XLI - Vaivén
A pesar del trabajo que tenía con la organización, el joven de ojos grises se daba el tiempo de visitar a su prometido al hospital.
Aún no lo dejaban salir de ahí, pero en parte era algo positivo, ya que su amado necesitaba descansar.
Raffael estaba enamorado profundamente de Gabriel, el besarlo era como viajar al cielo, su alma había renacido nuevamente.
El profesor se quedó recostado junto a al capo y podía sonar repetitivo pero no paraba de decirle cuanto lo amaba.
Probablemente estaba viviendo en una total fantasía, no le importaba si solo era un sueño más, pero esta vez era real.
No quería abrumarlo pero lo necesitaba más que nunca, solo se dedicó a besarlo y miraba de cerca aquellos ojos que tanto adoraba.
—Siempre tengo que cuidarte cuando estas en este estado. Estoy pensando que soy un amuleto de mala suerte.
—En lo absoluto mi vida, tú lo eres todo para mí, no olvides eso.
Haz cambiado todo para bien, nunca me había preocupado por alguien que no fuera yo. Eres todo lo que necesito.
—Lo que necesitas es descansar y yo necesito trabajar, quiero tu autorización para una cosa que tengo en mente.
—Dime.
—¿Qué piensas de matar al resto de los Jefes?
El capo reflexiono un poco las palabras de su prometido, estaba tratando de digerir toda esa información.
¿Qué diablos había hecho? Sin duda no existía manera de volver a la legalidad.
—No los conozco, por ende no puedo tomar una decisión respecto a ello.
Ya había hablado contigo y Sergio en otra ocasión —suspiro—, como mencioné aquella vez, el que queda a cargo es libre de tomar sus propias decisiones.
Tú sabes si dejas las cosas como estan o mueves algunas fichas.
Actúa como lo amerite la situación, pero siempre ten en cuenta el factor de riesgo y beneficio a largo plazo.
—Me amenazaron.
—Mátalos.
—¿Sabes lo mucho qué te amo?
—Continuas siendo un traidor Raffael.
—Soy un traidor siempre que se trate de ti —dijo con una sonrisa para después besarlo—, tú me convertiste en esto mi amor. He llegado al punto en el que mataría a cualquiera si es que eso logra mantenerte a salvo.
«Valia la pena volver al pasado para traicionar a Bruno Rizzo»
No se arrepentía del pasado y ahora que estaba en la misma situación que Gabriel creía que probablemente hubiera hecha lo mismo.
El principal capo estaba ansioso por salir, pero debía seguir en el hospital. Ya que querían corroborar que no hubiera alguna especie de daño interno. Por lo que le dieron varías pautas a seguir para su cuidado.
Lo principal era tener absoluto reposo, además que debía contar con ayuda para moverse, tampoco podía cargar cosas pesadas o hacer alguna actividad que conllevará riesgo.
Las heridas podían abrirse si no tenía precaución alguna.
Además que había que recordar que todavía no se recuperaba de sus antiguas heridas.
—Gabriel necesito confirmar solo una cosa. Dime que aún sigue en pie la propuesta de matrimonio, estoy usando tu apellido y no quiero quitarmelo.
—Es tuyo, además desde hace tiempo te considero como mío. El casarte conmigo en solo una formalidad más.
—Te necesito.
Se había puesto a un costado del capo, para que ambos pudieran estar en la misma cama. El tacto de aquél hombre lo volvía loco, tal vez finalmente había conocido su precio.
Y para su fortuna siempre guardaba un condón en la billetera.
Cada vez los besos se hacían más profundos «que sea lento» pidió, no quería lastimarlo, ni empeorar su situación. Pero deseaba tenerlo de alguna forma, solo que el profesor le ordenó que no se moviera, ya que por esta ocasión el trataría de hacer algo distinto. Quería sentir un dulce vaivén en su interior, uno que pudiera quitarle las ganas que sentía en esos momentos.
Se estaba aferrando con fuerza a los tubos de la cama, no podía tocarlo y debía conformarse con sentirlo dentro.
—Te van a escuchar cariño.
—Desde hace tiempo ha dejado de importarme ¿Qué más da qué se enteren qué soy tuyo? Estoy orgulloso de que así sea.
—¿En qué te has convertido mi amor? ¿Dónde se encuentra la inocencia del profesor que conocí? Aquél que se sonrojo la primera vez que asistí al Instituto, se que el atuendo de ese día para mí. Siempre ame tus ojos, podía percibir su belleza aún con aquellos lentes de botella, de todas formas eras lo más dulce que había visto.
De verdad quería dejarte en paz, pero empeoraste todo con ese beso, después solo espere a que lo hicieras otra vez. Quería que fueras tú el que terminará cediendo y parece que lo conseguí.
«Tal vez era el deseo de escapar de la rutina»
No podía pegarse completamente a su cuerpo, solo tenía una parte dentro.
Quería escucharlo mucho más, odiaba que mordiera sus labios, los sonidos de su boca eran tan dulces y merecían ser escuchados.
Lo volteó y comenzó a ponerle atención a su hombría, subía y bajaba mientras aún su parte seguía dentro de él, moría por introducirlo completamente, pero se había conformado con escucharlo gemir.
De ninguna forma se arriesgaría a estar más días en el hospital, esta vez prestaría indicaciones a las palabras del médico. Sin embargo valía la pena complacer a su futuro marido, aunque dejará de lado su propia satisfacción.
Ahora el profesor tenía un gran desastre que limpiar, pero había valido la pena terminar en las manos del capo.
No quería ser el único desvergonzado del hospital, por lo que le quitó el condón a su prometido y metió a su boca la parte que le hacía ver las estrellas del infinito.
—Vas a mandar al diablo mi reputación.
—¿Desde cuándo te importa corazón?
—No es lo mismo tener un desliz en la casa a tener uno en público.
—El gran Jefe no puede tener debilidades, pero esos métodos son tan anticuados y yo te amo.
Soy un hombre de honor solo por ti, espero que tú lo seas también.
—Siempre mi amor.
Solo lo atrajo más hacía su entrepierna, pero debía tratar de guardar silencio. No quería que alguien más supiera acerca de su debilidad.
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