XXI - Visitante
¿Por qué le costaba tanto asesinarlo? No comprendía la razón por la que dudaba en dispararle.
«El tiempo se acaba, es ahora o nunca» pensó, si quería terminar con esto era mejor que lo hiciera de una vez por todas.
Un visitante inesperado había aparecido, Rizzo simplemente sonrió y bajo el arma.
Sergio había llegado en un buen momento, pero solo fue por que Gabriel se lo pidió.
El capo no se quedo tranquilo después de que Raffael se fue, aún no era capaz de soltarlo por completo.
—¡¿Qué carajos estás haciendo aquí?! ¿No tienes ningún sentido de honor Rizzo? Parece que no conoces a Gabriel, si él llega a saber que estas en este Instituto no dudará en matarte.
—Por favor Sergio ya basta, no necesitamos hacer este problema más grande.
—Solo he venido a saludar, eso es todo. Le di mi palabra a Gabriel y pienso en cumplirla.
Es solo que tenía bastantes deseos de conocer al protegido de los Lombardi, ese que tanto mencionan.
—Este no es el lugar adecuado para una visita social.
Raffael guardo el revolver y se dispuso a irse, ya estaba demasiado retrasado con las cosas que quería hacer el día de hoy. Pero antes de ello saco a Sergio un momento, necesitaba aclarar un par de cosas.
—Y un favor Sergio, ninguna palabra de esto a Gabriel, ya es suficiente, dudo que Rizzo se atreva a volver después de esto —susurro en su oído—, de verdad no quiero darle más preocupaciones.
—Hasta parece que el que va a heredar el puesto de capo eres tú.
—No digas estupideces, solo quiero que no haya otra matanza. Se perfectamente que si Gabriel se entera lo va a matar.
Y para llegar a Rizzo deberá matar bastante gente y es lo que quiero evitar ¿Qué no es obvio?
—Te voy a dar un consejo, jamás se te ocurra decir eso cuando este Gabriel presente, por qué entonces si que es capaz de matarlo. Conozco a mi hermano y se hasta dónde puede llegar solo por ti.
El Profesor solo suspiro, le gustaría expresar que no es así, pero sabía hasta dónde era capaz de llegar Gabriel.
Ya conocía el alcance de sus palabras en el principal capo de los Lombardi, lo había comprobado hace unos días.
—Lo sé mejor que nadie ¿Sabes qué pasó con Tony?
—¿De verdad quieres saberlo?
—Supongo que no, prefiero no involucrarme en los asuntos de Gabriel, lo hago más por salud mental. No sé como ustedes pueden lidiar con todo esto.
Sergio se despidió de Raffael, no podía dejar sólo a Rizzo en esa oficina.
Es mejor tener al enemigo de cerca y sobre todo estar siempre alerta.
Probablemente se arrepentiría después, pero ayudaría a Rizzo a salir sin ser visto. Creía firmemente en los acuerdos de palabra, su Padre Damián Lombardi siempre se los hizo saber, debían tener honor.
—¿Qué fue lo qué te pasó Rizzo? ¿En qué momento esto se salió de nuestro alcance?
—Tu familia tiene la manía de destruir la vida de las personas. Primero mi esposa, después mi padre, por último mi hermano ¿Quién sigue? Tal vez el Profesor ¿De qué manera le van a joder la vida?
—Solo hemos tenido que ver con la muerte de Bruno, respecto a Raffael ese es un asunto que no es de tu incumbencia.
Rizzo estaba cansado mentalmente, no tenía caso discutir con Sergio.
El mayor miedo de Gabriel era que Raffael muriera entre sus brazos.
Que no pudiera hacer nada para evitarlo, el destino a veces puede ser tan cruel. Y sabía que probablemente se merecía ser infeliz.
No era la persona ideal ante los ojos de Dios, nada de lo que él era podía salvarlo de su inminente destino.
El Papa podía decir lo mucho que aborrecía la vida que llevaba “No es correcta la vida que lleva un Mafioso, ellos no puden promulgar nuestra religión, así que hoy les hago saber: abandonen la mala vida que llevan, por que no serán herederos del Reino de Dios.
Ninguno de ustedes merece morir con dignidad, después de lo mucho que han arruinado la vida de otros”.
Y encima de ello estaba saliendo con un hombre, pero su fe seguía intacta.
No dejaría de creer hasta que se comprobará lo mucho que supuestamente Dios odia a las personas como él.
En ningún lado existía una prueba contundente en el que el creador mencionara lo que esta bien ser y lo que no.
Respecto a sus malas acciones... él sabía que no era precisamente un santo, pero al menos no era un hipócrita. La Iglesia no tenía problemas en recibir su dinero.
Solamente lo hacía para que más sacerdotes pudieran promulgar su fe, aunque jamás optó por confesarse.
Conocía las maniobras de los confesionarios, aquellos que aparentemente estaban sólos para orar. Simples mentiras, una maniobra más de la Policía para escuchar conversaciones secretas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro