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Capítulo 27

POV TRISH

-Louis -musité.

-¿Qué? -alzó una ceja, observándome ansioso.

-No puedo quedarme a dormir en tu casa todos los días. Mi madre podría darse cuenta muy fácilmente -él chistó con la lengua.

-Ya lo sé. Sólo hoy, por favor- me miró suplicando.

Aparté la mirada y salí del coche. Hacía mucho frío en la calle. Ya estábamos en pleno invierno y salir a estas horas era como una misión suicida. Metí las manos en los bolsillos del abrigo, tratando de resguardarlas y que no se que congelaran hasta que entrara en casa.

-¿Trish?- él también había salido, imitando mis acciones.

Nuestras miradas se entrelazaron sobre el techo del coche. Odiaba mirarle en este tipo de ocasiones. Había algo en su mirada, y no precisamente el enrojecimiento, que me cautivaba, haciéndome imposible negarle algo. Además, aunque no lo admitiera nunca en voz, yo también quería quedarme con él. Me gustaba dormir a su lado, sentir su cuerpo junto al mío.

-Está bien, pero deja que pase por casa. Ya conoces a mi madre.

*

Cuando salté a la habitación de Harry no encontré a nadie. Le estaba cogiendo el tranquillo a esto de pasar de una ventana a otra, aunque aún tenía que mejorar las caídas. La mayoría de las veces acababa espanzurrada por el suelo. Con suerte, mi madre nunca se enteraría de que lo hacía. Cuando entré por la puerta ni siquiera se molestó en preguntarme qué tal. Se subió a su habitación dispuesta a dormir. Tal vez le había cogido confianza a Harry. Ojalá que fuera así.

Salí de la habitación y escuché voces en la planta de abajo. Distinguí el tono grave de Harry y la voz aguda de Gemma hablando. No sabía qué hacer, por lo que opté por ir directamente a la habitación de Louis. Seguía habiendo una pequeña sensación en mi cuerpo que me decía que no era buena idea dormir con él, después de lo que pasó la última vez, pero la aparté de mi mente en cuanto entró. Yo quería estar aquí. Abrí la puerta y, para mi sorpresa, Louis estaba dentro con la chaqueta de cuero aún puesta pero con tan solo unos calzoncillos abajo.

-¡Trish! Menos mal que ya estás aquí.

¿Cuánto duraban los efectos de las drogas?

-No sabes el coñazo que me ha dado Gemma cuando he entrado por la puerta, llorando y gritando. Si lo sé, no vuelvo- esperaba que estuviera de broma.

-Deberías de comprenderla un poco más. Estaba muy preocupada -traté de hacerle ver. Esas no eran formas de hablar de una persona que te veía como un hermano.

-Eso es culpa suya, no mía.

-¿Te has tomado ya eso que decías que calmaba el efecto?- cerré la puerta con cuidado y me adentré un poco más en la habitación.

-No- contestó.

Le eché una simple mirada y no hizo falta ni que hablara. Se fue al armario y buscó entre los cajones hasta que sacó un bote de pastillas blancas. Cogió una y se la metió en la boca. Vi una botella de agua en la mesilla y se la acerqué.

-¿Contenta?- preguntó irritado al tragarse el medicamento.

-Sí. Ahora vamos a dormir, por favor. Ha sido un día muy largo- me fui al lado de la cama en el que había dormido la noche anterior y moví la colcha.

-¿Ya?- parecía desconcertado.

-Sí. Mañana tengo clase. No puedo faltar otra vez- respondí a la vez que me metía en la cama.

Él pareció chafarse. Estaba cansada y mañana tenía que levantarme temprano. Metida ya entre las sábanas vi como se quitaba la cazadora y la camiseta, dejando su pecho descubierto. Cada vez que veía sus tatuajes me gustaban más, y eso que yo nunca había sido una gran fan de los dibujos de tinta en la piel. Con sólo los bóxers puestos se metió en la cama. Apagó la luz de la lámpara y noté como se removía sobre el colchón. No intentó abrazarme, ni siquiera rozarme, lo que me dejó un poco triste. Sabía que debía de ser así por ahora. Fui yo la que había decidido que fuera así. Sólo amigos... o un intento de ser sólo amigos, pero me hubiera gustado que no me hubiera hecho caso y hubiera mostrado algún tipo de afecto.

-Creo que tendríamos que mantenernos alejados un tiempo- mi cuerpo se congeló al escucharle hablar. Mi mente se bloqueó y todo lo que había estado pensando hacía un rato se rompió en pedazos. ¿No me había dicho que no quería que me separara de él nunca? ¿Por qué decía eso ahora?

-Lo sé- mis palabras no se correspondían con lo que sentía pero no podía llevarle la contraria ahora cuando había sido yo la que, posiblemente, le hubiera dado esa idea.

Me tapé aún con las sábanas queriendo ocultar mi rostro bajo ellas, para que no pudiera ver ni sentir lo mal que me habían puesto esas palabras. Mi cabeza era un maldito desastre. Unas veces pensaba unas cosas y al minuto siguiente, estaba pensando otras. Nunca me había sentido tan desordenada y confusa. Él me hacía ser así. Y quería ponerle fin a este malestar pero, a la vez, seguía queriendo más y más.

POV LOUIS

-No mucho, sólo uno tiempo, ya sabes...

Intentaba explicarme pero todo en mi mente daba vueltas, estaba jodidamente mareado y no era capaz de ordenar mis pensamientos y expresar lo que sentía con claridad. Esto era una mierda.

-Vale.

-Creo que nos vendría bien- no sabía por qué estaba diciendo todo esto. Era lo que mi cabeza me obligaba a hacer en ese momento. Trataba de pensar cómo una persona normal haría las cosas, no cómo Louis haría las cosas.

-Sí... supongo- por lo menos a ella no le había sentando mal.

Estaba muy cansado pero dudaba que fuera capaz de dormir después de todo lo que había sucedido. Había tenido las emociones a flor de piel a lo largo de todo el día y eso era algo que me cabreaba sumamente. Tener tantas emociones distintas concentradas en un mismo sitio me provocaba insomnio. Sólo quería que esta noche se pasara rápida y a la vez no. Quería tenerla a ella para mí todas las noches.

POV TRISH

No entendía nada. Pensé que él me quería a su lado. Sus palabras me sentaron peor de lo que había pensado. ¿Cómo se podía estar alejada de alguien a quien querías? Aunque fueran sólo durante un tiempo, como había dicho él. Una cosa era proponerle ser amigos y otra alejarnos el uno del otro. El hecho de pensarlo se me hacía insoportable.

Giré sobre mi cuerpo hacia un lado, dándole la espalda. Ahora mismo no entendía ni para qué me quería aquí si se quería alejar de mí. Pasaron los minutos y mi cabeza no paraba de darle vueltas a cosas estúpidas sobre Louis. Le había dicho que le quería y él no me había contestado nada. Estaba claro que él no sentía lo mismo pero, ¿alguna vez lo haría? ¿Podría llegar a quererme? Sabía que amar era una palabra a la que él estaba poco acostumbrado... Y al sentimiento mucho más. Cada vez la situación se volvía más complicada y sentí que no tenía la experiencia suficiente en relaciones cómo para saber lo que debería hacer. Todo esto me quedaba muy grande y yo era demasiado pequeña. Al menos, así me sentía.

Sentí cómo Louis se movió sobre la cama y pronto uno de sus brazos me tomó por la cintura y me aproximó a él, pensando que estaría dormida. Su cabeza se quedó enterrada en el hueco de mi cuello. Su respiración profunda chocaba con fuerza contra mi nuca. Suspiró.

-No creo que sea capaz de mantenerme alejado de ti- susurró con una voz más grave de lo normal, mandando escalofríos a mi espalda.

Sin que él lo supira, sonreí. Todos los problemas se disiparon momentáneamente y respiré tranquila, pensando que ahora, con su mano sobre mi cintura, me resultaría más fácil conciliar el sueño. Nada ni nadie me iba a poder reprimir lo que sentía por Louis tan fácilmente.

*

Había pasado una semana desde que vi a Louis por última vez. Fue cuando me quedé a dormir con él. Ni siquiera le dije adiós. Cuando me fui, él seguía inmerso en un sueño profundo y me dio pena despertarlo. Además, si esa iba a ser la última vez que le viera por un tiempo, quería recordarle así, tranquilo y sereno, como un ángel. Ver a Harry era algo que no podía evitar, y tampoco quería evitar. Pero siendo el buen amigo que es, nunca sacó a Louis como tema de conversación. Cada día al levantarme trataba de pensar que quedaba un día menos para verle de nuevo, pero mi momento favorito era, sin duda, la hora de irme a dormir. Por las noches, siempre recibía un mensaje de Louis deseándome dulces sueños. No estaba manteniendo su palabra, no se estaba manteniendo alejado de mí pero, como él mismo dijo, no iba a ser capaz. Y yo tampoco.

Mi madre se había marchado a Nueva York hacía dos días y la casa me quedaba demasiado grande para mí sola. Alguna vez pensé en llamar a Ashley, pero nunca llegué a hacerlo porque no quería que me montara otro numerito como el de Sebastian. No quería tener problemas innecesarios con Louis.

Era sábado por la mañana. Me acaba de levantar. Estaba haciendo té cuando llamaron al timbre. Dudé en si abrir o no. No quería que nadie me viera en pijama pero la curiosidad me pudo y me acerqué de puntillas al vestíbulo. Decidí mirar por la mirilla y, si no sabía quién era, no abriría. Sin embargo, me llevé una grata sorpresa al descubrir a Louis detrás de la puerta.

-¿Louis?- no pude esconder la sonrisa por mucho tiempo. Los rayos de sol iluminaban mechones de su pelo y sus ojos volvían a tener su precioso color azul.

-Dices mi nombre como si no me reconocieras. Tampoco ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos- bromeó con su sonrisa ladeada.

-¿Qué haces aquí?

-Pensé que... eh... podríamos pasar el día juntos- se rascó la nuca.

Mi cara se iluminó al escuchar su propuesta. El tiempo separados había hecho que tuviera más ganas de verle y de pasar tiempo junto a él. Él también parecía distinto. Parecía renovado, sano. Lucía radiante y eso me alegraba profundamente.

-¿Puedo pasar? -sugirió al ver que me había quedado callada.

-Eh, sí. Mi madre... Espera. ¿Lo sabes? -inquirí siendo consciente de que se había presentado aquí sin avisar.

-Harry- contestó.

-Harry... A veces se me olvida que os conocéis- él se limitó a sonreír.

-Entonces, ¿puedo pasar?

POV LOUIS

Abrió más la puerta y me dejó entrar. La casa estaba reluciente, como siempre, como si su madre aún siguiera allí, aunque sabía perfectamente que Trish mantendría la casa igual de limpia. No necesitaba que nadie se lo mandara. Ella misma era muy pulcra. Odiaba el polvo.

-Estaba a punto de desayunar. ¿Quieres algo o ya has comido?- me preguntó mientras la seguí hasta la cocina.

-Todavía no he desayunado.

-Dime qué quieres- abrió los estantes superiores llenos de cajas de galletas, cereales y diversas cosas para mantener la línea.

-Lo que vayas a tomar tú.

-Sólo voy a tomarme un té- explicó señalando a la tetera.

-Pues té, entonces.

Ella sonrió y sacó otra taza para mí. Virtió el té en ambas y nos lo bebimos en silencio. No era un silencio incómodo era un silencio para volver a adaptarnos el uno al otro, suponía. Normalmente no me gustaba estar callado pero estaba disfrutando de este momento como nadie. Hacía días que no la veía y la había echado de menos. Había echado de menos la forma en la se pasaba el mechón de pelo detrás de la oreja, la forma en la que sus ojos brillaban con la claridad del día, la forma en que fruncía los labios intentando ocultar una sonrisa. Había echado de menos su aroma. Estaba en pijama y me sentía el hombre más afortunado del mundo por poderla ver así, tal y cómo era, en un simple pijama de algodón.

-Y... ¿Qué tenías pensado hacer?- preguntó echándole un último trago al té.

-Me da igual- respondí y me subí a la encimera-, sólo quería volver a recobrar el tiempo perdido.

Esta última semana lo había estado pasando mal, pero era lo que teníamos que hacer si quería que esto funcionase. Ella me dijo que no se alejaría de mí y quería comprobar si, después de una semana separados, seguía a mi lado y, por lo que veía, no se había ido a ningún sitio. Iba a intentar mantener su decisión de ser sólo amigos, pero, ahora mismo, teniéndola delante de mí, bebiéndose una simple taza de té, con el pelo sin peinar, conpletamente al natural, se me hacía casi imposible contenerme. Pero, por su bien y por el mío, debía de ser así.

-Tengo que subir a ducharme- comentó recogiendo las tazas y poniéndolas en el fregadero.

-Si quieres te acompaño- bromeé y su risa inundó la estancia a la vez que se sonrojaba. Tal vez no fue el mejor comentario en ese momento pero lo dije nada más me vino a la cabeza. No podía cambiar mi personalidad de la noche a la mañana.

-Puedes quedarte en el salón viendo la televisión o poner música -me sugirió amablemente.

-Vale.

Los dos salimos de la cocina a la vez. Ella se fue al piso de arriba y yo al salón. Sopesé mis opciones y decidí ponerme a escuchar algo, así podría conocerla un poco más. La música era lo que más definía a una persona, desde mi punto de vista. Encontré la cadena de música en una esquina y una gran variedad de discos a su lado. Vi toda la colección de Michael Bublé. Supuse que ese era su tesoro más preciado y, como quería ver en quién reflejaba su personalidad, metí uno de los discos en el reproductor. It's time, se llamaba.

Escuchándolo, resultó que conocía un par de canciones. Nunca había sabido que eran de este tío. Conforme se reproducía intenté comprender un poco más la visión que tenía de la vida. ¿Se sentiría identificada con Home y echaría de menos su verdadera casa, Nottingham? ¿Alguna vez volvería? ¿Al acabar la carrera, tal vez?

Pasaron las canciones y, aunque detestaba este estilo de música, descubrí una con la que me sentí identificado: I've got you under my skin. Así la sentía yo, debajo de la piel. Había calado hondo dentro de mi ser, más que nadie que conocía y eso era algo que me aterrorizaba. El recuerdo de la noche que me encontró era borroso, apenas recordaba nada de lo que pasó, sólo una cosa, la más importante. Había dicho que me quería y yo había pasado de esa confesión como de la mierda. En ese momento no supe qué responder y, si me lo volvía a decir ahora, tampoco sabría qué coño contestarle. El amor era algo demasiado intenso y profundo. Esos sentimientos tan fuertes no estaban hechos para mí. No sabía manejar ni los míos propios, como para soportar el amor de alguien más sobre mí. Tenía miedo de cagarla y hacerle daño. Antes tenía que descubrir mis propios sentimientos.

-¿Tú escuchando a Michael Bublé? ¿Desde cuándo eres fan?- Trish apareció por la puerta con el pelo mojado y tan sólo el albornoz. ¿Quería matarme?

-No lo soy y no lo seré nunca. No sé cómo puedes escuchar música tan mala.

-¡No es mala!- me contradijo-. Es música de verdad. Tiene un control sobre su voz impresionante.

-Si tú lo dices...- la piqué.

Ella me miró con el ceño fruncido y yo reí. Era graciosa cuando se enfadaba por tonterías como ésta.

-Sécate el pelo o cogerás frío.

-Eres muy pesado con eso. Dime qué vamos a hacer y me sacaré el pelo.

-A mí me apetece quedarme aquí sin hacer nada, pero si quieres ir a algún sitio, te puedes ir. Yo te espero aquí- ella siguió con la mirada fría sobre mí pero acabó partiéndose de risa.

-¿Quieres ayudarme a hacer la comida?- me preguntó, esta vez más seria.

-Ya te dije una vez que no sé cocinar.

-Yo tampoco. Bueno, sí sé, pero lo hago fatal- su voz era dulce y tranquila. Quería verla así de feliz siempre, y yo sabía que era el culpable de que muchas veces hubiera estado triste.

-Tú lo que quieres es hacer oposiciones para quemar la casa. Sé que no soportas vivir aquí pero ¿no crees que te estás pasando?

-Vamos, ¡será divertido!- me animó con una sonrisa.

-Vale, pero primero sécate el pelo. Lo digo en serio.

-Louis, no me voy a secar el pelo. Estoy a punto de ponerme a sudar. Si me pongo ahora bajo el chorro del secador me aso- refunfuñó.

Se empezó a desabrochar el nudo del albornoz y yo me empencé a emocionar. ¿Qué iba a hacer? Mis sucios pensamientos se rompieron en pedazos al ver que debajo llevaba una camiseta y unos pantalones cortos. Por un momento pensé que se iba a desnudar delante de mí. Qué ingénuo...

Fuimos a la cocina y sacamos varios alimentos para cocinar. Los reconocí todos por lo que me alegré. Pensé que haría una comida rara, de esas sin grasas, ni azucares ni sustancia.

-¿Qué tienes pensado hacer?- le pregunté.

-Una ensalada especial y filete con patatas- me reí al ver la simpleza de lo que me proponía-. Ya sé que no es lo más elaborado del mundo pero es lo único que sé hacer bien.

-A sus órdenes, mi capitán- hice el típico gesto poniéndome la mano en la frente, firme, y ella se giró con una sonrisa divertida dibujada en su rostro.

-Saca la mayonesa y el ketchup- hice lo que me pidió y los deposité en la encimera. Ella mientras se dedicaba a cortar lechuga en trozos pequeños-. Echa la mayonesa en un bol y mézclalo con el ketchup.

-¡Qué asco!- exclamé. El ketchup me encantaba pero la mayonesa la detestaba. Esa mezcla tenía que ser horrible-. ¿Ketchup y mayonesa?

-Para hacer salsa rosa- explicó como si fuera lo más obvio del mundo.

-Ah... eso sí me gusta- comenté mezclando los dos ingredientes. Ella se giró, negando con la cabeza con diversión.

Al acabar me hizo pelar unos langostinos, mientras ella los cortaba en trozos. Sacó dos copas grandes del mueble grande.

-Echa una capa de lechuga en el fondo y después vierte un poco de salsa rosa encima. Depués echa los langostinos troceados, pon otra capa de lechuga y vuelve a echar la salsa.

Tardé en analizar lo que me pidió. Lechuga, salsa, langostinos, lechuga, salsa. Bien. Ella mientras se fue a hacer los filetes. Al acabar la llamé.

-Trish, mira si me ha quedado bien esto...- cuando se giró y se acercó, aproveché para mancharle la cara con la salsa rosa y abrió la boca incrédula cuando la salsa comenzó a bajarle por el cuello.

-No has sido capaz...- me miró anonadada retirándose parte de la salsa del rostro. Yo me reí a carcajadas.

-Sí, sí que he sido.

-¿Cómo te atreves?- se malhumoró. Seguí riéndome a carcajada limpia mientras ella trataba de quitarse el pringue de la cara. Lo que no me esperaba es que ella fuera a coger el tubo de ketchup y me apuntara a la cara con él, poniéndome perdido.

A partir de ahí empezamos una guerra con ambos ingredientes. Ella continuó echándome ketchup, intentando darme en la cara y yo tuve que coger el bote de mayonesa para poder defenderme. Me acerqué a ella y, como era más alto, lo exprimí con fuerza por encima de su cabeza, manchándole todo el pelo. Ella chilló enloquecida pero pronto me estaba metiendo el bote de ketchup por el cuello de la camiseta y manchándome el cuerpo por dentro. Seguimos así, sin que ningunos de los dos se rindiera, hasta que los botes se quedaron vacíos y ambos acabamos llenos de salsa, desde la cabeza hasta los pies.

-Lo vas a limpiar tú... ¿Verdad?- comentó Trish con sarcasmo. Ella sabía muy bien que yo no lo iba a recoger.

-Claro.

-Encima me he duchado para nada- murmuró disgustada tocándose el pelo pringoso. La había dejado fina.

-Ven- le ofrecí la mano para que me la cogiera. Ella la miró indecisa y, antes de que pudiera tomar una decisión, cogí yo la suya. La llevé hacia las escaleras y subimos hasta el baño. Hice que entrara dentro y cerré la puerta trás de mí. Ella se giró nerviosa y sin comprender.

-¿Qué haces?- sus mejillas tenían un tono rosado, anticipándose a mis acciones.

-Duchémonos juntos.

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