35| UN FUTURO PROMETEDOR
RaeRa siempre se consideró a sí misma una persona sumamente observadora. Sólo hacía falta prestar atención a los pequeños detalles, a los gestos cultos y profundizar en las ventanas del alma, para descubrir los sueños y miedos del sujeto de su interés.
En los pocos días que duraron los preparativos de su boda, intentó descifrar la actitud del rey consorte, quién fue el único encargado de la organización de su gran día. Desde el color de los manteles hasta la tela de su vestido, fueron previamente aprobados por su alteza, pero jamás pudo verle el rostro directamente, pues, todo el tiempo, su corte se agrupaba a su alrededor como una barrera impenetrable para su aguda mirada. Hasta esa mañana.
Mientras vagaba por los jardines pudo distinguir su ya conocida cabellera castaña en medio de uno de los jardines en los que solían encontrarse a los príncipes jugando alegremente. Ella tan valiente como siempre, caminó hasta él con intriga, y finalmente pudo verlo a la cara. Mentiría descaradamente si dijera que no quedó totalmente anonadada ante la belleza y porte que el doncel desprendía con gracia y sutileza, que la piel no se le erizó cuando sus ojos la escrutaron con rencor, y que no sintió un dolor punzante en el pecho al saberse insignificante estando a su lado.
No se debía ser muy inteligente para darse cuenta del amor que Kim Hoseok sentía por su pariente, pero no fue hasta ese instante que pudo comprender el porqué. Su futuro esposo tenía más de una razón para amar al joven frente a ella, pues, estúpidamente creyó que se trataba de algún sentimiento de admiración, de cariño fraternal que fue evolucionando a un amor incomprendido; pero era mucho más que eso, era deseo, era egoísmo. Todo hombre respetable lucharía con uñas y dientes por obtener aunque sea un pétalo de la más hermosa flor de su nación, por más inalcanzable que está fuera, y Taehyung era por mucho, el jazmín más fresco y precioso de la temporada, incluso juraría que de su época.
Tal belleza, sumada a su rareza, fácilmente trascenderían en el tiempo como una leyenda.
-Señorita Kang-. Aunque RaeRa había mantenido su vista fija en él, fue hasta ese momento, en el que su voz resonó en el espacio abierto que pudo mirarlo nuevamente, sacándola precipitadamente del transe en el que se había sumergido. Taehyung mantenía un semblante apacible e indescriptible; con el mentón en alto y su mirada clavada en su rostro sonrojado, a la espera de una reverencia, que no tardó en llegar-. No esperaba verla por aquí.
-Su alteza-, respondió a modo de saludo mientras se fue incorporando nuevamente, ignorando también el reproche en su comentario-. Lamento si mi presencia es inoportuna, pero quisiera hablar con usted.
Antes de que el doncel pudiera emitir palabra, YeonJun, quién había comenzado a caminar con más estabilidad y seguridad se lanzó a los brazos de su padre con un puchero y un rastro de lágrimas en sus mejillas, cuando su cachorro -Bam, aquel doberman que le había obsequiado Jungkook por su regreso-, le lanzó una mordida juguetona a su rostro, que terminó por asustarlo.
-¿Qué pasa príncipe?-, le preguntó el castaño a su hijo, quién sólo respondió con balbuceos apenas comprensibles para su padre. Y Taehyung agradeció la distracción, porque estar en presencia de la prometida de su primo no le agradaba en lo absoluto, mucho menos cuando no tenía previsto una reunión con ella-. Supongo que sus asuntos no deben ser importantes, señorita Kang, y como puede ver, estoy ocupado en este momento.
-Es importante, su alteza-, insistió con sutileza, pero demostrando lo molesta que se sintió por el rechazo del doncel-. Mis asuntos son importantes.
-¿Más importantes que atender las necesidades de su príncipe, RaeRa?-, inquirió con sorna, ladeando una sonrisa maliciosa que la hizo hervir en rabia.
-Por supuesto que no, su alteza. Jamás me atrevería a sugerir que los motivos que me movieron a venir ante usted sean de más importancia que el gran príncipe, pero se trata de mi boda.
-¿Qué con eso?-, respondió de manera monótona, sin volver a mirarla a los ojos, pues toda su atención se centró en apaciguar el llanto de su hijo, quién gracias a sus arrullos y caricias amorosas, comenzó a quedarse dormido en su pecho.
-No he tenido la participación adecuada en los preparativos, y al menos me gustaría llevar un vestido a mi gusto. Es mi boda después de todo. Al menos debería ser especial...
