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XLIII - Libertades

Una llamada lo salvo del encargado del establecimiento, la sensación de que le mostrará los mejores trajes lo hizo sentir realmente incómodo.
Hasta estaba tentado en preguntar si acaso podría rentar alguno, por que obviamente no podía pagarlo con su sueldo de profesor.
Aún en la nómina no le aparecía su sueldo como Director del Instituto Alexandria, pero no es como que fuera un aumento considerable.

El escuchar la voz de su prometido fue un gran alivio, estaba feliz de que haya decidido llamarlo. Él pensaba en hacerlo pero no quería obstruir su descanso, Gabriel necesitaba estar bien, nada más importaba.

—Hola amor ¿Cómo sigues?

—Bien cariño, y dime ¿Dónde estás?

—Decidí salir a dar una vuelta, quiero comprar algo de ropa.

—Compra lo quieras, corre por mi cuenta. Ya le he dicho a Bianchi que no te deje gastar dinero, si necesitas dile o tómalo tú mismo, sabes exactamente dónde guardo el dinero. No quiero que vatayes con eso ¿De acuerdo?

«Son unos malditos traidores»

La mirada de reproche del joven de ojos grises no se hizo esperar, Bianchi solo le tendió una tarjeta de crédito a su nombre.

Probablemente después se lo agradecería o quizás no, existía algo de orgullo en Raffael pero no sabía darle un «no» a Gabriel.
No le agradaba depender de su prometido en el aspecto del dinero, era suficiente con que le pagará los impuestos. De algún modo sentía que estaba en deuda con él, solo que no veía el modo de pagarle con lo que ganaba, y aunque hubiera opción sabía que jamás aceptaría su dinero.

Había un smoking blanco con pliegues negros que lo enamoró, pero de ninguna manera usaría blanco.

—¿Quiere probarse el smoking?

—No.

—¿De verdad? Por que no ha dejado de mirarlo, es una excelente opción.

—Es un buen balance interrumpió el asesor, mientras un empleado le traía una caja con un traje adentro—, queda perfecto con el que eligió el Don.

—¿Perdón?

—Siempre he confeccionado los trajes de la Familia Lombardi, también me encargué del que portó el difunto Jefe Damián, se ha convertido en una tradición. Puede ser por que me encargo de darles un toque único.

Raffael estaba tratando de asimilar las cosas, no sabía si reír o llorar ¿Qué diablos estaba pasando? «Hombre prevenido vale por dos»

El que hablará del padre de Gabriel le hizo enfrentar una realidad, Sergio ya no estaba más, ni tampoco estaba Damián, su prometido se había quedado sólo de algún modo.
Estaba seguro de que probablemente estaba destrozado por dentro, a veces se quedaba un largo tiempo abrazándolo, pero odiaba sentir las lágrimas del capo bajando por su rostro. No le gustaba verlo sufrir.

Lo único que deseaba era hacerlo feliz y estaba agradecido con Dios de que le permitiera tenerlo a su lado.
Reconocía que la forma en la que se dió su romance era poco convencional, pero la forma en la que le demostraba su amor era única. Solía llenarlo de rosas en la habitación, tal vez esta vez él haría lo mismo.

Estaba a punto de llorar al verse con el traje puesto, podía verse con un final feliz. Pero a la vez parecía tan irreal, estaba emocionado por la sola idea de caminar al altar con ese traje.
Solo estaba soñando despierto, aquel futuro lejano se veía prometedor.
Sentía mariposas revolotear en su interior, tal vez era por la idea de tenerlo a él por siempre.

«¿Podía dejar de soñar? Y empezar a creer en que todo lo que deseaba podía cumplirse»

No se arrepentía de haberlo besado la primera vez, no tenía una explicación sincera del por que lo hizo.
El problema es que Gabriel sabía como hablarle y como envolverlo en un aura distinta, pero para los demás su amor era erróneo.

Se volvió un completo traidor solo por aquél hombre, debido a ello por eso no culpo a Tony de lo sucedido.
Había traicionado a Bruno Rizzo solo para salvaguardar los secretos de un desconocido, abandono a su suerte a su compañero de departamento. No hizo absolutamente nada para salvarlo, tal vez al final solo había visto por si mismo.

«Las cosas no siempre son lo que parecen, solo que los canallas olvidan el precio de estar en la Mafia, tarde o temprano todos caerían»

Confiaría en su intuición y se llevaría el smoking, necesitaba contarle a su prometido acerca del traje.
Pero no pudo evitar pasar a revisar formatos para invitaciones, le llevaría un muestrario para que decidieran juntos. Quería incluirlo en cada detalle de la boda.
Y antes de todo no podía olvidar las rosas, quería sorprenderlo con aquel detalle.

No esperaba encontrarlo dormido pero así fue, por lo que solo le adorno la habitación con rosas.

Su cuerpo aún estaba débil y comprendía que necesitaba guardar reposo, pero no pudo evitar besarlo en la mejilla.

—Se que sonara repetitivo, pero te amo mi amor —susurró—, voglio essere con te per ora e per sempre.
Quiero estar contigo por ahora y para siempre.

Se despidió con otro beso de su prometido, le hubiese gustado hablar con él sobre la boda. Pero lo mejor que podía hacer era encargarse del negocio familiar, a la vez que se deshacía de sus viejos enemigos.

Pero antes de que eso fuera posible necesitaba arreglar un par de asuntos.

Lo primero que hizo al llegar a la fortaleza de los Lombardi fue hablarle a Luca De Santis, tenía que hablar seriamente con él, y también mando llamar al Caporegime Dante Leone, quién era el que dirigía a él mayor grupo de soldados de la familia.

—Luca ¿Cómo va le gestión de territorios? ¿Cuáles son los puntos más débiles por los que podemos atacar?

Al Numerale le sorprendió ver a Leone presente, normalmente trabajaba sólo, no esperaba tener que tratar con otros.

—Los más golpeados son los Miller, a penas se estan reorganizando, sugiero empezar con ellos. Y después hay que ir de inmediato con los Palmieri.

—Necesito los planos del territorio para ver como vamos a atacar, debemos llevar un plan base y actuar como lo amerite la situación.

—Esto debe hacerse a la de ya, necesito terminar con esto antes de que regrese Gabriel, no quiero errores ¿Entendido? He estado haciendo un par de negocios fuera de Italia, hay gente interesada en esto.
Tenemos aliados y los vamos a usar para derrocar a las otras familias.

Raffael estaba seguro de que esto se hacía ahora o nunca, tiro el cigarrillo y después coloco otra arma dentro del pantalón, necesitaban ir bien armados.
No les daría tiempo de reivindicarse a ninguna de las otras familias.

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