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Capítulo 25

POV TRISH

Louis.

Mi mente se encargó de montarse historias. Historias en las que Louis no salía bien parado. ¿Por qué se le tenían que pasar tantas estupideces por la cabeza?

El mensaje de Harry me había dejado atacada de los nervios. No sabía a qué se refería Louis con eso ni quería saberlo. Sentí que un nudo se me formaba en la garganta y, de repente, se me quitaron todas las ganas de comer. Lo primero que hice fue marcar su número y llamarle. Esperé y esperé hasta que me salió el contestador. En cuanto le viera iba a matarle.

Salí de mi habitación corriendo. Bajé las escaleras a toda prisa. No quería que hiciera ninguna tontería, y menos por mi culpa.

-Trish. ¿A dónde vas?- mi madre me asustó saliendo de la cocina sigilosamente. Llevaba puesto el delantal y parecía estar en medio de terminar la cena. ¿Qué se suponía que debía decirle?

-Tengo que ir un momento a casa de Harry.

-¿Para qué?- alzó una ceja.

-Eh... no sé. Me ha dicho que fuera, pero no sé para qué, la verdad...

-Pues no. Te quedas aquí, que le vas a ver en diez minutos.

-Pero, ¡mamá!- exclamé indignada.

-Anda, deja de quejarte y vete poniendo la mesa. Toma, ahí tienes los cubiertos- me señaló un rincón de la cocina-. Llévatelos. El mantel ya está puesto.

Dudé por un momento entre cogerlos o salir corriendo por la puerta. La lucha interna dentro de mí hizo que ganara la razón a los impulsos. No podía hacer que mi madre sospechara, por lo que tenía que obedecer sus órdenes, como si nada extraño pasara. Cogí los cubiertos de mala gana y los llevé al salón. Saqué el móvil del bolsillo y le mandé un mensaje a Harry.

*No puedo salir ahora. Mi madre puede sospechar y no puedo arriesgarme a que se entere de lo que está pasando. Tenemos que esperar a que termine la cena. Con suerte solo sera una hora*

Al instante el móvil vibró en mis manos.

*No sé lo que es capaz de hacer Louis en una hora...*

Mis dedos se movían ágiles sobre las teclas mientras escribía la respuesta.

*Saldremos rápido. Lo mejor será que vengáis ya y acabar con esto cuanto antes*

Mandé el mensaje y metí el teléfono de vuelta en el bolsillo. Regresé a la cocina y puse las últimas cosas que faltaban en la mesa. Mi madre había hecho un salmón a la naranja y, de primero, la convencí para que hiciera una simple ensalada. No quería que se pusiera a hacer algo más elaborado y perdiéramos más tiempo. Incluso la ayudé a hacerla para ahorrar minutos. Mientras, las manos me comenzaron a sudar. Me estaba atacando de los nervios. No paraba de pensar en qué estaba dispuesto a hacer Louis.

A los cinco minutos, justo cuando estaba colocando el plato de ensalada en la mesa, sonó el timbre. Mi madre, nerviosa, fue a abrir la puerta. Se atusó un poco y abrió.

-¡Buenas noches!- escuché a Harry decir desde la entrada.

-¡Harry! ¡Es un placer!- contestó mi madre y oí como le dio un sonoro beso en la mejilla-. ¿Y tu hermana?- parecía un poco disgustada a la vez que curiosa.

-No ha querido venir. Se ha empezado a sentir mal y ha preferido quedarse en casa. Me ha pedido que pida disculpas de su parte.

-Oh, no pasa nada. Son cosas que pasan- comentó ella, muy compresiva, por cierto.

Mi madre no lo sabía pero estaba claro que Gemma no se había quedado en casa porque se encontrara mal. En cuanto nos dejara a solas un momento, se lo preguntaría a Harry.

-Pero ¡pasa, hombre! ¡No te quedes ahí fuera! Siéntete como en tu casa.

Escuché como se cerraba la puerta principal y Harry aparecía por el salón.

-Hola, Trish- me saludó esbozando una triste sonrisa. Sin decir nada, fui hacia él y le di un fuerte abrazo. Acaricié con mis manos su espalda, intentando reconfortar un poco al chico. Él me devolvió el abrazo con entusiasmo, acariciándome el pelo a la vez.

