06| SÉ MÍO
La búsqueda silenciosa dió lugar. Tanto los hombres de Hoseok, como los guardias del palacio, se encontraban por cada rincón de Sirgo buscando al doncel.
Jungkook estaba realmente aterrado, molesto consigo mismo, y angustiado por su esposo.
El secuestro era una posibilidad, sabía que no estaba en buenos términos con el reino de Candía, el Rey seguía molesto por sus acciones pasadas, y aunque su propio reino estaba pagando con creces las consecuencias de sus estúpidos arrebatos, la posibilidad de que tomara venganza por mano propia era casi una realidad.
Taehyung no tenía la culpa, el doncel no debía pagar por su estupidez.
Afortunadamente para él, el Duque no se encontraba en la capital, por lo cual podía moverse por el reino de la manera más sigilosa posible. Sus padres no estaban enterados de nada, y convenció a Hoseok de que mantuviera la boca cerrada, con la condición, de que si no lo encontraban en un laposo de 24 horas, se enfrentarian en un duelo uno a uno.
Jungkook no era un mal luchador, por supuesto que no, pero Kim Hoseok, era un experimentado guerrero, cruel y despiadado. Le consta, lo ha visto en el campo de batalla en numerosas ocasiones, y tiene miedo, teme por su vida, pero lo que más le aterra es que a Taehyung pudiera pasarle algo.
Es el responsable de esto, lo sabe, no debió hablarle de esa manera tan cruel, no debió hacerle lo que le hizo, pero ya no puede cambiar el rumbo de la situación, y por ahora su única prioridad es encontrarlo, cueste lo cueste.
Por otro lado el heredero del Duque, movilizó a todos sus hombres, dándoles instrucciones específicas, sabía que lo encontraría, él conocía al doncel más que nadie, incluso se atrevía a decir que más que el mismo.
Estaba desesperado, solo quería encontrarlo, tenerlo entre sus brazos y calmar sus lágrimas, arrullar sus sueños, y besarlo hasta que Morfeo reclamará su cuerpo.
Ahora más que nunca se sentía morir por amor, por anhelo y desesperación. Quería tenerlo cerca, y cuidarlo. Se sentía responsable, aunque no lo fuera, su deber era cuidarlo, y lo había perdido, se le escapó de las manos de la manera más estúpida posible por segunda vez.
No lo permitiría, no lo dejaría irse de su lado nunca más.
[...]
El sepulcral silencio se ve interrumpido por sus sollozos, el calor se ha disipado, y el último suspiro del crepúsculo se alcanza a colar por las rendijas de la madera vieja que conforman el almacén.
El Duque Kim posee un sin fin de propiedades ocultas por todo el reino, pero para Taehyung, el que tiene más valor, sin duda es aquel que se encuentra a escasos minutos del río. El almacén, dónde todas las cosas de su madre son atesoradas.
Su padre lo llevo por primera vez cuando era solo un niño, cuando no comprendía el porqué todo el mundo tenía una madre, y el no. Namjoon le explicó que aveces la vida es cruel y despiadada, que aveces las cosas no salen de acuerdo al plan, y las personas mueren, te abandonan y te hieren. Pero que el caso de su madre, había sido solamente la primera. La preciosa mujer padecía de una enfermedad incurable, que acabó con su vida al poco tiempo de darle a luz. La duquesa Kim siempre fue una esposa devota, y una madre impecable, a pesar del poco tiempo que disfrutó de su maternidad, lo amó, lo amó tanto y tan fuerte hasta su último suspiro.
Es por eso, que se esconde en ese polvoriento almacén cuando las circunstancias lo superan; piensa que su madre está ahí para él, acariciándole el cabello y reconfortando su dolor. Musitando contra su oído, que todo irá de maravilla, pero ciertamente en esta ocasión, no logra conseguir la tranquilidad de aquel susurro imperceptible.
Ha luchado ha lo largo de los años por mantener su integridad intacta, ha luchado contra los crueles comentarios a su persona, y las miles de inseguridades que aquellas filosas palabras llenas de veneno provocaron en su interior.
Si bien, trató de apartar esos comentarios de su mente, siempre tomó como verdad absoluta que era horrible, que su existencia no valía absolutamente nada, que era asqueroso y repugnante. Pero escucharlo de la boca de la persona que más ama era mucho peor que un gentío gritandolo.
