Capítulo 40
POV TRISH
El despertador sonó y, al levantarme a apagarlo, sentí cómo mi cuerpo pesaba más de lo normal. Me tiraba hacia abajo, incitándome a volver a acostarme en la cama. La falta de sueño había hecho que me levantara con dolor de cabeza. Me resentí. Ojalá nada de lo de anoche hubiera ocurrido, pero ocurrió y ya no podía cambiarlo. Empujé esos pensamientos fuera de mi mente.Hoy tenía que hacer el máximo esfuerzo para concentrarme en las clases. Tenía que tomar apuntes en muchas de ellas en las que me había retrasado estos días. Me metí en la ducha somnolienta. Puse el agua fría para despejarme, sin embargo, no pareció hacer efecto. Al salir, para soportar la jornada que me esperaba, me hice un café bien cargado. Volví a subir a la habitación, una vez que hube terminado de desayunar, y metí los libros en la mochila. Me la cargué al hombro y salí a la calle.
No había nadie por allí a esas horas. Más que a nadie a quién buscaba realmente era a Louis y, gracias a Dios, no estaba. Me metí en el coche, conectando las llaves al conducto de ignición y el motor se encendió. Conduje hasta la universidad y tuve la suerte de aparcar relativamente cerca de la puerta. Dio la casualidad de que me encontré a Collin por el pasillo, igual que ayer.
-¿Hoy no vienes con Tomlinson?- me preguntó interesado. Collin era simpático pero a veces se pasaba de la raya sin darse cuenta y tendía a meterse en asuntos que no le incumbían.
-No le gusta que le llamen así- comenté.
-Lo sé. ¿A ti tampoco?
-Si no le gusta a él tendré que respetarlo- contesté, tal vez sonando un poco borde.
-Ayer cuando me dijiste que estábais juntos ¡casi me da algo! Nunca hubiera imaginado a Louis Tomlinson saliendo con una chica en una relación estable, y mucho menos alguien como Trish Parker- murmuró asombrado todavía, haciendo aspavientos con las manos.
-¿Qué quieres decir con eso?- pregunté, no del todo segura sobre cómo tomármelo.
-No sé, tú eres muy buenecita, estudiosa, aplicada y él... él es un cabrón- se rió, suavizando lo que acababa de decir-. Nadie esperaba veros juntos, desde luego. Es más, yo pensaba que tenías un rollito con ese de Medicina... ¡el de rizos!- exclamó. Tuve que contenerme las ganas de reír. ¿Yo y Harry? Si él supiera...
-Ya ves que no.
Entramos en la clase y nos sentamos en nuestros sitios, acabando ahí la conversación. Gracias, Collin, por traerme de nuevo a la mente a Louis ahora que debía concentrarme. Suspiré y saqué los libros correspondientes a la asignatura.
La clase resultó ser principalmente práctica, lo que me hizo desconectar la mayor parte del tiempo y centrarme en aprender todas las pautas que dictaminaba el profesor. Clases como esta hacían que amara más mi carrera y que me dieran más ganas de pasar al mundo laboral.
Hoy no tenía ninguna clase compartida con Harry, lo que me fastidió. Me hubiera gustado hablar con él, pasar un rato con un amigo y despejarme un poco de tantos apuntes y fórmulas.
El día estaba siendo muy aburrido. No sabía si era por las clases o porque no esperaba que pasara nada emocionante como cuando Louis pasaba a buscarme por las tardes.
Acabé la jornada más cansada de lo normal. El café me había mantenido despierta toda la mañana pero el cansancio estaba comenzando a bajar y a ser casi imposible de soportar. Salí de la universidad casi a rastras, esperando llegar a mi coche y rezando para que no me quedara dormida mientras conducía de vuelta a casa.
-Ey, ¡Trish!- levanté la vista para encontrar que Sebastian estaba andando hacia a mí con la mano levantada para captar mi atención. ¿Qué hacía aquí?
-Hola- saludé educadamente, aunque sin tener la menor intención de hablar con él. Sólo quería llegar a casa.
-¿Sales ahora?- preguntó con curiosidad.
-Sí.
-¡Vaya! Yo he salid...
-Media hora antes- le corté haciéndo que él se quedara sin saber qué decir-. Recuerdo cuando Ashley y yo teníamos que volver a casa, por eso lo sé.
-Ah, claro...- sonrió, haciendo que sus perfectos dientes blancos brillaran con el sol del mediodía-. Y ¿qué haces?- preguntó indiferentemente con las manos en los bolsillos.
-Iba hacia el coche para volver a casa. Estoy muy cansada.
-¿No viene tu novio a recogerte?- preguntó como quién no quiere la cosa pero él y yo sabíamos que iba con segundas. Me tomé mi tiempo para responder.
-No, hoy no- corría una suave brisa que ondeaba mi pelo hacia atrás y hacía que el flequillo de Sebastian se moviera de arriba a abajo ligeramente.
-¿Y eso?- preguntó, aún sabiendo que no le importaba nada dónde estuviera Louis.
-Tenía cosas que hacer- no es asunto tuyo, me hubiera gustado decirle, más bien. Mi mirada fría, como las que solía poner Louis, se alejó de sus ojos.
-No pretendo ofenderte- se disculpó-, tan sólo trataba de entablar una conversación y preguntarte por las cosas cotidianas- el lenguaje que utilizaba me recordaba tanto al que debía usar en el ambiente de mi madre que me aborrecía.
-Mira, Sebastian, aprecio que quieras conversar conmigo, pero no es el mejor momento- traté de explicarle, ya cansada. Además, no estaba mintiendo. Quería llegar a casa de una vez.
-¿Sabes que puedes llamarme Seb, verdad?- murmuró con un manto de picardía.
-Prefiero Sebastian. No somos tan amigos como para ponerte diminutivos- expliqué un tanto molesta.
-¡Trish!
En ese momento me paralicé. Había escuchado a Louis llamarme. Mis ojos se pusieron en alerta a buscarle para comprobar si era cierto o si me estaba imaginando cosas. Lamentablemente, no era mentira. Estaba justo al lado de mi coche, montado en la moto y, por lo que desde aquí podía ver, no estaba de buen humor. El pelo se le movía por el aire y tenía la mandíbula tensa.
-¿No has dicho que no venía a buscarte?- me preguntó Sebastian extrañado. Yo estaba igual. No sabía qué hacía Louis ahí.
-Sí... es que a veces me da sorpresas así, ya ves...- miré de reojo a Louis y me estaba observando con una de sus miradas letales-. Tengo que irme- le dije a Sebastian-, ¡hasta luego!- exclamé y me fui hacia el coche sin saber cómo iba a encarar a Louis. No sería justo si encima me dijera que estaba enfadado conmigo.
Al llegar, le miré y le susurré un hola que no estuve segura de que hubiera oído pero él me contestó.
-Vámonos ya.
Pisó el acelerador en su moto, haciendo que rugiera y yo me metí sin rechistar en el coche.
Me había pasado todo el día ignorando los pensamientos sobre todo lo que había pasado ayer y ahora, que había llegado el momento de enfrentarlos, no sabía cómo hacerlo, y en el transcurso del camino de vuelta de la universidad hasta casa no me daba tiempo a pensar en nada. Arranqué y me uní a la calzada con Louis por detrás, escoltándome. Tampoco podía pensar mucho porque debía concentrarme en conducir. Cuando solamente me quedaba una calle para girar y llegar a casa, Louis se puso delante, haciéndome señas para que le siguiera hasta la suya. No estaba muy segura de qué hacer. No sabía si debía resignarme a ir o ceder de forma tan fácil. Obviamente, la segunda opción no estaba dispuesta a hacerla pero tampoco quería complicar más las cosas, por lo que me vi obligada a seguirle. Deseaba acabar con esto e irme a dormir cuanto antes, aunque tenía la corazonada de que no saldría pronto de allí. Aparqué el coche al lado de su moto. Él no se molestó en esperarme, se fue directamente hacia la puerta. Cogí todas mis cosas y me adentré poco después de él. La casa estaba en silencio.
-Vamos- intervino Louis desde el final del pasillo, asustándome. No le había visto. Le eché cierta mirada para que dejara de darme órdenes. Como siguiera de ese humor me marcharía -. Harry y Gemma han salido a comer al centro comercial. Van a a tardar en volver- me informó y se dirigió al salón.
Suspiré y tomé aire. No me quedó más remedio que seguirle.
-¿Qué hacías con ese pringado?- nada más entrar en la habitación, la pregunta me estalló en la cara. Louis tenía una mano apoyada en una de las sillas de la mesa principal y me miraba serio.
-No estaba haciendo nada. Me saludó y yo le contesté. Nada más. Deja de desconfiar en mí cuando no te he dado motivos para hacerlo.
-Sólo te estoy haciendo una pregunta- se encogió de hombros, defendiéndose.
-No, me estás acusando y lo sabes- le reproché.
-¿Quieres algo de comer?- me ofreció, aún serio.
-No- la verdad era que sí, pero quería acabar con esto cuanto antes.
Él pasó por mi lado y salió de la habitación, dejándome sola. Me quedé ahí parada sin saber muy bien qué hacer. Opté por buscarle. No estaba bien que me dejara ahí si su intención era la de hablar conmigo. Le encontré en la cocina con los brazos cruzados, mirando el microondas, el cuál sonó a los pocos segundos indicando que lo que fuera que había metido estaba listo. Sacó un plato de pasta y se giró para dármelo.
-Sé que siempre llegas muerta de hambre de clase, así que hazme un favor y cómetelo- me demandó-.Entiendo que estés enfadada conmigo pero tu cuerpo no tiene la culpa.
En estos momentos odiaba que conociera tantas facetas de mi vida porque las posibilidades de mentirle y que se lo creyera se reducían a un cinco por ciento o menos. Colocó el plato sobre la pequeña mesa de la cocina y me senté en la silla. Él se sentó en la de enfrente. Empecé a comer mientras él me observaba en silencio. Era una situación un tanto incómoda.
-¿Qué quieres, Louis?- acabé diciendo nerviosa. Él se removió en la silla antes de hablar.
-No quiero que estés enfadada conmigo- murmuró. Sus ojos nunca se apartaban de los míos.
-¿Cómo no quieres que lo esté?- exclamé. No podía estar diciéndolo en serio-. Ayer me...- me paré a la mitad, incapaz de continuar.
-¿Qué? ¿Ayer qué?- sus ojos azules me miraban impacientes.
-Me hundiste, literalmente- acabé diciendo y suspiré. Mi mente estaba reviviendo todo el mal trago que pasé anoche y sentía las emociones a flor de piel una vez más.
-Pero... es que no te entiendo- se restregó la cara con las manos nervioso-. Ayer te expliqué que no había pasado nada entre ella y yo. Hice lo que hice porque echaba de menos salir de fiesta y divertirme, echaba un poco de menos ese ambiente pero te pedí perdón. ¿Por qué sigues enfadada?
-Louis, no se trata sólo de eso. ¿Es que no lo ves?- volví a suspirar irritada. ¿Era yo la única que no veía normal esta situación?-. Cada vez que te enfadas me tratas como una mierda. Me atacas con tus palabras, me acusas de cosas que no he hecho y me humillas, ¡como si no te importara nada!
-No quiero que me dejes- susurró.
-¡Y yo no quiero que me trates así!- exclamé-. ¿Vas a acabar peleando conmigo cada vez que tengas uno de tus berrinches?- pregunté, notando cómo se me erizaba el vello de los brazos de la adrenalina que estaba cogiendo al soltarlo todo.
-No sé, Trish... no sé lo que estoy haciendo, de verdad que no lo sé. No tengo ni una mísera idea de cómo manejar lo que siento y nadie me dice cómo hacerlo bien.
-Lo único que no debes hacer es daño a la otra persona y, sinceramente, de todo el tiempo que he estado contigo no sé si me has hecho más daño o más feliz. Tendría que pensarlo- mi corazón iba a mil en ese momento. Sentía mis palabras haciéndome daño a mí misma, aunque fueran dirigidas hacia él. Pero era la cruda realidad. Alargó su brazo para tocarme. En ese momento sus ojos estaban claros como el agua del mar.
-Te juro que yo no quiero hacerte daño pero ¡no puedo evitar ser como soy! Ya te lo dije una vez. ¡No soy bueno para ti! Nunca he sido bueno para nadie porque siempre la jodo y acabo siendo un hijo de puta. Siempre acabo tendiendo a cagarla y hacerlo todo mal. Siempre, o como mucho, o no pruebo bocado en todo el día. O duermo trece horas o me paso las noches en vela. O me paso el día rodeado de gente o no salgo de mi habitación. Nunca he conocido el gris de las cosas y contigo tampoco. Siempre he odiado a la gente y a ti, en cambio, te quiero como no he querido a nadie en toda mi vida. No soporto que estés enfadada conmigo, ni que me evites cuando te hablo.
-Es difícil no hacerlo cuando estás enamorada de un idiota- respondí aún molesta. Buscó mi mano con la suya y la cogió.
-Ya sé que soy un idiota. Perdóname por serlo.
-Siempre dices eso y siempre acabas haciendo lo mismo, vuelves a comportarte como tal.
-Ey- se echó para atrás, colocándose en su respaldo-, es la primera vez que estoy enamorado de alguien. Las cosas nunca salen bien a la primera vez. Hacen falta muchas caídas y muchas remotadas para lograr el éxito.
-Alguna vez me gustaría verte en mi posición, siendo yo la capulla y tú el que sufre- me crucé de brazos y él se empezó a reír. Le miré atónita y confusa. Podía estar muy enfadada con él, pero aún así tenía que morderme el interior de la mejilla para no reírme con él. ¿Cómo podía ser tan tonta? No tenía ni un poco de personalidad. Estuve sufriendo hasta que dejó de reírse.
-Antes de conocerte nunca supe lo que era mirar a una persona y sonreír sin ningún motivo.
Con eso logró sonrojarme ligeramente. Era como si me hubiera leído el pensamiento. Podíamos ser polos opuestos pero éramos más parecidos de lo que creíamos.
-Ya ves, te quiero y no quiero perderte porque mi vida ha sido mejor desde el día que te encontré, y lo sabes. Incluyendo todas las peleas que tuvimos al principio y todas las veces que discutimos porque no nos soportábamos.
Mi corazón se derretía lentamente. Estaba bastante impresionada. Lo rompían y curaban cada dos por tres y aún así seguía funcionando, seguía manteniéndome con vida, aunque las cicatrices que dejaban esas roturas permanecerían por un tiempo.
-No soportaría que me dejaras. No después de lo bien que estábamos hasta ahora, por favor- me suplicó. Me costaba entender cómo ayer podía estar gritándome furioso y hoy sentirse tan arrepentido.
-Louis, si no te dejé ayer... no lo voy a hacer hoy.
Una expresión de alivio se extendió por su rostro. Era consciente de que cualquier otra persona le habría dejado pero yo me preocupaba por él, a pesar de todo, y me gustaba escuchar sus explicaciones, si es que tenía alguna que darme, y los motivos por los que hizo lo que hizo.
-Pero, Louis, no puedes seguir guardándote lo que sientes porque eso te destruye por dentro. Lo único que hace es conducierte al aislamiento, a la violencia y a la desesperación y es la causa de que acabes explotando siempre.
-No es algo que quiera. Es algo que debo hacer- la repentina alegría que mostraba hace unos segundos se había desvanecido y ahora su aura esta cubierta de negatividad.
-¡Claro que no!- exclamé indignada. ¿Cómo podía decir eso? Ninguna persona en su sano juicio podía ser tan masoquista.
-Sí, Trish. Los tengo que ocultar porque sino harían daño a los demás.
Susurró. Su confesión me dejó descolocada. Siempre decía que pasaba de la gente pero con eso acababa de demostrar que sí le importaban, en realidad. La fachada que mostraba sobre su alma era completamente distinta a lo que había en su interior e incluso a mí me quedaba por desvelar el gran secreto que era Louis.
-Pero es que si no los sacas te acabarán haciendo daño a ti- traté de explicarle y de que entrara en razón. No iba a dejar que se destruyera de esa manera. Guardarse las cosas para uno mismo era de lo peor que uno podía hacer.
-Dime, ¿cómo te hubieras sentido si te hubiera dicho que quería alejarme un rato de ti, que me estabas tocando los cojones y necesitaba respirar? No contestes. Te hubiera jodido y mis palabras te hubieran herido. Por eso hago lo que hago, Trish.
Me sorprendieron sus duras e insensibles palabras pero me había supuesto ya que eso era lo que había pensado para actuar de esa forma, así que no me pilló del todo desprevenida.
-Prefiero que me hagas daño unos segundo a mí a que tú acabes enterrado en la mierda de sentimientos que nunca dijiste el resto de tu vida- confesé.
Que él hablara de sus problemas era lo más conveniente para todos. Así no acabaríamos peleando y él se abriría más conmigo, lo que me haría conocerle mejor. No fui consciente de que me estaba mirando sin quitar la vista ni un segundo de mí. Me puso nerviosa la intensidad de su mirada. Creo que nunca podría acostumbrarme a la fuerza que tenían sus ojos azules cuando se lo proponía. Era como si me atravesaran la piel.
-Sabes que nunca he creído en el amor, ¿no?
-...sí, ya me lo dijiste una vez- no sabía a dónde quería llegar con esto. Tenía unos cambios de humor tan repentinos que nadie era capaz de descifrarle.
-Siempre he pensado que era algo absurdo. Dedicar tu vida entera a una persona. ¡Es ridículo! El amor no existe. Lo que pensamos que sentimos cuando nos gusta mucho una persona es tan sólo una reacción química de nuestro cuerpo. Es atracción, no amor. No hay amor como tal. Lo que entendemos por amor es el conjunto de cosas que una persona ha hecho por nosotros, son las promesas que ha hecho y ha mantenido, es ver que se ha preocupado por ti, son todos los momentos especiales que te ha hecho pasar, son todas las veces que te has sentido tú mismo a su alrededor, eso es el verdadero amor. Y antes me preguntaba por qué una persona luchaba por conquistar a otra o por volverla a enamorar si todos en este mundo íbamos a morir solos y amargados. Ahora me replanteo si vale la pena luchar tanto por el amor. Y ha sido en este momento, cuando te he mirado a los ojos, que me he dado cuenta de que no sólo sería capaz de luchar por ti, si no que estoy listo para la guerra.
____________________
He de confesar que he acabado llorando escribiendo este último párrafo de Louis :' Espero que os haya gustado tanto como a mí, así que comentad mucho y votad, me haríais super feliz :))) ¡os adoro!
Patri xx
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro