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Capítulo 29

POV TRISH

No me imaginaba a Louis estudiando Filosofía. En realidad, no me imaginaba a Louis estudiando nada. No era capaz de situarle en ninguno de los campos académicos.

-¿Eras bueno?- pregunté con curiosidad, apoyando el codo en mi rodilla.

-¿En qué?

-Estudiante- él se encogió de hombros, sin saber muy bien qué responder.

-No sé. Normal, supongo.

-¿Y por qué no volviste a retomar una carrera?

-Porque la dejé cuando me fui de Blackpool y me vine aquí. No tenía dinero para costearme yo solo la universidad. Y mucho menos la de Cambridge -explicó sin saber muy bien qué hacer con la cuchara.

-¿Viniste solo y sin conocer a nadie?- pregunté asombrada.

No pude evitar sentir lástima por él. Después de que su padrastro le echara de casa y su madre no lo impidiera, no me podía imaginar lo duro que tenía que haber sido para él venir aquí a solas, sin nadie que le apoyara.

-No fue tan horrible como te piensas- comentó al notar mi expresión de inquietud-. Sí es cierto que los primeros días no tenía a dónde ir, ni siquiera tenía dónde dormir. Iba de acá para allá, sin tener nada que fuera de mi propiedad... Hasta que llegaron Harry y Gemma y me encontraron. Entonces me fui a vivir con ellos. Bueno... Más bien me obligaron.

Lo decía cómo si hubiera tenido otra opción mejor. Aun así, había algo que aún no me cuadraba en todo aquello.

-¿Cómo sabían dónde estabas? -inquirí.

-No lo sé bien, la verdad. Una vez les hablé de Cambridge. Harry suele recordar esas cosas muy bien, pero de ahí a saber que vendría aquí a esconderme, hay un paso muy grande. Aún no sé cómo lograron encontrarme -parecía estar recordando esos tiempos. Su rostro se había apagado. Parecía perdido, mirando a la cuchara sin saber qué hacer.

-¿Y ellos? ¿Por qué se marcharon de Blackpool? -me acerqué un poco más a él, queriendo escuchar com atención su respuesta.

-Se enteraron de lo que había pasado y no quisieron dejarme solo. Además, sus padres se pasaban la mayor parte del año en Chicago, en una empresa que tienen allí. Siempre han viajado mucho para poder pagarles los estudios a Gemma y a Harry. Nunca han tenido mucha relación. De pequeños se pasaban la vida con niñeras hasta que Gemma cumplió la mayoría de edad. Y, para seguir solos en Blackpool, decidieron venirse aquí -me quedé unos momentos en silencio, asombrada por toda esa nueva información. Nunca había sabido nada de los padres de los Styles.

-¿Lo dejaron todo por ti? -inquirí.

-No todo. Gemma quería terminar la carrera en Cambridge, por lo que no les costó mucho cambiar de ciudad.

-Pero Harry aún seguía en el instituto- remarqué.

-Sí, pero ya sabes lo que pasó con él, lo que le hice y... desde entonces no se sintió del todo a gusto. Cambiar de ciudad no fue difícil para él.

Me quedé un rato observándole mientras cogía un poco más de helado y se lo comía.

-Tienes mucha suerte de tenerlos- murmuré. Aunque no les hubiera visto muchas veces juntos, se notaba que estaban muy unidos, con unos lazos muy fuertes.

-Lo sé. Son la familia que nunca tuve- esbozó una pequeña sonrisa.

-Y ¿tus hermanas? ¿No las echas de menos?- su expresión cambio ligeramente. Un manto translúcido de melancolía cubrió su rostro. Tal vez había metido la pata y enseguida me sentí mal por él pero acabó contestando con serenidad.

-Intento no pensar en ello.

-¿Pero las echas de menos?- él se pasó las manos por la cabeza mientras suspiraba repetidamente. Le estaba forzando mucho. Debería parar o me atendería a las consecuencias. Ya sabía lo que pasaba cada vez que le presionaba demasiado con un tema.

-Sí. Ellas eran la única felicidad que tenía en esa casa, por eso no me gusta pensar en ellas, porque no tenían la culpa de nada y aún así las dejé solas.

Toda esta historia me estaba haciendo sentir todo lo que Louis no quería que sintieran por él: pena. Estaba triste, se le notaba, aunque no quisiera reconocerlo. Se sentía culpable por haberlas abandonado y no entendía bien por qué.

-Pero, tus padres a ellas las trataban bien, ¿no?

-Sí, pero no es eso- intentó explicarse-. Las dejé sin su hermano mayor. ¿Quién va a protegerlas ahora de los peligros? ¿Quién va a ir a machacar a los chicos que les rompen el corazón? ¿Quién va a estar ahí cuando sus padres discutan por la noche? Yo no, y eso me mata por dentro.

Ese sentimiento de culpa en Louis era desconocido para mí. Pensé que siempre había querido alejarse de esa ciudad, con todas las consecuencias, sin importar el qué. Sin embargo, ahora descubría una de las partes más tiernas de él y me parecía increíblemente adorable.

-¿Volverías a por ellas si tuvieras la oportunidad?- pregunté con esperanzas. Si alguna vez quisiera mi ayuda, yo se la daría sin dudarlo.

-No- respondió con frialdad, lo cual me chocó.

-¿Ni si quiera a verlas?- pregunté un poco decepcionada.

-No- sus ojos serios miraban a un punto fijo en la habitación.

-¿Por qué?- pregunté con curiosidad, a la vez que con miedo a que se enfadara conmigo por preguntar tantas cosas seguidas.

-No quiero ver nada que me recuerde a esa casa y a esa familia, ni siquiera ellas. Ya bastante tengo con Gemma y Harry. Aunque no lo creas, me siguen recordando a mi antigua ciudad. Los recuerdos son demasiado duros como para que reaparezcan.

Su monótona voz apenas era audible por el sonido de fondo de la televisión. Sentí una fuerte presión en el pecho al ver el daño que le había hecho esa familia y la de cosas que le habían arrebatado. Era simplemente injusto e inhumano.

-Mira, ya empieza el programa- señaló la pantalla. Fue la excusa perfecta para zanjar el tema.

Me acomodé en mi lado del sofá, preparada para ver mi programa favorito, pero él me atrajo hacia su cuerpo, rodeándome con su brazo, el cuál pasó por mi cintura y se quedó ahí apoyado.

-Cerraré los ojos hasta que pase este suplicio- bromeó y se rió cuando vio que le estaba fulminando con la mirada.

Al acabar el programa estuvo protestando más de diez minutos por la mierda que le había hecho ver. No lo hacía con rencor, sólo quería incordiarme un rato.

-Espera a que llene la botella de agua y subo a la habitación- comenté levantándome del sofá y recogiendo, de paso, el tarro vacío de helado.

-¿Ya vamos a dormir? -exclamó desconcertado mirando el reloj de la pared.

-Sí. A no ser que te quieras quedar aquí viendo Fenómenos Paranormales. Es el próximo programa.

-Creo que iré subiendo- declaró dirigiéndose a la puerta. Yo reí y me fui a por el agua.

Habíamos pasado un día de lo más tranquilo en casa. Con esto se reforzaba mi teoría de que no hay necesidad de salir de casa para pasar un buen rato. Había disfrutado mucho de este tiempo con él. Creo que este era el Louis que más me gustaba, el divertido y el que no paraba de incordiarme. Me encantaba llegar a ese punto en la relación en el que ambos podíamos decirnos cualquier tipo de cosas desagradables y de mal gusto y sonreír al minuto siguiente porque el amor era más fuerte que el significado de cualquier palabra. Hablar de amor aún nos quedaba un poco grande pero ese era el concepto. Al llegar a la habitación vi que se estaba quitando la camiseta y llevaba los pantalones desabrochados.

-¿Izquierda o derecha?- preguntó al verme.

-¿Qué?

-¿Qué lado de la cama quieres? ¿Izquierdo o derecho?- volvió a preguntar.

-Ah... Derecho, no sé.

Louis se movió, entonces, al lado izquierdo de la habitación, terminando de deshacerse de toda su vestimenta por completo. Cogí mi pijama de debajo de la almohada.

-Voy al baño a cambiarme. Ahora vuelvo -le informé dejando el móvil en la mesilla de noche.

-Venga, Trish, ¡si te lo he visto todo!

-¡Louis!- exclamé sintiendo el calor aproximándose a mis mejillas.

-¿Qué? Sabes que es verdad.

Resoplé y me fui de la habitación, ignorando sus suplicas para que me cambiara allí. Una parte de mí quería, sin embargo, otra se seguía mostrando demasiado tímida cómo para quitarme la ropa delante de él. Era absurdo, teniendo en cuenta que nos habíamos duchado juntos pero no lo podía remediar. Al volver a la habitación, la luz de la pequeña lámpara de noche era lo único que alumbraba la estancia. Louis se había metido en la cama y estaba tumbado de lado con los ojos cerrados. Parecía un ángel.

-¿Estas dormido?- susurré. Me impactó no obtener respuesta. No esperaba que fuera a dormirse tan rápido. Creía que para él era demasiado pronto. Ni siquiera había pasado tanto tiempo en el baño. Pasé mi mano por su frente, echándole el pelo hacia atrás, despejando su visión. Los mechones cada vez eran más largos. Le había crecido el pelo considerablemente en este tiempo y me encantaba verle con el cabello largo y enmarañado, era hermoso. El único inconveniente que  tenía era que no me dejaba ver con claridad sus ojos. El silencio de la habitación me consumió. Tan sólo se escuchaba su respiración, la cual se iba haciendo cada vez más pesada. Apagué la luz y me metí en la cama con cuidado de no despertarle de su pacífico sueño. Me acerqué a su cuerpo y me quedé dormida mientras apreciaba su hermoso rostro a la tenue luz de la luna.

POV LOUIS

Me desperté por la mañana como si hubiera estado durmiendo durante una semana. Ésta había sido la vez que mejor había dormido en los últimos días y se agradecía no levantarse uno con ganas de volverse a acostar. Abrí los ojos lentamente, acostumbrándome a la claridad sol. La cara de Trish estaba a escasos centímetros de la mía. Casi me entró un ataque de risa. La pobre tenía la boca abierta de una manera muy graciosa, pero tuve que contenerme para no despertarla. Con cuidado, me levanté de la cama y bajé a la planta de abajo. Eran las once. No estaría mal que le hiciera un desayuno pero ¿el qué? Era pésimo cocinando. No quería que se envenenara y fuera mi culpa. Fui a la cocina en busca de algo fácil de hacer. Había pan, fruta, cereales, huevos... No. Hacer un huevo requería un nivel de entrenamiento muy alto que yo no poseía. Decidí coger el pan y hacer tostadas. Saqué una sartén y la puse al fuego. Una vez que estuvo caliente, metí el pan dentro y esperé a que se tostara. Seguí mirando por la cocina, a ver qué más encontraba hasta que, por el rabillo del ojo vi una especie de neblina grisácea saliendo de la sartén.

-¡Mierda!

Había puesto el fuego demasiado alto y el pan se me estaba quemando. ¡Genial! Esto era una puta mierda. Sólo quedaban dos rebanadas, esa y otra más, y no le iba a dar sólo un cacho de pan. Maldiciendo mi error me di cuenta de que había una tostadora encima de la encimera. Qué bien, Louis. Metí el otro trozo de pan y esperé a que se hiciera. Mientras, cogí una naranja, la exprimí y eché el zumo en un vaso. La tostada saltó, indicando que ya estaba hecha. Busqué por todos lados algo de mermelada, pero no encontré. Pensaba que hacer algo para desayunar sería relativamente fácil pero estaba claro que estaba equivocado. Joder, ni un puto desayuno era capaz de hacer. Daba asco. Con suerte, me vino a la mente algo que probé una vez en casa de un amigo. Cogí el aceite y embadurné la tostada con él para luego echarle azúcar por encima. Podría parecer asqueroso pero estaba de muerte. Con eso y una manzana fresca subí de nuevo a la habitación, con cuidado de no tirar la bandeja y lo que había sobre ella. Trish aún seguía dormida, en la misma posición en la que la dejé. Deposité la bandeja en mi lado de la cama y, con suavidad, acaricié su mejilla para despertarla. Dejó escapar un suave gruñido y sus pestañas comenzaron a revolotear hasta que abrió los ojos por completo. Una sonrisa apareció en su cara al enfocar su mirada en mí. Yo sonreí.

-Huele a... quemado- murmuró ella con la voz grave de recién levantada.

-Sí, bueno. Es que...- me rasqué la cabeza sin saber qué decir. Esperaba que no lo notara pero por desgracia no fue así-. Te he hecho el desayuno y las tostadas eran unas hijas de putas. Al igual que esa sartén... Lo siento.

-No, no pidas perdón- exclamó mientras se incorporaba y se quedaba sentada apoyando la espalda contra la pared, observando la bandeja-. Es la primera vez que alguien me trae el desayuno a la cama.

Yo sonreí por dentro. Estaba teniendo muchas primeras veces conmigo y eso me gustaba, me hacía sentir especial.

Me senté a su lado y comenzamos a comer. Trish comía que daba gusto. Parecía que se había pasado media vida sin probar bocado. En menos de cinco minutos ya había arrasado con toda la comida.

-Estaba todo muy rico. Gracias, de verdad, pero la próxima vez no hagas zumo de naranja.

-¿Por qué? ¿No te gusta?- exclamé preocupado. Ella negó con la cabeza-. ¿Y por qué te lo has bebido?

-No iba a dejarlo ahí después de que tú hubieras puesto tanto empeño en hacerlo- explicó un poco avergonzada.

-¿Qué empeño ni qué hostias? Joder, no he tardado ni diez segundos en hacerlo. Si no te gustaba no tendrías que habértelo bebido- comenté molesto. Me sentía como si la hubiera hecho comer a la fuerza.

-Vale, pero no te enfades conmigo- pidió a la vez que se aferró a mi brazo, apoyando su cabeza en mi hombro-. ¿Cuándo te vas a ir?- preguntó. Me parecía a mí o ¿estaba triste?

-No tengo intención de hacerlo- comenté con serenidad mientras me aclaraba la garganta-. Es más, tenía pensado llevarte a un sitio.

-¿Dónde?- preguntó entusiasmada. Su estado de ánimo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Quería sorprenderla.

-A dar un paseo en góndola.

Ella se quedó sin decir nada. Se había quedado sin palabras... Eso era bueno, ¿no? Me relajé al verla sonreír.

-¿De verdad que quieres hacer eso? -inquirió con timidez. Siempre me había parecido algo sumamente cursi y empalagoso pero sabía que a ella le gustaban ese tipo de cosas. Y a mí no me importaba hacerlas con tal de estar con ella.

-Sí. Debería hacerte un tour guiado por la ciudad porque creo que aún no conoces todos los encantos de este sitio.

-Si eres tú el que me guía podemos acabar perdidos- sonrió pícara, queriendo hacer un chiste malo sobre mí.

-¿Y no te gustaría perderte conmigo?- giré la cabeza para mirarla. Dejó de reírse para ponerse seria y devolverme la mirada.

-Sí -sus ojos lucían impacientes.

-Pues vístete. Nos vamos ya.

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