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❝ I'm So Sick ❞

Su vida fue siempre un cambio constante, esas coincidencias indeseadas fueron lo que marcaron su pasado, atormentaban aún en su solitario presente y que recordará eternamente en un futuro próximo. Un tiovivo infernal había nacido en su mente desde hacía años, y nadie estaba dispuesto a pararlo, y TaeHyung no pensaba bajar de él; era su lugar secreto, en su mente nadie podía hacerle daño, no podían llegar a él ni burlarse. Pero también era su infierno personal, donde él era su propio carcelero.

Ya no recordaba el momento en que se dejó vencer por la ansiedad. De pequeño tenía una piel canela apreciada por muchos y un cuerpo estilizado envidiado. Era un adolescente, no entendía por qué algunos lo odiaban tanto. Pero ahora, lo comprendía de tal modo que resultaba hasta doloroso.

Siempre rodeado de gente perfecta, de chicas y chicos populares y ellos apartados, perteneciendo a otra clase social simplemente por tener distinto físico. Una pared invisible los separaba de ellos y le obligaba a hablar solo con aquellos que eran como él: delgados.

Hasta que fue subiendo de cursos y la angustia fue aumentando paulatinamente. Ya no tenía tiempo para amigos ni a jugar a ser especiales, debía centrarse en los exámenes para ser admitido en la carrera de sus sueños. A partir de ahí, empezó a comer más. La tristeza por las malas notas se iba con una hamburguesa, las noches sin descanso parecían no tener importancia con una ración de patatas fritas. Y cuando su abuela murió, las lágrimas fueron reemplazadas por comida; le ayudaba a no pensar, a no llorar por ella y no sucumbir al dolor.

Cuando se quiso dar cuenta, sus amistades, aquellos con los que había jurado estar de adultos, se evaporaron en una nube de polvo que le dio en la cara y le quedó grabado en el corazón en forma de cicatriz incurable.

Costaba creer que era el mismo chico sonriente y lleno de vitalidad que alguna vez fue, pero ahí estaba, en su pequeño departamento con su siempre fiel compañera, la soledad. Sus padres querían tenerlo lo más lejos posible, era la oveja negra, el cordero extraviado del camino que le impusieron desde que se supo que venía al mundo. Debía de haber estudiado empresariales para heredar la compañía de su familia y ser un digno primogénito, pero aquello nunca estuvo en sus planes.

Desde que tuvo uso de razón la moda lo había fascinado. Las sesiones de fotos que aparecían en la televisión, las modelos siempre elegantes y perfectas luciendo atuendos únicos. Él quería hacer su propia ropa para que gente así, con su propia belleza natural resaltase aún más mientras las personas como él, se quedaban en el backstage para que el resto brillase en la pasarela.

—¡La vida...!—levantó la lata de cerveza por encima de su cabeza, con expresión pensativa y su ceño fruncido—La vida es una mierda.

Y para TaeHyung aquellas sabias palabras habían sido suficientes para dejar de estar sin hacer nada y levantarse para ir hacia la nevera, decidido a comer un poco para apagar su amargura y tristeza por su realidad. Sumido en su sesión de tortura diaria casi no se da cuenta de la nueva notificación en su teléfono. Un mensaje, un maldito mensaje de la última persona con la que quisiera hablar ahora mismo.

—No me jodas...—con frustración dejó el móvil en la mesa, escuchando como empezaba a sonar debido a todos los mensajes que estaba empezando a enviarle esa loca.

Porque estaba loca, no había otra palabra para describirla. Y extraña, eso también. HyeJin era una combinación de lujuria, estupidez y optimismo; todo aquello que odiaba lo representaba ella en su sonrisa, en su vestimenta reveladora y en ese afán de querer ayudar a todo el mundo; y si alguna de esas personas acababa en su cama, mejor para ella. Pero por algún motivo incomprensible, desde que se conocieron estuvo intentando ser su amiga por cualquier medio. Ni siquiera le había dado su número, pero nunca faltaban sus mensajes subidos de tono en cada mañana.

HyeJin era todo lo contrario a él, no tenía tabúes y enseñaba todo lo que tenía. No le importaba lo que pensara la gente de sus curvas o de su piel morena. Estar con ella era refrescante a la vez que doloroso. Tan distinto a TaeHyung pero tan igual a él...

Con la mente en blanco y con un enfado latente, empezó a leer todas las estupideces que le envió, sintiendo como su cara se volvía más roja cada vez que iba bajando más en el monólogo de aquella chica.

—Mira TaeTae, se que estás muy solo, aquí te mando links para que despierte ese ganso, después me lo agradecerás cariño. El otro día estuve con un chico, no no, era un hombre, que me puso a cu...—ya no pudo seguir leyendo más, era demasiado vergonzosa su manera de hablar. Casi podía verla a su lado, susurrándole al oído con esa mirada traviesa todos sus encuentros sexuales.

Y por mucho que lo fingiera, TaeHyung no tenía nada de inocente, su habitación celeste era un ejemplo de ello. Ese cuarto del pecado, allí donde dejaba que salieran a flote todas sus fantasías y su lujuria escondida. No, necesitaba despejar su cabeza, no podía pensar en eso ahora. Y mucho menos cuando tenía que llegar temprano a la Universidad, tenía clase de historia de la moda y el profesor era demasiado estricto; en secreto HyeJin siempre había pensado que le hacía falta una buena noche de sexo desenfrenado.

Y TaeHyung solo ponía cara de querer vomitar, intentando no escuchar las anécdotas de la rubia, cuando en realidad las anotaba en un espacio de su mente ya que las necesitaría más tarde. Esa chica era un desastre y él ya tenía bastantes en su vida, no necesitaba más tormento, pero al parecer seguía sin tenerlo claro al ver que se encontraba en la acera de enfrente, esperándolo para ir juntos.

No contestaba a sus mensajes, la ignoraba siempre que le hablaba y ni siquiera compartían el mismo curso, ¿por qué esa fijación por él? No tenía nada que ofrecer, solo una gran cantidad de pena y depresión, ¿era eso lo que buscaba de él? Tendría que estar atendiendo otros asuntos, estaba en su último año y saldría pronto al mundo laboral, y en lugar de buscar algún trabajo se la pasaba a su lado todo el día y de fiesta por la noche.

—¿Cuándo me dejarás en paz?—ni la miró, susurrándoselo cuando pasó por su lado; no se atrevía a mirarla a los ojos y ver en ellos el asco, al igual que en todos.

HyeJin no se molestó en contestarle haciendo una mueca de desagrado al oler el alcohol en el castaño delante suya, con una sudadera verde repleta de pequeñas manchas y esos pantalones deportivos varias tallas más grande de lo que debería. Se estaba dejando morir, no se cuidaba en lo más mínimo y la cerveza estaba empezando a consumirlo sin darse cuenta. Pero para TaeHyung todo estaba bien, su ropa estaba bien; iba a la Universidad no a una pasarela. Él estaba cómodo y nadie le dirigía una segunda mirada, y era perfecto, pero la rubia no estaba de acuerdo.

Siguió desde atrás al pequeño chico, por primera vez desde que se conocían en un trémulo silencio, sintiendo verdadera empatía por él. No se daba cuenta de todo lo que valía, esas caderas podrían hacer enloquecer a cualquiera, y esos muslos serían la perdición del más estrecho. ¿Por qué no se veía como lo miraba ella? TaeHyung era precioso de muchas maneras, pero siempre se escondía sin dejar que nadie apreciase su verdadero ser. Pero HyeJin lo había visto. Cada vez que se quedaba sentado en un banco del campus y escuchaba música por sus auriculares era otra persona. Una sonrisa aparecía en su frío rostro y esa piel tan pálida parecía coger color con tan solo ese gesto tan puro y genuino. Ella no era una amiga de su infancia, lo conoció cuando entró hace un año; lo conoció siendo así: frío y sin sentimientos, mirando siempre para el suelo y con ropa sin lavar y descuidada.

Sin embargo, las veces que pudo ver sus ojos se había quedado fascinada. Un azul tan puro como el mismísimo océano, unos iris tan preciosos y sublimes que la observaban con pesar y vergüenza. Desde ese momento se dio cuenta que TaeHyung era un diamante en bruto, con algunas deformaciones hechas por él mismo, por su mente y baja autoestima, haciéndolo resaltar y parecer aún más único. Porque esa sonrisa que vislumbró aquella tarde, porque esos ojos repletos de inocencia, porque esas lágrimas que ve deslizarse por su cara cada día... Por todo eso se dio cuenta de lo hermoso que era, y haría cualquier cosa para que él también lo viera.

—¿Sabes una cosa?—al final no se pudo contener y tuvo que hablar; por suerte para TaeHyung estaban ya cerca de su destino.—A pesar de lo que te envié esta mañana, no te recomiendo que veas porno.

El castaño frenó en seco, siguiendo con la mirada en el suelo, pero escuchándola atentamente con un interés evidente para HyeJin. Ese año había servido de mucho, había podido comprender su lenguaje corporal de tal manera que no tenía necesidad de que hablara.

—Está bien para desahogarte y pasar un buen rato, pero de veras que no te lo aconsejo TaeHyung, de verdad que no.—el chico giró su rostro a la izquierda, preguntando en silencio la razón. La rubia soltó un suspiro, pensando en cómo decírselo para que lo entendiera mientras volvía a caminar con esta vez TaeHyung a su lado, esperando una respuesta—Uhm, verás TaeTae, no quiero que te lo tomes a mal, pero en el porno es todo muy plástico. Cuerpos perfectos, chicos musculosos que desbordan virilidad, chicas esculturales... Esa no es la vida real. Todos tenemos imperfecciones. Estrías, grasa acumulada, vello excesivo, y está bien. Joder si está bien, ¡está perfecto! son parte de ti, debes aceptarlas y amarlas.

Se había quedado petrificado, no se esperaba tal discurso de la imprudente HyeJin, reina del sexo y el descontrol. En cierta parte tenía razón, cada vez que veía a esas personas con cuerpos hermosos se le venía el bajón y en vez de conseguir placer se deprimía porque nadie lo iba a querer de tal manera. Con sus manos en puños debido a lo doloroso que le había resultado escuchar aquello, siguió caminando con sus ojos cristalinos. Pero HyeJin no había terminado de hablar, porque lo agarró de una mano, abriendo su puño y acariciándole la palma, sorprendiendo tanto a TaeHyung que subió la cabeza y observó esa sonrisa repleta de cariño dirigida hacia él.

—Y cuando hagas el amor, esa persona amará todo aquello que tú desprecias. Ya lo verás TaeTae, ya lo verás.

El resto de la mañana no pudo prestar atención a sus clases de comercialización y estética, su mente perdida en lo que pasaría por la tarde y en las palabras de HyeJin que retumbaban una y otra vez por su cabeza, negándolas una y otra vez. No iba a quererlo nadie de esa manera, y mucho menos llegando al punto de mantener relaciones sexuales. Iba a estar solo toda la vida, con la única compañía de sus seguidores y de Blue, su otro yo.

La mañana había resultado un desastre para TaeHyung. Sus pensamientos no lo dejaron concentrarse en los profesores, apenas pudo anotar algunas palabras y los trabajos eran cada vez más extensos y complejos, pero no podía pedir ayuda, él no hablaba con nadie y nadie hablaba con él, un mutuo acuerdo que los beneficiaba a todos. Menos en esa clase de momentos, donde deseaba gritar de pura frustración y rabia. Estaban en la Universidad, no en primaria, ¿por qué les mandaban un trabajo en grupo? Con los equipos ya formados previamente por la profesora, claro, eso nunca faltaba. Aunque a TaeHyung eso no le molestaba, no tenía amigos en esa clase con los que quisiera formar equipo; ése era su segundo año y le faltaban dos más para graduarse y HyeJin ya en su cuarto año totalmente relajada y despreocupada pero sacando las mejores notas en los exámenes.

Realmente la envidiaba, y por una vez deseó que estuviera con él cuando vio a esos tres pares de ojos observarlo con extrañeza.

—¿Es mudo?—escuchó una voz grave y repleta de masculinidad dirigirse a él, pero no, no podía hablar por mucho que quisiera. Con nerviosismo cruzó sus brazos alrededor de su abdomen, intentando que no vieran lo que él. Esas manchas, esos muslos, esa grasa acumulada... Por suerte tenía el flequillo lo suficientemente largo como para tapar sus ojos y las pequeñas lágrimas que estaban siendo retenidas con la poca fuerza de voluntad que le quedaba al castaño.—Si este tío no habla no podremos hacer el proyecto, y no estoy dispuesto a suspender por este friki.

