormirme al ser lo normal de esa situación.
No obstante, sentí que me dio un beso en la mejilla, lo que me hizo sonreír sin mostrar los dientes a pesar de que estaba más dormido que despierto.
-Buenos días, Shirou. –Fue todo lo que escuché antes de dormirme de manera definitiva.
Pasado un rato, y ya sonando mi propia alarma, me desperté, estirándome como solía hacerlo, aparte de tumbarme de la cama para hacer algunas lagartijas en el piso.
Secándome el sudor, fui a preparar el desayuno, sintiendo un poco de frío. Vi la puerta abierta, enojándome bastante.
-Fuji, si entras a la casa, al menos cierra la puerta. –Exclamé, molesto, dirigiéndome a la puerta para cerrarla.
-¿Hum? –Arturia se asomó por la misma, sorprendiéndome. Tenía puestos los guantes de jardinería de mi padre, aparte de una llana en su mano. –Buenos días. –Me sonrió.
-¿Arturia?...¿Qué haces con?...
-Ven a ver. –Me interrumpió, a lo que accedí. Me llevé una sorpresa muy grande al darme cuenta que Arturia había plantado en mi pequeño jardín las violetas que le compré ayer.
-Oye. –Sonreí, gustoso. –Se ven hermosas... ¿Cuándo?...
-Quizá no te diste cuenta, pero me levanté poco más de media hora antes. Aparte sé algo de jardinería...se ven muy lindas, las regaré llegando de la facultad.
-Sí, son muy lindas. –La tomé de la cintura, acercándola a mi cuerpo. –Pero no más que tú, Arturia. –Le di un beso en los labios, el cual fue mágico y tranquilo hasta que...
-¡Échenles agua! –Gritó Fuji. Arturia sonrió incómodamente, yo hice un gesto de ahorcar algo.
-Tenías que ser tú...
-Perdón, no lo pude evitar. Ahora, a desayunar. –Fuji tenía en sus manos una pequeña bolsa, en la cual, presumiblemente, habría algo de desayunar.
Torcí los ojos, por lo que mi compañera se rió, terminando por contagiarme. Ambos entramos junto con Fuji a la casa, pero yo me regresé para darle un último vistazo a las violetas que Arturia había plantado en el jardín.
Se veían muy hermosas...al igual que ella, por supuesto.
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Oh shit, tardé dos días en actualizar por:
1-soy estupido :v
2-soy olvidadizo xd
Lo importante es que estamos aquí y que ya publiqué el cap jeje bastante lindo, romántico y meloso, como no podía ser de otra manera jaja
Prácticamente aquí ya pasamos a la siguiente fase de la historia, las cosas se pondrán bastante feas para Archer y en cuanto a Shirou...él puede respirar tranquilamente...por ahora xd
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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