Capítulo 31
POV TRISH
-Pero... ¿Cómo supiste el día exacto?
Era muy mala para las fechas. Algunas las podía recordar, como el día que me pidió ser su novia, pero otras, como el día que conocía a alguien, no. Conoceríamos a muchas personas a lo largo de nuestra vida y no era de esas que iba marcando en el calendario la fecha en que conocía a alguien nuevo.
-Busqué mensajes que envié ese día. Esa noche detuvieron a Cole, así que tenía bastantes. No me fue difícil encontrarlos, ya sabes que uso poco el móvil.
-Yo...- me quedé con la boca abierta sin saber qué decir. Miles de pensamientos rondaban mi mente sin orden ni concierto pero ninguno salía por mi boca.
-¿Te ha sorprendido?- Louis me preguntó.
¿Que si me había sorprendido? Me sentía en una nube porque no era capaz de creerme que se hubiera hecho un tatuaje de la fecha en que nos conocimos. Parecía surrealista. ¿De verdad le había cambiado tanto la vida para tatuársela?
-Sí.
-Y... ¿te ha gustado?- sus ojos me miraban nerviosos.
-No sé qué decir- balbuceé sintiendo su intensa mirada sobre mí-. Claro que me ha gustado, Louis. Es... Nunca nadie se ha tatuado algo por mí. No estoy acostumbrada a ese tipo de... Aprecio. No sabía que fuera tan importante para ti.
-¿En serio?- se sorprendió-. ¿De verdad no eres consciente de lo mucho que has influido en mi vida?
Me quedé callada. No, la verdad era que no era del todo consciente. Sin embargo, siempre había pensado que algunos sentimientos eran tan grandes que no eran capaces de expresarse con palabras y, tal vez lo que sentíamos el uno por el otro era algo así, imposible de describir, por lo que ¿qué mejor manera de expresarlos que mediante un tatuaje?
-Eres la persona que más me ha influido en menos tiempo. No tienes ni idea de cuánto. Cuando me veo reflejado en tus ojos, me veo cómo soy de verdad o cómo solía ser antes de convertirme en un cabrón. Es como si tus pupilas fueran un espejo de felicidad y me viera feliz o, al menos, algo menos amargado de lo que suelo estar- sonrió con tristeza-. Trish, hablo muy en serio cuando te digo que si te vas de mi lado volveré a irme a la mierda. Ya lo he comprobado más de una vez.
Su belleza física no se comparaba con la belleza de sus palabras. Sus sentimientos salían una vez más a la luz y yo no sabía qué hacer con ellos cada vez que los expresaba. Mi mente se nublaba y era incapaz de pensar con coherencia, así que me quedaba callada, admirando al chico que tenía delante. Era incapaz de trasmitirle algo de lo que pensaba porque lo que sentía por él era tan grande que no me cabía por la boca.
Al ver que no contestaba, pasó la mano por mi mejilla, acariciándola con dulzura y sonrió, una sonrisa muy genuina.
-Te voy a dejar con tus pensamientos. Tengo que ir a casa a por la crema del tatuaje y ropa limpia. Ahora vuelvo. No te vayas- bromeó y me guiñó un ojo mientras se reía. Se fue, dejándome con la cabeza totalmente bloqueada.
-¿Qué acaba de pasar?- dije en voz alta para comprobar que esto no era ningún tipo de sueño. Fui a mirarme en el espejo más cercano que había y mi cara era un poema. Si había tenido esta cara de imbécil mientras me había estado hablando Louis hubiera preferido que Dios bajara y me soltara una bofetada para que reaccionara.
Estuve unos cuantos minutos parada como una tonta en el vestíbulo sin saber muy bien qué hacer. Me fui a la cocina a hacerme un té, con esperanzas de que eso me despejara. ¿Alguna vez sería capaz de reunir el suficiente valor para hacerme un tatuaje que representara a una persona? Más que a una persona, ¿a él? Un simple te quiero no se comparaba a lo que había hecho él. Las palabras, por muy sinceras que fueran, salían de los labios y al segundo siguiente se las había llevado el viento. Un tatuaje no. Te lo hacías, te dolía en el proceso, y se quedaba grabado para siempre en tu piel. Un 08/27/2013 tenía mucho más significado que un te quiero.
