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10| DATE LA VUELTA

Había una sensación extraña en el aire. Su cuerpo se estremecía ante el filo de un objeto punzante en su nuca, erizandole la piel, de pies a cabeza.

¿Se acerca el final?

Jeon Taehyung, no podría decir con certeza, que sobrevivió a aquel fatídico viaje, sin al menos sentirse un poco mareado. Y ahora que su padre lo acompaña en un paseo matutino, siente que su instinto de supervivencia segue extrañamente activo.

El hombre de edad madura, y hoyuelos perfectos; apareció por la mañana, una semana después de que los príncipes herederos llegarán al palacio, siendo informado, por su prodigioso sobrino, claro que sí.

Le había llevado a su niño un baúl entero de sus cholocates favoritos, porque Hoseok, le contó, que últimamente había tenido antojo de golosinas chocolatosas y cremosas; y Kim Namjoon, no era nadie para negarle tales placeres tan simples a su retoño. Pero aquel obsequio servía también, como excusa para charlar con él sobre el viaje a Percia.

– Escuché que el príncipe fue el responsable de que el banquete posterior a la cacería se sirviera en la mesa. — comentó su padre rompiendo el silencio.

El clima estaba cálido, el buen tiempo ponía a Taehyung extrañamente de buen humor, o al menos, lo hacía sentir menos miserable. Había pasado días relativamente agradables a lado de su nuevo amigo Park, quién se había acoplado al palacio como si hubiera crecido ahí. Y tanto la compañía del doncel como la de su primo, lo hicieron sentir menos solo, al menos durante el día.

Con los hombros encogidos, el doncel asintió, soltó un fuerte suspiro y sonrió a medias.—- Así fue.

– Un tanto escandaloso. ¿No lo cres así?

Taehyung sabía a dónde se dirigía la conversación. Su padre era metódico, calculador, y sería una vergüenza no conocer esas viajas tácticas, cuando él lo conocía tan bien. Quizás alguien le había contado sobre el asunto del baile, lo que ocurrió en la catedral, y por supuesto el escandaloso encuentro en la cacería. No quería hablar de eso, suficiente tenía ya, con el hecho de que Jungkook no había vuelto a dormir en su habitación desde que llegaron a Sirgo.

– No lo señalaria como escandaloso, padre. — le respondió con nerviosismo, y agradeció a sus adentros cuando YeonTan ladró a sus espaldas.

Sintiéndose bendecido por la distracción, se giro para inclinarse a su cachorro, quién era llevado con una correa fina, por un lacayo. Su pequeño cachorro se había vuelto su única compañía en las noches frías, y también una molestia constante para su pelinegro esposo; pero aquello no lo desanimaba del todo, pues comprendía que su cachorro podía llegar a ser algo revoltoso, y su esposo apreciaba la tranquilidad. ¿Por eso no dormía con él?

Dejó sus pensamientos viajar por un algo tiempo mientras acariciaba el suave pelaje de YeonTan. El hombre a sus espaldas se aclaró la garganta, para nada dispuesto a andandonar la conversación previa a la interrupción.

– Pues según lo que escuché, tu esposo casi le dispara en el acto al Rey. Yo diría que es mucho más, que un acontecimiento escandoloso.

Traición. Quiso decir.

Y es que los rumores habían corrido como como presa desbocada. Todos notaron como el Rey de Percia parecía tenerle cierto aprecio al doncel, y el hecho de que haya bailado su primera pieza como monarca con él, daba mucho de que hablar. La reacción del príncipe en desgracia al ver bailar a su esposo con alguien mas, tampoco pasó desapercibido para nadie; pero lo más impactante, fue que algunos lacayos fueron testigos de como esté casi le dispara al monarca recién coronado.

¿Tan valioso era el doncel?

