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11| ¿MUERTE O PARAÍSO?

Taehyung.

¿Alguna vez lo has sentido? Aquel mareo involuntario que te obliga a aspirar con fuerza para intentar mitigar el nauseabundo sabor de la desesperanza. El hormigueo en tus manos que no desaparece incluso si las frotas con insistencia por lo bajo de tu camisa, o la niebla en tus pupilas que te hace perder el equilibrio. ¿Lo has sentido?

¿Has sentido infame huracán que arremolina tus emociones y las hace correr con violencia por todo tu cuerpo, erizando tu piel, y aturdiendo tus sentidos hasta que se apoderan completamente de ti, cada parte de ti, para después instalarse brutalmente en tu pecho, oprimiéndolo tanto que sientes tus pulmones pequeños e imposibilitados para llenarte del oxígeno que quizás te facilitaría pensar con más claridad?

Quizás te has enfrentado al ardor provocado por tus lágrimas acumulándose en las esquinas de tus ojos hasta que llega un momento en el que ya no puedes retenerlas más, y la inmensa necesidad de salir gritando, de suplicar por una ayuda que jamás llega, porque te das cuenta de que sin importar el gentío a tu alrededor estás solo, siempre has estado solo, agonizando y sufriendo una tortuosa vida que realmente no quieres, que no pediste y que no disfrutas.

Estás a punto de morir, lo sabes, pero no quieres hacerlo, involuntariamente te niegas a abandonar un plano que no nota tu presencia, que no valora tu existencia y no sufriría tu ausencia.

¿Qué tan malo sería morir ahora? Después de todo, lo haré algún día, pero quizás sí es mi mano quien sostiene la soga podría irme con la satisfacción de que fuí yo, quién acabó con mi propia miseria.

»Mi decisión, mi decisión, mi decisión.«

Me repito constantemente para convencerme a mí mismo, y quizás a ti, de que esto es lo mejor que puedo hacer por mí, incluso si te parece ridículo o desesperado.

Tal vez mi padre lloré mi muerte y se sienta tan culpable que su alma se desgaste. Quizás Hoseok extrañe mi presencia y desate su furia en un inocente y distraído ser que le cruce enfrente.

Pero, ¿Él me echará de menos?

Sé que no lo hará, y eso es lo que más me duele. Duele tanto que no puedo soportarlo más.

¿Qué placer puedo encontrarle al vivir si el único hombre al que amo me desprecia de tal manera? ¿Cómo podré llegar a conciliar el sueño si en cada una de mis noches estallo en llanto, y mis sábanas se sienten frías y desoladas, vacías? ¿Pueden mis labios suplicar por un beso más incluso si él gira su rostro para negármelo? ¿Qué será de mi pobre corazón si continúa ignorando mis palabras, mi presencia y mi amor?

Tengo claro que jamás fuí fuerte, mucho menos valiente, pues el mundo me enseñó que no soy digno de amor. Mi extraña naturaleza, mi preciosa naturaleza me ha condenado a recibir cientos, por no decir miles, de comentarios que sobrepasan la crueldad y la decencia. Me excluyeron y me hicieron sentir asqueroso en mi propia piel.

Sin mi madre a mi lado, sin sus brazos protectores, consuelo y consejo, desde niño me sentí insuficiente, ajeno a mi realidad. Mi padre cuidó de mí como bien pudo, aunque nunca fue suficiente pese a lo agradecido que estoy por ello, sin embargo yo quería volar, extender mis invisibles alas y planear por el vasto cielo como las aves que veía por mi ventana. Alejarme de todo y todos para demostrarles que no soy tan frágil como me creyeron; pero, una vez más al intentar salir de mi jaula dorada, caí en picada por lo débiles que fueron mis extremidades.

Fracasé. Lo arruiné.

Únicamente quería ser uno de ellos, reír hasta que mis mejillas se entumecieran y el llanto brotara de tanta alegría. Por las noches anhelé encontrar un lugar al cual pertenecer, sentirme amado, escuchado y valioso. Sólo quería sentirme vivo.

