20| EL PRÍNCIPE DEL SOL
Las cadenas del pasado
P
arte uno.
Se dice que el corazón de un doncel y una mujer, son mundos desconocidos; tierras que los hombres jamás terminarán de conocer por completo. Tan misteriosos como peligrosos, y a la vez, tan predecibles y dulces, que todos desean poseerlos y reclamarlos como suyos, para así, poder alardear de su tan increíble hazaña frente a los otros desdichados que no pudieron alcanzar la victoria. Objetos de tan alto valor, que una simple caricia logra turbarles los sentidos por completo, pero por más deseables que sean, terminan siendo eso, solo objetos. Terrenos que una vez conquistados pierden el valor tan alto que les fue otorgado, y terminan usados, ultrajados y olvidados con el paso del tiempo.
Para el Barón Dong TaeMin; Jimin siempre fue la estrella más brillante del cielo, una preciosa flor que a simple vista aparentaba ser delicada, pero al acercarte, sus espinas alcanzaban a herirte hasta dejarte moribundo. Jimin, el precioso doncel hijo del Conde Park, era sublime, exquisito y perfecto en toda la extensión de la palabra.
Inalcanzable.
Para nadie era un secreto que la mayoría de las mujeres casaderas en el territorio Perciano, aspiraban al trono, o mejor dicho, al compañero que ganarían una vez llegarán a el; y Jimin no era la excepción. Desde muy joven, su padre lo había involucrado directamente con la corte, conociendo así, a todos los integrantes de las familias poderosas de su reino, siendo los Min, la familia de la corona, el joven doncel había soñado con convertirse en el consorte del Rey.
Algunas veces, cuando la oscuridad se come al Sol, el doncel rubio suele recordar esas preciosas noches en las que compartió la cama con el príncipe heredero en aquel entonces. Los besos desesperados por más, esas caricias ardientes sobre su piel, y los gruñidos placenteros en su oído.
El Rey descarado, le robó la pureza, así como su corazón. Mismo corazón que quedó completamente destrozado cuando el pelirrojo permitió que el matrimonio con el Barón Dong, -quién era su mejor amigo de la infancia y mano derecha- diera lugar. Jimin tenía solo diecisiete años de edad; su ingenuidad era tanta, casi como el amor que sentía por el monarca, y contrareo a molestarse, lo acepto.
Aceptó que el rey decidiera su destino, que rebajará su título a un simple Barón, y desechara por la ventana todo el amor que le tenía.
Yoongi había sido muy claro respecto a su relación de antaño. Jamás le prometió más de lo que podía ofrecerle en ese entonces, que no eran más que unas cuantas noches en las que ambos podían obtener placer.
Park Jimin, a pesar de resultar herido, jamás le guardó rencor, e hizo lo que cualquier noble de su reino haría: aprender a amar y convivir con su esposo. Dong TaeMin, a pesar de ser unos cuantos años mayor que él, jamás le pareció repugnante, y su actitud enamorada, totalmente romántica a su persona, logró sembrar en su corazón un amor que poco a poco fue dando frutos. Con el tiempo y gracias a los tratos dóciles de su esposo, terminó por erradicar ese sentimiento de enamoramiento dirigido al monarca; y se dedicó a amarlo solo por lo que representaba como persona y regente. Por ese motivo, cuando el pelirrojo le pidió ser el pradino del príncipe, el dolcel rubio no se negó, y agradeció gustoso ese gran honor que estaba otorgándole.
Jimin era leal a él, y así como en el pasado, estaba decidido a hacer cualquier cosa por su Rey y ex amante.
•••
Las puertas de la catedral estaban por cerrarse cuando el matrimonio Dong, entró despavorido esquivando a los guardias de la entrada. Afortunadamente para ambos, el Papa no había hecho aparición; así que ajetreados y acalorados por el largo recordido, Jimin y TaeMin llegaron frente al altar con una expresión de alivio.
Alivio que les duró unos pocos segundos, pues al alzar la vista al frente se encontraron con Yoongi, quién tenía en sus brazos a su hijo, y les dedico una mirada filosa, su mandíbula estaba apretada y sus mejillas naturalmente pálidas, se encontraban en un tono carmín furioso.