Jeon Taehyung, era un nombre que las familias nobles, e incluso los plebeyos, no podían sacarse la boca, y aunque muy pocos lo conocían en persona, todo el mundo sabía de su desbordante belleza, carisma, encanto y jovialidad. Porque para tener a dos hombres poderosos luchando por él, debía ser magníficamente precioso.

Y lo era.

Su nombre y condición, fueron tendencia en el mundo femenino, y los pocos donceles que existían en lo ancho del mundo, comenzaron a tomarlo como un ejemplo a seguir.

Sí el podía conquistar a un Rey y un príncipe. ¿Por qué ellos no?

Pero eso era algo que el doncel en cuestión no sabía; pues encerrado en las paredes del palacio le era muy difícil enterarse de ciertas cosas. Y más aún, cuando la mayoría del personal tenía prohibido acercarse a la preciosa flor de Jeon.

Jungkook no era tan estúpido, no podía permitir que alguien abriera la boca delante de él, y que todo se fuera a la mierda.

– No creas en todo lo que los chismosos tienen por decir, su alteza, es un hombre que atrae los cuchechos como la miel a las hormigas. — respondió con nerviosismo, y aliso su camisa con fuerza cuando estuvo de pie nuevamente.

Namjoon levantó una de sus cejas ante las palabras de su retoño, y cuando retomaron su andar, volvió hablar.

– Eso es exactamente lo que me preocupa, mi bello ángel. Tu reputación, honor e integridad, son algo que he cuidado con esmero desde que llegaste al mundo, y tal parece, que tu esposo no está dispuesto a cuidar aquello con la misma devoción que yo.

Sus palabras eran duras y concisas, justo como él, y a Taehyung se le apretó el corazón por la verdad en ellas. Su esposo no se esforzaba si quiera un poco para mantener su honor intacto; es mas, parecía ensañado en deshonrarlo, humillarlo y apartarlo.

Tuvo mucho tiempo para pensar en eso, y ahora que por fin se había dado cuenta, dolía mucho más que al principio. Pero entonces, ¿Por qué lo besaba así? ¿Cuál era el motivo para mirarlo de esa manera tan dulce en ocasiones?

En ocasiones...

Su silencio se extendió por un largo rato, y se percató, momentos después, que estaban cerca de la enfermería real, donde su reciente amigo, que no era doncel, sino un fuerte hombre médico (notece el sarcasmo), se encargaba de las curaciones, y prepara medicinas.

El humo de la chimenea, hizo a su cabecita girar, y sonrió por la nueva distracción que usaría en su padre. Y en el mismo.

– ¿Me acompañaría a visitar a un amigo, padre? — le preguntó el dolcel con una sonrisa cerrada y los ojitos hechos medias lunas.

– ¿Te sientes mal, cariño? — el doncel negó con insistencia, y jalo si brazo para adentrarse a la construcción. — ¿Estas seguro?

– Si padre, solo quiero saludar a alguien que conocí recientemente. — le dijo en tono aburrido, incluso cansado para tratar de convencerlo — Y estoy seguro de que te encantará verlo. Me ha contado que antes trabajaba en nuestra casa de la capital.

Namjoon lo miro con el ceño fruncido, pero se dejó guiar por su hijo hasta la enfermería, porque la palabra "no", jamás existió en el vocabulario usado en su hijo.

Las enfermeras asistentes, y un par de médicos ancianos detuvieron sus actividades cuando reconocieron al Duque ser jaloneado por el que suponían era el príncipe de Jeon, y reverenciaron con expresión de asombro a su llegada. Nadie intervino en su camino, ni se atrevieron a pronunciar una sola palabra, en cambio, se apresuraron a abrir las puertas de la enfermería cuando Taehyung siguió avanzando con el brazo de su padre incrustado en su cuerpo.

Al entrar, se encontraron con un hombre de esbelta figura y ropas de seda blancas y pulcras como su presencia, sentado frente la chimenea, aparentemente revisando la ebullición de alguna infusión.

– Médico Kim. — dijo alegre el doncel.