Con el presente y latente recuerdo de la primera vez que lo vi a él, me vienen también las sensaciones que experimenté; el cosquilleo en mi estómago por el revoloteo de las millones de mariposas en busca de una salida que les permitiera estallar en plenitud cuando nuestras miradas se encontraron por un ínfimo segundo. El deseo intenso de acariciar la negrura de sus cabellos y admirar más de cerca los destellos de las constelaciones en sus ojos. Pero fue su sonrisa la que me transportó a un fantástico mundo, tan etéreo que me creí preso en un sueño. En ese instante le pertenecí, una vez en sus brazos sentí que el mundo que me asfixiaba entre sus glaciares no era tan frío y espeluznante como creía, tenía color, había vida, y era cálido como el roce impertinente de nuestros labios que me provocaron el llanto. Yo genuina y estúpidamente creí que sus palabras eran sinceras, y sus caricias más allá de deseo, profesaban amor.

El infame Jeon Jungkook fue el primer hombre en mi vida; mi primer amor, el dueño de mi primer beso y virtud. Mi desgraciada primera y única vez.

No asimilo lo estúpido que he sido para no percatarme de que él  jamás fue mío, y quizás, jamás lo será.

Me enferma saber que el bebé que llevo en mi vientre no es más que el fruto de un cruel engaño, y que el único enamorado de esta frágil relación he sido yo. La idea de todos burlándose de mí me hace sentir pequeño, ingenuo y estúpido, pensé que tenía la edad suficiente para enfrentarme al mundo que veía a través de bellas imágenes plasmadas en mis libros, y me equivoqué, lo arruiné todo.

Jungkook finalmente me cortó las alas. Pisoteo mis sueños y sentimientos como si no valieran nada, como si yo no valiera nada.

Y lo peor de todo, es que a pesar del dolor infligido por su crueldad, yo, sinceramente sé que incluso después de la muerte, lo seguiré amando. Lo amaré tanto que estoy seguro que con el último aliento de mi cuerpo pronunciaré su nombre.

Definitivamente no puedo continuar viviendo así, incluso si el remordimiento me carcome, o si mi mente continua gritándome que detenga, porque al menos me hubiera gustado despedirme de aquellos a quienes realmente me quisieron. Abrazar a mi padre una vez más, y recibir un beso suyo. Lamentablemente no podré hacerlo, incluso el aire fresco me parece asfixiante, y el fuerte viento me hace pensar en que definitivamente quiero volar, ser libre por primera y única vez.

He decidido terminar con mi agonía y condenar a mi hijo innato al celestial descanso. Es egoísta mi pensar, lo sé, pero no quiero irme solo, no podría irme sabiendo que he dejado a la única persona a la que realmente puedo llamar mía. 

En cuanto salí de aquel lugar, mis pies no han detenido su andar, mis lágrimas tampoco dejaron de caer melancólicas por mis mejillas, y mi corazón fragmentado no paró de doler. Cegado por la necesidad de esconderme de todo y todos, huí para no ser encontrado en vida, y a sabiendas de que está vez, Hoseok no me encontrará, y mucho menos deseo que lo haga.

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Versión sin censura disponible en INKSPIRED.
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En algún momento dejé de sentir dolor, mi cuerpo se adormeció y los latidos antes desenfrenados de mi corazón, comenzaron a desvanecerse. Y la calma llegó, el huracán se marchó.

»Dios bendito, Dios infinito, gracias por liberarme de tan insoportable dolor«.

»Y sí, Jungkook. Sí te amé hasta dar mi último aliento...«

[...]

Siente que el corazón se le escapa del pecho. Su rostro sigue enrojecido por la candente furia que en su interior brota. Pero no comprende del todo, con quién está molesto. ¿Es consigo mismo? ¿Con MinJi? ¿Con Taehyung?

Su Taehyung.

Precioso y resplandeciente Jazmín.

Lo corrompió, lo arrastró al fango, dónde él permaneció tanto tiempo, dónde se ha hundido cada vez más.

Con las pupilas dilatadas, y su boca seca, se adentra a la taberna que tan bien conoce. Las prostitutas comienzan a aglomerarse a su alrededor, y los "caballeros" en las mesas lo invitan a sentarse a su lado para una partida de cartas.

Y es que ese lugar, ha sido su único escape desde que tiene memoria.

Alcohol, sexo, y apuestas.

La peor, y la más extasiante combinación.

Cuando se acomoda en la mesa del fondo, donde los hombres que anteriormente la ocupaban, resultaron ser parte de la corte, siente sus mejillas palidecer, y el hueco en su estómago hundirse hasta tocar el suelo.

– Príncipe Jeon. — lo saluda el más ansiano. — ¿Que trae a la realeza, a un lugar tan precaminosos como este?

La mirada atenta y expectante de los nobles se mantienen fijas sobre él; pues todos están igual de impactados por su presencia. Pero se obliga a sonreír, cuando distingue que en las manos de estos, no se encuentra su anillo de matrimonio.

– Ya saben. — suelta con aires de grandeza. — Ser un esposo devoto, termina por consumir toda tu energía.

Y eso es todo lo que los hombres necesitan para relajar sus rostros, y le devuelven la sonrisa, está vez con complicidad. Pues saben que el pelinegro no les dirá a sus esposas que estuvieron ahí.

¡Dios los libre!

– Entonces deberíamos comenzar a beber. Las mujeres son siempre testarudas, fastidiosas, y engreídas. — menciona un joven de traje azul. — Pero siguen siendo malditamente hermosas.

– ¡Salud por eso!

Todos estuvieron a punto de levantar sus copas, pero, el ansiano mayor se percató de un error.

– ¡Dios bendiga a los donceles también!

– ¡Por el príncipe Taehyung! — gritaron al uno mismo mientras chocaban al aire las grasientas copas de cerveza.

– Por el príncipe Taehyung... — murmuró el pelinegro con tristeza al recordar su rostro.

Bebiendo, apostando, y siendo toqueteado por mujeres de baja moral, Jeon Jungkook intentó borrarse de la mente a su tormentoso castaño. Hasta que perdió el conocimiento.

[...]

El grito que Jimin soltó retumbó en los establos, los caballos relincharon con tristeza y los grillos cantaron en armonía con su dolor.

Se dejó caer de rodillas al suelo, y logró empujar ligeramente el cuerpo del hombre que sostenía al príncipe en el suelo. Sus manos viajaron hasta su rostro sintiendo de inmediato el frío, helado su piel, y un nuevo grito de dolor salió gutural y lastimero.

Y es que tenia nada, de conocer al príncipe de Jeon, pero en ese poco tiempo, el doncel logró ganarse su corazón.

Ahora no estaba, había partido.

Hoseok, quién cargaba su cuerpo se veía intranquilo, sus lágrimas bajando una tras otra sin poder contenerlas.

– Lo encontraste. — susurró el rubio.

– Lo encontré...

[...] 🎀🎀🎀

Enojo.

Tristeza.

Desesperación.

Todo lo tormentoso arribando su corazón. Su pobre corazón herido. Su pobre corazón en luto.

Eran a penas las once de la noche cuando un lacayo del palacio, apareció en su puerta, con la cabeza agachada y una expresión de pena. Extendió su mano y le dió al Duque una carta cellada por el Rey de Sirgo.

Sus pulsaciones se habían acelerado, sintiendo una gota se sudor bajar por su frente hasta acaer en la cera roja con el escudo de armas de la familia real. Las letras escritas a mano, la caligrafía que tan bien conocía, dándole a conocer la noticia más devastadora que jamás imaginó.

Sus lágrimas bajaron con fuerza, callendo también sobre el papel, y corriendo la tinta negra ante la salinidad de su tristeza.

Su niño.

Su ángel.

Su precioso retoño lo había abandonado.

La rabia y desasosiego, arribaron en su interior, y sin pensarlo, empujó al hombre frente a él. No se preocupó por cerrar la puerta detrás de sí, y aún con la ropa de dormir puesta, tomo el primer caballo que encontró en su camino. Cabalgó con rumbo al palacio. El viento golpeando con fuerza su rostro y sus lágrimas impidiéndole ver con claridad.