– ¿¡Cómo se les ocurre llegar tarde al bautizo de su príncipe!? — fue más un reproche que una pregunta, y su voz salió tan cruda, que el matrimonio tuvo que agachar la mirada intimidados seguido de un "Lo sentimos su majestad." — ¿Cómo pueden sus padrinos llegar tan malditamente tarde?
Taehyung, quién se encontraba a su lado, sintió un apretón en su corazón al distinguir la cabellera rubia del doncel detrás de él. Había pasado un largo tiempo desde la última vez que le vió, y fue por ese mismo motivo que convenció a Yoongi para que él, junto a su esposo bautizaran a su hijo.
¿A quien más podrá darle tal privilegio?
Llegó a pensar en Hoseok, pero aquello sería en extremo sospechoso, y su único amigo, había sido ese revoltoso rubio.
Una de sus manos viajó hasta el hombro tenso de Yoongi, dónde ejerció un ligero apretón para hacerle voltear. En cuanto sus miradas se fundieron, todo rastro de coraje y resentimiento pareció desvanecerse del cuerpo del pelirrojo, quién no dudo ni un segundo en acercarse a besar su mejilla cubierta por el velo de tul.
– Tranquilo. — susurro el doncel tan bajito, que solo Min pudo escucharlo. Taehyung se había mantenido en silencio todo el tiempo, pues no deseaba que algún curioso reconociera su voz. — Han llegado tarde por mi culpa, no te molestes por eso.
Con un semblante más relajado el monarca asintió en su dirección, y se giró de nueva cuenta para encarar a quienes se convertirían en los padrinos de su hijo.
– Les he concedido a ustedes el privilegio de apadrinar al heredero de Percia, por favor, actuen a la altura de tal honor.
– Lo sentimos mucho su majestad. — volvió hablar el hombre castaño, levantando la vista para hacerle frente a su monarca. — Su alteza, la concubina real, nos ha enviado a comprarle una nueva medalla al príncipe YeonJun.
Jimin, quién había mantenido el rostro abajo, levantó la mirada en una reacción de pánico. Sus ojos se agrandaron de sobremanera, y sintió el calor de la vergüenza recorrerle el cuerpo hasta instalarse en sus mejillas, las cuales de tiñeron de carmín al instante. Le dió un disimulado golpe a su esposo con el filo de su codo, y soltó una risita nerviosa cuando notó la expresión seria de Yoongi.
– El concubino Kim, nos ha pedido una nueva medalla para nuestro ahijado ¿Verdad, cariño? — para todos fue notoria la énfasis que hizo en la palabra el, pues a estás alturas del día, ya todo el mundo sabía que esa dichosa concubina, no existía. — Lamentamos mucho nuestro retraso, pero no podíamos confiarle a las criadas, una tarea tan importante como está, majestad. Nuevamente le pedimos una disculpa.
Cuando el matrimonio se inclinó ante él, en una reverencia, Yoongi volvió a mirar a Taehyung, quién le estaba sonriendo de la manera más dulce posible. El corazón se le derritió de amor, y no queriendo arruinar el día de su precioso hijo, soltó un suspiro rendido; levantó el diminuto cuerpo de YeonJun, para que su rostro quedará a la altura del suyo, y con una sonrisa cálida, besó sus mejillas.
– El Papa, no debe tardar en llegar, por favor cuiden de mi hijo como si fuera el propio. — pronunció el monarca, extendiendo a su hijo a sus padrinos, y fue Jimin quién lo tomó entre sus brazos. En cuanto el niño sintió la calidez de su padre desvanece, un puchero asustado se instaló en su rostro a la par de unas cuantas lágrimas en sus ojos. El pequeño príncipe siempre se había comportado reacio a interactuar con gente externa a sus padres y nodriza. — Calma, príncipe. — le dijo el pelirrojo acariciando su mejilla. — Papá está aquí, nadie va hacerte daño.
Cómo si realmente lo hubiera entendido, YeonJun recibió la caricia con gratitud, y sonrió de manera preciosa cuando Taehyung se acercó a hacerle lo mismo.
Los ojos curiosos de Jimin capturaron con detenimiento la escena frente a él, y no pudo evitar que su ceño se frunciera ante el familiar aroma a jazmín que llegó hasta su olfato. Había escuchado cientos de rumores y especulaciones sobre la supuesta concubina, y en ninguno de ellos, se había hablado de que está pudiera ser un doncel. Y vaya. No cualquier doncel, sino que era uno muy parecido a alguien de su pasado. A pesar de estar cubierto por tantas telas, como si quisiera ocultarse del mundo, Jimin distinguio el brillo opaco de sus iris color miel, y ese lunar que gritaba "Kim Taehyung" debajo de su ojo derecho.
¿Podría ser?
¿Estaba alucinando?
No lo creía posible; estuvo presente cuando Hoseok corroboró que no tenía pulso, e incluso él intentó regresarlo a la vida. También sabía de la obsesión que el monarca había desarrollado con el difundo príncipe, y no sería escabellado pensar en la posibilidad de que esté pudiera buscar a alguien con similitudes físicas a Taehyung.
Desafortunadamente para él, sus divagaciones quedaron estacandada en un tal vez, puesto que en ese momento, el santo entró por la puerta de la catedral siendo seguido por doce monjes y quince monaguillos. Las campanas comenzaron a retumbar desquiciadas, y solo el canto angelical del coro, logró camuflajear el estrenduoso sonido.
La ceremonia comenzó minutos después de eso.
[...]
Fuera de la capilla, justo en el centro del mercado desolado, los pasos apresurados de un caballero con pinta de noble, logró captar la atención de los pocos comerciantes que se encontraban transitando por las calles de la capital. Los ambulantes se acercaban a él, para ofrecerle sus productos; obteniendo de su parte una mirada desinteresada y silencio absoluto.
Buscaba a alguien es específico: un doncel enfermero, a quien habían visto en el mercado comprando hierbas medicinales. Alguien a quien jamás había visto, pero que gracias a las detalladas descripciones que consiguió tras una ardua investigación, creía podía encontrar con facilidad.
Pero no fue así.
Se había topado con cientos de puestos herbales, y unos cuantos hombres que cumplían con las características de ese doncel, que tenía por nombre Hwang HyunJin, pero ninguno era él.
Después de dos horas de busqueda exhaustiva, el joven hombre había recorrido casi a totalidad el mercado perciano. Su paciencia -que era nula- estaba por agotarse, y fue en ese instante, en el que decidió parar para tomar una gran bocanada de aire, que sus ojos se fijaron en una singular cabellera negra.
De pie frente un puesto de artesanías, el joven doncel que estaba buscando se encontraba sonriéndole a la anciana mujer detrás de la mesita de madera. Sus largos dedos recorrían con miedo las preciosas rocas talladas a mano en forma de dijes, mientras que con la otra, sostenía una pesada caja de madera repleta de hierbas.
Una sonrisa maliciosa se extendió en el rostro del noble, cuando el dolcel, preguntó el precio del dije en su mano. Vió como esté rebuscó en su monedero, y fue testigo de la mueca inconforme que se formó en sus delicadas facciones. Antes había creído que los demás comerciantes y vecinos, estaban exagerando con su descripción que le dieron del doncel, pero ahora que lo tenía de frente, pensaba que realmente la palabra hermoso le quedaba muy corta. Pues este era divino; incluso podría dentenrse a compararlo con la figura de un ángel.
¿Era si siquiera posible poseer tal belleza?
Llevaba puesto un traje de lino blanco, ajustado en los lugares correctos para resaltar sus curvas, pero lo suficiente flojo de otros, para que su movilidad no fuera complicada. Su cabello negro cuál cuervo, estaba atado en una coleta revuelta, y su piel blanca lo hacía pensar en alguien, a quien no alcanzaba a recordar en ese momento. Estaba estupefacto, fascinado con la presencia dulce del joven. Tanto que por poco olvida su misión.
Sin desvanecer su sonrisa, el noble avanzó hasta el puesto, y le extendió a la ansiana un saco de oro. Esta de inmediato levantó la vista a él, y le dió una mirada de incredulidad.
– Envuelva el dije. — dijó con firmeza señalando la piedra en forma de tigre.
La mujer le dedico al azabeche una sonrisa apenada, pero terminó envolviendo el dije.
– Disculpe. — pronunció el doncel mirándolo con cierto rencor. — Pero yo lo vi primero.
– Y yo he pagado por él. — se mofó el hombre con una sonrisa.
– Puede elegir cualquiera de aquí. Ni siquiera se ha tomado el tiempo de admirarlas. Mire. — tomó otra piedra, y está tenía la forma de un lobo. — Está es mucho más bonita.
– Si esa es mucho más bonita. ¿Por qué no se la lleva usted? — contraatacó después de darle una mirada a la figura. En ese momento la anciana le entregó una diminuta caja que contenía el dije, y tomo del pequeño saco que le habia dado con anterioridad, y tomo de este solo una moneda de oro. — Oh no, por favor señora, quedece con el resto.
– Y a parte de todo, presumido. — resopló gruñón el doncel, volviendo a colocar el dije del lobo en su lugar.
– Le agradezco mucho mi lord, tenga usted una buena vida. — Murmuró con agradecimiento la anciana.
El hombre le devolvió la sonrisa, y volvió a fijarse en el dolcel, quién ya estaba acomodando sus cosas para marcharse.
– Joven Hwang. — lo detuvo cuando esté dio un paso al frente. El pelinegro se giro a verle. — ¿Si es usted, verdad? ¿Hwang HyunJin?
– ¿Debería serlo?
– Espero que sí, o sino habré gastado mucho dinero en esto. — le extendió la caja con el dije y Hyunjin lo miró con más extrañeza que al principio, y aunque se notaba que deseaba aceptarlo, sus manos retrocedieron a su lugar. — Por favor aceptelo, nunca fue mi intención tenerlo en primer lugar, solo quería hacerle un obsequio.
HyunJin lo examinó de pies a cabeza. Su cabello rubio semi ondulado perfectamente peinado, su tez pálida y ese atuendo costoso adornado por un sin fin de botones de oro, sin una sola arruga solo indicaba que era alguien importante, y al recortar la cantidad absurda que había pagado por un simple accesorio de piedra, estaba seguro de que era uno de esos ricos que tenían como oficio conquistar donceles y doncellas solo por capricho.
– Me disculpará, mi señor. Pero no voy aceptar su obsequio, no conozco su nombre y mucho menos sus intenciones conmigo...
– Jackson Wang. — lo interrumpió enseguida y tomó la mano libre del doncel para entregarle la caja. — El príncipe más guapo de Yuin, ese soy yo. — está vez inclino ligeramente la cabeza a modo de saludo.
HyunJin por su parte palidecio enseguida, y se encontró a sí mismo arrojando todo al suelo para saludarlo como correspondía.
– Discúlpeme su alteza. — pronunció temeroso inclinándose en una reverencia tan baja, que estaba a punto de tocar el suelo con su frente. — He sido imprudente, no debí hablarle de esa manera yo...
– Calma. — se burló el príncipe, colocando una mano en el hombro ajeno. — He venido a buscarte porque necesito de sus habilidades como curandero. Sé que tu padre no se encuentra en la capital, y supuse que su adorable hijo podría sustituirlo en su lugar.
HyunJin al fin pudo respirar, y levanto ligeramente la mirada para corroborar que ese hombre estuviera relajado. Cuando notó su sonrisa coqueta, y nulo rastro de reproche, se atrevió a incorporarse nuevamente, está vez dándole una sonrisa de lo más resplandeciente.
– ¿Conoce usted a mi padre, su alteza?
– ¡Por supuesto! — exageró enérgico para disfrazar su mentira. — Ha servido a la familia real de Percia por varios años. ¿No es así? — el doncel asintió. — Y es una suerte que el médico Hwang tenga un hijo tan... Exquisito. — soltó una risita nerviosa antes de corregirse. — Precioso, quiero decir.
Las mejillas del doncel se tiñeron de rojo ante el burbujeo de timidez que se instaló en su vientre.
– Mi padre ha estado fuera de la capital por unos cuantos meses, su alteza, y aunque yo estoy lejos de llegar su nivel de conocimiento, puedo ayudarle en todo lo que esté en mis manos.
Jackson se acercó con cautela hasta él, saboreando la timidez de su mirada, y ese sonrojo precioso en sus mejillas. El príncipe de Yuin, era un experto casanova; un hombre coqueto por naturaleza y capaz de atraer a cualquier mujer que estuviera dentro de su radar. Jamás se había involucrado con algún dolcel, pero ahora que tenía a ese exquisito pedacito de cielo frente a él, estaba reconsiderando todas sus opciones.
Con descaro, su diestra se coló por los mechones rebeldes del doncel, y acarició la piel de su rostro a su paso, poniendo a este más nervioso de lo que ya estaba, incluso temblando ante su coqueteo nada sutil.
Si HyunJin tenía que ser honesto, diría que el hombre era indudablemente atractivo, y no contento con esa presencia sensual y arrasadora, también era el príncipe de un reino que no tenía nada que envidiarle al resto.
– ¿Estarías dispuesto a viajar a Sirgo conmigo? — le preguntó sin desvanecer su toque; utilizando el tono más bajo al que su voz podía llegar, y esa sonrisa que haría a cualquiera arrodillarse a sus pies. — Me encantaría poder compartir con un doncel como usted, el recorrido del viaje.
– ¿A Sirgo? — musitó aturdido por el calor que el toque en su mejilla estaba provocando. — ¿Hay un enfermo ahí?
Jackson asintió. — Soy muy amigo del príncipe heredero. Me ha confiado a mí, la tarea de buscar al mejor médico para que esté atienda a su padre, quién se encuentra al borde de la muerte.
Los ojos del doncel se abrieron con sorpresa, pero inmediatamente se sintió avergonzado al pensar que él realmente no podría hacer nada, pues sabía de sobra que en ese reino, los médicos eran excepcionales, y él no alcanzaba a poseer si quiera una tercera parte del conocimiento médico estándar.
– Lo siento mucho su alteza, pero dudo que mis capacidades en la herbolaria y mi poco conocimiento sobre el cuerpo humano me permitan ayudar a su majestad el Rey.
– Siempre puedes practicar con el mío. — comento con picardía.
– ¿Está usted enfermo, su alteza? — preguntó alarmado el doncel, alejándose del toque ajeno para acercarse un poco más al príncipe. — Parece un hombre sano.
Jackson estalló en carjadas ante tal inocencia, y le agradeció mentalmente a Jungkook por darle esa misión, que antes creyó aburrida.
– Precioso, lo que me duele, tendrás que revisarlo en privado.
– Mi casa está cerca de aquí, podemos ir y yo lo revisaré...
El rubio se mordió el labio, si bien eso sonaba a una excelente idea, sabía el que el doncel no había entendido del todo lo que le acaba de insinuar, y tampoco tenía tiempo, la misa debía estar por terminar, y debía hacer acto de presencia antes de que sus padres se molestaran con él.
– Me encantaría, pero tendré que negarme. Pero si aceptas venir conmigo, dejaré que revises mi cuerpo a conciencia.
– Ya se lo dije, su alteza, mis capacidades no...
– Se que lo harás. — lo interrumpió impaciente. — Y sí me dices donde está tu padre, yo le enviaré una carta para que se encuentre contigo en Sirgo. ¿Qué te parece?
HyunJin lo meditó por un largo rato, si bien, sabía que no podía hacer mucho, negarse al pedido de un príncipe era el peor pecado que un ordinario cuidado como él, podría cometer. Pero también estaba la posibilidad de que pudiera acertar en el diagnóstico del monarca, y eso le daría renombre, al fin podría dejar de ser un simple enfermero asistente, y quizás, solo quizás, le darían la oportunidad de estudiar en alguna universidad para poder convertirse en el primer médico doncel. Eso sería perfecto.
– Está bien su alteza. ¿Cuando debemos partir?
[...]
Una misa oficiada por el Papa era un acontecimiento que todo el mundo deseaba presenciar, pues el santo tenía una agenda apretada, y por supuesto también a sus seguidores preferidos. No cualquiera podía costear lo que valía su divino tiempo, así como tampoco, todos los gastos de su transporte, comidas, seguridad y hospedaje. Aquellos reyes y emperadores que le rendían más tributos anuales, eran preciados para él, y tenían una consideración especial cuando estos lo llamaban, y por supuesto que Min Yoongi, era uno de esos afortunados.
El anciano de cabellera blanca, le había ofrecido una hermosa misa al príncipe YeonJun, ese precioso niño, que sin saberlo, ya era el príncipe más conocido a lo largo del mundo.
Con una sonrisa contenta y siguiendo las indicaciones en latín, Jimin y TaeMin encendieron la llama sagrada, aquel fuego que simboliza la preciosa vida de su ahora ahijado. Le prometieron en esa ceremonia cuidar de él, en su infancia, adolescencia y madurez, como si fuera su propio hijo, así como también, guiarlo por el camino del bien, enseñarle y aconsejarle sobre las dificultades que enfrentaría a lo largo de su vida. Se comprometieron, ante los ojos de Dios, a ser sus segundos padres, y acogerlo bajo sus brazos, si es que algo llegase a pasarle a sus progenitores.
Unas cuantas lágrimas fueron soltadas cuando la misa continuó, pues el santo había hablando sobre lo hermosa que es la vida, sobre el regocijo de brindarle a otro ser humano la posibilidad de conocer el mundo y enseñarle a éste los colores que Dios pintó para los mortales. Después de eso, y unas cuantas oraciones más, los padrinos llevaron al príncipe azabeche, quién se había mantenido particularmente quieto, hasta la pileta de agua sagrada del manantial, que fue previamente bendecida por el Papa. Y como era costumbre, está fue vertida sobre su cabeza, purificando su alma infantil y liberandolo al fin, de aquel pecado que sus padres le heredaron.
YeonJun soltó unos cuantos sollozos quejumbrosos cuando el agua fría empapó su cabello, pero se calmó enseguida, cuando el dolcel rubio limpió con cariño el exceso de aquel líquido precioso, con una tela de seda, mientras musitaba una bonita y tranquilizante canción de cuna.
Lo que ocurrió después, fue algo tan inusual, que logró sacarles un jadeo sorpresivo a los presentes, a todos, incluyendo a los padres del príncipe; el Papa se había aproximado de nueva cuenta hasta el infante, tomándolo con sutileza entre sus brazos, y mesiendolo al ritmo de la melodía del fondo, para después concluir con la ceremonia, persignandolo con su mano libre.
– In nomine patris et filii et spiritus sancti, Deus te protegat, protegat te principem pretiosum, et ab originali peccato absolutus es. — En el nombre del padre, el hijo y el espíritu Santo. Que Dios, te cuide, te proteja y te ampare, precioso príncipe. Quedas absuelto del pecado original.
Tras decir esas palabras, el anciano le devolvió al príncipe a su padre, quién ya se había aproximado hasta el altar para recibirlo.
Cuando lo tuvo entre sus manos, el pelirrojo le dió una sonrisa amable al anciano, y le impidio a este volver a su lugar.
– Pater sancte, hoc scio non in concordia, sed in alio favore interrogo te. — Padre santo, se que esto no estaba en el acuerdo, pero debo pedirle otro favor. — le dijó Min con un tono bajo, y el santo le miró con la ceja arqueada.
– Dic mihi, fili mi. — Dime, hijo mío. — pronunció no muy contento por lo que el monarca estaba por pedirle.
Francisco odiaba de sobremanera las peticiones prematuras, y mucho más, cuando estás se hacían en público, pues se sentía atado de pies y manos ante la posibilidad de negarse. Pero algo era cierto, y es que desde que llegó a su puesto, la familia Min, había sido de las pocas en rendirle tributos exagerados y apoyo incondicional; por lo tanto, negarse a una petición por parte del monarca, sería un poco grosero de su parte.
– Pater nate mei, pretiosus ens, qui solem peperit principem, consensit esse meus maritus, et volo eum benedicere unionem nostram tanquam conjugium futurum. — El padre de mi hijo, el precioso ser que dio a luz al príncipe del sol, ha aceptado ser mi esposo, y deseo que bendiga nuestra unión como futuro matrimonio.
La mirada del anciano viajó hasta la figura esbelta detrás del pelirrojo, y sonrió conforme cuando distinguió las cuentas de un rosario entre sus manos.
Taehyung no era creyente devoto a las predicciones de la iglesia, pero sabía que debían ganarse el favor del papa, si deseaban seguir con su plan con éxito. Afortunadamente para ambos, ese diminuto objeto, logró convencer a Francisco, quién asintió en respuesta, y les dio una sonrisa.
En ese momento, Yoongi volvió a su lugar junto a Taehyung, tomó su mano con delicadeza, y se giró a su pueblo sin desvanecer su sonrisa.
– Hoy, mis queridos invitados, es un día de gozo. — habló Yoongi levantando la voz lo suficiente para que todos le escucharán, pero sin llegar a gritar. — El bautismo de hijo acaba por ser celebrado; pero quiero informarles también, que le he pedido matrimonio al padre de este precioso niño en mis brazos. Y gracias al cielo, me ha aceptado.
Todos los presentes se miraron entre sí, algunos con expresiones indescifrables, y otros tantos con una sonrisa sorpresiva. Pero nadie dijo nada, se quedaron en absoluto silencio esperando que el monarca terminara de hablar.
– Kim Vante, mi preciosa flor de invierno, será en un futuro cercano, su futuro Rey.
Los ojos miel del doncel se llenaron de lágrimas contentas, su corazón acelerado lograba golpear con insistencia su pecho, y no pudo evitar sonreír, cuando vió a Yoongi llamar a TaeMin para que sostuviera a su hijo, y así, con las manos libres, poder arrodillarse ante él.
Con la expresión más enamorada posible, Yoongi besó sus manos con adoración antes de soltarlas brevemente para buscar en el fondo de su saco, esa diminuta caja aterciopelada, la cual extendió al frente, mostrándole al castaño el precioso diamante incrustado a un aro de oro, que había sido hecho solo para él.
– Se que me has aceptado hace un tiempo, mi amor. Pero jamás terminaré de creerme el hecho de que al fin te tengo entre mis brazos. Kim Taehyung. — Murmuró su nombre solo para que esté lo escuchará. — ¿Me harías el honor de poder convertirme en tu esposo?
El castaño solo fue capaz de asentir y extender su mano hacia el frente para que Yoongi pudiera ponerle el anillo en su anular izquierdo.
– No te haces una idea del tiempo que he deseado este momento, mi amor... — volvió a hablar Yoongi cuando se incorporó de nuevo, y deseó poder besar sus labios, deseo arrancarle esa estorbosa tela que cubría su precioso rostro y mostrarle a todo el mundo que Taehyung estaba junto a él, que ahora era suyo.
La multitud enloqueció, el entorno que antes era tranquilo y silencioso, se llenó de aplausos y felicitaciones hipócritas.
Taehyung por su parte, no sabía cómo sentirse al respecto, si bien era cierto que una pequeña parte de él, estaba emocionada, la otra definitivamente quería salir corriendo por lo abrumador que resultó tal espectáculo.
Ya lo había dicho antes, y lo seguiría diciendo hasta el cansancio. No estaba acostumbrado a la atención innecesaria. Jamás lo estaría.
Pero. ¿Era realmente innecesaria?
La respuesta era un rotundo no. El doncel sabía de sobra que si quería deshacerse de las cadenas de su pasado, debían tener testigos de quella pedida de matrimonio.
– Ante oculos Dei, et virtute quam donavit, benedico annulo tuo, et opto tibi beatissimum conjugium. Quod deus non separat hominem. — Frente a los ojos de Dios, y por el poder que me ha concedido, bendigo su argolla y les deseo un matrimonio de lo mas feliz. Que lo que una dios, no lo separe el hombre. — habló Francisco nuevamente cuando la multitud al fin guardó silencio. Y extendiendo sus dedos al aire, trazó una cruz imaginaria pronunciando su ansiosa despedida. — Deus sit cum liberis meis, vos potest recipere. - Que Dios esté con ustedes hijos míos, pueden retirarse.
•••
En cuanto las puertas de la catedral fueron abiertas nuevamente, y los invitados pudieron salir, el ejercicio perciano ya había reforzado su seguridad, y se encargaron de despejar el perímetro para que su Rey, futuro consorte y príncipe a heredar, pudieran pasar cómodamente hasta instalarse en el carruaje de cristal que los llevaría en un recorrido por todo su pueblo.
YeonJun había se había quedado dormido entre los brazos de su padre pelirrojo, y este al saber que su pequeño príncipe tenía el sueño muy pesado, confío en sus padrinos para que le cuidarán mientras él, escoltaba a Taehyung hasta el carruaje.
– Es un niño de lo más hermoso. — musitó Jimin acercándose a su esposo para admirar el rostro sereno del príncipe. — ¡Mira su puchero! TaeMin, yo también quiero uno de estos.
El castaño de tensó ante la petición, tan abierta y descarada de su esposo. Le miró de solsayo, y esperó pacientemente hasta que esté posará sus bonitos ojos sobre él.
– ¿Hablas enserio? — le preguntó TaeMin, esperando que el rubio se burlara, como lo hacía todas las veces que esté le sugería la posibilidad de ser padres, pero contrario a la negativa de siempre, Jimin simplemente sonrió.
– Creo que es tiempo, cariño.
Mientras que el matrimonio se miraba con cariño, Yoongi había subido al carruaje junto con Taehyung, y mirando hacia afuera sonrió.
– Creo que al fin se animarán a formar una familia. — comentó el pelirrojo sin desvanecer su sonrisa.
Taehyung miró a su dirección, y sonrió de igual manera cuando notó la interacción adorable de esos dos.
– Cuando estuve con Jimin, habló muy poco sobre su matrimonio, parecía ser algo que le dolía. Pero ahora puedo ver qué ha superado aquel suceso del que nunca me quisó contar.
Yoongi se giró a verlo, y notó ese semblante entristecido que siempre lo acompañaba cuando el doncel recordaba su vida en Sirgo.
– Ahora que tenemos la bendición del Papa, será imposible que alguien pueda anular nuestro matrimonio, Tae. — le dijó tomando sus manos y obligandolo a mirarle. — Al fin podrás vivir libre, y le contaremos a todos los que amas que sigues con vida, que al fin estás viviendo.
Taehyung le regaló una sonrisa triste, y apretó su agarre en las manos ajenas. — Tengo miedo de como puedan reaccionar. Mi padre ha sufrido mucho, y estoy seguro que Jimin se siente culpable por lo que ocurrió.
– Lo resolveremos. — tranquilizó con la voz suave, llevando la mano izquierda del ojimiel hasta sus labios, para darle un casto beso sobre el anillo que acababa de colocar. — Jimin no es un doncel rencoroso, y tu padre te ama tanto, que pronto olvidará esa pequeña mentira cuando le cuentes lo que viviste.
– ¿Y Jungkook? — pronunció temeroso. La expresión de Yoongi cambio radicalmente ante ese nombre. — ¿Qué pasará con él? Cuando se de cuenta de que YeonJunie es...
– YeonJunie es mi hijo. — lo corto de inmediato. — Ese niño, es nuestro Tae, de Hoseok, tuyo y mío. Jungkook pudo haber plantado en tu vientre su semilla, pero ese precioso pedacito de cielo no le pertenece en lo absoluto. No me importa si tengo que enfrentarme al mundo para mantenerlo a nuestro lado, créeme mi amor, que haría cualquier cosa por ti, por ustedes. Por nosotros.
– ¿Qué bien he hecho en esta vida, para merecerte Yoon? — le preguntó el doncel con lágrimas conmovidas en sus pupilas. — Estaría realmente perdido sin ti.
El manarca volvió a sonreírle, acaricio su rostro, limpiando en su camino la salinidad que brotaba con lentitud de sus bonitos ojos.
– Nacer, Tae. Tu mera existencia, es un regalo para la mía. Y aunque quizás pueda sonar un poco extraño lo que diré, realmente agradezco que ese malnacido se haya ganado tu desprecio, porque ahora te tengo a mi lado, Hoseok y tú han sido la recompensa más hermosa que la vida ha podido darme...
[...]
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