33| PRIMAVERA ENTRECORTADA
Ahora, dos décadas después, llevar a cabo ese tipo de interrogatorios era parte de sus tareas como regente; y quizás, debido al dolor de su corazón, abusó un poco de su poder.
Jeon Jungkook nunca fue alguien indulgente, no conocía la piedad y tampoco lograba empatizar con nadie más fuera de su círculo familiar.
¿Podrían culparlo?
Después de todo, es un Rey; un hombre que fue criado desde la cuna para ser ese monstruo en el que finalmente se ha convertido.
Sentado en una cómoda silla acolchonada, el azabache miraba con detenimiento los gestos de dolor dibujados en el rostro hinchado y ensangrentado del hombre suspendido en el aire por cadenas, cada vez que el látigo impactaba sin piedad alguna sobre su pecho desnudo, abriendo su piel y dejando que más sangre escurriera por el suelo y paredes, algunas gotas de ésta salpicando el rostro del soberano.
-Dímelo de una bendita vez-, habló con la voz rasposa, apretando los dientes una vez que el humo de su cigarrillo brotó de sus labios, mientras chocaba el metal precioso de su anillo contra la madera-. Solo quiero saber qué fue lo que le dijiste a mi esposo está mañana. Si hablas ahora, el caballero frente a ti detendrá tu sufrimiento, pero si no lo haces, entonces arrancará tu corazón frente a tus ojos, y créeme, se lo serviré de cena a tu familia.
-¿Le molesta la idea de que otro hombre haya podido tocar a su más preciada joya?-. HaeIn se rió sonoramente, escupiendo al suelo la sangre acumulada en su boca, sudando y haciendo un esfuerzo descomunal para elevar la mirada y encarar al autor de aquella tortura sin fundamento-. Créame, su majestad, no he sido yo el que ha ultrajado la virtud de su consorte.
Jungkook asintió dándole la última calada al tabaco antes de apagarlo con furia contra el suelo húmedo, su lengua hizo un lento recorrido por el interior de su mejilla y sus manos se apretaron a los costados de la silla para impulsarse al frente, caminando despacio los pocos pasos que lo separaban de Jung.
-No tengo miedo de asesinaste en este momento, mi conciencia está tan sucia que una mancha de tu sangre no hará gran diferencia-, comentó una vez que estuvo frente a él, apretando su mandíbula entre sus dedos para mantener el contacto visual-. Pero no lo haré, en cambio, enviaré a mis hombres por tu amante e hijas... ¿Sabes hace cuánto tiempo estos prisioneros no han sentido el calor de una mujer? Quizás te gustaría ver el espectáculo antes de morir.
-No creo que sea tan hijo de puta-, gruñó a medida que las facciones de su rostro se iban desfigurando en una mueca llena de rabia, y su cuerpo se impulsó hacia enfrente en un débil intento por zafarse de los grilletes que lo mantenían prisionero-. ¡Son solo unas niñas, por el amor a Dios! Ellas no tienen nada que ver en esto.
-No lo tienen, tu mujer y esas preciosas niñas no tienen la culpa de tener un padre tan cobarde como tú-, concedió ladeando una sonrisa que provocó en el otro un remolino de emociones incontenibles-, pero has aspirado a volar cuál gorrión por lo alto del cielo cuando no eres más que un simple cerdo. Jeon Taehyung es intocable, inalcanzable para alguien como tú, y aún así te atreviste a tocarlo. ¿En verdad creíste que dejaría pasar algo así? No soy alguien con quién puedas jugar, Conde Jung.
-¡No he sido yo!-, gritó exasperado, meciéndose de un lado a otro, repentinamente temeroso de la furia de su majestad, llorando ante la idea de ver el honor de su familia reducido a nada, y a sus hijas ser tomadas por asquerosos hombres-. ¡Le juro por mis hijas que no he sido yo!
-¿¡Entonces quién, carajo!? Habla de una puta vez antes de que se agote mi paciencia. Esas malditas cartas están firmadas con tus iniciales, y eres el único cabrón que entra y sale de Sirgo para visitar Percia. ¡Dame un jodido nombre si no quieres ver a tus hijas ser folladas por esos malditos traidores!
-¡Jung Hoseok!-, soltó titubeante-. Es mi primo quien ha estado jugando al esposo ideal con su consorte, quién lo sacó de Sirgo y lo entregó al Rey Min. Antes de ser un Kim, él fue un Jung...
Jungkook dejó escapar el aire retenido en sus pulmones, sus cejas se juntaron peligrosamente en una expresión que dejaba en evidencia su confusión.
¿El Duque Kim?
¿El primo de Taehyung era el padre de aquella criatura perdida?
El mundo parecía girar con rapidez a su alrededor, y perdió por completo la orientación. Sus piernas flaquearon y le fue inevitable dar unos cuantos pasos hacia atrás al intentar mantenerse de pie.
Todo tenía sentido, incluso si HaeIn mentía, Hoseok era el hombre ideal para meterse en las sábanas de su esposo. Alguien de confianza que tenía acceso directo al palacio y a los propios aposentos de Taehyung, un hombre con impecable moral, devota entrega a su familia y reino, alguien que podría pasar desapercibido y justificar su cercanía con aquel fuerte lazo sanguíneo que los unía.
¿Por qué nunca lo vio?
Desde el inicio de su matrimonio fue evidente ese enamoramiento que él creía unilateral, pero ahora se daba cuenta de lo imbécil que fue al no sospechar de él.
Pero había cosas que no comprendía, y una de ellas fue que durante el sepelio de Taehyung, Hoseok estaba presente, incluso lucharon en un duelo a muerte por el honor y amor del doncel que creía pérdido. ¿Cómo pudo sacarlo de su casa sin que nadie se diera cuenta?
Tantas preguntas sin respuesta lo marearon lo suficiente para hacer a su cuerpo colapsar, las náuseas se adueñaron de él, y terminó vaciando sobre el suelo esa punzada de celos y preocupaciones que le fue imposibles de mantener por más tiempo dentro de sí.
Antes de que pudiera recomponerse o siquiera preguntarle algo más a su prisionero, las llaves de la celda se escucharon tintinear ansiosas, y ante él apareció un lacayo al que reconocía como sus ojos y oídos dentro del palacio.
-¡Majestad! El príncipe se encuentra en el palacio.
Jadeante y asqueado por el líquido que acababa de soltar, Jungkook lo miró con esa misma expresión de confusión que parecía no querer abandonar su rostro.
-¿El príncipe?-, preguntó dudoso, apoyando sus manos sobre sus rodillas flexionadas-. ¿De qué hablas?
-Su alteza real el príncipe YeonJun, está aquí-, respondió entre jadeos debido al ajetreado recorrido, extendiendo al monarca un pañuelo limpio que mantenía en su traje-. El Duque de Céndia lo ha traído al palacio.
-Por supuesto-, ironizó entre risitas carentes de gracia-. El maldito Duque de Céndia.
Escuchar el nombre de su hijo en la misma oración que Kim Hoseok, era repugnante, más ahora que lo sabía todo.
Molesto y al mismo tiempo intrigado, se limpió las comisuras de sus labios con el pañuelo que le proporcionaron, y aún desde abajo se giró hacia su prisionero quien no había parado de llorar y suplicar por clemencia para su familia. Era impresionante la rapidez con la que un hombre flaqueba. HaeIn había soportado innumerables golpes y humillaciones durante ese periodo de tiempo, pero tan pronto como le mencionó a sus hijas, y amante, cualquier rastro de orgullo o burla, murió por completo.
-Desde hoy, no serás más el Conde Jung. Te despojo de tus tierras y títulos. Ningún miembro de tu familia volverá a pertenecer a la nobleza Sirgana, y tus hijas serán condenadas a servir en el palacio como sirvientas hasta el día de su muerte.
-¡Piedad! Le suplico piedad, su majestad...
-Agradece mi benevolencia como buen súbdito-, lo interrumpió con firmeza, recomponiendo su postura y mostrándose ante él con orgullo-. Sí colaboras conmigo y lo que dices es cierto, prometo que cuidaré de tu familia; pero si me mientes, ten por seguro que no habrá lugar en este mundo en el que puedas esconderte de mí, y aquella amenaza con la que decidiste hablar, será el menor de tus castigos.
Sin darle más vueltas al asunto, salió a toda prisa de la celda en dirección al salón principal, donde el lacayo de antes, le indicó que se encontraba su hijo; escuchando a sus espaldas como todos los prisioneros suplicaban por un poco de agua, y otros tantos por su liberación.
Aunque el trayecto a recorrer fue extenso, no le dio tiempo de meditar que era lo que estaba sucediendo realmente, y mucho menos arreglarse la ropa antes de que las puertas del salón se abrieran de par en par para él.
Su rostro naturalmente pálido perdió cualquier rastro de color cuando el incesante llanto de su hijo lo atacó brutalmente. Sus apresurados pasos se detuvieron abruptamente, quedando estático y con la mandíbula apretaba cuando distinguió el infantil rostro de su hijo entre los brazos de aquel hombre a quien comenzó a considerar como su peor enemigo.
-YeonJunie...
Los presentes se giraron en su dirección, lo vieron caminar a tropezones los pasos que los separaban, y ninguno pudo objetar nada cuando el azabache arrancó al príncipe de los brazos del hombre castaño.
Ver sus ojos llorosos, y sus mejillas enrojecidas debido al frío entorno, actuaron como un calmante eficaz para su agrietado espíritu. Su instinto protector, y esas inmensas ganas de ejercer su papel como un verdadero padre, borraron cualquier rastro de culpa y odio, y solo pudo concentrarse en él, en sus bonitas facciones y su cuerpo liviano; en el intenso color negro de sus cabellos, y ese aroma que le recordaba a su infancia.
Finalmente y después de tanto tiempo tenía entre sus brazos al niño que alguna vez se negó a aceptar, pero que ahora era lo más importante que tenía.
-Mi hijo, mi precioso hijo.
Sus palabras salieron como un susurro únicamente perceptible para el infante entre sus brazos, el cuál siguió pataleando en busca de su pronta liberación, pues, aunque tuvieron un primer encuentro ameno, YeonJun no lo recordaba, y tampoco lo reconocía como su padre.
-Démelo-, exigió Hoseok con una autoridad que realmente no le correspondía, logrando que el monarca eliminará por completo su sonrisa, y transformará su expresión en una mucho más sombría y poco agradable-. El príncipe necesita descansar.
-¿Quién te crees que eres para opinar sobre los cuidados de mi hijo?-, respondió recalcando las últimas palabras con orgullo, apretando la mandíbula mientras bufaba-. He tenido suficiente de los Jung el día de hoy.
Hoseok se giró hacia Taehyung en busca de respuestas, pero éste simplemente agachó la mirada, y se acercó hasta su esposo para tomar al niño nuevamente entre sus brazos.
-De no ser por mi, el príncipe YeonJun seguiría bajo la tutela de Min, es mi sobrino, el hijo de mi único pariente...
