12| DESPIERTA
El cielo se abril parece resentir la pena, llorando desolado, llamándolo con fuertes truenos, e inundando el reino con su dolor.
Precioso dolcel, tú no debiste morir.
Las calles se pintaron de negro, todos lamentando la perdida del príncipe de Jeon, la esperanza del pueblo, la hermosa luz de luna.
Mientras el pueblo se dejaba empapar por la tristeza del cielo, un pelinegro corría a toda prisa, abriéndose paso, esquivando hábilmente las carrozas y carretas de los comerciantes, dejando que el agua se mezclará con sus lágrimas. Aturdido, adolorido, arrepentido.
Tenía que verlo, necesitaba desesperadamente verlo una vez más, necesitaba con urgencia, verificar que su precioso jazmín siguiera con vida. Porque no podía ser cierto, su esposo no estaba muerto, él no se había quitado la vida.
Desde que era un niño, había dejado de llorar, dejó de visitar a su nana por las noches cuando no podía dormir. "Un monarca nunca llora". Le había repetido su padre hasta el cansancio. Entendiendo como verdad absoluta, que ser frágil estaba mal, que mostrarse débil ante los demás le traería la ruina.
Al ser él, el único varón nacido por su madre, su pase al trono era automático, y a pesar de que aún no asendia al poder, el peso de la corona, era insoportable. Limitandolo en todos los aspectos de su vida.
No tuvo una infancia como cualquier otro niño. Reemplazo los juguetes, por libros, y las tardes bajo la lluvia, para encerrarse en su habitación a estudiar. A penas, y le permitían ver a su madre.
Eso vuelve a cualquier individuo, "fuerte", inexpresivo y egoísta.
Su adolescencia tampoco fue algo digno de admirar. Causando revuelo en cualquier lugar que se encontrará. Queriendo llamar la atención de su padre, pues si no podía hacerlo sentir orgulloso, al menos lo haría sentirse decepcionado.
Cualquier cosa estaba bien, mientras lo mirara, estaba bien.
Jungkook era fuego. Incontenible, desbordante, insaciable.
Cuando se enteró que sus padres lo habían comprometido con un doncel, su orgullo se vio herido, ultrajado y pisoteado. Los donceles, eran vistos como los seres más aborrecibles, y asquerosos; un defecto en la naturaleza, hombres que no debían dar vida. Él jamás había visto uno, pero ya que todos juraban que eran horrendos, él también lo creyó. Estúpidamente se dejó guiar por la opinión errónea de otros, de sus semejantes. Varones.
Pero cuando sus ojos se posaron en él, en su Taehyung, supo que era una cruel mentira. Kim Taehyung era precioso, divino, etéreo y perfecto. Con su sonrisa rectangular, y sus labios de corazón; sus mejillas sonrojadas como preciosas manzanas, y esos preciosos ojitos de miel, que se convertían en medias lunas cuando sonreía.
Cuando le sonreía.
A lo largo de su vida, aprendió muchas cosas, desde luchar en el campo de batalla, hasta idiomas que jamás pondría en práctica; pero nadie le enseñó a querer, nadie le mostró como hacerlo. Jungkook creía fielmente que no podía hacerlo, que podía diferenciar el amor del deseo, porque ya lo había vivido. Creyó que jamás sentiría la dicha de amar. De amar y ser amado. Taehyung rompió todas sus barreras, ese joven castaño, se adhirió a su piel, de mil maneras posibles.
Estaba tan asustado, tan fragmentado, que su primera reacción fue alejarlo. No quería que nadie hablara de él, no quería que creyeran que le gustaba el castaño, porque lo hacía, le gustaba, le gustaba tanto que aveces sentía perder la capacidad de pensar.
Y cuando le perdono. Cuando descubrió su inocencia, decidió aprovecharse de eso. Engañandolo una y otra vez. Él seguía disculpandolo, seguía amándolo pese a todo.
Presa fácil.