Maldito dolor.

Maldita tristeza.

Cuando estuvo frente las puertas del imponente castillo, despojó a un guardia de su espada. Quitándose de encima a cualquiera que quisiera intervenir en su camino.

Malditos sean los Jeon.

A esas alturas, todos los sirvientes ya estaban vestidos de negro, algunos llorando en las esquinas, y otros tantos corriendo apresurados de un lado a otro.

Su mirada feroz provocando jadeos involuntarios. Jadeos provocados por el miedo de ver a Kim Namjoon, con la mandíbula apretada, y sus manos echas puños en la espada.

Dispuesto a todo.

Cuando la puerta de madera que tan bien conocía, se presentó ante él, sintió su corazón apretarse con intensidad, sus entrañas se hicieron nudo en algún lugar; y de una fuerte patada, la abrió, encontrándose enseguida con su sobrino al pie de la cama, con la mirada fija en el rostro de su hijo.

En el centro de la cama, se encontraba su precioso ángel, con las manos entrelazadas en su vientre. Vistiendo una túnica de seda blanca, que terminaba por mezclarse con nitidez en la preciosa piel del dolcel. La misma que antes era de un trigueño hermoso, tan parecido al suyo.

– Mi niño. — susurro el Duque dejándose caer frente a cama. Soltó la espada, para poder dirigir sus temblorosas manos al rostro pálido de su hijo. — Mi precioso ángel...

Sus pulgares acariciaron sus pómulos con tristeza, y se soltó a llorar de la manera más devastadora posible.

Kim Namjoon nunca lloraba. El Duque Kim era fuerte. Pero le habían arrebatado lo más preciado para él, su más grande tesoro, su mundo entero. El único recuerdo de su esposa muerta. El fruto bendito de su amor de antaño.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, logró separar sus rodillas del suelo, y gateo por el colchón hasta poder sostener el cuerpo inerte de su niño. Sus brazos se envolvieron como cuerdas a su torso, y enterrando su rostro en su pecho, lloró con más intensidad.

Soltando un gritó desesperado, que fue apenas ahogado por el frío cuerpo del doncel.

– Mi hijo, mi hijo, mi precioso hijo. — grito de nueva cuenta. — Vuelve con papá mi amor. Vuelve conmigo mi niño. Por favor vuelve a mis brazos.

La impotencia que sentía era abrumadora. Y es que no lo entendía. No lo comprendía.

¿Por qué se había quitado la vida?

No fue un buen padre. No cuidó a su precioso ángel lo suficiente. Luchó contra todos, pero lo había enviado, a su muerte él mismo, actuando como el verdugo de su propio hijo.

– Perdoname Taehyung. Por favor perdona a este pobre viejo que tanto te ama. Vuelve a mí, mi niño, vuelve con papá...

Jimin quien se encontraba en la esquina de la habitación, lloró con fuerza al ver la desesperación del padre del dolcel, y se acercó hasta el joven Kim para susurrarle algo al oído.

Este asintió no muy convencido. Se levantó de su lugar, para terminar con la poca distancia que existía entre su mayor y él, y colocó una de sus manos en su hombro.

Cuando Namjoon lo miro, este se arrodilló ante él, tomó la espada que el Duque había dejado en el suelo y la extendió al aire.

– Merezco la muerte. — susurro con tristeza. — Mi deber era proteger a mi... — se detuvo al no poder pronunciar su nombre. — Mi deber era cuidar de Taehyung, y fallé. Fallé, fallé, fallé. ¡Merezco morir por mi indulgencia! Mateme tío. Por favor acabe con mi vida, acabe con mi sufrimiento...

La súplica en su voz, hizo a Namjoon arrugar el ceño, y sin querer soltar a su pequeño, tomo la espada que su sobrino le ofrecía, solo para arrojarla del otro lado de la habitación.

– Debí casarlo contigo Hoseok. — musitó ante el desconcierto del menor. — Eres como un hijo para mi, muchacho. Acabo de perder a mi más grande amor. Por favor, tú no me abandones.

Y esas palabras fueron suficientes para que el castaño sollozara con fuerza. Se levantó del suelo y apreso a su tío entre sus brazos.
— Perdoneme tío, por favor perdoneme.

Namjoon asintió dejando ligeras caricias en la cabellera ajena. — Vamos a llevarlo a casa, Hoseok. No quiero que mi hijo pase un segundo más aquí.

...

Namjoon salió de la habitación con el cuerpo sin vida del castaño de ojitos de miel, entre sus brazos. Sintiendolo delicado y frágil como siempre lo fue, y procurando que su cabeza se echara para atrás. Hoseok lo seguía de cerca con Jimin a su lado, y su camino se vio interrumpido por el monarca de la nación, quién al salir al patio principal, ya los esperaba.

– No puede llevárselo. — pronunció el Rey en tono áspero, y de no ser por la poca iluminación de la noche, todos se habrían percadado del destello miedoso en sus pupilas.

– ¿Quién lo dice? — desafío el duque.

– Soy el Rey de esta nación, y su hijo pertenece a la familia real ahora. ¡No puede llevárselo! Debe ser velado aquí.

Una fuerte carcajada returbo por los pasillos de piedra, y Jeon tembló un poco por lo tétrica que se escuchó.

– Ningún pelafustán, va avenir a decirme a mí, que puedo hacer con mi hijo. Así que apartarte JoongKi, aparte antes de que pierda la paciencia.

» El único que tendría derecho a exigir algo así, es tu hijo. Y yo no lo veo por ningún lado.

El pelinegro soltó un gruñido rabioso, y chasqueo los dedos para que sus guardias se acercarán a él, y en cuestión de segundos, ya tenía a un batallón rodeando a los Kim.

Hoseok sonrió burlesco al divisar a los hombres del palacio en posición de ataque; deseaba arrancarles la cabeza a todos, deseaba con desespero desquitar su tristeza y coraje en alguien, pero esperó a que su tío le diera la orden de atacar.

– He dicho que el doncel se queda aquí.

– Y yo he dicho que mi hijo se va conmigo. Aterriza los pies en la tierra, Jeon. ¿Qué puede hacer un rey sin reino? — pregunto con una sonrisa, haciendo lucir sus perfectos hoyuelos. — Hoseok...

El joven, llevo sus dedos a sus manos, entendiendo a su tío, y silvo con fuerza.

Pasaron varios segundos sin que nada ocurriera, y está vez JoongKi, soltó una carcajada sin humor.

– ¿Un silvido va a matarme?

Namjoon no tuvo que responder, pues al Rey, terminar de pronunciar aquello, cientos de hombres vestidos de negro, saltaron por los muros del palacio, adentrandose armados y posicionandosd para atacar.

– No le tengo miedo a nada JoongKi. Lo único que me mantenía cuerdo se ha ido, lo único que contenía mi rabia, ahora está en los cielos. — suspiró con tristeza, dirigiendo su mirada al cuerpo de Taehyung. — Mi hijo se ha quitado la vida, fue su propia mano la que le arrebató el alma. No descargaré mi ira en tu contra, hasta que no conozca el motivo de su desición, pero voy a llevarmelo, y si tú me lo impides, quemaré tu palacio.

» Así que tú decides, o te apartas o te mueres.

El monarca miro a su alrededor con temor, y agachó la mirada al no poder defender sus palabras. Los hombres de Kim superaban a los suyos. Era estúpido pensar que podría si quiera darles un poco de batalla. Así que, mordiéndose la lengua, se hizo a un lado, permitiendoles a los Kim pasar.

[...]

La noche se había pasado volando, y tan pronto como los gallos comenzaron a cantar, Jungkook se levantó de la dura cama en la que se encontraba, teniendo que empujar la pierna de la mujer desnuda que había dormido a su lado.

Su cabeza dolía como el infierno, y con toda la calma del mundo, tomo de un sorbo el vaso de agua que había mandado a pedir por la noche. Ya sabía que la necesitaría al despertar, y no erro.

Vistiéndose a tropicones por el efecto de la cebada, el pelinegro salió de la habitación con una sonrisa resplandeciente. Había sido una buena noche, dentro de lo que cabe. Pero buena al final del día.

Pero debía regresar, tenía que poner en práctica la excusa idiota que había estado practicando durante horas con sus compañeros de copas.

Y estaba seguro de que no fallaría.

Taehyung le perdonaría.

Así que sin desvanecer su sonrisa, subió al caballo que había alquilado, y cabalgó con dirección al palacio. Necesitaba un baño con urgencia.

Necesitaba besar los labios de su esposo.

Cuando las puertas del palacio se abrieron, su expresión cambio por completo, y el desconcierto arribo en su corazón.

Todos vestían de negro.

¿Por qué estaban de luto?

La borrachera se le bajó de golpe, y corrió con rapidez a la alcoba de su madre. Sintiéndose horrible cuando la servidumbre comenzó a darle condolencias.

"Lamentamos su perdida, alteza"

Con la sangre bombeandole a mil, se adentró sin permiso a la habitación, y antes de que pudiera decir o ver algo, sintió un fuerte golpe en su quijada. Posterior a eso, su espalda chocó contra la pared, quedando preso entre el concreto, y el cuerpo de su progenitor.

– ¿¡Dónde mierda estuviste Jungkook!? — le preguntó su padre sosteniendo el cuello de su camisa con fuerza.

– ¿Dónde está mi madre? ¿Mi hermana está bien?

Otro golpe le fue otorgado, y sintió el yodo en sus papilas.

– Es tu esposo. Animal de mierda. ¡Tu esposo se quitó la vida!

Tum... Tum... Tum...

La sangre que antes corría con fuerza ahora se encontraba estancada en la planta de sus pies. Los latidos de su corazón se volvieron perezosos, y una cascada de lágrimas dio vida a su tristeza.

Negó. Negó con insistencia.

– Me está mintiendo. — pronunció como un lamento. — Taehyung está bien, está en nuestra alcoba.

– ¡Eres una bestia asquerosa! ¡Maldito engendro sin corazón! — pronunció el mayor sintiendo más rabia que antes. — Está muerto Jungkook, y tú lo estarás pronto. ¡Felicidades! No solo acabaste con la poca fé que te tenía, sino que también terminaste con la vida de un pobre doncel. ¿Estas feliz? Ahora eres libre de acostarte con la puta de MinJi, con cualquier zorra de la capital.

» ¡Lárgate Jungkook! Vete de aquí, no quiero volver a verte.

...

No terminaba de asimilar la información. Salió corriendo del palacio cuando su padre lo soltó, y lo primero que hizo fue entrar a su habitación, la que compartía con el castaño.

No encontró nada.

No había nada.

Él no estaba.

Su desesperación llegó a tal grado que su garganta le impidió el paso a su oxígeno, y se dejó caer al suelo.

No.

No.

No.

No puede ser cierto.

– Taehyung. — lo llamó. Espero un momento, mirando en todas direcciones, esperando verlo entrar por alguna de las puertas, pero no hubo más que silencio. — ¡Taehyung!

Ven conmigo, mi amor.

Dió un respingo, y su corazón volvió acelerarse cuando escucho la puerta abrirse, y se giro de inmediato, esperando verlo, pero en cambio, se encontró con las faldas se su madre.

– Jungkook, hijo mío. — pronunció quedito.

– ¿Dónde está, madre? ¿Dónde está mi esposo?

La reina se soltó a llorar cuando sintió sus piernas ser aprendas con fuerza por el pelinegro.

– En la recidencia del Duque Kim, se lo llevo por la noche.

– Esto no puede ser cierto. ¿Verdad que no? Por favor madre, dime qué no, que estoy soñando y que él no se ha ido.

Por favor, vuelve conmigo, mi amor.

Mi dulce Jazmín...

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