El mayor, dio un respingo asustado por el repentino tiembre de su voz, y se levantó de inmediato para reverenciarlo cuando lo reconoció.

– Alteza. Que gusto verle de nuevo. ¿Está usted bien? — dijo el doncel mayor, aún sin atreverse a mirarlo directamente.

Taehyung tocó su hombro permitiendole así, levantar la vista.

– Estoy bien. — ¿Realmente lo estoy? — Mi padre quería pasar a saludarlo.

– ¿Es así? — mascullo el hombre a su hijo, pero inmediatamente se giro al doncel mayor para darle una sonrisa. — Es un gusto volver a verle, médico Kim.

La expresión del doncel era meramente de asombro e incomodidad, pero reverencio de nueva cuenta al Duque. — Su señoría, es honor tenerle aquí.

– Oh no, el placer es nuestro. ¿Verdad padre? — el duque asintió no muy convencido. — Siempre he sido un doncel de ciencia. Bueno, de arte. — se corrigió enseguida con una sonrisa timida. — Pero la ciencia me parece magnífica. Jamás había estado en un consultorio, es muy bonito.

Cuando Taehyung soltó el brazo de su padre, se dispuso a caminar por el interior del lugar, apreciando los detalles de la arquitecta, los estantes repletos de medicamentos, instrumentos y telas. Todo perfectamente limpio y acomodado. El olor a alcohol le hizo arrugar la nariz con algo de asco, pero paso salvia rápidamente para evitar que sus náuseas lo descolocaran frente a sus mayores.

– Tratamos tenerlo limpio todo el tiempo. Sus sirvientes son muy eficaces, alteza. — le dijo el doncel mayor con una sonrisa cerrada.

– ¿Y que estaba haciendo? — sus ojitos curiosos brillaron al encontrar en la mesa varios frascos con cosas extras dentro de estos, y no se percató de la expresión asustada de su mayor.

Con los ojos abiertos a tope, Seokjin volvió a la realidad que le habían arrebatado sus invitados, y pronto percibió el aroma a quemado y el humeante vapor de la infusión arruinada. Se giró con rapidez a la chimenea, y entre su pánico olvidó usar el trapo húmedo para sostener el mango del caso, que al hacer contacto con su piel expuesta, provocó una fuerte quemadura, y soltó el metal por mero reflejo.

Mientras se quejaba por lo bajo y poblana su mano intentando calmar el ardor, sintió su cintura ser delicadamente tocada por una fuerte mano, y dio un respingo asustadizo cuando el hombre cubrió su herida con un paño húmedo.

Pareciera que el tiempo se detuvo para ambos, pues sus ojos brillaron al contacto, y ninguno se movió, permanecieron así solo mirándose, hasta que el Duque rompió el silencio.

– No debería jugar con fuego, señor. — se burló el Duque con una sonrisa cerrada.

Y más que una juguetona burla sin sentido, parecía más una amenaza. Así pudo percibirlo el castaño detrás de ellos, pero él no comprendía nada, no sabía que ellos habían tenido una trágica historia en su juventud, no comprendía el porqué seguían mirándose de esa manera. Pero de cierto modo lo enternecio. Su padre llevaba viudo mucho tiempo, y el doncel seguía soltero. ¿Que podía pasar? ¿Que saldría mal?

Y no es que quisiera que reemplazarán a su madre fallecida, pero entendía que su padre estaba solo, y el no quería que su progenitor diera su último aliento en soledad. El médico Kim parecía un buen prospecto de marido, de padrastro.

¡Que adorable!

Todas sus emociones revueltas lograron causarle una fatiga repentina, y al percibir tantos olores mezclarse a su alrededor, su cuerpo comenzó a hormiguear, su vómito subió por su ganta, y antes de que pudiera expulsarlo todo, se tambaleó hacia atrás. Rompiendo así, la burbuja de ternura que los mayores habían creado.

El duque corrió hasta su hijo para evitar que cayera, y Jin, le indico al hombre donde recostar al doncel.

