Capítulo 28
POV TRISH
-¿Qué?- me quedé paralizada al escuchar su propuesta.
-Que nos duchemos juntos- volvió a repetir con la voz rasgada. Cada vez que hablaba así de grave me volvía loca.
-No podemos hacer eso- susurré incapaz de encontrar mi voz.
-Claro que sí- dijo Louis acercándose lentamente hacia mí.
Cogió uno de los tirantes de mi camiseta y lo deslizó hacia abajo, dejando mi hombro al descubierto. Me miró a los ojos y, tras su tono azulado, pude notar un manto de lujuria.
-No lo pienses- se acercó susurrando a mi oído, erizando la piel de mi cuello-, sólo hazlo.
Se lanzó a mi cuello y lo succionó con fuerza. Un gemido se escapó de mi garganta al sentir sus labios presionados contra mi piel. Su otra mano se encargó de bajarme el otro tirante de la camiseta. No me había puesto sujetador, por lo que en cuanto me quitara la camiseta me quedaría totalmente expuesta ante él. ¿De verdad íbamos a hacer esto?
Intenté despejar la mente de mí y de mi cuerpo y traté de pensar en él. Su cuerpo, sus tatuajes... No lo soportaba. Quería quitarle la camiseta y pasar las manos sobre su piel llena de tinta, llena de historias. Sus besos dejaron mi cuello y se pasaron a mi boca. Nuestros labios conectaron como hacían siempre que los juntábamos. Le cogí la chaqueta por la parte de las hombreras y me deshice de ella. Notaba los tirantes de mi camiseta colgar por mis brazos. Con sutileza, se deshizo de mis pantalones y yo de su camiseta, dejando a la vista su, desde mi punto de vista, perfecta piel. Me detuve, observando con gran admiración la tinta que se mantenía atrapada bajo su piel. Era hermoso ver como un simple dibujo podía tener un significado tan grande. Mi vista cayó en su cicatriz. Pasé la mano sobre ella y Louis saltó ante el contacto con esa zona tan personal. Me miró con los ojos azules penetrando mis pupilas. El temor era palpable en su mirada pero sonreí tímidamente para relajarle. Él tardó pero me sonrió de vuelta de su manera más pícara, volviendo a ser él mismo. Se quitó las botas con cuidado y las dejó a un lado. A continuación, se bajó los pantalones y los dejó caer al suelo sin ningún pudor. Mis mejillas se sonrojaron al verle en unos bóxers negros que le marcaban toda su figura. Mientras, él me deboraba con la mirada. Se acercó a mí y subió mi camiseta hasta sacármela por la cabeza.
-Me encantas- susurró al darme pequeños besos en el hombro y por el cuello.
Abrió el grifo para que el agua se fuera calentando. En esos momentos, era incapaz de tener un pensamiento racional sobre lo que estaba a punto de hacer. Louis se giró, mirándome con deseo. Pestañeé y, sin darme cuenta, los dos ya estábamos completamente desnudos el uno delante del otro. Cogió mi mano y me ayudó a entrar en la bañera. Una vez estuvimos los dos dentro, cerró la mampara. Mi corazón latía a mil por hora. La sonrisa de su cara no se borraba mientras examinaba mi cuerpo. Al mirar yo el suyo, me sentí incluso más desnuda de lo que ya estaba porque él, al tener tatuajes, parecía como si todavía estuviera escondiendo parte de él, y no se estuviera descubriendo del todo para mí. Louis giró la llave del grifo e hizo que el agua cayera en cascada sobre nosotros. Al principio, pegué un pequeño salto ante el primer contacto de las gotas con mi piel. Poco a poco la temperatura se fue moderando.
Pasamos en silencio unos minutos, tan solo contemplándonos el uno al otro mientras nuestros cuerpos se mojaban y arrugaban. Me cogió de la nuca y besó mis labios con mucha ternura, muy delicadamente, saboreando cada parte de mí. Mis manos se quedaron aprisionadas entre ambos cuerpos y me cogí la libertad de apoyarlas sobre su torso desnudo y pasearlas con parsimonia sobre sus tatuajes. Aunque no los viera, notaba que estaban ahí. Louis se separó y sonrío. Fue una de las sonrisas más grandes que le había visto nunca. Esta vez sonreía de verdad y yo, pocas veces le había visto mostrarse tan feliz.
-¿Me pasas el champú?- preguntó.
Me giré un tanto desconcertada y tomé el bote para dárselo. Lo abrió y se echó un poco en la mano. Lo frotó con ambas manos y después, lo puso en mi cabeza.
-¿Me vas a lavar el pelo?- pregunté con humor.
-Claro. ¿Para qué nos duchamos si no es para disfrutar mientras nos lavamos mutuamente?
Reí ante la formalidad de sus palabras. Masejeó mi pelo con tranquilidad y lo aclaró. Después, yo lavé el suyo. Él tenía que inclinar la cabeza hacia abajo para que pudiera llegar bien. Una vez que nos hubimos limpiado el pelo de todos los mejunjes, agarré mi esponja y esparcí un poco de jabón sobre ella.
-Gírate- le ordené.
Pasé la esponja sobre su espalda, frotando cada parte de ella con suavidad. Después se giró para que le pudiera lavar el pecho. Los ojos de Louis se movían curiosos, siguiendo la trayectoría de mis manos.
-Deja la esponja. Quiero sentir tus manos sobre mi cuerpo- murmuró.
Sentirle de esta forma me parecía algo mucho más íntimo que la primera vez que estuvimos desnudos el uno para el otro. Ducharse era algo muy personal y hacerlo con otra persona requería una confianza enorme. No era fácil sentirse cómodo con otra persona mirándote pero yo, a pesar de mi nerviosismo, me sentía cómoda con él. No confiaba en nadie más que en él para hacer esto.
Al acabar de lavar su cuerpo, él hizo lo mismo con el mío. Cuando terminó, dejó la esponja a un lado y esperamos a que los dos nos aclaráramos bajo la cascada de agua. Levanté la vista para mirarle a la cara. Me sorprendía que cada vez me sentía con menos pudor a su alrededor y eso me daba más confianza. En cuanto nuestras miradas se cruzaron, azul con marrón, sentí esa electricidad recorrer mi cuerpo. Él pareció sentirla también porque no dudó en tomarme de la barbilla y presionar sus labios contra los míos. Ese beso tenía más vida que el anterior. Nuestras lenguas jugaban en una animada batalla en nuestras bocas. Me dejaba sin aliento cada vez que me besaba así. Mordió mi labio inferior y eso me hizo gemir. Pronto sentí su erección crecer en la parte más baja de mi tripa. Quería hacer todo lo posible por encontrar la forma de hacerle gemir a él, igual que lo hice la última vez. Me empujó contra la pared levemente, con cuidado de no hacerme caer. Quedé atrapada entre las frías baldosas y su ardiente torso. Sus manos paseaban por mi cuerpo como si lo conociera mejor que la palma de su mano. Estaba totalmente perdida en él. Mis únicos pensamientos eran él, él y él. Nunca había deseado tanto a alguien de una forma tan instintiva, irracional y pasional. Ahora mismo estaba segura de que sería capaz de hacer cualquier cosa con él. Con un brusco movimiento, se separó de mí.
-No puedo seguir- jadeó. Gotas de agua caían por su rostro, tapando su ceño fruncido.
-¿Por qué?- dije en un susurro, casi sin aliento.
-Como siga así te voy a acabar follando contra la pared y no es muy buena idea que tu primera vez fuera tan bestia.
Yo me reí aunque me estuviera muriendo de vergüenza por dentro. Verle tan necesitado y decidido a parar me daba pena pero, a la vez, daba gracias de que tuviera sentido común. No podíamos hacerlo en la ducha. Una cosa que me gustaba de Louis era que siempre decía lo que pensaba. Era franco con todo el mundo y no se guardaba nada.
-Salgamos de aquí -sentencié y abrí la mampara.
*
Comimos lo que habíamos preparado después de limpiar el desastre que habíamos montado en la cocina. Louis se pasó el rato contando historias divertidas. La relación con Harry y Gemma volvía a estar bien y me estuve riendo todo el rato por cómo hablaba de sus amigos. Se notaba que estaba de muy buen humor y yo no podía estar más feliz de tenerle conmigo. La distancia nos había hecho bien. Lo había pasado mal estos días sin verle pero, viendo cómo se portaba ahora conmigo y lo renovado y sano que parecía, me hacía darme cuenta de que había valido la pena. Sólo esperaba no tener que volverme a separar de él nunca más.
*
-Son las diez de la noche- comenté.
-Lo sé- concluyó Louis y se sentó de vuelta en el sofá, dónde habíamos pasado la mayoría de la tarde.
-¿Te vas a quedar?- pregunté con inocencia, esperando que la respuesta fuera un sí.
-Sólo si tú quieres que me quede- contestó pícaro y yo sonreí feliz ante la idea de pasar una noche a su lado sin que nadie nos molestara.
-En quince minutos va a empezar Buscadores de Fantasmas. Cambia a Disxovery Max- le ordené pasándole el mando de la televisón y volviendo a la cocina a por una tarrina de helado.
-¿Crees en esas mierdas?- chilló Louis desde el salón para que pudiera escucharle. Volví con el semblante serio.
-Claro que sí. Los fantasmas existen.
-Tú sí que eres un fantasma- bromeó cogiendo una cucharada de helado.
-¡Es verdad! Si no ¿de dónde sacarían las psicofonías?- me senté a su lado.
-Trish, ¡todo eso es mentira! -me contradijo alzando una mano.
-No es mentira, Louis. La gente no estudiaría el mundo paranormal si fuera todo una mentira.
-No te creas toda esa basura, por favor- replicó mentiéndose otra cucharada en la boca.
-Claro que me la creeré, porque creer en que existen los fantasmas es una forma de tener esperanza de que haya algo después de la muerte, como el paraíso creado por Dios, porque no quiero pensar que en cuanto me muera se acabará todo- no estaba molesta, pero me dolía pensar en este tema.
-Pero es la pura realidad- musitó Louis serio con la mirada perdida en la nada-. No hay ningún Dios que nos esté esperando al morir. Dios es tan solo una idea producto de nuestra imaginación. Las ideas se pueden conseguir de dos formas. La primera es por medio de una experiencia y, dado que nadie de nosotros ha tenido experiencia de ver a Dios, la hemos creado mediante la segunda forma: nuestra imaginación.
Se recostó de nuevo con fuerza en el sillón, la cuchara vacía. Me había quedado perpleja con su pequeño discurso. Estaba realmente impresionada.
-¿Cómo sabes todo eso?
-¿Te acuerdas de que te dije que había estado en la universidad?- yo asentí levemente, aún con la boca abierta-. Bueno, pues estudiaba Filosofía.
Louis, ¿Filosofía? Me parecían dos polos totalmente opuestos. Esto demostraba lo poco que sabía de su vida, en realidad.
-¿Y por qué lo dejaste? -pregunté con curiosidad.
¿Qué tipo de persona sería hoy en día si hubiera acabado sus estudios?
-Porque me di cuenta de que no me servía para una puta mierda. No iba a ser filósofo y estaba claro que profesor de filosofía tampoco, así que lo dejé.
Me quedé un rato mirándole. Cada día me sorprendía más.
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