-¿Especial?-, lo interrumpió tajante, levantándose de su asiento con su hijo en brazos para mirarla-. Yo, señorita Kang, siendo el hijo del Gran Duque de Céndia, y prometido al príncipe heredero, no tuve derecho a opinar ni rechistar sobre absolutamente nada relacionado a mi boda, ni siquiera a mi futuro esposo. El traje que usé, la música que se tocó y la comida que sirvieron, fueron elección de su alteza, la reina viuda. ¿Y usted cree que siendo quién es, pueda considerarse importante para atreverse a opinar? Su boda es un chiste, una mancha que perdurará en mi familia por generaciones. No merece el título de Duquesa, y mucho menos contraer matrimonio con Hoseok, pero a pesar de todo me he tomado el tiempo para organizar el sepelio de mi pariente. No es usted especial, y su boda tampoco lo es, pero su majestad ha sido en extremo bondadoso en permitir que se célebre su treta en la capilla del palacio, y yo soy el responsable de los eventos dentro de mi hogar. No me interesan sus gustos extraños, y mucho menos si se siente excluida. Porque escúcheme con atención, de mi cuenta corre que en menos de un año su matrimonio quedará anulado.
El pecho de la mujer se sacudió acelerado, y una lágrima rodó por su mejilla por sus crueles palabras, pero en cuanto se dio cuenta, la limpió rápidamente con el puño de su manga.
-¿Usted también lo ama?-, le preguntó con reproche, mordiéndose el interior de su mejilla cuando vio al doncel flaquear-. Yo lo amo, su alteza, y sé que él no me corresponde, que me desprecia por atarlo a una vida que no eligió, porque lo condené a estar a mi lado cuando es a usted a quien realmente quiere.
-¡Señorita Kang!-, Taehyung elevó la voz con advertencia, pero RaeRa no se inmutó, sino que, dió un paso al frente-. ¿Cómo se atreve a decir semejante estupidez? El duque y yo...
-¿¡Qué es lo que le he hecho!?-, lo cortó entre lágrimas, importándole muy poco mostrarse tan débil y vulnerable ante él-. Mi familia ha sido aliada de la suya por generaciones, mi padre y su padre, lucharon mano a mano en la guerra helada, y yo soy la señorita mejor calificada para desposar al duque. ¿Por qué no puede aceptarme? Usted lo ha tenido todo desde su nacimiento, un hermoso hijo que acude a sus brazos ante la más mínima molestía, un esposo que lo aprecia y que estuvo dispuesto a convertirse en genocida para recuperarlo, un padre amoroso que hizo todo lo que estuvo en sus manos para mantenerlo a salvo, y a él... La única persona que yo he amado es suyo también. No deseo estar en su lugar, y tampoco envidio su vida, pero si ya lo tiene todo ¿Por qué se empeña en hacerme sentir miserable?
El doncel quiso responderle con la misma ferocidad, quizás explicarle que realmente no tenía nada, que sus días jamás fueron tranquilos y llenos de dicha, y que en más de una ocasión deseó quitarse la vida. Tal vez ella lo comprendería, después de todo, no eran tan distintos; ambos compartían una naturaleza escandalosa para la sociedad mojigata en la que lamentablemente nacieron, y por supuesto, pertenecían al sexo débil.
Pero no era el momento ni el lugar para sacar a relucir sus carencias emocionales, y se cuestionó con sinceridad, qué era lo que sentía por su primo. Si bien es verdad que en algún momento creyó amarlo, la realidad era que no lo hacía, no lo sentía. Él había necesitado de su cariño, de su protección y presencia, incluso estuvo a punto de darle un hijo, pero no existía pasión en lo que sentía por él, quizás se debía al hecho de que era muy fácil amarlo, cuando a él, tristemente se le enseñó que el amor duele.
¿Entonces por qué repudiaba la idea de verlo llegar al altar con ella?
-Te escabulliste como una rata-, dijo finalmente, pero está vez su voz se escuchaba serena, y su mirada ya no ardía en llamas-. No sé cuáles son tus intenciones, y tampoco si ese amor que dices sentir es genuino. Yo debería ser quien herede la fortuna y título de mi padre, sin embargo, estoy tranquilo con que sea mi primo quien lo tome, pero tú... abusaste de su estado de ebriedad y frente a toda la sociedad permitiste que ultrajara tu virtud. Claro, si es que tenías una.
-No le permito que me insulte de esa manera...
-¡Y yo no te he permitido hablar!-. RaeRa enmudeció ante la reprimenda, y apretó los dientes con impotencia. Si bien, jamás permitía que los demás pasarán sobre ella, se debía más que nada por la posición de su familia, y si de jerarquías sociales se trataba, el consorte del rey estaba muy por encima-. No solo estás hablando con un pariente de tu prometido; sino con el esposo de su majestad, y el doncel que trajo al mundo al heredero del reino. Conociendo su lugar.
-Yo, lo lamento...