Se estaba esforzando, sabía que nada se le daría sin otorgar algo a cambio, que debía luchar por alcanzar el amor y afecto de su esposo. Hacia todo lo que él pedía con tal de agradarle, para que no dejará de amarlo, y se mantuviera a su lado.
Pero no era suficiente.
¿Por qué no era suficiente?
Era un buen esposo, lo complacía en la cama cada vez que quería, no le exigía nada más que una mirada o una caricia.
¿Entonces por qué?
¿Qué iba mal con él?
¿Tan horrible es?
No quiere que nadie lo vea, no quiere que nadie lo encuentre, quiere quedarse así, quiere morir.
¿Por qué de pronto quiere morir?
Sus pensamientos y desastrosos sentimientos chocan por todo su cuerpo lastimando cada fibra de su ser. Y llora, se desgarra y grita.
No encuentra consuelo, y no quiere buscar la salida, está cansado de buscar la luz en el agujero en el que se encuentra, la felicidad se ve tan lejana, inalcanzable y aterradora.
Ha comenzado a hacer frío, pero su cuerpo ya no le proporciona calor, sus rodillas se encuentran pegadas a su pecho y su rostro escondido entre estás. Sus lágrimas siguen brotando de sus irritados e hinchados ojos, tan gruesas y melancólicas cómo al principio; su vestido está empapado y sucio. De su cuerpo escurre espesa sangre roja, su falda no solo está manchada por la salinidad de sus lágrimas, sino también de la herida en su interior provocada por la abrupta penetración. Su piel se ve pálida, y sus labios se han secado considerablemente, está sediento, necesita agua, necesita beber el precioso arrollo del amor y redención.
¿Pero quién puede brindarle tan precioso elixir?
El desolado almacén se ha quedado en completa oscuridad, no puede ver absolutamente nada incluso si abre los ojos, y ya lo siente innecesario, tan agotador y estúpido. No quiere seguir intentandolo, no puede seguir esforzándose por querer ver algo. Prefiere dejarse consumir por la oscuridad y el incesante dolor de su cuerpo.
Por otro lado, fuera del almacén, un hombre merodeana desesperado, buscando por todo el lugar con la escasa luz de la luna iluminando su camino, y de repente, un fuerte sollozo se hace notar.
Camina lo más rápido que puede, sus pies siguen aquel llamado tan desesperado, y sus ojos observan cualquier indicio de él, y lo ve. Divisa la puerta de madera entreabierta del viejo almacén, y siente su corazón detenerse cuando un trozo de tela rosa yace en el suelo manchada de sangre.
Apresurado y asustado empuja la mandera, intentando encontrarlo, y al fin lo ve. Tumbado en el suelo, llorando desesperado, y abrazando su cuerpo con fuerza.
Cuando la escasa luz entro en contacto con sus pupilas cansadas, el castaño volvió a cerrar los ojos por el ardor que le provocó, y por más que intentó reconocer al intruso, le fue imposible.
– Váyase de aquí. — pide en un susurro cansado.
Cuando vuelve a esconder su rostro entre sus piernas, unas largas y huesudas manos lo sostienen con delicadeza por los hombros, y con gentileza le obligó a levantar el rostro para mirarlo.
– ¡Por dios Tae! — suspiro preocupado el mayor. — Te estuve buscando como un perro por horas. ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien mi niño?
La preocupación que el hombre profesa se siente genuina, su sueve voz salió quebrada y frágil, y su rostro mojado solo demostraba lo mucho que había llorado en medio de su desesperación por encontrarlo.
Taehyung al fin logra reconocer aquella voz, y aunque no puede verlo en su totalidad, sabe que le está sonriendo, y por un breve momento logra sentirse cálido.
Ciertamente no creyó que nadie hubiera notado su ausencia, no pensó que alguien pudiera estarlo buscando, pero verlo allí, con la respiración acelerada y acariciando con tanto cariño su rostro solo le provocó querer llorar con más intensidad.
– Me encontraste hyun... — musitó acunando su rostro el la palma de su primo. — Tú siempre me encuentras.
– Voy a encontrarte cada vez Tae. — susurra para él, como si no quisiera decirlo, como si le doliera hablar. — Yo siempre voy a encontrarte, pero por favor deja de esconderte de mí, me duele el corazón cuando no puedo verte.
Y quizás sí Taehyung se hubiera fijado más en cada detalle del rostro frente a él, habria notado como su primo lo miraba, habría notado el ligero rubor en sus mejillas ante tales palabras, pero la oscuridad no se lo permitía, su cuerpo estaba cansado y debil, y era casi imposible mantenerse despierto.
El débil corazón de Hoseok se sintió un poco alviado al encontrarlo, pero al mismo tiempo no puede asimilar la situación, se ve débil, tan pequeño y frágil, que solo atina por echarse a llorar. Lo acaricia, con cariño y trata de brindarle calor, intenta que con cada caricia su niño encuentre consuelo, que se sienta protegido por él.
Y Taehyung puede sentirlo, pero no logra calmarse, simplemente le duele más, porque en todo el tiempo que lleva de matrimonio con el azabeche, jamás lo había ido a buscar, incluso estaba seguro de que no había notado su ausencia.
– No llores Tae... — pidió Hoseok mientras se acomodaba en el suelo para poder atraer el cuerpo de su primo. — Cada que una de tus lágrimas brota de tus preciosos ojos, mi corazón sangra, siento como mi alma abandona mi cuerpo, como mi vida se desmorona lentamente; por favor no llores.
– Hyun. — lo llamó Taehyung en un susurro escondiendo su rostro en el pecho contrario y aspirando profundamente su aroma para relajarse. — ¿Tú me amas hyun?
La pregunta descolocó a Hoseok, pues ciertamente lo amaba, era culpable de desear a su primo, al esposo de otro hombre, al príncipe heredero del imperio al cual era leal. Lo sabía, muy en el fondo siempre fue conciente de que su afecto hacia el doncel iba más allá del cariño fraternal. Sabía que deseaba besar su cuerpo hasta no dejar ni un solo rincón sin explorar, que añoraba que cada sonrisa cuadrada fuera solo para él.
Su amor iba más allá de cualquier deseo carnal; Taehyung era hermoso, su cuerpo, su rostro, todo en él era precioso, pero lo que más añoraba era su alma, su bendita y preciosa alma.
Y ciertamente no estaba orgulloso, porque había crecido con él, lo había visto disfrutar su niñez y transformarse de un mocoso llorón a un hombre. Aunque no debía ser de ese modo, simplemente no podía seguir viéndolo como un integrante más de su familia.
Ya no quería hacerlo más.
Cuando Hoseok se dio cuenta de sus sentimientos había sido demasiado tarde, pues ya se encontraba en el altar, vestido hermosamente de blanco y del brazo de un pelinegro arrogante. Quizás si su tío no lo hubiera comprometido con el príncipe, ahora mismo estaría cortejandolo, quizás no se encontrarían en esta situación tan grave, y tal vez su niño estaría feliz a su lado.
Pero como bien dicen, el "hubiera" no existe, es solo la palabra preferida de los cobardes. Y Hoseok conocía muy bien ese sentimiento de cobardía.
¿Estaba dispuesto a perderlo todo nuevamente?
No.
Quería ser valiente, necesitaba serlo de una bendita vez por todas.
La evidencia estaba justo frente a sus ojos. Los rumores de que el príncipe era cliente frecuente de la casa de prostitutas, ahora parecía una cruel verdad, y ya no solo un chisme sin fundamento. Su niño estaba sufriendo y el tenía el poder de cambiar las cosas.
Quería hacer las cosas a su modo por una vez en su miserable vida.
¿Qué pasaba si se arriesgaba?
¿Qué debía responderle?
– Yo te amo Taehyung. — dijo al fin después de unos minutos de puro silencio. — Te amo tanto que en ocasiones me es difícil respirar.
Las lágrimas del castaño se secaron al percibir la verdad en sus palabras, y lentamente salió de su escondite para encontrarse con orbes cristalizados de su primo.
— ¿Por qué Jungkookie no me ama como tú, hyun? ¿Por qué su alteza no me mira como tú? ¿Por qué huye de mí? ¿Soy muy feo hyun, en verdad soy tan horrible?
Hoseok negó, tomo entre sus manos el pequeño rostro del menor, y con sus pulgares limpio el rastro salado de sus lágrimas. — Eres hermoso Taehyung, eres el angelito más hermoso de esta tierra... — tras decir eso, acercó sus labios a la frente contraria, dónde dejó un cálido beso. — El príncipe no puede mirarte como yo, porque él no te ama, y aunque lo hiciera jamás podría amarte con tanta intensidad como lo hago yo.
» Y quizás esté firmando mi sentencia de muerte, pero justo ahora no me interesa en lo absoluto, ya no puedo seguir ocultando mis sentimientos por ti, y sí, sé que no es el mejor momento, pero debes saberlo, debes ser conciente de que nada está mal contigo, y que hay alguien, aquí, justo frente a ti que te ama con locura, que te desea de todas las maneras humanamente posibles. — se tomó un momento para tomar aire, y poder ver la expresión de Taehyung, quién solo podía verlo atento, con los ojitos brillantes y expentante por más, quería escucharlo decir más.
– Desearía que fueras mío Taehyung. Me duele el alma cada que sonríes para él, cada que te toca y te besa, cuando yo me muero por ti...
Estoy muriendo de amor por ti...
» Yo soy tuyo desde hace mucho tiempo, pero quiero que tú seas mío, que me mieres y me ames tanto como yo te amo a ti.
Con una de sus manos, tomó la nuca del doncel, y con la otra acaricio la diminuta mano de su niño hasta poder entrelazarla con la propia. Admirando lo bonito que era ver su piel blanca haciendo el contraste perfecto con la acanelada del doncel. Y son rió complacido, la curvatura de sus labios era de mera felicidad con un deje de melancolía.
– Por favor sé mío Taehyung.
El castaño estaba realmente impactado y aturdido por la repentina confesión, y por todas esas lindas palabras que primo había dicho. Pero ciertamente no dudo de él, se sentía bien escuchar de la boca de alguien a quien quería y admiraba, se sentía tan malditamente bien provocar en alguien tales sentimientos y anhelos.
Lo electrizante que era por primera vez sentirse digno de adoración resultaba agobiante, pero al mismo tiempo tan bien.
Aunque no era la persona que deseaba, mentiría al decir que su corazón no se aceleró, y que a su rostro no le volvió el color, cuando sintió la respiración caliente de su hyun acercarse a sus labios.
En medio de todo su dolor y tristeza, asintió sutilmente. Quería sentirse perteneciente a algo, a alguien, al menos en este momento quería sentirse amado.
La sutil afirmación, fue todo lo que Hoseok necesitó para unir sus labios con los de Taehyung. El contacto sintiéndose como una caricia a su alma, vibrante y efervescente, en una felicidad placentera por al fin probar los dulces belfos con los que tantas noches soñó.
Ambos cerraron sus ojos dispues a disfrutar el contacto, el calor y el cariño.
Hoseok se permitió aspirar su aroma, humedecer con su lengua los belfos rececos, y gritarle entre cada sutil movimiento y succión que su boca otorgaba, lo mucho lo que lo amaba.
Era un beso lento, pero firme, con ambos jugando y descubriendo su sabor. Perdiéndose en lo bien que se sentía la mezcla de sus salivas en sus papilas gustativas. La suavidad de sus falanges recorriendo sus rostros, y los suspiros pesados que soltaban cada vez que el aire les faltaba.
Pasaron varios minutos así, simplemente siendo dos almas disfrutando de un deleite carnal que era poder besarse, conocerse de esta manera. Pero el cuerpo de Taehyung no se encontraba bien, y el ardor en su entrada le hacía recordar y aterrizar en el momento presente.
Cuando el último beso se dió por terminado, un fino hilo de saliva seguia aferrándose al contacto, y Hoseok al fin abrió los ojos, pero contrario a lo que espero, una lágrima bajo cruelmente por la mejilla de Taehyung, quién tras darle una sonrisa cómplice cerro sus ojos precipitadamente, su cuerpo se desvanecio en los brazos de su hyun, y al fin, después de mucho tiempo tiempo sufriendo, quedó inconciente.
– ¡Tae! — gritó asustado. Agitó bruscamente el cuerpo del castaño, pero este no despertaba.
El limbo armonioso al que lo llevo su primer beso con su doncel, se vio nublado por la preocupación que invadió su pecho. Se levantó lo más rápido que pudo y fue hasta que divisó su falda que recordó la tela manchada que vio en la entrada.
Con Taehyung entre sus brazos, salió de aquel almacén; y teniendo extremo cuidado, lo subió a su caballo, recostando en su pecho a su precioso angelito.
Cuando sintió que estaba seguro entre sus brazos, comenzó su cabalgata hacia el palacio...
[...]
Quizás es el complejo de "la damisela en peligro", pero cada vez que su mente se sobrecargo de abrumadores pensamientos, terminó desmayado en los brazos de otro hombre que no era su esposo.
Esta era la segunda vez que ocurría en menos de un año, y parecía ridículamente irónico que las circunstancias fueran tan parecidas, con el mismo detonante de por medio, Jeon Jungkook.
El príncipe pelinegro es como dinamita pura, y él un mechero encendido.
Ahora mismo el doncel se encuentra en la comodidad de su cama; el médico real lo ha despertado con un poco de alcohol en su naríz, para poder atenderlo como es debido.
Su ropa ha sido reemplazada por una túnica mucho más cómoda. Mientras varias sirvientas limpias sus manos y rostro con paños húmedecidos en agua tibia, el médico se haya entre sus piernas revisando con cuidado su entrada.
Tiene vergüenza, sabe que no debería dejarse ver por otro hombre que no sea su esposo, pero la situación no se presta para ponerse arisco. Necesita la atención médica, y un ungüento para aliviar su dolor.
Cuando el hombre vestido de blanco termina de revisar su cuerpo, Taehyung cierra sus piernas, y se inclina un poco para bajar su túnica y así cubrir de una bendita vez su intimidad.
El médico resulta ser un hombre de edad madura, ni tan avanzada para ser llamado anciano, pero tampoco tan joven para correr un maratón. Su contextura es delgada, su mirada es sueve, y tiene un rostro perfectamente cuidado, sin manchas, arrugas o alguna cicatriz, sus carnosos labios le hacen ver jovial a pesar del atuendo tan formal que lleva puesto. Es un hombre muy atractivo, pero su contextura no es para nada fornida, y él sabe de antemano, que los médicos no son solo almas con conocimiento sobre el cuerpo ajeno, sino que también son entrenados para enfrentar arduas batallas en dado caso de que tengan que ir a la guerra y su campamento sea atacado; pero él parece tan fino que duda un momento de su entera masculinidad.
Y quizás esté siendo un entrometido, pero ciertamente desea distraer su mente de cualquier cosa que no sea Jungkook.
– ¿Estoy muy mal, doctor? — pregunta Taehyung con evidente vergüenza.
Las sirvientas voltearon a ver al médico como esperando algo, y este simplemente asintió con tranquilidad, y tras eso, salieron una a una dejándolos a solas.
– ¿Qué le parece si me llama Seokjin, alteza? He cuidado de usted en el pasado. ¿No me recuerda? — pregunta el hombre dándole una sonrisa cerrada.
El ceño de Taehyung se frunce al tratar de recordarlo, pero simplemente no lo logra.
– Discúlpeme, pero no lo recuerdo. — confiesa apenado.
– Era muy pequeñito en ese tiempo. Yo llegué a trabajar en su casa, pero bueno su padre me recomendó al palacio, y bueno aquí estoy. — le cuenta guardando sus instrumentos en su maletín. — Me alegró mucho saber que tendría la oportunidad de verle de nuevo, aunque bueno, ciertamente no esperaba que fuera en una circunstancia así... — susurro con pena.
La mirada del doncel se inundó nuevamente de tristeza, y Seokjin estuvo a punto de correr a su lado para consolarlo.
– Voy a contarle un secreto. ¿Esta bien alteza? — el castaño levantó su vista nuevamente y asintió. — Hace muchos años, yo pase por algo muy similar a lo que usted, y solo puedo decirle que nada de esto es su culpa. No estoy enterado de las circunstancias y no voy a preguntar, es algo que no me concierne, pero usted no está solo, si le sirve de algo, siempre puede ir a mi consultorio a platicar conmigo. Voy a escucharlo atentamente cada vez que quiera.
– ¿Es usted un doncel como yo? — fue lo único que logró formular, y el médico se coloreo de rojo.
– Es un secreto que debe quedar entre usted y yo. ¿De acuerdo? Nadie aquí lo sabe, y sería un poco desastroso para mí. — le guiñó el ojo con complicidad.
Taehyung casi sonríe ante eso, pero se quedó a medias. Jamás había conocido a otro doncel, y si el médico se estaba tomando la molestia de contarle su más grande secreto debió ser por la pena que le dio su situación.
Había tratado con todas sus fuerzas por mantenerse sereno, pero nuevamente la realidad lo superó. Sus lágrimas volvieron a salir con tristeza de sus ojitos miel, y su pecho volvió a doler.
– Yo solo le pedí que parará. — susurro con tristeza. — Me dolía, nunca me había dolido así de tanto, y lo aparte, le grité y lo golpee...
En ese momento, Seokjin entendió que era lo que él doncel quería, así que sin esperar una invitación verbalizada, se acercó hasta la cama y se sentó a su lado para tomar su mano con delicadeza.
– Ya se lo he dicho, alteza, nada de esto fue su culpa. Muchas veces nos toman como un objeto al que creen, pueden usar a su antojo, pero nosotros también sentimos, nosotros también queremos disfrutar de nuestra sexualidad y no está mal, usted vio por usted, y eso está bien, muy bien.
– Pero ahora Jungkookie me odia, no querrá volver a tocarme, no me volverá a amar...
El puchero que se apoderó de su rostro resultó ser adorable. Seokjin se moría de ganas por echarse a llorar a su lado, él más que nadie lo comprendía, sabia por experiencia propia lo que él doncelito estaba sintiendo en este preciso instante, pero le debía mucho a su familia, a su padre y a él, quería mostrarse fuerte y ser un hombro en el cual pudiera llorar y desahogarse.
Taehyung estaba rodeado de personas perversas, y quizás unos cuantos le querían genuinamente, pero no tenía amigos, no tenía a nadie a quien contarle su pesar, no conocía a nadie similar a él, y si ese alguien podía ser el médico, entonces lo sería.
– Está bien llorar alteza...
– Taehyung, por favor dígame Taehyung. - lo interrumpió el castaño. — Es ese título el que me ha arrastrado hasta aquí, por favor llámeme Taehyung.
– Está bien, Taehyung. — le sonrió el mayor. — Puedes llorar todo lo que quieras, puedes romperte si quieres, pero solo si me prometes que cuando tus lágrimas se sequen volverás a brillar. — musitó con voz pausada y tranquila, no quería alterarlo más. — Eres un joven precioso, y muy inteligente por lo que cuentan por los pasillos. Tu esposo está realmente alterado detrás de esa puerta, deberías escucharlo, tal vez tiene algo que decirte.
Esas últimas palabras no debieron emocionarle tanto, no debió sentirse feliz por escuchar que su pelinegro estaba preocupado por él; pero lo hizo, su corazón volvió a latir desenfrenado y el brillo en sus ojos volvió a instalarse débilmente en sus pupilas.
No recortaba mucho de lo sucedido antes del desmayo, solo recuerda que su hyun lo encontro, tiene un vago sentimiento de sus labios siendo besados con fervor, pero no sabe a ciencia cierta si fue solo su imaginación.
Y aunque le aterra la idea de no volver a sentirse querido y acortado por su esposo, quiere verlo, necesita verlo.
– ¿Voy a estar bien? — preguntó limpiando sus lágrimas con el dobladillo de su manga.
El mayor asintió despacio y con delicadeza retiro un riso revelde que se había colado por la frente impropia.
– Todo irá de maravilla, lo prometo. — aseguro decidido, y sonrió complacido cuando notó que el semblante del castaño se relajó. — Les daré instrucciones a tus sirvientas para que te atiendan de la manera correcta, y vendré en unos días a revisarte nuevamente. ¿Esta bien Tae?
El doncel asintió nuevamente, y Seokjin al fin se levantó de la cama, tomo sus cosas y dándole una última mirada abrió la puerta.
Detras de esta, un muy angustiado pelinegro se hayaba impaciente, esperando. Y cuando el médico asintió, Jungkook no tardo ni un segundo en adentrarse a la habitación.
– Tae...
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