-¿Tu único pariente?-, lo interrumpió Jungkook con una sonrisa ladeada-. No reniegues de tus orígenes, y mejor dime, cómo fue posible que tú, siendo quién eres, hayas podido regresar a mi hijo a Sirgo.
-Precisamente por ser quien soy-, atacó sintiendo su sangre hervir-. Supliqué por la liberación del príncipe por más de medio año, y me ha costado una gran suma de oro poder concretar el trato, algo que usted, siendo quién es, no pudo hacer.
-Hyung, ya basta-, intervinó Taehyung cuando notó que ambos hombres comenzaban a acercarse peligrosamente al otro-. No puede hablarle así a su majestad.
-Que no se le olvide, majestad, que su corona es más de Taehyung que suya, mi tío y yo hemos sacrificado muchísimo por usted-, Hoseok ignoró rotundamente lo dicho por el castaño, mordiéndose el labio momentos después cuando lo miró de soslayo-. Mi sobrino y su consorte son lo más importante que tengo, mi única familia. No se atreva a cuestionarme jamás.
-¿Y cómo fue posible, Duque Kim?-, indagó Jungkook sin apartarles la mirada, cada vez más convencido de que HaeIn había dicho la verdad-. ¿Cómo fue que Min aceptó enviar de vuelta al príncipe YeonJun?
-No es un secreto para nadie, el amor que el Rey Min le tiene a Taehyung, su majestad-, decidió seguir molestándolo, encarecido a la idea de verlo perder la razón, y tal parecía que lo estaba logrando-. Por supuesto que dio una condición.
-¿Cuál?
-Tiene prohibido presentar al príncipe públicamente como heredero al trono de Sirgo, de hacer lo contrario, Percia nos declarará la guerra.
-¿Tiene el descaro de pedir algo así?- Jungkook se rió sonoramente, mostrando sus dientes frontales y achicando sus párpados-. Me ha robado a mi consorte por más de un año, ha proclamado a mi hijo como su heredero, ¿Y pretende que siga sus condiciones como si nada? ¿Es que acaso es imbécil? De una vez le digo, Duque Kim, que no estoy dispuesto a acceder a nada de eso, mi hijo está aquí, mi esposo también, ya no hay nada a lo que lo tema, llegaré hasta el final, sin importar las consecuencias. La traición se paga con sangre y hierro, y si tengo que ir a la guerra para proteger y mantener a salvo a mi familia, que así sea.
[...]
Antes de que el sol terminara de ocultarse por los volcanes del sur, Jungkook caminaba por los pasillos del ala oeste del palacio, aquel lugar que estaba destinado a la estadía de los príncipes y princesas durante su crecimiento, donde él mismo había pasado gran parte de su infancia acompañado de su dulce hermana, para después desenvolverse en soledad durante su adolescencia.
La tarde de ese día, después de aquel furtivo enfrentamiento que tuvo con el nuevo Duque de Céndia, había sido todo un caos, pues, aunque estaba decidido a enfrentar las consecuencias de una fatídica guerra al negarse a cumplir con las condiciones impuestas por el rey Min, debía primero hacer uso de aquellas alianzas que había forjado meses atrás para garantizar su victoria; comenzando con cierta dama cuyo susurro al hombre correcto podría hacer estallar el mundo, y culminar con la entrega de tierras y títulos a un médico extranjero que había puesto de su lado tras colocar a su único hijo como médico en jefe de la enfermería real, siendo éste el primer doncel en lograr una azaña como está.
Todo parecía estar colocándose en su lugar, pero, no podía simplemente confiar en la extraña suerte que estaba teniendo, así que también, se aseguró de abastecer los bolsillos de sus sirvientes para que guardarán su secreto hasta que decidiera dar la noticia del regreso de su heredero.
Oh, su pequeño heredero.
Su hermoso y pequeño príncipe al que había estado ansioso por ver desde que se separaron, ese niño llorón al que estaba a punto de tener entre sus brazos nuevamente.
Solo ese pensamiento bastó para que la pesadumbre de sus problemas disminuyera considerablemente, y sonrió lleno de felicidad cuando distinguió el conocido rostro de una mujer haciendo custodia frente a la puerta que creyó, estaba siendo ocupada por su hijo.
-Su majestad-, pronunció la mujer que había cuidado de él desde que llegó al mundo, su nana, Choi MiKyung, una anciana de edad avanzada, pero que fácilmente podría pasar como una mujer madura, pues el tiempo no había logrado pintar sus cabellos de blanco, y las arrugas en su rostro eran casi nulas-. Que gusto me da verlo.
El azabache corrió a sus brazos con efusividad, cuál niño pequeño reencontradose con su madre, pues realmente, esa mujer había formado parte de su vida con un papel invaluable, estando a su lado cuando necesitó el abrigo protector de una figura materna, que aunque su madre estuvo dispuesta a brindarle, no pudo hacerlo debido a sus tareas como consorte, y por supuesto, la negativa de su padre al creer que aquello le haría convertirse en un hombre débil.
Su nana fue la única que se mantuvo a su lado brindándole consuelo durante el duelo de su luto, y el verla ahí, esperando felicitarlo era lo único que le hacía falta para sentirse completamente pleno; pues Taehyung había decidido darle una nueva oportunidad para formar parte de su vida no solo como un esposo por contrato, sino como un matrimonio real, y su hijo estaba de vuelta, esperando a que cumpliera con su papel paternal.
-¿Dónde se ha metido?-, le preguntó aún sin soltar el menudo cuerpo de la mujer, quién dejaba caricias en su espalda-. Llevaba un tiempo sin verla por los pasillos.
-Mi nieta ha traído al mundo a su primer hijo, no podía perderme de algo como eso-, le respondió soltándose ligeramente de su agarre, mirándolo hacia arriba y posando sus palmas abiertas sobre sus mejillas mientras le sonreía con cariño-, pero he vuelto en cuanto me han contado la noticia, mi pequeño príncipe se ha convertido en padre y yo no lo sabía.
-He dejado de ser un príncipe, nana-, le reprendió con una sonrisa, colocando sus manos sobre las impropias.
-Para mí siempre será mi pequeño príncipe-, decidió ir en contra de él, pues parecía estar tan de buen humor que no se privaría de vacilarlo-. Aunque claro, ahora es su hijo quien ocupará ese lugar. ¡Estoy tan feliz! También me encuentro ansiosa por conocerlo. ¿Se parece a usted?
-Taehyung lo llevó en su vientre por nueve meses, pero es idéntico a mí-, lo había dicho con tanto orgullo y con una sonrisa enorme que la fémina no pudo evitar soltar unas cuantas lágrimas de felicidad.
-Dios santo, ha crecido tanto. ¿Qué ha ocurrido con el hombre que temía por el día en que debería convertirse en padre? Incluso desde niño renegó de la idea.
-Taehyung, nana. Taehyung fue lo que me ocurrió-, le respondió soltando un fuerte suspiro, y apartando la mirada hacia la puerta frente a ellos-. ¿Qué hace aquí afuera?
-Oh, eso...-, hizo una mueca que evidenciaba su disgusto-. Una mujer que se dijo ser la nana del príncipe me ha impedido el acceso a la habitación, pero me he mantenido atenta esperando por usted.
Jungkook juntó sus cejas con evidente molestia y desconcierto, pues él no sabía nada sobre aquella supuesta nana, y era una grosería que alguien osara negarle el acceso a la mujer que había criado al rey.
Tomando los hombros de MiKyung, el azabache por fin se decidió por entrar, dispuesto a reprender a quien sea que se haya atrevido a perturbar el noble corazón de su segunda madre, pero, apenas puso un pie dentro de la habitación, sus ojos capturaron una escena que desbordaba belleza. Taehyung se encontraba sentado en una mecedora, con una manta cubriendo sus piernas mientras sostenía con un brazo el cuerpo tranquilo de su hijo, dándole un biberón y mirándolo con amor absoluto.
A su lado, y de pie, una mujer que quizás logró ver al menos unas cuantas veces en el pasado, se dedicaba a mirar a Taehyung con el mismo cariño con el que él lo hacía.
Tristemente su presencia no pasó desapercibida por ninguno de los presentes, y ambos le dedicaron una mirada que lo hizo salir de esa burbuja donde solamente el castaño y su hijo existían.
-Su majestad-, saludó la mujer que se mantenía firme al lado de su esposo, quién le dio una sonrisa cerrada antes de volver a su tarea-. Es un placer verlo de nuevo.
Jungkook asintió sin más, no logrando recordar cuál era el motivo por el cuál había aparecido con tanta decisión, y siendo incapaz de formular palabra alguna; sus pies moviéndose hacía a su familia, como una necesidad, como su única dirección.
-Taehyung-, murmuró cuando estuvo frente a él, enamorándose aún más cuando tuvo la vista perfecta de los ojitos adormilados de su hijo, pegando su rostro lo más posible al pecho del castaño en busca de su calor corporal-. ¿Cómo te encuentras? ¿Ha sido difícil para ti hacerte cargo del príncipe?
-He tenido mucha ayuda-, negó con una sonrisa, elevando la mirada para encontrarse con sus orbes oscuros, que parecían explotar en emociones que jamás creyó ver en ellos-. Aunque he de decir que me encuentro un poco cansado, la resaca y las rabietas de ese pequeñín me han agotado por completo.
-Ya veo-, comentó dudoso y ciertamente ansioso por querer sostener a su bebé una vez más, lo cuál sería caótico dado que éste apenas estaba acostumbrándose a su nuevo entorno, al calor y aroma de su progenitor; arrebatarlo de sus brazos cuando se veía tan sereno, sería un pecado que no estaba dispuesto a cometer-. De hecho yo... quería presentarte a alguien, bueno, ya la conoces, pero me gustaría...
-Su alteza-, la voz de MiKyung interrumpió su repentino tartamudeo, y se inclinó hacia el doncel con cariño y respeto-. Soy Choi MiKyung, la nana de su majestad.
-La recuerdo-, le respondió suavemente, mirando de soslayo a su propia nana, quien miraba con cierto desagrado a la otra mujer-. Hacía bastante tiempo que no la veía.
-He vuelto en cuanto supe la noticia, hace un rato quería presentarme frente a usted pero alguien me ha impedido el paso.
Esta vez MiKyung le devolvió la filosa mirada a la otra anciana, creando una tensión que los menores no supieron romper.
-Ella se hará cargo de la crianza de nuestro bebé-, dijo finalmente Jungkook, ganándose una expresión de descontento por parte de Taehyung.
-En realidad yo quisiera que mi nana se hiciera cargo de él. Ella ha cuidado de mi familia casi toda su vida, y me parece conveniente delegar tal privilegio a la mujer que me vio crecer.
-Si me permite su alteza-, volvió a interponerse MiKyung, no dispuesta a rendirse ante los deseos del castaño-. Las mujeres de mi familia han servido a la realeza Jeon, por cinco generaciones. No hay nadie más en este reino que esté mejor capacitada que yo para llevar la tarea de crianza y educación del Gran Príncipe YeonJun.
-Si de experiencia ancestral se trata, mi familia ha educado a todos los duques de Céndia, no solo por cinco generaciones, sino que por ocho-, está vez fue Kim YoungOk quien habló, mofándose orgullosa por la mueca que la otra mujer mostró-. El consorte es el encargado de tomar las decisiones sobre la educación de sus príncipes. No sea imprudente y acepte los deseos de su rey.
-Nana-, murmuró Taehyung repentinamente acalorado por esa guerra silenciosa que dio lugar entre ellas-. Agradezco su oferta, señora Choi, pero...
-Me parece que mi nana es la mejor opción Tae-, intervinó Jungkook con un tono ansioso-. La señora Choi sabe todo sobre los protocolos del palacio, y aunque YeonJun aún es pequeño, sé que ella sabrá sobrellevar la situación y convertirlo en un digno heredero al trono.
Para este punto Taehyung ya comenzaba a molestarse por la insistencia de su esposo y la imprudencia de su nana, pues sí bien, él sabía que ella sería la persona adecuada para estar al cuidado de su hijo, no dejaba de desconfiar en el personal del palacio, y por supuesto, a todos aquellos que aún mantenían su lealtad a los Jeon.
-Por favor retirense-, ordenó el doncel con dirección a las mujeres, quienes después de ver a Jungkook asentir, salieron de la habitación entre pequeños empujones y maldiciones murmuradas-. Creí que era una de mis tareas el hacerme cargo de todo lo relacionado con mi hijo-, está vez se dirigió a su esposo, quién tomó asiento en un pequeño sofá frente a él, una vez que estuvieron solos-. No me pareció correcto cómo anulaste mi autoridad frente a esa mujer.
-Es mi hijo también-, suspiró con sus manos traviesas recorriendo su castaña cabellera, para después acariciar el apacible y angelical rostro de su hijo, quién se había perdido en un sueño tan profundo que no despertó pese al tono elevado de su conversación.
Taehyung se perdió en sus palabras por un momento; sus ojos se enfocaron en su hijo, en su negro cabello y su blanca piel, afirmando el linaje del que provenía; también, se fijó en las gentiles caricias que el monarca dejaba sobre su rostro, reconociéndolo y arrullandolo; era evidente lo mucho que Jungkook deseaba desempeñar su papel como padre en la vida de YeonJun, pero no pudo evitar sentirse ofendido por su repentino y drástico cambio.
Jungkook se había enterado mucho tiempo antes que él, de la llegada de su hijo, y fue cuando quiso darle la noticia que vio su mundo derrumbarse a sus pies. En aquel entonces, el azabache no se tentó el corazón para herirlo de la manera más cruel, y tampoco le importó la presencia de ese pequeño ser formándose en su vientre; por ese motivo el que intentará interponerse en sus decisiones le causaba una incómoda molestia en el pecho.
-Sé que es tu hijo, por Dios si no lo sé; pero he sido yo quién sufrió un parto de más de quince horas para traerlo al mundo, quién soportó el cambio de mi cuerpo y quién cuidó de él desde que lo tuve entre mis brazos. Tú no estuviste a nuestro lado cuando más necesitamos de ti, no lo viste nacer, y tampoco sufriste las noches en vela por su incesante llanto-, su voz se comenzó a fragmentar hasta el punto en el que solo sollozos salían de sus labios y Jungkook no tuvo más remedio que dejar a un lado a su príncipe para acudir como un manto reconfortante hacia él-. Y quizás no es momento para discutir sobre aquello, dado que recién comenzamos a entendernos, pero no puedes pretender actuar como un padre, cuando desde un inicio renegaste de su presencia. Eres el hombre que lo plantó en mi vientre, creo que eso ha quedado más que claro, pero te hará falta esfuerzo para tener el privilegio de ser su padre. Lo único que pido a cambio de tu ausencia es que me permitas criarlo. Es mi bebé, él es lo más hermoso que tengo, lo único que es realmente mío; no pretendo negarte tu derecho, tampoco apartarte de él, pues no solo eres su padre, sino que también nuestro rey y puedes hacer lo que te plazca, pero no con mi hijo, nunca con él, al menos eso me debes.
El azabache asintió sin más, con sus ojos llenos de lágrimas que no se permitió soltar; las consecuencias de sus equivocaciones sintiéndose cada vez más reales, como una enorme montaña que oprimía su pecho hasta impedirle respirar con normalidad.
-No ha sido mi egoísmo lo que me ha movido a proponer que la señora Choi cuide de él, sino un sentimiento de agradecimiento y cariño por los años que cuidó de mí. Lamento si te he ofendido, y prometo que no volveré a interponer mi voluntad en asuntos que están bajo tu criterio-, respondió lo más tranquilo que pudo, tragando el nudo en su garganta para mostrarse fuerte, pero mirándolo con pena, en un intento por transmitir cuan arrepentido se sentía-. Y respecto a lo otro... yo... no sabes cuánto me arrepiento de todo lo que te hice. Lo que he dicho está mañana es verdad, deseo hacer las cosas bien, y aunque sé que tendré que esforzarme en demostrar con acciones lo que mi boca ha dicho por mi corazón, quiero darte la certeza de que todo cambiará, y no hace falta discutir sobre esto, pero agradezco que me seas sincero. Confío en ti, y en tu buen juicio.
Jungkook había sostenido su mano libre con fuerza, mientras que su cuerpo lo cubría en un abrazo lleno de calidez, misma que actuó como calmante a los tormentos de su alma.
-Si lo dices de ese modo, me haces parecer una bestia sin corazón-, se burló soltando una risita-. Estoy siendo un poco injusto contigo. ¿Te parece que sean ambas quienes cuiden de este pedacito de cielo mientras yo no estoy?
-Lo que tú digas se hará-, concedió besando el dorso de su mano, y volviendo su atención a su hijo-. Es bastante tarde. ¿Lo acostarás ahora? Tú también necesitas descansar, no dormimos mucho anoche.
Sus palabras provocaron un sonrojo en las mejillas del doncel, quién amplió los ojos por el repentino pudor que sintió al recordar lo que había sucedido antes de la llegada de YeonJun. Y es que todo había sido tan rápido, tan precipitado que no le dio tiempo de procesar todo lo que estaba por suceder, todo lo que cambiaría a partir de su decisión.
-Mi nana me dijo que sería prudente hacerlo dormir a mi lado el tiempo que necesite para adaptarse a mí nuevamente-, atinó por evadir sus pensamientos concentrándose únicamente en su niño, mordiéndose el labio con nerviosismo y mirando a cualquier parte de la habitación para no perderse en los ojos que parecían no querer despegarse de él-. Cuando era más pequeño, estuvo a mi lado todo el tiempo, incluso la presencia de la señorita HyeRi fue rechazada por él durante varias semanas, pero pronto comprendió que yo no podía alimentarlo correctamente, y bueno, tuvo que acostumbrarse a su presencia.
La mención de aquella señorita provocó cierta curiosidad en el azabache. Al mirar hacia atrás y recordar cómo acontecieron los hechos aquella vez que venció sobre Min, le pareció extraño, pues todo había salido de acuerdo a su plan, sin tapujos o sorpresas. Quizás no haya sido mera coincidencia encontrarse con la persona correcta en el momento indicado.
-¿Cómo fue tu vida después de...?-, guardó silencio, no siendo capaz de pronunciarlo en voz alta-, ¿Fuiste feliz?
Y esa era una de las tantas preguntas que deseó hacerle desde que lo volvió a ver, porque algunas noches llegó a considerar la idea de enviarlo de vuelta a Percia, de dejarlo en libertad si es que su felicidad se encontraba en otro sitio.
-Yo jamás he sido verdaderamente feliz-, le respondió con franqueza, soltando un suspiro lleno de pesadumbre-. Cuando lo conocí, aquella vez en el salón del té, creí serlo. El día de nuestra boda, y cuando me enteré de que mi vientre albergaba nueva vida, quizás esos cortos momentos fueron los más felices de mi vida. Cuando YeonJun nació, yo me encontraba en una pequeña cabaña en el centro del bosque, con el corazón hecho pedazos y mis ilusiones perdidas en el cielo. Estaba sólo, hasta que lo tuve entre mis brazos, tan pequeño, hermoso, frágil y llorón, con sus ojitos mirándome fijamente como si yo fuera el centro de su universo, como si solo yo existiera para él. En ese entonces yo lo odiaba tanto que el saber que él era hijo suyo me hacía querer desaparecer, pero otra parte de mí, lo amó desde siempre, y fue esa pequeña parte la que se convirtió en combustible para poder seguir, para querer vivir. Tal vez no he tenido la oportunidad de sentirme pleno, pero siempre logro estar en paz cuando lo tengo a mi lado; quizás él es lo más cercano que tengo a la felicidad.
-Has sufrido mucho, pequeño pétalo de jazmín, he frenado tu primavera y te he condenado a un invierno eterno.
-Si lo deseas, sé que podrás convertir la nieve en primavera...
Después de aquellas dulces palabras, y una batalla librada contra el incesante revoloteo que se instaló en su pecho, Jungkook unió sus labios en un beso que distaba de pasión y deseos carnales, sino un anhelo por lograr conquistar su alma. Su intimidad durando tan solo unos instantes pues ninguno pudo hacer caso omiso a la presencia del infante dormido, quien comenzó a removerse incómodo cuando el azabache lo apretó en medio de ambos.
Compartiendo dulces caricias y besos fugaces, se dirigieron a la habitación del doncel, donde las sirvientas ya habían colocado el colecho del príncipe, bajo las órdenes de la nueva nana real, Kim YoungOk.
-Espero que pueda descansar-, Taehyung fue el primero en romper el silencio cuando estuvieron frente a la puerta volviendo a la formalidad en la que se sentía seguro cuando estaban frente a alguien más, en este caso, siendo los guardias que custodiaban la entrada a sus aposentos-. Pude notar que su habitación es un poco fría por la noche.
-Incluso la montaña más helada puede parecerme cálida cuando tú estás a mi lado-, respondió con dulzura, acariciando su rostro con la punta de sus dedos, recorriendo su tersa piel hasta llegar a su cuello marcado-. Es tu cuerpo y presencia, tu dulce rostro y tu melodiosa voz lo único que me permite conciliar el sueño. ¿Podría... dormir con ustedes está noche?
Taehyung estuvo a punto de asentir y abrir la puerta para invitarlo a pasar, pero se negó, no permitiendo que sus deseos nublaran su juicio nuevamente.
-Lo que ocurrió entre nosotros anoche se repetirá las veces que yo lo desee, y hoy, solo me apetece dormir abrazado al cuerpo de mi príncipe.
-Jamás creí que llegaría a sentirme celoso de mi propio hijo-, Jungkook dejó escapar una risita nasal, mordiéndose el labio inferior y asintiendo desganado alejó sus manos de su cuerpo-. Ya he soportado la ausencia de tu calor por un largo tiempo, una noche no es nada comparada a la vida que nos espera juntos. Descansa, cariño mío, disfruta de tu tiempo a solas, porque te advierto que en cuanto me permitas entrar de lleno a tu vida, no podrás apartarte de mí.
-Es usted un esposo muy entregado a su consorte, majestad-, le regaló una sonrisa pícara, y aún con su hijo en brazos se impulsó hacia arriba para alcanzar a rozar sus labios-. ¿Perderse en mis centros lo hicieron perder el juicio?
-No hay nada que disfrute más que fundirme en tu piel, pequeño doncel descarado-, murmuró antes de darle un mordisco a su labio inferior, provocando que el doncel se quejara y abriera la boca ligeramente; acto que fue aprovechado por el monarca para ingresar su audaz lengua en el interior de su boca-. Entra ahora, Taehyung, aléjate de mí antes de que pierda la razón.
Jadeante y repentinamente excitado el doncel se alejó de su rostro, no sin antes dejar un beso fugaz sobre el lunar que descansaba debajo de su labio.
-Descanse, su majestad, lo veré por la mañana.
-Buena noche, cariño mío- le respondió con una sonrisa, acercándose hasta su hijo para dejar un casto beso sobre su frente-. Dulces sueños para ti también, pequeño príncipe.
Aunque ninguno de los dos deseaba separarse del otro, entraron a sus respectivas habitaciones con sus corazones latiendo acelerados y una sonrisa enamorada por lo bien que parecían congeniar después de tanto sufrimiento.
Quizás ese sea su momento para poder vivir en plenitud, y experimentar por primera vez lo que era la felicidad, una que sólo podrían conocer estando juntos, formando una familia que desde siempre estuvieron destinados a ser.
[...]
Taehyung jamás fue alguien que duermiera a profundidad como algunas personas que conocía; desde muy pequeño comenzó a sufrir de insomnio y las escasas ocasiones en las que lograba dormir apenas tocar la almohada, era cruelmente despertado por algún ruido en su ventana, o, ante la presencia de su padre que iba a visitarlo después de una larga jornada de trabajo.
Cuando YeonJun nació, aquel padecimiento se hizo más fuerte. Al ser padre primerizo y sin una guía congruente y experimentada en el tema de la "maternidad" se levantaba en cuanto su pequeño bebé se removía entre las sábanas, y era aún peor cuando lo notaba quieto por un largo periodo de tiempo, exaltandose al pensar que quizás había dejado de respirar.
Esa noche después de aquel dulce encuentro con su esposo, el doncel pudo dormir tranquilo, abrazando el cuerpo de su hijo quien había aprendido a dormir de filo durante la noche, pero no fueron sus lloriqueos los que lo despertaron de aquel plácido sueño, sino que, gritos, murmullos y cristales cayendo estrepitosamente sobre el suelo, le arrebataron la calma, provocando que se levantara rápidamente mirando a su alrededor con evidente pánico.
Al notar que no había peligro al que temer, se acercó hasta la puerta del pasillo, encontrando ahí el sonido que, aunque se reproducía con mayor intensidad, se notaba alejado.
Colocándose un abrigo y zapatos de noche, salió apresuradamente de la comodidad de su habitación, no sin antes pedirles a los guardias que despertarán a la nana del príncipe para que cuidara de él, mientras salía de expedición; comenzando guiarse únicamente por las vibraciones sonoras de aquel llanto que parecía desgarrador aún desde la distancia.
Después de varios minutos andando, fue que dió con el epicentro del escándalo, siendo éste, el lugar de descanso de su insufrible cuñada.
Las puertas entreabiertas dejaban a sus curiosos ojos recorrer la habitación por completo, mirando como las sirvientas a su cuidado y los guardias a su alrededor, se mantenían impasibles, estoicos en sus puestos, como si fuera cosa de todos los días soportar aquellos arrebatos por parte de la monarca.
Taehyung ya conocía lo poco tolerante que era la mujer, así que estuvo a punto de darse la vuelta y regresar sobre sus pasos, pensando en que no era su problema socorrer a esa pobre alma corrompida; pero su humanidad y simpatía, le jugaron en contra una vez más. Soltando un fuerte suspiro, alisó con fuerza su camisón, colocó correctamente su abrigo, cerrándolo por el pecho, y se adentró en la habitación sin siquiera anunciarse o emitir palabra alguna, pero no pudo encontrar rastro de la mujer que hace tan solo un instante se encontraba tumbada en suelo, en su lugar, pudo distinguir un par de vasijas rotas, las sábanas de su cama completamente revueltas, y un pequeño rastro de sangre viva que lo guiaron hasta un pequeño balcón, donde sus sollozos continuaban latentes.
Dando pasos lentos y dudosos, se acercó hasta ella, encontrándola enseguida, recargada sobre el barandal de piedra, llorando con el rostro escondido entre sus manos manchadas por la sangre que desprendían las heridas de sus pies, mostrando una imagen tan rota que le fue imposible no reflejarse en ella.
Después de un momento en el que su llanto se apaciguó medianamente, el castaño se plantó a su lado, y en un intento absurdo por consolarla, miró en la misma dirección en la que la pelinegra tenía la mirada perdida.
El jardín de jazmines, que ahora yacía carbonizado, fue el punto de reunión de dos almas quebrantadas por un cruel destino, y Taehyung se sintió terriblemente culpable por ello.
-¿Estás satisfecho?-, inquirió la fémina con la voz áspera características de ella, dejando al doncel bastante desconcertado por su repentina acusación-. Por fin has logrado deshacerte de mí. Mi hermano me ha ordenado abandonar el palacio y me ha prohibido regresar a mi hogar. ¿Estás feliz?
-Yo no he interferido en ello-, respondió con simpleza, quitándose su abrigo para colocarlo sobre los hombros de la mujer, pues se encontraba vestida únicamente con su camisón, pese a la terrible tormenta helada del invierno-. De cualquier forma, en algún momento tendría que haber regresado a su reino. Una nación no puede mantenerse firme con la ausencia de su madre.
YeJi lo miró de soslayo antes de estallar en una risa agria que le erizó la piel al doncel.
-Tenía solo doce años la primera vez que él me tocó... me refiero a mi esposo, claro-, su rostro sonriente se transformó en una mueca llena de ira contenida, obligándose a callar su risa para lamerse los labios resecos por el frío-. Tan solo dos días después de que me llegará el primer sangrado. No dejó de hacerlo hasta que quede en espera del primer príncipe-, Taehyung tembló en su lugar, no siendo el frío que le calaba los huesos por estar a la intemperie de la noche, sino por la melancolía con la que habían salido sus palabras-, Jamás esperé mucho de él, ¿sabes? Aunque al inicio era ridículamente dulce, mi rey terminó convirtiéndose en un asqueroso monstruo de piedra. Y no paró, no se detuvo en ningún momento; por más que le suplicara él no lo hacía. Me echaba en cara que mi padre me había vendido por nada, que ni siquiera mi familia era capaz de quererme lo suficiente como para esperar a que madurara. ¿Por qué debía hacerlo él? Tuve ocho hijos, uno tras otro, sin darle descanso a mi cuerpo para recuperarse, hasta que por fin me dejó sin la posibilidad de engendrar. Gracias al cielo-. El castaño la miró contrariado, sofocado por la información tan cruel que estaba recibiendo, pero mirándola con duda, pues él sabía de la existencia de seis príncipes-. Solo seis de mis hijos portan el apellido de su padre, y viven cómodamente en el palacio-, le respondió a su duda silenciosa, arañandose el pecho por el melancólico recuerdo-, las dos restantes fueron niñas, a las cuales solo pude ver brevemente después del alumbramiento, porque él me las arrebató, argumentando que no eran hijas suyas, que él, solo podía traer varones al mundo. ¿Ridículo, no crees? El imbécil me ha mantenido encerrada en una habitación sin la posibilidad de convivir con alguien más que no sea él. Yo no tenía nadie a quién acudir, nadie que pudiera salvarme. Estaba sola, casada con un maldito abusador que se robó toda mi vida. Catorce años de matrimonio me han convertido en esta burla de persona, en este saco usado que no es capaz de generar en alguien, algo más que asco y repudio. Por eso te envidio, por eso te odio; porque al menos tú, tuviste la valentía de terminar con la miseria en la que mi hermano te hundió. Porque no fuiste forzado a dar a luz a los hijos del hombre que más odias. Porque a pesar de las cicatrices que él talló sobre tu piel, lograste que cambiara. Estuve tan aliviada cuando supe de tu muerte que quise intentar ser como tú, volar por los cielos como lo hiciste tú, pero no soy tan valiente, no pude abandonar mi dolor, porque es lo único que tengo, lo único que me hace sentir viva.
-Elegir morir no es valiente, su alteza-, se atrevió a decir el castaño, acariciando con sus manos la marca marrón sobre su cuello, esa que dejaba en evidencia su intento por abandonar el mundo-. Siempre creí que no podía haber alguien más desdichado que yo, y comprendame, soy un doncel en un mundo donde somos repudiados por nuestra antinatural esencia. Su hermano ha sido el peor de los canallas, incluso me abandonó después de nuestra noche bodas, y se burló de mi amor y confianza en nuestra alcoba. Aquel recuerdo se ve tan lejano en mi memoria, que me parece irreal que haya sido hace solo dos años atrás. No fuí valiente al colgarme de esa soga, pero lo fuí cuando decidí vivir, cuando el ángel de la muerte me dio una segunda oportunidad, cuando vi el rostro de mi hijo, y a mi familia llorar mi muerte. Usted es mucho más valiente que yo, y créame, la comprendo, de cierto modo lo hago. Sí usted lo desea, puedo ayudarla a escapar. Actuaré como el ángel de la muerte y le daré una segunda oportunidad, solo tiene que pedírmelo.
YeJi sorbió su nariz, girando su cabeza hasta poder quedar cara a cara con el doncel, quién la mirada con empatía. Sus ojos acuosos por sus lágrimas pronto se movieron hasta la unión de sus manos, una que lejos de parecer helada, fue cálida y reconfortante. "No estás sola" y por primera vez en su vida se sintió acompañada, se sintió motivo de algo más que deseo y repudio, por primera vez fue una mujer comprendida.
Taehyung era más joven que ella, pero indudablemente era valiente, las circunstancias que su hermano le obligó a vivir, fueron solo obstáculos que superó con agilidad, y tal vez deseó ser un poco parecido a él.
Una pequeña chispa de esperanza se encendió en su interior, y sin dejar de mirar sus manos, correspondió a su agarre, esperando que no la soltase, que la sostuviera.
»Sálvame por favor...«
-Lo deseo-, murmuró con la voz entrecortada-. Deseo ser valiente.
La dulce sonrisa del doncel entró como un manto a su pecho, y no se negó al abrazo que éste le brindó, perdiéndose en su aroma floral, y sellando esa amistad que comenzaba a florecer entre ellos.
-Preparé sus baúles, alteza. Esta noche el ángel de la muerte le dará una nueva oportunidad...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro