Parte Única
En el comienzo de los tiempos, cada ser humano nacía con su pareja destinada. Los dioses habían decidido hacerle un regalo a la humanidad, un complemento para cada ser, un alma gemela. Alguien que lograra que la tierra sea un lugar menos solitario.
Pero los humanos son seres volátiles por naturaleza propia y es por eso que no supieron apreciar el valioso regalo que sus divinidades les habían dado.
Los dioses, en un arrebato de furia e indignación por los actos de los humanos, tomaron una decisión. Separarían a cada ser de su alma gemela, condenándolos a una vida solitaria y fría hasta que encontraran a su complemento.
En un acto de misericordia decidieron darle a cada humano un don, una pista, un pequeño rayo de esperanza para encontrar a sus destinados.
Ya tenían algo para comenzar pero el resto era por cuenta propia, pues si querían algo debían luchar por ello. Y el buscar a un destinado era un acto que necesitaba mucha valentía.
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Louis desde pequeño tuvo indicios de cuál era su don, aunque no era nada comparado a lo que podía hacer en el presente. Había comenzado con trazos casi tímidos, hechos con crayones infantiles; figuras apenas reconocibles que poco a poco iban tomando forma.
A medida que iba creciendo su don iba mejorando y sin ayuda alguna, recuerda que sus padres en un principio parecían sorprendidos de lo rápido que aprendía pero nada era por casualidad.
Recuerda que desde el momento en que comenzó a dibujar y pintar figuras concisas, nunca paró de dibujar lo mismo. No importaba si usaba diferentes técnicas de dibujo, incluso si eran dibujos abstractos, siempre tenían algo que ver con aquella persona.
Al principio se rehusaba a aquello, intentaba dibujar cualquier otra cosa, incluso evitarlo pero era imposible. No importaba si dibujaba ángeles, príncipes o guerreros, siempre tendrían ojos verdes y cabello rizado.
Finalmente terminó aceptándolo, si aquel don era un regalo de los dioses no podría hacer otra cosa más que agradecerles por aquello.
Muchos le habían dicho que debería sentirse afortunado de tener aquel don, no todos tenían la oportunidad de ver el rostro de su destinado antes de conocerlo.
Otros siquiera tenían la oportunidad de tener un destinado. La primera vez que había escuchado eso, cuando aún era niño, había llorado sintiendo lástima por aquellas personas.
Pese a que podían tener pareja, jamás serían completamente felices, no como si estuvieran con su alma gemela.
Louis era un afortunado, incluso si no lo notaba.
Con el paso de los años y su adultez logró comprender mejor las cosas. Pensó que de cualquier don que pudiera tener, el que le tocó era el mejor. Pues sin importar si estaba triste, enojado o estresado, siempre hallaría paz pintando rizos color chocolate, manos llenas de anillos y ojos verdes más brillantes que cualquier joya que haya visto alguna vez.
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Harry era un gran escritor que tenía de inspiración a cierto chico de hipnotizantes ojos azules con pequeñas arrugas en los costados.
Siempre tuvo una gran pasión por la lectura, que pronto se convirtió en ganas de escribir y plasmar millones de historias. Desde su niñez siempre tuvo una gran imaginación y pronto se encontró usando sus libros para la escuela, escribiendo muchos cuentos con la misma persona como protagonista.
Todos rápidamente entendieron por qué el niño tenía esa necesidad de escribir y jamás parar, era su don manifestándose.
Solía preguntarle a su madre cómo iba a saber quién era su pareja destinada si apenas tenía vagas descripciones de él, si era posible confundirlo. Ella siempre le sonreía con cariño diciéndole que simplemente lo sabría porque las almas gemelas podrían cambiar de rostro miles de veces y aún así seguirían encontrándose.
Porque cuando dos almas eran enlazadas, se mantendrían así para toda la eternidad, era un lazo imposible de romper. Y sin importar cuántas vidas pasaran, seguirían encontrándose una y otra vez porque estaban destinadas a hacerlo.
Y siempre se encontrarían en el momento exacto, aquel momento sellado por el destino.
Harry siempre solía mirar su reloj ansioso, esperando a que su destinado apareciera mágicamente por la puerta de su habitación. Su madre siempre se reía de él, diciendo que las cosas no funcionaban así pero eso no hacía que deje de ver el dichoso reloj.
Eventualmente, dejó de estar tan obsesionado con el tema, si tenía que pasar, pasaría. Eso no evitó que tuviera sus momentos de incertidumbre, donde se preguntaba cuánto tiempo más tendría que esperar para encontrarlo o si alguna vez lo haría.
En aquellos momentos recordaba la historia de sus padres, dos músicos, un guitarrista y una pianista que se encontraron en un concurso de talentos. Lo más sorprendente de ellos era que compartían una canción, única en el mundo y que solo ellos conocían. Fue de ese modo que se dieron cuenta de que eran el uno para el otro, porque nadie más conocía aquella canción.
Entonces Harry sonreía y dejaba que el mundo siguiera su curso, esperando que aquel encuentro llegara lo más pronto posible.
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Louis creía que podría explotar de felicidad, sus obras estarían en una exposición, su propia exposición. Aquello que había creado con tanto esfuerzo y dedicación al fin sería reconocido, decir que estaba feliz no era lo suficiente.
Ya todos sus conocidos lo habían felicitado, apenas podía creerlo, era un sueño hecho realidad. Aunque no negaba que al principio estaba algo inseguro de compartir sus obras con el mundo, era casi como dejar que todos leyeran su diario íntimo pero finalmente aceptó, oportunidades así no se daban nunca.
Así llegó hasta ese punto, a punto de desintegrar las mangas de su suéter por apretarlas con tantos nervios. Estaba a tan solo minutos de abrir las puertas de la galería donde expondría sus obras y estaba a minutos de desmayarse de emoción o nervios, tal vez ambas.
Había elegido veinte de sus mejores obras para exponer, todas tenían distintas técnicas y temáticas pero de cierta forma se complementaban entre sí y, por supuesto, todas tenían a la misma persona en ellas.
Uno de los encargados de la galería se le acercó para avisarle de que estaban a punto de abrir, primero dejarían que la gente mirara las obras, luego él saldría para el público.
Suspiró, esperando que todo saliera bien.
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Harry, por otro lado, había sido prácticamente arrastrado por sus amigos a una exposición de arte. Alegaban que no podía quedarse toda la vida en su casa escribiendo o leyendo.
Él claramente no estaba de acuerdo, su plan de quedarse escribiendo toda la tarde le resultaba mejor que una aburrida exposición, lamentablemente, no pudo ganarle a sus amigos.
Y, aunque quisiera negarlo, había algo de aquel evento que le llamaba la atención pero no sabía específicamente qué. Tal vez era por la historia que sus amigos le contaron, respecto al autor de las obras.
Un jóven que tenía un talento innato para dibujar y pintar, su don claramente. Todas sus obras eran sobre su alma gemela, a quién todavía no encontraba.
Lo curioso de aquello es que le pasaba exactamente lo mismo, pasó casi toda su vida escribiendo sobre alguien que no conocía en lo absoluto. Pensaba que esa era la razón por la que estaba tan interesado, no tenía más explicación.
Para cuando llegaron a la dichosa exposición ya había gente dentro de la galería, de hecho, habían más personas de lo que hubiera esperado. Tal vez todos estaban igual de interesados como él.
Las obras se encontraban distribuidas por las paredes de la galería, enmarcadas y con pequeñas luces encima de ellas para poder ver mejor. Había decidido separarse de sus amigos, sabía que ellos no lo dejarían apreciar bien los dibujos por su emoción.
Se encontró a sí mismo sorprendido por el talento de aquel pintor. La mayoría de las pinturas eran de temática renacentista, habían ángeles y ropas de los siglos pasados.
Encontró muchas similitudes suyas en el modelo de las pinturas, su mente empezó a trabajar muy rápido, ¿acaso podría ser...?
Se cortó antes de ilusionarse, repitiéndose que estaba exagerando y tan solo era una coincidencia.
Había una pintura en especial, era de un antiguo soldado griego, llevaba un casco corintio por lo que lo único que podía verse eran sus ojos, esa era la intención del dibujo. Y sería demasiado ignorante si no se daba cuenta de que aquellos ojos eran iguales a los suyos.
Completamente iguales.
Notó que el bullicio a su alrededor aumentaba pero estaba tan concentrado en la pintura que ni se molestó en mirar, hasta que escuchó un nombre a través de los altavoces y aplausos que lo seguían.
Entonces sintió su respiración atascarse y su corazón latir demasiado fuerte, no entendía lo que le pasaba. Luego, un chico de cabello castaño se vió entre la multitud y sintió que el aire volvía a sus pulmones.
Y cuando aquel chico le devolvió la mirada sintió que el mundo se paralizaba. De reojo vió como las personas comenzaban a dispersarse para dejar al chico pasar pero eso no importaba.
En ese instante sintió como si viera colores por primera vez, finalmente había entendido de eso que tanto hablaba su madre. Todas sus preocupaciones se habían ido, ya nada de eso importaba.
Porque dos almas destinadas se habían vuelto a encontrar.
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Yo escribiendo esto cuando tengo más historias que actualizar. En fin, espero que lo disfruten.
¿Parte dos? Ahre, basta.
Tomen agua y cuídense mucho.
—asteroidvenus
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