XXX - El Manual De Un Mafioso
Volumen III
Inducción
El Manual De Un Mafioso
Fernando Rizzo estuvo incómodo a la par que escuchaba la historia del hijo de Damián.
Solo esperaba que Sergio fuera un poco más listo, si no la descendencia de los Lombardi correría un grave peligro. Era poco ético pero necesario.
Para Gabriel no fue fácil explicar que hacía con el Padre de su enemigo, era un asunto un tanto delicado que solo se encargó de explicarle a Raffael.
Por que su protegido llegó a pensar que solo lo hizo por venganza, algo muy alejado de la realidad.
Al siguiente día Fernando observó la práctica forzosa que les imponía el Jefe de la Familia Lombardi, ahora retiraba lo dicho. No podía ser que un profesor le ganará a un capo.
Mientras tanto Gabriel veía todo desde un sitio lejano, siempre estaba atento a cualquier movimiento.
Rizzo con paso decidido se acercó a los dos y los tiro a ambos.
Aquél hombre había peleado cientos de veces sin necesidad de un arma, el hombre de ojos onix sabía como acabar con sus enemigos.
No por nada se le consideraba uno de los mejores capos.
Sergio se quedó sorprendido, lo atribuyó a la suerte, necesitaba tomarse un momento a solas por lo que se marchó. Pero Raffael no quiso hacer lo mismo, al contrario quería saber como lo había hecho.
—¿Cómo diablos pudo hacer éso?
—Hay una gran diferencia entre nosotros y esa es que yo era capaz de matar a cualquiera que se acercará a Damián, no solo a él si no a cualquiera de la familia que funde.
No basta ser una cara bonita, tienes que estar listo para matar a cualquier bastardo que se atraviese en tu camino. Bienvenido a la Mafia.
Hace años que Damián había muerto y Fernando seguía conservándose del mismo modo. El tiempo parecía haberse detenido con él.
Gabriel apartó al ex capo de su prometido, no quería que escuchará lo que estaba por decir.
—No lo tengo por su cara bonita, lo tengo por algo más que eso, inicie una guerra para obtenerlo ¿Cree qué soy capaz de dejarlo ir tan fácil?
—¿A ése grado llegó tu obsesión Gabriel?
—Iría al infierno solo por él.
—No es tan fácil como crees que es, nadie puede controlar las circunstancias que nos da la vida, ni siquiera tú puedes hacerlo.
—¿Podría enseñarle a Raffael todo lo qué sabe?
Quizás tenía algo de razón ni siquiera él podía hacerlo. Solamente usaría su poder hasta dónde fuera necesario.
Su prometido debía aprender a cuidarse sólo, además de saber como manejar el negocio familiar.
La llegada de Fernando Rizzo le hizo replantearse varias cosas, de verdad no quería terminar como su progenitor, el ser un hombre desdichado hasta el final de sus días no era una opción.
El Profesor lo estaba ablandando, cada vez le era inevitable no estar cerca de él, se había acostumbrado a sus rutinas y manías.
Conocía cada cosa que hacía al despertar, su hora de llegada, aquellos besos fugaces que le otorgaba para después sonreírle.
Lo volvía loco con cada sonido que salía de su boca cuando hacían el amor, desde hace tiempo olvido lo que era tener solo sexo y nada más.
Raffael De La Vega seguía siendo aquél hombre independiente que conocío, seguía tomándose enserio su labor dentro del Instituto.
Podía tener todo el dinero que quisiera, pero estaba empañando en continuar su vida habitual.
El resto del día se la paso pensando en él, incluso Sergio lo reprendió varias veces por distraerse.
Era extraño por que recién lo vio esta mañana.
Al terminar todos sus asuntos fue en busca de prometido, quién se había quedado dormido con los lentes puestos.
Un montón de exámenes repartidos estaban por la mesa de la habitación.
El capo lo sostuvo con cuidado y se lo llevó hasta la cama.
Al mirarlo recordó que hace 1 año y medio fue cuando llegó a pedirle ayuda. Pero hace 1 mes fue cuando se aventuro a pedirle matrimonio.
Esta vez le daría la opción de elegir, por eso dejo en sus manos la fecha en la que haría válido ese anillo de compromiso.
—Te amo y haré hasta lo imposible por protegerte. No voy a cometer el mismo error que mi Padre, voy a salvarte a tiempo de este mundo.
Y para lograrlo debía derrocar a sus últimos enemigos, destruiría a todos sin dejar rastro alguno.
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