Capítulo 34
POV TRISH
El brillo de sus ojos parecía sincero. Tuve que reprimir la sonrisa que me salía siempre que decía esas dos palabras.
-Gracias- murmuré y él besó mi frente. El contacto de sus labios contra mi piel provocó mariposas en mi estómago que me hicieron reír.
Agradecía el esfuerzo que parecía estar haciendo para que esto saliera bien. Lo apreciaba mucho y me hacía feliz pensar que quería estar conmigo tanto como yo con él.
-¿Hace cuánto que tocas?- le pregunté cambiando de tema. Los dos nos sentamos en la cama.
-Cuando llegué a Cambridge por primera vez empecé a... salir con una chica- no iba a decir que me sentaba mal que hubiera salido con otras chicas pero cada vez que nombraba alguno de sus ligues tenía una sensación muy desagradable-. Ella tocaba la guitarra e insistió en enseñarme. Era muy pesada y molestada. Sólo estaba con ella por el sexo pero, supongo que después de todo, acabé aprendiendo algo- me sonaba raro que fuera tan honesto conmigo y ciertos detalles se los podía haber ahorrado, verdaderamente, pero apreciaba que me lo contara.
-¿Por qué tocas?
-Normalmente lo hago para intentar relajarme cuando estoy muy cabreado, pero no llega a ayudar mucho. Después de tocar sigo enfadado pero, por lo menos, me despejo la mente por un momento.
-Tienes un pequeño problema calmando tus nervios a veces...
-Lo sé- él medio rió amargamente. Se echó para atrás, quedando tumbado en la cama. Cerró los ojos suspirando-. Me gustaría saber cómo calmarme porque, de verdad, que cada vez que me pongo de mala hostia solo quiero hacer en destrozar todo lo que está a mi alrededor. Siento como mi interior comienza a arder y necesito sacar ese fuego hacia fuera de alguna manera. Tú... ¿tú como... te calmas?- él preguntó sorprendentemente. Me miró inseguro de qué hacer.
-Te aseguro que me siento como tú cuando me enfado pero trato de no pensar en lo que me enfada. Intento olvidarme de lo que está pasando- contesté cerrando los párpados-, y pienso en otra cosa porque, sino, acabaría sintiéndome miserable y con ganas pegar a alguien en la cara- Louis se rió y eso me hizo sonreír. Le había visto muchas veces serio por eso cada vez que reía me llenaba de vitalidad.
-¡Eso es exactamente lo que me pasa a mí!- comentó entre risas. Tal vez no se esperaba que fuéramos tan parecidos-. Pero yo no me quedo con las ganas de pegar a alguien, yo le pego- la sonrisa poco a poco se fue desvaneviendo.
Tenía el ceño fruncido. Estaba pensando en algo y solo esperaba que no fuera en que él siempre tendía a hacer cosas malas y que nunca saldría de ese bucle en el que parecía vivir.
-Deberías dejar la guitarra en su sitio. Harry volverá en cualquier momento- le avisé.
-Ya...- murmuró levantándose de la cama como si su cuerpo pesara más de lo normal.
Parecía triste. Un aura de melancolía se había adueñado de él y no sabía por qué ni por qué tan de repente, de un momento a otro. Triste, como si tuviera que ocultar sus sentimientos siempre, como si no tuviera alguien en quien confiarlos realmente, como si se sintiera solo a pesar de que yo estuviera con él, como si fuera la persona más miserable del mundo. Tal vez él no era consciente de que yo sí era capaz de mirar más allá de su fachada de chico que no tenía preocupaciones, pero sentía en mis propias carnes sus sentimientos como si fueran los míos propios. Louis aparentaría no tener problemas, pero los tenía, y muy gordos, y él lo sabía. Y también sabía que yo empezaba a darme cuenta de ello, por eso confiaba en mí, porque confiaba en que yo le ayudara, porque no quería sentirse un desgraciado toda su vida. Aún así, no comprendía por qué había pasado de estar riendo a tener esa cara de pena.
Cogió la guitarra y se la llevó a la habitación de Harry. Esperé hasta que volvió, que no fue hasta que hubo pasado un rato, y se fue directamente a la cama, metiéndose dentro.
-¿Qué haces?- pregunté insegura de sus acciones.
-Me voy a echar una siesta. ¿Te quieres unir?- esbozó una pequeña sonrisa de lado que me dejó totalmente desconcertada. Su aura parecía haber cambiado de nuevo. Al final iba a acabar mareada como siguiera cambiado su humor con tanta facilidad.
-¿Tengo otra opción?- me pregunté subiendo hasta la cabecera de la cama. No quería que notara que le había estado dando vueltas a su comportamiento, por lo que trataría de actuar normal.
-Sí, sí que tienes, pero quiero que escojas quedarte conmigo- negué varias veces para mí misma pensando en lo impredecible que era mientras me metía en la cama a su lado.
Me cogió de la cintura y me acercó a él, abrazándome. Su respiración chocaba contra mi frente. Su corazón latía con fuerza bajo mi mano.
-Ojalá pudiera acostarme a tu lado todas las noches- dijo en un susurro que derritió mi corazón.
-Puedes hacerlo, por ahora- añadí.
-Lo sé, pero pronto eso cambiará- no estaba dispuesta a que volviera a ponerse melancólico sin ningún motivo. Le miré a los ojos y descubrí que él ya me estaba mirando a mí.
-No pienses en eso ahora. ¿Por qué vas a amargarte por algo que va a tardar en pasar?
POV LOUIS
No era amargura, era impotencia de tener que permanecer siempre en las sombras. En cuanto volviera su madre todo volvería a ser como antes. Tendríamos que vernos a escondidas y ella viviría más preocupada de que se su madre se enterara que de estar conmigo. No es que quisiera hacerme amigo de su madre, ni mucho menos. Esa mujer me daba ganas de todo menos de ser su amigo. El rencor que tenía hacia ella desde que se llevó a Trish a Nottingham y la alejó de mí se lo guardaría por siempre. Por su culpa me metí en un mundo que no me convenía, un mundo que me destrozó y me seguía persiguiendo desde entonces. Trish se pensaba que lo llevaba bien y que lo había dejado pero una vez que probabas las drogas era difícil dejarlas, aunque trataba de mejorarlo por ella. No quería vivir en las sombras por siempre. Quería decirle a todo el mundo que estaba saliendo con esa chica tan increíble. Pero primero, tenía que salir con ella. El resto estaba hecho, pero no estaba seguro de si ella estaba preparada para salir conmigo de nuevo. Sabía que cuando me dejó acabó muy disgustada, y más después de todas las cosas que le dije y que no pretendía. Fui un hijo de puta y no sabía ni por qué. La quería y aún así la hice daño y, tal como yo estaba haciendo un esfuerzo para controlar mis ataques de ira, ella estaba haciendo un esfuerzo para confiar en mí otra vez. Necesitaba su completa confianza para que esto funcionara, porque de verdad que quería que esto funcionase.
-¿En qué estás pensando?- la encontré mirándome con curiosidad en sus ojos color miel. Tenía el ceño fruncido mientras esperaba mi respuesta, tratando de descubrir qué pasaba por mi mente. Podría observarme cuanto quisiera que nunca descubriría mis pensamientos. Había estado escondiendo mis sentimientos demasiados años. Ya era un experto.
-Nada- traté de sonreír dulcemente y de alejar los pensamientos oscuros de mi cabeza mirándola a los ojos. Siempre acababa perdido en ellos. Ver mi reflejo en sus pupilas me producía una sensación extraña en el estómago.
-Estás actuando muy raro hoy- dijo. Podía notar la confusión en sus ojos.
-Creí que siempre lo hacía- sonreí. Enredé uno de mis dedos en su suave cabello, dándole vueltas sobre él mismo.
-Tienes razón- parecía que, lentamente, y con esos pequeños gestos estaba consiguiendo que se relajase y se olvidara de su pregunta.
Nos quedamos dormidos mientras le acariciaba el pelo. Me desperté al sentir cómo se movía al otro lado del colchón para levantarse. La miré sin que ella se diera cuenta de que me había despertado y vi cómo se iba por la puerta sigilosamente. En cuanto la hubo cerrado de nuevo me levanté y la seguí hasta abajo, donde la encontré empezando una conversación con Gemma. Aparecí por la puerta y las dos me miraron.
-Trish, vámonos- le informé interrumpiendo su animada charla.
-¿Ya?- estaba totalmente desconcertada por mi comportamiento. Tanto como yo. ¿Quería que se fuera? No, pero debía irse.
-Sí. Mañana tienes clases y necesitas descansar. Ya has estado demasiado tiempop aquí- ella se quedó callada, intentando buscar las palabras para expresar lo que quería decir, pero no le salían.
Antes de que pudiera pensar en algo la alcancé la mano y me la llevé hacia la puerta. Gemma exclamó una despedida a la que no sé si Trish llegó a contestar. La saqué de la casa y nos dirigimos a la suta en silencio. Ella no hablaba. Parecía estar molesta y no entendía por qué. Sólo la estaba cuidando. Se suponía que los chicos tenían que cuidar a su chica ¿no? Así era como funcionaban estas cosas de pareja a las que no estaba nada acostumbrado. Mañana se tenía que levantar muy temprano y su fin de semana no había sido productivo, que dijéramos. Necesitaba relajarse un rato. Al llegar a su casa nos paramos en frente de la puerta y yo me incliné para besarla, pero ella no parecía estar por la labor de darme un beso tal y como yo quería y, en cuanto mis labios tocaron los suyos, se separó y se metió dentro, murmurando algo parecido a un adiós. No entendía nada pero no le di importancia. Mujeres...
Cuando volví a casa, Harry ya había vuelto de su tarde de estudio. Me subí a mi habitación sin decir nada, como siempre.
-¡Louis!- me paró mi amigo por las escaleras. Tenía los ojos irritados de haberse pasado toda la tarde leyendo. Le pasa siempre que se excedía con la lectura.
-¿Qué?- pregunté despreocupado.
-¿No me vas a contar qué pasa con Trish?- puso los brazos sobre las caderas y giró la barbilla hacia un lado. Aunque no se le notara, había veces, como esta, que parecía un maricón de pura raza.
-¿Qué pasa con ella?- pregunté de mala gana. Harry sabía perfectamente que no me gustaba que me hablaran de estas cosas.
-Te pasas tres días enteros en su casa y ¿no me lo vas a explicar?- se mostró ofendido. Hay que joderse.
-¿Por qué tendría que hacerlo?- el chico se quedó desconcertado en ese momento. Alcé una ceja, incitándole a que contestara.
-Porque soy la persona que más te conoce y Trish es mi amiga. Quiero saber que te traes con ella. Sabes que es una buena chica, no juegues con sus sentimientos.
-Mira tío, primero... sabes lo que me jode que me hables de esa forma, creyéndote superior. Aquí el mayor soy yo y dos... pensaba que sabías perfectamente lo que sentía por Trish.
-¿La quieres?
-¡Claro que la quiero, joder!- tras esa confesión Harry se quedó mudo. Nunca le había expresado sentimientos tan íntimos y ahora me sentía hasta mal, porque nunca le había dicho a él que le quería. Creía que era algo obvio.
-Y ¿ella lo sabe?- murmuró lentamente.
-Sí- fruncí el ceño-. Estás muy raro. No te me acerques más. Me irritas.
Le dejé solo en la escalera y me encerré en mi habitación. Harry y su puta manía de querer enterarse de todo.
POV TRISH
En cuanto cerré la puerta detrás de mí no pude aguantar más las lágrimas. No entendía por qué lloraba. Nunca he sido una persona que llorona pero Louis siempre parecía saber exactamente cómo ponerme sensible. Odiaba llorar. Es más, había veces que quería llorar y simplemente no me salía. Ahora, en cambio, no había quién me parase. Las lágrimas caían sin cesar por mis mejillas porque no sabía por qué me había echado de su casa y me había traido aquí para luego marcharse y dejarme sola. Era consciente de que necesitaba su espacio, que no estaba acostumbrado a estas cosas, y ya bastante había durado tres días sin despegarse de mí, pero él no tenía porque haberlo hecho de esa manera tan fría. ¡Pensé que quería estar conmigo! No me lo esta inventando, eso era lo que me había dicho esa misma tarde, que le gustaría poder dormir conmigo todas las noches. Entonces, ¿por qué se ha ido? No tenía que haber dicho eso si no lo pensaba de verdad porque lo único que hacía era confundirme. Trish, tienes que parar de llorar,esto no tiene ningún sentido, me repetí a mí misma varias veces. Debería irme a dormir. Ya ni siquiera tenía hambre. Fui directamente hacia mi habitación. Solo eran las siete y me acababa de despertar de una siesta, no me iba a dormir tan fácilmente. Suspiré. Me puse el pijama y metí todos los libros que necesitaría para las clases de mañana. Cogí el pequeño iPod y apagué la luz. Pretendía que lo único que ocupara mi mente fuera la voz de Michael Bublé y Close Your Eyes parecía la mejor opción para empezar. Pronto me di cuenta de que no. Con los primeros versos de la canción vi que toda ella me recordaba a Louis. Era absurdo, pero sentía como si la voz de Michael se transformara en la de él y fuera el chico de ojos fríos el que me la cantara. No me torturé más y pasé de canción, esperando que la imagen de Louis se borrara de mis pensamientos por un rato y dejara de atormentarme.
Me desperté varias veces en mitad de la noche y desde las seis ya no pude recuperar el sueño, cosa que me fastidió bastante porque me pasé una hora dando vueltas en la cama sin hacer nada hasta que sonó el despertador. Me levanté de mal humor. Me vestí sin ganas, sin siquiera pensar en lo que me estaba poniendo y a penas me maquillé, tan solo pasé un poco de rimel por mis pestañas. Bajé a desayunar. Tenía hambre, eso sí. Mi estómago pedía a gritos que le diera algo de comer. La ausencia de cena anoche se hacía notar ahora. Preparé unas tostadas, un té, unos cereales y un yogurt. Me senté en la mesa a comermelo, disfrutando del asolador silencio que rodeaba la casa. Me lo tomé con paciencia. Si fuera por mí, no iría a clase. No tenía ganas de tener que conducir hasta la universidad ni de atender a las clases de ese día. Tuve que poner bastante fuerza de voluntad para levantarme de la silla e irme. En cuanto salí por la puerta me detuve. Louis estaba en la calle, en frente de mí. Parpadeé un par de veces porque pensé que estaba tan dormida que mi subconsciente estaba imaginándose cosas.
-Quita esa cara de rancia- exclamó desde la moto. Estaba claro que mi vista no me fallaba. Louis tenía una sonrisa de lado en la cara y me miraba divertido, aguantándose la risa-. Vaya cara que tienes- bromeó con picardía. Después de cómo me había tratado ayer venía aquí y me llamaba fea en toda la cara. No estaba de humor para soportar sus bromas.
-¿Qué haces aquí?- le corté.
-¿Llevarte a clase?- preguntó como si fuera lo más obvio del mundo.
-No hace falta- le contesté colocándome la mochila en la espalda y andando hacia mi coche.
-¿Por qué tienes ese carácter?- me preguntó desconcertado, con el ceño fruncido.
-Te puedes responder tú mismo- de verdad que no tenía ganas de verle ahora mismo. Tal vez al terminar las clases, pero este momento no.
-Trish, ¿qué te pasa?- se acercó a mí y me agarró del brazo, impidiéndome andar, como siempre hacía, demandándome con los ojos una respuesta.
-Me pasa que ayer me soltaste aquí como si de un perro me tratara. Primero me dices que quieres pasar conmigo todas las noches y luego me echas de tu casa para dejarme aquí sola- sentí las pupilas de Louis palpitar y cómo en sus ojos iba creciendo el fuego.
-Espera, espera, espera... ¿qué?- exclamó perdido. Se pasó las manos por el pelo nervioso y después se acarició las patillas-. Ayer lo expresé claramente. Tenías que madrugar, por eso te traje de vuelta aquí y no me quedé porque pensé que necesitarías estar un rato sola después de todo este fin de semana. Joder, estoy alucinando. Por una jodida vez que me preocupo de hacer lo que sea mejor para ti, ¿me vienes con esos ataques? Cojonudo.
- Escuchad Close Your Eyes de Michael Bublé -
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