Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

32| JAZMÍN EN FLORACIÓN

En cuanto sus ojos se abrieron dejando atrás el plácido mundo de los sueños, su brazo se movió por mera costumbre hacia el otro lado de la cama, encontrando nuevamente ese espacio vacío a su costado. Desconcertado, talló sus ojos con sus manos, intentando despabilarse por completo; mareándose por el abrupto movimiento y sintiendo sus sienes punzar de dolor debido a la embriaguez a la que se sometió. Aún con su cuerpo cansado, y la comida regresando hasta su garganta, el monarca no pudo evitar sentirse reconfortado cuando las imágenes de lo sucedido el día anterior chocaron contra su pecho una tras otra, sin darle tregua.

Desde que pidió tomar su mano y guiarlo al pueblo, donde compartieron vivencias inimaginables, sus almas parecieron conectar nuevamente, y su pasado quedó sepultado debajo de la tierra; su sonrisa, y esa manera tan viva con la que se movía y hablaba, su cabello revuelto por el viento, y esos ojos que suplicaban salvación. Aún podía sentir sus labios danzar sobre su piel, sus manos punzaban ante la memoria de su suavidad, y su virilidad, continuaba sedienta de su humedad. Lo amó como nunca, le entregó todo y más de él, besó sus labios hasta casi romperlos y lo hizo suplicar por más de sus caricias. Todo lo que alguna vez pudo desear se hizo realidad en esa fría tarde de invierno, pero ahora, su almohada era su única compañía, y el silencio, su absoluta certeza.

Tragando en seco, Jungkook se levantó de su cama, y apenas enfocó su vista en el suelo, pudo encontrar las prendas de su consorte regadas por todo el lugar; sus zapatos, su camisa, e inclusive, su ropa interior. Lo que le terminó de confirmar, que no había tenido un sueño húmedo, sino que, realmente había tomado como suyo al dueño de su corazón.

Una sonrisa se pintó en su rostro, estúpida e ingenua por saberse vencedor en esa guerra que él mismo comenzó. Tocó la campanilla que colgaba del dosel de su cama, y las sirvientas entraron a toda prisa, recogiendo las prendas olvidadas del suelo, como si supieran con antelación que las encontrarían por ahí; al igual que, le entregaron un cuenco de sopa caliente que solía tomar sin falta después de una noche de tragos.

Era más que evidente que Taehyung había dado la orden de llevarle el desayuno junto a esa medicina; y fue por ese motivo que se negó a recibir su baño matutino, simplemente optó por vestirse apresuradamente; demasiado ansioso por iniciar esa nueva vida, por caminar junto a él, el sendero que prometía prosperidad y absoluta felicidad.

-¿Dónde está Taehyung?- preguntó finalmente, saliendo completamente vestido del biombo en la esquina de su habitación, luciendo desalineado por la premura que tenía por partir.

-En sus aposentos, majestad...

-Díganle a la reina madre que no se moleste en venir hasta aquí-, se apresuró a decir, sabiendo de sobra que su madre ya estaría enterada que compartió la cama con su esposo-. Pídale al notario Real, que prepare el documento que anule por completo aquella absurda regla. Mi consorte podrá entrar a mis aposentos el día que le plazca y a la hora que sea.

-Si me permite...

-No-, interrumpió tajante-. No aceptaré ninguna opinión. Hagan lo que les he dicho, y preparen una reunión con mi hermana. La veré antes de caer la noche en el salón trasero.

Jungkook no les dio tiempo de hacer o decir nada más, su autoridad y esa presencia imponente actuando como sedante ante la imprudencia; o en este caso, una advertencia para la adversidad que todos sabían que vendría, pues el azabache se movió con urgencia por el interior de las habitaciones, irradiando plenitud, sin saber, que del otro extremo de la enorme construcción, se encontraba Taehyung en una posición bastante comprometedora, con un hombre de dudosa moral, y un historial tan manchado como el del mismo Rey.

Los aposentos, tanto del consorte, como del monarca, estaban conectados por la habitación marital en el medio, esa misma que fue dejada al olvido la noche anterior cuando decidieron unir sus cuerpos nuevamente, y que en ese momento, le sirvió a Jungkook para minimizar las habladurías por parte de su personal, y por supuesto, evitar la cantaleta que su madre le daría.

Sí bien el azabache se sentía ansioso por encontrarse con el rostro de su esposo, le costó bastante tiempo armarse del valor necesario para cruzar por la puerta, lo meditó por un largo rato, incluso acabó con las uñas de sus dedos, pues la incertidumbre parecía querer comérselo desde adentro.

¿Querría verlo después de lo sucedido?

No lo sabría si no lo intentaba. Tomó una fuerte bocanada de aire, apretando su diestra en la manija de oro, y con suma delicadeza abrió la puerta blanca hasta dejar un pequeño espacio para poder mirar el interior de la habitación.

Lamentablemente, tras asomarse cuál niño travieso en un lugar prohibido, Jungkook se encontró con una escena poco grata para su pobre corazón. La boca se le secó por completo y sus músculos se tensaron tanto que le fue imposible hacer algún movimiento. Sus ojos se llenaron de sal, y sus memorias evocaron un remolino de angustia y arrepentimiento.

¿De que le servía llorar? ¿Qué ganaba con arrepentirse?

Su mirada ahora nublada, se mantuvo firme en las expresiones de su doncel, sintiendo su corazón deshidratarse hasta que únicamente quedó un montículo rugoso incapaz de latir, careciendo de sangre y vitalidad que solo ese joven de cabellos castaños y aroma fresco podría regresarle.

Parecía como si el mundo se hubiera sacudido, como si los cimientos que sostenían su valía y propósito se desmoronaran lentamente para derribarlo. La felicidad que había sentido hace tan solo unos cuantos minutos atrás reduciéndose a cenizas esparcidas en el viento, un efímero momento que no sería capaz de recordar sin sentirse miserable.

»Date la vuelta«.

Suplicó en su mente, mordiéndose el labio inferior con tanta fuerza que la sangre brotó de este, callando de se modo los sollozos que amenazaban con salir. Sus nudillos se tornaron blancos ante la fuerza que ejerció sobre la manija dorada, no logrando regular su respiración acelerada.

No comprendía del todo lo que estaba sucediendo, pues bien podría tratarse de un malentendido, un juego provocado por su mente para hacerlo flaquear y desistir de esa tormenta en la que parecía no querer dejar de llover.

»Por favor, mi amor, date la vuelta y mírame«.

El sueño que tuvo fue idílico, mágico e inalcanzable; sus esperanzas habían crecido tanto y tan alto como el cielo mismo, pero ahora sabía, que no importaba cuanto se esforzará en alcanzar el sol, siempre terminaría quemándose en el intento. Sus malas desiciones y su pasado, actuaban como grilletes, como una ancla pesada que lo hundía en lo más profundo del mar, en un lugar oscuro y frío donde su almohada era su único consuelo.

Aquel 12 de abril permanecería marcado en su mente, alma y corazón por el resto de su vida, incluso creía que ni la muerte podría arrebatarle la agonía.

Recuerda perfectamente el rostro dolido de Taehyung cuando lo encontró en aquel almacén, sus lágrimas, la decepción en su mirada, y el dolor en su semblante.

¿Así se sentía ser traicionado por la persona que amas?

¿Por qué quería desaparecer?

Ahora lo entendía. Los celos y el dolor eran egoístas, y al parecer, lo único que podía sentir en ese momento.

Taehyung seguía ahí, sentado con una enorme sonrisa, con su bata resbalando cada vez más por sus hombros desnudos y marcados por sus besos, y Jung HaeIn, contándole algo que realmente no alcanzaba a escuchar; acariciándole el cabello y tomando sus manos de vez en cuando.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Quizás el licor fue el responsable de aquel desliz. Tal vez, Taehyung jamás se habría entregado a él si no fuera por su poca voluntad y racionalidad. O simplemente, no le importaba en lo absoluto que incluso rompió todas las reglas para mantenerlo a su lado.

¿Qué le faltaba? ¿Qué más necesitaba hacer para merecer su perdón?

Había hecho todo lo que podía, pero nada parecía ser suficiente.

Al no saber controlar el huracán de emociones instaladas en su pecho, el monarca se sintió incendiar por dentro, quemándose en carne viva al saberse burlado de la misma forma en la que él alguna vez lo hizo.

Muy dentro de sí, sabía que no tenía derecho a reclamar algo, no tenía la cara para enfrentarlo y reprocharle por esa falta, porque él lo hizo una infinidad de veces, dentro de su habitación, en su propia cama y con personas que el doncel conocía. Pero, con lo que él pudo escudarse ante el dolor, fue que al menos, no amó a ninguna de esas mujeres con las que se acostó, sin embargo, Taehyung aprecia tenerle cierto afecto al hombre frente a él, como si realmente le emocionara verlo, escucharlo y recibir su tacto.

¿Lo había perdido antes de siquiera volver a tenerlo?

En medio de su rabia y ese mar de incógnitas destructivas, fue capaz de recordar algo que tenía bajo custodia desde que rescató al doncel de Percia, y finalmente todo cobró sentido.

Intentando no ser descubierto antes de tiempo, cerró la puerta con la misma delicadeza con la que fue abierta, recorrió la habitación marital con premura hasta llegar a sus propios aposentos, y se ensimismó en encontrar esas cartas que había hurtado de aquel palacio con la intención de doblegar a la corona de Percia.

J.H.

Las iniciales le dieron vueltas en la cabeza como una mala melodía, resonando con tanta fuerza e insistencia que sus piernas perdieron la fuerza.

¿Cómo pudo olvidarse de algo tan importante?

Taehyung fue alguna vez llamado por el nombre de Kim Vante. La musa que inspiró al autor de esas cartas, a miles de palabras de añoranza y deseo pasional.

Su instinto no fallaba, sus conclusiones parecían ser una verdad absoluta. El nombre de ese hombre de cabellos castaños, no sólo encajaba perfectamente con firma en el papel; sino que también, tenía fácil acceso al palacio, y mantenía una relación estrecha con su consorte.

Jung HaeIn debía ser el padre de aquella criatura que su esposo perdió en las minas; y quizás también fue él quién pidió ayuda a Percia para salvarlo de la muerte...

Todo embonaba a la perfección, cuál rompecabezas sin piezas faltantes.

Más herido que al inicio, sus manos viajaron hasta sus cabellos, jalando estos hacia arriba al no poder contener su ira.

Le habían visto la cara de manera ridícula. Se burlaron a sus espaldas y no parecía haber remordimiento alguno en ellos.

Su orgullo y ego varonil, se vieron terriblemente heridos por la traición, y sin poder medir las consecuencias, o siquiera detenerse a pensar con claridad, se levantó del suelo, limpió el resto de sus lágrimas con el dorso de su muñeca y regresó sobre sus pasos.

Cuando terminó recorrer la habitación marital, y aquella puerta de madera blanca brilló para él nuevamente, no se molestó en ser sutil, al contrario, se abrió paso por el umbral dando un fuerte portazo; caminando en largas zancadas y bufando en dirección al hombre que apartó su mano del rostro de su consorte cuando notó su presencia.

-Su majestad.

Taehyung por su parte, solo pudo cubrirse el pecho con nerviosismo, bajando la mirada como un viejo reflejo de sumisión, reaccionando de esa manera al ver el rostro colérico de su esposo, avergonzado por la escena tan poco confiable en la que fue encontrado.

- ¡Levántate! -, ordenó el monarca con la voz firme hacia el hombre castaño, quién obedeció con una sonrisa socarrona en su rostro. Aquel acto logró enfadar aún más al azabache, quién tomó con fuerza el cuello de la camisa ajena, levantándolo en el aire para poder mirar mejor su rostro -. Explícame que significa todo esto.

- Solo he venido a visitar a su alteza.

Jungkook apretó la mandíbula por su osadía, y arrojó contra su rostro el montón de cartas firmadas con sus iniciales.

-¿Te has atrevido a tocar a mi consorte?-, aunque su tono era interrogante, bien sabían que no esperaba una respuesta-. No solo te has estado burlando de tu Rey, sino que también osas ultrajar la pureza de mi esposo en mi propio palacio. ¡Maldito canalla!

-Jungkook, por favor...- Taehyung enmudeció cuando fue objetivo de su ira, pero aún así, se levantó de su asiento para intentar tomar la mano del azabache-. Esto es un malentendido, no ha pasado nada entre él y yo...

-¿Por qué me mientes?-, reprochó esquivando el tacto del doncel, soltando sus lágrimas retenidas mientras apretaba con más fuerza el cuello del hombre, estrangulandolo hasta que su rostro comenzó a pintarse de violeta, y sus uñas se enterraron en su brazo, en un intento débil por zafarse-. ¡No seas tan descarado, por Dios! ¿Vas a negarme que este hijo de puta es el padre de ese niño que perdiste? ¡Dímelo Taehyung! ¿Lo niegas?

El aludido se sofocó cuando vio a HaeIn caer al suelo, tosiendo por la falta de oxígeno y sobándose la zona maltratada con evidente rencor; pero toda su atención volvió a posarse sobre su esposo, quién caminó los pocos pasos que los separaban hasta que pudo sentir su irregular respiración chocar contra su rostro. Cientos de escenarios y recuerdos lo abrumaron hasta que dejó de respirar, apretando las manos sobre la bata, al saberse acorralado, y sin ninguna salida de escape.

-Lo niego-, respondió sin más, levantando la mirada con valentía engañosa, intentando ocultar el medio que sentía.

El Rey suspiró una risa, y mientras asentía tomó una de las cartas que habían caído al suelo para empujarla sobre el pecho del castaño.

-¡Entonces dime quién es, carajo!-, exigió elevando tanto la voz que las venas de su cuello y frente se hicieron presentes-. Independientemente de nuestros problemas, soy tu esposo y tu Rey. Has jugado con mi corazón y burlado mis intenciones. Me traicionaste Taehyung, lo único que pido es saber el nombre de ese cabron. ¡Dímelo ahora antes de que lo ejecute!

Preso del miedo, Taehyung miró a HaeIn tumbado en el suelo, quién parecía igualmente temeroso de la furia de su majestad, pero completamente en silencio, simplemente siendo espectador del espectáculo y esperando a ser condenado.

La visita del hombre, tenía fines informativos, pues durante su charla, le contó sobre su visita al reino vecino, las dificultades a las que se estaba enfrentando, y por supuesto, una excusa por parte del Rey pelirrojo, quién no pudo responder sus cartas debido al ajetreado movimiento que provocó su partida.

Las cartas eran suyas, pero el remitente estaba equivocado. Si se negaba a hablar, ese hombre inocente sería condenado a la muerte, y toda su familia se vería afectada por los cargos de alta traición; pero si lo hacía, y le daba el nombre que su esposo anhelaba escuchar, el verdadero autor de esas palabras que lo consolaron en su estadía en Percia, sufriría consecuencias mil veces peores.

-No tiene derecho a reprocharme nada-, prefirió decir en cambio, murmurando dudoso y atormentado.

-¿Qué?-, inquirió el monarca con escepticismo, sintiendo su alma fragmentarse en millones de pedazos.

-¿Cómo se atreve a reprocharme algo que usted hizo infinidad de veces antes?-, está vez habló con más firmeza, gritando y llorando por la rabia que sintió al recordar aquella noche-. Yo lo ví con ella, lo ví entregándose a ella. ¿¡Y me señala por una charla!? ¿Me acusa por unas cartas de las cuales no tiene certeza que me pertenezcan? No sea descarado.

-¿De eso se trata todo esto?-, preguntó con ese cosquilleo de arrepentimiento en su pecho, queriendo frenar en ese momento para no cometer otra estupidez que empeorará más su relación con el domcel-. ¿Me has engañado con este imbécil por venganza? ¿Te acostaste con él para hacerme sentir así?

-No. Usted no tiene ni la menor idea de todo lo que yo sufrí a su lado. Porque yo lo amé, lo amé tanto que incluso sigue doliendo, y usted me traicionó, me convirtió en nada-, soltó lleno de rencor, valiente por la adrenalina que recorrió su cuerpo-. ¿Y que sí así fuera? ¿Qué le da el derecho de hacerme está escena?

-¡Tú eres mío Taehyung!-, vociferó el monarca entre lágrimas-. Te lo dije anoche y te lo repito ahora. Ayer fue maravilloso. Estúpidamente creí que habíamos progresado, que por fin podría conseguir tu perdón, y ahora... ¿Has estado jugando conmigo todo este tiempo?

-¡No me compare! No se atreva a rebajarme a su mismo nivel, porque sí, lo admito. He estado con otro hombre, y fue él quien me enseñó a no recibir migajas de amor. Pero desde que perdí a mi bebé, desde que llegué a este asqueroso lugar, he respetado su presencia aunque no lo merezca en absoluto.

Frustrado, molesto y melancólico, Jungkook golpeó con todas sus fuerzas el sofá donde los encontró, rabiando y bufando, hasta que logró ver al intruso aún en su lugar.

-¡Lárgate antes de que te asesine, hijo de puta! -, le permitió de mala gana, imaginándose todos los escenarios de ellos juntos, y guardando como prioridad las maneras en las que podría deshacerse de él.

HaeIn asintió, y miró a Taehyung con temor, pero este simplemente le sonrió y sacudió su mano para que esté se marchara. Cuando la puerta se cerró nuevamente, y ambos se quedaron solos, Jungkook se giró de nueva cuenta, mordiéndose el labio antes de soltar un grito ensordecedor.

-Mierda, Taehyung-, sollozó con ganas, acercándose hasta el doncel, y tomando entre sus manos su delicado rostro, extrañando su calor, su mirada y todo lo que estar a su lado significaba-. ¿Es que acaso no te das cuenta de que me estoy ahogando de amor por ti? Eres parte esencial de mi cuerpo, te siento en mi sangre... ¿Qué más tengo que hacer para que me perdones? ¿Qué más tengo que dar para que me aceptes nuevamente en tu vida? He hecho todo lo que ha estado a mi alcance, he cambiado, y me he esforzado cada día para que tú puedas amarme. No es suficiente... ¡Nada lo es! Yo sé que soy insignificante a tu lado, un pobre imbécil que no supo valorar lo hermoso de tu afecto, pero te amo. ¡Te amo más que a nada!-, lentamente sus rodillas tocaron el suelo, sus brazos se aferraron a su cadera y su mirada suplicante se elevó para ver el divino rostro de su salvación, quién parecía igualmente dolido por lo sucedido, por sus palabras y acciones-. Mi vida sin ti no tiene ningún sentido. Mis inviernos son insoportablemente fríos sin tu calor, y mis días de primavera serán siempre mejores a tu lado; así que por favor, mi amor, apiadate de mí, te suplico que me digas qué más debo hacer... ¿Qué te ha dado él que yo no he podido darte?

Verlo de esa manera, arrodillado como aquella vez, cuando le suplicó su odio, parecía un chiste comparado a esta ocasión, pues ahora el doncel sabía que quizás sus intenciones eran genuinas, que sus palabras venían cargadas de verdad y dolor.

Guiado por sus deseos, y confundido por todo lo que se le obligó a vivir, Taehyung cedió a sus impulsos, y está vez separó las manos de Jungkook solo para poder bajar a su altura, sosteniendo su peso sobre sus rodillas y acariciando el rostro ajeno con sus palmas abiertas, limpiando sus lágrimas y obligándolo a mirarlo.

-Me has roto tanto, y de mil maneras el corazón...-, susurró entre suspiros, apretando los párpados y dejando que sus lágrimas fluyeran cuál río por sus mejillas hinchadas, pegando su frente con la del azabache y permitiendo que sus alimentos entrecortados se mezclarán entre sí-... que me es difícil abrirlo nuevamente para ti.

Jungkook aceptó su penitencia, exhaló su dolor y se acercó temeroso del rechazo hasta sus labios, sus narices se rozaron, inhalando la exhalación del otro, danzando juntos entre el abismo y la salvación.

-No temas más-, suplicó sobre los labios, incapaz de abrir los ojos-. Vuelve a mí Taehyung, vuelve a amarme...

El doncel asintió a su pedido, y recibió los labios del monarca con gusto, dejándose besar y besándolo también. Ambos desesperados por lo mismo, por el otro, y por su amor. Por esa felicidad que pudieron sentir al deshacerse de sus títulos y etiquetas, de todos los prejuicios y el dolor de sus cicatrices.

-Te amo -, admitió finalmente sin dejar de besarlo, acariciando sus hombros y aferrándose a su cuerpo-. Nunca podré amar a alguien tanto como te amo a ti.

Su certeza e incertidumbre por el tenebroso porvenir, no pasaron desapercibidos por el monarca, quién en un intento por darle seguridad, y evitar que se retractara, sostuvo su cintura, y lo jaló hasta que terminó sentado a horcajadas sobre sus muslos, sonriendo entre caricias por esa dicha que volvió a su cuerpo como agua fresca en un día caluroso.

-Tengo tanto miedo de perderte nuevamente, de renunciar a ti y a tus besos, no soy nadie sin ti Tae, así que yo te prometo... no, yo te juro, por mi corona, por nuestro pueblo y nuestro hijo que todo será distinto, a partir de hoy, precioso pétalo de jazmín, todo será diferente. Me entregaré a ti como debí hacerlo desde el inicio, enmendaré mis errores, lucharé por conseguir tu perdón, y cuidaré tu corazón.

-Nunca más, Jungkook-, Taehyung negó, aún aferrándose a su calor y llorando en silencio-. Nunca más volveré a abrirte mi corazón, decido confiar en ti, y espero que está vez no me lastimes...

-Nunca más-, secundó el mayor mientras asentía, acariciando su cintura y bajando sus manos hasta sus muslos; besando sus labios con pasión, sediento de su vitalidad-. Solo queda el recuerdo de aquel hombre que alguna vez fui.

En ese instante, con sus labios danzando en sincronía, y sus manos recorriendo el cuerpo ajeno, ambos olvidaron por completo el motivo que los había llevado hasta ese momento. Jungkook con el corazón abierto, latente y necesitado entre sus manos, entregándolo sin temor alguno; deseoso y expectante a ese futuro a su lado, a esa dicha que prometía su unión y el iniciar desde cero. Y Taehyung, alucinando por la falta de pesadumbre sobre sus hombros, ligero y valiente por saberse protegido, decidido y enamorado.

Estar juntos, siempre fue su destino.

Lo habían descubierto desde el primer instante en el que sus ojos se encontraron; porque era cierto, y más que evidente que encajaban perfectamente; porque cuando estaban en presencia del otro, parecían entrar en combustión. Sus corazones latían con fuerza, sus ojos eran incapaces de mirar en otra dirección, y sus almas se mezclaban hasta convertirse en una sola.

Taehyung, por más molesto que pudiera estar, admitía que no logró sentirse de esa manera con alguien más, y quizás, jamás lo haría. No podía continuar engañandose a sí mismo, para intentar olvidarlo. No cuando por fin se dió cuenta de que el amor que sentía por él jamás logró marchitarse ni con el invierno más atroz que a travieso su corazón.

Ni Hoseok, y mucho menos Min Yoongi, eran rivales competentes para lo que Jungkook provocaba en él, con cada beso, mirada y sonrisa. Estar entre sus brazos, por más irónico que pudiera parecer, lo hacía sentir seguro. Después de todo, ya no había nada que pudiera lastimarlo.

¿Qué más daba si decidía perderse en su pecho?

Si su arrepentimiento era genuino, y si está vez, sus promesas eran ciertas; entonces se estaría privando de ser feliz con la persona que amaba con cada parte de su ser. Debía dejar los juegos atrás, incinerar su pasado y comenzar de nuevo. Abrazarse a su torso y aferrarse a ese idílico sueño del que fue parte el día anterior.

Por ese motivo, no se privó de acariciarlo, intentando sellar su entrega uniendo sus cuerpos nuevamente. El beso y las caricias que comenzaron sin malicia, dulces y tranquilas, pronto se volvieron voraces; podían escucharse los chasquidos de sus bocas al separarse en busca de oxígeno, y esos jadeos placenteros que ambos soltaron, cuando, y debido a la posición en la que se encontraban, el trasero desnudo del doncel hizo contacto con la erección vestida del monarca.

-Te lo advertí Taehyung-, suspiró aspero el azabache cuando los movimientos de cadera del otro fueron volviéndose más firmes y certeros, deshaciéndose del frágil nudo que mantenía la bata en su lugar, y mirando con destellos lujuriosos el cuerpo aún marcado por sus besos-. Después de probarte nuevamente, jamás podría detenerme.

-Siempre he sido tuyo...

Jungkook ladeó una sonrisa, y estampó sus labios sobre las clavículas marcadas del castaño, lamiendo y subiendo hasta mordisquear la piel de su cuello.

-Jamás podría saciarme de ti...-, sus palabras se ahogaron cuando la mano fría del doncel se escabulló por el interior de su pantalón, apretando su creciente erección, y enviándole una corriente placentera por el contraste de temperatura-. Dios santo, tienes las manos heladas.

Taehyung sonrió apenado, pero no se detuvo. En cambio, bajó aún más su mano, acunando en su palma los testículos duros y bien formados de su amante, quién soltó un jadeó placentero, y comenzó a mecerse hacia arriba en busca de su tacto y más de ese calor que provenía de su consorte; escabullendo sus manos por debajo de la tela que lo continuaba cubriendo superficialmente, hasta que tanteó su hinchado anillo con la yema de sus dedos.

Lamentablemente, y antes de que pudieran llegar a más, la puerta principal de la habitación fue llamada con premura, interrumpiendo el momento fogozo que ambos crearon.

-Vístete-, Jungkook gruñó de mala gana, recargando su frente sobre la del castaño y suspirando entre la excitación de su cuerpo para intentar regularse-. Debe ser mi madre.

[...]

Cómo esperaba que fuera, el rostro enfurecido de su madre lo recibió al abrir las puertas. La reina madre lo reverenció como era debido y se dejó besar el dorso de su mano, sin deshacerse de esa expresión colérica que no pudo disimular.

-Sigame-, ordenó el monarca con la voz apacible, cerrando detrás de sí y caminando a pasos lentos por el pasillo.

YeoBeen no tuvo oportunidad alguna de asomarse a la habitación, y no pudiendo negarse a las palabras de su hijo, caminó detrás de él con ese característico semblante prepotente, digno de su antiguo poder.

Sí viajamos al pasado, cuando fue criada y educada para ser la reina de Sirgo, podríamos notar esa dulzura ingenua que cualquier señorita noble poseía antes de adquirir la responsabilidad de guiar a una nación entera. En sus planes, jamás estuvo el que su única hija le fuera arrebatada a tan pronta edad, y mucho menos, que su primogénito se uniera en matrimonio a un doncel. Pero el destino había jugado sus cartas, y ella, tan devota a su marido, a su reino y corona, no pudo hacer nada más que aceptar aquellas aberraciones hacia su sangre.

La reina YeoBeen, jamás fue indulgente como todos creían, el poder logró comerse su alma hasta no haber retorno para ella. Sus hijos, y su reino eran lo único que tenía, y eran motivo suficiente para luchar contra todo y todos, incluyendo al adorable doncel que conoció cuando apenas y podía hablar sin la necesidad de que su padre lo hiciera por él.

Taehyung era poderoso, tenía en sus manos todo lo que alguna vez le perteneció a ella; su hijo, su corona, y su título. Desde el minuto uno, cuando se enteró de la decisión que tomó su difunto esposo, se puso a la tarea de meterse entre su piel, sonriéndole con falsedad, y susurrandole el camino que a ella le convenía; pero ahora, con la desaparición de su padre, y Jungkook tan enamorado de él, no tenía la certeza de que las cosas siguieran su curso.

El simple hecho de romper una regla tan importante como lo era compartir el lecho fuera de la habitación marital, fue como una advertencia; y sabía, que una vez que el doncel conociera el control que tenía sobre todos, la realidad que hasta ahora se había mantenido intacta, se desmoronaría por completo.

Después de recorrer los amplios pasillos, ambos llegaron hasta el salón común, donde la familia Real solía reunirse a compartir los alimentos cuando la carga de trabajo era medianamente ligera. Para sorpresa de ambos, YeJi, la mujer que había hablado con fuerza pero diciendo muy poco desde su llegada tras la muerte de su padre, se encontraba sentada en su lugar, del lado izquierdo de la mesa, jugando con un trozo de comida en su plato, sin prestarles atención.

-Hermana-, Jungkook la saludó con el mismo entusiasmo que a su madre, ganándose un brinco asustadizo por parte de la pelinegra, quién se levantó para reverenciarlo-. ¿Cómo te encuentras?

YeJi sopesó por un momento, mordiéndose los labios y jugando con sus manos.

-Bien-, atinó por decir-. En realidad yo... Yo quisiera.

-Ahora no YeJi-, interrumpió la reina tomando asiento en su lugar, mirando a sus hijos con cierto rencor, pero al mismo tiempo, llena de adoración-. Su majestad y yo debemos hablar de un asunto que no te compete, por favor retirate.

-Quédate-, aseveró Jungkook tomando con fuerza la mano de su hermana, quién se zafó de su agarre y bajó las mangas de su vestido con evidente nerviosismo-. ¿Está todo bien? ¿Necesitas que haga algo por ti?

-No es importante-, respondió en un suspiro, con la voz grave, característica de ella-. Puede esperar.

Aunque no muy convencido, Jungkook decidió dejarlo pasar, tomó asiento en la cabeza de la larga mesa, y esperó con paciencia a que la comida fuera servida.

-Dígame, madre -, decidió comenzar con sutileza, aún fastidiado por el calor que no se desvanecía de cuerpo por el momento tan íntimo que estaba viviendo antes de ser interrumpido. Los recuerdos fugaces de una conversación en particular llegando a su mente solo para darle valentía y hablar con claridad sobre las faltas que las mujeres más importantes de su vida habían impartido contra su doncel-. ¿Qué es aquello tan urgente que tiene que hablar con el consorte?

-No es algo apropiado para discutir en la mesa-, su madre suspiró, bebiendo de la taza de té, mirando a su hijo a través de la porcelana blanca-, y mucho menos con tu hermana presente.

-Madre mía, en esta mesa no hay lugar para el pudor-, soltó acompañado de una risita burlesca-. Es usted madre de dos hijos, y abuela de siete príncipes, seis de ellos nacidos del vientre de su hija, a quien intenta proteger con decoro. ¿En verdad cree que le asusta el acto coital?