—Oye YoonGi Oppa, no sé si sabes la definición de friki pero eso no es...—esa voz tan femenina y relajante había sido aprisionada por ese tal YoonGi, que a juzgar por su tono estaba empezando a perder la paciencia.

—¡WheeIn! ¿Cómo, cómo te atreves a contradecirme delante de estos? Tienes que callarte y seguirme la corriente, eres mi novia joder, actúa como tal.

Era extraño. Por lo poco que podía ver la única chica que había en su grupo —la supuesta WheeIn— era delgada y preciosa. Sus piernas estaban cubiertas por un pantalón de cuero ajustado y unas botas de marca de la mejor calidad. Y con un cuerpo que TaeHyung sólo podría tener en sus mejores sueños. Era delgada y saludable, con un buen sentido de la moda y al parecer también tenía dinero, entonces ¿por qué estaba llorando abrazada al otro chico pelinegro? Su vida debía ser perfecta, todos deberían de amarla. Hasta tenía un novio guapo y varonil, entonces ¿por qué habitaba tal cantidad de dolor en su mirada?

—Mira pedazo de gilipollas, mírame bien.—TaeHyung estuvo tentado a reír y chocar los cinco con el chico pelinegro que aún seguía abrazando a la pobre chica al ver como YoonGi lo miraba indignado y con la boca abierta de la impresión—Sí, es tu novia y todo lo que quieras, ¿pero con qué puto derecho le dices cómo debe de actuar o lo que tiene que decir?

Por suerte la profesora hace rato que se había ido y quedaban muy pocos alumnos, porque TaeHyung podía ver que se acercaba una pelea; esa mirada felina que le dirigía al chico no era para tomarse a broma, había un brillo maligno en sus ojos, una fiera contemplando a su siguiente presa, lista para saltarle a la yugular y arrebatarle la vida.

—Park JiMin, nadie te ha dado vela en este entierro, son cosas de pareja. Entiendo que nunca hayas tenido una y no sepas lo que es, pero no metas a mi novia en esto.

El recién descubierto chico de nombre JiMin soltó una carcajada limpia repleta de asco y un tanto de superioridad. TaeHyung ya no sabía qué hacer, estaban hablando del trabajo y ahora iban a meterse en una pelea ¿sólo porque él no habló? Ya sabía que era una molestia, pero no al punto de causar tales conflictos.

El castaño, que ya había dejado de temblar para prestar atención a los futuros acontecimientos que tendrían lugar, subió un poco su mirada para poder observar mejor a sus compañeros, aquellos con los que nunca habló ni se molestó en convivir.

Nadie se esperaba lo que iba a suceder a continuación, nunca había visto esa clase de técnicas en la vida real y poder presenciarlo en primera fila era... Incómodo y un tanto abrumador.

JiMin alejó brevemente a WheeIn, susurrándole palabras de ánimo a la vez que se ponía firme y se alborotaba un poco el pelo, dándole un aspecto más rebelde y cierto atractivo singular. Se pasó la lengua por sus labios, haciéndolos resaltar mucho más con esa capa de saliva, moviendo su pequeña lengua rosada por su labio inferior y posando sus ojos almendra en YoonGi, obsequiándole una mirada sumamente coqueta que no dejaba nada a la imaginación, haciendo que al pálido empezaran a temblarle las manos de manera casi imperceptible, luchando consigo mismo por ir a tocar la piel lechosa que poseía JiMin y probar el fruto prohibido que habitaba en su boca. TaeHyung sabía que no eran los nervios lo que estaba poseyendo a YoonGi, sino una excitación tan aplastante y genuina que ni él mismo se lo creía. Quería tocarlo pero se negaba a aceptarlo, clara señal de por qué cerraba sus manos en puños y daba pequeños pasos hacia delante y atrás, titubeante de qué hacer.

Nadie se había dado cuenta de lo que le estaba sucediendo a YoonGi, cualquiera pensaría que le embargaba la rabia e indignación al ver su ceño fruncido y mejillas coloradas, pero TaeHyung veía a través de las personas, y él no era una excepción.

YoonGi estaba teniendo una batalla interna consigo mismo. ¿La atracción y el erotismo dominarían a sus principios? Porque algo estaba claro, quería besar a JiMin. Sus labios se encontraban un tanto resecos y su respiración era errática, casi como si estuviera esperando a poder probar el manjar que poseía JiMin en el interior de sus labios, soñando con una batalla donde sus lenguas peleasen y ninguna saliese victoriosa. Se estaba convirtiendo en una presa de la lujuria, eso TaeHyung lo sabía muy bien.

Pero JiMin no, por lo que con toda la tranquilidad del mundo, como si tuviera a todos a sus pies, colocó una de sus manos en el hombro del pálido, que cada vez estaba más rojo junto con sus ojos brillando y pupilas dilatadas, pareciendo que en sus iris albergaba miles de estrella fugaces del mismísimo cielo, cuando en realidad era una capa cristalina que se estaba creando producto de la lucha y negación hacia sí mismo.

TaeHyung pensó que WheeIn se molestaría al ver a su pareja estar tan cerca de alguien, pero en su lugar la misteriosa chica sonreía con una felicidad genuina, disfrutando el espectáculo que se estaba dando; y estuvo de acuerdo con ella al observar, asombrado, cómo JiMin con auténtica valentía —o estupidez, depende quien lo mire— cogía a YoonGi de la cintura con su mano restante y lo acercaba aún más a él, rozando ambas piernas y abdómenes. El pelinegro había empezado a suspirar fuertemente para llamar la atención del pálido, consiguiéndola cuando miró hacia abajo y vio a JiMin con sus ojos resplandeciendo, haciendo un hermoso contraste con la luz del día, junto a sus sonrosadas mejillas mientras se mordía el labio con extrema sensualidad. Cuando YoonGi ya tenía toda la cara completamente roja, hipnotizado por el toque de JiMin y su mirada repleta de un fuego implacable, el pelinegro le habló al oído, siendo lo suficientemente alto como para que todos lo oyeran.

—Estoy seguro, YoonGi hyung, de que si te metiera esa vela por el culo lo gozarías como nadie. Desde que te vi mi gay radar no ha parado de sonar cariño, entonces ¿por qué no mueves ese culito y sales del armario, marica?—dichas esas palabras con ese toque repleto de dulzura y fingida inocencia, con la mano que mantenía en su espalda fue bajando hasta el trasero del rubio, apretándolo y sacando un chillido al pobre YoonGi.—Cuando quieras puedo enseñarte a mover ese trasero, solo tienes que admitir lo que eres cariño, es muy fácil, ¿verdad?

TaeHyung tenía un debate interno consigo mismo. Por un lado quería reírse por la cara de YoonGi y el pequeño—gran— problema que había nacido en sus pantalones, aunque por otra sentía pena por WheeIn. Acababa de ver las reacciones de su novio ante otro hombre y en vez de disgustada, triste o enfadada, su sonrisa solo se hacía más grande, pero las lágrimas no paraba de bajar de sus ojos verde oliva, atormentando a TaeHyung al no poder descifrarla.

Porque si no podía saber lo que sentía, lo que pensaba, ¿como lo sabría? Las personas nunca decían nada, siempre se lo guardan todo y después le recriminaban por haber herido sus sentimientos. ¿Cómo sabía él que había herido a alguien si no se lo dice? Por eso no le gustaba hablar. Si no hablaba no cometía errores y las personas no podían decirle nada, no podían insultarlo a sus espaldas, y él no podía herir a nadie, ¿verdad?

—¡Quítate imbécil! C-como me vuelvas a tocar yo...—YoonGi había despertado de ese sueño en el que le había sumido JiMin con sus palabras y tacto ardiente de una forma un tanto brusca. Con su cara teñida de un color escarlata agarró a JiMin de su chaqueta, sujetándolo firmemente y justando aún más sus rostros, sin darse cuenta de ello debido a la rabia que estaba sintiendo.—Si me vuelves a tocar, te mataré gay de mierda.

El pelinegro, a pesar de el momento se echó a reír con ganas mientras apartaba a YoonGi de un manotazo. Lo miró a los ojos con una sonrisa burlesca, sintiendo verdadera pena por él.

—Pero YoonGi hyung, el que me tocó esta vez fuiste tú...—formó un pequeño puchero, haciendo ver sus labios mucho más grandes y blanditos, apetecibles para cualquiera, en un gesto de inocencia que estaba empezando a volver loco a YoonGi y que, por el contrario, divertía a TaeHyung.—Mañana quedamos a las cinco en el taller de fotografía para hacer el trabajo hyung, así que más le vale tener las manos quietas, ¿entendido?

JiMin posó sus manos en sus caderas a la vez que le sacaba la lengua y se giraba hacia TaeHyung, guiñándole un ojo mientras intentaba aguantar la risa; y el castaño estaba pasando por lo mismo que él al ver a YoonGi con el ceño fruncido y el rostro desfigurado debido a la rabia y vergüenza.

—Si serás puto.

Y esas fueron las sabias palabras de un YoonGi avergonzado justo antes de salir corriendo del lugar, siendo seguido al instante por WheeIn, que le llamaba a gritos y que a la vez se reía por el espectáculo que acababa de presenciar.

Muchos pensarían que estaría afectado por esas palabras, pero esas personas no conocían a Park JiMin, porque en lugar de decaer o replantearse sus acciones, aumentó su risa y palmeó la espalda de TaeHyung, completamente divertido.

—Já, ¿me llamó puto? Si lo fuera cobraría tan caro que ni siquiera podría obtener mis servicios.—sonrió, intentando ver los ojos del castaño que tenía delante que tanta curiosidad le había causado desde el primer día—Este cuerpazo tiene su precio, ¿sabes? Y no es barato.

Seguido de esas palabras colocó una expresión dramática, subiendo sus brazos al cielo y exclamando un dogma que, para él, era absoluto. Y eso fue suficiente para que TaeHyung ya no aguantase más y empezara a reírse libremente. No estaba en su piso, no estaba solo, se estaba riendo con alguien escuchándolo y no sintió vergüenza, no sintió miedo por su reacción. Y desde hace ya mucho tiempo, sonrió y subió un poco su rostro, lo suficiente como para que JiMin viera más de su cara y un poco de sus ojos, aquellos que siempre escondía por ser demasiado llamativos.

—Ey, ey, ey, ¡que se pare el mundo!—.JiMin posó sus manos justo donde quedaba el corazón, con una expresión de sorpresa absoluta—¿Cómo es que tienes una voz tan grave? Joder, con lo tímido que eres me esperaba una voz de pito, no la de un macho azotador.

TaeHyung paró de reír, pero aún con una ligera sonrisa asomándose por sus labios, encandilando momentáneamente al pelinegro al ver cómo cambiaba todo su rostro con solo esa expresión. Sus ojos ya preciosos de por sí adquirían un brillo especial, haciendo imposible que apartases la mirada de ellos, y sus mejillas se abultaban un poco más, por lo cual te derretías de ternura en segundos. Una lástima que para JiMin no era su tipo, sino ya lo tendría acorralado contra la pared.

—Nunca supe por qué mirabas para el suelo, pero ahora ya lo sé, te lo tenías bien escondido eh—palmeó la cabeza de TaeHyung, dándole una ligera caricia sin percatarse de lo grasoso que estaba su pelo ni asquearse por ello.—Si todos vieran tus ojos caerían rendidos por ti, por eso no los enseñas, porque sino los mundanos como yo no podrían coger cacho en la vida, ¿verdad? 

El pobre TaeHyung quería decirle que así era, pero estaría mintiendo y no quería hacerlo con una de las pocas personas que, según él, no le miraban con asco.

Las lentillas para poner otro color en los ojos le eran alérgicas, por lo cual no le quedaba más que resignarse a esos ojos, a ese color tan llamativo y que tanto había llegado a odiar. Por lo que, sumido aún en su lucha interna, atrapado en sus pensamientos que le envenenaban la mente y atormentaban a su corazón, volvió a bajar la cabeza, dándose cuenta de que había bajado la guardia durante unos momentos y que dejó ver su barriga, su sudadera, sus piernas y su rostro.

Retomó su antigua postura con sus brazos alrededor de su abdomen, sus ojos pegados al suelo y sus piernas juntas, en tensión, esperando el momento adecuado para empezar a correr. Y JiMin al fin lo entendió.

Ambos entraron a la Universidad el mismo año, llevaban juntos dos años ya y sólo estuvo observándolo, viendo lo retraído que era y cómo no dejaba que nadie se acercase a él. JiMin era alguien sin pelos en la lengua, si quería decir algo lo decía y no se callaría por nadie, pero por una vez, cerró la boca y atrajo a TaeHyung en un abrazo un tanto incómodo por la posición del castaño, pero eso no detuvo a JiMin, que había empezado a repartir caricias por su espalda, intentando reconfortarlo de alguna forma.

Porque TaeHyung estaba herido, tal y como él lo estuvo alguna vez. Pero él no tuvo a nadie, todas esas tardes en el baño vomitando la poca comida que consumía, esas noches en el hospital por haberse desmayado y ese dolor y asco que sintió hacia sí mismo ya no estaba más, él salió de allí gracias al baile y a la moda, dándole un motivo para seguir vivo y no dejarse consumir por sus pensamientos.

Y si TaeHyung no tenía a nadie, algo por lo que luchar, JiMin le daría una razón. JiMin sería ese alguien.

—Kim TaeHyung, te apellidas así, ¿no?—el mencionado asintió casi imperceptiblemente, en un trance por las caricias en su espalda que hacía tanto que no recibía.—No te conozco, apenas se tu nombre, pero se que naciste para destacar TaeHyung, en tus ojos, en los pocos segundos que pude ver tus bonitos ojos, vi una gran cantidad de luz, vi tanta esperanza y miedo...

Alejó a TaeHyung suavemente, colocando ambas manos en sus respectivas mejillas, subiendo su rostro para que lo mirase directamente y para hacerle ver la determinación con la que hablaba.

—No dejes que la oscuridad consuma todo ese brillo que tienes dentro, no te dejes vencer por los demás, no hagas caso, no pienses. Camina por los pasillos con la cabeza alta, siéntete bien, sonríe para ti y por nadie más—habló casi en susurros, sin querer estropear esa burbuja de intimidad que se había creado entre ellos, cogiendo las manos del castaño y levantándolo, riendo levemente al darse cuenta de que era más alto que él.—Y si tu mente vuelve a hacer de las suyas, dímelo, espantaré a los monstruos que habitan en tu cabeza, ¿entendido?

Y TaeHyung solo pudo llorar. 

Abrazó a JiMin como nunca lo había hecho con alguien, sin importarle su barriga, sin hacer caso a los pensamientos que le invadían ni percatándose de la hora.

Porque ahora mismo, en ese momentos donde dejaba salir su debilidad y emociones libremente en presencia de otra persona, Blue no existía, solo era Kim TaeHyung, y eso en vez de asustarle solo logró que sonriera aún más.

Porque sin darse cuenta Blue estaba desapareciendo poco a poco gracias a HyeJin, que le daba alas para volar por encima de su propio dolor, y ahora también gracias a JiMin, que le estaba haciendo ver poco a poco que él tenía valor, que él importaba y que era hermoso de muchas maneras.

Aún le quedaba un largo camino por recorrer, pero en su mente habían plantado la duda y esperanza. Pero ahora TaeHyung se preguntaba, ya en su departamento y preparándose para su sesión... ¿Quién las haría brotar?

Holaaaa! Sí, he vuelto. No actualizo mis historias y vengo con esto, ya, ya, no me peguéis porfa. ;-;


Esto iba a ser un One Shot para un concurso, pero no me dio tiempo a terminarlo para la fecha y pues, chale. Además, tenía un montón escrito y quería que saliera a la luz, así que en vez de ser un One Shot lo dividiré en partes para que sea más amena la lectura.

Esta historia tiene mucho de mí, de mis valores y recuerdos, espero que sintáis algo con esta historia (aunque sea asco por mi forma de escribir) porque de veras, me siento orgullosa de esto.

Esta mini-historia va dedicada a la chica más jodidamente increíble que conocí en mi perra vida. Te dedico esta historia, NepTaene mis valores. Esta historia es parte de mi, y espero que me llegues a conocer más mientras la leas. (¡Eso último va para todos mis lectores, ajsajsaj)

En dos días subiré la segunda parte, ¡ya va a aparecer JungKook amores míos!

Dejen sus apuestas:

50 pavos a que va a ser un capullo.

50 pavos a que será un pervertido hijo de su mamá.

O para los que se arriesgan, a los que miraron Dora la Exploradora sin gritar (mis respetos Stark), 100 pavos a que es una cosita tierna y comprensiva.

¿¡A VER QUIÉN DA MÁS!?

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