Capítulo 75
POV TRISH
Louis entró en la casa rápidamente, evitando la situación que iba a llevarse a acabo. Le escuché subir las escaleras mientras mi madre se acercaba con parsimonia hasta la entrada.
No sabía cómo reaccionar. Mi progenitora, a la que hacía más de un mes que no veía, se había presentado aquí, sin avisar, el mismo fin de semana que Louis decidía venir aquí, curiosamente. Por una parte me alegraba haber arreglado las cosas con él antes de que se produjera este enfrentamiento con ella. No quería que mi madre me echara en cara todo lo que un día me dijo de él.
Tomé una expresión dura y fría. Aún no había decidido perdonarla y todavía no quería verla, pero ya no podía hacer nada más que dar la cara y enfrentarla.
-Hola, hija- murmuró, con las manos en los bolsillos, puede que avergonzada, incluso. Motivos no le faltaban.
-¿A qué has venido?- no me andé con rodeos porque sabía perfectamente que si había venido aquí era por algo.
-Quería verte.
-¿Después de un mes?- me crucé de brazos-. ¿Después de que te mudaras a Nueva York, sin avisarme?
-¡Tú también te mudaste aquí sin decirme nada!- exclamó. Louis y ella tenían una cosa en común: los dos saltaban a la primera.
-¡Porque no te merecías que te dijera nada!- grité yo también y se quedó sorprendida por mi reacción. Me había cansado de jugar a ser la hija buena y perfecta. Intentó recomponerse pero su desprecio hacia mis acciones era más que palpable-. ¿Cómo sabías que estaba aquí?
-Por Dios, Trish... ¿dónde ibas a estar si no? Era obvio, lo he sabido desde el principio.
-¿Y por qué me hiciste pensar que no sabías nada?
-Ese no es el tema... ¿Cómo te has atrevido a traer a ese energúmeno a nuestra casa familiar?- exclamó con cierta impaciencia. Rodé los ojos. Pensé que había madurado en este tema, pero veía que seguía igual.
-Hablando así de él no vas a conseguir nada. Y, para que lo sepas, él no vive aquí. Vive en Oxford- contesté con dureza. Ella pareció destensarse al oír esas palabras, sin embargo, sus ganas de tener una bronca seguían presentes. Tomó una gran bocanada de aire, que se convirtió en vaho saliendo por su boca, y trató de explicar cómo se sentía.
-Trish, este tiempo he intentado pensar y darle una oportunidad... pero alguien así no merece una oportunidad por parte de gente como nosotras. ¿Sabes la clase de sustancias que toma?- suspiré, pasándome la mano por la frente. ¿Qué sabía de eso?
-Sí... Lo sé- su cara se horrorizó aún más.
-¿Y por qué sigues con él si hace todo tipo de cosas malas? No te aporta nada- intentó convencerme, sin embargo, como tantas otras veces, solo consiguió sacarme de quicio.
-No te voy a contar nada de sus problemas porque no son de tu incumbencia- contesté de malas maneras.
-No quiero que te involucre en todo esto y te contagie.
-¿Que me contagie?- la miré con desprecio-. Una adicción no se contagia por arte de magia y menos cuando esa persona detesta el producto en cuestión- odiaba todo relacionado con las drogas y ella siempre lo había sabido. Por eso, ahora me sentía como una mierda al ver cómo dudaba de mí.
Mi madre me miró dubitativa, casi de perfil.
-Prométemelo, Trish. Prométeme que no vas a caer en eso nunca.
-¿De qué sirve prometértelo si, igualmente, no vas a confiar en mí?- iba negando con la cabeza conforme hablaba.
-Este caso es distinto- rodé los ojos. Ella misma se pisaba sus propios argumentos.
-¿Para qué has venido si no es para solucionar las cosas?- espeté, cansada de que ella me provocara para acabar discutiendo. Si había venido, era para hacer algo productivo, pero no iba a tolerar que se diera un paseo por aquí solo para ponernos verdes a Louis y a mí.
-He venido a eso, hija.
-¡Pues no lo parece!- grité un poco demasiado alto. Me gustaba ver que mi nueva actitud frente a ella le hacía recapacitar.
-¿Puedo pasar?- murmuró-. Al fin y al cabo, la casa es mía- espetó con esos aires de superioridad que tanto me irritaban, por lo que contesté de la peor forma posible.
-No, es de papá.
