Capítulo 74
POV TRISH
En cuanto fui consciente de lo que estaba pasando le aparté con fuerza, empujándolo hacia atrás con toda mi energía; no llegaron a pasar ni dos segundos. Comencé a respirar entrecortadamente, sentí la rabia y la ira crecer dentro de mí como una flor que se va abriendo poco a poco al sentir los primeros rayos de sol. La cara de William mostraba confusión y enfado por haberle empujado.
-¿Qué te crees que estás haciendo?- grité furiosa. Me pasé la mano por la boca y me limpié con fuerza, casi haciéndome daño. Will me miraba sin decir nada. Tal vez porque no quería añadir nada más para no caer más bajo o porque estaba decepcionado y cabreado.
-No me voy a disculpar, si es lo que esperas- levantó las manos en son de paz. No me lo podía creer.
-¿Qué coño te pasa?- espeté-. ¡No tenías ningún derecho a hacer eso!- grité con todas mis fuerzas pero me percaté de que Louis estaba en la casa de al lado y giré la cabeza instintivamente.
-¿Qué? ¿Ahora vas a decírselo a tu novio para que me dé una paliza? ¿O qué?- exclamó Will al ver que estaba mirando en dirección a mi casa.
-No le voy a decir nada porque ¡aquí no ha pasado nada! Lo único que he sentido ha sido asco- iba a hacer como si estos últimos minutos nunca hubieran sucedido porque solo traerían problemas y no valían la pena.
-¿Tan malo ha sido?- musitó con ironía. Se estaba riendo de mí. Para él era como un juego y él acababa de ganar porque había sido capaz de robarme un beso sin mi consentimiento.
-¡Eres un desgraciado! ¡Eres despreciable! ¡Eres...!- continué pero me cortó de repente.
-¿Por qué?- gritó esta vez él dejánfome confusa-. ¿Porque me guste alguien como tú? ¿Porque me sienta atraído por una persona en este mundo?
-Dios ¡porque tengo novio y estoy enamorada de él! ¡Y porque me sacas diecisiete años! ¿Te parecen pocos argumentos?- solté desquiciada. Él no tenía motivos para enfadarse conmigo por no haberle correspondido.
-¡Oye! ¡Yo no decidí esto!- nos señaló a ambos-. Pero eres increíblemente metomentodo y siempre quieres saberlo todo sobre mí y he llegado a un punto que eso, de joderme y fastidiarme, ha pasado a gustarme, porque me siento como si le importase a alguien por una puta vez en mucho tiempo y siento la necesidad de protegerte como lo intentas hacer tú conmigo- sus ojos decayeron y, por un breve momento, vi su yo interior mostrarse al mundo, mostrarse ante mí.
-Pues protégeme...- balbuceé. Estaba muy cabreada pero no podía enfadarme con él después de que me dijera eso porque sabía de primera mano que el corazón no elegía a la persona por la que se siente atraído, simplemente pasa-. Protégeme, pero no así- dejé de gritarle, pero aún estaba seria-. No puedes usarme como una muñeca de plástico- reiteré. Me había sentido usada.
-Ya te he dicho que no me voy a disculpar, pero- suspiró pasándose las manos por el pelo-, la próxima vez me controlaré... Es que- chistó la lengua molesto-, es cuando está él aquí que me pongo nervioso y no me puedo controlar. ¡Es un niñato y él puede estar contigo y yo no!
-Vamos, no puedes estar tan pillado. Ni siquiera nos conocemos desde hace tanto- murmuré. No había pasado ni un mes y yo nunca le había dado motivos para sentirse atraído por mí... o eso pensaba hasta ahora.
-¿Cuánto te costó a ti pillarte por él?- llevó la pregunta en mi contra, sabiendo lo que hacía.
Y sí, puede que me sintiera atraída por él mucho antes de que fuera consciente de ello y era posible que estuviera en el período de menos de un mes... exactamente como pasaba con esto.
-Pues eso- dijo William al ver que no contestaba, sacándome de mis pensamientos. Él sabía perfectamente que llevaba razón.
-No te quiero dar ilusiones porque estoy con Louis y, creéme que, no tengo planeado dejarle- dije-. No quiero confusiones. ¿Me entiendes? Respeto que yo... que yo te...- fui incapaz de decir la palabra porque me parecía algo imposible.
-¿Guste?- inquirió.
-Sí... pero no voy a dejar que te vuelvas a pasar de la raya- le advertí. No quería que por sus sentimientos no correspondidos mi relación con Louis se viera afectada.
-Lo entiendo...- murmuró separándose de mí. Ya se iba a volver a meter a su casa-... sólo me gustaría que tú también entendieses la diferencia entre amor y obsesión- soltó de golpe y lo último que vi antes de reaccionar fue la puerta cerrarse delante de mí.
Eso no había tenido sentido. Sólo estaba diciendo palabras sin sentido porque lo último que yo sentía por Louis era obsesión; y si él estaba cabreado porque no le quisiera a él era su problema pero no tenía por qué montarme líos en la cabeza porque sabía que lo que sentía por Louis era algo mucho más profundo y doloroso que una simple obsesión.
POV LOUIS
-¿Por qué has tardado tanto?- exclamé desesperado al verla entrar. Ya me había empezado a mosquear. No me fiaba de ese tío ni un pelo.
-Estaba hablando con William- respondió mirando a su alrededor.
-¿De qué estábais hablando durante tanto tiempo?- pregunté sin pizca de gracia.
-¿Qué te ha pasado?- se acercó al ver cómo tenía el dedo envuelto en papel.
-Me he quemado con la cera de una de las velas- la expliqué rodando los ojos.
-¿Y te pones papel para curarte?
-Estamos sin luz y no sé dónde están las tiritas. ¿Qué coño querías que me pusiese? Tú estabas de charla con el William ese...
-Dejemos de hablar de William, ¿sí?- la vi molesta y por una vez suspiré aliviado, sabiendo que a ella le caía tan mal ese tío como a mí-. Vamos a mirarte eso.
*
-Esto no es nada divertido- suspiré cansado. El día de hoy había sido duro y estaba agotado pero no quería irme a dormir aún. Aunque tampoco quería estar haciendo lo que estaba haciendo en ese momento.
-¡Has sido tú el inteligente que ha dejado la vela sobre la chimenea!
Sí, una de las velas la había colocado en el soporte de la parte de arriba de la chimenea y, al encender el fuego, aquello comenzó a soltar humo, y más humo, y más humo, y más humo... por lo que tuvimos que abrir todas las ventanas de par en par para que aquello se aireara, ya que se estaba haciendo imposible respirar. Aún así, el humo no salía de la estancia y comenzó a desplazarse hacia el piso de arriba. Y ahora estábamos los dos como tontos, con un par de libros y revistas en las manos, intentando sacar el aire por la ventana.
Trish estaba rara desde entonces, callada. Sabía que estaba cansada después del día tan largo que llevábamos los dos a nuestras espaldas y que lo que menos le apetecía en ese momento era tener que sacar humo por la ventana de su habitación. Le di un suave codazo en las costillas para llamar su atención.
-Lo he hecho todo a propósito. Era por si se te había olvidado lo divertido que es vivir conmigo- le guiñé un ojo divertido. Odiaba cuando tenía una cara tan seria que le llegaba al suelo.
-Sí, y qué buena forma de recordármelo, gracias. ¡Si es que cómo te echaba de menos!- exclamó.
-Menos sarcasmo y más sacar humo- ella me echó una mirada que me podría haber matado, como si de la propia Medusa se tratase.
-Deberías estar haciendo esto tú solo, ya que eres el culpable.
-Oye, que te he dejado la casa con buen olor- las velas eran aromáticas y el humo había expandido la fragancia por toda la estancia.
-No me jodas, eh- paró de abanicar y se puso seria. En el fondo sabía que ni siquiera estaba mosqueada pero le gustaba hacerse la dura conmigo.
-¿Desde cuándo dices palabrotas?- me extrañé.
-Desde que tú no paras de repetirlas. Pasar tiempo conmigo me hace mal- sonreí con orgullo.
A eso de la una de la mañana terminamos de sacar la nube de humo y ambos nos tumbamos instintivamente sobre la cama y, en la misma posición que nos tumbamos fue en la que nos levantamos a la mañana siguiente.
Me desperté antes que Trish, y eso era raro. Me levanté con cuidado y la dejé durmiendo sobre la cama. Le coloqué una chaqueta por encima que encontré en la habitación y bajé las escaleras. Había algo que no me gustaba de las mañanas en Nottingham y era la monotonía. Era una ciudad dónde nunca pasaba nada, todo era siempre igual y eso me cansaba y frustraba a la vez. Fui a dar la luz de la cocina, para ver si funcionaba, y finalmente se encendió. Abrí la nevera y mi estómago rugió con fuerza al ver la porquería de comida que había en los estantes. ¿Por qué coño Trish comía comida tan sumamente rara y asquerosa? Me estaba muriendo de hambre y no tenía nada para desayunar. Opté por ponerme la chaqueta y salir a comprar algo a algún sitio. No sabía dónde estaban las tiendas pero las encontraría tarde o temprano. Trish no tenía pinta de querer despertarse pronto.
Salí a la calle con el cielo encapotado pero, como no sabía dónde estaban los paraguas, me fui sin ninguno. Comencé a andar calle abajo y, a los poco minutos, empecé a notar las primeras gotas mojar mi cara. Acabé encontrando un rumbo hacia el centro de la ciudad. Me metí en el primer supermercado que encontré, un Tesco, y compré un par de sándwiches. Mientras estaba dentro escuchaba el sonido de las gotas caer contra el suelo y los ventanales de la tienda.
-Manda cojones...- mascullé entre dientes y una señora mayor se me quedó mirando horrorizada por mi vocabulario.
No quería salir y llegar calado a casa, así que maté un poco el tiempo dándome una vuelta por el establecimiento. Me paré en la sección de tintes para el pelo. Siempre había querido tener el pelo negro, daba un aspecto más autoritario, más peligroso... pero teñirse era de maricones. Puede que a Harry le quedara bien hacerlo pero estaba claro que a mí no. Cogí uno de los botes por mera curiosidad y me imaginé con el pelo oscuro. Sonreí ante la idea y volví a depositar el producto en el estante. Al pagar me di cuenta de que podría haberme hecho un sándwich en casa sin necesidad de haber salido, pero hacía una hora, salir a la calle y respirar parecía la mejor opción.
Cuando salí descubrí el cielo más negro que nunca. Había dejado de llover pero sabía que eso no duraría mucho tiempo. Las aceras estaban empapadas y había charcos cada dos por tres. Me cagué en todos los seres vivos de este planeta por llevar Vans. No sabía qué manía me había entrado con esas zapatillas, pero últimamente las usaba mucho y hoy, precisamente, me las había puesto, y eran de tela, y me iba a empapar.
-Asco de mundo y asco de vida- musité pisando un charco a propósito.
Estaba en medio del camino de vuelta a casa cuando, al pasar por un paso de cebra, un coche pasó a toda velocidad, sin siquiera pararse, y me empapó, literalmente, todo el puto cuerpo. Me quedé inmóvil procesando lo que acababa de pasar. Aparte de haberme calado, me había congelado, ¡me estaba helando! Miré al coche queriendo matar a quien fuera que estuviera dentro y me lo encontré parado a pocos metros de distancia, con las luces rojas indicando que empezaba a dar marcha atrás. No entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, y si la persona que conducía era tan tonta como para dar marcha atrás y venir a pedir disculpas, no sabía con quién coño estaba hablando, se iba a cagar.
De la reciente lluvia, el coche llevaba los cristales empañados y, al llegar a mi altura, el conductor decidió bajarlos y me llevé la sorpresa de mi vida.
-No voy a disculparme por esto- comentó señalando mi ropa mojada-, y no voy a negar que me he reído al ver que eras tú al que había salpicado, pero quiero saber qué estás haciendo tú aquí- me quedé paralizado, horrorizado ante la vista que tenía delante.
-No. La pregunta es qué estás haciendo tú aquí- miré a aquella mujer con el mismo desprecio con el que me estaba mirando ella-. ¿A qué has venido? Tenías que estar en Nueva York.
-Y tú en Cambridge- me respondió con frialdad-. ¿Crees que me hace ilusión venir a buscar a mi hija a Nottingham y encontrarte por las calles de la ciudad?
-¿Para qué has venido si ninguno de los dos quiere verse las caras?- sonreí con descaro, odiando cada aliento que estaba malgastando por hablar con ella.
-He venido porque necesito ver a Trish. Quiero arreglar las cosas con ella, así que sube al coche- giró su cabeza en dirección a la carretera y el coche emitió un pequeño sonido al abrir las puertas traseras.
-¿Perdón?- exclamé sorprendido-. ¿Pretendes que me monte en eso contigo? ¿Tú qué te fumas?- casi me descojoné en su cara.
-Lo que me gustaría saber es qué te fumas tú... la verdad es que prefiero no saberlo- cambió de opinión, pero ya era demasiado tarde.
-Pues maría, coca, crack... depende del estado de ánimo, ¿sabes?- comenté animado subiendo al coche y sabiendo que eso la pondría de los nervios. Observé cómo agarraba el volante con fuerza.
En verdad no sabía por qué había subido al coche, solo quería fastidiarla un rato pero no quería estar encerrado en un espacio tan pequeño con ella. Era irónico que estuviera pasando esto. Era todo jodidamente irónico y surrealista. Trish se iba a cagar en las bragas al vernos aparecer.
-¿De verdad crees que vas a ser bien recibida?- pregunté con sangre fría, mirándola por el espejo retrovisor.
-Soy su madre- respondió firme y tajante, sin dudar ni un segundo.
-La misma que la ha infravalorado y tratado como una mierda tantas veces- sonreí cuando vi que nuestras miradas se conectaban en el cristal. No dijo nada, así que continué hablando-. ¿Qué pretendes hacer conmigo?- me daba curiosidad.
-Por algún sitio habrá que empezar para recuperarla, ¿no?
-¿Y pretendes estrechar lazos conmigo?- me reí desmesuradamente-. ¡Ésa es buena!
-No creas ni por un segundo que me caes bien- me echó una mirada letal.
-Es mutuo, no te preocupes. Pero que sepas que Trish te va a echar a patadas. Si no ha respondido a tus llamadas todo este tiempo ha sido porque la tienes hasta los cojones y se ha cansado de tus gilipolleces.
-Eso va a cambiar- reiteró seria.
-Cambiar no sirve de nada cuando el daño ya está hecho.
-Hablas por experiencia, ¿verdad?- me miró con una sonrisa torcida, sabiendo el daño que esas palabras podían provocar en mí. Sentí la sangre hervir dentro de mis venas. Los puños se me cerraron instintivamente y la mandíbula se me tensó. Sentí los dientes rechinar. Se había pasado de la puta raya.
-Fíjate por dónde que la acabas de cagar por completo. Si alguna vez habías pensado en mantener una relación estrecha con tu yerno, olvídate porque tus comentarios absurdos lo acaban de joder para siempre.
-¿Vas a torturarme de por vida porque no me caigas bien?- paró el coche en seco y me pareció ver que habíamos llegado a casa.
-Mira... me da igual si te caigo bien o no, me da igual que me odies, me da igual que me prefieras muerto... lo que no me da igual, y no pienso tolerar, es que hagas más daño a Trish. Y hasta el momento no te he visto hacer nada bueno por ella.
Salí del coche de mal humor y cerré la puerta con agresividad. Posiblemente yo fuera la persona que más daño hubiera hecho a Trish, pero esto era como todo, si tenía que sufrir por algo, prefería mil veces que sufriera por mi culpa antes de que cualquier otra persona le hiciera daño. Yo podría romperla, pero era el único que sabía arreglarla.
POV TRISH
Me desperté y Louis no estaba. Busqué por la casa y allí no encontré a nadie. Le llamé un par de veces y no contestaba al móvil, pero bueno, eso no era mucha novedad, cuando era algo importante, él nunca lo cogía. Estaba cayendo el diluvio universal y no sabía ni dónde estaba. Me senté en la barra de la cocina a comer algo porque me había levantado hambrienta mientras pensaba en él.
Pensando en Louis, William se coló en mi mente, torturándome una vez más. Había pasado la mitad de la noche en vela, dándole vueltas a la cabeza, por eso me había levantado tan tarde. Sentía la necesidad de gritar y de contarle a alguien lo que me rondaba por la cabeza pero no podía contárselo a nadie, ni siquiera a Harry porque no lo entendería, y ya demasiado tenía el pobre chico con sus problemas amorosos, como para molestarle con los míos.
En verdad, no había pasado nada porque no dejé que Will me besara. Nuestros labios apenas se rozaron, pero me sentía como si le hubiera clavado un puñal en la espalda a Louis y odiaba esa sensación.
Lo peor de todo es que esto solo había hecho que me montara historias en mi cabeza donde pasaba exactamente lo mismo, pero los protagonistas eran Louis y Kylie. Y, una vez más, los celos tomaron todo el control de mi cuerpo.
Llamaron a la puerta al cabo de un rato y me até la bata para salir. Abrí y me encontré a un Louis empapado, de arriba a abajo.
-¿Se puede saber dónde estabas?- exclamé preocupada por su aspecto.
-¡No estoy de humor!- gritó y me asusté. ¿Por qué me estaba gritando?
-¿A qué te refieres?
-¡A eso!- señaló hacia atrás y mi vista se deslizó exactamente a dónde señalaba su mano.
-¿Mamá?
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Patri xx
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