
38| VIDA POR VIDA
CAPÍTULO FINAL
Primera parte
Sirgo, 11 de abril de 1758
13:30 p.m
La tierra se sacudió, elevando malévolas y monstruosas olas que impactaron sin piedad contra las costas. El diurno cielo se oscureció, se estremeció cuando los antiguos amantes del firmamento compartieron un ínfimo y apasionado beso que por siglos esperaron; y de sus nubes grises, cayeron lágrimas de lluvia helada.
En lo alto de las colinas situadas alrededor del palacio, un par de brillosas amatistas miraban con sigilo y excelsa paciencia los movimientos ininterrumpidos de aquel joven príncipe en medio del patio, a la espera del momento exacto para levantar su estandarte y llamar a su ejército oculto entre la maleza del bosque, a la inminente guerra.
Confundidos por la oscuridad, los alaridos llenos de angustia del inocente pueblo no se hicieron esperar, pero fue el sórdido sonido de un grito en particular, lo que provocó que el trío encapuchado diera la orden de atacar.
Mientras que los feroces lobos negros con las almas corrompidas por el último trío de brujas comenzó su cacería, la familia Real se conmocionó ante tantos sucesos simultáneamente ocurridos. Por una parte estaba el hecho del escalofriante eclipse, el como la luna se había comido al sol por completo, la desconcertante nevada en plena primavera, pero sin duda alguna, ver al consorte perder la razón debido al dolor provocado por el parto, fue lo que terminó por adentrarlos en la desesperanza.
Taehyung sintió sus entrañas arder, y por un momento el oxígeno se le atascó en la garganta, provocando que su vista se nublara a tal punto de ver borrosos los rostros ajetreados a su alrededor, de no poder escuchar con claridad la voz desesperada de su esposo a su costado, y a su hijo que lloraba aterrado por su estado. Una vez que pudo aspirar una bocanada de aire helado y logró enfocar su vista en YeonJun, todo comenzó a suceder con extrema velocidad. De su boca brotaban lamentables gritos cargados de dolor, sus uñas se clavaron con fuerza en la madera de la camilla, que era llevada con premura al refugio asignado en caso de ataque, y pudo ver Jungkook colocándose una espada en la cintura, a EunWoo corriendo a su lado, y a su heredero danzando al ritmo de los tambores bajo la absoluta oscuridad del firmamento.
—Jungkook, el bebé —le dijo entre lágrimas el doncel, a lo cual el azabache respondió con un asentimiento, tomando sus manos mientras se movía junto al resto—. ¡Las campanas! Jungkook, las campanas…
—No te preocupes por nada, mi amor —le suplicó el monarca, afianzando su agarre en su mano que posteriormente besó mientras le sonreía—. Nada va a pasarles, lo prometo.
—YeonJun tiene que terminar, no puede dejar de danzar hasta que la oscuridad se haya ido. De ser de otro modo, estaremos condenados.
—Sin embargo está nevando, el destino finalmente ha decidido condenarnos.
La confusión de Taehyung por sus palabras quedó opacada por una nueva contracción, pero fue en ese momento que se percató de aquello, pues al mirar al cielo pudo ver la nieve cayendo agraciada y a montones, pintando de blanco el verde de la primavera, siendo acompañada por las temibles campanadas que avisaban de un intruso queriendo apoderarse del palacio, y los gritos de los guardias diciendo “nos atacan”.
La guerra estaba llamando a su puerta, al igual que el alumbramiento de un príncipe.
—¿Cómo es posible…? —murmuró el castaño entre quejidos—. ¿Cómo puede nevar en pleno abril?
Sin saber que responder, Jungkook le regaló una nueva sonrisa que carecía de gracia en lo absoluto, fue más como una disculpa que no pudo emitir, un secreto que guardaría hasta el último momento, una verdad que finalmente lo había alcanzado.
—EunWoo —le llamó Jungkook a su hijo, quién apenas y pudo mirarlo—. Ve con tu padre y no salgas. No te atrevas a salir sin importar que tan horrible sea. ¿Me escuchaste?
—Sí padre —respondió el pequeño doncel mientras asentía—. ¿Irá a la batalla?
—Es ella quien ha venido a mí.
Con eso último, EunWoo soltó a Taehyung para correr a los brazos de su padre, se fundió en su pecho y recibió gustoso los besos que éste dejó sobre sus cabellos.
—No muera, por favor —le suplicó—. Por favor, padre, no muera.
—No lo haré —se atrevió a asegurar—. Iré más tarde a conocer a tu hermano, mientras tanto, mantente a salvo, ¿bien?
EunWoo asintió sin más, se soltó de su agarre y fue testigo el amoroso y último beso que sus progenitores compartieron entre lágrimas, antes de sentir las extrañas manos de un hombre a sus espaldas, que lo llevó a los confines del palacio, en una pequeña habitación en la que el consorte y parte de su corte se resguardaron de los cañones que las fuerzas enemigas comenzaron a lanzar.
Con el llamado a la guerra, los comandantes del ejército actuaron de acuerdo al protocolo; llamaron al palacio a todos los soldados en baja temporal y en cuestión de escasos minutos el grupo encargado de proteger a la familia Real ya se encontraban frente al Rey esperando indicaciones, así como también, los Generales de alto rango, soldados enlistados y Capitanes de marina.
—Morir en nombre de la Corona es un honor, al proteger a mi familia también protegen a la suya —habló Jungkook con seguridad hacía la cabecilla de su ejército, mientras un par de caballeros le colocaban la armadura—. No habrá piedad para el enemigo; bajo el yugo de su espada y la explosión de nuestros cañones hagan retumbar nuestras tierras, sacien su sed de sangre en mi nombre, salvaguarden a los pobres inocentes de las crueles manos enemigas, que no buscan más que doblegar nuestro orgullo, tomar a nuestras esposas y condenar a nuestros hijos. ¡Sirgo jamás caerá! No mientras estemos unidos. Vayamos juntos a batalla, hermanos míos, que si hemos de morir, lo haremos dignos. Manchemos nuestras calles de escarlata enemiga, y volvamos victoriosos envueltos de manos amigas.
Al terminar su llamado, con la luz solar volviendo a iluminar los cielos sirganos, los soldados levantaron sus armas entre estruendosos rugidos, alaridos llenos de energía que evocó el amor por su patria, y su deber con el hombre que los proveía a todos con excelsas ganancias.
—¡Larga vida al Rey Jeon! —gritó la multitud al unísono, incluso aquellos soldados que se encontraban en las torres de los castillos intentando evitar que los intrusos cruzaran.
Estando a punto de salir para enfrentar al misterioso enemigo, YeonJun se postró frente a su padre con el rostro menguando en confusión.
—Padre —lo llamó el príncipe—. Permítame ir con usted, quiero luchar a su lado.
Jungkook suspiró mientras veía como su gente avanzaba, mientras que él se detuvo para tomarle los hombros a su adorado hijo.
—No hay garantía para mí —soltó con sinceridad—, sin embargo tú, hijo mío, eres la esperanza de todos aquí. Esta es mi batalla, una deuda que ha de saldarse con mi sangre, si mueres allá afuera tu padre y tus hermanos estarán desprotegidos.
—Majestad —se quejó el príncipe a punto de llorar—. ¡Soy el heredero! He de cumplir mi papel con nuestros hombres.
—Hay peleas en las que es mejor guardar la calma. Como tu padre y Rey, te pido que te mantengas a salvo, cuida por mí a tu padre y acompaña a tus hermanos, que no hay nada que me plazca más que saberte a salvo.
—¿Es el Rey Min? —inquirió embravecido, tanto por sentirse impotente y desplazable, como molesto por el hombre que venía atormentando su día a día desde su infancia—. ¿Cree que haya venido por mi? ¿Qué pasará si logra penetrar las puertas?
—En ese caso, si alguien logra entrar, tendrás que defender el honor de tu familia y tu noble título. Hazlos pedazos, YeonJun-ah, después de todo eres un Jeon, sangre de mi sangre, hueso de mi hueso, y un valeroso guerrero.
No teniendo más remedio que acatar con obediencia las órdenes de su padre, YeonJun hizo una reverencia en su dirección, y tras recibir un abrazo salió despavorido hacia donde se encontraba el resto de su familia, pues estaba más que dispuesto a dar la cara por ellos, y hacerse valer como el futuro Rey de Sirgo.
Así, con la familia dividida y deberes tan distintos el uno con el otro, le dieron paso al destino para hacer de su voluntad lo que le placiera.
[...]
23:10 p.m
La dinámica en la que se sumergieron para hacer del infierno, un entorno llevadero, parecía bastante sencilla. Los aposentos reales habían sido evacuados casi a su totalidad, dejando en las puertas un par de guardias para confundir a los intrusos si es que llegaban entrar, sin embargo, las doncellas y donceles que servían a la familia se encontraban escondidos en los sótanos de las cocinas, a excepción de la corte del consorte, el médico real, y la partera que habían llamado con días de antelación para traer al mundo al tercer príncipe de la corona.
Tanto Taehyung como sus hijos se encontraban en un aposento relativamente pequeño en un ala alejada de los salones principales, subterránea además, que tenía como escape las alcantarillas que los llevarían del otro lado de una colina, si es que llegarán a necesitarlo. Aunque estaban seguros de la guerra que estaba siendo peleada por sus hombres, las habitaciones de ese lugar estaban vueltas un auténtico caos. Jimin, como niñero encargado de la seguridad de los príncipes, parecía estar a punto de perder los estribos, pues ninguno de ellos lograba quedarse quietos cada vez que los cañones hacían los techos retumbar, o, por supuesto, cuando su padre gritaba de dolor debido a las contracciones.
EunWoo era el más preocupado de ambos, seguido de MiYeon, la dulce pelirroja que se encontraba haciéndole compañía a su nuevo amigo.
—¡Jamás voy a casarme! —vociferó aterrado el doncel azabache, dando vueltas alrededor de una alfombra mientras se peinada desesperado sus ondulados cabellos—. ¡Jamás permitiré que un asqueroso hombre ponga un bebé en mí! ¿¡Me oyeron!? ¡Jamás!
—Padre —dijo MiYeon en dirección al rubio, quién por un momento pareció divertirse por la histeria del príncipe—. ¿Usted también sufrió así cuando me trajo al mindo? ¿Es tan doloroso como se escucha?
—Mientras que a los hombres se les da una espada y el sabor de una batalla, nosotros, donceles y mujeres, hemos de cargar con la sangre de cada luna y el dolor de traer al mundo a cientos de hijos. Es tan doloroso como se escucha, mi dulce niña, incluso más, sin embargo la recompensa es bella, pues de no haber sufrido aquél dolor, no te tendría en mis brazos el día de hoy.
—¡Prefiero la muerte! —se coló EunWoo en su conversación—. Conde Park, prométame que jamás casará a su hija con nadie, me haré responsable, ella y yo viviremos en un pueblo lejano donde no existan los hombres, la cuidaré con mi vida.
—Deja de decir estupideces, EunWoo —lo reprendió el heredero, quién se había mantenido en silencio todo el tiempo desde que llegaron a ese lugar—. La señorita MiYeon se casará, pues incluso la vida con un hombre es mejor que compartir la vejez contigo.
—¿Sí? —inquirió socarrón el doncel—. ¿No será que eres tú, Hyung, quien desea desposar a tan extravagante señorita?
Las pálidas mejillas del heredero se tiñeron rápidamente de rojo por su acusación, e inevitable volteó a ver a la susodicha, quién al igual que él parecía tan avergonzada que había bajado la mirada a la falda de su vestido.
—No me colmes la paciencia, hermano, que soy capaz de enviarte arriba para servirnos de carnada.
—Intentalo —lo retó sonriente—. Veamos que tan valiente eres usando en una persona esa frágil espada.
—¡Por el amor a Cristo, niños! —se quejó Jimin con exasperación—. Hay soldados allá afuera jugándose la vida por ustedes, incluso su padre danza entre la vida y la muerte en esa habitación, compórtense de una buena vez.
Ambos príncipes quedaron atónitos por la expresión y tono que Jimin había usado con ellos; tanto fue su asombro que se mantuvieron inmóviles por un momento, boqueando de vez en vez al no saber cómo afrontar su firmeza cuando desde siempre estuvieron acostumbrados a que la servidumbre, y los nobles que visitaban el palacio, pasaran sus desplantes por alto. Al no saber qué decir ni cómo actuar, optaron por tomar asiento junto a MiYeon, sin embargo, y dado a su naturaleza revoltosa, bastaron sólo un par de minutos para que algo llamara su atención, y fue que al girarse al ver a la joven, se percataron de un extraño rincón al cual ella veía fijamente.
—Hyung —dijo EunWoo sin poder despegar su mirada del extraño artefacto—. ¿Qué es eso?
YeonJun frunció el entrecejo intentando recordar, y sonrió en grande cuando finalmente lo logró, se levantó de un salto y caminó hasta el lugar con extrema curiosidad.
—Si de veras quieres saberlo, tienes que prometer que nunca le contarás a nuestros padres —le dijo pretendiendo sonar misterioso, mientras que sus dedos se deslizaban por las estacas apiladas en la esquina—. ¿Estás dispuesto, hermano?
—¡Lo estoy! ¡Lo estoy! —respondió el doncel lleno de euforia, llevando su diestra hacia su corazón y levantando su mano libre para decir—. Juro solemnemente que jamás le contaré a nuestros padres sobre nada de lo que quieras confiarme. Tus secretos están a salvo conmigo, hermano, pues a diferencia de ti, yo no soy un bocazas.
YeonJun le lanzó una mirada filosa, arqueando una ceja para posteriormente enfocar su atención en la mascota que había ocasionado su discusión un par de meses atrás; y es que, como lo había dicho Taehyung, Bam era un perro viejo, distaba de energía y tendía a enfermarse cuando la temperatura bajaba, así que, y siendo su mejor amigo, el heredero trataba de cuidarlo lo mejor posible para hacer longeva su estadía a su lado, pues ese cachorro que lo acompañó en su niñez fue también el primer obsequio que le dio su padre.
—No vuelvas a tocar a mi perro —lo amenazó—. No juegues con él, y tampoco lo mires de ser posible, pues sí muere por tu imprudencia, ten por seguro que le cortaré la cabeza a ese monstruo que tienes por mascota.
EunWoo lo miró indignado, y al igual que su hermano, se giró a mirar a su gran danés de pelaje manchado, que tenía una mirada gentil, pero era tan alto que incluso estando de pie, su hocico rozaba con su rostro.
—¡Atrevete! —lo retó, con su índice apuntándolo acusador—. Ponle un dedo encima a mi bebé, y serás testigo del verdadero poder de un doncel furioso.
MiYeon miró a su padre de soslayo cuando el más joven de los príncipes se puso en guardia para incitar a su hermano a una batalla, y como era de esperarse el rubio ya estaba rodando los ojos y sobándose las sienes por la constante pelea en la que sumergía ese par.
—Bien, ya basta —volvió a intervenir Jimin, soltando un cansino suspiro al ponerse de pie—. Díganos, su alteza, que es eso tan maravilloso que quería contarnos. ¿Estas estacas fueron usadas en batalla? ¿O eran utilizadas para infundir algún castigo?
Ante el cambio tan repentino del tema, YeonJun olvidó por un momento a su molesto hermano, y se centró en el Conde y su hija.
—¿Entonces ustedes también juran no decirle nada a mis padres? —inquirió con los ojos entrecerrados, a lo cual el rubio arqueó una ceja—. Porque si no lo están, no diré nada.
—¿Tan mala fue su travesura?
—No diría que tanto —dijo con una sonrisa—, sin embargo, sí que me castigarán, así que, por favor, guarden mi secreto.
—Bien —soltó Jimin en un suspiro, pues no encontró otra manera de sobrellevar la situación—. Lo prometo.
—Yo también lo prometo —se unió MiYeon desde su lugar.
—Que los parta un rayo si un día me traicionan —dijo en un tono amenazante, antes de levantar su meñique derecho y hacerles prometer que no dirían absolutamente nada. Cuando el juramento se selló, entonces continuó—. En la sección de libros prohibidos de la biblioteca del abuelo, encontré uno bastante peculiar, tenía las pastas de cuero negro y un grabado que nunca antes había visto, entonces lo abrí, pero no había nada escrito en él, así que me lo llevé a mis aposentos y por la noche, al dar las tres de la madrugada, con la luz de la vela, fue que vi que se trataba de un extraño diario. Aunque sé que no es correcto fisgonear en los secretos de una dama, la curiosidad me venció, y descubrí que se trataba de nada más y nada menos que el diario de la concubina del bisabuelo. Según lo que entendí, la mujer pertenecía a una secta de brujas, y contaba cuan enamorado estaba el Rey de ella como para darle cien ínsulas a su gobierno que utilizaron las mujeres malditas por el diablo, para hacer sus fechorías. Sus conjuros y hechizos estaban escritos ahí, y su más grande secreto.
—¿Secreto? —inquirió MiYeon en un susurro, a lo el heredero asintió—. ¿Qué secreto?
—Los arcángeles crearon un arma tan poderosa que podría asesinar a las hijas de Lilith —prosiguió con su relato, el azabache, mirando como todos los presentes se habían acercado a él para sentarse a su alrededor y poder escuchar con más atención lo que había encontrado en aquel libro, incluso los perros parecían estar atentos, así que, sintiéndose engrandecido, hizo uso de sus dotes narrativos para mantener sus miradas—. Formaron estacas con la madera del árbol de manzano del que Eva tomó el fruto prohibido, forjaron su empuñadura con plata del paraíso y segregaron en la punta el veneno del Leviatán. No hay bruja en este mundo que pueda resistirse al divino aroma de los ángeles, por lo cual, bastará con una pequeña herida para acabar con sus vidas.
—¡Wow! —dijo EunWoo con fascinación—. ¿Hay algo más?
—Claro —asintió—. Cuando el Rey descubrió que su concubina le era infiel con otra mujer, envió al reino entero a cazar a las brujas, hubieron cientos de muertes, todas ellas fueron colgadas y calcinadas al no tener las armas para acabar con sus vidas, hasta que el Papa le envió este montón de estacas como obsequio por haber erradicado a las fuerzas malignas de la tierra. Aunque después todo se volvió extraño, pues la mujer dejó de escribir y en su lugar, un hombre continuó su relato. Decía que él era un mestizo, hijo de la hermana mayor de las últimas tres brujas que sobrevivieron, y juró terminar con el legado de los Jeon.
—¿Eso quiere decir que vendrá por nosotros? —preguntó aterrado el doncel, y su hermano se rió.
—No temas, hermano, con esto en mis manos podré protegerte de las legiones malignas del infierno.
Mientras que YeonJun respondía animadamente a las preguntas hechas por su hermano menor, Jimin miró a su hija, quién parecía bastante concentrada en el relato, sin embargo, logró percatarse de que su mirada viajaba fugazmente a las estacas a su costado. Preso del pánico que le provocó recordar el origen de su impura sangre, y la promesa escrita entre líneas de aquel diario, el rubio estuvo a punto de levantarse y quemar las maderas para evitar que MiYeon las tocara, mas no contó con que la puerta de la habitación en la que se encontraba el consorte, fuera abierta de imprevisto por un doncel que pertenecía a la corte.
—Su alteza desea hablar con los príncipes —dijo el joven una vez que tuvo la atención de los presentes—. Por favor, sus altezas, vengan conmigo.
Los hermanos se levantaron de un salto para acudir al llamado de su padre, se despidieron con una sonrisa de los Park y se adentraron en los aposentos continuos, dejando a Jimin y a MiYeon en compañía de sus mascotas.
—Padre —lo llamó la pelirroja—. ¿Si yo toco eso, moriré?
Jimin la miró perplejo, con la respiración estancada en su garganta y las manos temblando.
—No lo sé —respondió en un hilo de voz—. No lo sé, mi amor.
—¿Vendrá por nosotros, verdad?
Y aunque no lo mencionó, el doncel supo a quién se refería.
—Incluso si llegara a venir, jamás permitiré que te aparte de mi lado, no volveremos a ese lugar, nos quedaremos aquí y seremos felices, te lo prometo.
—Padre —volvió a decir MiYeon—. Creo que puedo oler el veneno de esas estacas.
En ese instante Jimin se soltó a llorar, y en un intento por apaciguar su angustia, pegó a su hija a su pecho, la tomó con fuerza y comenzó a besar sus rojos cabellos.
—No eres igual que ellos, tú eres buena —musitó empecinado, negándose con renuencia a la idea que seguramente tenía su hija de sí misma—. No eres una bruja, tú eres solo mía, yo soy tu único padre, ¿bien? Así que no le cuentes a nadie, jamás, MiYeon, jamás le cuentes a nadie tu secreto.
—Un extraño viene, padre. Min Yoongi y Kim Seokjin han entrado también…
[...]
23:45 p.m
Era más que evidente lo mucho que se le dificultaba caminar, sin embargo, y por recomendación de HyunJin y una reconocida partera traída desde Yuin, Taehyung había estado andando en círculos por la habitación para facilitar la dilatación, que a esas alturas de la noche, ya se encontraba a punto de llegar lo ideal para comenzar a intervenir.
—Esto no debería estar pasando —se quejó entre lágrimas el castaño, con sus manos sobando su vientre y murmurando maldiciones—. No debería estar pariendo en un lugar como este, el maldito de Yoongi jamás debió atacar Sirgo, y tampoco debería estar nevando, por el amor a Dios, ¡me duele! ¿Cuánto falta para que me saquen a este niño del demonio?
—Calma, su alteza —pidió HyunJin con voz apacible—. Sostengase del dosel, voy a levantarle el camisón para revisarlo.
Limpiándose el sudor con una de sus manos, Taehyung acató la orden, se sostuvo de la madera de la cama vieja, y echó su pecho hacia adelante para permitirle una mejor vista al médico, quién no tardó mucho para acuclillarse e ingresar sus dedos en su cavidad.
—Ya entran seis dedos —comentó sonriente—. Solo falta uno más, su alteza, incluso ya puedo ver la cabeza del príncipe.
—¡Denme un maldito té! —exigió entre suspiros el doncel—. ¿Cuántas horas llevo aquí? Necesito un té para que salga.
—Más de diez horas, su alteza —respondió con inocencia un doncel de su corte, y se ganó una feroz mirada por parte del Consorte—. Lo lamento…
Antes de que pudiera responder, la partera se acercó a él con la infusión solicitada, así que la bebió de un trago, sin importarle la quemazón de la que fue víctima.
—¿Aún no hay noticias de mi esposo? ¿Mis hijos están bien?
—Uno de los guardias vino hace una hora, dijo que la batalla continúa, sin embargo, nuestro ejército parece vencer.
—Eso es bueno, muy bueno… —musitó orgulloso—. El oro gana las batallas, por fortuna tenemos mucho. Yoongi ya no posee más que su resentimiento, así que perecerá, morirá y me aseguraré de bailar sobre sus asquerosas cenizas.
—Calma, su alteza —volvió a pedir HyunJin—. Por favor acuéstese, la infusión no tardará en hacer efecto, hay que estar preparados.
—Mis hijos, quiero ver a mis hijos —pidió mientras asentía, y volvía a la cama—. Díganles que su padre quiere verlos.
—Su alteza, no creo que sea prudente que ellos lo vean en este estado…
—¡Me importa un demonio! —vociferó embravecido—. Puedo morir dando a luz a este niño, y lo único que pido es despedirme apropiadamente de ellos.
—¡No diga eso, su alteza! —suplicaron al unísono los presentes.
—¡Traiganlos ya!
Entre suspiros y totalmente rendido a los caprichos de su amigo, HyunJin asintió hacia el doncel encargado de los recados, quién inmediatamente se perdió por la puerta lateral para después volver en compañía de los príncipes.
Una vez que entraron, y el extraño aroma de las hierbas medicinales se adentraron de lleno en sus pulmones, ambos príncipes presentaron un mareo inoportuno, sin embargo, sonrieron en grande al ver a su padre, quién les dedicaba una dulce mirada desde el lecho. Aunque quisieron correr a su encuentro, el doncel que los había llamado los frenó de inmediato cuando sus intenciones los delataron.
—Uno por uno —sentenció amablemente el joven—. Y sean breves, por favor. Su alteza no se siente del todo bien.
—Yo iré primero —se adelantó a decir EunWoo, queriendo dar un paso al frente, cuando fue detenido por YeonJun—. ¡Oye! Dije que yo primero.
—Aprende a respetar a tus mayores —lo reprendió el heredero con severidad—. Irás cuando yo vuelva.
Refunfuñando y con los brazos cruzados sobre su pecho, el doncel no tuvo más remedio que esperar su turno, así que tomó asiento en una pequeña silla que le ofrecieron, y vió como su hyung se acercaba temeroso a los brazos de su progenitor.
Una vez que YeonJun se sintió seguro entre los brazos del Consorte, sus traicioneras lágrimas no tardaron en hacer aparición. Exhaló su angustia y expresó su amor en un sonoro beso que dejó sobre la mejilla sudada del castaño, además de una reconfortante caricia en sus cabellos enmarañados.
—¡Padre! —sollozó el menor sobre la piel de su cuello—. ¿Cómo se encuentra? ¿Está usted bien? ¿Ha sido difícil?
—Por supuesto —respondió Taehyung entre jadeos, separándose un poco del abrazo para poder acunar entre sus manos el rostro amable, pero afligido de su hijo—, ha sido difícil, pero estoy contento por poder verte, YeonJunie. Lo hiciste muy bien durante el eclipse, estoy muy orgulloso de ti. Pero, dime, ¿estás cansado? ¿Quieres que te preparen algo de comer?
—No —respondió el príncipe de inmediato—. No estoy cansado, y aún si lo estuviera, tenga por seguro que me mantendré despierto y atento para cuidar de usted.
—Mi valiente niño —musitó Taehyung con lágrimas en los ojos, y acercando su rostro lo suficiente para poder besar su frente—. Mi dulce príncipe, yo… te amo YeonJunie, te amo con todo mi corazón, ¿lo sabes, verdad?
—Sí padre.
—Estoy tan orgulloso de ti, y quiero pedirte un favor —YeonJun lo miró desconcertado, mas no se atrevió a negarle nada—. Si muero, quiero que me prometas que cuidarás a tus hermanos, tienes que asegurarte de que vivan bien, que nunca les falte nada… y si su majestad no vuelve, deberás tomar el trono, conviértete en un buen hombre y un sabio Rey, pues puedes con eso, mi niño, puedes con eso y mucho más.
—Ni usted ni mi padre morirán hoy, así que no hay de que meter —afirmó mientras negaba, reteniendo el sollozo que amenazaba con brotar de sus labios, por la simple idea de no volver a ver a alguno de ellos, por miedo a quedarse solo y sin guía—. Estará bien, padre, así que…
—Pero puede suceder —lo interrumpió el castaño—. Si el mal cruza esta puerta, necesito saber que sacarás a tus hermanos de aquí, y se mantendrán a salvo, huyan por los tuneles y cuando estén del otro lado, tomen los caballos y escondanse, no importa si pasan años, el pueblo acudirá a ti para reclamar lo que por derecho te pertenece. Porque nadie más que tú, mi amor, puede ocupar el trono de tu padre. ¿Lo entiendes?
—Sí, padre —respondió entre llanto.
—¿Me prometes que cuidarás de tu familia?
—Lo prometo…
—Bien hecho, príncipe, bien hecho —dijo Taehyung acompañado de un quejido—. Ahora ve por tu hermano, por favor, quiero hablar con él…
Sin embargo, en ese momento el dolor en su vientre se intensificó, YeonJun apenas y pudo levantarse de la cama cuando HyunJin ya se encontraba a un costado de su padre, y el mismo doncel de antes, le pidió que abandonara la habitación junto con su hermano, pues, y aunque quedaba pendiente una conversación, el caprichoso príncipe en camino había decidido nacer finalmente.
Una vez que las puertas se cerraron, entre alaridos cargados de dolor y pesadumbre, Taehyung comenzó involuntariamente a pujar mientras se aferraba con fuerza a las sábanas. HyunJin le rasgó el camisón y la partera se encargó de posicionar sus piernas a cada lado de un montón de sábanas para mantenerlas abiertas, y el quinteto restante corrió por todos lados en busca del agua que habían llevado, así como también, más sábanas limpias para atender el parto.
—Su alteza, por favor no grite —le pidió la mujer—. El bebé ya viene, solo tiene que pujar.