Me terminé de beber el té y Louis regresó poco después, con una camiseta blanca limpia y unos pantalones similares a los que llevaba antes.
-No me apetece volver a cocinar- murmuró cansado.
La conversación estaba siendo muy trivial, lo cual agradecía porque aún seguía sin tener palabras para expresar cómo me sentía.
-Ni a mí- reconocí.
-¿Podemos pedir una pizza? -sugirió y nada más decirlo, se me hizo la boca agua.
-Mejor dos. No quiero morir de hambre- contesté mientras iba a por el teléfono.
-Es verdad. Se me olvidaba que darte de comer era como alimentar a un elefante- parte de razón tenía, pero sólo comía tanto cuando estaba nerviosa y, ahora mismo, lo estaba.
-Gracias -musité con sarcasmo mientras buscaba el número de teléfono.
-Trish, ¿tú has visto lo grande que son las pizzas? Con una para los dos tenemos de sobra- intentó convencerme, pero yo no estaba dispuesta a compartir la comida.
-¿Me estás subestimando?- le pregunté parándome en seco.
-No. Estoy manifestando mi opinión- sonrió.
-Eres un caso perdido- me reí mientras marcaba el teléfono de la pizzería.
Después de tres cuartos de hora estábamos comiendo cada uno su pizza en el salón, mientras veíamos un partido de fútbol al azar. Ninguno de los dos le estaba prestando atención. Sólo habíamos encendido la televisión para que la casa no estuviera tan silenciosa.
-¿Qué pasó con Cole?- me atreví a preguntar.
Antes le mencionó en una parte de la conversación y su cara me vino a la mente. Le había visto tan pocas veces en mi vida que me había olvidado de él pero ahora que me lo había recordado, me había entrado curiosidad.
-Le deportaron- explicó con la boca llena.
-¿No es de aquí?- exclamé sorprendida.
-No. Es americano- terminó de contar cuando hubo tragado. Se limpió la boca con una servilleta.
-No noté que tuviera acento. O eso o es que no lo recuerdo bien- comenté metiéndome un cacho en la boca mientras él me explicaba.
-No tenía, en verdad. Su madre era de aquí y se mudó a Estados Unidos antes de que Cole naciera, y cómo ha pasado toda su vida viviendo con ella, conserva su acento inglés.
-¿Sigues hablando con él?- pregunté con curiosidad.
-No- contestó seco-. Nunca me cayó bien- confesó con una mirada fría.
-Entonces, ¿por qué eras su amigo? El día de la discoteca parecía que era con el que mejor te llevabas. Incluso mejor que con Zayn o con Niall.
-No era su amigo. Yo no le consideraba como tal. Ninguno de ellos eran mis amigos. Sólo tengo un amigo y es Harry. Supongo que necesitaba a alguien con quién hacer gilipolleces, ya sabes, y él parecía ser siempre la mejor opción. Aunque nunca me gustó. Él sí que es un hijo de puta de los grandes. Estaba metido en mucha mierda. Asuntos ilegales. No creo que tenga que contarte mucho sobre eso, recordarás lo que hizo en la discoteca.
-Sí... lo recuerdo bien- musité. Esa noche fue un suplicio para mí e intentaba mantenerla alejada de mis pensamientos.
Terminamos de comernos la pizza y Louis se levantó para ir al baño. Recogí las cajas y saqué la basura. Cuando volvió, traía una botella de vodka en la mano.
-¡Mira lo que he encontrado!- levantó la botella sonriente.
-¿De dónde has sacado eso?- me levanté rápidamente del sofá para quitársela.
-Estaba en la cocina.
-¡Pues déjalo dónde estaba!- traté de arrebatársela pero él me esquivó.- Louis, si mi madre ve que le falta la botella me mata. Se va a pensar que me la he bebido yo.
-Es que eso es lo que vamos a hacer- dijo con una mirada pícara y comenzó a quitarle el precinto para abrir el tapón.
-Claro que no.
-¡Vamos, Trish! No seas aburrida- se fue acercando a mí.
-¡No me gusta beber!- reproché. Los dos sabíamos que eso era mentira. Una vez que lo probabas, al 95% de las personas, les gustaba la sensación de estar borracho. Era un estado en el te sentías feliz sin ningún motivo. Y a todo el mundo le gustaba ser feliz.
Él llegó hasta mí y me cogió por la cintura, pegándome a su cuerpo. Estábamos en medio de una pequeña discusión en la que yo trataba de ser racional pero él me lo ponía sumamente difícil. Cada vez que él se implicaba en la ecuación, el resultado siempre salía irracional.
-¿Qué te preocupa? Sólo estamos tú y yo. ¿Qué puede pasar? ¿Que te vea borracha?
-No -susurré nerviosa. Le miré a los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas, al igual que lo tendrían que estar las mías. Se acercó aún más a mí, con esa confianza en sí mismo que tanto le caracterizaba, y él pegó su boca a mi oído.
-O... ¿lo que puede llegar a pasar si pierdes el control de tus actos?
Sus palabras mandaron un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. No quería imaginarme lo que pasaría si me ponía a beber pero, al mismo tiempo, me lo estaba imaginando y me encantaba. Le miré mordiéndome el labio, sin saber cómo contestar a su pregunta. Él se empezó a reír cuando notó lo mucho que me estaba haciendo sufrir y se separó de mí.
-Venga, juguemos a algo- tomó mi mano e hizo que le acompañara. Se acercó a apagar la televisión y después nos sentamos en el suelo. Yo le seguía sin hacer preguntas.
-¿A qué vamos a jugar?- pregunté nerviosa, aún no muy convencida de esto. Si había algo por lo que no bebía muy a menudo era porque, a pesar de que me gustaba la sensación, no me gustaba perder el control y el simple pensamiento de que podría llegar a hacerlo, y con Louis delante, me aterraba.
-¿Conoces el juego de Yo nunca?
-Sí- tartamudeé sintiendo un pánico atroz por lo que vendría a continuación-, pero no quiero jugar a...
-¿Por qué?- me cortó mientras quitaba el tapón de la botella-. Sé que siempre quieres saber más cosas de mí. Este es el mejor momento- dio un trago a la botella, sin siquiera haber empezado el juego.
Recuerdo la primera vez que tuve una conversación íntima y profunda con él. Fue en mi antiguo apartamento, cuando él estaba borracho. Cuando estaba en ese estado era más fácil sacarle las cosas pero me daba miedo lo que él podría sacarme a mí.
-Venga, empiezo yo- dijo colocando la botella en el centro-. Yo nunca he usado sujetador- le eché una mirada, fulminándolo. Si iba a hacer ese tipo de preguntas todo el rato estaba claro que lo que quería hacer era emborracharme-. Tienes que beber, Trish- me indicó cómo si no conociera las reglas.
-¿En serio, Louis?- murmuré sarcásticamente mientras cogía la botella y echaba un trago. El líquido bajó por mi garganta quemando todo a su paso. Hice una mueca de mal gusto y volví a colocar la botella donde estaba. Me había dejado un sabor asqueroso en la boca. No soportaba el alcohol a palo seco.
-Te toca- señaló.
-Yo nunca he conducido borracha- Louis me miró fijamente y cogió la botella divertido-. ¿De verdad lo has hecho?
Suponía que sí, pero que lo confirmara me preocupaba. No quería que le pasara nada malo.
-Cuando no he tenido otra opción, sí- se explicó y bebió.
-Espero que no se te ocurra volver a hacerlo.
-Sí, mamá- bromeó con una sonrisa de medio lado, provocándome.
-Calla y sigue.
-Yo nunca he tenido la regla- me miró divertido. Parecía que esto le estaba haciendo mucha gracia. Tuve que beber, no me quedaba más remedio. Como siguiera así, iba acabar borracha antes de la quinta pregunta.
-Yo nunca he pegado un chicle debajo de una mesa- confesé.
-¡Venga, Trish! ¡Haz preguntas más interesantes! Esto es muy aburrido- se quejó. ¿Preguntas interesantes para dejarme mal a mí? Era muy listo.
-Yo nunca he tenido sexo- declaré. Louis sonrió.
-Eso podemos cambiarlo -musitó en voz muy baja y me miró con picardía, echando un trago.
Eso hizo que me pusiera aún más nerviosa e incómoda aunque, conforme pasaba el tiempo, la incomodidad iba desapareciendo. Sin embargo, el miedo a saber qué iba a pasar seguía presente.
-Yo nunca he besado a un chico -dijo.
Esto ya era el colmo. Él querría que dijera cosas interesantes pero las suyas no lo estaban siendo para nada. Por cada cosa que decía tenía que beber y me iba a subir muy rápido. Acabaría borracha en menos de un cuarto de hora. Cogí la botella y bebí. Con cada trago me estaba acostumbrando más al sabor del alcohol. Una pregunta me vino a la mente, pero no estaba segura de querer hacerla. Debieron ser los efectos de la bebida lo que me hizo formularla.
-Yo nunca he hecho un trío- murmuré seria. Louis me miró con la misma expresión. Tardó un rato, pero acabó cogiendo la botella.
Lo había hecho. En ese momento no supe cómo reaccionar a aquello así que cogí la botella esperando su próxima pregunta. El tema de Louis y su experiencia era algo que me bajaba la autoestima y no era momento para desanimarse.
Pasaron unas cuantas rondas más en las que él decía cosas para que yo bebiera y yo decía cosas para que bebiera él y, aunque bebimos el mismo número de veces, no se podía comparar mi grado de borrachera al suyo. Yo estaba mucho más contenta que él.
-Me toca- anunció.
Se colocó mejor en su sitio y me miró fijamente. Sus pupilas estaban un poco más dilatadas que antes.
-Yo nunca he deseado a alguien tanto como te deseo a ti.
Mis manos se quedaron heladas en la botella, al igual que todo mi cuerpo. Sus labios estaban parcialmente abiertos y me miraba serio, con una mirada tan intensa que no era capaz de aguantar.
-¿De verdad soy la persona que más has deseado?- apenas era capaz de encontrarme la voz para hablar. Su confesión había sido tan directa que me había dejado sin respiración.
-La que más en toda mi vida- afirmó, sus ojos derritiendo mis heladas pupilas.-. ¿Vas a beber?- me preguntó acercándose tentadoramente a mí, bordeando la botella.
-No- mis labios pronunciaron. En verdad fueron ellos los que hablaban por mí, mi cabeza estaba en otro mundo, incapaz de pensar con claridad. Lo único que tenía en mi mente era a Louis.
-¿Por qué?- sus ojos se iluminaron, llenos de humor.
-Porque yo tampoco- susurré. Mi respiración estaba empezando a ser entrecortada por lo cerca que estaba.
-Tú tampoco ¿qué?- quería que dijera todas las palabras, exactamente como había hecho él. Para entonces su cuerpo estaba a escasos centímetros del mío.
-Yo tampoco he deseado a alguien tanto como te deseo a ti- susurré y mi respiración se cortó por la intensidad del color de sus ojos.
Mi boca estaba entre abierta y mi corazón latía tan rápido que podía notar cómo mis venas casi se salían de la piel. Louis hizo algo que me excitó al momento. Se mordió el labio inferior mientras examinaba mi cuerpo y en ese momento supe que, hiciera lo que hiciera esa noche, no me importaba, con tal de que fuera con él. Sería suya.
Nos acercamos a la vez, como si nos hubieran sincronizado y nuestros labios se juntaron a mitad de camino. Mi boca se movía increíblemente rápido al lado de la suya. Mordió mi labio cuando apenas habíamos comenzado con el besó y mi boca se abrió, dejando que su lengua la explorara en toda su totalidad. Las manos de Louis subían y bajaban por mi cuerpo, provocándome aún más y haciendo que empezara a sentir cosas que nunca antes había sentido, ni siquiera las otras veces que había estado con él. Éramos puro fuego. Dos llamas ardiendo jugando entre sí, envolviéndonos mutuamente con toda la pasión y lujuria que poseíamos.
-¿Quieres subir a tu habitación?- me propuso cortando el beso. Yo sólo fui capaz de asentir repetidas veces con la cabeza.
Él se levantó rápidamente y cuando me hube puesto de pie me cogió de la cintura y me empujó suavemente contra la primera pared que encontró. Comenzó a besarme de nuevo. Sus labios presionaban con fuerza los míos.
-Salta- me dijo.
Al principio no le entendí, pero luego me impulsé y abracé su cuerpo con mis piernas. Así, comenzó a andar. Le fui dando pequeños besos por el cuello y detrás de la oreja, provocando que jadeara de vez en cuando.
-Dios, Trish... como sigas a así me voy a correr antes de llegar a la habitación.
El bulto en sus pantalones era cada vez más grande. Sobretodo cuando daba un paso hacia delante y chocaba contra mi entrepierna. Eso me hacía tener ganas de más. Gemí, sabiendo que su cuerpo estaba siendo el motivo de mi delirio.
Subimos las escaleras y llegamos a mi habitación entre besos. Me dejó en la cama y se quitó la chaqueta con brío. Yo le miraba desde abajo y era incapaz de dejar de pensar en lo hermoso que era. Bajó sus manos hasta mis pantalones y me los desabrochó. En cuestión de segundos estaban volando por la habitación. Yo me incorporé para quitarle los suyos mientras él se deshacía de su camiseta. Tiré la prenda al suelo mientras él se lanzaba a mi boca y me hacía perder la cabeza. Pasé las manos por su pecho, su piel llena de tinta, sintiendo todos y cada uno de sus tatuajes. Su tacto y sus labios me estaban volviendo loca. Él gruñó y me quitó la camiseta. Pasó las manos por detrás de mi espalda y me desabrochó el sujetador, tirándolo detrás suya. Se abalanzó sobre mí haciendo que cayera de espaldas a la cama y comenzó a succionar mi cuello con fuerza. Esto iba más rápido de lo que tenía pensado.
-¿Qué quieres?- preguntó con la voz ronca, entre beso y beso, provocando que el vello de mi piel se erizara una vez más.
-A ti- susurré y tomé sus labios-. A ti, a ti y solamente a ti.
Mis instintos más animales me animaban a soltarme de todo lo que me mantenía tensa, a moverme por las pasiones que en ese momento sentía y controlaban todo mi cuerpo. Noté las manos de Louis desplazando la tela de mi ropa interior hacia un lado, en mi entrepierna, y comenzó a trazar delicados círculos sobre mi centro, excitándome cada vez más. Justo cuando estaba a punto de sentir de nuevo aquella sensación, paró.
-¿Estás segura de que quieres hacer esto?
Su cuerpo se encontraba encima del mío y sus fuertes brazos apoyados en el colchón a ambos lados de cabeza. Rodeé su cuello con mis brazos y junté nuestras narices, mis dedos enredados en su pelo.
-Sí- inspiré su aroma.
-¿De verdad? -su ceño fruncido me hizo pensar que estaba asustado. Apoyé mis manos a ambos lados de su cabeza y le miré fijamente.
-Nunca he estado más segura de algo. Quiero hacer esto y quiero que seas tú la persona que lo haga. Te quiero a ti y sólo a ti.
Él besó mi frente con delicadeza y se separó de mí. Se levantó y se acercó a los pantalones, de donde sacó un paquetito cuadrado brillante. Aprovechó para quitarse los bóxers y volvió a la cama.
-¿Quieres?- señaló el condón. Daba gracias a que llevara uno encima.
-Sí, pero no sé si lo pondré bien- declaré nerviosa. Ya había tenido antes un condón en las manos, pero no uno que fuera a usar.
-Yo te ayudo.
Me dio el paquete y lo abrí. Metí los dedos con cuidado para sacarlo y lo sostuve entre mis manos sin saber muy bien qué hacer con él. Me daba miedo romperlo.
-Mira. Lo coges por la punta y desenrollas el resto hacia abajo. Así- hizo un gesto con las manos.
Lo agarré por la punta, acercándolo a su miembro, y lo deslicé hacia abajo, como me había dicho.
-¿Así?- pregunté mirando el resultado.
-Perfecto- él sonrió y eso me relajó un poco-. Trish, te lo voy a preguntar una última vez...
-Louis, sí. Estoy segura. Gracias- le sonreí con dulzura. Me gustaba que se preocupara por mí pero estaba empezando a ser un pesado.
-Está bien. Túmbate- dejé caer mi espalda hacia atrás y él echó los mechones de mi pelo hacia ambos lados de mi cuerpo-. Te aviso de que va a doler, pero si ves que el dolor es muy difícil de soportar, dímelo y paro. No quiero obligarte a hacer esto.
-Vale.
-Te lo digo en serio. Si quieres parar, paramos. ¿Vale?- asentí con la cabeza y me coloqué en el colchón, intentando encontrar la posición en la que estuviera más cómoda. Era irónico. Parecía que él estaba más nervioso que yo.
Louis separó mis piernas con sus rodillas y se medio tumbó encima de mí. Sus fuertes brazos volvieron a colocarse a los lados de mi cabeza, soportando todo su peso. Con una mano tomó mi cadera y le sentí pegado a mi cuerpo. Alzó la cabeza y conectó nuestras miradas. Eso hacía que el momento fuera mucho más intenso. Con suavidad, fue deslizándose hacia el interior. Mis puños se agarraron a las sábanas. El dolor era inexplicable. Sentía cómo se iba abriendo paso en un sendero que había estado dieciocho años cerrado. Apenas había comenzado a entrar y ya estaba deseando que acabara. Louis notó que me molestaba y besó con delicadeza mis labios. Mientras me besaba se introdujo un poco más dentro de mí. Cerré los ojos con fuerza y unas pocas lágrimas producidas por el dolor se acumularon en las cuencas de mis ojos, sin derramarse. Intenté ser fuerte y no mostrarme tan débil.
-Trish, me has cambiado la vida- comenzó a decir Louis mientras me daba pequeños besos en el cuello-. Me has devuelto sentimientos que creía tener olvidados. Me haces más feliz que nadie. Joder, si pudiera ser yo el que tuviera que sufrir lo haría porque lo que más odio en el mundo es verte llorar por mi culpa. ¿Quieres que pare?- preguntó pero yo negué con la cabeza. Más que nada porque creía que si salía de mí me iba a doler más que si seguía hacia delante.
Louis siguió dedicándome todo tipo de palabras preciosas que hacían que mi corazón latiera como nunca lo había hecho antes. Apesar del horrible dolor que estaba sintiendo, estaba siendo el mejor momento de mi vida y lo estaba compartiendo con el chico que más quería en el mundo. Quería decirle lo mucho que esto estaba significando para mí y lo mucho que le quería, pero temía que si abría la boca me pusiera a llorar.
Me pareció que sus movimientos se habían detenido, lo que indicaba que había topado con el himen. Aún sentía que le faltaba introducir la mitad de su miembro. Me besó los labios con fuerza, mientras entrelazaba su mano con la mía, y metió todo lo que faltaba de golpe, desgarrándome por dentro. Una lágrima se derramó por mi mejilla y, después de esa, no pude parar las que vinieron a continuación. Se quedó unos segundos quieto, sin moverse, haciendo que me acostumbrara a la sensación de tenerle dentro de mí. Besó mi cuello con ternura, distrayéndome del dolor. Mis brazos se relajaron y solté las sábanas. Era una sensación extraña. Estaba muy incómoda, pero el hecho de pensar que en ese momento éramos uno, quitaba todo dolor de mi mente.
-Está bien, pequeña, ahora me voy a mover muy, muy despacio. ¿Vale? - yo asentí, incapaz de hacer otra cosa-. No te preocupes. Todo va a estar bien.
Gracias a Dios las lágrimas habían parado. Comenzó a salir y el punzante dolor volvió a aparecer. Clavé las uñas instintivamente en su espalda.
-Joder... Vas a hacer que no aguante más de cinco minutos.
Louis salió y volvió a entrar. Siempre a una velocidad moderada y tranquila. Pronto, se le empezaron a escapar gemidos al empujar sus caderas contra las mías. Ver su boca abierta cuando gemía me excitaba. El dolor seguía presente pero cada vez era de menor intensidad. Aún así, no lo estaba disfrutando tanto como cuando Louis me tocaba. Era demasiado fuerte como para que pudiera llegar a sentir placer.
-Puedo... Dios... ¿Puedo moverme un poco más rápido? -volví a asentir. Quería que él disfrutara lo máximo posible, sin preocuparse por mí.
Su velocidad aumentó ligeramente. Las sacudidas comenzaron a ser más potentes y comenzó a jadear. Entraba y salía, entraba y salía. Sus ojos azules eran puro fuego. Continuó así, haciéndome temblar, hasta que con un último gemido, con el que gritó mi nombre, llegó al clímax.
Salió con cuidado de mi cuerpo y se tiró rendido a mi lado. Su pecho subía y baja, tratando de recuperar el aliento. Mi respiración entrecortada se mezclaba con la suya. Ambos estábamos exhaustos. Nos quedamos así unos minutos, nuestras manos aún unidas, hasta que hubimos retomado todo el aire. Louis se quitó el condón y lo encestó en la papelera de la esquina. Se tumbó a mi lado, apoyando su codo en el colchón.
-¿Qué tal ha estado?- preguntó nervioso, incluso tímido.
-Bien- sonreí avergonzada mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos.
-Siento haberte hecho sufrir- murmuró mientras me acariciaba la mejilla. Su voz era suave y grave. No quería que se sintiera culpable.
-No, Louis. Ha sido el mejor momento de mi vida. Gracias- él sonrió aún nervioso pero un poco más aliviado.
-Me alegra oír eso.
-Soy yo la que siente no haber estado a la altura- musité avergonzada.
-No, no, no. Trish, ha sido increíble para mí también. La mejor,
de toda mi vida -volvió a tomarme la mano.
-Oh, vamos -eché la cabeza hacia atrás, incapaz de creerme sus palabras por muy sinceras que sonasen.
-No sé si ha sido porque era tu primera vez y estabas muy apretada o porque te he estado deseando desde hace mucho tiempo, pero ha sido insuperable. Te lo juro. Nada podrá igualar lo de esta noche. Has estado increíble- me pellizcó la mejilla con dulzura y yo sonreí-. ¿Te ha dolido mucho?- fijé la mirada en el techo, recordando la sensación.
-Ha sido horrible- murmuré y me entró la risa con el recuerdo-. En serio. Es horrible elevado a infinito- Louis se rió conmigo por la exageración-, pero creo que no lo cambiaría por nada del mundo.
Nos miramos fijamente y supe que no había mejor sensación que la de verte reflejada en los ojos de la persona a la que amas.
-¿Sabes qué?- comentó esbozando una pequeña sonrisa-. Huele a sexo.
Me reí descaradamente y él se unió con sus carcajadas. En ese momento, lo que más ganas tenía de decirle era te quiero, pero el miedo a que no me lo dijera de vuelta o que no fuera del todo correspondido hizo que me quedara callada y me acurrucara en su pecho, a la vez que él nos cubría con una sábana. No podía permitirme manchar este recuerdo con decepción. Su respiración se había calmado y los latidos de su corazón volvían a ir a un ritmo normal. Respiré profundamente, sintiendo cómo los párpados comenzaban a pesarme. Me sentía la chica más afortunada del mundo, después de este momento mágico. Y quedarme dormida entre sus brazos me parecía la opción más perfecta de todas.
POV LOUIS
Me desperté porque me estaba meando y vi que ya era de día. Me levanté con cuidado, intentando no despertar a Trish y me fui al baño corriendo, literalmente, o me mearía por el pasillo. Después de vaciar el depósito volví a la habitación y, al ver a Trish durmiendo plácidamente, me vinieron recuerdos de la última noche, de todo lo que había vivido y todo lo que había sentido. Necesitaba un momento a solas para despejarme la mente. Cogí los calzoncillos del suelo y el paquete de tabaco del bolsillo de la chaqueta.
Bajé a la planta de abajo y busqué la puerta que daba al pequeño patio trasero. Mis manos encendieron temblorosas el cigarro y me lo llevé a la boca, echando una calada. Me relajaba cuando expulsaba el humo por la boca.
Todo lo que había pasado la noche anterior no paraba de rondar por mi mente. Bueno, la noche anterior y las últimas 24 horas. Era todo borroso. Lo único claro en mi mente era la imagen de Trish. Su imagen mientras dábamos la vuelta en barca, cuando se dio cuenta del significado del tatuaje, mientras hacíamos el amor, mientras dormía. El paso que habíamos dado había sido uno de los momentos más especiales de mi vida. Mientras le hacía el amor me había sentido el hombre más feliz del mundo. No sabía cómo expresar lo que estaba sintiendo. Era posible que hubiera sido la primera vez que hacía el amor con alguien, amor de verdad. Ahora me daba cuenta de que lo que siempre había tenido era sexo. Solía acostarme con chicas por placer, para disfrutar, y esto era mucho más que eso, era amar a la otra persona, disfrutar juntos, no sabía explicarlo.
Era extraño porque habíamos hecho el amor y yo aún seguía con mis putas dudas, no me había aclarado del todo y no sabía si la quería de verdad. No sabía lo que era ese sentimiento. La última vez que demostré amor por alguien fue a mi madre y a mis hermanas, y de eso ya había pasado mucho tiempo. No había vuelto a decir te quiero a nadie y no había vuelto a querer a nadie. Con Harry y Gemma era raro. Nunca me había planteado si les quería realmente, porque siempre había dado por hecho que no, que sólo me importaban, pero no llegaba a quererles.
Puede que no estuviera del todo seguro de mis sentimientos hacia Trish, pero sí que sabía que ella me quería. Ya lo había dicho una vez y, aunque ayer no me lo dijera, mientras dormía, en sus sueños, se le escapó un te quiero, Louis, y mi corazón dio el mismo vuelco que la primera vez que lo escuché. Eres un completo gilipollas. Me sentía jodidamente mal porque mientras yo me andaba debatiendo entre si la quería de verdad o no, ella me había confiado algo tan importante, tan personal e íntimo como la virginidad. Debía de aclararme de una puta vez. Esto no era justo para ella.
Los signos estaban claros. Trish me hacía sentir como nadie me había hecho sentir en toda mi vida, y creía que eso se debía a que éramos personas totalmente opuestas. Ella se preocupó por mí incluso cuando no nos soportábamos y eso fue algo que, me extrañó y no entendí en su momento, pero que nunca olvidaría. Incluso cuando estuvo enfadada conmigo salió a la calle a buscarme porque le importaba. Por eso cuando la vi abrazada a ese gilipollas vi cómo mi mundo se desmoronaba y se caía a cachos. Me sentí como una mierda, como un niño pequeño abandonado y más solo que nunca.
Conforme le daba vueltas al tema y me terminaba el cigarro, me daba cuenta de que los hechos, los besos, las caricias, todos los sentimientos, incluído mi corazón, me llevaban a la misma conclusión: la quería. Pero seguía estando dolido por la última vez que confié mi amor a alguien. Amé y me destrozaron, dejándome sin nada. Y por su culpa, me resultaba muy difícil confiar en las personas.
Trish no es como tu madre, mi subconsciente me susurró.
Y tenía razón. Tenía toda la puta razón. ¿Cómo había podido estar comparando a Trish con la gilipollas que me dio la vida? ¡No tenían nada que ver! Trish era un puto angel caído del cielo y era el ángel que sacaría el demonio que llevaba dentro. No había más. Era la luz que me mostraría el camino para salir de toda esta mierda. Lo sabía. Ella siempre se estaba preocupando e intentaba ayudarme a ser mejor y yo quería ser mejor para ella. Quería estar dispuesto a hacer cualquier cosa por verla feliz porque la quería. La quería más que ha nadie en todo el mundo y no había más. Era gilipollas por no haber sido consciente antes. Y, ahora que me había dado cuenta, no podía esperar a decírselo.
Tiré el cigarrillo y subí corriendo las escaleras, la adrenalina del momento hacía que quisiera saltar por todos lados cual Spiderman. Abrí la puerta de la habitación y vi que seguía dormida. Me acerqué a la cama y me tumbé a su lado. Sus ojos se apretaron, haciéndome saber que se había despertado por el movimiento del colchón. Sus párpados se abrieron despacio, acostumbrándose a la claridad de la habitación. Me miró extrañada. Se debía preguntar por qué tenía esa sonrisa de gilipollas, pero no me podía aguantar las ganas que tenía de decirle esas dos palabras.
-¿Qué pasa?- bostezó. Me arrimé y la di un beso en la frente, quedándome unos segundos con los labios sobre su piel. Me separé y contemplé esos ojos marrones tan bonitos, porque eran los más bonitos del puto planeta y del puto universo.
-Te quiero, Trish.
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