Pero ahora, las cosas son diferentes. No le otorgó su perdón, no le concedió la oportunidad de escuchar su excusa.
Simplemente lo abandonó.
Extendió sus preciosas alas de ángel, y se fue de su lado.
Cuando la recidencia del Duque Kim se presentó ante él, imponente y poderosa, sintió su boca suplicar por un poco del agua que caía con furia por su rostro. Su cuerpo temblando por los espasmos del frío ambiente, y por el temor de verle. Por el temor de que todo fuera una cruel verdad.
Los guardias de la puerta lo miraron con confusión; verle ahí tan desalineado, tan fuera de lugar, pero reverenciaron de inmediato cuando la guardia real, pareció detrás del pelinegro; y lo dejaron entrar.
El ambiente de la mansión sintiéndose densa, y los lamentos de la servidumbre entrando con eco en su corazón destrozado. No tenía idea de cuál era la habitación que albergaba a su esposo, pero se movió experto por el lugar como si hubiera estado ahí, inumersbles veces. Dejándose guiar por el llanto de una mujer. Los sollozos haciéndose más intensos a medida que avanzaba, hasta que dio con la puerta de madera entre abierta, dónde desde afuera podían verse una mujer de baja cuna, sentada en la esquina con un pañuelo limpiando su rostro; otros tantos rostros que no logró reconocer, pero entre ellos, había un hombre con el que había compartido copas la noche anterior. Pero no lo notó. Demasiado concentrado en su dolor, como para percatarse de otra cosa que no fuera el amor de su vida.
La cama del dolcel ha sido reemplazada por el féretro que ahora descansa su cuerpo. Armado a su medida, y decorado con cientos de flores moradas, resaltando el color pálido de su piel. Su preciosa piel.
Sus ojos viajan hasta su cuerpo, y repentinamente todo se vuelve difuso.
El recuerdo de su voz, es cada vez más lejano, su tacto, su aroma, su mirada, todo está malditamente borroso en su memoria, fagnentanose hasta no quedar nada.
¿Por qué Dios?
¿Por qué no me liberas de este interminable ahogo?
La salinidad en sus pupilas no le permiten ver con claridad.
Sí, eso de debe ser.
No logra concebir el hecho de que su más grande amor yace sin vida en ese féretro.
No.
No.
Mil veces no.
Las personas a su alrededor lo miran con lastima, lo sabe, pero no le importa. Por primera vez no le importa. Su lamento es tan profundo y desgarrador, que nada importa.
Cuando al fin logra llegar hasta su amado, sus manos tiemblan con desespero por sentir la cálida piel que tantas veces lo abrazó, pero se encuentra con un ártico ardor recorrer la yema de sus dedos hasta terminar instalandose en su corazón que ha dejado de latir. Sintiéndose repentinamente mareado, se aferra con fuerza a la madera del féretro, y niega con insistencia cuando logra estabilizarse.
Sus párpados no se abren.
¿Por qué no se abren?
– Taehyung. — lo llama. — ¡Taehyung! — está vez grita. Sus manos toman sus hombros y lo mueve bruscamente intentando despertarlo, pero no lo hace, sus ojos no se abren. — Taehyung, mi amor, por favor despierta. Despierta mi amor...
– Alteza. — escucha que lo llaman desde atras, pero no lo mira, no puede apartar la mirada del bonito rostro de su castaño.
Aún de pie frente al cuerpo sin vida, sus manos se extienden para alzarlo, y lo sostiene entre sus brazos. Sigue siendo tan ligero.
¿Se ha alimentando bien?
La cabeza del castaño cae inevitablemente hacia atrás, y Jungkook se deja caer de rodillas al suelo. Con sumo cuidado, acomoda en su pecho el rostro más hermoso que jamás verá, y es cuando se da cuenta de la línea marcada en su cuello; el fiel recordatorio de sus desiciones, de las malditas consecuencias de sus acciones. Está tan roja que incluso siente su propio cuello arder. Sus dedos recorren con horror los rasguños en su rostro, y se permite rabiar desesperado.
Él le hizo eso.
– Taehyung por favor despierta. — vuelve a pedir, y sigue sin haber respuesta. — ¡Maldita sea Taehyung! ¡Abre tus ojos! Mírame una vez más, por favor mírame...
Su voz está tan rota que todos a su alrededor se estremecen ante tal escena. Y los murmullos se hacen presentes.
¿No es el pelinegro el culpable de su muerte?
¿Por qué hasta ahora es que se enteró de su muerte?
– Príncipe Jungkook, por favor levantese. — vuelve a pedir el guardia a su lado, intenta tocar su hombro, pero antes de que esté logré si quiera rozar la tela de su camisa, los ojos furiosos del hombre en el suelo lo atraviesan en una gelida y advertente mirada. Y retrocede.
– ¡Déjame en paz! — le grita desde su dolor y al fin es conciente de las miradas curiosas de todos. — ¡TODOS DEJENME EN PAZ! QUIERO QUE SE LARGUEN, VAYANSE TODOS. NADIE ES DIGNO DE MIRAR A MI AMADO, VÁYANSE ¡LARGUENSE YA!
La multitud obedece sin rechistar, y poco a poco, los aposentos del castaño se quedan desolados. Siendo los interminables lamentos del príncipe lo único que puede escucharse desde afuera. Su dedos no dejan de acariciar su rostro, como si quisiera grabarlo en su memoria por la eternidad, y es que lo sabe, sabe perfectamente que no volverá a tener oportunidad de acariciar su rostro, de verle sonreír, de verle llorar.
Los acontecimientos de la noche anterior, proyectandose con insistencia frente a sus ojos. Sintiendo cada maldita palabra pronunciada por su boca con amargura.
"Yo no te amo Taehyung"
-Te amo tanto Taehyung...
"Desearía que estuvieras muerto, eres aborrecible"
– Despierta amor mío, por favor ilumina mis días con tu hermosa sonrisa...
"Lárgate de aquí, no quiero volver a verte"
– Regresa a mí, mi lindo jazmín, te necesito tanto, te amo tanto...
¿Cómo pudo ser tan estúpido?
La culpa se estanca en su corazón como veneno carcomiendo su raciocismo hasta diluirse en lágrimas, y grita, se desgarra al no poder hacer nada. La impotencia logrando que su cordura se pierda por completo. Y lo besa. Posa sus labios sobre los belfos resecos del doncel sin vida, otorgándole el primer beso cargado de sentimientos, de mieles de promesas rotas, y deseos que jamás expresó.
Siente su alma salir de su cuerpo, y su humanidad perderse en el extenso decierto que este último beso le ha dado. Sus huesos crujen ante su verdadero ser, una bestia despiadada en toda la extensión de la palabra brota, dándole vida a su verdadero rostro, a su verdadero ser. Ha arrebatado muchas vidas, a lo largo de los años, pero nada se compara con esto, porque Taehyung pudo haber saltado, pero él colocó la soga en su cuello. Su esposo lo abandonó tras hacerle una reverencia a su título, y la última mirada que le dió a su persona, fue de puro dolor.
Maldito dolor.
Maldito él.
Maldito Jungkook.
– Todas las noches que compartí contigo, mi amor. Desearía regresar el tiempo atrás, volver, retroceder mis pasos y encontrarte nuevamente. Amarte como mereces, besarte con todo el amor que lograste sembrar en mí. Desearía sentir la calidez de tu cuerpo contra el mio una vez más.
» Mi dulce Jazmín, cargas en tu vientre en fruto de nuestro amor, un amor que ahora me arrepiento de negarte.
¿Cómo puede hacerte tanto daño?
¿Cómo pude permitir hacer esa barbaridad?
Mi amor, eres solo un niño, y yo te arruiné. ¿Podrás perdonarme? — susurro a su oído como si quisiera guardarlo en un último secreto entre ellos.
Es en medio de su desgarre emocional, cuando siente su camisa ser jalada hacia arriba, y posterior a eso, un golpe en su mandíbula es otorgado por el hombre que le dio vida al ser más precioso que pisó la tierra.
– ¡Maldito descarado! — bramó molesto el castaño. — Eres un hijo de puta, descarado.
Tres golpes más fueron otorgados con pasión, y él los recibió gustoso. Los merecía, merecía la muerte. Pero aún con todo eso, se sentía incapaz de soltar el cuerpo de Taehyung, y aquello solo logró cabrear más al Duque.
– Voy a matarte, infeliz. Voy arrancarte el corazón, como tú me lo arrancaste a mí.
Hoseok apareció en ese momento, entrando por aquella puerta con una rapidez envidiable, y separó a su tío antes de que soltara un quinto golpe al príncipe.
– Tío, Taehyung sigue aquí, por favor tranquilicese. — le pide entre lágrimas. — Él no lo querría así.
Esas últimas palabras bastaron para que Namjoon se aferrara al cuerpo de su hijo, arrancandolo de las garras de aquella bestia.
– Príncipe, salga de aquí. — Hoseok, realmente estaba poniendo toda su voluntad en hablar con tranquilidad, porque él más que nadie quería asesinarlo, pero tenía planes diferentes. — Si no quiere más problemas, por favor salga.
Jungkook se negó con rabia. — ¡Es mi esposo! Tengo todo el maldito derecho de estar aquí, de despedir su cuerpo, de adorar su alma. No voy a moverme, no me iré.
Namjoon volvió a colocar el cuerpo de su niño en el féretro, asegurándose de peinarlo nuevamente, y acomodar sus manitas en su vientre.
– Te ves tan bello mi amor. - le susurro dejando un beso en su frente. — Incluso dormido, sigues siendo preciso...
Jungkook estaba siendo jaloneado hacia afuera, pero no podía despegarse de su esposo, no quería hacerlo, no después de negarle lo que más quería. Y lloró con más fuerza al escuchar al Duque hablarle.
Era una mierda, no merecía ser llamado humano.
Forcejeando y soltando golpes al aire, alcanzo a zafarse del agarre de los guardias, y corrió de nueva cuenta al féretro.
– ¡Déjalo en paz! Ya hiciste suficiente Jungkook. — grito Hoseok. Desenvaino su espada y colocó el filo de esta en el cuello del príncipe. — No mereces estar aquí, mi Taehyung está muerto por tu maldita culpa. Así que lárgate, vete antes de que corte tu garganta.
– ¿Tu Taehyung? — preguntó el príncipe con incredulidad. Tomó el filo de la espada cortando su mano en el acto, y la arrojó con fuerza al suelo. — Tú, maldito bastardo, siempre quisiste algo más de mi esposo. ¿Verdad?
La mirada del castaño se oscureció, y con la mandíbula apretada asintió. — Siempre fuí más digno y merecedor de él, que tú, asqueroso ser despreciable.
Su lengua hizo un recorrido furioso por el interior de su mejilla, y es que necesitaba descargar su dolor de alguna forma.
Tan débil, Jungkook.
Tan vil.
Cruel cobarde.
– Pues ni siendo merecedor pudiste tenerlo Hoseok, porque él fue mío, y lo será hasta el día en el que deje de respirar.
– Pues entonces acabaré con tu miserable vida en este instante. ¿Qué te parece?
Ambos hombres se acercaron entre sí, dispuestos a luchar en ese preciso instante, y de no ser por Jimin, lo hubieran hecho.
– ¡Están faltandole al respeto a un muerto! Por el amor a Cristo. ¡Salgan de aquí! Ladren como perros fuera de aquí.
Namjoon se acercó hasta su sobrino para tomarlo de los hombros y hacerlo retroceder.
– ¡Váyanse los dos! — ordenó el duque con dureza. — Mi hijo ha tenido suficiente ya. Si quieren matarse entre ustedes, háganlo, me vale una mierda. Pero no voy a permitir que profanen la tranquilidad de mi hijo. ¡LARGUENSE YA!
Ambos hombres salieron rabiosos, y Namjoon realmente no creyó que estuvieran a punto de enfrentarse a un duelo a muerte. Pero claro que así fue.
En cuanto estuvieron fuera de la mansión, la lluvia volvió a empapar sus cuerpos, haciendo de los golpes otrogados por ellos más feroces y ardientes.
Los roces de las espadas, chocando en armonía con los truenos del cielo.
Ambos caballeros defendiendo su amor por el mismo doncel, que ahora no sería de ninguno de los dos. Pero que aún así valía la pena intentar. Taehyung valía completamente la pena, incluso después de muerto.
Jungkook le ordenó a sus guardias no meterse en este duelo, pues sabía perfectamente que solo uno saldría con vida, y si era él, se retiraría con la frente en alto, pero sino, entonces moriría feliz y viajaría al infierno para intentar redimir su pena. Pediría perdón a los cielos, y rogaría hasta el final de los tiempo por volverse a encontrar con su precioso jazmín.
Hoseok, como el experimento espadachín que siempre fue, logró herir a gravedad al pelinegro en cuestión de minutos.
Los gritos de la multitud se hicieron presentes, unos cuantas alentando la batalla, pero otros tantos llorando por las consecuencias que esto traería.
No más muerte, por favor no.
Jimin volvió aparecer en medio de ellos, no teniéndole a salir herido por la furia de sus espadas, confiando en ellos lo suficiente para que se detuvieran su presencia. Se mostró valiente y poderoso, extendiendo sus brazos para alejarlos lo más que pudo.
– ¿Realmente son idiotas? — gritó exasperado. Y Hoseok le agradeció con una sonrisa ladina, pues de no ser por su oportuna intromisión, habría sido herido por el príncipe. — ¡Son unas bestias despiadadas!
Namjoon apareció enseguida de eso, dejando la casa en completa soledad, y golpeó con fuerza la mejilla de su sobrino.
– ¿¡Que mierda estás haciendo Hoseok!?
La bipolaridad del hombre mayor, logró estremecer a los presentes, el joven Kim lo miro con confusión.
– Usted dijo...
– ¿Y es que acaso tú no eres capaz pensar por cuenta propia? — lo interrumpió furioso, y se giro para ver al príncipe. — ¿Usted también es tan estúpido, príncipe?
El gentío jadeo por el adjetivo usado en el pelinegro, e inmediatamente hicieron una reverencia ante él. Pues pocos tenían el privilegio de conocerle en persona, y sin duda la plebe no era parte de esos privilegiados. De haber sabido que se trataba de su príncipe heredero, no le habrían alentado tan arduamente en la batalla.
– Su sobrino es una sabandija asquerosa. Vivió en mi palacio por meses, compartió una habitación a solas con mi esposo en todo ese tiempo.
Un nuevo golpe otrogado por parte de Namjoon, está vez estrellándose con más fuerza en el rostro del príncipe.
– ¡No te atrevas a insinuar que mi hijo era un cualquiera Jungkook! Mi hijo no era un infiel asqueroso como tú. — escupió con veneno. — Vete ahora, lárgate antes que acabe con todo lo que aún te queda.
Jungkook estuvo a punto de decir algo más, cuando la nana de Taehyung salió corriendo de la casa.
– ¡El niño Taehyung, no está! — gritó acompañada de lágrimas. — Se llevaron su cuerpo.
La repentina noticia heló los cuerpos de los presentes, y se miraron entre sí con incredulidad y duda.
Esto no puede estar pasando.
...
Detras de Namjoon, Hoseok Y Jungkook corrían a toda prisa por el interior de mansión, hasta llegar a la habitación del doncel. La ventana se encontraba abierta a su totalidad, el aire que entraba ondeaba las cortinas y la lluvia se había alcanzado a colar.
El féretro se encontraba desolado y solo unas cuantas peonías se mantenían en su interior.
Namjoon dejó escapar un gruñido digno de un fuerte león, y golpeó con fuerza la madera que antes resguardaba el cuerpo de su niño.
Tanto Jungkook, como Hoseok, se mantenían heridos e inertes en su lugar. Sin poder creer del todo lo que estaba sucediendo.
– ¡Busquenlo! — ordenó más que furioso el Duque. — Traigan el cuerpo de mi hijo. ¡Ahora!
Eso fue todo lo que Hoseok necesitó para salir corriendo de la habitación del doncel, y dio indicaciones precisas a sus subordinados para dividirse en la búsqueda.
Jungkook quién tenía una herida en su costado, poco pudo hacer cuando su cuerpo le falló, y cayó de rodillas al suelo. Una de sus manos viajo hasta la hrida, manchandose rápidamente de carmín. Su vista se volvió borrosa, y sus extremidad comenzaron a hormiguear.
Estaba a punto de perder el conocimiento, cuando escucho la voz de su suegro a sus espaldas.
– Espero que no tengas nada que ver con esto, príncipe...
[...]
La luz del día se fue con el crepúsculo. El cielo no había parado de llorar, y todos los habitantes del reino se unieron a la búsqueda. Sintiendo el pánico invadir su cuerpo por la desaparición del príncipe de Jeon.
¿Quién pudo haber robado su cuerpo?
¿Para que lo querían?
El primer lugar de búsqueda, fue el palacio, pues Namjoon recordó como JoongKi le había impedido salir con su niño en brazos la noche anterior, pero después de tirar el palacio por completo, no lograron encontrar absolutamente nada.
Su niño no estaba.
Los monarcas también se habían unido a la búsqueda, enviando al ejército y equipos de rescate con el único objetivo de encontrar al príncipe de Jeon. No podían permitir una ofensa de tal magnitud.
En las calles existen todo tipos de monstruos, desde seres asquerosos que practicaban la nicrofilia, hasta brujas perversas que invocaban a Satanás en ritos espantosos.
El precioso doncel no podía ser objeto de actos tan viles. Taehyung seguía siendo un príncipe, seguía siendo parte del ducado Kim, lo que convertía a su preciosa sangre más valiosa para las perversas bestias del mundo.
Jungkook quedó inconciente después de que pudiera constatar que su esposo no se encontraba en su féretro, y fue rápidamente trasladado a la enfermería del palacio para una cirugía rápida. Para poder salvarle la vida al heredero al trono.
Todo estaba vuelto un auténtico caos.
En el centro del bosque, donde la luz mundana no podía llegar, y espantosas bestias rodeaban en lugar, el intruso que se atrevió a profanar la tranquilidad de la muerte, se encontraba huyendo con el cuerpo inerte en su espalda, moviéndose experto por la vegetación, y deteniéndose al fin, en una colina que nadie se había tomado el tiempo de conocer.
Llevaba horas andando con rapidez, sin detenerse ni un solo segundo a descansar. Con la lluvia cayendo con fuerza por sus rostro, y el agotamiento haciéndole perder el ritmo, se encontró desesperado. El tiempo se le estaba acabando.
No tuvo tiempo de llegar a la pequeña cabaña que lo esperaba, podía notar en el cielo, que el límite del hilo entre la vida y la muerte estaba por romperse definitivamente, y de ser así, ya no podría hacer absolutamente nada.
Podía sentir en su piel, la presencia de la muerte, erizando su piel cuando el filo de su guadaña acaricio su nuca. Rondando a su alrededor, acechándole con burla, desde la penumbra del frondoso entorno. Porque después de todo ella ganaría. Y él no estaba dispuesto a permitirlo.
Dejo el cuerpo del castaño sobre el musgo húmedo, y acomodo su cabeza en su regazo, para posteriormente retirar el corcho de un frasco que contenía el antídoto de la vida. Vertiendo una cantidad generosa por sus labios, escuchando como este fluía con avidez por su garganta.
Y susurró dejando delicadas caricias por las ebras castañas.
– Despierta...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro