Raffael había ido a visitar a Gabriel, necesitaba verlo, quería sentir que de algún modo estaba haciendo lo correcto.
Deseaba tener la seguridad de que todo valía la pena, por lo que solo llegó y lo besó, aun quería preservar algo de humanidad.

No quería perderse a si mismo, todavía no quería meterse de lleno al mundo de la Mafia, un lugar del cual no se puede salir con honor y eso él lo sabía a la perfección.

El profesor se sentía nuevamente vivo, un beso del mafioso podía hacerle olvidar la realidad de la que ahora era parte.

—Te he extrañado demasiado, las cosas son difíciles sin ti. 

—Yo también amor ¿Qué tal va el negocio? ¿Por qué no dejas a Bianchi encargase de todo? 

—Le he dicho a medio mundo que eres mi marido, sabes que es mi deber cuidar del negocio hasta que te recuperes. Ya lo habíamos hablando ¿Recuerdas? 

—Si cariño, pero no me hago a la idea de que tengas que cargar con el negocio, es un trabajo pesado para ti. 

—Confía en mí, haré que estés orgulloso de lo que he hecho en este tiempo.

—¿Puedo saber de qué se trata?

Aún no le diría nada de los últimos acontecimientos, no quería preocuparlo.
Sabía lo mucho que su prometido se preocuparía, por el momento mantendría silencio, ya cuando estuviera recuperado le contaría todo lo que había hecho.

—Quiero tu aprobación mi vida.

—No la necesitas, puedes hacer todo lo que desees, solo no te metas en problemas. No quiero que te pongas en peligro, mantente al margen de los demás. 

—¡Pero me amenazaron otra vez! Yo sé que no vas a permitir que nadie me trate de esa forma. En esta ocasión fue el nuevo Jefe de los Miller, dijo cosas horribles sobre mí.

—No te involucres directamente, yo haré algo al respecto de Miller —respondió con severidad—, te quiero a salvo Raffael.
No voy a permitir que nadie te amenace, eres mío y deben hablarte con respeto. 
Quiero ver a Luca y a Bianchi diles que deseo hablar seriamente con ellos, trae también a Dante Leone.

—Todo a su debido tiempo, quiero que descanses. Cuando te recuperes haremos todo lo que quieras hacer.

Solo buscaba una aprobación, ya se había adelantado a los hechos, pero le faltaban los otros Jefes, a quienes también pensaba matar de una vez por todas.

Y no era por la forma en la que le habían hablado, todo lo que estaba haciendo era para derrocar a los enemigos de su prometido. Solo deseaba tener una vida tranquila… aunque fuera momentáneamente, no quería tragedias el día de su boda o en su luna de miel.

«Todos ellos eran unos traidores y merecían morir»

Quería un tema más ameno, por que el aura de la habitación se había vuelto algo pesada. Y en más de una ocasión Gabriel quiso levantarse e irse a ajustar cuentas.

—No voy a permitir que nadie te hable mal, quiero resolver este asunto cuanto antes.

—Por favor mi vida que sea después, te prometo que estaré bien y si llego a tener otro altercado con él te avisaré de inmediato para que hagas algo al respecto. Voy a mantenerte al tanto de todo ¿Por qué mejor no me ayudas a elegir las invitaciones de la boda?

—Elige a tu gusto.

—Gabriel te juro que te mantendré al tanto, de todas formas ya le he dicho que eres mi marido. Estoy seguro que con eso me dejará en paz. 
La boda es de los dos y quiero que me ayudas a elegir, necesito que hagas esto conmigo ¿No me amas?

—Claro que te amo mi sole, pero no esperes que me quede tranquilo después de lo que acabas de decirme.
Raffael no salgas de la casa sin portar el chaleco antibalas, no quiero perderte, me voy a volver loco si algo te pasa, amor prométeme que no saldrás sin el.

—Te lo prometo, no pienso morir antes de ser tu marido, voy a casarme contigo pase lo que pase.
Te amo Gabriel y es todo lo que importa, el amor que siento por ti es todo lo que tengo.

Tal vez había exagerado un poco las cosas, a veces olvidaba el alcance que podían tener sus palabras en Gabriel.
Pero pudo tranquilizarlo con un largo beso, después que lo vio más relajado pudo sacar el muestrario de invitaciones.
No quería planificar la boda sólo, necesitaba que su prometido también formara parte de la planificación.

Los fármacos lo dormían y por más que el principal Jefe de los Lombardi luchaba por no quedarse dormido… siempre terminaba cediendo ante el sueño, pero a Raffael le gustaba verlo dormir entre sus brazos ¿Quién pensaría que ése dulce ángel era todo un capo de la mafia italiana?

Amaría quedarse toda la eternidad con él, pero debía volver al trabajo.

Seguiría usando el arma de Gabriel, se había dicho a si mismo que solo era para la suerte, pero no era así, quería el arma de su prometido a su lado por que de ese modo lo sentía cerca de él. Era una forma de sentirse protegido por la persona que amaba y por la que daría toda su existencia, estaba sorprendido de como habían cambiado las cosas.
Hace dos años lo había conocido como el nuevo dueño del Instituto Alexandria, logró envolverlo y hacerlo desear mucho más. 
Le había pedido que confiará en él a pesar de las circunstancias, nunca había entendido a que se refería hasta que descubrió que era un capo de la mafia. 
A pesar de la verdad lo besó, era solamente la adrenalina del momento, pero aquel beso sostuvo más que eso.
Era la reafirmación de una aventura... que al paso del tiempo quiso preservar.
A veces creía que al capo le gustaba torturarlo, no había sido capaz de besarlo por su cuenta, siempre espero que él diera el primer paso. Y es que era cierto, el profesor fue quien inició los dos primeros besos y solamente lo hizo por que no quería dejarlo ir.

Quería tenerlo permanente a su lado, estaba dispuesto a descender al infierno solo por él, no solamente eso si no que había llegado al grado de querer matar a cualquiera que le hiciera daño a su prometido, los papeles se habían invertido considerablemente. 

Gabriel Lombardi no sabía que su eterno sol no era ni la mitad de lo que había sido en el pasado, tal vez pronto se daría cuenta que había creado a otro formidable miembro de la mafia.