Supe que eso era lo peor que podría decirle, recordar a mi padre, pero se escapó de mis labios sin remordimiento alguno. Quería que sintiera una parte del dolor que ella me había causado, aunque fuera recordándole a la peor persona de su vida.
-No... Trish, la casa... es mía- balbuceó-. Quedó a mi nombre después de todo...
-Sí, pero es de papá. Y cuando vuelva, seguirá siendo de papá.
-Cuando vuelva nosotras ya no estaremos aquí- se mordió la lengua y cerró los ojos con fuerza. Los recuerdos llenaban su mente, y lo sabía porque esos mismos recuerdos también estaban llenando la mía.
-¿De qué estás hablando?
-Voy a vender esta casa- murmuró con voz temblorosa.
-¿Qué? ¡No! ¡Claro que no!- exclamé alarmada-. ¡No puedes hacer eso! ¡No! ¡No es tuya! ¡También es mía! ¡No!- Louis vino corriendo por detrás preocupado y noté que se había cambiado de ropa.
-¿Qué está pasando aquí?- preguntó con el ceño fruncido, echándole una fuerte mirada a mi madre. Ninguna de las dos contestó, nos estábamos mirando la una a la otra sin parpadear.
-No puedes vender esta casa. ¿Qué va hacer papá cuando vuelva?
-¿De verdad te preocupa tu... padre?- dijo la palabra con repulsión, sorprendida y decepcionada por mi reacción.
-¡Por supuesto que no! Le odio más que tú.
Sentí el quemazón en la garganta. Ese quemazón que me envolvía cuando hablaba de mi padre. La situación era incómoda y deseaba que se diera la vuelta y se marchase.
-¿Podemos entrar dentro y no montar una escena en la calle?- Louis habló, intentando controlar la situación que se nos estaba yendo de las manos, pero le pillé mirando de reojo la casa de Will y entendí por qué lo decía.
Entramos al interior y nos dirigimos hacia el salón. No sabía a dónde íbamos a llegar estando los tres encerrados en la misma habitación. Louis no parecía tan incómodo como anteriormente, sino que tenía la actitud de arrogante que solía tener con todo el mundo, lo cual me extrañaba. Quería saber qué había pasado entre ellos antes de llegar.
-Louis, ¿puedes traernos un té?
-¿Por qué?- exclamó él con el ceño fruncido y noté que sabía que quería excluirle de la conversación un rato.
-Louis, por favor- le rogué y él me miró impasible pero, aún así, se marchó a la cocina.
Volví a quedarme cara a cara con mi madre, cada una en un sillón, sin saber exactamente qué decir.
-¿Por qué quieres vender la casa?- pregunté.
Necesitaba conocer los motivos y, después de eso, juzgar. Se miró las manos, las cuales tenía temblorosas.
-Por culpa de la empresa me estoy quedando sin capital...
-¿Cómo que sin capital? ¿Por qué?- eso no tenía sentido-. Estás en lo más alto de los diseñadores de alta costura- se restregó las manos y suspiró.
-Antes de que me fuera tan bien, en Estados Unidos hice algo- esperé atenta y asustada a que continuara-. Vendí la mitad de las acciones de la empresa a un gran accionista americano, esperando que nos ayudara a remontar.
Bien era cierto que antes del gran boom este año, la empresa no se encontraba en su mejor racha, pero nunca llegué a saber que la situación había sido tan caótica como para vender la mitad de las acciones.
-Nos ayudó, eso sí... Pero por eso tuve que hacer tantos viajes a América y tuve que trasladarme allí.
-Pero, aunque venideras la mitad de las acciones, tú sigues teniendo la otra mitad. ¿No?- agachó la cabeza con remordimientos.
-Hay más accionistas además de nosotros dos.
-¿Qué?- me quedé petrificada. La empresa de mi madre, la que ella había creado, por la que tanto se había sacrificado, la que tendría que pertenecerle al cien por cien porque llevaba su nombre, se había esfumado a manos de ricachones con ganas de llevarse más dinero al bolsillo.
-¿Cuántos accionistas más hay y quiénes son?- pregunté intentando relajarme. La situación se podría poner muy fea si mi madre no recuperaba el control a tiempo.
-Matt Henderson- Louis entró por la puerta con dos tazas en la mano que depositó sobre la mesa, sorprendiéndome con su intervención.
-¿Quién?- le miré extrañada.
-Matt Henderson- repitió.
-¿Cómo sabes tú eso?- murmuró mi madre.
-Ha dado la casualidad de que me he cruzado con algunas revistas del corazón.
-¿Quién es Matt Henderson?- pregunté todavía sin entender.
-Su novio- anunció Louis con una gran sonrisa.
-¿Su qué?- miré a mi madre, que estaba mirando a Louis con ganas de degollarle el cuello-. Mamá- llamé su atención.
-Se llama Matt, es empresario y se convirtió en accionista después de que yo no pudiera hacerme cargo de todo el dinero que había que aportar.
-Y... ¿qué es eso de que es tu novio?- me daba igual la parte anterior, ésta era la que me importaba.
-No es mi novio.
-¡Claro que sí!- contestó Louis. Era una maruja para este tipo de cosas.
-Gracias a esa relación he podido sacar la empresa adelante. Él se ofreció para ayudar con pequeñas aportaciones de capital cuando yo no podía, por eso le hice accionista.
-¿Confías tanto en él para concederle tanto poder en la empresa? ¿Hace cuánto que le conoces?- me estaba pareciendo una situación muy comprometida y, sinceramente, no la más acertada.
-Le conozco lo suficiente para confiar en él. Además, no había otra opción. O era él, o era otro, y prefería que fuera alguien a quién conocía a fondo previamente.
Louis soltó una carcajada, dando un doble sentido a sus palabras.
-Y tan a fondo...- le di un codazo para hacerle callar.
La situación me preocupaba. Mi madre no había salido con ningún hombre después de separarse de mi padre... y eso me asustaba.
-Si ese tal Matt...- me paré al pensar en que ese hombre, del cuál no sabía nada, tenía una relación amorosa con mi madre-, te está ayudando... ¿por qué quieres vender esta casa?
-Ahora el accionista mayoritario reclama el setenta por ciento de las acciones y nosotros no tenemos dinero suficiente para hacerle frente.
Se pasó la mano por la cara, quitándose el sudor. Yo también estaba acalorada porque era la primera vez en toda mi vida que temía por el trabajo de mi madre... ya que de ese trabajo dependía yo.
-Por eso necesito coger dinero de algún sitio. No sé qué más hacer.
-Es simple- comentó Louis-. Negaros.
Las dos alzamos la cabeza tras su intervención.
-¿Cómo vamos a negarnos?- le habló mi madre de malas maneras, con repugnancia.
-¿Por qué no? Él, por mucho que quiera el setenta por ciento, si vosotros os negáis no puede comprarlos las acciones a la fuerza- mi madre hizo una mueca.
-Cállate si no tienes ni idea- espetó de malas formas-. Tenemos que hacer una ampliación de capital y, al hacerla, él va a poder comprar acciones que se pongan a la venta mientras que nosotros no podemos porque ¡no tenemos dinero!- exclamó desquiciada y noté que Louis empezaba a ponerse nervioso. Su vena del cuello palpitaba con fuerza. Masculló entre dientes, conteniéndose lo máximo posible.
-No me digas que me calle si no sabes cuánto sé del tema. ¡Haber nombrado la ampliación de capital antes y te hubiera entendido!- gritó de los nervios y mi madre se sobresaltó ligeramente-. Y para que lo sepas... Sí, estáis muy jodidos.
Louis se levantó de mala leche y se largó del salón dando un fuerte portazo. Miré a mi madre, la cual tenía una pequeña sonrisa maliciosa en la boca, como si supiera que acababa de ganarle, y eso me decepcionó. Habían pasado los minutos de paz y volvíamos a estar como siempre.
-¿No podrías haberle hablado mejor? ¡Él solo quería ayudar!- exclamé cansada de su actitud.
-No, estaba yendo de listo- me reprochó.
-¡No, mamá! Estaba intentando ser amable.
-¿Le estás defendiendo?- me miró igual que había mirado a Louis hacía cinco segundos.
-¡Claro que le estoy defendiendo!- me levanté mal humorada y decepcionada. Quería ir a buscarle.
-¿A dónde vas? ¡No hemos terminado de hablar!- gritó mientras abría la puerta.
-Yo sí he terminado- la eché una última mirada y me fui.
POV LOUIS
Esa mujer estaba como una puta cabra y no iba a permitir que se diera aires de superioridad en mi presencia porque podría acabar con la cara aplastada contra el suelo. Probablemente no, porque Trish me mataría, pero ganas no me faltaban.
Salí a la calle de nuevo y el frío hizo que me fuera calmando, aunque mi pulso seguía siendo alto.
-¡Louis!- escuché la voz de Trish a poca distancia. Me paré y no sé por qué, porque debería haber seguido andando.
-No la hagas caso, ¿vale?- me hizo gracia.
-Nunca la hago caso- musité.
-Vale- me miró de una forma que no supe identificar.
-¡Trish!- gritó la loca esa que tenía por madre y los instintos asesinos volvieron al verle la cara. Las cejas me dolían de lo fruncido que tenía el ceño. No había mujer más repugnante en este planeta que ella.
-¿Qué quieres?- la interrumpí poniéndome delante de su hija-. ¿No ves que estamos hablando? ¿No te han enseñado que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?
-¡No se te ocurra volver a hablarme así!- gritó con efusividad. Pensaba que le avergonzaba montar escenas en la calle pero, ahora, estaba montando una ella sola.
-¿O qué? ¿Me vas a vetar la entrada a la casa? Según tengo entendido no es tuya- sonreí con picardía y no esperaba que lo que hiciera después fuera darme una hostia en toda la cara. Me la cruzó, literalmente.
Trish se puso histérica y comenzó a gritar cosas sin sentido mientras yo me dedicaba a contemplar la escena en un tercer plano, tocándome la mejilla. Había dado fuerte. Me gustaba ver cómo Trish se ponía histérica y me defendía a toda costa. Me ponía mucho. Era muy sexy.
-¡Eh!- escuché una voz lejana por detrás y me quise reír al ver que teníamos público pero, la risa se me fue de la boca en cuanto vi al gilipollas número uno acercarse.- ¿Qué está pasando?
El Will de los cojones me miraba como si hubiera agredido a alguien. Trish palideció al verle, también, pero fue la primera en hablar.
-Nada.
Will miró a Lillian, la cual tenía unos pelos de loca debido a la humedad el ambiente y la efusividad con la que discutía.
-¿Está bien? ¿La han hecho algo?- le preguntó el muy soplapollas.
Eso me sentó como una patada en los cojones porque sabía que iba con un tono acusatorio hacia mí. Vi como Lillian me dedicaba una mirada fría y sin remordimientos y pude notar cómo en su cara quería decir que sí, que yo era el causante de todos sus males y desgracias.
-¡Está todo bien, joder!- exclamé, incapaz de contenerme.
-No te estaba preguntando a ti- masculló aquel hombre entre dientes.
-¡No pasa nada, William!- saltó Trish y pude notar la mal hostia que tenía en el cuerpo... y Dios, me ponía muchísimo.
-¿Y qué es todo este escándalo?
-Es mi madre, así que no hay de qué preocuparse- intervino Trish un tanto avergonzada.
Me dio la risa al ver la cara de William al enterarse de que era la madre de Trish. ¡Fue todo un poema!
-¿Tu madre?- miró a la mujer-. ¿Por qué está montando este escándalo en plena calle?
-¿O sea que soy yo la que ha montado el escándalo? ¿Yo? Es culpa mía, como siempre- se hizo la víctima.
-Dios, ¡nadie ha dicho eso!- exclamé harto de sus gilipolleces.
-¡Quedaros los dos aquí y no hagáis nada!- gritó Trish histérica perdida y cogió a su madre del brazo, llevándola hacia dentro de la casa.
Se volteó una última vez para mirarnos y comprobar si la hacíamos caso y me mordí el labio inferior para que supiera lo mucho que me ponía cuando se enfadaba. Se ruborizó ligeramente y se giró avergonzada.
-¿De verdad que ésa es su madre?- me sorprendió que William me diera conversación.
-Sí, es ella- me crucé de brazos, ignorándole.
-Ahora entiendo por qué Trish se ha venido a vivir aquí sola... No he dicho nada y se ha puesto como una loca.
-Sí... Suele hacerlo con la gente que le cae mal- le sonreí con gracia.
-Estarás acostumbrado- me imitó y, por un momento, le seguí el juego.
-¡Qué va!- exclamé-. Soy su persona favorita en este mundo, su niño bonito- para mi sorpresa, Will comenzó a reírse.
-Llevas muy bien que tu suegra te odie, ¿no?- me preguntó curioso. No entendía el por qué de tanta amabilidad de repente y no me gustaba.
-¿Por qué iba a llevarlo mal? Estoy acostumbrado- miré en otra dirección, intentando olvidarme de su presencia.
-No sé por qué no me sorprende- murmuró aún animado.
-No tienes por qué intentar mantener una conversación conmigo. Lo sabes, ¿no? No tienes que aparentar que te caigo bien- espeté cansado de su estúpido juego.
-No me caes bien- remarcó lo obvio, sus ojos tornándose fríos y oscuros, aunque conservaran su azul cristalino.
-Pues no seas un puto falso intentando aparentar lo contrario- bufé cabreado.
-No sé cómo Trish te soporta- resopló él, mostrando su verdadera personalidad.
-Yo tampoco sé cómo te soporta a ti- esta vez le encaré y él me miró sorprendido.
-Ni siquiera me conoces, chaval.
-No hace falta. Conozco a la gente como tú, con aires de superioridad, que se lo tiene muy subido y en verdad son unos gilipollas de mierda- hablé despacio y remarcando cada palabra. Él se acercó a mí cabizbajo, suspirando, y me apuntó con el dedo.
-Ten cuidado con lo que haces. Recuerda que estás en mi territorio y puedes acabar en el calabozo.
-Uy, sí... qué miedo- me burlé de su amenaza. Hiciera lo que hiciera, nunca me detendría porque Trish no se lo permitiría y, si se habían hecho tan amigos, estaba seguro de que no sería capaz de decirla que no.
-Vale- se rió de que estuviera burlándone de él y eso me mosqueó. Más que mosquearme, me cabreó tanto que quise pegarle una hostia con la mano bien abierta, por gilipollas.
-Que te jodan- le solté y me fui hacia la casa.
William me gritó desde atrás, recordándome que Trish había dicho que nos quedáramos ahí. Pero él no sabía que me la sudaban las órdenes, aún viniendo de Trish.
Entré y escuché un fuerte portazo. Al llegar a la esquina casi me choqué con una Trish que echaba humo por las orejas.
-Eh- la cogí por los brazos, frenándola. Analicé su expresión. Definitivamente, estaba cabreada. Evitaba mi mirada-. Tranquilízate- mi pulgar dibujaba círculos sobre la tela de su camiseta.
-¿Qué haces aquí? ¿No te he dicho que esperases fuera?- me miró con indignación.
-Si quieres me voy- la solté e hice ademán de irme pero ella me cogió de las manos.
-No- me atrajo hacia ella y se agarró a mi cuerpo en un abrazo-. Dame paciencia, por favor- suspiró contra mi sudadera.
-¿Yo?- me sorprendí-. ¿Paciencia yo? Ni siquiera tengo para mí- me reí. Tenía gracia la cosa.
-Es que a veces no la soporto- señaló la puerta donde, suponía, estaba su madre.
-¿A veces?- pregunté de nuevo con una sonrisa.
-¡Para!- me golpeó el pecho enfadada. Me reí ligeramente. Tomé un mechón de su pelo y me lo pasé por la nariz. Olía realmente bien.
-¿Sabes que me pones muchísimo cuando te enfadas?- volví a morderme el labio, esta vez instintivamente. Me di cuenta de que lo hacía porque ella no le quitó un ojo de encima. Lo miraba hipnotizada.
-...para- murmuró, esta vez más suave.
-¿... O qué?- pregunté insinuante. Entrelacé sus manos con las mías.
-...mi madre está en la habitación de al lado- me miraba con los ojos abiertos de par en par, observándolo todo.
-Sabes que eso a mí me da igual- me acerqué más a ella. Nuestros cuerpos chocaron. Su garganta se movió al tragar saliva.
-...lo sé.
-Pues eso- acaricié su cuello con la punta de mi nariz y la sentí estremecerse.
-Ayúdame a echar a mi madre de casa y te lo recompensaré.
-¿Con sexo?- sonreí esperanzado. Ella me tapó la boca rápidamente por lo alto que lo había dicho. Lo siento, estaba emocionado.
-Ya veremos...- se marchó por el pasillo, dejándome solo.
-¡No te hagas la dura que sé que lo quieres tanto como yo!- me echó una mirada fulminante y volvió a entrar a la puerta que había cerrado, dejándola abierta, por lo que supuse que quería que yo también entrara.
Si Trish quería que echara a su madre, no iba a tener remordimientos en hacerlo.
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