24| ÓDIAME
La lluvia no parecía querer dar tregua. El cielo seguía llorando y rugiendo con intensidad.
Habían pasado tres días desde que Jungkook se llevó a Taehyung de Percia, y como era de esperarse debido al infortunio de la tormenta que no había cesado, los caminos de las carreteras más concurridas se encontraban cerrados.
A pesar de ser vecinos, el camino a recorrer era extenso; pues con un clima agradable, el tiempo estimado a su llegada era de al menos diez días, pero dadas las circunstancias no creían posible llegar a Sirgo en al menos quince, o quizás más.
En esos tres días viaje, tanto Taehyung como Jungkook comenzaban a resentir los estragos en su cuerpo, pues el cansancio era extremo, no habían podido comer de manera adecuada y mucho menos dormir correctamente, y las cosas entre ambos estaban siendo extrañas, totalmente tensas. Lamentablemente el reducido espacio del carruaje les impedía una lejanía corporal, pero la mental y sentimental, podría notarse extensa. Durante todo el trayecto Taehyung había mantenido un silencio sepulcral, omitía cualquier sonido gutural que pudiera salir de su garganta, comunicándose con Jungkook a penas con ligeros movimiento de cabeza, pero nada más que eso. También había demostrado parecer impasible, su rostro no expresaba absolutamente nada, ni tristeza, ni enojo, y mucho menos felicidad, era como si simplemente se hubiera decidido a coexistir a su lado sin prestarle atención alguna a él o a su entorno.
Jungkook, por otra parte, estaba volviéndose loco por tanto silencio, por tanta indiferencia; pero podía sentir la tensión, rencor y remordimiento danzar burlón entre ambos, y ciertamente no sabía que más hacer, pues lo había intentado todo, así que simplemente se rindió, optando por darle su espacio; pues de estar en su lugar, creía que eso era lo que necesitaría para poder entrar en confianza nuevamente.
Hace aproximadamente una hora, Taehyung había caído rendido ante el cansancio, quedándose dormido en una posición, que ante los ojos de Jungkook, parecía bastante incómoda; pero quizás se debía a que inconsciente el castaño activaba sus barreras al caer dormido, pues su cabeza se encontraba recargada en la ventana, mientras que sus brazos cubrían celosos su pecho y sus pies apuntaban con dirección a la salida. Aún con los ojos totalmente cerrados en un sueño para nada grato, parecía estar tenso y muy alerta, como si realmente estuviera esperando que alguien lo atacase, como si esperara que en cualquier momento Jungkook decidiera dar por terminado su papel de hombre arrepentido e intentara tomarle a la fuerza.
Jungkook sabía perfectamente que en estos momentos no era del agrado del doncel, pero justo ahora, con el sonido del agua chocando contra la madera hinchada del vehículo en movimiento y con solo una volátil flama proveniente de una linterna de aceite, el príncipe azabache miraba embelesado la figura menuda del castaño, recordando melancólico todas las veces en las que el castaño se había quedado perdidamente dormido sobre su hombro, con una expresión relajada, incluso contenta por su presencia y completamente seguro de que nada podría pasarle estando a su lado; pero ahora todo había cambiado, Taehyung lo aborrecía, le temía, no podía mirarlo y mucho menos hablarle. Se lo merecía totalmente, pero Jungkook era un hombre orgulloso, sumamente egoísta. Lo quería de vuelta. Quería a su pequeño niño fastidioso y enamorado de antes, porque a pesar de tener el mismo rostro, ese doncel frente a él, no era su Taehyung. Este joven de ahora dieciocho años de edad, con facciones preciosas y maduras, no era ese tierno niño que llegó a su palacio completamente ruborizado por su presencia.
El tiempo no había corrido en vano, lo supo desde el momento que vio a Taehyung recibir gustoso los labios de Yoongi. Lo supo cuando le vio llorar con terrible melancolía al separarse de su hijo. Lo supo cuando la miel de su mirada de opacó ante su presencia.
Pero creía que se debía a su pérdida de memoria, y aunque en algún momento creyó que fue una preciosa bendición, ahora estaba realmente desesperado porque le recordara; pues quizás así, podría perdonarlo, podrían comenzar de nuevo y amarse enteramente.
¿Era realmente lo que quería?
Hubo un momento, cuando Taehyung se acomodó de mejor manera en la dura superficie, que el príncipe lo encontró un poco relajado, como si repentinamente su cuerpo dejara al olvido la sensación de alerta, y no pudo evitar sonreír con un matiz triste ante lo bonito que se veía, con esa boquita abultada y su pecho subiendo y bajando delicadamente. En ese momento parecía haber regresado, parecía sentirse cómodo con su entorno, con él. Sus manos suplicaron por acariciar su rostro, por enredar sus dedos en su cabellera y perderse en su despertar, por sentirse recibido por la calidez de su cuerpo, por averiguar cuánto había madurado su mente en ese tiempo, y si quizás lo extrañó, si alguien más lo hirió.
- Te veas mucho más bonito que la última vez, ángel. - pronunció quedito, lleno de tristeza, y estuvo a punto de acariciar la canela de su piel, estuvo a punto de alcanzar el paraíso, pero su sacrilegio fue imperdonable para el destino, pues en cuanto las yemas de sus dedos sintieron la electrizante sensación de su calor, los caballos relincharon, y el carruaje se detuvo abruptamente con movimiento tan brusco que por poco lo hace chocar contra la madera.
Afuera con la lluvia cayendo a cántaros y el viento rugiendo rabioso, un árbol sufrió una fractura tremenda, y cayó al suelo en un estrepitoso sonido, obstruyendo el camino por completo y asustando a los caballos.
¿Cuántas rutas más debían tomar para llegar a su destino?
Taehyung se despertó enseguida, totalmente asustado por lo que estaba sucediendo.
- Tranquilo. - musito Jungkook para el doncel, quién miraba con evidente pánico todo su alrededor. - Me encargaré. Nada va a pasarte mientras yo esté contigo.
Y precisamente era eso a lo que Taehyung le temía, a su compañía. Pero nuevamente no dijo palabra alguna, simplemente se mantuvo quieto y muy atento a las acciones del príncipe, quién acercó en su dirección, provocando que su cuerpo se pegará a un más a la madera, alejándose de él por mero instinto.
Jungkook suspiro dolido, le dio una mirada en disculpa por su brusco movimiento. Con el ceño fruncido, sus manos se apoyaron en la pequeña ventanilla del carruaje, esa con la que podía comunicarse con el conductor.
- ¿Qué ocurre? - le pregunto al lacayo con la voz ronca, totalmente malhumorado.
El conductor se giró brevemente en su dirección.
- Ha caído un árbol su alteza, no podemos seguir por este camino. - respondió temeroso por la reacción contraria. - Han sido días pesados, los caballos necesitan descansar, honestamente no creo que puedan continuar.
Jungkook lo meditó con paciencia, pues era cierto que casi no habían parado a descansar, y solo lo hacían para satisfacer sus necesidades humanas. Sus ojos se movieron en dirección al doncel, quién se veía desaliñado, con enormes manchas negras debajo de sus precios ojos, e incluso parecía haber adelgazado.
Se recriminó mentalmente por no prestar atención a ese dato. Taehyung estaba cansado, pero fue tanta su urgencia por querer llegar lo antes posible a su palacio, que simplemente lo ignoro. Antepuso sus deseos sobre las necesidades del castaño una vez más.
- ¿Estamos cerca de algún pueblo? - hablo después de un largo rato.
- Sí su alteza, hace aproximadamente diez minutos hemos pasado por uno.
Jungkook volvió a mirar a Taehyung, y aunque esté parecía impasible, supo que se encontraba deseando poder descansar sobre una cama, así que simplemente asintió, antes de responder.
- Den la vuelta. - ordenó con firmeza. - Pídele a alguien que busque hospedaje para nosotros.
- Sí, su alteza.
Con esa simple respuesta, el carruaje comenzó a moverse en dirección contraria, y justo como el hombre había dicho, diez minutos después ya se encontraban rondando por el pequeño pueblo.
El sol había caído a penas unas cuantos minutos atrás, por lo que aún podía verse varios comerciantes rondando por ahí, a pesar del fuerte aguacero.