YeoBeen se atragantó con el trozo de fruta que había comenzado a masticar, tosiendo colorada y repentinamente acalorada, mientras que YeJi simplemente agachó la mirada.

-¡Majestad!-, declaró azotando su palma abierta en la mesa, provocando que los platos y cubiertos tintinearan por la fuerza del impacto.

Jungkook simplemente la miró con frialdad, recordando las represalias que le dió incontables veces de niño, o esa sonrisa enigmática cuando defendía al joven que ahora mismo quería castigar por algo tan insignificante como lo era compartir su cama. ¿Por qué? ¿En qué momento su dulce madre cambió tanto?

-¡Ya basta!-, se quejó en el mismo tono usado por su progenitora, quién se pegó por completo al respaldar de la silla-. Sé muy bien que tienes gente vigilando mis movimientos, lo he sabido siempre, y jamás te importó en lo más mínimo a quien metía en mi cama. ¿Qué sucede ahora? Taehyung es mi esposo, y no pienso permitir que te metas más en mi matrimonio. No soy un niño, ¡Soy tu Rey! ¿Necesitas que te lo recuerde cada vez que tengamos una discusión? Te amo con el alma, estoy de pie gracias a ti, pero no me respetas en lo más mínimo. ¿Piensas que no sé de todas las cosas que le has dicho a Taehyung? ¿Crees que no sé que entre las dos lo han estado confabulando en su contra? Lo que haga o no con mi esposo, no es asunto suyo, limítese a sus tareas, y deje de hurgar donde nadie le llama.

La mujer titubeó por un momento, si bien, ella siempre supo de aquella prepotencia y arrogancia por parte del azabache, jamás fue objetivo de su ira, y mucho menos, de esas duras palabras.

-¡Por supuesto que me complete!-, gritó una vez que logró regular los latidos de su corazón-. Soy la reina madre, tu madre. Todo lo que tenga que ver contigo y el Rey consorte es de mi incumbencia. No voy a permitir que se meta en tu cabeza. ¡No más! Se ha acostado con otro hombre, ¡Dios santo! Ha hecho y deshecho en este lugar a su antojo, rompe tradiciones de siglos atrás y ha llamado la atención de una multitud. ¡Pondrá nuestro apellido en ridículo! ¿Es que acaso no lo entiendes? Ese maldito niño te está manipulando.

Suspiró. Jungkook apoyó sus codos en la mesa, y recargó su frente entre sus manos, masajeando sus sienes. Su lengua hizo un lento recorrido por el interior de su mejilla, abultando ésta inevitablemente, copiando uno de los gestos que más odiaba de su padre inconcientemente.

-Jamás olvide que fue él quien me puso en el trono-, volvió a hablar después de un momento, sereno y molesto al mismo tiempo, defendiendo el honor de su esposo-. Su familia, su padre y su dinero, han mantenido a flote la corona desde que nos casamos, es su dinero el que paga la comodidad con la que vive, las sedas que viste, las joyas que adornan su cuerpo, y la comida que consume. ¡Ha sido usted quien aprobó nuestro matrimonio!

-¡No tenía otra opción!-, lo interrumpió al borde de las lágrimas-. ¿Crees que quería que mi único hijo se casará con una abominación? No te atrevas a poner en duda mi amor por ti. He hecho todo para mantenerte con vida, para que subieras al trono y tomarás derecho divino. Me obligaste a aceptar está terrible unión, ¿Y ahora me reprendes? ¿No fuiste tú el primero en repudiar la idea de casarte con otro hombre?

-¿Tu amor por mi?-, se jactó irónico-. Eres una reina, solo eso. Tu amor de madre jamás me salvó de la furia de mi padre, y tampoco protegió a mi hermana de un matrimonio aborrecible. No seas hipócrita madre. Apégate a tu papel, y deja de justificarte, no me hagas perderte el respeto.

-No me metan más en sus mierdas-, soltó YeJi al sentirse nuevamente objetivo de aquella ridícula discusión, rompiendo su silencio y levantándose de su lugar con una expresión dignidad de los Jeon-. Ambos son unos imbéciles sin remedio, son incapaces de ver más allá de sus narices. Y lo peor de todo, es que tienen razón...-, su mirada se enfocó en su madre, quién abrió los ojos hasta el tope por su imprudente intervención-... Su amor de madre, siempre ha sido una mentira, me vendió a su mejor postor, y permitió que me llevarán cuando era solo una niña. Ha encubierto todas las mierdas de mi hermano, incluso cuando estás estuvieron por llevarlos a la ruina. ¿Y yo donde quedé? ¿Cuando se preocupó por mí?

- YeJi...- Jungkook quiso detener todo en el momento que vio a su hermana quebrarse, pero se calló en cuanto los ojos negros de la mujer lo miraron con advertencia.

-¡Y tú!- lo apuntó con su índice acusatorio-, maldito patán, traicionero y aberrante. No has hecho más que traerle desgracia al reino y contento con eso, también eres un reverendo imbécil. Ese príncipe que tanto presumes como tuyo, no es más que un bastardo, y el doncel que tomaste como esposo, es un adúltero de mierda.

Su paciencia llegó a su fin. La gota que derramó el vaso, fue la mención innecesaria de su hijo, ese dulce niño que había tenido el privilegio de conocer, y por quién se había esforzado en recuperar. Sangre de su sangre, procreado bajo el yugo de la muerte, pero suyo a fin de cuentas. Su pequeño príncipe valiente.

Toda la irá que no había podido descargar en el hombre que encontró en la habitación de Taehyung, fue descargada en una bofetada, fuerte y certeza contra el delicado rostro de su hermana, quién lloró hasta rasgarse el alma, y cayó al suelo por el golpe.

-¡Lárgate!-, ordenó lleno de rabia, completamente rojo, bufando y apretando los dientes-. No te quiero volver a ver. ¡Te exilio! Tienes hasta el día de mañana para partir, y más te vale disculparte con Taehyung antes de que te vayas. Te lo advertí YeJi, te lo dije claramente. No te metas con él, y no atrevas a volver a mencionar a mi hijo con tu sucia boca. Desobedeceme, y juro por Dios que olvidaré que eres mi hermana.

-Jungkook...

La voz angustiada de su madre resonó muy dentro de él, pero cegado por la rabia del momento, encontró la solución a su presencia.

-Le agradezco que me haya dado la vida-, la voz angustiada de su madre continuó haciéndole eco en su corazón, y casi se arrepintió de lo que hizo y dijo cuando la vio arrodillarse frente a su hermana, quién parecía ida y bastante afectada por lo que acaba de ocurrir. La encrucijada de su vida se manifestó nuevamente frente a él, y debía elegir entre el cobijo ponzoñoso de su familia, o esa nueva vida que pactó con su doncel esa misma mañana. La respuesta era clara, y cegado por el rencor de antaño, y esa rabia momentánea, encontró la solución a su pesar-. Sus servicios como reina viuda ya no serán requeridos en el palacio, y su presencia tampoco lo será para su Rey. Tiene una semana para partir al castillo de Jade. Viva los años que le restan de vida lejos de mí y mi familia, porque aunque lo intente, por más que lo desee, sé qué ninguna de ustedes podrá aceptar el destino que he elegido. Taehyung y mi hijo son lo más importante desde hoy, y no permitiré que fragmenten mi felicidad.

El castillo de Jade, estaba ubicado a las afueras del reino. Un lugar hermoso, sí, pero también, con un significado melancólico. A lo largo del tiempo, la familia Real de Sirgo, había tenido una cantidad significativa de monarcas; algunos, desgraciadamente fallecieron al poco tiempo de ser coronados, y al carecer de un heredero, la esposa, y antigua reina consorte, era enviada a ese enorme fuerte para pasar el resto de sus días, por mandato del Rey; ya que, una vez casadas con algún integrante de la familia Real, jamás podrían compartir su vida con ningún otro hombre, a menos que, el actual Rey, o algún pariente de su difunto esposo, quisiera tomarla como esposa.

La situación era bastante escandalosa, humillante hasta cierto punto, pues ese castillo jamás había sido habitado por la madre de un Rey, y que Jungkook la estuviera exiliando a ese lugar, le parecía una terrible traición.

YeoBeen tardó un momento en asimilar la situación, no pudo emitir palabra alguna, y tampoco se negó al beso de consuelo que su hijo le dejo sobre su cabello; simplemente se aferró con fuerza al cuerpo de su hija, y lloró con ella cuando las puertas del salón se cerraron, dejándoles en claro, que Jungkook había partido, y que su sentencia era definitiva.

[...]

Ajeno a cualquier enfrentamiento, Taehyung continuó su día como si nada hubiera ocurrido, como si realmente no hubiera comprometido su alma nuevamente a la muerte; pero mentiría si dijera que no se sintió feliz, que no se sentía en paz. Ahora, lo que realmente lo perturbaba era el cómo lograría tener a su hijo de vuelta, el cómo enfrentaría sus miedos y terminaría con aquella relación indebida.

Si quería comenzar desde cero, si deseaba salir adelante nuevamente, debía terminar con todo, enterrar su pasado, y esperar con ansias lo que estaba por venir.

Después de un baño caliente, y una comida apropiada, la puerta de su habitación fue llamada, y creyendo que Jungkook se encontraría del otro lado de la puerta, salió a toda prisa de la comodidad de su sofá, en el que había pasado gran parte de la tarde sentado mientras tejía. Su desilusión fue evidente, pues se encontró cara a cara con el mismo doncel que le había notificado de la presencia de Jung esa mañana.

-Su alteza-, saludó el joven con una sonrisa.

-¿Alguna novedad?-, preguntó curioso, devolviéndole la sonrisa con amabilidad.

-El gran Duque de Céndia solicita una audiencia con usted.

La simple mención del honorífico de su padre, logró acelerarle el corazón, su mirada viajó hasta la ventana de su habitación, y su pecho se comprimió al darse cuenta de la terrible nevada que comenzó a caer. Atónito y ciertamente desconcertado, con un remolino de preguntas y una angustia incontenible, sintió a su cuerpo moverse por voluntad propia. No le importó si el doncel tenía algo que agregar, y mucho menos el protocolo que debía seguir, salió corriendo como si su vida dependiera de ello, como si el tiempo fuera a comérselo vivo.

Hizo caso omiso a los alaridos de su corte, escuchando únicamente los fuertes latidos de si corazón, y esa voz que por años lo guío. Su padre, su querido padre estaba de vuelta, nada más importaba; sus piernas se movieron ágiles, bajando los interminables escalones y empujando a todo aquel que se interpusiera en su camino.

Cuando llegó al salón principal, donde supuso que lo estaría esperando, su pobre e ingenua alma se volvió cenizas. Su esperanza y deseos por ver al hombre que le dio la vida, lo habían elevado tan alto, que tras saberse engañado, la caída fue mortal.

Su respiración era irregular, y su mente no podía terminar de asimilar que no era su padre quién lo esperaba en ese lugar, sino qué era Hoseok. Su mirada se movió por la enorme habitación, llenándose de lágrimas cuando sus intentos de búsqueda fracasaron, y volvió a encontrarse con esa sonrisa melancólica por parte de su primo.

-Taehyung-, pronunció el hombre de ojos verdes, acercándose con cautela hasta él para intentar sostenerlo entre sus brazos, pero fallando terriblemente, pues el doncel se alejó como si su tacto quemará-. Tae...

-¿Dónde está?-, inquirió con la voz quebrada, tendiendo sus lágrimas lo más que pudo-. ¿Dónde está mi padre?

Hoseok tragó en seco, mordiéndose el labio inferior y apretando los puños por lo descolocado que parecía el consorte.

-Yo soy el Gran Duque de Céndia, Taehyung-, soltó tras un fuerte suspiro, lamiéndose los labios, sintiéndose avergonzado por el hostil recibimiento-. Aunque mi nombramiento no es oficial, desde la desaparición del tío Namjoon, he sido yo quién ha mantenido a flote todo lo relacionado con el Ducado Kim. Quizás lo sabrías si tan solo te hubieras dignado a verme.

En ese momento Taehyung cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo, de esa penosa situación que había estado evitando a toda costa desde su expedición en las minas; la pérdida de su hijo llegó como un fantasma cruel, y su encaprichamiento por querer permanecer al lado de su verdugo. El tiempo se había acabado, y ese era el momento de darle fin a todo lo sucedido.

Su padre no regresaría, y jamás volvería a tener la oportunidad de abrazarlo, debía aceptarlo finalmente.

Con las emociones a flor de piel, el castaño fue reduciendo el espacio que los separaba. Su diestra se elevó con delicadeza sobre el rostro de su hyung, y acarició su piel con dulzura.

-Lo lamentablemente tanto, hyung...-, tuvo que morderse la lengua para no llorar más, sintiendo la atenta mirada del otro sobre él-. Te he fallado de la manera más horrible posible. Mi bebé... nuestro bebé, yo en verdad no lo sabía, de haberlo sabido, hubiera sido más cuidadoso, yo lo siento tanto, no pude traer a tu hijo al mundo.

Todos sus intentos por querer mantenerse de pie fueron en vano, pues volvió a llorar, y está vez, permitió que los cálidos brazos de su primo lo envolvieran.

-No es tu culpa, nunca será tu culpa. Por favor no te mortifiques de esta manera-, afirmó con seguridad, pegándolo a su pecho y acariciando sus cabellos rizados con amor y dedicación-, pero, no he venido a hablar sobre eso, te traigo buenas noticias, y a alguien que está ansioso por verte.

Taehyung salió de su escondite cuando Hoseok lo separó de su cuerpo ligeramente, mirando como con un simple movimiento de su mano el guardia a sus espaldas desaparecía por las puertas del salón, y energía nuevamente siendo seguido por una mujer que no logró reconocer.

Desconcertado, volvió a mirar al hombre a sus espaldas, pidiendo una silenciosa explicación.

La mujer de edad medianamente avanzada, entró con la mirada agachada, cargando en sus brazos un pequeño bulto cubierto por mantas.

-Ve-, instó el mayor, impulsandolo con su diestra, dándole una sonrisa que se Taehyung no pudo reconocer.

Dudoso, caminó los pasos que lo separan de la mujer, limpiándose las lágrimas con el dorso de su mano, hasta que llegó hasta ella. Vió como las manchadas manos de la mujer retiraron las pesadas mantas, revelando aquella cabellera negra que tanto añoró.

Nuevamente, el nudo en su garganta le impidió hablar, sus manos picaron ante la necesidad de acariciar ese diminuto cuerpo que albergó su vientre por tres estaciones, y que había dejado atrás.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, y sus manos retiraron por completo las mantas, fue que pudo divisar el angelical rostro aniñado de su hijo, durmiendo plácidamente en el pecho de quién supuso sería la nueva nodriza.

Mordiéndose los labios, y su cuerpo temblando, tomó a su niño entre sus brazos, soltando gruesas lágrimas de felicidad por tenernos nuevamente, por verlo, y sostenerlo. Su mirada borrosa hizo un lento recorrido por sus fracciones, y se odió a sí mismo, por el cambio del tiempo, pues la última vez que lo vio, era un bebé regordete, y llorón; ahora, su diminuto cuerpo había crecido considerablemente, y su rostro se notaba mucho más "maduro".

El cambio abrupto de temperatura, y el desvanecimiento del aroma que reconoció como un lugar seguro, lograron despertar al Infante de su plácido sueño, y tan pronto como vio a su padre, su labio inferior de abultó, y sus ojos negros se llenaron de lágrimas.

El pequeño príncipe comenzó a llorar con ganas, gritando y pataleando por los brazos de aquel extraño que no logró reconocer.

-YeonJunie-, su voz salió rota, asustada por el comportamiento poco común en su bebé, quién buscaba con vehemencia los brazos de la mujer que lo había acompañado hasta su hogar-. Soy yo mi amor, soy papá. ¿Por qué lloras?

-Su alteza, el príncipe Jeon es muy pequeño aún-, se atrevió a hablar la fémina, acariciando los cabellos del infante en un intento por consolarlo-. No ha convivido con usted desde hace meses, su memoria aún no es duradera, le costará un poco acostumbrarse a su presencia nuevamente.

Aunque dolido por la renuencia de su propio hijo a permanecer entre sus brazos, Taehyung asintió, y puso todo de su parte para consolarlo, dejándole tiernas caricias sobre su nariz y labios, como hacía hace meses cada vez que sus lloriqueos lo despertaban por las noches.

Llegó un momento en el que el príncipe se cansó de llorar, y no obtener lo que quería, pero el puchero no desapareció, continuaba hipando por un poco de aire, hasta que por fin se quedó quieto, soltando silenciosas lágrimas y mirando en todas direcciones en busca de esos brazos familiares. Cuando Hoseok se acercó hasta ellos, la paz momentánea en la que se habían sumido, terminó por completo, pues YeonJun volvió a llorar al distinguir su rostro, y levantó sus brazos para ser sostenido por él.

-Hyung, no puedo calmarlo-, susurró al borde de un colapso nervioso-. No sé qué hacer.

Con delicadeza, la escurridiza mano del hombre se colo por la cintura del castaño, pegando su espalda a su cuerpo, mientras recargaba su mentón sobre su hombro.

-YeonJunie-, pronunció hacia el niño con un tono meloso y apacible, provocando que el azabache callara por un momento su llanto, pero manteniendo sus brazos en el aire, mientras abría y cerraba las manos-. Actúas como un niño malcriado, tu padre creerá que no te han educado bien.

Rendidos por el capricho del niño, Hoseok se separó del doncel para sostener a YeonJun en sus brazos, y este, al inste se abrazo a su cuello, y sollozó en silencio sin dejar de ver a su padre.

-¿Cómo hyung?-, le preguntó en un susurro, atreviéndose a tocar el rostro de su renuente retoño-. ¿Cómo lo has traído a mí?

Hoseok se giró para verlo, dándole una sonrisa contenta, boqueando al querer explicarle lo que había sucedido en su ausencia, pero antes de que pudiera hacerlo, la presencia de un tercero hizo aparición.

Jungkook al ser informado de lo que sucedía en el salón principal, dejó a medias el asunto que tenía pendiente desde esa mañana, y corrió a toda prisa para corroborar con sus propios ojos lo que le habían informado, pero ciertamente, no esperó que realmente fuera verdad.

Su rostro naturalmente pálido perdió cualquier rastro de color, se quedó estático mientras veía a su hijo en los brazos del insufrible primo de su esposo.

-YeonJunie...


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro