25| PUÑALADA AL CORAZÓN
Para Taehyun, el llegar a Sirgo fue como recibir una cruel puñalada al corazón, un golpe bajo de realidad, su nueva realidad. Todo se sentía tan irreal, tan estúpidamente abrumante, que incluso le resultaba imposible de creer, pues jamás imaginó volver a sus tierras, y mucho menos acompañado por su verdugo.
Todo su entorno parecía distinto, lleno de tristeza, dolor y pena; como una enorme nube gris que no parecía querer abandonar el reino y mucho menos su corazón.
Nada tenía vida, nada tenía color.
Tras bajar del carruaje después de tantos días de viaje, Taehyung miró la imponente construcción del palacio con absoluto rencor, teniendo presente que los peores momentos de su vida ocurrieron ahí, dentro de esa bonita jaula a la estaba por arrebatarle nuevamente su preciosa libertad. La simple idea de verse preso por esas paredes que le vieron llorar y desgarrar su alma durante tantas noches lo hacía sentir enfermo. Estaba volviendo al lugar que lo vio morir, y quizás esta vez lo conseguiría.
Admite también, que existe cierto sentimiento de pertenencia; pues esas tierras le vieron nacer, y durante su tiempo como príncipe heredero, hizo mucho por su pueblo. De cierta manera se siente en deuda con ellos, por abandonarlos y hacerles creer que estaba muerto, por dejarlos desamparados bajo el mandato de un príncipe cruel.
Ahora, tras la muerte de su suegro, y con Jungkook asumiendo el trono, él también lo haría. Después de tanto tiempo y momentos que marcaron su vida de la peor manera posible; estaba por tomar el lugar que le perteneció desde que contrajo matrimonio con el pelinegro. La pesada corona por la que se había preparado en el pasado, y la que su padre se había esmerado en obtener, estaba por pertenecerle.
Le resulta extraño, incluso un poco cómico, el cómo su vida tomó un rumbo tan drástico en cuestión de días; pues paso de ser el prometido misterioso de un monarca descarado, a literalmente convertirse en el consorte de quién por mucho tiempo ocupó gran parte de su corazón; ese hombre que lo condenó a la muerte, ese mismo desalmado a quien debía llamar marido. Su primer y más grande amor, Jeon Jungkook.
El destino es cruel y caprichoso; maneja la vida de los mortales como si fuesen simples títeres, como viles juguetes para su diversión.
Desde aquella noche después de ver a Jungkook llorar con intensidad sobre su regazo, y durante todo el trayecto de regreso, el azabache parecía haber comprendido que Taehyung no daría tregua ante aquella batalla silenciosa; o eso era lo que el doncel creía, pues el azabache no había vuelto a insistir, mucho menos dirigirle la palabra; parecía absorto de todo, perdido en el meollo de sus pensamientos, consumiéndose internamente por todo lo que estaba sucediendo.
Taehyung tenía entendido que la relación padre e hijo que el rey y Jungkook mantenían, no era del todo grata. Por lo que pudo ver, mantenían una relación súbdito y soberano, no había más; y tal vez era esa la razón por la cual no le vio derramar ni una sola lágrima por su perdida. Lo cual le intrigaba aún más, pues antes de que esa noticia llegara, se había mostrado ante él, como un pequeño y vulnerable cordero, como un chiquillo miedoso y suplicante.
¿A qué estaba jugando? ¿Qué pretendía con tan ridículo personaje?
Estaba seguro que en el pasado se hubiera preocupado por su extraño comportamiento, le habría preguntado si se encontraba bien, y hubiera ofrecido su hombro para que llorará, pero no lo hizo; en su lugar, encontró ese repentino silencio bastante satisfactorio, pues necesitaba paz, necesitaba callar el ruido en su mente y el calor del infierno que crecía en su corazón por verse obligado a volver.
Durante el viaje, descubrió que entre toda la gente que estaba a su servicio, había un doncel que parecía desencajar entre tanto guardia y lacayo fortachón. Alguien tan delicado y joven que simplemente no pudo evitar acogerlo bajo su manto, dándole la oportunidad de formar parte de su corte, tras este contarle sobre lo que haría una vez llegaran al reino. En un principio, su misión había sido encontrar alguna cura para la enfermedad del rey: algo que ya era imposible, pero tampoco podía regresar, pues se encontraban bastante alejados de sus tierras. Taehyun no dudo en tomar esa oportunidad, y sonriéndole con dulzura, lo convenció de quedarse a su lado, disfrazando sus fervientes ganas de charlar con alguien, y sentirse acompañado, con mera compasión.
Antes de la tan esperada entrada de Taehyung al palacio, el doncel pelinegro se encargó de arreglar y vestirlo como mejor pudo, pues desde la perspectiva de ambos, un fantasma debía causar un gran impacto, y no podía simplemente mostrarse frente a todo el mundo con la ropa desarreglada y el cabello enmarañado.
Aunque es una verdad absoluta que los rumores corren con rapidez, la noticia de que el príncipe de Jeon estaba con vida, no había logrado a llegar a oídos de todo el mundo; siendo únicamente el pueblo perciano los que sabían con más detalle lo sucedido durante el baile en honor al príncipe del sol.
Jungkook lo siguió de cerca, caminando a sus espaldas y mirando con advertencia a todos aquellos quienes se atrevieron a posar su vil atención sobre la divina figura del castaño.
Taehyung no parecía molesto o incomodo con lo que estaba sucediendo, se dedicó a ignorar todas esas miradas curiosas que recibía; pero contrario a él, Jungkook no pudo pasarlo por alto. Ya fuera por celos, o por la estúpida e irracional necesidad que se sentía por proteger el débil corazón de su esposo. Esta vez no estaba dispuesto a fallar en su tarea de protegerlo, esta vez estaba empeñado en hacer las cosas bien.
En el pasillo principal, resguardados de la llovizna de afuera, una perfecta fila de al menos cincuenta criados, les recibieron con una sonrisa forzada, dándole el pésame al nuevo monarca y la bienvenida al joven doncel.
Jungkook agradeció sus palabras con un diminuto movimiento de cabeza, pero se mantuvo expectante, muy atento ante alguna reacción negativa dirigida a Taehyun; cuando no logro encontrar nada, soltó un suspiro satisfecho, y aunque realmente no quería decir absolutamente nada al respecto, sabía que debía mantener a su gente informada para evitar futuras catástrofes.
- El príncipe de Jeon ha vuelto. - dijo elevando la voz, pretendiendo que todos alcanzaran a escuchar. - Mi esposo, Jeon Taehyung ha vuelto, y se convertirá en el consorte de su Rey. No quiero que ninguno de ustedes cuestione sus órdenes y mucho menos el motivo de su repentina aparición, eso es algo que no les concierne.
- Sí su majestad. - pronunciaron unísono.
- Bien. - soltó un suspiro. - Guíenlo a su habitación y encárguense de seguir sus indicaciones.
Tras decir esas palabras, el personal se dividió; un puñado de dedicó a guiar al doncel por el palacio, directo a su antigua habitación, justo como Jungkook lo había ordenado; mientras que los otros, simplemente se mantuvieron cerca del pelinegro, quién se mantuvo de pie solo mirando como el castaño se alejaba.
- No es necesario que me sigan. - les dijo una vez que comenzó a verle subir las escaleras. - Encárguense de los preparativos de la coronación y alisten los aposentos reales. Muden mis cosas y llamen a la modista para confeccionar la nueva ropa de Taehyung. Después de la coronación dormiremos en la habitación principal.
[...]
Uno a uno, los peldaños de la imponente escalera se ven maltratados por el impacto de su tacón. La poca iluminación del lugar, provoca que todos se mantengan con los ojos muy abiertos, atentos y sumamente silenciosos ante lo que sucede, pues ninguno puede terminar de asimilar que el príncipe de Jeon haya regresado de entre los muertos para caminar tan campante por los pasillos del palacio de Sirgo.
Son pocos los afortunados quienes han presenciado el espectáculo, e incluso uno que otro ha caído desmayado ante el tal impacto.
Tan pronto como su vieja habitación abre sus puertas para recibirlo, el castaño arruga la nariz, la fragancia varonil que Jungkook usa, puede percibirse con intensidad por todo el lugar, como si la hubiera rociado recientemente por su cuerpo, como si el azabache jamás hubiera abandonado esas cuatro paredes.
¿Nunca se mudó?
HyunJin, entró enseguida de él, mirando embelesado la bonita decoración, mientras que Taehyung se dejó caer de espaldas sobre el mullido colchón de su cama, y sin darse a esperar, o al menos detenerse a meditarlo, rompe en un llanto tan fuerte que logra activar las alarmas de las criadas a su alrededor.
Todas las criadas le miran con curiosidad, pero ninguna se atreve a acercarse a preguntar; pues algunas temen que se trate de algún demonio, el que ahora posee el cuerpo del bonito doncel; y otras tantas saben que Jeon jamás perdonaría sus vidas si se atrevieran a desobedecer sus órdenes.
A pesar de que su llanto es fuerte y lastimero, Taehyung no se encuentra perdido en si mismo, puede sentir el aura pesada esas miradas sobre él, podría jurar que incluso la tensión acumulada terminaría por romperse con una fina aguja de paja. Quizás debió pensarlo mejor antes de arrojarse a llorar, pues incluso en el pasado, la servidumbre jamás le vio flaquear, y que ahora estén presenciando una escena tan patética, logra herir su orgullo en demasía.
No puede mostrarse débil, no quiere que nadie vea sus heridas y lo roto que esta por dentro; no cuando ha puesto tanto empeño por mantenerse firme; pero simplemente no pudo evitarlo, estar de nuevo en ese lugar le trae recuerdos horribles y una terrible sensación en su pecho, apretándolo e impidiendo que pueda respirar con normalidad.
Después de un largo rato en el que sus lágrimas salieron gruesas y llenas de dolor acompañado con frustración, el sonido titilante de una campanilla se hace presente, y posterior a ello los ladridos agudos de un pequeño diablillo lo sacan de órbita. Su cuerpo mallugado por el viaje de pronto se siente ligero, y se levanta de la cama en un salto apresurado, que provoca en las mujeres un jadeo sorpresivo.
Sin prestarle atención alguna a las féminas, Taehyung busca con la mirada la fuente de aquel sonido tan conocido, y cuando da con esa diminuta bola de pelos, se deja caer al suelo con una sonrisa triste brillando por la salinidad de sus lágrimas.
- Tanie. - alcanza a pronunciar tras deshacer el apretado nudo en su garganta.
El cachorro parece reconocerlo enseguida, y aunque momentos antes estuvo reacio a su presencia en su territorio, se acercó con la cola en alto, sacudiéndola alegre. Cuando los brazos del ojimiel lo recibieron, el animal se encargó de limpiar el resto de sal acumulada en sus mejillas, mientras que Taehyung, dejaba caricias desesperadas por todo su pelaje, en un intento por mantenerse en la realidad, y no volver a caer ante la tentadora idea de esconderse del mundo.
La felicidad que el canino le brinda es enternecedora, y sus lágrimas vuelven a brotar de sus ojos tras sentirse cálidamente recibido en esa jaula de oro.
- Te extrañe tanto Tanie. - le dice, apretándolo en su pecho para demostrarle a través de su calor el peso de sus palabras. - Le hablé a mi bebé sobre ti. ¿Recuerdas que estuviste celoso de él cuando creía en mí? - soltó con una risita triste tras recordar lo escurridizo que se volvió el canino cuando aún era ignórate de su su embarazo. - Mi YeonJunie estaría tan feliz de conocerte...
- Su alteza. - lo interrumpió HyunJin con la voz quebrada. - Debe descansar. La ceremonia dará lugar en unas cuantas horas; el cielo tardará en aclararse, debería aprovechar.
Con la vista nublada por sus lágrimas, Taehyung eleva la mirada hacia el doncel que le ha hecho compañía los últimos días, y logra enfocar esa sonrisa afligida por sus torpes acciones. Con sumo cuidado, extiende su mano en su dirección, y el pelinegro lo ayuda a ponerse de pie, le ofrece un pañuelo para que limpie su rostro, y lo ayuda a arreglarse el traje arrugado.
- Hay algo que necesito hacer primero. - informa Taehyung, limpiando descuidadamente el resto de lágrimas. - Encárgate de que todas las mujeres que me sirvieron en el pasado estén aquí en diez minutos, por favor.
El joven lo mira con duda, no comprendiendo el motivo de aquella petición, pero no se atreve a objetar, y sale de la habitación siendo guiado por una mujer, quién le indica dónde y a quien debe buscar.
Mientras eso ocurre, Taehyung permite que las cuatro criadas que permanecieron en la habitación, lo ayuden a tomar un baño.
Perdió la cuenta de todos los días que duro sin limpiarse el cuerpo de manera adecuada, pues después de que aquel guardia les informará de la muerte del padre de Jungkook, no habían parado para nada más que comer o atender sus necesidades básicas. Así que se permitió disfrutar del agua tibia, del perfume refrescante y floral que añadieron para relajar sus músculos. Saboreando por medio de los masajes recibidos, esa paz momentánea.
Cuando estuvo listo, y fue vestido con su ropa para dormir, el castaño se adentró de nueva cuenta a su habitación, dónde se encontró con todas las mujeres que alguna vez le sirvieron, perfectamente alineadas en una fila horizontal. Supone que su llamado las tomó desprevenidas, pues todas ellas tenían la expresión adormilada, y sus uniformes colocados apresuradamente.
- Creo que no hace falta presentarme nuevamente. ¿Verdad? - habló después de un buen rato, mirando con detenimiento a las presentes, quienes le devolvieron el gesto con intriga.
- Sí, su alteza real. - pronunciaron unísono, como si hubieran estado practicando.
- Estoy seguro de que no lo saben con certeza, pero quizás ya lo suponen. - volvió a decir con seguridad, comenzando a caminar alrededor de las féminas, elevándoles el rostro con brusquedad, reconociendo algunos por todos los retratos que Hoseok le había mostrado hace un tiempo, cuando este se dispuso a investigar cuantos amoríos había tenido Jungkook durante su matrimonio. - En unas horas seré coronado como Rey de Sirgo, a pesar de todo el tiempo que estuve desaparecido.
- Felicitaciones su alteza. - volvieron a decir coordinadas.
- Así que... - soltó un suspiro, deteniéndose frente a una joven de cabellos castaños, la mujer que más tiempo había pasado junto a él, y la que había probado en más de una ocasión los placeres de enredarse con Jungkook. A juzgar por su semblante tranquilo y esa mirada orgullosa, puso saber que no parecía sospechar nada de lo que estaba por ocurrir. - Les daré la oportunidad de sincerarse conmigo. Quiero que todas las que han estado en la cama de mi marido den un paso al frente.
La acusación las descolocó, algunas elevaron la mirada con pánico latente, y otras tantas simplemente se mantuvieron temblando en su lugar, sin saber qué hacer, que decir o cómo actuar. Las veinte mujeres de edades variadas habían conocido al doncel demasiado bien en el pasado, así que a todas les cayó por sorpresa esa nueva faceta dominante y segura; tanto de su presencia como su hablar, sin miramientos, directo y crudo, como si realmente hubiese sido poseído, como si fuera una persona completamente diferente a la que llego al palacio hace un tiempo atrás.
Verlas temblando y mirando a su alrededor con pánico logró que Taehyung se sintiera poderoso. Y aunque quizás estaba actuando cegado por el rencor y su orgullo herido, no estaba en sus planes el retractarse. El doncel creía fielmente que para que una infidelidad diera lugar se necesitan dos partes, dos personas dispuesta a burlarse de una tercera. No había persona en el mundo que fuera ignorante al hecho de que el príncipe Jungkook era un hombre casado, y aunque no todos le conocían en persona, el caso de las criadas era distinto, pues ellas no se vieron presas de una mentira, sabían perfectamente que era lo que estaban haciendo, conocían al príncipe y servían a su esposo directamente. Se metieron con un hombre casado, faltaron a su lealtad y se burlaron de Taehyun con astucia.
Si iba a castigar a Jungkook por reírse de él, tenía que ser justo, y darles a esas mujeres el mismo trato, pagarles con la misma moneda.
Eran simples campesinas, mujeres que no poseían título, y aun así tuvieron la osadía de meterse en la cama de su esposo, se burlaron de él y quizás hasta se mofaron orgullos sobre sus acciones. Porque honestamente ¿Quién no lo haría? Habían logrado conseguir las caricias del príncipe, cuando esté estaba casado con un joven precioso.
Alimentaron su ego a base del sufrimiento ajeno.
- Se perfectamente que ninguna de ustedes puede negarse a él, al final del día es su príncipe, y le deben absoluta obediencia, así que no se avergüencen por haber tocado su cama. - soltó con una risita maliciosa, mirándolas a todas con absoluto rencor. - Lo que me molesta, es que todas ustedes hayan tenido el descaro de servirme incluso después de eso, de verme a la cara y sonreírme como si nada hubiera ocurrido, de burlarse de mí tan burdamente, así que den un paso al frente. Les estoy dando la oportunidad de redimir sus errores.
Pero ninguna se movió, todas se mantuvieron quietas, sumidas en un silencio tenso.
Al ver qué nadie estaba dispuesta a hablar, Taehyung volvió a moverse entre ellas, observándolas con detenimiento, analizando sus cuerpos tensos y temblorosos por saberse descubiertas.
- ¿Nadie? - soltó después de darles una sonrisa ladina. - ¿Están seguras?
- Su alteza. - hablo una de ellas. - Nosotras seríamos incapaces de...
- ¡Cállate! - la interrumpió el doncel, gritando con rabia. - En ningún momento te permití abrir la boca.
La joven asintió, volviendo a su posición inicial.
- Dado que no piensan admitirlo y tampoco delatarse, tendré que castigarlas a todas por igual. ¿No creen? - sus palabras causaron conmoción, y vio a las mujeres de mayor edad retroceder tres pasos hacia atrás, dejando a las más jóvenes desconcertadas por sus acciones. - Perfecto. - sonrió. - ¿Verdad que no era tan difícil?
Instintivamente, y llenas de miedo, las jóvenes retrocedieron, tratando se seguir a sus compañeras y evitar el castigo de Taehyung.
- De nada les sirve esto. - hablo nuevamente, lleno de fastidio. - Sé perfectamente quienes son las zorras astutas que han compartido la cama con mi esposo. Conozco sus nombres y todas las veces que me vieron la cara de idiota.
Tras decir aquello las ocho mujeres que habían intentado retroceder se dejaron caer al suelo, pegando sus frentes al suelo y comenzaron a llorar sonoramente.
"Perdóneme su alteza." "Le suplico piedad." "No fue mi intención."
"¡Piedad! ¡Piedad! ¡Piedad!"
Eran algunas de las súplicas que se alcanzaban a escuchar entre tanto balbuceo por parte de las féminas, pero aquello solo lo hizo enojar aún más.
¿Por qué todos creían que con una simple disculpa podían remediar todo el daño ocasionado?
- Las he vendido. - dijo después de un rato. Tomó asiento en el sofá frente a su cama y cargo a YeonTan en sus brazos, acariciando la parte trasera de sus orejas. - Sé que han sido ustedes las que se ofrecieron a mi esposo cuando yo me encontraba aquí, esperando por él, sé que cuántas veces se acostaron con él, y sé también que al menos dos de ustedes engendraron un bastardo. ¿Por qué debería disculparlas? Su lealtad jamás fue mía, y así como no se tentaron el corazón para traicionar mi confianza, yo tampoco lo haré. No pretendo vivir rodeado de vil ponzoña.
» Pero vean el lado bueno, ahora tienen un esposo esperándolas en su nueva casa. ¿No les parece maravilloso?
"Por favor." "Por piedad." "Se lo ruego."
- Todo Sirgo sabrá lo que son: viles zorras necesitadas por una buena polla. Sus familias se enterarán que sus hijas le abrieron las piernas a cuánto rufián se les acercó sin pedir nada a cambio.
Todas las presentes le vieron con horror, con asombro, y aquello provocó una escandalosa risa en Taehyung.
- ¿Que crían? ¿Qué iba exhibir que me han visto la cara de idiota unas simples criadas? - se burló. - ¿Ya pueden imaginarse todo lo que dirán de ustedes? Porque yo sí.
» ¡Guardias! - los hombres que custodiaban la puerta entraron con rapidez, inclinándose frente al castaño en una reverencia y le miraron atentos esperando una orden. - Llévenlas al calabozo. No tienen permitido comer ni beber absolutamente nada hasta que su transporte llegue.
- Si su alteza. - pronunciaron con desconcierto. Se acercaron hasta las mujeres quienes lloraban desesperadas en el suelo, suplicando la clemencia que no merecían.
Cuando todas las jóvenes fueron sacadas a rastras de la habitación, las criadas restantes se mantuvieron silenciosas, sollozando por lo bajo.
- Que les sirva de lección. - les dijo Taehyung después de un rato. - Encárguense de contarles a todas las criadas lo que ocurrirá si se atreven a faltarme al respeto nuevamente. - cuando las vio asentir, su expresión se suavizo. - Pueden retirarse.
[...]
Después de ver a Taehyung perderse en la que un día fue su habitación, Jungkook se detuvo en el otro extremo del pasillo, sosteniéndose del barandal y observando como todas las criadas entraban una a una hasta que finalmente la puerta se cerró.
Esa acción logró causarle cierta intriga, pues el doncel jamás había llamado a tanta gente para satisfacer sus necesidades, pero suponía que quería presentarse nuevamente, o tal vez dar nuevas indicaciones en su cuidado.
La necesidad de estar a su lado seguía latente incluso resultaba más dolorosa, ahora más que nunca se sentía desesperado por el consuelo de sus brazos; pero sabía que eso no podía ser, al menos no esa noche.
Dejó escapar un fuerte suspiro rendido, las circunstancias lo estaban superando, y aunque quería poder arreglar las cosas con su esposo, en este momento su reino pendía de un hilo, y había miles de cosas que debían ser resueltas y atendidas por él. Así que retomó su camino, dirigiéndose a los aposentos de su madre, aquel lugar al que no había vuelto a entrar después de que su padre se deslindara de su paternidad cuando Taehyung desapareció.
Al abrir las puertas, se quedó un momento de pie, solo mirando a través de la poca luz lunar que entraba por la ventana, a su madre descansando en la cama matrimonial, aferrándose con fuerza a una capa que le perteneció a su padre.
Cuando entró, cuando finalmente cruzó aquella barrera de rencor que JoonKi había creado para él, el nudo en su garganta se apretó, y caminó cauteloso hasta la cama, mirando más de cerca como el rostro de su progenitora se encontraba hinchado por tanto llorar, como parecía haber envejecido repentinamente después de sus pocos días de ausencia.
Él más que nadie sabía lo que era perder a su compañero de vida, conocía el terrible dolor de tan sofocante perdida. Lo vivió en carne propia, y no se abstuvo de acariciar los cabellos de su madre viuda. Intentando que, por medio de su tacto, aquel terrible sentimiento se apaciguara al menos un poco.
Para ser honestos, había una parte de él, que se alegraba por la muerte del viejo, pues fue él, el único causante de todos sus traumas, de todas las heridas que jamás lograrían cicatrizar.
Jeon JoonKi fue un monarca ejemplar, siempre buscando la prosperidad de su reino, encargándose de cubrir con cal todas las mierdas que su heredero provocaba para llamar su atención; pero jamás fue un buen padre, jamás le brindo una sonrisa sincera y mucho menos un abrazo cálido. Es por ese motivo que le temía tanto a la paternidad, aborrecía la idea de ser como su padre. Lamentablemente terminó siendo mucho peor, una escoria andante que no podía hacerse responsable de sus acciones, un auténtico cobarde, con todas las letras de la palabra.
Su YeonJun no merecía un padre como él, pero por alguna razón, deseaba poder demostrarle a ese pequeño pedacito de cielo, que podía ser distinto, que podía demostrar amor, y cuidarle de todo. Añoraba el día en el que pudiera tenerle de nuevo en sus brazos y llenarlo de todo el amor que él jamás recibió.
No supo en qué momento comenzó a llorar, mucho menos cuando sus sollozos habían incrementado su intensidad hasta convertirse en gritos lastimeros; pero cuando la suave mano de su madre se posó con cariño sobre su mejilla húmeda, Jungkook se perdió por completo.
-Hijo. - pronunció la fémina con la voz entrecortada, atrayendo a su hijo a su pecho para consolarse mutuamente. - Estás aquí cariño.
El azabache se aferró con fuerza al torso de su madre, dejándose envolver su aroma tranquilizante.
- Perdóname por no estar aquí, debió ser duro para ti. - le dijo tras soltar un fuerte suspiro, enterrando su rostro en su pecho para impregnarse con su amor, su calidez y la paz de estar entre sus brazos.
- Hay cosas que uno simplemente no puede evitar, la muerte es una de ellas. - alcanzó a pronunciar con la voz vacilante, soltando gruesas lágrimas por las esquinas de sus ojos, pero tratando de mantenerse serena y no alterar más a su hijo. - Tu padre tenía que partir en algún momento, y aunque me duele en alma que así sea, ambos debemos superarlo, debemos salir adelante e impulsar nuestro reino a la superficie.
» Quiero que sepas que él estaba realmente arrepentido, cariño. Aún en su agonía no paraba de llamarte, de pedirte perdón.
Para Jungkook quién no podía ver su rostro, le era difícil comprender como es que podía escucharse tan tranquila a pesar de sentir sus lágrimas empapando su traje. Durante los primeros días que creyó perder a Taehyung, él había tocado el fondo, se perdió entre el alcohol y las lágrimas. Maldiciendo a quien se le cruzará en frente, y destrozando todo a su paso. No cabía duda de que todos llevan el dolor de una manera distinta.
Sus palabras tocaron fibras sensibles para él, y aunque estaba seguro de que odiaba con todo lo que era, a ese hombre; tristemente seguía siendo su padre, después de la muerte e incluso mil vidas posteriores a esta, Jeon JoonKi seguirá siendo su padre, y guardaría en su corazón aquel amor y admiración que en algún momento llegó a sentir por él.
- Encontré a Tae. - le dice después de un rato, sintiendo a su madre tensarse ante sus palabras. - Lo he traído de vuelta.
YeoBeen lo abrazó con más fuerza, y permitió que su niño llorara justo como en su sepelio.
- Debe ser difícil mirar su cuerpo, cariño, pero entiende...
- No mamá. - la interrumpe enseguida, levantándose un poco para mirarle a los ojos. Una de sus manos recorrió su rostro arrugado, limpiando con el pulgar sus lágrimas. - Él realmente está aquí, lo recupere con vida.
La afirmación logró descolocar a la reina, quién terminó por olvidar su dolor momentáneamente para sentarse correctamente sobre la cama, mirando a su hijo con detenimiento, esperando que esté se ría de ella y termine diciéndole que es una broma; pero Jungkook no lo hace, se mantiene expectante ante su respuesta.
- ¿Estás seguro? - Jungkook asiente. - ¿Cómo es posible?
- No lo sé. - respondió sincero. - Yo realmente no lo sé. Es decir, vi su cuerpo, toqué su piel y estaba helada, no tenía pulso, no tenía vida, pero es él, madre. Mi Taehyun esta con vida. - hubo un momento donde estuvo a punto de contarle lo que había descubierto, pero prefiero omitir esa parte, sabía que su madre era una mujer rencorosa, y si se llegaba a enterar que Taehyung se marchó por voluntad propia, las cosas empeorarían aún más. - El idiota de Min lo tuvo cautivo todo este tiempo, incluso tiene a mi hijo, y yo...
- ¿¡Tu qué!? - está vez fue ella quien lo interrumpió.
- Mi hijo, madre. Tuve un hijo con Taehyung. - le aclaro con vergüenza. - Él estaba en cinta cuando se... cuando desapareció, y dio a luz en noviembre. Mi YeonJunie es tan bonito madre, se parece tanto a Tae...
- ¿Trajiste a mi nieto?
- Min lo ha bautizado con su apellido, es él, el futuro heredero de Percia. - le contó negando ante el recuerdo de su hijo en los brazos del pelirrojo. - He solicitado una prueba de paternidad y un juicio por su custodia.
El rostro de la reina era cambiante, sus expresiones variaban desde el desconcierto absoluto, hasta la duda, felicidad y molestia. Era mucha información para asimilar, y ella no estaba en las mejores condiciones para ello.
- Jungkook, debemos ir por él. ¿Cómo pudo Taehyung permitir semejante estupidez?
- Él... Él no recuerda nada. - lo excuso sintiendo su pecho apretarse. - Min fue el responsable de todo. Taehyung ni siquiera recuerda quién soy yo.
- Estamos en problemas cariño, pero seguro que tu suegro nos ayuda con eso. Estará muy contento cuando sepa que has recuperado con vida a su hijo. - le dijo con una sonrisa torcida, no muy convencida por el relato. - Ahora debemos descansar, la ceremonia es en unas cuantas horas, y tendrás que charlar con el parlamento sobre Taehyung.
- ¿Puedo dormir contigo esta noche? - su petición salió dudosa, temerosa de una respuesta negativa, pero cuando su madre volvió a sonreírle, y estiró sus brazos para recibirlo, Jungkook se sintió sereno, acogido y sumamente cálido. En los brazos de su madre, el mundo perdía importancia, pues dejaba de ser un príncipe para convertirse solo en su hijo, un joven quién aún con tantos años encima, seguía necesitando de su madre.
[...]
Se sentía estúpidamente solo, a pesar de estar rodeado de tanta gente, Taehyung se encontraba terriblemente solo. Ni el bullicio de la charla, los cubiertos chocando y esas hipócritas felicitaciones, podían lograr mantenerlo en el presente.
La coronación había dado lugar por la mañana, una celebración íntima y discreta, que tuvo como invitados a los miembros del parlamento y unas cuantas familias nobles, pero nada más que eso.
No logró ver a su padre y tampoco a Hoseok.
¿Qué estaba pasando?
¿Ellos también lo habían abandonado?
Después de causar tal impacto frente a la multitud de nobles, Taehyung se encontraba sentado a la izquierda de Jungkook. Seguía vestido con la ropa de gala, portando sobre su cabeza la preciosa corona de oro y piedras de rubíes; pretendiendo comer lo servido en el banquete, evitando a toda costa abrir la boca para algo más, simplemente dedicándose a asentir y sonreír ante las palabras y halagos vacíos que seguía recibiendo. Sintiendo como Jungkook lo tocaba cada tanto, tomándolo de cintura y besando el dorso de su mano para aparentar la supuesta alegría de su reencuentro.
Estaba cansado, totalmente exhausto, y sumamente molesto. Lo único que deseaba era encerrarse en su habitación y llorar todo lo que no había podido durante este tiempo. Después de lo ocurrido por la madrugada, con todas esas mujeres, se sentía vacío, la satisfacción de su poderío le duró apenas unas cuantas horas, y ahora la culpa y remordimiento estaban acechándolo.
Extrañaba a su hijo. Echaba de menos escuchar su risa, ver su bonita sonrisa; perderse en su aroma a bebé y alimentarlo. Deseaba tanto poder tenerlo entre sus brazos, llenarle las mejillas de besos y escucharlo respirar mientras dormía sobre su pecho.
YeonJun era su hogar, lo único que realmente amaba incondicionalmente. Su instinto paternal se encontraba gravemente herido por su lejanía, y su cuerpo parecía resentirlo también. Sus pechos dolían por toda la leche estancada, y sus hormonas lo estaban matando.
No pudo soportarlo más. Sus emociones lo alcanzaron y terminaron por derrumbarlo cruelmente contra el suelo.
Estaba tan perdido, se sentía tan fuera de lugar, que solo tuvo ganas de huir.
Una de sus manos se elevó en una seña que HyunJin reconoció de inmediato, pues se acercó hasta él, esperando la nueva orden que debía seguir. A decir verdad, esos dos habían logrado congeniar de maravilla, pues no hacía falta decir mucho para que pudieran comprender lo que el otro deseaba.
- Dile a Jungkook que me retiraré a mis aposentos, estoy cansado. - susurro Taehyung al oído del doncel pelinegro, quién asintió sin más.
Después de comunicarle aquello al nuevo regente de Sirgo, Jungkook se giró inmediatamente en su dirección, viéndolo con dolor. Estaban literalmente a centímetros de distancia, y Taehyung había preferido hablar a través de otra persona en lugar de conmiséralo directamente a él.
- ¿Quieres que te acompañe? Han preparado la habitación principal para nosotros. E-estaba pensando que... que tal vez tú y yo podríamos hablar, y bueno... - tartamudeo, el magnífico Jeon Jungkook acababa de tartamudear, y Taehyung simplemente le miró inexpresivo por un momento, para después negar ante sus palabras. - Bien, ve. - soltó un sonoro suspiro cansino. - Me encargaré de despedirte de todos.
Taehyung pudo notar la decepción en su semblante, en esa expresión suplicante por su presencia; pero no le prestó demasiada atención. Se levantó de su asiento y le pido a HyunJin que se quedará a escuchar la charla del parlamento, pues sabía perfectamente que una vez notarán su ausencia, comenzarían a hablar pestes de él. Nada nuevo si se lo preguntan, pero ahora se defendería.
Cuando salió del salón, caminó con dirección a sus aposentos, notando la poca gente que circulaba por el lugar, pues al ser un día especial, la mayoría de los criados se encontraban en el salón principal, atendiendo a los invitados y celebrando a su nuevo rey.
Entró a su habitación sin apuro alguno, mirando con melancolía esas paredes y esa cama que había compartido con el azabache por tantas noches. Sus dedos acariciaron la suave superficie, cerró los ojos y se dejó perder entre el aroma tan fuerte de Jungkook. Le era difícil actuar de esa manera cuando lo único que quería era gritar, expresarle su dolor y hacerle saber cuánto lo aborrecía; pero al mismo tiempo, aquel joven que lo amó, ese mismo que aún vivía de manera apagada en su interior, seguía llorando por él, por su amor y todo lo que su presencia significaba, todo lo que implicaba estar cerca de él y no poderse lanzar a sus brazos para besarle, y amarle como siempre quiso. Era esa parte de él la que le impedía odiarlo por completo, pues seguía enamorado, seguía amándolo con fuerza, y por eso le era difícil serle indiferente a esa mirada arrepentida.
Todo era tan contradictorio, tan humano.
Estaba absorto en sus pensamientos, ajeno a cualquier cosa que ocurriera a su alrededor, por lo cual, cuando sintió unas fuertes manos tomarle la cintura y abrazarlo por detrás, no pudo evitar soltar un grito lleno de pánico, y girarse bruscamente en busca del rostro culpable de su creciente miedo.
Cuando la miel de sus ojos, capturó la bonita sonrisa del responsable, su cuerpo se relajó considerablemente, y cualquier rastro de tristeza o enojo se disipó al instante.
La inexpresividad de sus facciones, dio por terminada cuando le devolvió la sonrisa, y se giró de inmediato para colgar sus brazos en el cuello ajeno.
- Hyung. - suspiro contento. - Te extrañe tanto.
Hoseok volvió a sonreírle de manera dulce, acariciando con sus manos la cintura del castaño, sobre el apretado corsé que llevaba.
- Y yo a ti, precioso. - respondió acercando su rostro al ajeno, respirando sus exhalaciones con amor, y dejando que sus labios acariciaran los de Taehyung, en un beso sutil y lleno de emoción. - No tienes idea del calvario que he vivido desde que no estás a mi lado.
Su calidez, sus palabras, su simple existencia, eran suficientes para que Taehyung se sintiera seguro, así que fue él quien dio el primer paso, besando a Hoseok con hambre, con anhelo desbordante.
Lo había extrañado, se había sentido perdido sin él. El sentimiento era genuino.
- Te necesito tanto. - murmuró el castaño sobre sus labios, no permitiendo que el otro respondiera, pues volvió a besarlo con la misma intensidad. - Por favor... en verdad te necesito.
Hoseok se rio quedito, apartándose unos pasos para admirar lo bonito que se vía con ese traje formal y esa corona adornando sus cabellos.
- ¿Cómo puedes verte tan hermoso, Taehyung? - dijo, pero no quería una respuesta. - Mírate, estás incluso más precioso que la última vez que te vi.
Taehyung se sonrojó enseguida, sonriéndole coqueto ante sus palabras.
- Está ropa es muy pesada hyung. ¿Podrías ayudarme a quitármela?
Fue una clara insinuación, una invitación a probar de su piel. Por alguna razón desconocida, el doncel se encontraba deseando sentir el cuerpo de Hoseok muy cerca del suyo, muy dentro suyo.
El hombre, sin poder negarse a nada de lo que su niño pidiera, se acercó nuevamente hacia él, besándolo con la misma hambre con la que el doncel lo hacía, retirando sus prendas con desesperación, pero tomándose el tiempo para besarle y hacerle saber que él también lo deseaba, y que, al mismo tiempo, le amaba.
Y había algo que los tenía realmente excitados, eufóricos. Quizás era el hecho de poder ser descubiertos en cualquier momento, o quizás el estar en esa habitación, donde el pasado fue Jungkook, el único dueño de ese precioso cuerpo, que estaba por tomar. O tal vez, eran ambas.
Pero para Taehyung había algo más, se sentía tan solo en ese lugar, tan triste por todo lo acontecido, que solo quería olvidarlo por un momento, quería sentirse amado, quería sentirse perteneciente y adorado por Hoseok. Recibir por parte de ese hombre que lo miraba como si fuera el único y más hermoso ser en el mundo, el cariño que había deseado sentir de alguien más.
Cuando ambos estuvieron desnudos, ninguno pudo callar sus gemidos y jadeos placenteros, se dejaron consumir entre las llamas intensas del fuego pasional que habían encendido tras su reencuentro.
Terminaron enrollados en la cama, sudados y jadeantes. Las paredes fueron testigos de aquel acto carnal y guardaron el secreto de su pecado.
El choque de sus pieles comenzaba a ser obsceno, los besos compartidos fueron cada vez más húmedos, y el chapoteo de sus fluidos, solo lograba avivar más el libido de ambos.
Después de aquello, el grito de satisfacción por parte de Taehyung se hizo presente, acompañando de su orgasmo; tiras largas y espesas de su semen manchó el torso de ambos amantes. Hoseok no se hizo esperar, pues al sentirse apretado por las paredes del doncel, terminó vaciándose en su interior, soltando un jadeo satisfecho, mientras seguía bombeando su débil erección en el canal húmedo del castaño, hasta que no quedó ni una sola gota de su semilla.
Sin salir de su interior, Hoseok lo besó, dejándose caer sobre el cuerpo menudo del doncel, quién lo recibió con los brazos abiertos.
- Perdóname Tae, no debí terminar adentro. - se disculpó apenado, recibiendo con timidez las caricias que el castaño dejaba sobre sus cabellos húmedos.
- Les pediré que me den alguna infusión para evitarlo, hyun, no te disculpes, me encantó. - pronunció con sinceridad, dándole una sonrisa.
- Aun así, debemos ser discretos, nadie debe saber sobre nosotros. No podemos seguir haciendo esto aquí.
Taehyung soltó una carcajada.
- Hyun. ¿Y dónde pretende hacerlo? ¿En los establos?
El mayor trono la boca en desacuerdo.
- Tu cuerpo es demasiado bello como para someterlo a sitios tan lúgubres. Ni siquiera los caballos son dignos de tu deslumbrante belleza. Me niego rotundamente a qué alguien más te vea desnudo.
Taehyung sonrió con timidez.
- ¿Por qué no estabas? - preguntó con tristeza. - Estuve tan solo, y yo solo quería poder verte, quizás si hubieras estado no me había sentido así...
El reproche en su entonación logró hacer que Hoseok se molestará consigo mismo, pero ciertamente no había sido su intención, tampoco sabía de su repentina llegada.
- El tío Nam decidió tomarse unas vacaciones. - comenzó a decirle después de un rato. Se retiró de encima del doncel y su mirada de clavo en su entrada, viendo como de está comenzaba a escurrir su esencia. - Al parecer ha tenido un acercamiento con Seokjin hyun, y me pidió hacerme cargo de todo en su ausencia, eso me mantuvo ocupado.
La mención de su padre logró opacar la vergüenza de sentirse observado en esa posición tan vulnerable; y una lágrima traicionera se escapó de sus ojos.
- Y-yo tengo tanto miedo de que él me odie...
- Eso no va a pasar, mi amor. - lo calló con beso. - Yoongi no debió ser tan estúpido, arruinó todos nuestros planes. Pero encontraremos el momento para contarle todo. Estará muy feliz por verte de nuevo, eso te lo puedo jurar.
- ¿En verdad lo crees?
- Estoy seguro. - respondió con tranquilidad, que pronto fue transmitida al doncel. - ¿Puedes contarme qué ocurrió?
- Me atrapó. Durante el baile retiró mi velo y todo el mundo me vio. - le contó soltando un fuerte suspiro. - Iban a juzgarme por bigamia y adulterio... y también amenazó con ir a la guerra contra Yoon, mi niño... él terminaría por sufrir las consecuencias si yo no regresaba, así que simplemente lo dejé, abandone a mi bebé para venir aquí, junto a él, y yo tengo mucho miedo hyun, extraño a mi hijo.
Cuando Taehyung comenzó a llorar, Hoseok lo pego a su pecho, sintiendo como temblaba ante los espasmos de su llanto.
- ¿Te tocó? - le preguntó con los dientes apretados, pero para su fortuna Taehyung negó. - ¿Y Yoon?
Taehyung salió de su escondite limpiando sus lágrimas con sus dedos, y dándole una sonrisa burlona a su primo.
- ¿Me estás preguntando si me acosté con Yoongi? - Hoseok se coloreo de rojo, aclaró su garganta con vergüenza, y asintió. - No hyun, no he tenido intimidad con él, aunque puedo decirte que está muy ansioso por ello, pero me ha respetado mucho, jamás ha ido más allá de lo que le permito.
- No quiero que pienses que me molesta la idea de que estés con él en ese sentido. - le dijo después de un rato, mirando cómo era Taehyung el que ahora se sonrojaba. - Después de todo eres tú el único que puede decidir sobre tu cuerpo, y Yoon es un buen hombre, incluso ha intentado cortejarme a mí también ¿Puedes creerlo?
Después de eso último, ambos se rieron, olvidando por un momento que afuera todo seguía moviéndose en su contra.
- ¿Y no quieres hyun? - le preguntó, acurrucándose nuevamente en su pecho para comenzar a dibujar cosas sin sentido sobre su torso desnudo con la yema de sus dedos. - Parece que te quiere mucho. Yo no sé nada sobre el amor, pero si alguien te quiere ¿Por qué no puedes aceptarlo?
- Porque para mí no hay nadie más que tú, en mi corazón Tae. - se acomodó mejor en la cama para tener acceso a sus cabellos y besarlos de vez en cuando. - No voy a negarte que me parece bastante atractivo, pero no comparto el mismo sentimiento, pero mientras él te haga feliz y continúe enviándome esos obsequios ridículos, yo estaré más que contento.
- Yo en verdad me siento muy feliz por estar con ustedes, hyun. Pero ahora ¿Qué debo hacer? Jungkook se está comportando extraño, y si papá no está no sé de qué otra forma pueda escapar de aquí.
- No te preocupes por eso, cariño. Me pondré en contacto con Yoongi, y veremos qué podemos hacer, mientras tanto tú mantente firme, usa el poder que te han otorgado para defenderte cuando yo no esté. ¿Puedes hacerlo? - Taehyung asintió. - Yo estaré aquí para protegerte, pero no puedo hacerlo todo el tiempo, necesitas ser fuerte, nosotros nos encargaremos del resto.
[...]
Después de que los invitados abandonaran el palacio, Jungkook se adentro en los aposentos reales, esas tres enormes habitaciones en las que los monarcas de Sirgo eran los únicos que podían entrar; y de las cuales, su madre se había mudado esa misma mañana para darle su espacio a su hijo y esposo.
Tristemente, el azabache se encontraba completamente solo en ese lugar, mirando a detalle todo su entorno. No podía negar que las habitaciones eran preciosas y espaciosas, pero a pesar de estar rodeado por tanta belleza todo parecía extremadamente frio y lúgubre. El lugar consistía en tres habitaciones distintas, una para la reina o en este caso rey consorte, otra mucho más lujosa para el regente y la última un tanto romántica y agradable que tenía como propósito ser compartida por el matrimonio; pues según las tradiciones, los amantes, solo podían tener intimidad en esa cama. No había necesidad de irrumpir en la privacidad del otro, e incluso cada uno tenía su propio espacio para recibir en ese lugar a sus invitados más cercanos o con una posición alta en la sociedad, sin la necesidad de incomodar al otro.
Cuando la vieja habitación de su progenitor le dio la bienvenida, las criadas comenzaron su labor de desvestirle y prepararlo para dormir. Mientras todo el personal trabaja, Jungkook simplemente se dejó hacer, pues estaba exhausto, había pasado días enteros sin dormir y ahora el sentimiento de soledad era terrible. No tenía ganas de luchar, de pensar en una posible solución a todos sus problemas, simplemente quería dormir, quería perderse en los brazos de Morfeo y descubrir si quizás en ese mundo alterno, las cosas entre Taehyung y él, por fin retomaban su rumbo.
Cuando encontró a Taehyung, pensó que las cosas serían diferentes, después de compartir ese beso, creyó que al fin podrían estar juntos, y aunque sabía que sería difícil, no imaginaba que el día de su coronación se encontraría terriblemente solo y vacío.
Cuando pensaba en este día, siempre se había visto junto a Taehyung, dándole esa preciosa sonrisa de cajita, y apoyándolo en todo momento, pero nada estaba resultándole como quería.
Las criadas abandonaron el lugar tras terminar sus tareas, y Jungkook estuvo a punto de acostarse, cuando el golpeteo en la puerta llamó su atención, y una esperanza de que fuera Taehyung el que lo buscaba lo hizo caminar apresurado hasta la salida, pero se llevó una enorme decepción cuando se encontró con el rostro de un hombre que estaba a cargo de la seguridad del doncel.
- Su majestad. - saludo cordial. - Lamento despertarlo, pero hay algo que tengo que decirle.
- Dime.
- Su majestad el rey Taehyung ha enviado a ocho criadas al calabozo.
Jungkook se sorprendió, el doncel jamás había hecho algo como eso, pero ahora caía en cuenta de que todo el gentío llamado a su alcoba por la madrugada tenía mucho que ver.
- ¿Qué hicieron para ser castigadas?
El guardia vacilo, su nerviosismo se hizo más que evidente cuando una gota de sudor resbalo sobre su frente, aun con un clima tan frio rodeando los pasillos.
- Bueno ellas... son las señoritas que usted... bueno ya sabe.
El aire se le escapó por completo, su sangre se estancó en la punta de sus pies, provocándole un aspecto enfermo y descolorido a su rostro.
- ¿Cómo se enteró? - su voz salió temerosa.
- Al parecer las criadas las delataron su majestad. Han dicho que las vendería a hombres del pueblo, y todo el mundo ya está hablando de ellas...
Aunque por un momento la situación lo tomó desprevenido y el pánico le heló la piel, ahora se sentía un poco contento. Algo bastante absurdo, pero significativo para él, pues el doncel había logrado expresar algo más que simple indiferencia.
¿Taehyung estaba celoso?
- Él ya lo ha decidido así. - le dijo al hombre con una sonrisa discreta. - Nadie debe interponerse en las órdenes de su majestad, incluso yo tengo mis límites, así que solo sigan sus órdenes con diligencia. - Creyendo que era todo lo que el otro tenía por decir, Jungkook se giró para volver a la cama, está vez sintiéndose distinto; pero el guardia volvió a llamarlo, detenido sus pasos por completo. - ¿Algo más?
El guardia asintió. - Ahora mismo el aprendiz Hoseok se encuentra en los aposentos de su majestad. - lo soltó con cierta vergüenza, viendo como el rostro del monarca se desfiguró ante sus palabras, borrando cualquier rastro de plenitud. - Llevan encerrados ahí desde hace varias horas...
El corazón se le apretó, y la sangre que antes circula de manera armoniosa por su cuerpo, comenzó a hervir.
- ¿Estás insinuando que mi esposo me está siendo infiel con su primo? - inquirió molesto, empujando su lengua contra su mejilla.
- N-no su ma-jedtad, es solo que...
- ¡Cállate! - lo interrumpió con un gruñido. - Jamás te atrevas a insinuar algo así de nuevo. ¿Te quedó claro?
- Lo lamento mucho, su majestad.
- Lárgate.
El hombre salió corriendo despavorido por el pasillo, tras despedirse del pelinegro con una reverencia torpe.
Jungkook por su parte, simplemente pudo apretar los ojos con tristeza. Se había obligado a parecer intimidante frente al hombres cuando lo único que sentía era una terrible melancolía. Y quizás no debía creerle, Hoseok no se había aparecido en el banquete, pero la duda ya había sido sembrada en su interior.
Con solo una fina bata cubriendo su cuerpo, recorrió el palacio hasta que estuvo frente a la puerta de su antigua habitación, y se quedó de pie por un buen rato en el que no logró escuchar absolutamente nada. Su cuerpo se movió con valentía para llamar, pero la risa del doncel se alcanzó a colar por la madera, entrando por sus oídos como el peor de los chistes jamás contados.
Pero eso no fue todo lo que alcanzo a escuchar, sino que fue receptor de una conversación ajena, en la que Taehyung no paraba de decirle al aprendiz lo mucho que lo había extrañado, y lo infeliz que se sentía en ese lugar.
Una puñalada directo al corazón dolería menos...
Atontado y desconcertado, con el corazón destrozado y la sal acumulándose en sus ojos, Jungkook apretó las manos en la tela de su bata, intentando contenerse a entrar y encarar a ese par.
Lo poco que alcanzo a escuchar, no había sido nada comprometedor, y sabía que la relación que ellos tenían, era especial; a fin de cuentas, Hoseok era su primo, y Taehyung jamás podría serle infiel.
¿Verdad?
Lo que le dolía, era el hecho de que el castaño se había negado a su compañía, se negó a compartir momentos con él y darle la oportunidad de disculparse. Lo dejo solo en un día que pretendía ser especial para ambos, y termino encerrado con otro hombre, a sabiendas de que la situación podría mal interpretarse.
Los recuerdos de todas las noches que lo abandonó de la misma manera, llegaron a su mente uno a uno, pero fue aquel donde estaban en su noche de bodas el que le hizo comprender que realmente merecía este trato, merecía experimentar en carne propia la soledad que el doncel sintió cundo lo abandonó después de haberle desvirgado.
- ¿Algún día podrás perdonarme Tae?
Algo le decía que no, que le doncel jamás le daría la oportunidad de redimirse; pero ahí estaba de nuevo su egoísmo haciendo aparición, dispuesto hacer todo para ser perdonado, para aliviar su propio dolor...
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