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First.

Gordo, cerdo, marrano, obeso, maricón, estorbo.

Aquellos comentarios que la gente solía hacerle se repetían con frecuencia en su mente, como una grabadora sin fin; su inconsciente mismo le traicionaba, lo torturaba por las noches justo cuando la oscuridad reinaba en su habitación.

Ser gordo no estaba mal, de hecho no había una razón para considerar aquello similar a un delito. Una persona no se define por su peso, por su belleza exterior, una persona no se define por algo tan superficial como aquello.

Lee Felix era amante de la comida, le gustaba probar todos los sabores existentes. Sin embargo el que le gustará mucho comer no era sinónimo de tener algún problema que se relacionara con no poder controlar su ansiedad. Conocía sus límites, o al menos antes lo hacía.

Sí, era gordo. Pesaba varios kilogramos. Tenía grasa en su abdomen, también en sus brazos y muslos. Eso era suficiente para que las personas lo trataran injustamente, para que cada segundo le repitieran lo que era, y para que lo mirarán con desprecio.

Él solo quería que se detuvieran. Aparentaba estar bien, fingía que esos comentarios no dolían.
Lee Felix no portaba aquella confianza que decía tener, la soledad era su compañía pero estar solo lo destruía más, no tenía a quien decirle lo que sucedía. Y sin alguien no creía poder soportarlo.

¿Qué si era gordo?


— Gordo maricón — aquel apodo, y esa voz era su pesadilla diario —. Hoy quise ser buen ciudadano y traerte yo mismo el desayuno, es una rica tarta de chocolate bañado en grasas y carbohidratos, justo como te gusta — el chico lo colocó frente a él, Felix odiaba ese postre.

Choi SeoHun era el encargado de diariamente destruirlo más, era su pesadilla, aquella de la que anhelaba tanto escapar. Aunque lo intentara de todas las maneras posibles ésta se aferraba a él, con el tiempo Felix dejó de luchar y simplemente se acostumbró.

— Llévatelo, no quiero — Lee sintió náuseas por el postre ofrecido.

— No deberías ser malo cerdito — Felix desvió su mirada e ignoro lo dicho —, trágalo.

Sin aviso previo el chico tomó su mandíbula haciendo que sus miradas chocaran, Felix observó los orbes contrarios con detenimiento. SeoHun tenia ojos de un café oscuro que llegaba a ser negro, sin poder ya evitarlo Lee dejo salir su miedo. Reconocía que estaba en una guerra donde él era el perdedor.

— Cuando yo te diga algo lo obedeces — escupió con enojo, la fuerza sobre su mandíbula aumentó, sin poder evitarlo soltó un quejido de dolor —. Ahora, abre la boca.

Apretó sus labios y negó, aún con todo el miedo recorriendo su sistema. Lee no abrió la boca, a pesar de que pudo contemplar el enojo creciendo en los ojos de SeoHun.

— No debiste nacer, nunca debiste llegar a este mundo. Solo eres un gordo horrible, nunca nadie va a quererte de esa forma. Si tan solo desaparecieras...

Choi SeoHun se apartó bruscamente y sin decir nada, dejo caer el pastel en la cara de Felix.

Cuando Choi estuvo lo suficientemente lejos, se permitió llorar.

Su camino a casa se basaba prácticamente en miradas de asco, comentarios demasiado crueles para su débil corazón.

— Debes cuidar tu alimentación, sino terminarás gorda y a nadie le vas a gustar — el murmullo de un extraño llegó a sus oídos.

Su pecho dolió, ellos no entendían. Él también deseaba ser perfecto, quería lucir guapo y tener abdominales como los modelos, intentaba hacer todo lo que ellos tanto alegaban pero nada funcionaba.

Frente a él estaban dos chicas comprando comida en el pequeño puesto de la señora Kang. Las mismas que también hicieron comentarios sobre su aspecto.

— Una más por favor, ¡Son deliciosas!

— No — contestó con seriedad —. Si sigues comiendo terminarás como ese chico, gorda y fea — sin vergüenza alguna lo señalo.

Felix logró escuchar más no hizo nada, solo observó y bajó la mirada. Intentaría no tomarle importancia, haría que dejara de dolerle ese tipo de comentarios. Pero una presente no estaba dispuesta a dejarlo pasar, claro que no.

— ¿Sabes qué? — interrumpió la señora —, la que terminará fea y gorda serás tú cariño, él no tiene nada que ver en su conversación de adolescentes inmaduras, así que si me haces favor para retirarte — extendió su brazo, dando a entender muy bien su punto —. No quiero lidiar con gente estúpida que no comprende el hecho de no podemos ser todos iguales y mucho menos seguir estándares tontos que destruyen a las personas.

Las chicas miraron corprendidas a la señora Kang, la chica mayor formó una mueca de desagrado y se fue echando humo por los oídos.

— Mi niño — la señora Kang extendió sus brazos, el chico sin pensarlo se refugió en ellos.

Su refugio, quería aferrarse a ese olor tan maternal, a la calidez y dejar de sentirse desplazado. Su cuerpo estaba tan cansado de soportarlo.

— Quiero que me acepten, eso es todo — sus palabras se ahogaron en el apretado abrazo.

— Lo sé mi niño, yo lo sé — aquellos brazos que lo sostenían se apretaron más a su cuerpo, Lee escondió su rostro en el cuello de la señora —. Ven aquí, vamos a curarte.

«Curar» ¿Habría algo que fuera capaz de curar su dolor?

Felix no dijo nada, solo siguió a la señora, dejando que lo sentara en una silla para irse y regresar con un poco de medicamentos para cuidar su herida.

— Sé que no deseas que yo maté a ese mal criado — detuvo sus movimientos, tomando ambas mejillas con cuidado para mirarlo mejor —. Sé que solo quieres esperar hasta que seas lo suficientemente fuerte para protegerte tú sólo mi niño, pero si algún día lo veo, te juro que le lanzaré mi zapato con tanta fuerza que lo dejará estéril.

Su comentario logró iluminar su triste día. La señora Kang era una persona fundamental en esos días donde su cielo se encontraba pintado de gris, la única que estaba ahí cuando lo necesitaba.

— Algún día seré muy valiente — quiso creer que lo sería.

— Sé que lo serás, corazón — le sonrió cálidamente.

La señora Kang esperaba que ese día llegará pronto o realmente aventaría su zapato.

Más tarde, bajo la soledad de su casa. Lee miraba con suma seriedad los frascos de pastillas frente él. Aún debatiéndose internamente sobre si debía o no consumirlos. Pero él estaba desesperado, necesitaba que las voces lo dejaran en paz.

— ¿Serás mi solución?

«Su uso sólo es bajo la supervisión de un médico, las consecuencias pueden ser desfavorables»

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