-Te lo dije antes, y créeme que no me cansaré de repetirlo. Por mi cuenta corre que tu matrimonio será anulado al llegar el próximo invierno, y no es por el amor que le tengo a Hoseok, ni por las noches que compartimos en mi alcoba, sino porque odio la idea de verte a ti portar el título que le perteneció de mi madre. No eres digna RaeRa, jugaste con fuego aún sabiendo que te podrías quemar.
Después de destilar su veneno, Taehyung salió del jardín como si nada hubiera sucedido, acariciando los cabellos de YeonJun cuando despertó por su calurosa discusión; y dejando a RaeRa totalmente desconcertada.
No comprendía el porqué le había hablando con tanta ferocidad, pero de alguna manera se sentía tranquilo. Tiempo atrás no hubiera podido siquiera mirarla a los ojos, mucho menos enfrentarla como lo hizo, pero en su cabeza seguían sonando las campanas de alerta, una y otra vez la misma pregunta lo aturdía.
¿Por qué?
¿Era realmente por el título robado? ¿Por el honor manchado de su adorado primo?
¿A qué se debía tanta rabia? ¿Era su tristeza camuflada y mal expresada?
Quizás solo necesitaba un poco de tiempo para pensar.
[...]
No tenía caso negarlo, y mucho menos molestarse en dar alguna excusa para justificar el mal humor que brotaba por cada poro de su piel. Taehyung jamás se consideró una persona fácil de romper, al contrario, era experto en absorber los crueles comentarios, y estallar su frustración en el momento menos esperado, y siempre en silencio; pero esa vez fue diferente, incluso su hijo llegó a ser víctima del enojo que yacía sensible en su interior. No lo comprendía, pero tampoco tenía tiempo para pensar en ello.
Tras la conversación que tuvo con RaeRa, el doncel se encerró en su habitación, y para esas alturas de la tarde, sus dedos se encontraban enrojecidos, y pinchados, por las heridas provocadas por la aguja.
-Su alteza-, lo llamó su nana, quién se encontraba tumbada en el suelo con su hijo en brazos, después de un largo rato de juegos-. Veo que las viejas costumbres son difíciles de borrar. ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que le traiga algo de comer?
Suspirando se negó, y dejó sobre el sofá el retazo de seda bordada con anémonas en toda la superficie. Extendió sus brazos hacía ella para sostener al príncipe en su pecho, arrullandolo como hacía tiempo venía haciendo, pues su calor, su expresión somnolienta, o mejor dicho, su mera existencia, actuaba como el mejor calmante, un alivio inevitable.
-¿Qué opinas de ella?
Y no hacía falta mencionar su nombre para que la anciana lo comprendiera, pues al igual que él, hizo una mueca.
-Yo puedo decir en voz alta todas mis objeciones, pero, el joven Duque ya ha actuado, y debe hacerse responsable de sus decisiones. Influenciado por el vino, o no, no borra el hecho de que ha deshonrado la virtud de una señorita de buena cuna.
-¿Y si todo fue obra de ella? ¿Qué tal si ese era su objetivo?-. La frustración en su voz era evidente-. No me agrada. Mi hyung merece más que una muchacha aprovechada. Alguien como ella, no merece el lugar de mi madre.
-¿Qué hubiera pasado, si en lugar de ella, usted estuviera comprometido con su primo? Si me lo permite, mi niño, creo que hablas desde tus celos, ¿Es que acaso lo amas?
-No-, respondió de inmediato, girando su rostro hacia el otro extremo de la habitación para evitar la mirada curiosa de la mujer-. No lo amo de esa manera. Él ha sido mi único amigo desde que nací, mi guardián y confidente. Sé que mientras esté junto a él, nada malo podría pasarme.
-Ese es el amor que se le tiene a un hermano. La seguridad que sientes estando junto a él, es gracias a la protección que desde siempre te ha brindado. ¿A qué le tienes miedo?
-Él se irá-, su voz por fin se quebró, y sus ojos se inundaron de sal-. Jungkook no le permitirá quedarse más tiempo en la capital, lo enviará a Céndia en cuanto tenga oportunidad. Nana, voy a quedarme solo...
-¿Solo?-, inquirió con cierto deje de dolor, y se fue acercando a él, hasta terminar a sus pies, con sus arrugadas y manchadas manos sobre sus rodillas-. Mi niño, ¿Aún le temes a tu esposo? ¿Es por eso que no has querido contarle?
-Jungkook ha cambiado-, dijo en cambio, limpiándose el resto de lágrimas de sus mejillas-. Ha demostrado arrepentimiento sincero, y el trato que le da a mi bebé es... Él se convirtió en todo lo que siempre quise; pero miento si digo que no me aterra la idea de que todo sea un sueño, y que en cualquier momento, el infierno que viví en cuanto llegué aquí, me atormente de nuevo. Confío en él, pero, ¿Qué pasará si todo cambia? ¿Quién me encontrará cuando la oscuridad me abrace? Hoseok hyung, es lo único que tengo, la única familia que me queda. Si él se va, no me quedará nada más.
-Yo estoy aquí, y aunque realmente no puedo hacer mucho, ten por seguro que daría mi vida por ti, mi niño, por tus hijos. En este tiempo, pude ver lo fuerte y valiente que eres, nada comparado al muchacho que partió de mis brazos hace un par de primaveras. Sé que podrás enfrentar el destino más cruel si es que se te presenta. Después de todo, eres el hijo de tu padre. Un verdadero Kim.
Conmovido por sus palabras, Taehyung sostuvo una de sus manos con cariño, y le sonrió con gratitud, con mucho amor, pues al faltar su madre, la anciana frente a sus ojos, era lo más cercano que tenía a una figura materna, y la adoraba.
-Mis días son más felices desde que estás aquí.
La puerta de la habitación fue llamada, rompiendo así, la agradable atmósfera que habían construido, la anciana Kim se levantó con mucho esfuerzo, y recibió el mensaje del guardia que custodiaba los aposentos privados del consorte.
-Su alteza-, le dijo ella una vez volvió con él-, el segundo hijo de los Nam, pide una audiencia con usted.
-¿El pintor?-. YoungOk asintió-. Llévate al príncipe a la habitación del rey, y dile que pase.
La nana intentó tomar a YeonJun en sus brazos, pero apenas se separó un poco del calor de su padre, el príncipe comenzó a llorar, aferrándose con fuerza a su camisa.
-YeonJun-, soltó Taehyung con severidad-. No puedes quedarte aquí, mi amor. Aún no es tiempo de que te vean-. Pero el infante se aferró con fuerza, renuente a abandonarlo, y el doncel no tuvo más remedio que ceder a los caprichos del príncipe-. Házlo pasar, me aseguraré de que guarde nuestro secreto.
No muy convencida de aquello, YoungOk abrió las puertas de la habitación, y le permitió el paso a ese agradable hombre, quién entró primoroso a pesar de lucir desaliñado y con ropajes poco usuales para alguien proveniente de una familia noble.
-Su alteza-, lo saludó JooHyuk con esa característica sonrisa, inclinándose más de lo debido-. Me alegra tanto que me haya recibido. Desde hace un par de semanas esperaba verlo, pero...
Su boca enmudeció cuando al levantar la mirada se encontró con cierto invitado al que no esperaba ver. Los profundos ojos negros del príncipe lo seguían con curiosidad, mientras una de sus manos era maltratada por sus pequeños dientes.
-Joven Nam-, Taehyung le devolvió el saludo con una sonrisa tímida-. Él es mi hijo, el príncipe YeonJun.
-¡Es idéntico a usted!-, comentó con entusiasmo, llevándose una de sus manos a su rostro con absoluto asombro-. No creí en los rumores, su alteza. Por favor, tenga la certeza de que no divulgaré el paradero del heredero.
-Eres el primero en sugerirlo, incluso yo le encuentro mucho más parecido al rey. Es su padre después de todo, pero le agradezco-, su mirada se desvío hacia el niño, y aunque era cierto que comenzaba a adoptar más rasgos de los Kim, su esencia gritaba Jeon, pues incluso su comportamiento era similar al de su padre-. Su majestad le ha exigido a la servidumbre que guarde el secreto, pero veo que algunos han comenzado a hablar, apreciaría su discreción, joven Nam, pero dígame, ¿a qué se debe su visita?
-Claro, mi presencia debe haberle parecido inesperada-, soltó con nerviosismo-, sólo deseaba expresarle mis disculpas, su alteza. Aquella vez que lo conocí actúe con imprudencia. Soy un artista, mi trabajo es observar el comportamiento de la gente, y también su lenguaje corporal; me percaté de su incomodidad, y aunque mis palabras no fueron malintencionadas, sé que le di una mala impresión. La cuestión es que, he pasado años viendo su rostro en los retratos de su majestad, pero su belleza, ahora que tengo en placer de tenerlo frente a mi, es exquisita, inigualable, me atrevería a decir. Si no le molesta, quisiera pedirle que posará para una de mis obras, por supuesto que no me atrevería a pedirle un pago, incluso estoy dispuesto a darle algo a cambio para que lo considere. ¿Qué dice?
La temperatura de su cuerpo se elevó, fue consciente del momento exacto en el que sus mejillas se tiñeron de escarlata, y sus ojos ya sensibles volvieron a llenarse de lágrimas. Estaba siendo demasiado emotivo, lo sabía, pero aún no comprendía del todo, como su vida había cambiado en todos los aspectos, pues antes, jamás se hubiera imaginado evocar tal sentimiento de admiración a su persona, que JooHyuk lo expresara sin reparo, era una prueba más de la metamorfosis que experimentó.
-Hace un par de años jamás me hubiera imaginado, que un pintor como usted, viniera a pedirme el rostro para retratarme, joven Nam, pero...
-Por favor, su alteza-, lo interrumpió el pintor con desesperación-. No me rechace, aún no ha escuchado mi oferta.
-¿Y cuál sería?-, preguntó socarrón-. ¿Qué puede darme usted que no tenga ya?
-¿Un amigo, un aliado? Sé que mi familia no es tan rica o poderosa como los Jeon, mucho menos como los Kim, pero somos leales. Sí usted me permite retratarlo al menos una vez, le entregaré mi vida. Puedo serle de mucha ayuda. A mis veinticinco años de edad, he viajado por todo el reino y más allá de las tres fronteras, los susurros llegan a mí sin siquiera interesarme, así que, por favor, me suplico que me de una oportunidad.
-¿No es un poco extremista lo que propone? ¿Tanto vale mi figura como para darme a cambio su vida?
-Lo vale-, afirmó enseguida-. Su alteza, si tan solo pudiera ver las pinturas de su majestad, sabría el motivo de mi pedido. Sí ha podido adueñarse de la esencia del rey, a tal grado de convertirlo en el artista que es, ¿que no haría en mí?
-¿Se compara con su majestad, joven Nam?
-Que me parta un rayo si alguna vez osara hacerlo, mi rey. Es solo que, nunca he visto tanta dulzura y sensualidad coexistiendo con igualdad en un mismo ser.
-No sobrepase los límites-, le advirtió con severidad-. Lo lamento, JooHyuk, pero me temo que rechazaré su oferta. No tengo permitido prestar mi rostro para un lienzo que descansará fuera del palacio, podría ponerme en riesgo que el mundo conozca mi identidad. ¿Lo comprende?
-Lo comprendo-, finalmente se rindió, pues aunque hubiera deseado una respuesta positiva, bien sabía que sería complicado conseguirla. Taehyung no era su musa, su esposo lo había reclamado incluso en aquel sentido-. Disculpe mi impertinencia, su alteza, pero incluso si no me permite retratarlo, que sepa usted que mi honor se encuentra comprometido a su nombre, y si algún día llegará a necesitarme, acudiré a usted enseguida.
-Se lo agradezco-, dijo con sinceridad, regalándole una sonrisa cerrada-. Sí no es molestia, quisiera preguntarle por mi esposo. Tengo entendido que se conocen desde hace tiempo.
-Un par de años, realmente. Poco tiempo después de su matrimonio, su majestad me trajo al palacio para enseñarle algunas técnicas de pintura, ya que con su antiguo tutor no logró congeniar-, comenzó a contarle una vez que tomó asiento frente a él. Su mirada se desviaba de vez en vez hacía el príncipe azabache, quién después de su aparición, se había mantenido quieto sobre el regazo de su padre, atento a su conversación como si realmente comprendiera lo que estaba ocurriendo, y le pareció adorable, no solo por el hecho de que jugará con tanto interés con el olán de su camisa, sino, por el parecido que tenía con sus progenitores, tanto físicamente, como en esencia. La mezcla perfecta entre el bien y el mal-. Me atrevo a decir, que fui el único que lo acompañó durante el duelo de su ausencia, aunque su majestad nunca me ha considerado amigo suyo, pude ver su dolor a través de sus pinturas.
-¿Es verdad lo que dice?-, indagó con curiosidad, y JooHyuk asintió de inmediato.
-De hecho, vengo de verlo. Su majestad está por terminar una de sus pinturas, y tal parece que no necesita más de mis consejos. Debería verlo, el rey tiene un don excepcional.
-¿Dónde se encuentra él?
-En el viejo invernadero, es ahí donde pasa la mayor parte del tiempo.
-Supongo que llegó el momento de enfrentar el pasado-, susurró para sí mismo, con el corazón apretado y desviando su mirada hacia el ventanal iluminado, y apretó sus puños contra la manta que cubría sus piernas del frío-. La tarde comienza a enfriarse, joven Nam, es hora de que vuelva a casa.
-Sí, mi rey-, respondió apacible, levantándose de su asiento para acercarse hasta él y tomar entre sus manos, la diestra del doncel para dejar un casto beso sobre el dorso-. Le agradezco que se haya tomado el tiempo de escucharme, y permitirme conocer al príncipe. Tiene mi palabra, cumpliré con diligencia sus órdenes.
-Nos vemos, JooHyuk, tenga un buen día.
Tras inclinarse con respeto, el pintor abandonó la habitación, dejándolo sólo en compañía de su hijo, al cual besó con cariño y peinó sus cabellos en un intento por apaciguar su ansiedad.
-El día que me enteré de tu existencia, fue el final de mi vida, YeonJun-ah, y sé que algún día sabrás toda la verdad, solo espero que puedas perdonarme por intentar llevarte conmigo a ese oscuro lugar-. YeonJun como respuesta balbuceó un par de cosas que aún no le hacían sentido. Sus diminutas manos recorrieron con torpeza su rostro, y sus labios entreabiertos y ensalivados, pretendieron darle un beso sobre su mejilla-. Mi pequeño príncipe valiente-, susurró enternecido-, te prometo que seré un buen padre para ti, nadie volverá a separarnos, somos tú y... Bueno, por el momento solo somos tú y yo contra el destino.
Sabía que a lo largo de su vida, se enfrentaría a cientos de adversidades, y que en más de una ocasión debería regresar sobre sus pasos, o quizás tomar algún atajo, pero se sentía preparado, por algún motivo, pensó que la vida no podría ser más cruel con él. Lo que había vivido marcó su destino, y debía enfrentar el pasado para poder avanzar, por él y las personas que lo rodeaban, así que después de pensarlo un poco, dejo a YeonJun con sus nanas, y salió del palacio siguiendo el camino que lo había llevado a su muerte en aquel abril.
[...]
Sí lo piensa detenidamente, jamás imaginó volver a entrar a ese lugar, pues durante noches enteras, el vívido recuerdo de esa noche lo atormentó entre sueños, con terribles pesadillas que lo despertaban repleto de sudor, con gritos cargados de dolor y súplica, y un llanto inconsolable que lo obligaba a rendirse totalmente al sentimiento de pérdida y deseos de muerte; sólo para darse cuenta de que el monstruo debajo de su cama era real, y no existía nadie que pudiera luchar contra él, porque estaba solo, e irónicamente, el responsable de su suplicio, era el único con el poder de arrullarlo en salvación.
Incluso puede verse a sí mismo sentado frente a la ventana de la cabaña que lo acogió durante los primeros meses de gestación, mirando las fases de la luna en un intento por disipar las escabrosas imágenes de esa escena que dió fin a su ingenua adolescencia.
El invernadero, aunque con la claridad del cielo, parecía igualmente escalofriante, como la puerta de madera que al abrirla le retiró la venda que cubría sus ojos, y que cuidaba con recelo su sensible corazón.
Con lágrimas en los ojos, recreó sus acciones pasadas, sus manos temblorosas tomaron la oxidada manija, girándola al mismo tiempo que empujaba la puerta y entró; recorrió todo el lugar con la mirada, hasta que finalmente lo encontró. Jungkook estaba ahí, sentado frente a un lienzo lleno de vida, con el cabello revuelto, y las mangas de su camisa blanca, ligeramente manchada de pintura, arremangadas hasta los codos; pero en su mente, el sofá vacío a su costado, estaba ocupado por dos amantes en pleno apogeo del placer, su esposo no sostenía un pincel, sino que besaba los labios de una mujer, y sus manos estaban por todo su cuerpo, por su cabello, por sus mejillas, por sus caderas. Ella, tan bella y aparentemente inocente, no solo le había arrebatado el recuerdo de una promesa de su niñez, sino que también, la idealización de un amor que en ese momento, era dolorosamente unilateral.
»Date la vuelta«.
Suplicó silenciosamente como aquella vez, pero a diferencia del pasado, Jungkook pareció escucharlo. A pesar de que había sido silencioso, su rostro se giró para encontrarlo, helando los suaves deslices de su muñeca en la pintura a medio terminar, y se levantó. Su rostro expresaba genuina preocupación por el estado tan vulnerable en el que Taehyung se encontraba, lo acunó entre sus brazos, sus manos se enrollaron en los suaves cabellos castaños del doncel y le permitió llorar en su pecho por el recuerdo de su traición. E igualmente sollozó, suplicando por su perdón, deseando poder eliminar ese momento que tanta pérdida les provocó.
-Perdóname-, musitó el monarca contra su oído, dejándole un beso tronado en su sien y volviendo a sostenerlo con fuerza, aún temiendo que el amor de su vida se escapara de su lado como el agua entre sus manos-. Te hice tanto daño, por favor perdóname.
-¿Por qué lo hiciste?-, cuestionó entrecortado, hipando por un poco de aire, y sosteniéndose a él con la misma fuerza, con el mismo miedo a perderlo, a despertar y darse cuenta de que todo seguía igual, que nada había cambiado entre ellos-. ¿Por qué me hiciste tanto daño?
¿Qué respuesta debía darle?
¿Existía una correcta?
-Soy un imbécil-, admitió permitiendo que su orgullo se fragmentara-. Jamás tuve nada bueno en mi vida, nunca nadie me había amado tanto y sin prejuicios como lo hiciste tú, y yo... yo me asusté. Tenía miedo del sentimiento que crecía en mí, cada vez que te veía sonreír. Me dejé guiar por las palabras envenenadas de aquellos hombres que alguna vez admiré, mi padre siendo el primero de ellos. Eras tan bello, tan pequeño e ingenuo, me diste tanto y más de ti, que simplemente creí que siempre estarías para mí sin importar cuánto dolor ocasionara en tu corazón. Y pequé, pequé de la peor manera, me acosté con cuánta mujer se me cruzó en el camino para probar mi hombría, para evitar ahogarme en un sentimiento que me hicieron creer que era dañino y ridículo. Te amé, y te lastimé por no saber controlar las voces en mi cabeza. Perdóname mi amor, por favor perdóname.
-¿La amaste?-, se atrevió a preguntar, pues era una de las preguntas que más se repetía en su cabeza desde esa noche-. ¿La amaste de verdad? ¿Me interpuse en tu felicidad?
-No. Pese a todas las noches que compartimos, jamás pude verla como algo más que un simple desahogo-, afirmó de inmediato, mordiéndose los labios agrietados por el frío y dejando caricias en la espalda del castaño, porque su llanto no había cesado, y creía que jamás lo haría, muy dentro de sí, sabía que no importaba que tan sincero fuera, o cuan arrepentido se mostrara, el daño que le causó era irreversible, pero quería contarle su pasado para poder disfrutar libremente del presente-. Aunque suene hipócrita y quizás un poco cruel, eres tú el único a quien he amado profundamente, mi corazón te pertenece desde que éramos niños, y nos prometimos la vida en aquel bosque con la luz de las estrellas como testigo-, pero se detuvo un momento para intentar recordar en qué momento había comenzado su historia con ella, pero el motivo de sus encuentros parecía haberse esfumado de sus memorias, y por más que lo intentó, no pudo responderle como hubiera querido-. Supongo que nuestra amistad fue escalando gradualmente, hasta que terminamos enrrolladonos en cualquier oportunidad que se nos presentará. Su padre y el mío fueron muy amigos en su juventud, así que por nuestra crianza tan similar, terminamos por compartir las mismas dolencias, las mismas carencias; estar juntos resultó ser demasiada fácil. Hacernos daño y volver a encontrarnos, fue lo único que pudo hacernos sentir vivos y pertenecientes a algo más que nuestros títulos nobles, a nuestros deberes como hijos. Sabíamos que jugábamos con fuego, pero la única en arder completamente fue ella, porque tú llegaste a salvarme nuevamente del crudo invierno en el que voluntariamente me adentré.
-Pero no lo entiendo-, musitó el doncel entre suspiros-. Jamás lograré entender el porqué me hiciste tanto daño.
-Yo tampoco, mi amor. Créeme, yo tampoco lo sé.
Aún entre sus brazos, incapaces de soltarse y enfrentarse, se mantuvieron de esa manera, drenando con cada lágrima el apabullante ardor de sus recuerdos, sintiéndose y entregándose ese calor que lograba mermar sus pesares, hasta que finalmente decidieron soltar todo aquello que los perseguía. Jungkook se perdonó a sí mismo, y Taehyung volvió a elegirlo pese a todo.
-El joven Nam ha venido a visitarme-. El doncel decidió romper con el silencio, saliendo de su escondite para mirarlo-. Me dijo que pasas tus tardes aquí, ¿Por qué?
-Bueno, pues es que yo-, dijo el azabache con nerviosismo, aclarándose la garganta y rascando su nuca con incomodidad-. Me gusta pintar. Mi padre creía que era una destreza a la que sólo los mediocres podían dedicarse, así que me escapaba aquí para evitar que se enterara, supongo que se volvió una costumbre.
-También me dijo que todas tus pinturas eran sobre mí. ¿Eso es cierto?
-Me aseguraré de cortarle la lengua a ese bocazas-, se quejó con mal humor, y Taehyung se rió de ello-, pero es cierto. ¿Quieres verlas?
-Me gustaría.
Mordiéndose los labios, Jungkook asintió. Soltó su cintura para tomar su mano y caminó junto a él por el espacioso lugar hasta llegar al rincón de la habitación, donde descansaban los cuadros cubiertos por una enorme tela negra, la cual retiró como bien pudo, sin soltar su agarre.
-No me considero bueno, y hay algunos que se estropearon con el tiempo, pero...
-¿Es así como me percibes?-, lo interrumpió el castaño, el asombro haciéndose evidente en la entonación de sus palabras-. Yo jamás había visto tanta tristeza en mis ojos.
-La mayoría de estás pinturas fueron resultado de la última vez que te vi, cuando entraste aquí, yo pude ver el deseo de muerte en tus pupilas, el rencor y la decepción por mis acciones. Por mucho tiempo, verte llorar por mi, fue lo único que conocí de ti, y en tu ausencia, no fuí capaz de recordar ni un solo momento en el que fueras feliz a mi lado.
Sin responder nada, Taehyung caminó a lo largo de la pared, y miró con detenimiento cada uno de los cuadros, los trazos reflejaban no solo la tristeza propia con la vivía, sino que también, la pena que Jungkook sufrió al perderlo. Entre más tiempo los miraba, más comprendía el arrepentimiento que sentía, y admitía que eran bellísimos.
-Eres bueno haciendo esto-, comentó con orgullo, y se giró para mirar a su esposo, a quien se le iluminó el rostro por su halago-. Lo digo enserio, Jungkook, esto es hermoso.
-Es porque eres tú mi inspiración-, atinó por decir, con las mejillas teñidas de rojo, y una sonrisa que distaba en seguridad-. No hay momento del día en el que no piense en ti, ni noche en la que no sueñe con estar contigo, y el perderte, mi amor, ha sido lo más duro que he vivido, lo que sentí en tu ausencia, fue mucho más que sólo arrepentimiento, era como si cada día un pedazo de mi alma fuera arrancada con crueldad. No creo poder vivir en un mundo en el que no existas, Taehyung, te amo tanto, que incluso he dejado de pertenecerme, soy tan tuyo en todos los sentidos, que la simple idea de no volver a ver tu hermoso rostro me aterra.
-Yo también lo amo, majestad-, una de sus manos acunó su rostro, y se impulsó hacía arriba para poder besar sus labios-. Te amo tanto Jungkook. Sé que moriría por ti. Moriría si alguna vez tuviera que alejarme de ti, así que por favor, no me abandones, quédate conmigo siempre y construyamos juntos una vida feliz, deseo que nuestros hijos nos vean amándonos hasta el último día de nuestras vidas.
-Así será, mi amor, así será-, le aseguró con un beso fugaz-. Ahora que estamos bien, no necesitaré visitar más este lugar, después de salir de aquí, no volveré a entrar.
-¿Qué le pasará a las pinturas?
-Voy a quemarlo todo.
-No, son tan bellas, Jungkook. Si no las quieres, podrías obsequiarmelas.
-¿De verdad las quieres?-, inquirió incrédulo, pero Taehyung asintió-. ¿Aún con todo lo que significan?
-Son parte de nuestro pasado, y sin él, no seríamos lo que somos ahora. Así que las llevaré a un lugar seguro, donde solo tú y yo podremos admirarlas. ¿Te parece?
-Si así lo quieres está bien para mí.
-Pero no quiero volver a ver ese horrendo sofá nunca más. Incluso el invernadero debería desaparecer.
-Pensaba construir una capilla sobre esto, después de todo, está muy alejado del palacio, y como sabes no soy devoto a la religión. Las campanas a tan tempranas horas los domingos me provocan mal humor.
-Me parece bien-, dijo entre risas-. ¿Podemos salir? YeonJun se ha sentido inquieto últimamente si no me ve, y ya es hora de hacerlo dormir.
-Desde ahora, mi amor-, susurró contra su oído, girándose para abrazarlo por la espalda, y poder recargar su mentón sobre su hombro-, no necesitas preguntarme nada, si deseas hacer algo, solo hazlo, estoy aquí para cumplir tu voluntad, y las demandas de nuestro hijo.
-Jungkook-, Taehyung musitó despacio, y recibió un sonido gutural como respuesta-. ¿Te gustaría tener otro hijo?
-¿Estás encinta?-, preguntó de inmediato, con sus ojos abiertos ante la expectativa, pero la negativa por parte del doncel lo desilusionó-. ¿No?-, tras recibir otra negativa suspiró-. HyunJin me dijo que debido a tu aborto, las posibilidades de que pudieras embarazarte nuevamente, serían muy bajas, y aunque me encantaría vivir esa experiencia junto a ti, no quiero que te sientas presionado. Ya me has dado un hermoso regalo al parecer nuevamente en mi vida con nuestro hijo. Así que ya veremos, quizás en el futuro podamos ser padres nuevamente.
-Sí, quizás en el futuro todo sea diferente-, suspiró con una sonrisa, mirando las manos de su esposo sobre su vientre-. Es hora de crear mejores recuerdos y deshacernos de las cadenas de nuestro pasado.
-Así será, amor mío. El futuro promete prosperidad, y me aseguraré de que tus días sean todos felicidad...
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