– ¿Qué le ocurre? — pregunto exaltado Namjoon.

Seokjin se encontraba revisando superficialmente al castaño, y sonrió con tranquilidad cuando averiguó el motivo.

– Nada de que preocuparse su excelencia, pero debo examinar al príncipe en privado. ¿Puede esperar afuera?

Namjoon lo miro con el ceño funcido pero logró tranquilizarse al no ver vacilacion en la sonrisa del doncel mayor. — Está bien. — le dijo en un suspiro, y se acercó hasta su hijo quien respiraba pesadamente en la camilla. — Estaré afuera, ángel.

Con un último beso en su frente el Duque salió de la habitación, y Seokjin pidió permiso para comenzar a retirarle la ropa.

– ¿Hace cuanto comenzaron los mareos?

La pregunta descolocó al castaño, quién abrió ligeramente los ojos para verle. — Cuatro semanas aproximadamente.

– Voy a revisarte aquí. ¿Está bien? — dijo señalando su sexo y el castaño enrojeció con pudor. — Ya te he visto antes, Taehyung.

– Sigue pareciéndose extraño que alguien más me vea, mi esposo...

– Lo sé, guardas tu desnudez para tu esposo, es comprensible, pero recuerda que soy como tú, no voy hacerte nada más que revisarte.

Aún con la mano herida, el médico hizo su tacto de rutina cuando el castaño le dio permiso, y sonrió cuando confirmo sus sospechas.

– ¿Por qué revisa ahí, si solo tuve un mareo?

– Felicidades, alteza. — respondió con una sonrisa. Su voz tornandose un poco decaída. — Está usted esperando al heredero de Sirgo.

Sus palabras entraron por los oídos de Taehyung, pero se mantuvieron ahí por un momento. Su cuerpo se heló a pesar que su entorno era cálido, y el miedo invadió su pecho.

¿Había escuchado bien?

¿Estaba en cinta?

Sus lágrimas se acumularon en sus ojos al procesar la información, y soltó un sonoro sollozo. Sus manos viajaron hasta su vientre sin poder mantenerlas quietas, y acaricio su ombligo con cariño.

Un bebé.

¡Estaba esperando un bebé!

Suyo, suyo y de Jungkook.

En ese momento, agradeció a los cielos por permitirle crear vida. Ese bebé no solo era el heredero del reino, era su primer hijo, su cuerpo está a formando al niño que creado por el amor de ellos.

Había valido la pena, todo había valido la pena.

– ¿Estoy embarazado? — pronunció aun sin poder creerlo del todo.

– Sí, Taehyung, estás en cinta. Tu bebé lleva en tu vientre unas cinco semanas. Es pequeñito todavía.

– Mi bebé es pequeñito todavía...

– Debemos informarle a tu padre, seguro que se pondrá muy conte...

– ¡No! — lo interrumpió el castaño tomando su brazo. — Quiero que mi esposo lo sepa primero, después se lo diré a mi padre.

La sonrisa del mayor se desvaneció un poco, pero asintió. — Entonces le diré que algo te cayó mal en el desayuno. Está muy preocupado.

– Sí, Seokjin, gracias.

[...]

Estuvo a punto de rendirse, de correr a los brazos de su esposo y echarse a llorar. Pedirle perdón por lo que había hecho, por todo el daño que le había causado en tan poco tiempo.

Su alma suplicaba por su cercanía, sus labios por la calidez de sus besos, y su corazón por un poco de su amor.

Desde que llegó de Percia no ha parado de escuchar rumores estúpidos de su persona. Todo el mundo hablaba de lo bonito que era su esposo, y eso le hacía hervir la sangre.

Cientos de emociones apuñalando sus sentidos sin descanso alguno. Su instinto paternal le suplicaba por ir a dónde el doncel y llenarlo de cariño. Pero su poca hombría, ego y orgullo lo estaban deteniendo.

No quería verse débil, no podía presentarse frente a su esposo y entregarle el corazón que tan dañado estaba. Fue criado para ser un monarca fuerte, un hombre valiente e indescifrable, y en eso se convirtió, ahora era muy difícil arrancar sus raíces.

Los días que no durmió con su esposo intento apasiguar su mente, entrenó por horas con los mejores guerreros de su reino, y ahora mismo se encontraba en sus clases de pintura.

El arte le parecía una cosa fascinante, pero al ser él, un hombre, y no cualquier hombre, sino que el príncipe a heredar el trono, las nociones artísticas que tenía eran meramente teóricas; y ahora que su corazón lloraba en desesperación por no saber que hacer, contrato a un pintor reconocido por las calles de la capital, para que le enseñará sus técnicas. Pagándole más de lo que poseía para que mantuvieran sus encuentros en secreto. Porque de nueva cuenta, no quería mostrarle a nadie su fragilidad.

Odiaba ser juzgado por sus deseos.

El dibujo siempre fue algo que se le facilitó, garabateado sus libretas de estudio cada que podía, y ahora que le estaban enseñando a plasmar sus sentimientos en un lienzo más grande, lo primero que se le vino a la mente fue el dulce doncel en su alcoba, más específicamente, la noche de su boda, esa noche en la que probó su piel por primera vez, y en la que lo había abandonado, también, por primera vez.

El amable puntor se retiró cuando el sol comenzó a ocultarse, pero él permaneció en su estudio. Con unas cuantas velas ilumando sus trazos, tristes y destrozados, como su corazón.

Poco le faltaba para que la pintura estuviera lista, cuando un ruido se escuchó detrás de la puerta. Temeroso por la idea de que alguien pudo haberlo descubierto, cubrió con cuidado el lienzo sin terminar, y camino con cautela hasta la puerta, abriéndola de un movimiento rápido.

Sus pupilas se expandieron con sorpresa cuando reconoció el cabello castaño de la mujer frente a él, y sus lágrimas comenzaron a picar en sus orbes, por el recuerdo que llegó a su mente.

– ¿Qué estás haciendo aquí? - le preguntó.

– Me he enterado que tu esposo es un ser muy bello. ¿Es eso cierto Jungkook?

La voz delicada de la mujer causo estragos en su corazón, y negó queriendo decir algo, pero sus palabras se vieron calladas antes de pronunciarlas cuando sintió sus labios ser apresados por la mujer que había sido su amante.

Y correspondió sintiendo su cuerpo calentarse en anticipación, conociendo a la perfección sus labios, su cuerpo y su calor. Tan embriagado estaba por el recuerdo, que no se percató de los curiosos ojos que lo veían a lo lejos.

Despojó con lujuria la capa que cubría su grasil cuerpo, y cerro la puerta de madera para entrar en combustión.

Tan débil.

Tan vil.

[...]

La sonrisa que Taehyung había estado cargando durante el día, resplandecía incluso más que el propio sol. Jimin le había estado fastidiando mucho para que le contará el motivo que lo tenía tan contento, pero este no cedió, quería que Jungkook fuera el primero en saberlo. Sentía que con esta nueva vida creciendo en su interior todo en su matrimonio cambiaría de manera positiva, podía sentirlo, la atmósfera se sentía diferente.

Por ese motivo, pasó la mayor parte de la tarde preparando una cena para su esposo. Se había metido a la cocina y había cocinado su comida favorita, al igual que acondicionó su habitación para tener una velada romántica. La noticia era especial, debía ser celebrada.

Su emoción destilaba por sus poros, poniendo de buen humor a cualquiera que lo viera. Tuvo que ser muy cuidadoso para no delatar que tenía escondida en uno de sus cajones una cajita de cristal con una cambrita de bebé.

¡Dios estaba emocionado!

Cuando la noche cayó, y el término de ducharse, envío a Jimin a buscar a su esposo, mientras él se arreglaba bonito para él, quería verse lindo para su esposo. Pero pasaba el tiempo y el rubio no aparecía. Comenzaba a impacientarse.

¿Y si Jungkook no estaba?

La idea lo entristeció. Las velas de su habitación se estaban consumiendo con rapidez, y su corazón se aceleró cuando la puerta de su alcoba se abrió.

– Jimin. — pronunció con una sonrisa, pero el doncel no le correspondió. Su mirada viajaba entre la furia y la tristeza. Desconcierto en su máximo esplendor. — ¿Qué ocurre? Estas pálido.

– Alteza, debe ir al despacho que está en el invernadero. — dijo agitado.

El ceño del castaño se frunció, y se levantó despacio de su lugar. — ¿Qué ocurrió Jimin?

– Es su esposo. El hijo de puta está con una mujer ahí.

Una punzada en su corazón casi lo hace perder la orientación, pero inmediatamente su enojo efervescio.

– ¡No te voy a permitir que acuses al príncipe de esa manera Jimin!

– Juro por mi madre que no es mentira. Yo lo vi alteza. — respondió caminando hasta el castaño, lo tomo ligeramente de los hombros y lo sacudió. — Créame alteza. Puede verlo usted con sus propios ojos.

– ¡Es mentira! — negó con rabia y se deshizo del agarre. — ¡Él no me haría algo así! Tú acabas de llegar y no lo conoces, él...

– Usted tampoco lo conoce, al parecer. — lo interrumpió herido por la incredulidad. — Puedes enviarme a ejecutar si lo que digo es mentira, pero verificalo antes de defenderlo así, no te mereces esto Taehyung.

La firmeza de sus palabras y aquella condición lo hicieron dudar, así que asintió. Él no creía que realmente su esposo estuviera viéndole la cara, y menos dentro del palacio. Así que, alisando su camisa, asintió.

– Voy a enviarte a ejecutar por traición si esto es falso Jimin, y yo se que así es.

[...]

Hubo un tiempo, cuando era joven, que se creyó enamorado.

Enamorado de ese precioso cabello castaño tan largo, y ondulado. Enamorado de sus ojos verdosos, y de sus labios con sabor a cereza.

La princesa de Candía, era unos años mayor que él, pero no dejaba de ser hermosa. Inalcanzable y deseable.

Fue ella la que le mostró la pasión carnal, permitiendole al joven príncipe enterrarse en ella, volviéndolo loco por probar sus labios, por poseerla por completo.

La mujer lo había obligado a cometer locuras en su nombre, y él cedió a su encantos cada vez.

Era tan joven, estúpido e ingenuo, que no distinguio el placer del amor.

Mantuvieron en secreto sus encuentros por muchos años, hasta que una noche, el rey de Candía, y padre de la princesa los descubrió en pleno acto, en el establo de su reino.

La deshonrra se sintió abrumadora, y el hombre estuvo a punto de matar al pelinegro a sangre fría; pero sus padres interfirireron, quedando en deuda eterna por la vida de su hijo, de su precioso heredero.

En ese momento, sus encuentros terminaron, y Jungkook no volvió a saber de ella. Su padre la había casado con un lacayo para darle una lección, y la mantenía reclusa en algún palacio de su reino.

Pero ahora estaba ahí, debajo de él, con las piernas abiertas, soltando gemidos placenteros y llenos de rencor, de anhelo. ¿La había extrañado?

La respuesta era clara.

No la extrañaba a ella en lo absoluto, pero extrañó sentirse dentro de su húmedad. Con el tiempo comprendió que lo que sentía en aquel entonces no era amor, y que cometió barbaridades por ella. Ella no era la persona que amaba, jamás lo hizo.

Fue cuando sintió el orgasmo de la mujer atacar su cuerpo que se detuvo. Su pecho ardió en rabia por lo que estaba haciendo, y es que no lo pensó. Sus besos siempre tuvieron el mismo efecto en él, lo debilitaban, y lo obligaban a actuar en contra de su razón.

Molesta por la interrumpcion la castaña lo empujó.

– ¿Qué demonios te pasa Jungkook? — cuestionó con el rostro rojo en ira. — Viaje kilómetros para estar contigo. ¿Y tú te detienes? ¿Es que acaso te volviste homosexual?

Soltó eso último con una risita burlona, y el orgullo del pelinegro se vio herido.

¿Era un homosexual?

– No, preciosa. No importa que él pueda darle vida a mi decendencia, yo jamás podré aceptarlo, mi cuerpo no reacciona de la manera en la que lo hace con el tuyo. — pronunció iracundo volviendo a enterrarse con fuerza en la mujer. Besó sus labios con rabia, y apretó sus pechos sin decoro. — Te sientes malditamente bien, MinJi...

– ¿No lo amas Jungkook? — preguntó entre gemidos. — Ah, sí, dame más ahí, ahí.

Las uñas de la castaña rasguñando su espalda, lograron sacarle un gemido al pelinegro, y arremetió con más fuerza en su interior, deleitándose con los chasquidos de sus pieles, y los gritos placenteros que soltaba.

– Jamás podría amar a otro hombre.

La fuerte carcajada de la mujer lo desconcertó por un momento, pero luego lo besó. — Entonces follame bien Jungkookie, porque está noche todo acabará para ti.

Y el azabeche no comprendió sus palabras, siguió penetrandola una y otra vez hasta alcanzar el climax, corriendose en su interior con tiras largas y cálidas de su semilla. Disfrutando de la calidez de su interior, siempre había sido así, Jungkook era una bestia cuando estaba molesto, sus orgasmos eran mucho más intensos cuando el cólera lo invadia, pero está vez, los estragos de su orgasmo duraron muy poco tiempo. Pues a su espalda un herido castaño había estado viendo toda la acción con sus preciosos ojitos miel.

[...]

Mentiría si dijera que no está asustado. Y sería descarado de su parte no confiar en sus instintos. Pudo percibir la verdad en las palabras de Jimin, pero él se negaba a creerlo, no quería creerlo.

Pero sus pies se movieron con rapidez, tratando de obtener la negativa que necesitaba, debía comprobar con sus propios ojos lo que estaba ocurriendo.

Cuando se encontró en el invernadero, su corazón palpito precipitado, todo su cuerpo estaba temblando en anticipación, y buscó entre los vegetales el dichoso despacho escondido, hasta que lo encontró. Sus lágrimas comenzaron a acumularse en la esquina de sus ojos cuando se percató de la luz ensendida y tenue del interior.

Alguien estaba ahí.

Él estaba ahí.

Sus manos temblaron con más fuerza cuando cuando la pequeña linterna en sus manos iluminó la capa femenina botada en el suelo, y su interior termino de explotar cuando escucho los gemidos de una mujer en el interior de la habitación.

Podía ser cualquiera. - pensó.

Pero no su Jungkook. Su esposo no estaba dentro de esa habitación.

Quería detenerse, pero su cuerpo parecía moverse por cuenta propia, como si él ya supiera lo que vería, como si muy en el fondo realmente deseara arrancarse la venda de los ojos. Se abrió paso entre el pasillo a penas iluminado del lugar, y lo vió.

Su corazón se apretó con fuerza, el aire comenzó a faltarle, y reprimió sus sollozos cuando lo escucho gruñir.

Era él. Sin duda alguna era él.

Su cuerpo se petrifico, incapaz de moverse un solo milímetro, sin fuerza para salir corriendo.

No podía estar ocurriendo, no, no, no.

Estaban esperando un hijo.

Su hijo.

Inevitablemente su mano viajo hasta su vientre que se contrajo al escucharlo hablar.

"No, preciosa. No importa que él pueda darle vida a mi decendencia, yo jamás podré aceptarlo, mi cuerpo no reacciona de la manera en la que lo hace con el tuyo."

¿Soy tan horrible para ti? — Pronunció en un susurro. — Pude ver en tus ojos que te importaba, que me amabas. ¿Fue todo mentira?

"Jamás podría amar a otro hombre."

¿En verdad significo tan poco para ti? — una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla. — Date la vuelta. Date la vuelta. Date la vuelta. Mírame, por favor sálvame, por favor mírame a mí.

Olvidemos esto, date la vuelta...

Jamás había sentido tanto dolor. Jamás unas palabras le habían dolido tanto.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

El aire comenzó a faltarle, y apenas pudo limpiar sus lágrimas de su rostro cuando la pequeña linterna que llevaba en sus manos cayó con fuerza al suelo. Rompiéndose en miles de pedazos, al igual que su corazón.

La acción provocó que Jungkook mirara alarmado hacia atrás, y su mundo se vino cuesta abajo, cuando vio el destrozado rostro de su esposo.

– Taehyung. — pronunció con dificultad, y comenzó a vestirse con prisa.

Escuchar su nombre ser llamado por sus labios, casi le provocan ganas de vomitar. El castaño pudo distinguir que la mujer había comenzado a vestirse, pero no tenía el valor para verle el rostro, no quería saber con quién le habían estado viendo la cara.

– Jungkook t-tú... — se interrumpió por el llanto que comenzaba a brotar nuevamente. — Esto no es cierto... ¿Cómo pudiste hacerme esto?

La sonrisa de la castaña era amplia y socarrona, pero no por ver al doncel tan devastado, sentía genuina pena por él, pero debía mantenerse en su papel. Por lo cual, cuando terminó de vestirse, se acercó hasta el castaño y susurró:

– Te casaste con la peor basura de Sirgo, precioso doncel. — luego se giró al pelinegro, y se encontró con la mirada llena de rabia hacia ella. — Nos vemos Jungkookie, me la pasé increíble.

Cuando se quedaron solos, el llanto y los lamentos del doncel se hicieron mucho más fuertes, más evidentes, más dolorosos, y Jungkook se lamentó. Su rostro enrojeció con furia. Estaba enojado con él mismo por causarle dolor, y con ella, porque lo había visto, porque una vez más había perdido todo por ella.

Maldita. Maldita seas MinJi.

– ¿Que haces aquí Taehyung? — habló en un tono bajo.

– ¡Eres un maldito traidor! — gritó lleno de rencor. — ¿Cómo pudiste hacerme esto Jungkook? ¿Por qué?

Las súplicas entraron al corazón del castaño dolorosamente, y si ya lo había perdido todo, al menos conservaría su orgullo.

Taehyung lo perdonaría.

– ¡Porque yo no te amo! No te amo Taehyung, y jamás podré hacerlo.

Se que me perdonarás mi amor...

Las piernas comenzaron a fallarle, y momentos después el doncel ya estaba tumbado en el suelo, mirándolo hacia arriba, suplicante y dolido.

¿Por qué me haces esto?

Yo te amo, te amo, te amamos...

– Yo jamás quise casarme contigo. — volvió hablar, esta vez sin atreverse a mirarlo. — Desearía que estuvieras muerto Taehyung. ¡Eres una aberración! ¿Enserio creíste que cambiará la calidez de una mujer por ti?

– Alteza...

– ¡Lárgate! No quiero verte más, no quiero volver a verte.

Con una sola idea en la mente, Taehyung se levantó del suelo, limpió sus lágrimas con calma, y alisó su camisa.

El pelinegro estaba realmente extrañado por el cambio tan repentino de actitud del doncel, pero no dijo absolutamente nada, cuando esté lo reverencio, y camino a la puerta con rapidez. Sin decir una sola palabra, sin mirarlo una vez más.

Jungkook quiso correr detrás de él, denterlo y pedirle perdón, pero no lo hizo.

Ya tendría tiempo para arrepentirse...

[...]

Ya volví. 😈

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