26| LA HERMANA DE SU MAJESTAD
Un fuerte suspiro cargado de satisfacción abandonó sus labios cuando los cálidos rayos del sol besaron su poca piel expuesta con avidez. Sus ojitos miel se vieron encandilados por la luz dorada del cielo mientras su cuerpo temblaba de fío, pues a pesar de que los rayos de esa hermosa esfera de fuego quemaban con locura, el viento soplaba fuertes ráfagas de aire helado que le hacía erizar la piel, anunciando que el otoño se había instalado en las tierras de Sirgo.
Las hojas de los árboles comenzaban a teñirse en una tonalidad cálida, y sus ojos apreciaron con amor como los troncos comenzaban a cubrir sus raíces, preparándose naturalmente para las heladas épocas de invierno, dónde una gruesa capa de nieve terminaría por pintar de blanco todo su entorno.
La idea de visitar el jardín de jazmines cruzó por su mente de manera fugaz, mientras se dirigía hacia el salón principal, dónde el trono de los reyes descansaba imponente para ser ocupado por los regentes actuales, Taehyung no podía dejar de pensar en el tiempo transcurrido desde la última vez que vio aquellas preciosas flores blancas; y para su ánimo, que estos momentos no era el mejor, quizás perderse en aquel lugar podría traerle la paz que necesitaba. A fin de cuentas, eso era lo único que le pertenecía en ese palacio. Lo único que tenía dentro de ese nido atestado de ponzoña.
Las últimas dos semanas habían sido duras para él, después de que Hoseok abandonara sus aposentos la mañana siguiente a la coronación, las cosas se tornaron más grises y ásperas que al principio, y aunque el hombre de bonitos ojos verdes lo visitaba con regularidad, no podía dejar de pensar en la idea de que seguía solo. Solo y rodeado de maleza venenosa.
Su cuerpo se notaba débil, el color canela de su piel había adquirido una tonalidad pálida, casi enferma. Los surcos de sus ojos se encontraban hundidos, y las manchas negras no parecían querer abandonar su rostro. Todas esas noches que pasó en soledad y absoluto encierro en sus viejos aposentos, no había podido pegar el ojo, se mantenía siempre atento y con la mirada clavada en la madera de la puerta, esperando a que cierto pelinegro irrumpiera en el lugar para obligarle a pasar la noche con él.
Estaba aterrado.
Lamentablemente y para el colmo de sus males, ese día en particular debía hacer su primera aparición oficial como Rey de Sirgo, prestando su imagen "desaliñada" para el retrato real; a diferencia del que pintaron posterior a su boda, que básicamente constató en un encuentro fugaz entre Jungkook y él, para que el artista pudiera marcar sus siluetas en el lienzo; está vez parecía que el monarca azabache estaba empeñado en empalmar sus horarios con los del doncel. Como si realmente le interesará pasar el mayor tiempo posible a su lado, cuando el pasado, esté rehuía de su compañía a toda costa. Ese cambio en su actitud le estaba dando jaqueca a Taehyung, provocaba que sus nervios se enloquecieran, y el miedo de estar tanto tiempo en presencia del otro le incitara a morderse las uñas. Entre otras cosas...
Era frustrante.
Así mismo, también había recibido un montón de presentes por parte de su esposo, pues durante su encierro este se encargó de atiborrarle la habitación de hortensias, crisantemos y camelias, las bonitas flores que brotaban en esta época del año. También había enviado baúles repletos de sedas preciosas, y una modista para confeccionarle nuevos trajes; trajes que hasta la fecha no había podido ver, pues todos fueron guardados en la habitación que se suponía debía ocupar. Hubo dulces, joyas y un fin de artefactos más como si realmente quisiera cortejarlo, algo que le pareció absurdo, pues ya estaban casados, y cuando estuvo soltero, en el poco tiempo que duró su compromiso, el azabache jamás fue tan diligente con la causa.
¿Por qué de repente parecía tener una afición por obsequiarle cosas?
Recordar aquello provocó que el castaño rodará los ojos al cielo, y para su desgracia, cuando menos se dio cuenta ya había llegado al salón principal, donde Jungkook lo esperaba de pie frente a su trono con un traje en tono blanco, pues al parecer había terminado su luto, y los colores vivaces volvieron a formar parte de su guardarropa.
Si en ese momento alguien lo obligará a verbalizar sus pensamientos, Taehyung diría que el monarca pelinegro luce despampanante, pues, aunque lo odiaba con locura desmedida, jamás se atrevería a decir que ese hombre no era atractivo. Jeon Jungkook era el demonio más hermoso entre las filas del infierno, con ese cabello negro perfectamente peinado hacia atrás, y esa piel lechosa que daban ganas de marcar con la boca hasta teñirla de morado. La oscuridad en sus pupilas como el cielo al caer la noche, y esos labios finos tan rojos como el carmín. Su esposo era indudablemente bello, tenía que admitirlo; tristemente su deslumbrante belleza era parte de su astuta mascara engañosa, pues, así como él, muchas personas habían caído en la trampa de su inocente sonrisa.
Obviamente Taehyung no fue el único afectado por la presencia del otro, pues Jungkook tuvo que aclararse la garganta y retomar su postura rígida, para no terminar babeando el suelo por la bonita vista que tenía del doncel que caminaba en su dirección, o, mejor dicho, al trono a su izquierda.
El doncel llevaba un delicado maquillaje acentuando sus facciones de manera sutil, un traje de la más fina seda en tono azul y una corona de al menos tres kilos adornando su cabeza y esos rulos castaños que caían por su frente dando a su afilado rostro un aspecto jovial y poderoso al mismo tiempo. Su figura estaba marcada por un ajustado corsé, destacando sus anchas caderas y la angosta cintura que era capaz de robarle el aliento a cualquier caballero con ojos funcionales.
Jeon Taehyung era precioso, no cabía duda de ese irrefutable hecho, y Jungkook estaba cada vez más perdido en el hechizo de sus movimientos, de su aroma floral y dulce cuando esté paso a su lado sin siquiera dedicarle una mirada.
Con la mirada calvada en su consorte, Jungkook observó como este tomaba asiento a su lado y fue consciente de su expresión embabucada sino hasta después de un momento en el que se perdió en la perfección de su rostro, las criadas aparecieron en su campo de visión, moviéndose apresuradas para arreglarle las ropas, y esa pesada capa que caía por su angosta espalda, siguiendo las indicaciones que el artista daba para posicionar de mejor manera al doncel.
Cuando el joven artista estuvo conforme con la posición de sus cuerpos, que básicamente consistía en una postura rígida y erguida en la silla dorada, la mano de Taehyung descansando sobre el metal precioso y la de Jungkook sobre la suya; el castaño se percató de que ese hombre detrás del lienzo no era el mismo caballero que retrató su última pintura, lo cual le pareció sumamente extraño, pues la familia real, era bastante quisquillosa a la hora de contratar algún servicio artístico, y ese joven no parecía tener la experiencia suficiente para llevar a cabo una tarea tan importante como lo era el capturar la esencia de los nuevos regentes del pueblo.
Al cabo de unos minutos, en los que Jungkook no perdió el tiempo para acariciar la suavidad de la piel canela, y con Taehyung temblando por sus descaradas acciones, el silencio que se sumió en el salón fue roto por el joven de porte varonil y suspicaz, quién ahora sabía que portaba el nombre Nam JooHyuk, un hombre alto de mirada bohemia y una sonrisa cautivadora, quién Taehyung suponía pertenecía a la familia del Ducado Nam, pues sus ropas no eran del todo discretas.
- Lamento la impertinencia, su majestad. - habló el pintor, soltando a la par de sus palabras imprudentes el trozo de madera con el que había marcado las siluetas de sus majestades. - Pero tiene usted un aura entristecida. ¿Desea que llame a algún bufón para pintarle una sonrisa?
El doncel se sintió ofendido por tal insolencia, y tan rápido como terminó de procesar sus palabras abrió la boca para hablar, pero sus intenciones murieron ahogadas en su boca, pues la voz de Jungkook retumbo con eco de manera firme.
- Encárguense de hacer su trabajo que para eso le estoy pagando.
JooHyuk se lamió los labios, y tras darle una sonrisa coqueta al doncel, dirigió su mirada al pelinegro, quién parecía querer echar fuego por los ojos. También notó como este apretaba su agarre en la mano impropia, y se sintió complacido, pues, aunque llevaba ya un tiempo sirviéndole al Rey, verlo tan a la defensiva por su presencia, como una amenaza a su matrimonio, infló su ego significativamente.
- Discúlpeme su majestad. Es solo que debería al menos notarse un poco más entusiasta por este día; después de todo, este retrato será la única ventana por la cual su preciosa descendencia podrá conocerle. - le dijo a Jungkook, pues su comentario anterior no pretendía ser dirigido Taehyung como ambos supusieron. Posteriormente inclinó su cabeza en una venia insolente, incluso un tanto burlona, para después volver a mirar al castaño con evidente coqueteo y una chispa de pudor, pues él, al ser un hombre observador por naturaleza, se percató enseguida de que el matrimonio de ese par no estaba yendo para nada bien. - Luce usted exquisito su majestad Taehyung.
El nombrado se sonrojó hasta las orejas, y notó a su esposo tensarse a su lado.
Con ese halago tan descarado, Jungkook sintió sus jugos gástricos tocarle la garganta. ¿Por qué todo el mundo se había vuelto tan osado? No recuerda que alguna vez en el pasado, Taehyung haya recibido tantos piropos, o quizás había estado tan concentrado buscando en qué falda meterse por la noche, que simplemente no le prestó atención a todas esas miradas lascivas que su esposo robaba, a todos esos suspiros y sonrisas añorantes.
- ¿Cómo van sus obras, majestad? - habló el artista después de un largo silencio, para aligerar la tensión. - No me ha llamado para retomar sus clases. ¿Ha estado practicando?
- Sí joven Nam, he estado practicando. - respondió con simpleza, mirando de soslayo como el doncel fruncía el ceño, ajeno a ese nuevo tema de conversación.
- ¿Ha visto usted sus pinturas, majestad? - está vez el pintor se dirigió al doncel, quién negó con la cabeza. - Son preciosas, su majestad el Rey, tiene don nato para la pintura, y me atrevo a decir, ahora que he tenido el privilegio de conocerle, que incluso yo lograría encontrar la inspiración y motivo suficiente para pintar, si tuviera una musa tan bella como lo es usted, créame que no sería capaz de apartar mi mirada de tan etérea obra de arte.
- Cuide sus palabras, joven Nam. - advirtió Jungkook aún más molesto que al principio. - No me obligue a desistir de sus servicios y arrebatarle el título.
JooHyuk soltó el aire retenido en sus pulmones a modo de una risita, y comprendió que debía guardar silencio, al menos por el momento, pues las cosas no terminarían bien si seguía abriendo la boca solo para provocarle.
Las horas corrieron con fastidio, demasiado lentas para haber sido tan poco tiempo y un avance casi nulo por parte del pintor. JooHyuk al notar que a Taehyung cada vez se le hacía más difícil mantener su postura sin hacer ese gesto de incomodad, decidió dar por terminada la reunión.
La hora del almuerzo ya había pasado hace unos cuantos minutos, y para ser sinceros, ninguno en ese lugar podría aguantar más tiempo sentado en esas posiciones tan incómodas.
- Sus majestades. - los llamo el joven con una sonrisa amable. - ¿Les parece bien terminar con esta sesión? He logrado capturar sus divinos rostros en mi memoria; la próxima vez que nos reunamos será únicamente para darle detalle a sus atuendos.
Y Jungkook lo dudo, aunque no era la mejor de las circunstancias, había podido sostener la mano de Taehyung por al menos tres horas, y no estaba dispuesto a apartarse de ese ligero contacto que tan bien le hacía a su alma fragmentada; pero cuando el castaño le miró con súplica y evidente cansancio, solo atinó a suspirar y asentir en rendición.
- ¿Ha dejado el espacio que solicité? - le cuestionó de vuelta al hombre quién miraba idiotizado como Taehyung comenzaba a retirarse la pesada capa y esa corona dorada.
- ¿Para su príncipe? - preguntó una vez regresó a la realidad, una en la que tenía la mirada asesina de su monarca sobre él. - Puede ver... no sé qué tan pequeño sea nuestro príncipe o si desea ser usted el que lo cargue en su regazo.
Mientras Jungkook se acercaba junto al joven pintor, Taehyung no pudo evitar perderse en el recuerdo de su niño. El corazón se le apretó y su respiración comenzó a fallar. ¿Por qué Jungkook se había tomado el atrevimiento de querer retratar a su hijo cuando lo había alejado de su lado? ¿Cómo pudo si quiera considerar una idea tan absurda? El castaño se había pasado días enteros pensando en cómo estaría llevando si ausencia, si había comido bien, o si quizás lloraba por la picazón de sus dientes nacientes.
La sensación de pérdida invadió nuevamente su poca racionalidad, y no pudo evitar recriminarse a sí mismo por abandonar a su pequeño pedacito de algodón nuevamente en una etapa donde más lo necesitaba; porque su bebé lo necesitaba, así como él lo hacía. Y aunque sabía que Yoongi lo adoraba como si fuera su propio hijo, el monarca tenía asuntos importantes que atender con su nación. No contaba con el tiempo que un niño demandaba, mucho menos ahora que las cosas estaban tensas por su reciente aparición, pues sabía de sobra que los demás reinos le darían la espalda por haber "hurtado" al esposo de un príncipe. La idea de que las nanas y nodrizas estuvieran al cuidado de YeonJun de sol a sol no le agradaba mucho, pues creía que en algún punto su retoño dejaría de extrañarlo y terminaría por olvidarlo por completo.
- Cariño. - Jungkook lo saco de su ensoñación, usando un tono acaramelado y extendiendo su mano para llamarlo a su lado. - ¿Qué tan grande crees que esté nuestro YeonJun para cuándo vuelva con nosotros?
El escuchar el nombre de su hijo salir por los labios impuros del pelinegro, le provocó cólera. Su rostro se pintó de un rojo escarlata. Sin molestarse en seguir los modales dictados por el protocolo, y una vez que las criadas se hicieron a un lado comenzó a abrirse paso entre el pasillo, dando largas zancadas en dirección a la salida.
¿Quién se creía ese imbécil para atreverse a pronunciar el divino nombre de su hijo? ¿Con que derecho se atrevía a llamarlo suyo?
Tras el estruendoso portazo de las puertas de roble y el eco sonoro que provocó tal impacto de su huida, Jungkook miró atónito la escena, tratando de descifrar cuál fue el motivo por el cual su esposo había salido despavorido del salón.
¿Que hizo está vez?
No lo comprendía, estaba seguro de que había sido cuidadoso con todas las palabras que le dirigió, ensayó su comportamiento dócil e incluso media el momento perfecto para dedicarle una mirada. ¿Entonces por qué? ¿Fue por qué le tomo la mano?
Incluso había creído que sería un lindo detalle para el doncel que incluyera a su hijo en el retrato, pues era una promesa muda a qué lo traería de vuelta a sus tierras, junto a sus padres, al lugar donde nunca debió salir, su hogar, junto a ellos.
Con el miedo a perder a su esposo de nuevo calándole los huesos, y el sentimiento de culpabilidad, obligó a sus músculos a reaccionar, pues el recuerdo de aquella última vez cuando lo dejo marcharse tras ser descubierto, no lo dejaba dormir. Se aseguraría que una situación como esa no volviera a ocurrir, no estaba dispuesto a perderlo de nuevo, y así tuviera que salir mil veces detrás de él, lo haría. Sin duda alguna, lo haría.
Por ese motivo, y dejando de lado la mirada burlona del artista a su costado, y esos murmullos curiosos de la servidumbre, salió del salón a pasos largos, trotando en dirección a donde creía que marchó.
[...]
Taehyung se considera una persona bastante hábil para encontrar el escondite perfecto. Su contextura delgada y su estatura baja, le permitían caber a la perfección en espacios reducidos, pero esta vez con la nube gris de sus emociones acechando cruelmente, no encontró mejor lugar al que huir que el jardín de jazmín al que había deseado visitar por la mañana.
Ya tal como lo había pensado, estar rodeado por esos arbustos medio secos y sin flores, le brindaron el cobijo que necesitaba a pesar de estar a la intemperie. Se sorprendió de lo bien cuidado que se encontraba el lugar, como si alguien hubiera seguido esmerándose en la tarea de mantenerlo lindo, cosa que agradeció en demasía, pues pudo echarse sobre los cojines del quiosco en qué tantas veces había tomado el té junto a ese mismo hombre que en cuestión de minutos llegó a su lado con la respiración acelerada por el largo recorrido y una ligera capa de sudor cubriendo su frente.
Taehyung había sentido su ausencia, apenas como un parpadeo, mientras que Jungkook juraba haber vivido una eternidad buscándolo por los pasillos y los jardines cercanos al salón principal.
- Tae... - Jungkook pronunció quedito, un susurro apenas audible para el castaño, quién no había elevado la mirada del suelo acolchado, a pesar de ser consciente de la presencia del azabache. - No sé qué fue lo que hice tan mal para provocar que salieras de esa manera tan precipitada, pero lo lamento. - y no mentía, el Rey no tenía idea de lo que provocó la ira de ese hermoso ángel, pero ahí estaba nuevamente perdiendo su orgullo e inclinándose en una reverencia completa para darle veracidad a sus palabras. - Puedo jurarte mi amor, que durante este tiempo mis intenciones han sido genuinas... Si es que con alguna de mis actitudes enamoradas he provocado en ti algún tipo de incomodidad, te pido humildemente que me concedas tu precioso perdón; pues, aunque lo intento no logro recordar haber cometido algún comportamiento digno del castigo de tu repentina huida. Permíteme redimir mi equivocación...
En algún momento de esas bonitas palabras, Taehyung había elevado el rostro para detallar la expresión afligida y arrepentida de su esposo.
¿A qué jugaba? ¿Cuál era el afán de hacerlo dudar de sus objetivos?
Jungkook acababa de disculparse por algo que no comprendía, algo de lo que no tenía certeza que fuera culpa suya, y ese siempre hecho había logrado mover algo dentro de Taehyung, porque esa nueva actitud del azabache le encantaba, pues era esa mirada anhelante la que había deseado obtener por tantas noches en el pasado.
Si bien era cierto que la mención de su hijo logró tocar fibras sensibles en su interior, no era del todo cierto que ese fuera el único motivo para su repentino escape. Durante el tiempo que pasó muerto de miedo esperando y rogándole a los cielos que Jungkook no apareciera, también había notado ese nuevo y drástico cambio en el hombre, esas actitudes gentiles y respetuosas a su persona, y aunque quiso evitarlo, la revolución de mariposas en su interior habían comenzado a darle batalla a su conciencia, para lograr dejar en libertad a esa pequeña parte de él, que seguía amando con locura a su esposo, ese mismo hombre que no parecía ser el mismo de antaño, ese azabache que estaba justo frente a él, mirándolo temeroso y temblando de miedo por ejecutar alguna acción que pudiera arruinar de alguna manera el primer acercamiento íntimo que tenían desde aquella noche en Percia.
Era estúpido, Taehyung lo sabía perfectamente, porque ese hombre lo rompió de todas las maneras posibles.
- ¿Aceptarías almorzar conmigo? ¿Me harías el honor de deleitarme con tu belleza al menos por está tarde? - se atrevió a decir el monarca después de una ardua batalla de fijas miradas entre ambos. Su voz salió suplicante, y su cuerpo había comenzado a girarse en dirección a la salida, por si ese precioso doncel rechazaba su oferta. Estaba muerto de miedo, la cobardía lo había detenido por mucho tiempo, convirtiéndose así en su mejor amiga por años. - ¿Me esperarías aquí? Si aceptas iré a la cocina para pedir que preparen tu comida favorita, y quizás pueda conseguir algunas de golosinas para tomar un poco de té...
Taehyung no debió considerarlo, no debió ver esa sonrisa porque nuevamente terminó embaucado, perdido en la nobleza de esos dientes blancos que brillaban con timidez. Se sintió poderoso, se sintió deseado e importante para un hombre que había demostrado con hechos y palabras, lo aborrecible que era.
¿Qué cambió?
No pudo pensar en una respuesta coherente ante su interrogante, cuando su cuerpo respondió a la propuesta sin siquiera preguntar a su racionalidad. Y asintió. Su cabeza se movía afirmando lo que su boca no pudo, mientras que sus ojos seguían mirando con curiosidad el semblante ajeno, tratando de descubrir los secretos ocultos detrás de sus tupidas pestañas.
Jungkook por otra parte, casi saltó de alegría en el instante que notó la duda en su mirada, pero terminó ensanchando la sonrisa cuando el castaño asintió. Era la primera vez que Taehyung compartiría una comida a su lado teniendo su consentimiento, y eso no podía ponerlo más contento. Había dado un paso importante para comenzar a ganarse nuevamente su confianza, y si la vida lo permitía, quizás también su corazón.
Antes de darle tiempo de arrepentirse, el azabache le imploró no moverse del jardín, y salió despavorido del lugar con dirección a la cocina, con la misión de averiguar cuál era el platillo favorito de su esposo, pues aunque se ofreció a proporcionarle dicho alimento, lo cierto era que no conocía ese dato tan banal de él.
Cómo todo lo demás.
Mientras que el azabache se perdía entre los arbustos, Taehyung se levantó de la maraña de cojines para intentar tranquilizarse y entrar en razón.
¿Que había hecho? ¿Por qué cedió?
Un nuevo suspiro abandonó sus labios, al caer en cuenta de la idiotez que acababa de cometer, pues había bajado la guardia, había cedido la victoria de una batalla en esa guerra que había comenzado a luchar desde que volvieron a encontrarse. Aunque debe decir, que supo mantener la resistencia, pues había pasado mucho tiempo a solas con Jungkook, y no fue hasta después de un mes, que había cedido a compartir un almuerzo. Si lo pensaba mejor, y con la cabeza fría, dejando de lado el rencor y ese amor ahogado, Taehyung no se creía capaz de hacer algo contra el monarca pelinegro, y llámenlo cobarde, quizás hasta estúpido, pero el doncel no tenía el corazón de piedra. Simplemente no podía ir por la vida hiriendo a la gente, menos si está, aún formaba parte de su vida.
En ese momento se hallaba a la espera, expectante y ansioso por la aparición de alguno de sus caballeros de brillante armadura, y ser rescatado por los hombres en quien tanto confiaba. Pero entre esa esperanza de salir de su jaula de oro, entraban esos escenarios donde su hijo era el protagonista de la catástrofe. Si Yoongi lo llevaba de vuelta a Percia, su hijo sería destituido, quizás hasta exiliado por pertenecer a otro reino, y de no ser así, jamás lograría asumir el trono por el simple hecho de haber nacido de su vientre. Taehyung había pasado por mil y un cosas horribles durante su niñez, y no quería que eso le ocurriera a su bebé. Si decidía abandonar sus tierras nuevamente, ese destino era una profecía, su futuro grabado en piedra e imposible de modificar; la corte de Percia no los dejarían vivir en paz.
¿Qué pasaría si decidía permanecer en Sirgo?
Todos esos escenarios catastróficos que se había imaginado, jamás podrían dar lugar en Sirgo, pues no solo contaba con la protección de la corona, sino que también era el padre del legítimo heredero al trono y pertenecía a la familia más poderosa del reino. Su seguridad y la de su hijo estaba asegurada.
Nadie se atrevería a cuestionar su autoridad, nadie negaría el hecho de que por el pequeño cuerpo de su bebé corría la sangre azul de los Jeon, y tampoco era un hijo ilegítimo del rey, como todos esos bastardos que el último mencionado tiró por ahí. YeonJun había nacido dentro de su matrimonio, y tenía el derecho divino de gobernar las tierras de su padre.
Si era astuto podría utilizar todas esas cartas a su favor. Quizás si lograba convencer a Jungkook, y enlazar sus objetivos, podrían llegar a un acuerdo similar al que tenían Hoseok y Yoongi.
Uno en el que su unión marital no sería un impedimento para que él pudiera ser feliz y libre de amar a quien le diera la gana; pues aunque está nueva faceta del pelinegro lograba cautivarlo, tenía muy claro que no podía, ni debía abrirle espacio en su corazón nuevamente; pero tampoco se sentía con el derecho de negarle su paternidad, y la esperanza de que su pueblo prosperará.
Tal vez podrían llegar a ser amigos, socios y cómplices. Después de todo, Taehyung dudaba que el azabache pudiera mantener su pene fuera de alguna mujer; y si tanto lo despreciaba como le había dicho innumerables veces, no le veía inconveniente alguno para que él pudiera rehacer su vida con esos hombres que realmente le querían; claro siempre y cuando, todo se mantuviera en secreto.
¡Era el plan perfecto!
Un poco más entusiasmado por la conclusión a la que llegó, el cuerpo del doncel logró relajarse considerablemente, había encontrado la solución perfecta para todos los problemas que lo atormentaban. Así que con una sonrisa que destilaba tranquilidad, se permitió tomarse el tiempo para dar un paseo por el jardín, de recorrer cada espacio que le traía memorias preciosas y otras un tanto melancólicas.
El recuerdo de su cumpleaños número diecisiete se instaló en su mente para atormentarlo, podía volver a sentir vívidamente la felicidad que arribo su cuerpo cuando Jungkook lo llevo ahí por primera vez, anunciando que ese hermoso lugar le pertenecía, y había sido plantado pensando en él.
¿Taehyung podía pensar en sí mismo como un pequeño jazmín?
Quizás la comparación no era del todo desequilibrada, pero tampoco acertada. Aun así, podía decir que ese lugar le pertenecía enteramente, y que, aunque vivió terribles momentos ahí, también existieron los buenos, y a estas alturas prefería quedarse con las únicas vivencias que lograron sacarle una sonrisa, pues estaba cansado de vivir sumido en la amargura.
Mientras las yemas de sus dedos recorrían las hojas que tenía a su alcance, las ramas que descansaban sobre el suelo se quebraron ante el peso de alguien, anunciando la presencia una segunda presencia detrás de él. Jungkook debía haber llegado, pues había pasado un buen rato desde que lo perdió de vista; pero grande fue su sorpresa cuando la voz áspera de una mujer llegó a sus oídos.
- ¿Qué haces aquí? - le preguntó aquella desconocida a sus espaldas, utilizando un tono filoso y para nada amable. - Te hice una pregunta. ¿Es que acaso no me escuchas?
Con tantas emociones arrinconadas en su pecho, la mejor analogía para describir a Taehyung en ese momento, era la dinamita expuesta el fuego, dispuesta a explotar y arrasar con todo lo que tuviera a su alcance. La más mínima provocación lograba hervirle la sangre, y el hecho de que hace tan solo unos minutos estuviera ardiendo en rabia contra Jungkook no ayudo en nada.
Su mandíbula se apretó con evidente molestia, pero trató de mantener la compostura; suspiró soltando todo el coraje que le provocó tal insolencia a su persona, y alisando con fuerza el corsé de su traje, se giró en dirección a la fémina que tenía la mirada ensombrecida clavada en su cuerpo.
- ¿Quien se creé que es usted para hablarle con tal insolencia a su majestad? - se defendió de inmediato, logrando que la joven mujer de cabellos negros agudizara su mirada. - ¡Lárgate de mi jardín si no quieres que empale tu cabeza en la plaza!
- ¿Tu jardín? - preguntó con genuina incredulidad, soltando una fuerte risotada tras escuchar las palabras del doncel. - Este jardín fue plantado en mi honor, en mi cumpleaños número seis.
Tum... Tum... Tum...
Los latidos del pobre corazón de Taehyung comenzaron a detenerse, y entre su impotencia se obligó a detallar de mejor manera el rostro de la mujer, quien lucía en su rostro blanquizco el mismo lunar que Jungkook tenía debajo de su labio inferior, sus cabellos negros como el azabache haciendo juego con las perlas oscuras de sus ojos, las ropas finas cubriendo su cuerpo y esa presencia orgullosa y osada al dirigirse a su persona.
- ¿Quién es usted?
- La hermana de su majestad el Rey.
La afirmación le tomó por sorpresa, pues no conocía a la princesa Jeon, o mejor dicho la Reina Choi. Sabía de sobra que su esposo tenía una hermana menor, y el parecido entre ellos era asombroso. No esperaba verla en el palacio, pues está no estuvo presente el día de su boda, y tampoco en su coronación; había escuchado rumores de que su esposo era un hombre celoso de sus pertenencias y Jeon YeJi era un diamante precioso, un tesoro de alto valor al que no podían dejar a la vista sin custodia, pues cualquier rufián sería capaz de perder la cordura y hurtar a tan precioso ser.
Pero sin duda, lo que más lo descoloco, no fue el hecho de al fin conocer a su cuñada, sino que está reclamará como propio ese bonito lugar que hace tan solo unos minutos le había devuelto la paz y claridad que necesitaba. Taehyung había creído que Jungkook no podía ser más canalla. Genuinamente pensó que el pelinegro había agotado las posibilidades de decepcionarle, pero una vez más, la clara evidencia de que se enamoró de un espejismo estaba frente a él.
¿Cuántas veces debía herirlo para al fin poder odiarlo?
A pesar de que el golpe le dolió hasta el alma, ya no sentía su corazón sangrar. La idea de esconderse del mundo ya no cruzó por su mente, y contrario a eso, elevó el rostro con orgullo, mirando de la misma manera desafiante a la mujer frente a él.
- Lamento irrumpir en la que alguna vez fue su propiedad, majestad. - comenzó con sutileza. - Lamentablemente, y tras contraer matrimonio con su hermano, estas tierras me pertenecen, y todo lo que hay dentro del palacio también.
No supo de dónde había obtenido el valor para hablar de esa manera, pero descubrió que hizo lo correcto, al ver el rostro de su cuñada desfigurarse en una mueca casi inhumana.
- ¿Y quién te crees tú para imponer tu juicio nulo sobre una integrante de la familia Real? - gruñó colérica y se acercó hasta el castaño sin despegarle la mirada. - Soy Jeon YeJi, hija del difunto Rey Jeon Joon...
- ¡Y yo soy Kim Taehyung! - la interrumpió de golpe. - ¡Soy el Rey consorte de esta nación y dueño de este jodido palacio! Me vale una mierda que esté jardín haya sido regalo de su padre. Ninguna circunstancia le da derecho de hablarle de esta manera tan osada a su majestad, y mucho menos algo tan absurdo como lo es este estúpido jardín. Encárguese de sus propios asuntos y lárguese de mi vista.
Jeon YeJi era una joven a la que la vida se encargó de moldear hasta terminar convertida en una mujer orgullosa, egoísta y malvada. Nada se le negaba, y nadie había tenido el valor suficiente para atreverse a levantarle la voz, por ese motivo el que Taehyung le estuviera hablando tan altanero y sin miedo a las consecuencias, solo la hacían enfurecer aún más. Su rostro estaba totalmente pintado de rojo, borrando cualquier rastro de su piel lechosa, su mirada se había oscurecido a tal punto de parecer una bestia irracional, y tan pronto como tuvo oportunidad, con todas las ganas de filtrar su frustración de alguna manera, elevó su mano al aire, con toda la intención de abofetear al doncel castaño que seguía desafinándola con la mirada.
Estuvo a punto de golpearlo, su palma estuvo a escasos centímetros de estamparse sobre la piel canela de Taehyung, pero el acto no logró a ser consumado, pues una fuerte mano detuvo su trayectoria, y segundos después, YeJi terminó siendo arrojada al suelo por su hermano.
- ¿¡Qué crees que estás haciendo YeJi!? - bramó Jungkook con la misma expresión rabiosa que tenía su hermana tumbada en suelo. - ¿Cómo te atreves a levantarle la mano a mi esposo?
- Ese estúpido doncel me faltó al respeto. - le gritó desde su lugar, apoyando sus manos en pasto seco para reincorporarse. - ¿Vas a permitir que esa sabandija sin chiste ose ultrajar mi jardín?
Taehyung no sabía si agradecer la interrupción a su disputa con su cuñada, lo único que tenía claro, era que nuevamente la presencia de su esposo no iba traerle nada bueno, pues estaba herido, y el simple timbre de su voz, estaba provocándole unas ganas inmensas de ser él, el que lo golpeara. Aprovechando que el par de hermanos estaban inmersos en su discusión, insultando y lanzando majaderías al otro como si fueran viles plebeyos, se escabulló con éxito del lugar y salió a pasos lentos del jardín para encerrarse en su habitación. Se sentía bastante humillado, pero al mismo tiempo satisfecho por no bajar la mirada, por no permitir que le faltarán al respeto. Pues justo como Hoseok se lo había dicho, ahora tenía el poder de defenderse por mérito propio, aunque ciertamente no espero que tuviera que usar la carta de su corona tan pronto.
Cuando Jungkook se percató de la ausencia de Taehyung, sus ganas de arrinconar a su hermana en algún tronco incrementaron. Cegado por la ira irracional que sentía hirviendo en su cuerpo, no se limitó a sus instintos, y tomó a la mujer del abrigo rojo que llevaba puesto y usando solo un poco de fuerza la movió hasta alguna superficie plana, para tomarle la mandíbula con fuerza bruta.
- Ruégale a los cielos, querida hermana, que la preciosa piel de mi doncel no haya sido maltratada por tus manos, porque juro por mi madre que voy hacerte pagar por ello.
- ¡Eres un idiota! - refutó en un grito ahogado, pues el agarre del azabache había bajado hasta su garganta, y comenzó a hacer presión en la zona. - ¿Cómo puedes hacerme de lado ¡A mí que soy tu hermana! Por un estúpido doncel?
- Ese "estúpido doncel", como acabas de llamarlo, es mi esposo, el padre de mi hijo ¡Y tu Rey! - logró decir tras un bufido caliente. - Solo por esas tres simples razones le debes todo tu puto respeto.
Jungkook se alejó de su hermana con un movimiento brusco y ella cayó al suelo nuevamente, tosiendo y aspirando la mayor parte de oxígeno que pudo recolectar, mirando como la figura de su hermano seguía el camino por el cual el doncel se había marchado.
¿Que había sido todo eso?
[...]
- Tae...
Por segunda ocasión en un perdido de tiempo relativamente corto, Jungkook se encontraba llamando a la puerta de su vieja habitación con insistencia, buscándole la cara al doncel que había salido corriendo de su lado cuando estuvo tan cerca de redimir un poco del daño causado. Habían pasado ya varios minutos desde que había llegado, su puño ya estaba hinchado y rojo por los golpes proporcionados la pesada madera de la puerta, pero Taehyung no parecía querer escucharlo.
Los guardias de la entrada, ya se retiraron del pasillo, pero ninguno paro de preguntarse el por qué Jungkook no era capaz de abrir la puerta, era el Rey, podía hacer lo que placiera en el momento que quisiera; pero el azabache se había prometido darle su espacio, la opción de decidir si quería o no hablar con él, pero eso no lo eximia de rogarle, y eso era lo que estaba haciendo.
- Por favor déjame hablar. - suplicó aún con adrenalina y testosterona al límite. - Mi hermana es una persona irracional y orgullosa, te suplico que no permitas que nuestra relación se agriete por este inconveniente...
Pero no había rastro de algún sonido o movimiento proveniente de la habitación, y Jungkook estuvo a punto de rendirse, el pecho le dolía horrores y su cabeza parecía querer estallar, pero antes de que pudiera retroceder, la puerta fue abierta abruptamente, y de no ser por sus buenos reflejos, el monarca habría caído suelo, pues se encontraba recargado en la madera.
Al reponerse de su vergonzoso tropiezo, justo cuando Jungkook elevó su rostro, se encontró con esos ojitos miel que lo miraban con rencor, su pequeño jazmín estaba iracundo.
- ¡Lárguese! - pronunció el doncel en un tono bajo.
Al escuchar su voz Jungkook estuvo a punto de soltarse a llorar, pues notó en su timbre esa nota rasposa, la dificultad dolorosa al emitir palabra, eso solo podía deberse a la marca en su cuello, al tiempo que pasó colgado en la soga que se encargó de lastimarle la garganta hasta el punto de privarle el habla. Su corazón se apretó, y su cuerpo parecía no querer responder. Estaba atónito, totalmente cegado de dolor y culpa. Era la primera vez en todo ese tiempo que Taehyung le dirigía la palabra, y fue únicamente para echarlo.
- Por favor escúchame...
- ¿Y qué quiere que escuche? - lo interrumpió el castaño de inmediato. - ¿Qué es usted un maldito mentiroso? ¿Qué aún después de tanto tiempo pretende seguir viéndome la cara de idiota? ¿Eso es lo que quiere?
- No Tae, yo no...
- ¡Mi nombre es Kim Taehyung! Y no le permito tutearme y mucho menos usar ese tipo de sobre nombres para dirigirse a mi persona. ¿Era eso lo que quería no es así? A su consorte de vuelta, pues aquí me tiene. No pretenda ser el esposo bueno y cariñoso que jamás fue, porque ese ridículo papel no le queda.
- Tae... Taehyung - se corrigió enseguida con la voz quebrada. - mi intención jamás ha sido faltarte al respeto, y mucho menos pretender hacer o demostrar algo que no siento. ¿No te das cuenta lo mucho que me duele tu indiferencia? ¿No puedes ver mi alma sangrando por tu amor? ¿No crees que es un poco injusto que me condenes a esta horrible agonía sin antes escuchar lo que tengo para decirte?
- Si usted me amara... si al menos hubiera sentido una pizca de respeto por mí, no habría hecho todo lo que me hizo, no me habría engañado con cuánta puta se le cruzó en el camino, no me habría humillado frente a todo el mundo, no habría insultado mi cuerpo, no me habría agredido, no me habría hecho menos, no me habría abandonado, no me habría golpeado, no me habría herido, y por sobre todo, me habría dejado ser feliz en el lugar donde estaba.
Taehyung estaba realmente herido, dolido por los sucesos acontecidos, y no supo en qué momento de su monólogo sus lágrimas comenzaron a salir furiosas por sus ojos, no supo en qué momento decidió perder la compostura para decirle todo lo que había guardado para él durante todos esos meses.
- ¿Sabe? - volvió hablar después de ver a Jungkook totalmente bloqueado por sus palabras. - Ese jardín, era lo único que creía mío en este lugar; era el único consuelo que tenía de nuestro matrimonio fallido, de todos esos días que me pase sintiéndome como una vil rata que no merecía si quiera su mirada. Esas flores, ese quiosco y los momentos que viví junto a usted en ese lugar eran mi único refugio, algo verdaderamente mío, ya que usted jamás lo fue, su amor, atención y respeto nunca jamás me pertenecieron. Y fui un idiota, una vez más puedo darme cuenta que es usted una asquerosa sanguijuela, un maldito estafador que haría cualquier cosa por conseguir el dinero que su reino perdió por culpa de su insensatez.
Jungkook había deseado su odio sobre la indiferencia. Había rogado todas las noches porque el doncel le expresará al menos una parte de su rencor, pero jamás espero que sus palabras dolieran tanto, jamás creyó que sus acciones pudieran provocar un odio tan profundo en un ser tan puro y bonito como lo era Taehyung.
Logró corromper a su ángel de preciosa sonrisa y mirada inocente.
¿Cómo pudo cometer semejante sacrilegio? ¿Cómo pudo ser capaz de herir un corazón tan hermoso?
Ahora con esa nueva información que no fue capaz de asociar durante el enfrentamiento que tuvo con su hermana, se sentía el hombre más patético del reino, ¡Que va! Del mundo entero. Las mentiras tienen las patas cortas, lo sabía perfectamente, pero el que Taehyung estuviera frente a él, recriminándole su mentira que en el pasado lo saco de un gran apuro, con esa mirada filosa llena de sal, y esa expresión dolida, había logrado derrumbar los pocos cimientos que aún quedaban de pie sosteniendo su cordura.
Nuevamente había sido atrapado en su mentira, se encontraba arrinconado, imposibilitado a defenderse, porque no tenía una excusa que inventar, ya no podía seguirle mintiendo tan descaradamente a ese hermoso ser, que al fin había terminado por erradicar la poca confianza que le tenía.
- Aunque no lo creas, Tae. - el sobre nombre logró que el castaño lo mirara con más furor. - Me he pasado la mayor parte de mi vida amándote. Y hoy después de tanto tiempo, de toda esa montaña de mentiras y orgullo injustificado, admito que me comporte como un verdadero imbécil. Jamás tuve un juicio propio, jamás se me permitió pensar o actuar por mi propia cuenta, fui criado para escuchar los consejos de los hombres a mi alrededor, y en la búsqueda de su aprobación hice cosas de las que me arrepiento, me deje envolver en las habladurías de la gente, en los comentarios hirientes de lo que mi amor hacia ti, significaba para el resto, y te mentí, te engañé y utilicé como si fueras un objeto, como si no valieras nada, con el único propósito de hacerme valer frente a todos ellos, pero no sabes cuándo te amé Taehyung, no te haces una idea de lo enamorado que estoy de ti, de lo arrepentido que me siento cada que veo tu semblante entristecido, porque fui yo el único causante de tu dolor. Lo sé perfectamente, y me jode como no tienes idea. - sus sollozos interrumpieron su hablar, se obligó a limpiar sus lágrimas con el dobladillo de su puño, y respiro hondo en busca de un poco de oxígeno para seguir hablando, pues Taehyung se había quedado quieto, y parecía querer seguir escuchando sus palabras. - ¡Te he extrañado! ¡Te extrañé tanto que supe que la vida sin ti no tenía sentido!
» Me pase meses buscando tu cuerpo, llorando tu muerte y culpándome por ello; porque mi amor por ti es genuino, y aunque me costó una década admitirlo, estoy seguro de ello. Me duele el corazón cada que estás lejos de mí, y es por eso que quiero recuperar lo nuestro, quiero empezar de cero contigo, retomar nuestro matrimonio y está vez amarte como siempre mereciste, sin mentiras, sin engaños y sin un contrato que me mantenga atado a ti, porque yo deseo estar junto a ti, deseo despertar todos los días de mi vida a tu lado, reír a tu lado, ser feliz contigo y hacerte feliz también.
» Desde que vi tu cuerpo descansando en ese féretro, no he vivido ni un solo día de paz. La culpa me carcome y he sufrido de una agonía dolorosa pensando en tu muerte, a lo que te orille a hacer. Jamás debí costarme con esa mujer, jamás debí faltar a mi palabra. Pero estoy arrepentido ¿Es tan difícil de creer que en verdad lo estoy? - Con Taehyung mirándolo de esa forma, Jungkook no lo soporto más, su llanto se hizo más intenso, la impotencia de nuevamente no encontrar alguna emoción que pudiera leer lo llevo al borde del precipicio. Estaba ahí, frente a su esposo con el corazón destrozado, mostrándole su alma y entregándole una nueva faceta que ni él conocía a profundidad, totalmente a su merced, suplicando por su piedad. - Jamás deje de pensar en nuestro hijo, en lo que hubiera sido tan solo yo te hubiera contado sobre tu embarazo...
Taehyung ya no pudo guardar silencio, abrió la boca que soltaba sollozos mudos para finalmente alzar la voz.
- ¿Ya sabía de mi embarazo?
Jungkook apretó los ojos con fuerza, lamentando el no haber meditado mejor sus palabras, ¿Pero de que serviría? Ya no había lugar para más mentiras, así que terminó asintiendo.
- Yo no estaba listo, Tae, tienes que comprender que toda mi vida creí que era un hombre sin valía... - la voz le tembló al ver cómo el castaño se dejaba caer al sofá de la habitación. - Estaba aterrado, la simple idea de ver una diminuta persona idéntica a mí era el motivo suficiente para querer salir corriendo, pero cuando conocí a nuestro hijo, cuando lo tuve entre mis brazos... y-yo lo supe. Lo sentí en el primer momento que mis ojos se fundieron con los suyos. Nuestro YeonJunie es precioso y lamento mucho haberlo ocultado de ti...
Después de decir aquello, Jungkook solo fue capaz de mirar al doncel, quién lloraba sin reprimenda alguna, ahogando sus lamentos entre hipidos desesperados, mientras temblaba en su lugar. Y quiso consolarlo, así que se acercó a pasos lentos en su dirección, hasta terminar arrodillado como aquella noche en el hostal, pero está vez Taehyung no pudo soportar su dolor, no logro regular sus emociones y tan pronto como tuvo cerca el rostro del pelinegro, golpeó su mejilla con toda la fuerza que alcanzó a recolectar.
- ¡No se me acerque! - amenazó - YeonJun no es su hijo, es mío. Lo único bueno que he sacado de este maldito matrimonio es mi hijo, y aunque fue el fruto de una cruel mentira, lo amo, y usted lo único que ha hecho por él es arrebatarlo de mi lado cuando más me necesita. ¿Con que derecho se atreve a llamarlo su hijo? ¿Con que derecho se siente usted para pretender retratar su precioso rostro en una estúpida pintura familiar, cuando usted no es más que el patán que lo abandonó?
- ¡Tú no me diste elección! - se defendió en un tono realmente ofendido. - No me diste la oportunidad de criarlo, no me diste la oportunidad de verlo nacer, de verlo crecer.
- ¡Porque iba a morir con él en mi vientre! Porque en mis planes ya no estaba el seguir a lado de alguien tan cruel como usted, porque usted se encargó de arrebatarme el alma, de enterrar mi humanidad en lo más profundo del infierno. Porque usted jamás le daría a mi hijo el amor que Yoongi si ha sabido brindarle.
Lo último salió con toda la intención de herir, de lastimarlo. Arrojó sus palabras como dagas punzantes y bañadas de veneno que lograron su objetivo, pues Jungkook se rompió notablemente, su orgullo se dañó y su corazón se convirtió en cenizas.
- No puedes decirme esto Tae... - se acercó hasta él sin importarle lo renuente que Taehyung estaba a su tacto, y como un vil cobarde que no acepta un no como respuesta, le tomo las manos para llevarlas a su rostro besarlas. - Tú no serías capaz de decirme algo así, este no eres tú. ¿Qué te hicieron? ¿Quién te obligó a cambiar?
- No trate de buscarle un culpable a lo que usted mismo provocó. Ahora que lo tengo frente a mí como tantas noches deseé, no podré callar mi voz, y mi corazón hablara por mí; porque, aunque soy consciente de que no merece ni una sola de mis lágrimas, ni una sola de mis palabras, no estoy dispuesto a callarme más, a soportar toda la mierda en la que me ha obligado a vivir y aceptar tus estúpidos juegos infantiles como si lo mereciera. Cuando me fui de aquí, cuando me salvaron de la muerte que curiosamente usted provocó, no le encontraba sentido a mi existir, respirar dolía, quemaba y mi alma abandonaba mi cuerpo tras cada suspiro, tras cada lágrima. Mi pobre corazón, mi sensible e inocente corazón seguía llorando por usted cada noche, seguía añorando tu amor, tu tacto y su maldita presencia. Afortunadamente y después de tantas noches de desasosiego, comprendí que lo que viví a su lado, fue peor que atravesar el mismo infierno. Que sus caricias eran falsas y sus promesas jamás tuvieron valor alguno, que tus besos eran prestados y mi cuerpo solo un recipiente para saciar su ego. Usted jamás estuvo para mí, jamás fue capaz de mirarme, y nunca me eligió. Yo me encargue de abrirte una y otra vez la puerta para herirme, porque estúpida y genuinamente creí que lo amaba, que usted me amaba, pero siempre fue un espejismo, lo idealice a tal grado que jamás pude ver la verdad en sus ojos y en todas esas acciones que me lastimaban; y sí, sé que es injusto que se lo diga, porque quizás jamás supo lo miserable fui a su lado, pero usted se ensañó en qué así fuera, por eso hoy, no me tiembla la voz para decirle que cada minuto que vivir lejos de usted, fueron los mejores de mi vida, porque al fin pude respirar, porque fui enteramente feliz. Ahora que nuevamente me ha privado de mi libertad y pretende volver a mi lado como si nada hubiera ocurrido, ahora que está frente a mí luciendo tan patético, puedo comprender el poder que tenía sobre mí. Debió sentirse engrandecido ante mi ingenuidad, pero afortunadamente, usted y yo no somos iguales. Para su suerte yo soy capaz de aprovecharme de su debilidad y sufrimiento, aunque si le soy honesto, dudo de su veracidad, ya que me ha demostrado que usted no sabe amar. No es capaz de querer a nadie más que usted, o quizás ni quiera puede quererse a sí mismo o sentir respeto por su cuerpo.
» Lamentablemente para usted, yo, ya no soy el mismo chiquillo al que logró embaucar con palabrería sin fundamento, ya no soy el Taehyung que lo idolatraba y estaba dispuesto a perderse a sí mismo para salvarlo a usted, para salvar un matrimonio que jamás iba a resultar. Fue usted el único responsable de mi muerte, y usando las mismas palabras que se atrevió a lanzar en mi contra la noche que terminó con mi vida, hoy puedo decir que su mera presencia me provoca repudio, que su voz me es tan insoportable hasta el grado de generarme jaqueca, y que mis ojos lloran sangre que cada que veo su repugnante rostro y esas estúpidas lágrimas fingidas.
» No deseo volver a verlo, porque es usted, el ser más aborrecible y despreciable que he tenido el infortunio de conocer.
» En verdad deseo que la aprobación de esos hombres a quienes se encargó de complacer, lo lleve lo por el camino que desea, y evítese la pena de querer hacerme sentir mal con esa actuación, porque yo jamás hice algo para herirlo, jamás actúe con malicia. Y así como tuvo la osadía de apoderarse de mis mejores momentos, espero que la vida lo llene de angustia, que no exista ni un solo segundo en el que pueda respirar con gozo.
Para ese momento, Jungkook ya no tenía fuerzas para ejecutar alguna acción, sentía que había llorado tanto como para secar su cuerpo, pero por alguna razón sus lágrimas no paraban de salir.
- Perdóname Taehyung, por favor perdóname... - fue lo único que logró articular, sus manos buscaron el consuelo de su calor, pero el castaño lo arrojó con fuerza.
- ¡Déjeme en paz, carajo! - gritó exasperado. - ¿No puede al menos concederme eso? ¿No le es suficiente todo lo que me ha arrebatado? Me ha dejado sin nada... ¿Qué más quiere de mí? ¡Ya basta! ¡Una simple disculpa no eliminará todo el daño que provocó! Así que ahórrese sus palabras porque no quiero escucharlas. Tráguese sus lágrimas fingidas y admita de una buena vez por todas, su derrota, porque yo ya no le amo...
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