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XL - Gabriel

Finalmente el amor de su vida había despertado, ahora solo había un problema, los sentimientos albergados por un posible odio.
Los últimos días fueron un infierno para Raffael, llegó al punto en el que no se sentía a salvo. Necesitaba a su prometido más que nunca, tampoco le fue fácil el enterrar a Sergio, el verlo recostado sobre ese ataúd le hizo darse cuenta de los resultados de formar parte de la Mafia.
Tenía miedo de que Gabriel lo terminará odiando por lo sucedido, después de todo no podía evitar sentirse culpable.

Lloró demasiado en camino al hospital, le hubiese gustado estar cerca de su prometido, pero se encontraba dando marcha al negocio familiar. Debía cumplir con el deber del capo principal de los Lombardi.
Él se dió cuenta que no pertenecía a ese mundo, no le era fácil cargar con tanta responsabilidad, no sabía como su amado podía hacerlo.
En ocasiones sentía que estaba a punto de entrar en crisis, no deseaba saber absolutamente nada de nadie, incluso se olvidó de atender el Instituto, únicamente le importaba lo que había debajo de el.

Ahora tan solo quería estar cerca de su prometido y de ser posible morir junto con él. Soportaría cualquier cosa, pero menos que lo odiará.

—Amor lamento no haber estado contigo —dijo a la vez que lo abrazaba con cuidado—, me hubiese gustado verte despertar.

—No te preocupes por eso.

—De verdad lamento lo sucedido, no sé como decirte esto pero...

—Lo sé, Bianchi ya habló conmigo sobre eso. Fue mi culpa no haber detenido a Sergio, es una regla, el Jefe ni el Underboss pueden salir a la vez.
Este es solo el resultado de mis malas decisiones, lo más probable es que mi Padre ahora se encuentre decepcionado, era mi deber proteger a mi hermano y no pude hacerlo.

—Te amo, voy a estar contigo ahora y siempre.

Aún no podía soltarlo, quería protegerlo de todo como él alguna vez lo hizo, sintió como las lágrimas empezaban a descender del rostro de su prometido. Y no pudo evitar sentirse más culpable de lo sucedido.
Lo que más le dolía al capo era que ni siquiera pudo despedirse de su hermano, no poder cumplir ese duelo era lo que le hacía sentir más miserable.

—¿Tuviste problemas con el entierro?

—No quería decírtelo... pero tuve que traer a un sacerdote de afuera, ya sabes que por las palabras del papa los demás miembros de la iglesia se niegan a asistir a funerales de quién se cree estuvo implicado en la Mafia.

—¿Qué derecho cree que tiene para poder hacerlo? Es un hombre como cualquiera, es tan mortal como lo somos nosotros, no tiene el derecho de juzgar la vida de otros.
No sabe que es lo que nos llevaba a vivir de este modo, no es algo que se pueda elegir tan fácil.

«Para la Mafia la religión lo es todo»

—Esta enterrado en el mismo lugar que tus Padres, no tienes por que preocuparte por nada.

—Mi amor ¿En qué problema te has metido está vez?

—Solo he estado cuidando el negocio de mi futuro marido.

Un punto más que le hacía pensar que el vaticano lo odiaba, tampoco podía casarse por la iglesia.
Era una de las cosas que se estaba preguntando últimamente, no comprendía el por que no todos tenían ese derecho de hacer un juramento ante Dios, era demasiado injusto.
¿Qué no sé suponía que el creador amaba a todos por igual? ¿Entonces por qué la iglesia trataba tan diferente a todos? ¿Por qué se dedicaba a condenar sin razón alguna?

Tal vez no podía asistir a una iglesia para jurar su amor, pero hace tiempo había rezado y tenido una especie de conversación con el altísimo.
Le hizo la promesa de que cuidaría y amaría a Raffael De la Vega para toda la vida, le pidió que le diera la oportunidad de hacer su vida con la persona que amaba.

Parecía que realmente lo había escuchado, le dió la oportunidad de conservar al amor que tanto añoraba.
El sentir los cálidos besos de su prometido lo hacían sentir vivo, solo deseaba que no se tratara de un sueño.

—Gracias por no dejarme sólo con todo esto, también te amo.

—Te dije que no iba dejarte, no me apartarás tan fácil de ti.
Amor yo jamás te dejaré ir, es una promesa, solo quiero que estés bien.

—Bianchi me ha dicho que haz hecho un buen trabajo, estoy orgulloso de ello. Sabía que podías hacerlo, espero que no te hayan intimidado en la reunión con los 5.

¿Intimidar? Oh no, el profesor había estado de un humor terrible, incluso se dio cuenta que sin Gabriel su estado de ánimo no era precisamente el más tolerable, ni él mismo se aguantaba.

—Pues me hicieron enojar y les dije que eras mi marido. Lamento eso, me temo que les dije una mentira.

—¿Desde cuándo usas tú posición para conseguir lo qué quieres?

—Aprendí del mejor.

—Yo no te enseñé eso Raffael, jamás he usado mi posición para conseguir lo que quiero. Solo lo obtengo y ya.

—¡¿Cómo qué no Gabriel Lombardi Basteri?! ¿Quieres qué te lo recuerde? ¿O los fármacos te hicieron perder la memoria?

—No sé de que estas hablando.

Gabriel lo miro de forma inocente, claro que sabía a que se refería pero no quería decirlo.
Lo único que esperaba es que no haya arraigado otra práctica de él, pero al ver el cinturón y el arma que portaba le hizo sentir que había creado a un monstruo.

En definitiva involucro demasiado a su prometido en sus negocios, probablemente Sergio no se había equivocado en predecir que el próximo capo sería Raffael.
Una vez más su hermano pequeño tenía razón, siempre la tuvo y lo que más lamentaba era nunca haberle dejado el puesto que se merecía.
El destino siempre es tan caprichoso, que no sabes que puedes esperar el día de mañana. La única luz de esperanza que le quedaba era su prometido y estaba dispuesto a protegerlo ante todo.

«La única razón que me queda para vivir eres tú»

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