—¿¡Cómo no voy a gritar maldita anciana desquiciada!? —bramó colérico el doncel—. ¿Qué no ve que me duele? ¡Voy a sacar a un bebé por el…! ¡Dios! ¡Saquenlo ya! Se los suplico, por favor…
Los dolores eran cada vez más intensos, tanto así que ya no pudo emitir palabra alguna y se dedicó únicamente a intentar respirar y no perder el conocimiento, pues, aunque ya sabía por experiencia lo que debía y no hacer durante esa situación, este parto estaba siendo aún más difícil que los anteriores, no solo por su estado delicado de salud, o su edad, sino por todo lo que estaba sucediendo con su familia y su pueblo. Su estado anímico se encontraba por los suelos, y todas las emociones reprimidas habían comenzado a cobrarle factura.
—Su alteza, ella tiene razón —concordó HyunJin—. Respire profundo y trate de pujar. Si grita solo logrará cansarse.
—Quiero a mi esposo —sollozó haciendo caso omiso a sus palabras—. Quiero a Jungkook aquí…
—Ya vendrá, su alteza, pero por favor puje.
El médico colocó entre sus dientes un pedazo de madera envuelta en un pañuelo, lo ayudó a sostenerse del dosel donde había colocado un par de sabanas, y cuando la partera le indicó en un asentimiento que ya estaba listo, comenzó a apretarle la barriga para facilitarte el labor.
—¡Ya viene, su alteza! ¡Puje! —gritó la mujer sin apartar la mirada del cuerpo del castaño—. Ustedes, limpien la sangre y tengan lista la manta.
Su asistente acató de inmediato la orden, colocó en el fuego un caldero de agua e hirvió en ella un par de mantas más, mientras que el resto se encargó de limpiar la sangre y esperar a que el niño naciera.
Mientras tanto, exhausto y dolorido, Taehyung se aferró a su lucidez, ignoró las extrañas pisadas de un ente misterioso a su costado, y aspiró una vez más para pujar con toda la fuerza que aún poseía. Pasada la medianoche, dos intentos más bastaron para que el llanto del recién nacido se apoderara del entorno, sin embargo, en ese instante, su cuerpo colapsó, los latidos de su corazón fueron disminuyendo su ritmo y su vista aunque nublada, logró enfocar la silueta inerte de la mujer a su costado.
—Es una niña, su alteza —anunció HyunJin, una vez que la partera le entregó a la princesa para limpiarla—. Ha dado a luz a una bella niña.
En la bruma de su dolor, con el extraño aroma de una flor que no logró reconocer, mezclada con el hierro de su propia sangre, su vieja amiga apareció entre la penumbra, luciendo más imponente de lo que recordaba, con un vestido de falda pomposa cubierta de flores multicolor que iban difuminándose con su esquelética cintura, de dónde estaba sujeto su manto. La guadaña en su mano y sus ojos hundidos fueron más aterradores de lo esperó; y el miedo lo invadió cuando tras darle una sonrisa a modo de saludo, la vio acercarse hasta el diminuto ser que recién había abandonado su cuerpo.
—No te la lleves —le suplicó entre llanto, suspirando sus angustias—, por favor, no te la lleves. Es a mí a quien buscas, fuí yo quién escapó de tu manto aquella noche, así que has de llevarme a mí. Dame un poco más de tiempo, amiga mía, un par de años para poder ver a mi hija crecer… Cuando llegue el momento, te prometo que te recibiré de brazos abiertos, pero por favor, te suplico que no te la lleves…
Aunque la vio vacilar, su esperanza volvió a su cuerpo cuando en un susurro la escuchó pronunciar “vida por vida y sangre por sangre” antes de perderse en pequeñas partículas que se asemejaban a pétalos naranjas en las llamas del fuego de la chimenea.
Los presentes miraron la escena con cierto recelo, pues Taehyung parecía hablarle a la nada, ninguno de ellos pudo ver a la muerte danzando entre el velo de la vida, ninguno pudo anticipar lo que realmente ocurría; no obstante, sin la presencia de la muerte a su alrededor, el doncel pudo recobrar el sentido, y recibió a su hija en brazos, cuando HyunJin se la entregó.
Suspirando de alivio, la miró con amor. Detenidamente recorrió sus hinchadas facciones, su piel rojiza y su cabello negro. Era pequeña y liviana, pero rudamente enérgica, pues lloraba con esmero y buscaba instintivamente el calor del doncel que la había protegido y formado por nueve meses en su cálido vientre.
—Preciosa niña —musitó sonriendo, mientras que las yemas de sus dedos recorrían sus finas facciones con extrema delicadeza, con tanto amor y dulzura que incluso la niña dejó de llorar, y sus ojos llenos de miel se abrieron únicamente para mirar a su padre con curiosidad, como si ya poseyera conciencia para descubrir que era él, quién le había dado la vida—. Eres tan brillante como el mismo sol, mi hermoso amor. Mi linda HaeRin. Jeon HaeRin…
—¡Felicitaciones, su alteza! —dijeron al unísono los presentes, sonriendo con sinceridad, alegría y emoción por tan bella escena.
—Puede démela, su alteza —murmuró HyunJin—, aún falta la placenta. Mientras tanto la bañarán para que pueda darle de comer…
Antes de que pudiera realizar algún movimiento, un estruendoso sonido lo obligó a pagar a su bebé a su pecho por mero instinto, pues el miedo lo invadió, y al girarse para encontrar la fuente de aquello, su piel se heló, la expresión de su rostro se desfiguró y sus ojos se llenaron de sal, cuando al enfocar la vista en la puerta, repentinamente abierta, se encontró con un hombre al cual jamás esperó volver a ver.
—Padre… —musitó Taehyung, perplejo de asombro, pellizcando la piel de sus brazos al creerse preso de una cruel alusión más, lamentablemente no fue así.
Su padre emergió del umbral con una expresión ensombrecida, con los ojos destellando asombrosas luces púrpuras, y cargando en sus manos una daga de plata que poseía una preciosa empuñadura en forma de ramas torcidas y un par de rosas marchitas. Fue grato verlo una vez más, su corazón se llenó de regocijo, pues había vivido una década entera creyéndolo muerto, viviendo el dolor de un luto eterno que no pudo ser apaciguado, sino hasta ese momento. Sin embargo Namjoon no respondió a su llamado, tampoco lo miró con la misma dulzura con la que lo hacía desde que era un niño, más bien, distaba de emoción, carecía totalmente de humanidad, y toda su atención estaba enfocada en el cuerpo envuelto de la niña entre sus brazos, y no fue capaz de predecir su siguiente movimiento, no esperó que su padre se fuera en contra de tan diminuto ser, que no llevaba más que un par de minutos de vida, pero así fue, y tuvo que hacer uso de toda su fuerza para evitar que aquella daga acabara con la vida de su hija.
Con una herida abierta en su brazo, y la inminente amenaza del hombre, provocó que los presentes entraran en pánico, intentaron luchar contra el intruso, y recibieron por su valor severos golpes que los dejaron casi inconscientes en el suelo; afortunadamente, y antes de que Namjoon volviera a irse en su contra, YeonJun apareció en escena, con una de las estacas que había encontrado en la habitación continua, y la clavó con rabia en la pierna de su abuelo, evitando así que dañara a su padre, y a su hermana recién nacida.
A pesar de su corta edad y la escasa fuerza de su cuerpo, su valentía y orgullo movieron al heredero a luchar en contra de un hombre que había sido en su juventud un feroz guerrero, que se encontraba bajo los efectos de un hechizo que lo hizo olvidar su pasado, sus propios sentimientos y no poder distinguir el llamado de su sangre en el cuerpo de su oponente; pero aún con todo eso a favor del otro, YeonJun no vaciló, recibió cada uno de los golpes dados por el Duque, y se escabulló en más de una ocasión para evitar ser apuñalado, mas no fue suficiente, después de varios minutos haciéndole frente, el hombre le propinó un golpe tan fuerte en la mandíbula, que inevitablemente terminó por caer al suelo.
Conmocionado y milagrosamente de pie, Taehyung miraba la escena con horror, el temor de ver a su padre tan perdido de sí mismo, y a su hijo siendo forzado a luchar, paralizaron su cuerpo, y fue como si por ese instante el tiempo se hubiera detenido, como si el destino se burlara en su cara por haber intentado escapar de él. Una vez que vio a su hijo amedrentado y vencido, finalmente volvió a sus sentidos.
—Salva a mis hijos, por favor —le suplicó a HyunJin, quién ya había podido ponerse de pie—. Ve con Jimin y llévatelos lejos. Sálvalos por favor.
—Tiene que ir con nosotros, su alteza…
—No voy a abandonar a YeonJun —lo interrumpió tajantemente—. No puedo únicamente huir y dejarlo aquí. Así que corre, y pide ayuda. Tienes que correr.
—Manténgase a salvo —le pidió entre lágrimas el médico—. Iré por ayuda.
Para cuando la habitación fue abandonada por la corte, y el llanto de su hija se escuchaba lejano, Taehyung volvió a fijar su atención en su padre, en su propio hijo quién aún luchaba por su vida, y la rabia lo invadió, corrió hacía su hijo, para evitar que su padre continuara golpeándolo.
—¡Padre, por favor! ¡Deténgase! Es mi hijo —le suplicó. Sus manos se aferraron los hombros ajenos, e intentó desviar su atención, pero no hubo más respuesta que un molesto gruñido, y un certero golpe en el estómago que le arrebató el aliento. Namjoon no entendía razón, sus sentidos estaban consumidos por la rabia—. ¡Basta! ¡Es su nieto! —le dijo entre jadeos una vez que pudo volver a respirar con normalidad—. Padre, YeonJun es su nieto, no le haga daño, por favor, no le haga daño…
YeonJun al ver la desesperación de Taehyung por ayudarlo, se sintió inesperadamente agradecido, sin embargo, y recordando las palabras de su padre, y no pudo consentir la idea de verlo herido nuevamente.
—¡Padre, váyase! —le suplicó el azabache entre jadeos—. Yo lo detendré, usted tiene que irse…
Haciendo caso omiso de su súplica, y al ver a su primogénito sangrar por los crueles golpes de su progenitor, el doncel se giró en busca de algún objeto que pudiera ayudarlo a vencerlo, tomó a carne viva el caldero del fuego y gritó de dolor cuando el hierro quemó sus palmas, mas no desistió, y golpeó con fuerza la nuca del Duque. Aquello bastó para que YeonJun pudiera zafarse de su agarre, pues el hombre perdió el equilibrio por un momento, sin embargo no fue suficiente, pues a penas intentar huir, Namjoon volvió a ponerse de pie, está vez más molesto que al inicio.
—No tocará a mi hijo —le dijo el doncel con absoluta seguridad, poniéndose frente a YeonJun para evitar que se acercara—. Tendrá que matarme primero antes de que permita ponerle una mano encima.
—Toda la progenie bastarda de los Jeon han de perecer bajo el yugo de esta daga —declaró el Duque con una sonrisa socarrona—. Y un doncel tan patético como tú no va impedirlo.
Resignado a morir en manos de su padre, Taehyung esperó con los ojos cerrados un golpe que jamás llegó, y en cambio, escuchó el peso muerto de un cuerpo caer al suelo, y al abrir nuevamente los ojos, se encontró con Hoseok luchando ávidamente con su padre.
Aunque se sintió aliviado por la presencia de su primo, el dolor del reciente parto y su agotamiento físico y emocional, lo orillaron tumbarse al suelo, la gravedad había hecho de las suyas y la placenta que había permanecido en su interior, se desprendió por su agitado esfuerzo. YeonJun como bien pudo lo ayudó a limpiarse, a sostenerse incluso cuando sus parientes se encontraban batiéndose a muerte delante de ellos.
—¡Ya basta tío! —vociferó Hoseok cuando el aludido intentó escaparse de su agarre, preocupado también por el incesante llanto de YeonJun, y los quejidos doloridos de Taehyung—. Está cometiendo un error. ¡Tiene que despertar! ¡Somos su familia, carajo! No me obligue a lastimarlo.
—¿Tú vas a lastimarme a mi? —inquirió socarrón el Duque—. ¿Tú? No eres más que un simple bastardo adoptado. Todo lo que has conseguido es gracias a mí, todo lo que tienes, me pertenece a mí, así que hazte a un lado, ese niño tiene que morir.
—Entonces tendrá que matarme primero —replicó con valentía—. Recuerde sus propias palabras, he proteger a su familia de cualquiera que se atreva a ponerles una mano encima, incluso si se trata de usted.
—Saluda a la muerte por mí…
Con esas palabras Taehyung pareció recomponerse lo suficiente para levantar la mirada, pero no pudo levantarse, simplemente se quedó atento a como los hombres con los que había compartido gran parte de su vida, luchaban a muerte frente a sus ojos, y lloró de puro dolor, de mero resentimiento e impotencia, pues de un momento a otro, Hoseok dejó de luchar, dejó de suplicarle a su padre que se detuviera, y de pronto, cayó al suelo.
Por esos ojos vidriosos que lo miraron llenos de amor incluso en un momento como ese, por esos labios que con dificultad murmuraron su nombre con anhelo; pese al dolor infligido por sus crueles palabras, y el tiempo perdido en silencio, el doncel se levantó de un salto, corrió al encuentro de su primo y ahogó un grito cuando la sangre en su abdomen comenzó a manchar la alfombra. Preso del pánico, con sus manos temblorosas, presionó su herida en un intento por evitar que se desangrara, sostuvo su rostro con gentil delicadeza y recostó su cabeza sobre sus muslos. Mientras lloraba, con una mano acarició sus cabellos, e ignoró a su hijo quién le pedía encarecidamente que escaparan de ahí. En ese momento todo perdió sentido, el tiempo se volvió valioso, y olvidó por completo la presencia de su padre, se enfocó únicamente en mantenerlo a su lado, en aprovechar esos escasos minutos con él antes de que la muerte se lo arrebatara de sus manos; entonces recordó aquello que le dijo ella, y no pudo evitar sentirse culpable por aquel trato que había firmado momentos atrás. La balanza debía equilibrarse, y solo la sangre de su linaje podría mantener contenta a tan embustera presencia.
—Hyung —pronunció Taehyung entre sollozos—. Hyung, estás bien, todo está bien.
—Taehyungnie —dijo débilmente Hoseok, tosiendo y contrayéndose de dolor, pero sonriendo sin ser consciente de la sangre en sus dientes; y su voluntad fue tanta, que logró levantar su diestra para acariciar la nariz del doncel—. ¿Cómo es posible que luzcas tan bello incluso después de diez años sin vernos?
—No hable, por favor, —le pidió mientras negaba—. Sólo quédese quieto.
—Tae, no llores —le suplicó entre quejidos, sabiendo ya que realmente no tenía más esperanza, que la vida se le estaba escapando y que su alma abandonaba lentamente su cuerpo por cada suspiro dado—. No estés triste por mi ausencia, “recuerda que si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”.
La cita a Tagore le estrujó el corazón, su mente viajó al día en el que leyeron aquel fragmento sentados frente a la chimenea de su casa y pronunciaron en voz alta sus líneas favoritas; en las risas compartidas y esas caricias que en su momento parecían tranquilas. Sonriendo de pura melancolía se aclaró la garganta y soltó su herida, se resignó a perderlo y eligió encaminarlo al cielo con el más bello recuerdo de sus días felices.
—“Si me está negando el amor ¿por qué entonces amanece?” —Hizo su mayor esfuerzo por mantener firme su voz, por sonreírle pese al inmenso dolor que sentía en su pecho, pero lamentablemente sus lágrimas jamás dejaron de caer.
—“¿por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?” —continuó Hoseok, y en ese momento Taehyung se soltó a llorar con mucha más intensidad.
Aunque a ambos les dolía decirse adiós, se tomaron de las manos con firmeza, y pronunciaron la última línea con una sincronización digna de administración.
—“Si me está negando el amor ¿por qué entonces, la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas?”
Al terminar, Hoseok suspiró contento, y lentamente la pesadez de sus ojos al igual que la poca fuerza que aún poseía fue desvaneciendo su cuerpo.
—Quiero que sepas que no me arrepiento, pues no puedo imaginar mejor muerte que esta, estando entre tus brazos, sintiendo tus caricias… Eres mi más grande amor, Kim Taehyung, mi único amor.
—Lo lamento tanto, hyung…
—¿Esta vez me despedirás con un beso? —lo interrumpió, a lo que Taehyung asintió.
—Te prometí que aquella no sería la última vez…
Con sus labios unidos apenas con suave roce, Taehyung fue testigo del momento exacto en el que la vida abandonó el cuerpo Hoseok. La oscuridad de sus pupilas se apoderaron del iris verde que tanta calidez le había transmitido durante sus mejores años, erradicando su humanidad, absorbiendo su vitalidad y haciendo polvo cualquier rastro de sus sueños y esperanzas.
Con el desvanecimiento de sus manos cada vez más frías, y su corazón dando un último suspiro de amor, el más valiente hombre nacido en esas tierras y en ese tiempo, murió en una noche fría y desolada de abril, dejando su huella en más de un corazón, a una viuda que jamás logró ganar más que heladas caricias vacías, y a sus hijos a quienes le inculcó preciosos valores; a su más grande amor que lo sostuvo hasta el último momento, y un legado que trascendería y se inmortalizaría en el tiempo.
La amargura de la realidad, de saber que jamás volvería a verlo, fue incluso más dolorosa que las heridas vivas de provocaron las quemaduras en sus palmas, incluso mucho más intensa que sangre que derramó en su parto, que sus caderas abiertas y todo el sufrimiento que recolectó por los años, pues no solo perdió a un pariente muy querido, perdió un amigo, un amante, un cómplice incondicional, un compañero que incluso desde la distancia lo hizo sentir seguro y acompañado. Perdió a un hombre mucho más valioso que todo el oro extraído de sus minas. Perdió a Kim Hoseok.
—No puedes abandonarme así —Su garganta se desgarró cuando la inmensurable pena le fue insoportable y terminó gritando, llorando y suplicándole que volviera, pues aunque permanecía entre sus brazos ya comenzaba a extrañarlo—. Te necesito aquí. ¿Qué será de mí sin tu abrigo, sin tu brillante sonrisa y tu grata compañía? ¿Quién me encontrará cuando ni siquiera yo sé dónde me he escondido? ¿Qué será de mi pobre corazón con la ausencia de tu amor? Te necesito aquí, vuelve, vuelve, vuelve. Tienes que volver a mí…
Por otra parte, Namjoon con la sangre de su sobrino aún caliente entre sus manos, recobró la razón. El hechicero que embrujó sus pensamientos pasó por alto el amor que el Duque le tenía a su familia, jamás creyó que un acto tan vil como lo era arrancarle la vida a su propio hijo provocara que sus encantamientos se rompieran, sin embargo así fue. Aturdido por todos los años que vivió sin conciencia propia, el despertar de golpe le provocó una terrible jaqueca que intentó mermar masajeando sus sienes, pero al sentir el tacto húmedo contra su piel y el ferroso aroma de la sangre en sus dedos, fue que finalmente se hizo consciente de su alrededor, de los alaridos llenos de dolor que su hijo soltaba frente a sus ojos, y aunque se sintió feliz por verlo nuevamente, la pena y el arrepentimiento de ver a Hoseok sin rastro de vida en su semblante, dominó sus emociones. Él era más que el hijo de su hermana, más que un cambio justo para mantener a su linaje dentro de la nobleza. Era su hijo, el varón que nunca tuvo, sin embargo, el mejor. Un hombre que lo hacía sentir orgulloso; bondadoso y carismático, un caballero en toda la extensión de la palabra, pues había cumplido con su promesa, había protegido a su familia incluso de él mismo.
Antes de que pudiera reaccionar, YeonJun, tan molesto como su padre, o quizás un poco más, volvió a abalanzarse a golpes contra su abuelo, esta vez siendo más torpe, menos feroz. Sus golpes eran más parecidos a pataletas berrunchudas y balbuceaba entre lágrimas palabras que difícilmente podrían descifrar.
—¡Voy a matarlo! —le aseguró el azabache, rabiando y llorando mientras golpeaba el pecho del mayor—. No me importa quién sea usted. ¡Le juro que no descansaré hasta verlo muerto!
Pese a los golpes que habían desfigurado en gran medida el rostro del heredero, Namjoon lo reconoció enseguida, su sangre corría caliente por sus venas, y sus facciones eran tan similares a las de su hijo, que se le partió el corazón.
¿Cuánto tiempo había perdido?
—Perdóname —susurró Namjoon, recibiendo los golpes dados sin chistar—. Por favor perdóneme…
—Lo haré responsable. Ya de por sí tiene asegurado el peor de los castigos por atreverse a tocar a mi padre y a mí, que soy su príncipe. Pero si él realmente muere… si mi padre derrama una lágrima más por culpa suya, seré yo quién le arranque la lengua y destroce cada parte de su cuerpo para que le sea imposible volver a andar.
Avergonzado por sus acciones y el peso de la culpabilidad provocaron que las piernas del duque flaqueran. Sus rodillas impactaron de lleno contra el suelo y lloró junto a su hijo por la muerte de Hoseok. Se replanteo sus equívocas decisiones, cuestionó la veracidad de las palabras de quién creyó un buen amigo y adorado amante, solo para darse cuenta de lo estúpido que fue por haber caído en tan evidente trampa, por haber provocado no solo la muerte de su sobrino, sino que de cientos inocentes, de haber golpeado hasta casi matar a su propio nieto, y haber provocado semejante dolor y desesperanza en su único hijo.
—Taehyungnie —pronunció Namjoon con la voz entrecortada, arrastrándose por el suelo para poder llegar a él, pero cuando lo logró, el doncel se alejó de su tacto de inmediato—. Hijo, por favor… Tienes que escucharme.
—¿Qué más he de escuchar si ya lo he visto todo? —inquirió mordazmente, con su mirada fija en el cuerpo inerte de su primo—. Tome esto en agradecimiento por mis años de dicha y váyase antes de que los soldados lleguen, de lo contrario me veré obligado a acusarlo de alta traición. Acabaré con su vida por haber condenado la mía, y haré que pague a sangre fría por haberse atrevido a tocar a mis hijos. Para mí, usted es solo un simple bastardo al que no le debo más que mi desdicha.
—No pretendo justificar mi error, he cometido el peor de los pecados, y pagaré la condena de mi alma ardiendo en las llamaradas del infierno, pues fueron mis manos quienes le arrebataron la vida a uno de mis hijos. No sabes la pena que siento, el arrepentimiento carcome mi conciencia, pero no he de mentirte, hijo mío, no cuando te digo que no lo he hecho a voluntad. Seokjin, el hechicero que me embrujó ha cometido crímenes inimaginables con estas mismas manos que un día te sostuvieron, a pronunciado por mis labios palabras que jamás me atrevería de enunciar estando yo en mi sano juicio. Tu muerte acabó conmigo, no fuí capaz de imaginarme viviendo en un mundo en el que tú no existieras, y en mi momento más vulnerable, se aprovecharon de mi pérdida y dolor. No te pido que me perdones, sino que me escuches, pues esto es solo el comienzo de lo que será el fin para todos nosotros, para ti, mi hermoso ángel, y a tus hijos, a quienes anhelo conocer y proteger. La venganza seduce esta batalla, pero si me lo permites, intentaré frenarla. Salvaré a tu familia a cambio de una vida.
—¿¡Cómo se atreve a decirme algo así!?
—No es a tus hijos a quien quiere. Min Yoongi, el hijo del doncel que fue mi amante, solo desea la sangre del responsable de todo este calvario.
—¿Y quién es él? —le preguntó temeroso de la respuesta, pues dentro de sí, ya la conocía.
—Tu esposo, mi dulce niño —Confiado de su amor se aproximó a él, acarició sus mejillas con la yema de sus dedos y limpió sus lágrimas a modo de disculpa, con la pena y el arrepentimiento guiado cada uno de sus movimientos, pues se sintió el único responsable de su dolor—. El hombre con el que creí serías feliz, debe morir para que tus hijos puedan sobrevivir…
—Me está mintiendo —lo interrumpió histérico el doncel, apartándose nuevamente de su tacto como si quemara—. Miente, miente, miente. ¿Cómo puedo creerle cuando usted me ha abandonado y traicionado de la peor manera? ¿Dónde estaba cuando más lo necesité? ¿¡Dónde!? No hable de verdad cuando lo único que ha hecho ha sido mentir. Me engañó con ingeniosa ingenuidad, me trajo aquí para cumplir con mi deber, ¿y ahora pretende arrebatarme la vida? ¿Cómo he de vivir si me arranca el corazón?
—Nunca debiste creerle a la serpiente, jamás debiste entregarle tu corazón a ese imbécil.
—¿Y qué más debía hacer? Si me pase la vida encerrado en una jaula de cristal. Usted, padre, fue el primero en privarme de volar.
—¡Hice todo por protegerte! —vociferó con molestia—. Hice todo lo que estuvo en mis manos para que jamás tuvieras que sufrir la pena de un corazón roto, y me equivoqué, lo sé, pero ahora puedo remediarlo, estoy aquí y jamás me volveré a ir.
—Ya no lo necesito —soltó con un suspiro cargado de rencor—. Jeon Jungkook es mi familia ahora, es mi esposo y el hombre al que amo, el padre de mis hijos, y…
—¡Date cuenta Taehyung! —lo interrumpió—. ¿Hasta cuándo seguirás aferrado a esa absurda mentira? Lo único que él ha traído a tu vida es muerte y destrucción, el culpable de que tu primo esté muerto, es él, y nadie más que él.
—Usted lo asesinó —lo acusó de inmediato—. De no ser posible usted, Min Yoongi jamás hubiera podido atacarnos, y Hoseok seguiría con vida. ¡Usted es el único culpable!
—Bien, tienes razón —Bufó dolido por sus palabras—. Fueron mis manos las que acabaron con su vida, pero…
—¡Pero nada! —lo interrumpió, alzando tanto la voz que el Duque quedó perplejo por su ferocidad—. Lárguese de aquí, no tiene derecho a estar aquí, y no le voy a permitir que arruine mi vida una vez más. Váyase antes de que me arrepienta, pues jamás podré perdonarle lo que le hizo a mi familia.
—Espero que cuando te des cuenta de quién es el verdadero culpable de tu calvario no sea demasiado tarde —pronunció con seguridad, abriendo la puerta contigua sin despegarle la mirada—. Sólo recuerda que estaré siempre disponible para ayudarte. Tu padre nunca dejará de amarte.
Deshaciéndose en su soledad Taehyung lloró lo suficiente para crear un río de aguas turbias y melancólicas, llenas de recuerdos y rencor, de vivencias felices manchadas por la muerte y la destrucción. Entre tanta bruma, se preguntó si lo que había dicho su padre podría ser verdad, si es que quizás había dormido plácidamente en los brazos de una bestia hambrienta de poder, y de ser así ¿qué debía hacer? ¿Podría personale a Jungkook todo el daño ocasionado a sus hijos?
La semilla de la duda fue plantada exitosamente, y su cosecha tardaría un par de minutos en darle la respuesta, pues siendo abrazado por su hijo mayor, y aún sosteniendo el cuerpo inerte de Hoseok, largas horas después de su muerte, uno de los soldados apareció en su campo de visión, cansado y alterado, buscando con la mirada algo en aquella desolada habitación.
—Discúlpeme su alteza —le dijo el hombre con genuina preocupación—. ¿El príncipe EunWoo no ha vuelto?
—¿Qué? —Alarmado con el rostro desfigurado y su corazón queriendo salirse de su pecho, Taehyung lo miró, llevó sus manos a su cabello y gritó de impotencia cuando el hombre se mordió los labios con nerviosismo—. ¿¡Dónde está mi hijo!? ¡Maldita sea!
—No lo sé, mi señor —respondió apenado—. Su majestad, el Rey, nos ha enviado a buscarlo.
Sin esperar respuesta alguna, se inclinó ante el doncel y salió corriendo de la había para continuar su búsqueda, dejando a Taehyung nuevamente solo. Con una nueva preocupación sobre sus hombros, besó la frente fría de su primo, se limpió las lágrimas y se levantó como pudo para comenzar a caminar hacia la salida.
—YeonJun-ah —lo llamó débilmente, mirando como el príncipe luchaba por mantenerse de pie—. Iré a buscar a tu hermano, tú tienes que buscar a HyunJin.
—Iré con usted padre.
—Mi valiente príncipe, ya has hecho suficiente por mi, cumpliste con tu deber, y es momento de descansar.
—Padre…
—Es mi deber protegerlos, si no puedo hacer al menos eso, entonces toda mi vida perderá el sentido. Voy a encontrar a tu hermano a como dé lugar…
Sirgo, 12 de abril de 1758
03:00 a.m
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro