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Capítulo 26

POV TRISH

-Vámonos- murmuré.

Tomé a Louis por la cintura y él apoyó su brazo en mi hombro. Estaba tan colocado que no entendía cómo podía mantenerse de pie y, mucho menos, cómo había podido tener una conversación racional conmigo. Era tan fuerte el olor de lo que había estado fumando que incluso yo empezaba a sentirme mareada.

-¿Cómo me encontraste?- levanté la cabeza y me topé con su par de ojos azules observándome de cerca. Estaban muy enrojecidos. Debería verle un médico.

-Tuve una corazonada- él agachó la cabeza, fijando su vista en el suelo y sonriendo.

-Sabía que serías la única capaz de encontrarme.

No sabía si responder a ese comentario. Parecía que se lo había dicho más a sí mismo que a mí. Andamos despacio hacia el coche pero Louis se paró de repente.

-¿Qué pasa?- pregunté.

-No vamos a dejar mi moto aquí- sentenció serio, como hacía siempre que hablaba de su tan preciado vehículo.

-¿No pensarás que te voy a dejar conducirla tal como vas?

-No sé lo que piensas, pero sí sé lo que voy a hacer- se deshizo de mi agarre y se fue hacia ella.

-Tú ahora no vas a coger esa moto. Ya vendremos mañana, Louis.

-No me digas lo que tengo que hacer- murmuró seco, sacando las llaves de su bolsillo-. Voy a conducir esta moto de vuelta a casa y punto- cuando iba a meter las llaves en el contacto, me aproveché de su estado, y de que no atinaba a meterlas, y se las arrebaté de las manos.

-He dicho que no- sentencié impasible-. No voy a dejar que te subas a esa moto cuando apenas puedes pronunciar una palabra bien. ¡No quiero acabar la noche en urgencias!

-Está bien- dijo. Me quedé sorprendida por lo rápido que había cedido esta vez-, pero dame las llaves, por favor.

Se las devolví sin problemas. Si este era uno de sus trucos y me estaba engañando para volver a encender la moto, no tenía problema. Se las quitaría igual de fácil que antes. Esta vez yo era más fuerte que él. Caminó de vuelta hacia mí y se apoyó de nuevo en mi hombro. Le agarré y continuamos andando hacia el coche. Al girar la esquina vi que dentro del coche había una lucecita encendida y Harry parecía estar hablando por teléfono.

-¿Ese es Harry?- Louis parecía extrañado de ver a su amigo. Mantenía el ceño fruncido conforme nos acercábamos.

-Sí. Han estado igual de preocupados que yo- expliqué. No contestó.

Harry miró al frente y nos descubrió aproximándonos a él. Cortó el teléfono de golpe y salió apresurado del coche.

-¡Dios! Louis, ¿estás bien?- exclamó el chico escandalizado en cuanto vio el estado de su amigo-. ¿Qué te ha pasado?

-Joder... ¿Puedes dejar de gritarme al oído? No quiero morir de una jaqueca -masculló molesto.

-¿Jaqueca? No. ¡El que te voy a matar voy a ser yo! ¡No sabes lo que nos has hecho pasar! ¡Ni se te ocurra volver a mandarme un mensaje así! Te había imaginado... muerto- al decir eso, sus ojos verdes se humedecieron. La angustia de estas últimas horas empezaba a hacer efecto en él.

-¿Muerto? ¡No digas tonterías! ¡No me iba a matar!- exclamó enfadado.

Puede que nunca lo admitiera, pero por un momento yo también había pensado tal cosa. Me aliviaba saber que eso nunca estuvo dentro de sus opciones.

-Pues la próxima vez cuida mejor tus palabras para que no lleguemos a esa conclusión. Maldita sea- murmuró el chico nervioso. Louis se puso serió y respondió a su amigo.

-Harry, no me voy a matar. Desde que conocí a Trish sé que ella está aquí y mientras siga aquí, yo estaré bien.

Sus palabras hicieron que miles de mariposas batieran sus alas con fuerza dentro mi estómago. Era una sensación indescriptible. Fue una confesión que me pilló tan desprevenida que no supe reaccionar, sólo pude sentir cómo una bomba de felicidad explotaba en mi interior. Puede que él no fuera consciente pero sus palabras transmitían mucho más de lo que él creía. Sentí su brazo relajarse sobre mi hombro.

-¿Por qué huele tan mal?- comentó Harry arrugando la nariz. Louis miró hacia otro lado, volviendo a parecer molesto.

-Ha estado... tomando- traté de decir sin que no sonara muy directo.

-¿Qué? ¿Cuánto ha tomado?- exclamó preocupado.

-No lo sé, pero había muchas bolsitas y cigarros por el suelo cuando le encontré.

-¡No habléis de mí cómo si no estuviera presente!- gritó de repente, dejándome sorda.

-Tenemos que llevarle a un hospital- murmuró Harry.

-No pienso ir a un puto hospital. Estás mal de la cabeza si piensas que voy a ir. No lo necesito.

-Louis...- murmuré.

-No, Trish. No empieces- me silenció. Miré a Harry sin saber qué hacer. Si Louis se negaba, ni yo ni Harry seríamos capaces de llevarlo a la fuerza, por muy colocado que estuviera.

-¿Qué hacemos entonces?- le pregunté a Harry.

-No lo sé- se mordió las uñas-. Tampoco sé qué podrían hacer los médicos en el hospital. No es como cuando te emborrachas, que te hacen un lavado de estómago. Esto va a los pulmones y no sé si hay algo para limpiarlos.

-¿Entonces?- inquirí.

-No sé...

-¿No se supone que eres médico?- Harry me miró molesto.

-Que esté estudiando medicina no me convierte en médico.

Louis se rió ante la pequeña discusión.

-Llevadme a casa y allí tengo unas pastillas que cortan el efecto.

-¿Más droga?- exclamó Harry desesperado.

-No. Son pastillas normales, de la farmacia -explicó aborrecido, tratando de sonar serio pero parecía divertido por la situación.

Harry y yo nos miramos sin saber qué hacer.

-Creo que es mejor hacerle caso. Sabes que no vamos a conseguir que haga nada más- comenté sin importarme que Louis me estuviera escuchando.

-Esa es mi chica- murmuró él cogiéndome de la barbilla y juntando sus labios con los míos en un corto beso.

Mis mejillas se enrojecieron en cuanto se separó. Que me hubiera besado delante de Harry fue una situación bastante incómoda. Nuestro amigo me miró confuso pero, al final, una pequeña sonrisa salió de sus labios. Agachó la cabeza queriendo ocultarla, pero yo la había visto. ¿Qué le hacía tanta gracia?

-Será mejor que nos vayamos- dije para cortar el momento incómodo que se había creado.

Cuando nos íbamos a meter al coche, Louis se paró de golpe, haciendo que me diera un ligero golpe contra su espalda.

-Ya que Harry está aquí puede conducir mi moto de vuelta a casa- sugirió. Miré al chico perpleja. ¿Desde cuándo Harry sabía conducir una moto?

-Pensaba que no dejabas tu moto a nadie- comenté.

-Yo no soy como los demás- dijo Harry con cierto tono de superioridad en su voz mientras cogía las llaves de la moto. Louis me miró asintiendo. Harry no era como el resto de amigos que tenía Louis. Harry se preocupaba de verdad por él.

-Como le pase algo... atente a las consecuencias- le amenazó Louis.

-Sabes que no me gusta montar ese cacharro. Sólo lo voy a hacer hoy porque me has dado un buen susto y el aire me vendrá bien pero no te motives. Esto no se va a volver a repetir.

-Tampoco es como si te la fuera a dejar más veces. No te motives tú, ricitos.

Harry le miró de mala gana y se fue a por la moto, dejándome a mí riéndome suavamente por el apodo que le había puesto Louis.

-¿Podemos irnos ya?- rogué entre risas. Él me miró a los ojos muy profundamente.

-Claro.

Me monté en el coche y Louis a mi lado, en el asiento del copiloto. Las llaves ya estaban puestas, sólo tuve que girar el contacto para que el motor cobrara vida. Esperamos en silencio hasta que Harry apareció por la esquina en la moto. Llevaba el casco que siempre me ponía yo cuando montaba con Louis. Le hice un gesto con la cabeza para que tirara y fuera él delante. Entendiéndome, aceleró y yo le seguí. Pronto nos incorporamos a la autopista de vuelta a casa.

Íbamos en el coche en silencio. El único ruido que se escuchaba era el del viento y los coches pasando a nuestro lado. Estaba nerviosa. No por el silencio, sino por tener a Louis en el asiento de al lado. Le miré de reojo sin que se diera cuenta. Tenía apoyada la cabeza sobre el cristal, el codo apoyado en la ventanilla y con la mano se tapaba la cara. Parecía cansado. Le oía respirar profundamente. Volví a posar mi vista sobre la carretera y un par de minutos más tarde habló.

-No deberíamos separarnos nunca- susurró. Fue un susurró tan apenas audible que me planteé si estaba hablando en sueños. Giró su cabeza y me miró, lo que me aseguró que estaba perfectamente despierto.

-¿Qué?

-Tú y yo, digo- se acomodó en el asiento, apoyando su espalda contra la ventana, mirándome de frente-. Las cosas no van bien cuando estamos separados.

Era verdad. Cuando me separaron de Louis me sentí entumecida, sin ganas de nada durante dos meses y él, por su parte, fue un poco más lejos provocándose problemas de salud.

-Las tormentas hacen que los árboles tomen raíces más profundas- murmuró.

-¿Desde cuándo eres tan filosófico?- comenté, intentando animar un poco el ambiente. Tampoco es que supiera qué más responder a todo lo que estaba diciendo. Me encontraba sin habla. Él sonrió un poco, pero después volvió a tener su expresión seria.

-¿Piensas igual que yo?- me preguntó.

-¿Sobre qué?

-Que no deberíamos separarnos- le miré un segundo, no quería descuidar mi conducción. Estaba hablando en serio. Parecía cómo si se hubiera puesto sobrio de golpe y ahora quisiera mantener una conversación adulta. Estaba esperando mi respuesta impaciente y esta vez no podía librarme de contestar con un simple chiste.

-Sí- claro que estaba de acuerdo. Cada vez que estaba sin él era como si me arrancaran un pedazo de mi ser.

-Me alegra saber que estamos de acuerdo en algo. Como ya te dije una vez, eres una estrella y las estrellas no pueden brillar sin oscuridad.

No sabía si sonreír por la belleza de sus palabras o echarme a llorar. Había hecho una triste metáfora sobre nosotros dos. Yo era la estrella y él la oscuridad. Me dolía ver cómo se veía a sí mismo.

-Ojalá pudieras verte un día a través de mis ojos. Tal vez entonces, verás lo especial que eres para mí y te dejarás de ver como una mala persona.

-Es que esa es la verdad. Soy una mala persona.

Yo no creía que fuera mala persona. Creía que era alguien con problemas, violento y agresivo, pero no para llegar a ser mala persona. Había sufrido mucho en la vida. Sería un milagro que hubiera salido ileso de todas esas penurias.

-¿Por qué me quieres?

El pulso se me aceleró de golpe al formular esa pregunta. El hecho de que estuviera al tanto de mis sentimientos hacia él me hacía sentir muy débil y vulnerable. Ni siquiera sabía si eran correspondidos. Sabía que yo le gustaba pero no sabía si tanto como para decirme te quiero. No veía a Louis como una persona que dijera ese tipo de cosas a todo el mundo. Si me decía algo ofensivo ahora que conocía cómo sentía, me rompería y no habría manera de disimularlo como podía hacer antes.

-Supongo que es dificil resistirse a un chico malo que se ve como lo peor del mundo pero que en el fondo es buena persona.

-Joder, Trish, has visto muchas de las horribles cosas que he hecho, ¿cómo puedes creer que soy buena persona? -masculló entre dientes, extremadamente irritado.

-Louis, no importa la profundidad tu problema, no importa el tiempo que lleves luchando contra él. Existe la posibilidad de que vuelvas a ser absolutamente libre.

Louis suspiró aborrecido, pasándose las manos por los mechones grasientos de su flequillo.

-Dime una única cosa que haya hecho bien para que pueda recibir el adjetivo de 'buena persona'. Sólo una.

Este tema le destrozaba por dentro cada vez que lo hablábamos. Podía notarlo en su tono de voz y quería cambiarlo. Dios, quería que me creyera.

-Me haces feliz- contesté mirando fijamente a la carretera.

-Hoy, precisamente, no- murmuró. Esta vez parecía más triste que enfadado.

-Sí. Hoy sí. Cuando te he encontrado y has vuelto a mí, sí. Me has hecho feliz. Fin de la discusión.

Sorprendentemente, se calló. Últimamente hacía demasiado caso a lo que le decía. No debía acostumbrarme. El resto del camino fuimos en silencio. Al llegar, aparqué el coche de Harry en la puerta de su casa. Saqué el móvil y vi que no tenía ninguna llamada ni mensaje de mi madre, lo que me alivió enormemente. El vecindario estaba tranquilo, no se oía ni un sólo ruido en la tranquilidad de la noche. Me desabroché el cinturón y fui a salir del coche pero Louis me cogió de la muñeca.

-Espera. No te vayas aún.

-¿Qué pasa?- sus ojos azules aún seguían enrojecidos por haber estado fumando. No aguantaba a que llegara a casa y se tomara lo que sea que tuviera.

-Sé que estás enfadada porque haya hecho lo que hice, pero quería... darte las gracias por... eh... venir a buscarme.

Quería decirle que no pasaba nada pero eso sería engañarme a mí misma. Estaba enfadada, pero no por haberse ido sin decir nada y dejarnos a todos preocupados, sino porque se había refugiado en la droga para pasar el mal rato. Eso era lo que me molestaba.

-Sabes que no tienes que darlas, pero me tienes que prometer que nunca más vas a tocar un paquete de droga, ni siquiera un cigarro.

-Eso es decisión tuya. Ya te he dicho que si tú estás a mi lado, yo estaré bien.

Tomé aire con fuerza. La responsabilidad que me había echado a los hombros era sumamente grande. Sin embargo, la acogía encantada.

-Y tú sabes que no me voy a ir pero no puedes volver a esas cosas cada vez que sientas que me alejo. Te estás haciendo daño.

-Vale, vale- me cortó irritado por la charla que le estaba dando-. Pero solo con una condición- le miré expectante-. Quédate esta noche a dormir conmigo.

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