28| ¿HASTA CUANDO?
Quizás estaba comportándose de manera estúpida, infantil incluso. Pero... ¿Cuándo se le dio la oportunidad de ser un niño?
Taehyung tuvo que madurar a una edad muy temprana. El acoso por parte de los hombres de familias nobles llegó cuando apenas era un niño pequeño e inocente; en ese tiempo no comprendía el motivo de tal repudio a su persona, y hasta la fecha sigue sin hacerlo. Él no era tan diferente a los demás hombres, a las mujeres tampoco; compartía cualidades de ambas partes, y aunque sabía que su condición era poco común en su mundo, no creía que ser diferente fuera objetivo a tantas burlas, malos tratos y desprecio. No ahora al menos.
Estaba próximo a cumplir diecinueve años de edad, demasiado joven como para tener un pasado tan escabroso; con tantos traumas y miedos que fueron forjando la coraza de protección que cubría su cuerpo, corazón y sentimientos.
Había vivido un abuso psicológico, físico y verbal por parte de alguien a quien creyó amar. Vivió al menos dos intentos de suicidio y se convirtió en padre teniendo a penas diecisiete años. Le fueron infiel, le mintieron, usaron su cuerpo, se aprovecharon de su ingenuidad, y una lista infinita de acciones con mala fe.
¿Por qué debía seguir siendo dócil cuando todo el mundo lo había herido tanto?
¿Por qué debía mostrar una cálida sonrisa cuando ellos intentaban apuñalarlo?
Era absurdo, estúpidamente ridículo pensar que alguien a quien han lastimado de mil y un maneras posibles siga creyendo que el mundo puede ser tan bueno como él alguna vez lo fue.
Le tiene miedo al abandono, a las mentiras, y esos ojos negros que le miran con cierta adoración, con culpa y arrepentimiento. Le tiene miedo a esas sonrisas discretas y esos roces sutiles que le hacen erizar la piel; a ese cambio drástico de una persona que no conoce el cielo, que jamás ha sabido aprovechar el paraíso.
Jungkook.
Jeon Jungkook.
El monarca de un reino en ruinas, con el corazón tan frío que ha logrado quemarle la piel.
Su demonio, su pesadilla y su más grande amor.
El causante de sus noches de insomnio, de sus días grises y esas lágrimas secas que formaron un río bravo de cobardía, de anhelos ahogados y fantasías imposibles de cumplir.
El doncel quería ser amado, perteneciente a algo, a un lugar, a una persona que estuviera dispuesta a entregarse sin reprimendas, sin cuestionamientos, ni prejuicios.
¿Era demasiado pedir querer ser feliz?
¿Estaba siendo muy codicioso?
Quizá sí, o tal vez no tanto.
Tras cada paso dado, Taehyung podía sentir como el tacón de sus zapatos se hundía peligrosamente en la tierra húmeda; en cómo esas preciosas piezas de cuero y telas finas, se arruinaban debido al barro, excremento, plantas y piedras que iban interponiéndose en su camino. Tras varios tropiezos y maldiciones bajas, se iba sintiendo enormemente arrepentido por no haber escuchado las negativas que Jungkook le dio antes de seguirlo en esa ajetreada excursión.
"Quédate en el palacio, es peligroso"
"No traes zapatos adecuados para el terreno que vamos a pisar"
"Te puedes resbalar, quédate cerca"
Después de que el jefe de brigada que investigó los cerros, volviera al palacio confirmando la existencia de aquellas minas, Jungkook decidió partir para ver con sus propios ojos aquella verdad que sus hombres juraban. Los antiguos reyes jamás supieron de la existencia de minerales preciosos en las que ahora eran sus tierras; no había datos en las bibliotecas que respaldarán si quiera una minúscula duda de ellas; así que emprendió un viaje de dos días y una noche en carruaje hacia los cerros de Nunkía, un viaje relativamente corto, pues los bosques donde estaban situadas las minas, se encontraba a una corta distancia de la capital de Sirgo; pero dado que Taehyung se negó a quedarse en el palacio, las paradas de descansos y el equipaje extra, provocó que el recorrido se alargará más de la cuenta.
El doncel no soportó la idea de quedarse solo con la bruja de su cuñada, quién a pesar de tener asuntos que atender en su propio reino, parecía ensimismada en la idea de hacerle la vida imposible después de ese incidente en el jardín de jazmines; confabulada con su madre, otra arpía que no paraba de reprenderlo por no mudarse a su habitación destinada, ni querer compartir la cama con su marido.
Tantas fueron las disputas que tuvo con ese par, que Taehyung prefirió la compañía de su insufrible esposo, que compartir más tiempo con la ponzoña que tenía como familia política.
Y claro, el consorte real, también quería verificar si es que su marido no quería deshacerse de él para escaparse con esa señorita con la que lo descuento aquella noche en el bar, esa que ahora conocía por el nombre de Ahn HyeJin. María, Hwasa, o la cocinera estrella a la cual Jungkook había eximido de sus cargos delictivos tras dos días de encierro en el calabozo.
La prostitución, y venta de bebidas sin etiqueta, era ilegal en todo el reino. Causa de encarcelamiento permanente a los dueños de dichos negocios, y una condena corta para los trabajadores clandestinos.
Pero Jungkook la había liberado. Y Taehyung creía saber el motivo.
No es que se sintiera celoso, hace mucho tiempo que aquel sentimiento amargo había abandonado su cuerpo; pero no podía seguir permitiendo que el azabache continuara manchando su nombre con aquellos actos inmorales. Tenía una reputación que limpiar, y Jungkook no ayudaba en nada.
Esos eran los motivos que lo tenían ahí, caminando sobre las piedras del terreno húmedo y boscoso; lidiando con mosquitos y ramas traicioneras que habían rasgado su traje de seda turquesa.
Después de ser recibidos por la familia noble del pueblo de Nunkía, a tempranas horas de la mañana, los monarcas partieron a los cerros, se adentraron en los bosques después de un desayuno ligero. Ahora después de varias horas bajo el intenso sol de mediodía y la briza helada del otoño entrante, el pobre doncel ya podía sentir sus pies hinchados, adoloridos como el infierno; empapado de sudor y sumamente hambriento.
Estaba fastidiado, cansado, por no decir que exhausto. El castaño jamás fue muy hábil con los deportes, y tener el estómago gruñéndole incesablemente, le ponía de mal humor; a eso sumándole todos esos pensamientos hacia el hombre que caminaba cauteloso frente a él, le estaban por dar un dolor de cabeza que terminaría en una rabieta insolente.
Jungkook, aunque parecía querer darle su espacio, se mantenía atento a su andar, deteniéndose cada tanto para verificar que todo estuviera en orden.
- ¿Qué tan alejadas están esas malditas minas? - se quejó Taehyung por tercera vez en esa misma hora, provocando que Jungkook apretara los labios y soltara un suspiro cansino. - Estoy agotado, quiero parar.
- Te dije que este viaje sería cansado, y esos zapatos no son aptos para una caminata tan pesada. - reprendió el azabache utilizando un tono de voz suave. - Debiste hacerme caso, el jefe de brigada ha dicho que el camino es largo, y no podemos detenernos más, si no queremos llegar al pueblo a la hora de la cena.
Taehyung torció los ojos en su dirección. A decir verdad, sabía que estaba actuando de manera caprichosa; pero, en esos días había descubierto que no importaba cuán insoportables fueran sus quejas, o berrinches, Jungkook jamás le levantaba la voz, o hacia algo para reprenderlo.
En el pasado, el azabache jamás habría aceptado que lo acompañará a un viaje de este tipo, y mucho menos que estuviera quejándose tanto. Lo habría reprendido, amenazado y gritado; pero contrario a eso, simplemente aceptó su compañía, y se mostraba protector.
Era extraño, Taehyung no lo entendía. No comprendía cuál era el objetivo final de ese trato tan dócil a su persona.
Era como si el Jungkook que tenía en frente, fuera otra persona, una muy distinta al hombre con el que se casó.
Quería sacarlo de quicio, necesitaba que el azabache sacará a relucir su verdadera personalidad, esa que lo había herido; porque este nuevo hombre, le crispaba la paciencia, le hacía sentir que quizás tenía una idea equivoca de su persona.
¿Cómo podría seguir odiándolo si lo trataba de esa manera?
- Tengo hambre, es hora del almuerzo. - volvió a quejarse y entonces Jungkook se detuvo abruptamente, haciéndolo chocar su frente contra la espalda dormida de este. - ¡Auch!
- Tae, cariño. - musitó apretando los dientes, dándole una sonrisa forzada. - ¿En verdad quieres regresar? Falta poco para llegar a las minas. Si vuelves ahora, todo tu esfuerzo habrá sido en vano, y te perderás del acontecimiento más importante de nuestro reino... Pero si en verdad no soportas más la caminata, le pediré a los guardias que te escolten hacia el pueblo.
El castaño lo meditó por un momento. Era el único doncel en esa excursión, no había damas de compañía, y HyunJin se había quedado en la casa del pueblo para arreglar sus cosas en la habitación que prepararon para ellos. Estar en compañía de esos enormes hombres a solas, era una idea escalofriante, incluso se sintió ofendido de que Jungkook ofreciera semejante barbaridad.
Se cruzó de brazos, levantó la mirada y arqueo una ceja en su dirección.
- ¿Con que hombres me enviaría de regreso? - inquirió lamiéndose los labios, girando su rostro en busca de los guardias mejor parecidos entre esa pequeña multitud. - Quiero que sea ese de allá, y uhm. - se detuvo un momento para fingir pensarlo después de señalar a un hombre joven de contextura fornida. - Tal vez, el grandulón del final.
Taehyung no sabía que juego estaba iniciando, pero cuando Jungkook se mordió el labio inferior y su expresión se transformó a una mueca rabiosa, supo que había dado en el blanco. El azabache se había colorado hasta el cuello y miraba a los hombres señalados como si quisiera degollarlos.
- ¡Tráiganle algo de comer a su majestad!
Fue lo único que Jungkook dijo antes de volver a fijar su vista en el camino, y solo entonces Taehyung pudo sonreír victorioso.
Después de llenarse el estómago con algunas vallas que fueron probadas antes por los guardias que las buscaron, volvieron a emprender camino hacia las dichosas minas, y tras unos cuantos minutos más de recorrido, por fin llegaron a su destino.
Taehyung se tomó un momento para calmar el ardor de sus pulmones, y terminó sonriendo con complacencia ante la maravillosa vista. Podían verse las copas de los árboles y esas casitas del pueblo que desde esa altura parecían diminutas. Las flores, las aves planeando en el cielo azul, todo era precioso.
- Es tan bonito... - comentó para sí mismo en voz alta.
Jungkook quién estaba a unos cuantos metros de distancia, se giró en su dirección, encontrándose con la primera sonrisa sincera que esté dejó brillar. La primera en mucho tiempo, esa que aún cargaba cierta inocencia y desbordaba jovialidad.
Una ventisca fría choco de lleno contra ellos, provocando que los cabellos de su esposo revolotearan rebeldes a su alrededor.
Su corazón latió desenfrenado, su pecho se le llenó de calidez, y sus pobres manos suplicaron por acariciar su tersa piel, sus labios le rogaron por robarle un beso a esos labios rosas en forma de corazón que seguían sin desvanecer su bonita sonrisa.
- Sí, eres realmente hermoso.
Taehyung se giró en su dirección, encontrándose nuevamente con esos ojos negros llenos de anhelo, destellando en su dirección.
Y esa fue la primera vez que ambos pudieron ver el alma del otro reflejada en sus pupilas.
Una más rota que la otra, pero a fin de cuentas unidas por el hilo rojo de la vida.
Las mejillas del doncel se encendieron en carmín al caer en cuenta de su ridícula expresión. Se aclaró la garganta y posó su atención en los guardias que llevaban las carpetas en su dirección.
- Debería entrar, su majestad, - se obligó a decir el doncel, forzando su voz para que está no saliera quebrada. - que para eso hemos venido.
Jungkook no tuvo más remedio que asentir. Si bien, el poder admirar tan de cerca al dueño de sus anhelos le provocaba una satisfacción enorme, estaba ahí para cumplir una misión, y no podía darse el lujo de perder más tiempo, aunque la idea lo tentara en demasía. Caminó junto con el doncel hacia el interior de la mina con la abertura más grande, relativamente la más segura para que los monarcas pudieran andar sin tanta precaución, y tras iluminar un poco la cueva, ambos pudieron maravillarse con la cantidad avasallante de piedras preciosas que está, albergaba en ella.
Rubíes. Preciosos rubíes en diferentes tonalidades; desde rosa tenue, hasta rojo marrón.
Por lo que sabían, en esas tres minas armadas que pudieron encontrar había oro, esmeraldas y rubíes en cantidades asombrosas. Lo suficiente para hacer de su reino tan próspero como Jungkook jamás creyó lograr.
Estaba feliz. El azabache en verdad lo estaba. Por un breve momento pudo sentir la plenitud desbordante de sentirse realizado; y aunque ese ladrón seguía rondando por ahí, impune a sus delictivas acciones, debía agradecerle por encontrar aquellos hermosos minerales que brillaban para él.
- Jamás creí ver algo similar. - comentó el doncel, quién miraba atentamente todo el entorno, caminando cautelosamente por el estrecho pasillo lleno de carretas repletas de piedras.
- ¿Qué color te gusta más? - inquirió el azabache llegando a su lado, posando su atención en lo que Taehyung miraba.
- Quizás este. - respondió señalando la piedra más oscura. - O tal vez el rosa... Realmente no lo sé, todos son muy bonitos.
- Tú eres más bonito. - soltó quedito, ganándose una mirada desaprobatoria por parte del doncel.
- Deténgase con esos cumplidos. - advirtió entrecerrando los ojos. - No sé qué es lo que espera de mí, pero déjeme decirle que no he venido a este lugar porque me agrade su compañía, sino que en verdad detesto a su familia.
- Lo siento... - murmuró el azabache agachando la mirada. - Es solo que quiero hacerte saber lo que siempre pensé de ti, y tal vez es muy tarde para intentar remediar mis errores, pero al menos quiero intentar ganarme tu confianza nuevamente. Compartiremos una vida después de todo.
- Lo único que nos une es un papel, su majestad.
- Desearía que por lo menos podamos convivir amablemente...
- Se ha permitido desear demasiado toda su vida, majestad. No sea usted tan codicioso.
Jungkook soltó un suspiro disfrazado de risita, asintió hacia él y volvió a posar su vista en las brillosas piedras. Quizás debería obsequiarle a su esposo la primera joya fabricada con su nuevo patrimonio.
Con esa idea en mente, el azabache no pudo percatarse de que Taehyung ya se había alejado de su lado, caminando entre la oscuridad para encontrar la salida. Fue un breve momento, segundos en los que estuvo distraído en sus ideas, cuando un fuerte golpe acompañado de un gemido de dolor retumbó en las paredes con eco.
Se giró alarmado, y se encontró con su esposo en el suelo terroso a penas y enderezado, con las manos en sus caderas y haciendo una mueca que expresaba profundo dolor.
- ¿Estás bien? - fue lo primero que dijo al llegar a su lado. Taehyung asintió aún con los párpados apretados con fuerza. - ¿Puedes levantarte? ¿Necesitas que te ayude?
- Estoy bien. - se quejó, pero su mentira se hizo evidente cuando intentó ponerse de pie y un calambre le recorrió la zona lumbar, obligándolo a quedarse quieto en su lugar. - No me puedo mover...
Jungkook se mordió el labio inferior, y evito con una mirada filosa que los guardias a su alrededor se acercarán al castaño, quién ya se había aferrado con fuerza a sus hombros, apretando su carne con cada oleada de dolor que iba recorriéndole el cuerpo.
- Te dije que esos zapatos no eran aptos para andar en este lugar, Tae.
El mencionado gruñó, y le dio una mirada furiosa.
- ¿Va a ayudarme a levantarme? ¿O seguirá reprendiéndome por algo que ya había mencionado?
- Enreda tus piernas a mi cadera. - indicó poniéndose de en cuclillas frente a él. - Te llevaré a cuestas. No creo que seas capaz de volver por tu propia cuenta.
Taehyung lo miro sorprendido, un tanto curioso por su caballerosidad, y estuvo a punto de negarse, pero nuevamente ese dolor en su vientre bajo lo atacó. No tuvo más remedio que ceder.
[...]
Una vez llegaron a la casa de los Cha, HyunJin corrió por todo el lugar en busca de medicinas y ungüentos para aplicarle al castaño en la cadera, pues, según le contó, sus zapatos le habían jugado en contra, y no pudo evitar caer de "sentón" en ese lugar.
Después de una cena tranquila, y con sus cuerpos ahora un poco más relajados, los monarcas compartieron unas cuantas palabras con sus anfitriones, y tras finalizar las cordialidades, subieron a la habitación que compartirían.
- ¿No pudo pedir una habitación para usted? - se quejó el doncel cuando terminó de retirarse las joyas que adornaron sus orejas.
Jungkook quién ya se había vestido con ropa un poco más cómoda, lo miró de soslayo, y pudo admirar lo bonito que esté se veía con ese camisón suelto.
- Somos un matrimonio Taehyung. - se defendió de su fechoría, y el doncel volvió su vista hacia él. - No podemos mostrarnos públicamente como una pareja con tantas diferencias.
- No todos los matrimonios comparten la cama, esposo.
- Pero nosotros no somos cualquiera.
- Entonces coloque las almohadas en el centro, no quiero escuchar sus ronquidos tan cerca de mi oído.
- Antes no te quejabas de mis malos hábitos. - Jungkook se rio avergonzado.
- Antes era muy tonto como para admitir que algo me molestaba.
Y no era del todo mentira, pero Taehyung jamás había sentido la necesidad de hacerlo sentir incómodo comentando aquel dato, y tampoco quería que sus cuerpos se separaran durante las pocas noches que compartían el lecho.
Jungkook se sintió herido, pero no dijo nada más al respeto, simplemente se encargó de acatar la orden que le había dado. Acomodó las almohadas en medio de la enorme cama, como una barrera que impidiera a sus cuerpos tocarse.
Al menos debía agradecerle por no hacerlo dormir en el suelo.
Antes de que el azabache pudiera meterse debajo de las cobijas, pudo ver cómo el doncel caminaba con dificultad, cojeando y apretando sus ojos con cada movimiento que hacía.
- ¿Te sigue doliendo? - le preguntó apresurado, caminando en su dirección cuando lo vio asentir.
- Supongo que caí duro. La infusión que me dieron sirvió un poco, pero en verdad se me está dificultando moverme...
- ¿Quieres que...? Uh... - dudo por un momento. - ¿Te llevo a la cama?
Taehyung levantó la mirada con confusión, encontrándose nuevamente con esos ojos brillosos llenos de preocupación. Y asintió sin más. Ya lo había cargado por más de tres horas sobre su espalda sin quejarse ni una vez. ¿Qué tan complicado sería dejarse llevar a la cama?
Con esa afirmación, el azabache sonrió y se agachó un poco para ayudarse a levantar el liviano cuerpo del doncel, metiendo su antebrazo por debajo de sus rodillas, mientras que la otra mano, sujetaba su cintura.
- Descansa, y si te duele, por favor házmelo saber. Iré a buscar a un médico enseguida. - pronunció cuando lo dejó recostado sobre el mullido colchón, quedando a escasos centímetros del rostro ajeno.
- Gracias...
- Lo hago con gusto.
Jungkook le regaló una última sonrisa, se retiró hábilmente de su cuerpo y apagó la vela que se encontraba en el buró, para posteriormente acostarse en su lado de la cama con esa misma sonrisa estúpida que parecía no querer abandonar su rostro.
Ninguno de los dos podía recordar cuando fue la última vez que interactuaron de esa manera, o tal vez, jamás hubo una primera vez hasta ese día.
[...]
En medio de la noche, con solo los cánticos de los grillos llenando el silencio, Taehyung se despertó debido a un dolor agudo apuñalándole las entrañas. Era similar al dolor de alumbramiento, o al menos así pudo compararlo con su último destello de lucidez, pues al sentirse húmedo el grito desgarrador y asustado que soltó logró nublarle los sentidos.
Jungkook a su lado se despertó de inmediato, levantándose de un salto tras escuchar los lloriqueos que el doncel soltaba seguido de gritos cargados de dolor.
- ¿Qué ocurre? - se atrevió a preguntar, pero Taehyung no le respondió, en cambio busco su tacto en medio de la oscuridad. - Háblame... Por favor dime qué tienes.
- ¡Me duele! - le dijo entre llanto. - Me duele, me duele, me duele mucho.
Jungkook se movió por la habitación oscura como bien pudo, debido al temblor de su cuerpo. Encendió las velas de las mesitas de noche, y corrió a su lado, pero lo que vio lo terminó de abrumar.
Una enorme mancha roja pintaba el camisón blanco de Taehyung, así como también, las sábanas que habían cubierto su cuerpo.
El castaño ahora al ser consciente de ese hecho solo pudo soltarse a llorar con más intensidad, llevo sus manos temblorosas hacia su centro para poder ver estás manchadas del mismo tono rojo intenso.
Jungkook se quiso mover de su lado, desesperado por pedir ayuda, pero cuando intentó caminar hacia la puerta, la mano ensangrentada del doncel detuvo su andar.
- No me deje solo, me duele. - le pidió suplicante, apretando sus párpados y su mano libre arañando en su vientre. - Por favor no me deje solo.
El pelinegro asintió a sus palabras, y jalo de la campanilla a qué colgaba del cabezal de la cama al menos unas diez veces, y tras pocos segundos, las puertas de la habitación fueron abiertas abruptamente por HyunJin y otras tres señoritas que trabajaban en la casa de los Cha.
- ¡Alguien haga algo! Por el amor a Cristo. ¡Su Rey está muriendo! - gritó exasperado el monarca, aferrándose el cuerpo de Taehyung, quién se retorcía en medio de las sábanas por el incesante dolor. - Por favor, salven a mi esposo.
Los recién llegados dejaron salir un gemido ahogado cuando pudieron ver más de cerca la sangrienta escena. Una de las señoritas salió corriendo en busca del señor de la casa; mientras que otra se dirigió al pueblo en busca de la partera, pues si era lo que ellas crían, el doncel necesitaba de su ayuda.
Por otra parte, HyunJin se movió hábilmente hasta la cama siendo seguido por la única mujer que se quedó a su lado, y con su ayuda, pudieron rasgar la tela del camisón, dejando más visible la entrada de Taehyung, quedándose mudos al verificar que era de ese lugar donde provenía el sangrado.
- Trae agua fresca. - pidió el doncel a la joven, quién salió despavorida hacia el pozo, topándose en la puerta con Cha Eunwoo, quién venía acompañado por la joven que había salido a buscarlo. - Por favor, no entren.
Jungkook elevó la mirada en dirección a la puerta, y negó a la pregunta silenciosa del hombre bajo el umbral.
- Su majestad, ¿Necesita que lo ayude en algo? - preguntó el hombre con un semblante tenso.
- Déjenos a solas. - fue lo único que Jungkook pudo responder antes de volver toda su atención al cuerpo de su esposo que ahora era examinado por el doncel pelinegro. - ¿Qué le ocurre? ¿Por qué sangra?
HyunJin se mordió el labio inferior, y miró al monarca con evidente nerviosismo. Afortunadamente antes de que pudiera darle una respuesta, la puerta fue llamada por la joven que cargaba un balde de agua fría, acompañada por otra que se le veía bastante ajetreada.
- La partera del pueblo no llegara hasta el amanecer. - les informó, y Jungkook frunció el ceño.
- ¿Por qué han buscado a la partera? - vocifero rabioso. - ¡Lo que mi esposo necesita es un maldito médico!
La joven tembló, agachó la mirada y reverencio al azabache molesto.
- Su majestad, el médico tampoco se encuentra en el pueblo...
Ahora con el agua a su disposición, HyunJin ya se limitó a limpiar la zona ensangrentada, demasiado concentrado en su tarea para notar la intensa mirada el azabache clavarse en su perfil.
Si bien, el joven doncel tenía conocimiento médico, y bastante experiencia atendiendo partos y abortos espontáneos; atender al consorte del Rey era un asunto bastante delicado, mucho más cuando esté no tenía idea sobre el embarazo que parecía perdido.
- Tú. - Jungkook lo señaló, y HyunJin le miró con miedo. - Eres el hijo del médico real de Percia, ayúdalo, haz algo por favor...
Su voz había salido suplicante, podía verse el temor en sus pupilas, en ese actuar ansioso que lo había obligado a mover sus piernas con insistencia contra el suelo, en la manera de aferrarse a las manos del castaño y esas lágrimas que habían comenzado a acumularse en sus ojos.
- Y-yo no... Yo no sé si pueda hacerlo. - balbuceo en su dirección, y Jungkook se perdió en ese instante.
- Eres el único en este lugar que puede salvar a mi esposo, por favor haz algo. - volvió a pedir con la voz quebrada, dejando salir sus lágrimas. - Haré cualquier cosa, cumpliré tus deseos, llenaré tu vida de riqueza... Lo que sea, pero por favor sálvalo. No puedo perderlo otra vez.
Ahí estaba el verdadero motivo de su angustia. Jungkook no quería perderlo una vez más.
Desconcertado por el semblante del monarca, ese al que todo el mundo temía, HyunJin sintió su pecho apretarse.
- Necesito que salga de la habitación. - atinó por decir, y Jungkook negó. - Creo saber cuál es la causa del sangrado.
- No me iré, haz lo que tengas que hacer, pero no me moveré de aquí.
Taehyung quién se había mantenido absorto de todo a su alrededor, solo pudo apretar con más fuerza la mano de su esposo cuando esté se levantó ligeramente para acomodarse mejor en la cama.
- No se vaya, por favor no se vaya.
Murmuró el castaño y Jungkook correspondió a su gesto, apretando sus manos con un poco más de fuerza, para posteriormente llevar una de ellas a sus labios.
- No me iré, estoy aquí. Estarás bien. Todo va a estar bien.
En ese momento, Jungkook había dejado de ser el monarca de esa nación. En cambio, adoptó su papel como esposo, como amante y amigo de ese precioso ser que gemía adolorido.
- Su majestad el consorte Taehyung, está teniendo un aborto... - HyunJin se decidió por decir en un tono bajo. El corazón de Jungkook dejó de latir por aquella afirmación. - ¿Comprende lo que le digo? Para este punto el feto ya está muerto. La caída que sufrió pudo desencadenar el aborto, y yo no podré hacer nada salvar al príncipe... Solo puedo sacarlo de ahí.
Aborto. Feto. Príncipe. Muerto...
Esas fueron las únicas palabras que Jungkook pudo recolectar de esa oración.
¿Taehyung estaba en cinta?
El mundo se detuvo por un instante, un instante en el que Jungkook clavó su mirada en el rostro del su esposo, en toda esa sangre que seguía saliendo de a poco, por su zona baja. Recorriendo su cuerpo en busca de algo que le diera la razón a lo que escuchó. No había ningún bulto en su vientre; y por más que lo intentó, no pudo recordar algún indicio que diera a conocer su estado.
Cuando Taehyung estuvo embarazado de YeonJun, sus síntomas fueron evidentes casi desde el inicio, hubo mareos, desmayos y ascos. Pero ahora no había nada, o al menos eso creyó.
Era evidente que ese niño que había crecido en su interior no era suyo.
Otro hombre había plantado su semilla en su esposo. Jungkook llevaba más de un año sin tocarlo en ese sentido.
Taehyung le había sido infiel, no había duda de ello, y creyó saber que el responsable de ese embarazo era cierto duendecillo pelirrojo de la frontera; pero, por alguna extraña razón, no fue saber que otro hombre había tocado a su esposo lo que lo hizo enfurecer, sino el hecho de que había perdido el embarazo.
Taehyung había perdido otro hijo por culpa suya.
- Sácalo de ahí. - respondió con firmeza. - Sácalo de ahí, y encárgate de que mi esposo esté bien.
HyunJin asintió a su pedido, y con ayuda de las doncellas presentes, comenzó el procedimiento que tantas veces había asistido a su padre en las casas de los nobles de Percia.
Jungkook se quedó quieto en su lugar, con las piernas entumecidas por tener el cuerpo de Taehyung sobre ellas, y sus manos presas por las del doncel, que cada vez eran apretadas con más fuerza debido a la intervención de HyunJin. Escuchando los gritos y sollozos agudos muy cerca de su oído, perdido en esa expresión de dolor que no abandonó su cuerpo, aturdido por el aroma ferroso de la sangre que seguía pintando las telas utilizadas.
No fue consciente de nada más, su atención estaba puesta solo en él, en cómo se aferraba a su cuerpo y llamaba a su padre. Hasta que el procedimiento terminó con HyunJin dándole de beber de un cuenco de porcelana blanca, que lo hizo quedarse profundamente dormido después de un rato.
Ahora un poco más sereno al ver cómo el pecho de Taehyung subía y bajaba tranquilamente debido al sueño, el monarca se levantó de su lugar para permitir que las señoritas terminarán de limpiar.
Una de ellas le siguió hasta la esquina de la habitación, y tras inclinarse en una reverencia le ofreció un cuenco del mismo material que había visto antes, solo que dentro de este no había ninguna infusión preparada, sino que, en el centro de ese pedazo de cristal, pudo ver algo parecido a una oruga. Un pedacito de carne que a penas y podía verse debido al tamaño tan pequeño que esté tenía. Lleno de sangre, con otros pedazos de algo que no alcanzaba a reconocer.
Era su hijo.
A pesar de que él no había sido el hombre responsable de ese embarazo, sí que podía sentir dolor por la perdida. Taehyung era su esposo, el padre de su hijo, la persona más importante para él.
¿Cómo podría ser insensible ante algo de tal magnitud?
Quizás no era el padre biológico de esa criatura perdida, pero Jungkook puede jurar, que el dolor que sentía en ese momento, era similar al que albergó su cuerpo hace meses atrás, cuando creyó que su YeonJun había muerto en el vientre de su esposo.
Dejó de ser valiente, el dolor y la culpa en su corazón fue avasallante; solo pudo dejarse caer al suelo, pegar sus rodillas a su pecho y enterrar su rostro en medio de estás para comenzar a llorar.
- ¿Estará bien? - Jungkook quiso saber, necesitaba que le dieran esa afirmativa para poder vivir.
- El sangrado se detuvo y pude retirar la placenta con éxito. - HyunJin asintió quedito, pasando sus manos sobre las hebras castañas del consorte, en un intento de relajar su cuerpo maltratado por el legrado. - la infusión que le di, ayudará que a sus músculos se relajen por unas cuantas horas. La labor fue dura, debe estar exhausto, pero me quedaré con su majestad por si me necesita cuando despierte.
Jungkook negó con un movimiento frenético de cabeza, se levantó de su lugar y caminó apresurado hasta quedar nuevamente a su lado. Afianzó su agarre en la mano del castaño, y muy a diferencia de la última vez que lo vio postrado en una cama, está vez, su tacto no era frío, lo que hizo que esté soltara un suspiro lleno de alivio.
- No hace falta, me quedaré con él, el tiempo que sea necesario.
HyunJin sabía perfectamente que el hijo que Taehyung acaba de perder no era de Jungkook. Un criado siempre conoce lo que su amo hace, cuando lo hace y con quién lo hace; por ese motivo no quería dejarlo solo, pues sabía, podía presentir que el infierno que el monarca llevaba dentro de sí, se desataría en cuanto del doncel abriera los ojos.
- En verdad yo puedo...
- He dicho que no. - lo interrumpió con severidad. - Agradezco tu intervención, y serás recompensado cuando su majestad se recupere por completo; por el momento no necesito tu presencia, así que retírate, te llamaré si necesita algo.
HyunJin ya había logrado mucho más de lo que esperaba concretar en esas tierras, y aunque llegó a Sirgo seducido por un engaño, ahora era el doncel de confianza de su majestad, el consorte real, y también le había salvado la vida.
¿Qué más necesitaba?
¿Por qué se reusaba a irse de esa habitación cuando corría tanto riesgo?
- Su majestad, por favor...
- No me hagas perder la paciencia, joven Hwang. Por favor retírese antes de que me arrepienta.
La mirada que Jungkook le lanzó fue suficiente para hacerlo flaquear, enmudecer y acatar cualquier orden dictada por él. Se inclinó en una reverencia pronunciada, tomó los últimos instrumentos utilizados, y salió de la habitación como si el diablo viniera siguiéndolo; dejando a Jungkook solo a un costado de la cama, dejando suaves caricias en el divino rostro de su esposo, velando su sueño y cuidando de su cuerpo.
- La vida ha sido demasiado injusta con una criatura tan hermosa como tú. - susurro sintiendo sus lágrimas volver a luchar por salir, y no las reprimió, volvió a llorar con la misma fuerza que al principio. - Y he sido yo el único culpable de todas y cada una de tus desgracias... Por favor perdóname Tae, perdóname.
[...]
Cuando Taehyung despertó, lo primero que vio fue el cuerpo inerte a su costado. Jungkook se había quedado dormido con la espalda pegada a la cabecera de la cama, dejándole utilizar sus piernas como almohadas. Con sus manos entrelazadas entre sí, pesar de estar profundamente dormido su agarre no se desvaneció, seguía firme, como si no quisiera soltarlo, como si realmente temiera que lo apartarán de su lado.
Se alarmó, el castaño no recordaba mucho de lo sucedido antes de caer dormido, pero por el punzante dolor en la zona lumbar de su cuerpo, pudo hacerse una idea de lo que había pasado.
Ahora con la cabeza fría pudo por fin pensar en lo ocurrido, y después de darle vueltas a la situación, llegó a la misma conclusión que horas antes: el dolor que había sentido fue similar al que experimento durante el parto de YeonJun, solo qué, a dimensiones mucho más altas, como si sus entrañas estuvieran abriéndose paso, rasgándole la piel interna hasta imposibilitar cualquier movimiento.
Si hacía cuentas, y sus cálculos no fallaban, llevaba más o menos dos semanas de retraso. Su menstruación era en ocasiones irregular, y debido a que tomó la infusión anticonceptiva después de su encuentro con Hoseok, la idea de estar en cinta jamás se le cruzó por la cabeza; pero ahí estaba, recostado en una cama impropia con la clara evidencia de un aborto espontáneo.
La sangre se le estancó en los pies, su corazón comenzó a martillarle el pecho con demasiada fuerza, casi saliéndose de su lugar. Sudó frío y la boca se le secó por el miedo que invadió su cuerpo.
Jungkook había estado presente en ese suceso, él sabía. Debía saber que acababa de perder a un hijo ilegítimo.
De pronto se sintió como ese niño de varios años atrás, temeroso y angustiado por la respuesta que obtendría por parte de su esposo.
Sus acciones eran dignas de la condena a la guillotina. Tal traición no podía ser perdonada bajo ninguna circunstancia; y no cabía la posibilidad de mentir; ellos no habían compartido la cama para algo más que dormir.
Estaba muerto.
Era su fin.
En ese momento su cuerpo comenzó a temblar, y quiso correr, intentó deshacerse del agarre del monarca y echarse a la fuga.
Moriría deshonrado, y su hijo pagaría las consecuencias.
No supo en qué momento comenzó a hiperventilar, a sollozar con tanta fuerza, pero sus movimientos y gemidos que intento callar, fueron lo suficientemente perceptibles para Jungkook, quién se despertó en seguida, alarmado por lo que sucedía.
- Tae...
- Mátame aquí. - le interrumpió. Jungkook se movió lo suficiente para encarar su rostro y pudo ver el terror pintado en su expresión. - Por favor mátame aquí... Di que todo se salió de control y no soporté la noche, pero por favor no me condenes, no puedes hacerle eso a mi bebé.
- Tranquilízate Taehyung. - le pidió usando el tono de voz más tranquilo que consiguió, pero el castaño parecía ensimismado en su negación. - No comprendo que sucede, por favor cálmate.
- Sé que vas a condenarme, me matarán. - continuó diciendo dejando a Jungkook aún más desconcertado. - Me equivoqué, yo aceptaré mi castigo, pero por favor no condenes a mi hijo a vivir con el peso de mi culpa.
En ese momento, fue que el monarca comprendió sus palabras, el motivo de sus súplicas. Y se sintió como la mierda por saber que el castaño había dejado de lado su dolor para suplicar por la vida de su hijo, parecía convencido a qué lo condenaría por traición; y quizás en el pasado lo hubiera hecho, tal vez la posibilidad de hubiera tentado, pero ahora, que ya sabía lo que era vivir sin él, no estaba dispuesto a perderlo nuevamente.
Con todo el valor que pudo recolectar, llevo sus temblorosas manos al rostro de Taehyung, le dejó caricias sobre sus mejillas mojadas, y lo obligó a mirarle.
- No vas a morir. - afirmó, pero Taehyung volvió a negar. - No voy a condenarte por esto, y nuestro hijo no sufrirá ninguna consecuencia.
Los sollozos del doncel se fueron apaciguando a medida que el azabache se acercaba para fundir su rostro en su pecho, dejando suaves caricias por sus caderas adoloridas y permitiéndole llorar lo suficiente para vaciar su tristeza.
- Ya no soy el hombre mezquino del pasado Tae. Perderte a ti, perder a mi hijo, me hizo abrir los ojos; y no voy a permitir que algo vuelva hacerte daño... No volveré a hacerte daño. - le susurro muy cerca de su oído, y tras sentirlo temblar, volvió a llevarlos al centro de la cama, dejándolo encima de su cuerpo para posteriormente cubrirlos a ambos con las cobijas olvidadas. - No puedo culparte por nada, todo lo que has hecho ha sido solo una reacción a mis estúpidas acciones. ¿Cómo podría yo atreverme a cuestionarte cuando fui el primero en fallarte? Guardaremos el secreto, y si alguien se llegará a enterar, te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para mantenerte a salvo, a ti y a nuestro hijo.
Taehyung se había dejado hacer, su cuerpo seguía resentido, y aunque el dolor había dejado de ser tan intenso, seguía sintiéndolo. No tenía fuerzas para apartarse, y tampoco quería hacerlo. Estaba desolado, con el corazón hecho pedazos.
Solo. Totalmente solo.
Nuevamente había perdido algo valioso para él, un alguien, una personita pequeñita que no había logrado sentir, pero ahora no podía evitar extrañar.
En ese mundo que le dio la espalda, en el que no tenía nada, su hijo, su bonito YeonJun, era lo único que lo mantenía de pie; lo único que podía llamar como propio, ambos se pertenecían, se necesitaban, se amaban. Por ese motivo no pudo evitar pensar que el destino había jugado en su contra una vez más, pues le arrebató la posibilidad de ser padre nuevamente, de criar y llevar en su vientre al hijo de un hombre que lo amaba verdaderamente.
- ¿Por qué? - suspiró las palabras, y Jungkook afianzó su agarre, enredó sus brazos a su torso y lo pego con un poco más de fuerza su cuerpo. - ¿Por qué la vida ha sido tan injusta conmigo? ¿Por qué no puedo ser feliz?
Jungkook había perdido la cuenta de todas las veces que sintió su corazón romperse; y le sorprendía como es que después de tanto dolor, podía seguir experimentando uno cada vez más intenso que el otro.
- Nada es tu culpa... Lo siento.
- Mi bebé Jungkook, quiero a mi bebé.
Esa fue la primera vez que el azabache escucho su nombre ser pronunciado por el castaño, y le dolió que fuera en esas circunstancias.
- Todo estará bien, él estará bien.
- Quiero a mi YeonJunie, por favor, por favor. - le suplicó escondiendo su rostro en su pecho, haciéndose hueco en la calidez del cuerpo ajeno. - Es lo único que tengo, lo único que me queda. ¿Podrías traerlo de vuelta?
- Lo haré. - Jungkook soltó sin titubeos, sin atreverse a negar. Jamás se sintió tan convencido de algo. - Traeré a nuestro hijo de vuelta.
Taehyung tenía muy claro que creer en sus palabras era condenarse a muerte; pero está vez, necesitaba hacerlo, debía creerle, quería creerle.
- Mi padre... - mencionó quedito, sorbiendo su nariz en busca de un poco de oxígeno. - ¿Sabes algo de él?
- Ya no pienses más. - murmuró con el mismo tono, dejando suaves caricias en sus cabellos en un intento por hacerlo dormir. - Deja de llorar. Estoy aquí, y haré todo lo que me pidas, buscaré a tu padre y traeré de regreso a nuestro príncipe. Estás bien, todo estará bien.
Esas palabras de consuelo eran lo único a lo que Taehyung pudo aferrarse durante esa noche. Y más pronto que tarde, la fragancia de su verdugo terminó por relajar su cuerpo, y esas suaves caricias sobre su piel, lo hicieron cerrar los ojos. Se sintió extrañamente seguro entre sus brazos, pues no solo era su esposo el que sostenía su vulnerabilidad, sino que también, estaba en presencia del hombre más poderoso de esas tierras.
Sus promesas debían valer al menos un poco más que el pasado, y confiado a qué durante esa noche estaba seguro, se perdió en un sueño arrasador y bien merecido.
Precioso doncel, ¿Hasta cuándo dejarás de sufrir?
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