Unos pocos minutos después, el carruaje se detuvo frente a una pequeña construcción, el hostal más decente que pudieron encontrar. La fachada que está poseía era poco atractiva para sus ojos, aunque podía suponer que para algunos viajeros, o los mismo residentes del pueblo, quizás era lo más bonito que hayan visto; claro que para alguien de sangre azul, no era más que una choza sin gracia alguna. Pero no tenía más opciones, y prefería tragarse su orgullo solo para que Taehyung pudiera descansar de la mejor manera posible, puesto que el lugar se encontraba bastante alejado de la capital de Percia, casi rozando la frontera de los dos reinos, por lo cual ninguna familia noble habitaba cerca.
Tras bajar del carruaje, Jungkook guío a su esposo hasta el angosto pasillo del recibidor, mirando con desagrado las ridículas decoraciones del lugar, y arrugando la nariz cuando el aroma a humedad entro de lleno a su sensible olfato. A penas dar unos pasos dentro, una joven regordeta de aproximadamente unos veinte años de edad apareció frente a ellos, luciendo un vestido en tono rojo, en extremo vulgar, pues el corsé que llevaba puesto apretaba de más, sus pechos, el maquillaje en su rostro también era sumamente cargado, y ni hablar del aroma de su perfume barato. Pero a pesar de su aspecto para nada agradable, la mujer les sonrió de manera amable y se inclinó en una reverencia, tratando de inclinarse lo suficiente para mostrar sus pechos y elevar la mirada para parecer mucho más sensual.
Era poco lo que sabía la mujer sobre sus huéspedes, pero en cuanto el lacayo que enviaron le informo que el príncipe Jeon buscaba una posada, no dudó ni un segundo en comenzar a preparar la mejor habitación del lugar, y ordenar a la servidumbre a preparar la cena. Eran escasas las ocasiones en las que recibía visitas nobles, pero sin duda, acoger a un príncipe como Jeon, y su acompañante, era un gran honor.
Una vez la joven hizo contacto visual con el apuesto pelinegro, su semblante amable de desvaneció, dejando que la coquetería y el cinismo se apoderan de su cuerpo. Para todos los habitantes del pueblo era bien sabido que la infame señorita Kang, era una ramera con todas las letras, pues no por nada había conseguido construir un hostal sin la necesidad de estar casada o venir de familia adinerada.
Le gustaba el dinero, y los hombres parecían amontonarse como abejas a la miel, alrededor de ella para dárselo. En tiempos como estos, en los que las mujeres y donceles no tenían voz mi voto, la prostitución era la salida "fácil" así que simplemente había elegido ese camino.
- Buena noche, su alteza. Es un honor tenerle aquí. Soy la señorita Kang. - pronunció con extrema dulzura, dándole una sonrisa coqueta al príncipe pelinegro; pero su semblante contento se esfumó en cuanto Jungkook alzó la ceja en descontento y su lengua abulto su mejilla. Y entonces cayó en cuenta de que quizás estaba siendo descortés con su acompañante. Pues no podía ser más que un simple amante, ella sabía que el príncipe era viudo, pero también, que muchos hombres respetaban en demasía a sus amantes, y mucho más cuando estos poseen un cargo alto, básicamente les encanta alardear sobre su poder y dominio.
- Me gustaría alquilar dos habitaciones. - pronunció Jungkook carraspeando la garganta con incomodad.
Aquella petición hizo que los ojos de la mujer brillarán, pero inmediatamente aquel gesto contento se perdió en una mueca inconforme.
- Estamos llenos, su alteza. - anunció con evidente decepción. - Lamentablemente no contamos con más habitaciones por el momento.
- Una lástima. - respondió resignado, o quizás un poco ansioso por ver la reacción que tendría el doncel. La joven estaba coqueteando con él abierta y descaradamente; pero al mirar a Taehyung no había nada, parecía como si no le interesará en lo más mínimo el compartir la habitación con él. Parecía no estar incómodo con la presencia de la descarada mujer. No había rastro de alguna emoción, y estuvo a punto de estallar.
Mínimamente esperaba que objetara, que hiciera una rabieta por no querer estar a su lado durante la noche, pero cuando lo vio caminar con tranquilidad hacia las escaleras, supo que seguiría obteniendo lo mismo, absolutamente nada.
La señorita Kang fue amable, les mostró las instalaciones y su habitación, que, a decir verdad, aunque era pequeña y para nada lujosa, tampoco era inhabitable. Tenía una cama grande con un colchón suave, al igual que las sábanas y mantas, las cuales poseían un ligero aroma a lavanda. Era sencilla, nada fuera del otro mundo, pero al menos tenía una chimenea que los mantendría cálidos, y podrían descansar cómodamente, aunque fuera por una sola noche.
Momentos después, las criadas aparecieron por la puerta, informándoles que el baño estaba listo, y Taehyung fue el primero en dejarse guiar hasta el cuarto de baño para poder limpiar su cuerpo y relajar los músculos tensos, mientras que Jungkook volvió a bajar hasta el recibidor, dónde se encargó de pagar por los servicios requeridos.
Después de un largo rato de espera, dónde la señorita Kang, no paraba de insinuársele, las criadas de antes, aparecieron nuevamente frente a Jungkook, informándole que era su turno para tomar un baño.
Agradecido por la interrupción, el azabache se despidió de la fastidiosa mujer, y caminó hasta las escaleras dispuesto a largarse de una buena vez, pues se encontraba deseando asearse para poder compartir una comida decente junto a Taehyung. Lo que no espero, fue ver un rostro conocido bajando las escaleras con aires de superioridad.
- ¡Oh! - exclamó con sorpresa el hombre, y una sonrisa socarrona brillo en su rostro cuando se encontró frente a frente con el príncipe. - ¡Su alteza! ¡Que gusto encontrarle aquí!
Jungkook se mantuvo inexpresivo ante su saludo para nada cordial.
- Señor Jung, un gusto. - respondió ceñudo. - ¿Qué lo trae por aquí?
Jung HaeIn era un viejo amigo de taberna; el joven perteneciente a la familia Jung, y primo de Hoseok, era bien conocido en el reino de Sirgo, por su fama derrochadora. El hombre gozaba de una gran fortuna, que desperdiciaba en cantinas y mujeres. Alguien con quien compartió tragos más de una vez, incluso mujeres bajo el calor de la misma cama.
Una total vergüenza.
Quizás en el pasado hubiera dicho que era un buen amigo, pero dejo de frecuentarlo cuando Taehyung desapareció, y en todo ese tiempo se dio cuenta que realmente no lo conocía de nada, y honestamente tampoco le interesaba.
- Me encontraba regresando a Sirgo cuando la tormenta llegó. Después de su partida mi padre me envió a Yuin para arreglar algunas cosas con el príncipe heredero.
- Ya veo. - respondió cansino.
- ¿Y usted? - pregunto no queriendo dejar morir la conversación. - Hace un tiempo que no le veía. ¿Está gozando de los servicios de la señorita Kang? Porque déjeme decirle que ese culo está de infarto.
Jungkook rodó los ojos por aquella insinuación. - La verdad es que no, señor Jung, me encontró de paso con mi esposo.
- ¿Esposo? - cuestionó con burla. - Creí que lo casarían con la nieta del viejo Im.
En ese momento, justo antes de que pudiera responder, Taehyung apareció detrás de Jung con la misma expresión impasible.
Jungkook se maldijo internamente por no percatarse antes de su presencia, pues suponía que habría escuchado parte de su conversación con HaeIn, y ya tenía suficientes problemas con él, como para agregarle más leña al fuego.
El hombre castaño al percatarse de la expresión sorpresiva del príncipe, se giró a dónde tenía la mirada clavada, y casi se deja caer al suelo cuando reconoció el rostro de Taehyung. Su sangre se estancó sus pies, y sintió la boca repentinamente seca.
¿Estaba viendo un fantasma?
- Si me disculpa, señor Jung, tengo que tomar un baño, espero verlo en la cena.
Pero Jungkook no recibió respuesta, pues Jung no volvió a mirarle.
- Taehyung...
El mencionado pareció salir de su trance en cuanto le llamaron, sonriéndole cálidamente al castaño quién parecía atónito por su presencia.
- ¿En verdad eres tú?
Lo había soltado tan natural, como si realmente llevarán siglos conociéndose, lo que causó cierto ruido dentro de Jungkook, quién no pudo evitar sentir sus celos nacer ante lo que estaba presenciando, pues el doncel seguía sonriente y se dejó abrazar por el castaño cuando esté asintió a su pregunta.
Furioso y con un sabor amargo en la punta de la lengua, Jungkook se retiró del lugar a pasos apresurados, pues no quería ver más de eso, no pretendía perder la compostura por su arrebato de celos, así que simplemente se dirigió al cuarto de baño y se vistió lo más rápido que pudo para poder bajar a cenar.
Cuando estuvo listo, y lo llamaron a la mesa, volvió a encontrarse con ese par, solo que está vez, Taehyung charlaba con Jung, susurrándole algunas cosas inaudibles para él.
La cena concluyó después de una eternidad, en la que Jungkook estuvo golpeando su mejilla con su lengua la mayoría del tiempo, pero afortunadamente para él, se estaba haciendo tarde y Taehyung le expreso a HaeIn su cansancio.
- Me hace tan feliz volver a verlo. - dijo Jung con una sonrisa preciosa en los labios. - En verdad espero que está vez no se olvide de mi existencia y me invite a tomar el té en su palacio, aún hay muchas cosas que deseo saber.
Taehyung asintió devolviéndole la sonrisa, y después de recibir una reverencia por parte del castaño, se dispuso a subir las escaleras con dirección a su habitación.
Jungkook le siguió unos minutos después, cuando terminó de despedirse del hombre, quién le había informado que partiría esa misma noche, ya que tenía asuntos importantes que atender con su familia. Ahora un poco más tranquilo por saber que no lo encontraría en la mañana siguiente, el pelinegro se adentró a la habitación con extrema cautela. La sangre que antes hervía rabiosa en su interior disminuyó su calor, y está pudo correr con normalidad por su cuerpo; agregándole el hecho de que en cuanto entró al reducido espacio el aroma a jazmín lo atacó de lleno, pudo relajarse gradualmente, comenzando a ponerse cómodo mientras retiraba su traje; sin embargo, su estadía dentro del ojo del huracán le duró muy poco, pues la realidad le golpeó con fuerza.
Antes no lo había tomado en cuenta, ni siquiera se le pasó por la cabeza aquel irrefutable hecho. Sus celos habían sido tantos y tan intensos que no podía dejar de pensar en alguna manera de asesinar a ese hombre quién se había acercado tango a su Taehyung, cuando él no había recibido nada más que silencio de su parte. Ahora con el castaño moviéndose por el lugar con esa misma actitud indiferente, Jungkook fue capaz de mirar más allá de su nariz, había dejado pasar por alto un dato sumamente importante.
Taehyung no había perdido la memoria.
Era más que obvio que el doncel sí recordaba más allá de lo vivido en Percia, porque de no ser el caso, Taehyung jamás habría recibido los brazos de aquel supuesto extraño, jamás habría charlado con él con tanta comodidad y familiaridad.
El miedo lo invadió, sus manos comenzaron a temblar cuando sintió su sangre helarse. El destino se había burlado de él de la manera más cruel, había jugado con su cordura.
Sus ojos se clavaron el castaño, quién se movía de un lado a otro, retirando su ropa, desatando los cordones de su corsé, sin inmutarse por su presencia, actuando como si realmente no estuviera ahí. Cómo si no le interesará en lo más mínimo mostrar su cuerpo frente a él, y no porque deseará que le viera, simplemente porque no podía importarle menos. Cuando terminó de deshacerse del apretado corsé, se dirigió lentamente hasta el tocador, dónde comenzó a retirar los aros de sus orejas, así como también, ese bonito collar de zafiros; posteriormente despeinó sus cabellos y sacó la camisa blanca que llevaba puesta para poder colocarse el camisón para dormir cómodamente.
Jungkook no sabía en qué momento se había movido en su dirección, pero ahora se encontraba detrás de Taehyung, mirado con horror el reflejo en el espejo, pues desde donde estaba podía apreciar con claridad la piel descubierta de su cuello y clavículas. Algo que probablemente antes pudo parecerle sumamente excitante y morboso, pero no lo era, sino que incluso podría decir que fue una horrible pesadilla, pues sus ojos no pudieron moverse de esa marca en tono café que adornaba su piel.
Quizás lo olvido, o tal vez siempre fue consciente de que en algún momento la vería, pero no estaba preparado. Lo tomó desprevenido, con la guardia baja; esas camisas de cuello alto, cubrían su oscuro pasado, cubrían la evidencia palpable lo que ocasionó aquella noche.
La culpa lo atacó violentamente, sus lágrimas comenzaron a nublarle la vista, y sintió sus extremidades hormiguear. A penas y fue capaz de dar unos cuantos pasos en su dirección, quedado a su costado, mirándolo desde arriba con absoluto terror y vergüenza. Cuando no pudo sostener más tiempo su peso, cayó de rodillas al suelo, al mismo tiempo que dejaba salir toda la sal por las esquinas de sus ojos. Sus manos se aferraron a la tela de su inmaculado camisón, golpeando sutilmente sus piernas en un llamado desesperado por su atención, pues quería que le mirara, que al menos en ese momento sus ojos se posaran sobre él, que viera su arrepentimiento y le gritara, que se apartará de su tacto, que lo odiara. Pero no ocurrió, Taehyung no lo miró, mucho menos atendió a su llamado desesperado, lo ignoró por completo.
- Tae. - lo llamó suplicante, no soportando más su indiferencia. - Mi amor, por favor perdóname.
Por otra parte, y detrás de esa máscara inquebrantable, Taehyung se estaba removiendo incómodo, incluso llorando con pena, con rabia. Sin embargo, no quería demostrarle nada, no quería que le viera afectado nuevamente, lamentablemente sus palabras tocaron una fibra sensible en su interior, pues había añorado el momento de verlo flaquear, de verle desesperado por una pizca de él, y que al fin le pidiera una disculpa por lo que había hecho, aunque muy en el fondo sabía que no podría arreglar todo el daño causado; pero merecía una disculpa, merecía que ese hombre reconociera sus errores por una bendita vez.
Después de un largo rato en el que se mantuvo mirando fijamente su reflejo, se atrevió a mirar de soslayo a Jungkook, quién tenía el rostro enterrado en su muslo, empapando con sus lágrimas la tela de su camisón, hipando desesperado por un poco de oxígeno, por un poco de su perdón.
La verdad era que Taehyung no sabía por cuál de todos sus errores le estaba pidiendo perdón, y honestamente había estado esperado que le huciera un numerito de celos después de compartir palabras con aquel hombre castaño, pero jamás que se pudiera a llorar como lo estaba haciendo.
La escena le pareció patética, ridícula, pues le recordó a algo del pasado, algo doloroso que había intentado sepultar muy en el fondo de su mente. Revivir aquella noche después de ser abusado por este mismo hombre, le parecía ridículo, e inevitablemente soltó una risita nasal.
¿Podría Jungkook seguir creyendo que lo chantajearía con sus lágrimas? ¿Tan estúpido era?
Por otra parte, Jungkook solo era capaz de pensar en clemencia, por la redención de su alma y sus pecados; se encontraba deseoso por el odio y castigo de los cielos.
Su egoísmo era el único responsable de esta dolorosa agonía.
No podía dejar de pensar en el momento en el que asistió a su sepelio, en el dolor punzante que le provocó ver a su pequeño niño entre sus brazos completamente dormido, sin pulso, totalmente frío y con la marca de aquella soga que él mismo había colocado sobre su cuello. En ese momento no se percató de que aquel color no debía verse tan vivo, pero ahora lo comprendía, pues Taehyung no había muerto, aunque sí que lo intentó.
Pero ¿Qué ocurrió? ¿Quién lo salvo? ¿Debería estar agradecido con ese misterioso ser?
No lo comprendía, había miles preguntas haciendo ruido en su cabeza, y estaba seguro de que no obtendría las respuestas.
Si Taehyung lo recordaba todo ¿por qué no lo atacaba? ¿por qué se mantenía en silencio? ¿por qué no lo odiaba?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Tomando todo el valor que alcanzó a recolectar su fragmentado corazón, el pelinegro levantó mirada con pena, encontrándose con la atenta mirada de Taehyung, pero seguía sin haber absolutamente nada, y volvió a llorar con intensidad. Sus manos se elevaron temerosas por ser apartadas hasta la marca de la soga, tocando sutilmente la superficie, apenas rozando con la yema de sus dedos su piel fría, porque había perdido cualquier rastro de calidez, era como si la vida se estuviera empeñando en hacerle revivir aquella mañana de abril.
- ¿Podrías odiarme? - hablo quedito, con los pedazos de su corazón distribuidos torpemente en su mano. - No merezco tu perdón, sé que te he hecho mucho daño, pero también sé que me recuerdas y que no deseas tenerme cerca. Lo sé y lo entiendo, pero por favor ódiame Taehyung. Grítame, golpéame... cualquier cosa es mejor que tu eterno silencio. Haz de mí lo que te plazca, pero mírame. ¡Estoy aquí! ¡Arrodillado ante ti, dispuesto a recibir mi penitencia, dispuesto a recibir tu desprecio, pero ódiame Taehyung, por piedad! ¡Ódiame por piedad, ódiame!
Taehyung arrugó el ceño desconcertado, pues de todas las cosas que Jungkook pudo pedirle ¿Por qué su odio?
Pasaron un buen rato de esa manera, con Jungkook arrodillado totalmente ido y consternado por su indiferencia, hasta que el castaño se cansó. Se levantó de aquel tocador y caminó directamente a la cama, metiéndose bajo las sábanas sin decirle nada, dejando a Jungkook mirándolo con dolor, aún en el suelo, totalmente humillado por su desprecio e insatisfecho por esa misma reacción; pero aún con el corazón ardiendo y sus lágrimas fluyendo con fuerza, se arrastró hasta base de la cama, tomó la mano del doncel, y se dedicó a repartir besos por todo su dorso, agradeciéndole sin palabras que no lo apartará, y así bajo el calor de aquella chimenea, se permitió dormir en ese posición para nada cómoda, arrodillado y con el rostro recargado sobre el colchón, aferrándose con fuerza a su preciosa extremidad.
Estaba seguro que no obtendría su perdón, y mucho menos su odio, pero al menos lo tenía junto a él, al menos podría demostrarle que estaba arrepentido y quizás en algún momento lo perdonaría y volvería a escuchar su preciosa voz.
[...]
Con el canto de los gallos, y la claridad de firmamento siendo muy tenue, la puerta de aquella habitación de hostal, fue llamada con insistencia, despertado a Jungkook de inmediato, quién gruñó molesto por no querer separarse del cuerpo del doncel. Lamentablemente Taehyung despertó también, y se alejó de su agarre con rapidez.
- ¿¡Quien mierda es!? - la voz de Jungkook salió grave, pues aún seguía adormilado.
Sus huesos crujieron al levantarse, y sus músculos entumidos le reprocharon el movimiento, pero también agradeció que la sangre pudiera correr nuevamente por sus piernas, pues había dormido arrodillado frente a la cama.
Del otro lado de la puerta, se encontraba el guardia a cargo de la seguridad, quién informo su presencia con un tono firme, pero a la vez vacilante.
- ¿¡Qué quieres!? ¡Más te vale que sea importante o juro por mi madre que voy a cortarte la cabeza! - fue lo primero que dijo Jungkook al abrir la puerta, encontrándose con el hombre de armadura impecable.
- Su majestad, tenemos noticias. - dijo el hombre, descolocando a Jungkook por el honorífico usado a su persona.
- ¿Qué ocurrió?
- Su majestad el Rey JoongKi, ha fallecido hace doce noches.
No hubo tacto en aquella nueva información, fue crudo, cruel.
El agarre que el azabache había mantenido en la madera de la puerta decayó rápidamente, sus sentidos se nublaron y los latidos de su corazón disminuyeron su ritmo.
- ¿Estás seguro? - necesitaba volver a escucharlo, pues se negaba a creer que estuviera sucediendo.
- Su madre, ha enviado a un mensajero a Percia, lo hemos encontrado hace unas horas. Lamentamos su perdida su majestad, pero debemos partir cuánto a antes, pues la noticia de su fallecimiento no ha sido notificada aun, pero si llegaran a enterarse, el reino podría sufrir graves consecuencias si no asume el trono cuánto antes.
Con esas palabras, el guardia le entrego a Jungkook una carta sellada por su madre, confirmándole una vez más que aquello a lo que tanto miedo le tenía, estaba llegando.
Había llegado la hora de asumir el trono...
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