-¿Qué tal?- pregunté cortésmente. Esperaba que Harry entendiera que iba con esa intención.

-Bien- respondió a la vez que se separaba de mí.

-Sentémonos, pues- mi madre nos incitó a tomar asiento en la mesa.

Harry y yo nos sentamos uno al lado del otro y ella se sentó enfrente. Las primeras preguntas de mi madre hacia el chico fueron las básicas. Qué estudiaba, si tenía el carné de conducir, qué le gustaba hacer en su tiempo libre...

-¡Oh!- exclamé al recordar algo-. Una vez, Lo...- paré repentinamente al darme cuenta de que iba a decir el nombre de Louis. Intenté solucionarlo sin que se notara mucho-. Gemma... una vez me dijo Gemma que te gustaba mucho la música- Harry sonrío, sabiendo que había estado a punto de meter la pata.

-Sí, bueno... lo normal, supongo- se rió metiéndose un trozo de comido en la boca.

-¿Qué tipo de música te gusta?

-Los clásicos. Michael Jackson, The Beatles, un poco de Coldplay, Frank Sinatra...

-¿Frank Sinatra?- comentó mi madre,  metiéndose en la conversación-. Entonces te gustará Michael Bublé.

-Sí, Michael Bublé es genial. He oído que está nominado a un Grammy- el chico debió notar mi expresión de asombro porque me preguntó-. ¿Te gusta?

-¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! ¡Es mi artista favorito!- exclamé llena de emoción. Mi madre se levantó y comenzó a recoger los platos de la ensalada para traer el salmón. Con suerte, no tardaríamos mucho más en terminar de cenar.

-¿Por qué no me lo habías dicho antes?- murmuró Harry pareciendo feliz.

-¡No sé! No ha salido el tema- me excusé.

En cuanto mi madre salió por la puerta, me acerqué a él y empecé a preguntarle cosas.

-¿Dónde está Gemma?- susurré.

-Ha salido a buscar a Louis. Está atacada de los nervios. Debes saber que nunca nos había escrito un mensaje así. Es más, nunca nos había escrito antes un mensaje. Él siempre hace su vida y nosotros la nuestra. No nos dice a dónde va y nosotros tampoco le preguntamos. Así funcionamos.

-¿Pero cuándo ha sido la última vez que le has visto?

-La última en verle ha sido Gemma. En teoría venía para tu casa a hablar contigo- se explicó Harry nervioso. Había logrado parecer muy tranquilo durante la cena, pero ahora podía ver que no lo estaba. No paraba de tocarse el pelo y echárselo hacia atrás.

-Sí. Ha estado aquí, pero después se fue.

-¿Y no ha pasado nada que le haya hecho sentirse mal? ¿Le has hecho algo?- el tono de Harry no era acusatorio, sólo pretendía obtener más pistas que le llevaran a encontrar el paradero de su amigo.

-¡No! ¡Ha sido él el que me ha hecho sentir mal a mí! Y después de eso se ha ido.

-¡Joder!- masculló enfadado-. El chaval es gilipollas. No tiene dos dedos de frente. Su cabeza no funciona bien.

-Harry...- le avisé. Sin darse cuenta, está levantando cada vez más la voz.

-¿No puede ser una persona normal que cuando le pasa algo se encierra en su habitación? ¡No! El muy imbécil se tiene que ir por ahí, a saber dónde, con a saber quién, y hacer a saber qué. Te juro que si no supiera de lo que es capaz, le daba una hostia bien dada. Para que se le quitara la tontería.

-¿De quién habláis?- mi madre apareció por la puerta dándonos a los dos un susto, que nos hizo brincar en nuestros asientos. Ambos fingimos una sonrisa y yo hablé, antes de que Harry pudiera meter más la pata.

-De un profesor de la universidad. No tiene muy buen humor- mentí cogiendo mi plato. Harry asintió con la cabeza, siguiéndome la corriente y mi madre solo se rió.

Nos comimos el último plato mientras ella le explicaba a Harry cómo era trabajar en el mundo de lo moda. El pobre chico, sonreía a todo lo que la mujer le decía. Me daba pena verle teniendo que soportar tal charla, pero no podía hacer nada. Cuando la daba por ponerse a hablar de su trabajo, no había quién la parase.

Me desvié de la conversación cuando en mi mente apareció la imagen de Louis. ¿Qué estás haciendo?, mi mente le preguntó, como si la imagen que mi cerebro estaba recreando fuera el Louis de verdad. Me puse a pensar en sitios dónde podría estar, pero enseguida me di cuenta de que no tenía ni idea. Él nunca me contaba nada. No sabía dónde podría ir. Cambridge era un sitio muy grande. No le encontraría fácilmente. Pero, ¿por qué se había ido? ¿Sería por algo que yo le dije? Intenté recordar la conversación que tuvimos por la mañana, pero no logré encontrar nada que le hubiera podido molestar.

Antes de darme cuenta, Harry y yo habíamos acabado de comer. No sabía si era el nerviosismo, pero había comido más rápido de lo habitual.

-Señora Parker, estaba todo delicioso- comentó Harry, intentando acabar con la conversación.

-No me llames así. Llámame Lillian, por favor- le pidió. Parecía que el chico le había agradado y eso me complacía. Por lo menos tenía un amigo que le gustaba a mi madre.

-Vale- sonrió él-. Se está haciendo tarde. Debería irme ya. No quiero dejar a mi hermana tanto tiempo sola. Quiero ver cómo está.

-Claro, por supuesto, no pasa nada. Ha sido un placer tenerte con nosotras, Harry- sonrió contenta.

-Pero antes de irme... ¿podría venirse Trish un momento a mi casa?- preguntó.

Eso nos pilló desprevenidas, tanto a mí como a mi madre. La miré a ella y enseguida supe que no le gustaba mucho la idea, pero Harry siguió explicándose para intentar convencerla. Tenía que salir de esta casa como fuera y no me apetecía tener que escaparme de nuevo por la ventana. Prefería hacerlo de una forma civilizada. Además, tenía dieciocho años. Era increíble que mi madre todavía tuviera el poder de retenerme en casa de esta forma.

-Necesito ayuda con una asignatura. Mañana tengo un examen y no entiendo casi nada. Es un tema sobre el cerebro y, como Trish está estudiando Psicología, pensé que podría ayudarme con esto- los dos nos quedamos mirando impacientes, esperando la contestación de mi madre. Pasaron unos segundos hasta que sonrió levemente.

-Está bien.

-¿En serio?- pregunté atónita. Harry me dio un codazo que mi madre no notó, como diciendo que me callara-. Gracias- le respondí, aún sorprendida.

-Muchas gracias, Lillian. Después la acompañaré de vuelta.

-Gracias, Harry. Bueno, pues entonces, iros ya- nos animó a levantarnos y a salir.

No perdí más tiempo. Salí del salón en busca del abrigo y después de parpadear un par de veces me encontré en la calle, haciendo frente al frío de la noche, con Harry a mi lado.

-¿Tienes idea de dónde puede estar?- le pregunté mientras caminábamos hacia su coche, cambiando de tema rápidamente, olvidándome de la cena que acabábamos de finalizar.

-No, y tampoco me ha mandado ningún mensaje. Le he mandado como veinte y le he llamado mil veces. No me ha contestado a nada.

-Creo que alguien debería quedarse en tu casa, por si vuelve- le indiqué. Si estábamos todos buscándole por la ciudad y él decidía volver a casa, estaríamos haciendo el tonto.

-Tienes razón. Voy a decirle a Gemma que vuelva para casa y nosotros le buscaremos.

Marcó el número de su hermana y le explicó que volviera para casa. Cuando llegamos al coche, él ya había colgado. Nos montamos en él a toda prisa. Puso la llave en el contacto y le dio vida al motor.

-Dime un sitio dónde pueda estar- preguntó nervioso. Iba agarrando el volante con fuerza.

-¡No sé! Pero primero, relájate o tendremos un accidente.

-Trish, no lo entiendes. ¡No puedo relajarme! Él es como mi hermano- le temblaba la voz. Intenté mantener la calma con lo que me estaba diciendo.

-A mí también me importa, Harry, así que, sí que lo entiendo. Pero si te calmaras un poco, tal vez, pensarías con más claridad- le escuché tomar una gran bocanada de aire y soltarlo lentamente por la  boca, siguiendo mis instrucciones.

-Vale.

-Ve hacia el parque del río. Una vez me llevó allí, pero dudo que esté.

-Da igual, con tal de mirar no perdemos nada- comentó.

Fuimos todo el rato en silencio hasta que llegamos. Dejamos el coche en la puerta y nos adentramos al recinto. Cuando vimos que el camino se bifurcaba, decidimos ir cada uno por un lado. Después de buscar durante media hora por el parque y no encontrar rastro de Louis, decidimos continuar la búsqueda por otro lado. Volvimos al coche para tomar otro rumbo.

-Gemma me ha dicho que ha mirado por la universidad y tampoco estaba- murmuró, girando por una calle estrecha.

-¿Y el taller?- se me ocurrió decir.

-¡Es verdad!- exclamó Harry-. ¿Cómo se me ha podido pasar?- murmuró pegando un fuerte volantazo. Me tuve que agarrar al asiento para no caerme encima suyo.

-¿Está abierto todavía?

-No, pero no sé si Louis tiene llaves.

Tardamos cinco minutos en llegar al lugar, pero allí no había nadie. Las luces estaban apagadas y la puerta cerrada.

-Prueba a llamarle tú. Tal vez a ti te haga casa y te lo coja- me sugirió Harry de vuelta al coche.

-¿Y si he sido yo la razón por la que está haciendo todo esto?- mi amigo me miró a los ojos detenidamente. Estaba segura de que esa idea se le había pasado por la cabeza y, al no obtener respuesta por su parte, me estaba afirmando que lo estaba pensando. Si Louis llegaba a  hacer algo inmoral por mi culpa, no me lo perdonaría nunca. Estaba llevando sus berrinches a un nuevo nivel.

-Puede ser, pero no creo. Ha tenido que ser algo que le haya tocado su punto débil. Algo que haya visto u oído que le haya hecho sentir que le dejaban solo, porque eso es lo que más teme, quedarse solo.

-Lo sé. Yo no he dicho nada, ¡te lo prometo! Es más, aun después de haberle dejado, le dije que no me alejaría de él y creo que eso lo entendió.

-O puede que no- Harry me hizo dudar-. No sabes cómo funciona la mente de Louis. Tal vez te hizo pensar que sí lo había entendido para ocultar sus verdaderos sentimientos.

-Dios, Harry...- bufé.

Toda esta situación me superaba. Él me tomó la mano mientras conducía, y me la acarició suavemente. Sentí las lágrimas aproximándose. Di una fuerte patada al interior del coche soltando toda mi furia y maldiciendo a Louis Tomlinson y su horrible carácter.

Hacía mucho que no estaba tan preocupada por alguien. La última vez que me sentí así, fue con la última pelea entre mis padres, la que acabó con todo, la del final. Era pequeña y, con tan poca edad, no sabía cómo manejar la situación. A esa edad era normal pero ahora me sentía igual. No sabía cómo llevarlo. Estaba fuera del alcance de mis manos. Me venía demasiado grande, como todo lo que tenía que ver con Louis. Sentí la angustia apoderándose de mí. Se me formó un nudo en la garganta y sentí como los últimos trozos de la cena se hacía paso para salir de nuevo por mi boca, pero me contuve. La  mano que tenía Harry sujeta estaba bien, pero la otra me temblaba sin cesar. Con esa, cogí el móvil y marqué el número de Louis otra vez. Sonó y sonó, y nadie me contestó pero, en vez de salir el contestador, la llamada se cortó. Me había colgado. Me quité el teléfono de la oreja y lo miré sorprendida.

-... Me ha colgado- susurré, tratando de analizar los hechos.

-¡Joder!- Harry le dio un fuerte golpe al volante, provocando que sonora el claxon.

Sentí una lágrima escaparse por el rabillo de uno de mis ojos, y después otra, y otra, y otra, y así hasta que dejé de ver bien y comencé a ver borroso por culpa de tanta lágrima saliendo sin orden ni concierto.

-Eh, Trish- sentí el coche pararse y Harry acercándose a mí. Habíamos parado en un semáforo-. Que Louis te haya colgado no es tan malo, ¿no? Eso quiere decir que está bien y que es consciente de lo que está haciendo- intentó animarnos a los dos, pero no se dio cuenta de que me estaba poniendo peor, a pesar de sus buenas intenciones.

-Pues yo no veo nada bueno en que esté consciente y que, a propósito, me cuelgue- sollocé.

El chico me abrazó. Sentía que lo hacía porque lo necesitábamos tanto él como yo. Prefería uno de esos gestos a que intentara reconfortarme con palabras. Al separarse su expresión se volvió seria. Su cabeza se alzó con timidez, sus ojos verdes clavándose en los míos.

-Trish... ¿Le quieres?

El semáforo se puso en verde y Harry arrancó. Pisó el acelerador con fuerza, para no perder ni un segundo más y condujo rápido, rápido, rápido... muy rápido. Y fue justo entonces cuando la verdad me golpeó, al igual que lo estaba haciendo esa adrenalina que no sentía con nadie más que con él.

Nunca había querido tanto a alguien antes como le quería a él.

Habíamos tenido que llegar a este extremo para darme cuenta de que estaba enamorada de Louis. Era una forma extraña de amor, pero le quería. Puede que estuviera volviéndome loca por querer a una persona tan diferente a mí y con la que llegaba a sufrir tanto pero no podía seguir negando mis sentimientos hacia él.

No fui capaz de responder con palabras a Harry, mi cuerpo respondió a su pregunta derramando más lágrimas. Él agarró el volante con fuerza y su mandíbula se tensó.

-No te preocupes- murmuró con ímpetu-. Vamos a encontrarle.

Intenté dejar de llorar mientras Harry conducía. Ya no sabía ni por qué seguía llorando pero no podía parar. La idea de que Louis hiciera alguna tontería de las suyas me aterraba. Entonces recordé una cosa. Un lugar, más precisamente. ¿Cómo no me había acordado antes?

-Vete a la autopista- le ordené.

-¿Qué?- exclamó Harry, desorientado.

-¡Hazme caso! Una vez me llevó a un sitio. Me dijo que allí había sido... feliz.

¡Claro! ¡Tenía que estar ahí!

-¿De qué me estás hablando?- murmuró Harry sin entender nada.

Le callé indicándole por dónde tenía que ir. Tenía una corazonada. No sabía por qué se me había venido a la mente en ese momento el día en que Louis me llevó en moto al lugar donde había ganado su primera carrera. Me dijo que había sido un momento feliz para él, y sabía que no había tenido muchos momentos de ese tipo en su vida, por lo que cabía la posibilidad de que, si se sentía triste, tratara de recordar algo que le hubiera hecho feliz. Sí, ¡tenía que estar ahí! Las lágrimas pararon de golpe por la esperanza de haber dado con el sitio. Sentía que estaba muy cerca de encontrarle. Tenía que encontrarle.

Después de perdernos varias veces, porque no recordaba por dónde me había llevado, llegamos al tan ansiado lugar.

-Trish, no puedo pasar por aquí con el coche- me indicó Harry. Tenía razón. Cuando vine por aquí, pasamos con la moto y ésta, al ser más pequeña, cabía pero el coche no.

-Vale, tú quédate en el coche. Voy a ver si está por aquí- dije desabrochándome con rapidez el cinturón. Mi amigo me agarró de la mano cuando fui a salir, impidiendo que me levantara.

-Ten cuidado. Este sitio no me da buena espina- miró a nuestro alrededor preocupado.

-Lo tendré- le apreté la mano con fuerza para que confiara en mí. Además, no me iba a pasar nada. Sentía que Louis estaría ahí fuera.

Salí del coche cerrando la puerta con suavidad. Si Louis de verdad estaba aquí, no quería que se asustara y se marchara. Giré la esquina del edificio que me impedía llegar al sitio en cuestión. Mis ojos escanearon el lugar con detenimiento. Estaba oscuro. Mis pupilas se tuvieron que acostumbran a la falta de luz, pero una vez que lo hubieron hecho, la vi. Su moto estaba tirada en el suelo en un parte de la carretera. En cuanto la descubrí fui corriendo hacia ella. Louis nunca dejaría su moto así. Pasé una mano por encima. Un suspiro de alivio salió de mis labios. Le había encontrado. Estaba aquí. Ahora solo hacía falta saber en qué parte exactamente. Me puse de puntillas, alzando la vista para buscar por los alrededores del lugar. Giré la cabeza en la otra dirección y vi una ligera luz, muy pequeña, cerca del arroyo y del puente, a una cierta distancia de dónde me encontraba en ese instante. Después de unos segundos esa luz se apagó. Eso llamó mi atención y me dirigí hacia allí. Conforme me acercaba fui reconociendo la figura de un cuerpo. Era Louis, sin duda. Estaba sentado. Su cabeza se juntaba con sus rodillas, tenía agarradas las piernas con una mano y en la otra sostenía un porro. El olor era tan fuerte que se percibía a unos cuantos metros de distancia. Se me cayó el alma a los pies. ¿Había vuelto a esto otra vez? Mis pasos se escucharon más a medida que me acercaba. Él se inmutó y al verme reaccionó escandalizado.

-¿Qué haces aquí? ¡Vete!- nos estábamos acostumbrando demasiado a decirnos esa palabra y eso no me gustaba.

Se puso de pie pero lo hizo tan rápido que estuvo a punto de perder el equilibrio. Se tambaleó ligeramente. ¿Cuántos porros llevaba? ¿Había bebido?

-¿No me has oído? ¡Que te vayas!- me acerqué a él pero fue un error. Se apartó de mala gana y quedó expuesto a la luz de una de las pocas farolas que había por allí.

-Louis... -mi corazón palpitó con demasiada fuerza en mi pecho.

No era capaz de hablar. Más bien balbuceaba, arrastraba las palabras. Sus ojos estaban tan enrojecidos que el blanco casi había desaparecido. Su nariz y sus mejillas tenían un tono rosado y su mirada estaba totalmente perdida.

-¡Deja de mirarme! ¡No quiero que me veas así! ¡Lárgate! -masculló enfadado.

-¿Cuánto has tomado?- pregunté aunque me diera miedo saber la respuesta.

Él dirigió su mirada hacia dónde había estado sentado minutos antes y mi boca se secó. Multitud de pequeñas bolsas de plástico se encontraban esparcidas por el suelo. Todas ellas vacías. No sólo había estado fumando, también había estado esnifándose a saber el qué. Louis volvió a dirigir su mirada a mí. ¿Qué había pretendido hacer?

-No es de tu incumbencia,

¿Qué se suponía que debía de hacer ahora? No sabía cuánto había consumido exactamente, no sabía si esto podría llevarle a un paro cardíaco y sabía que si le sugería ir a un hospital, se iba a oponer.

-¿Por qué estás haciendo esto?- dije en un susurro, no podía encontrar voz para hablar.

-¡Deja de hacer jodidas preguntas! ¡Estoy hasta los cojones de todas tus malditas preguntas! Sólo vives para preguntar y joderme la vida- gritó con todas sus fuerzas, haciendo que sus ojos ardieran de rabia.

-Y tú no sabes lo mucho que me duele verte en este estado...- musité. Sentí las lágrimas aproximarse pero no me podía mostrar débil ante él.

-¿Que te duele?- él se rió. Una risa cínica que resonó por toda la calle. Podía sentir el sabor a marihuana saliendo de su boca-. ¿Te dolió también mientras le abrazabas?

-¿De qué hablas, Louis?- en cuanto las palabras se escaparon de mi boca entendí a lo que se refería.

-No te hagas la tonta. ¡Lo sabes perfectamente!- cada mirada que me echaba me volvía más miserable. Estaba sufriendo como una imbécil por verle así-. Esta tarde. A las cinco menos diez, exactamente, en una calle del centro. No te atrevas a negármelo porque te vi.

-¿Me has estado espiando?- murmuré.

-¿Eso es lo único que te importa? ¿Si te he estado espiando?- exclamó decepcionado.

Sus ojos habían perdido todo su color, toda su vitalidad. No había ningún rastro de felicidad

-Sí, te espié. Te he seguido todo el día, desde que me fui de tu casa. Me quedé esperando fuera hasta que salieras y cuando lo hiciste, te seguí hasta esa maldita cafetería dónde te reuniste con Ashley y ese par de gilipollas que, a falta de uno, hay dos iguales.

-No tienes por qué meterles en esto- susurré. Esa gente no significaba nada para mí y él no debería sentirse afectado por lo que ellos hicieran.

-¿Les estás defendiendo? ¿En serio, Trish? ¿Hace cuánto que les conoces?- fui a contestar pero él siguió hablando-. ¿Te importan? ¿Cuánto? ¿Más que yo? Seguro que sí, porque yo nunca te he importado una mierda- en ese momento su voz se quebró.

-Si dices eso es que no tienes ni idea de mis sentimientos hacia ti- murmuré dolida.

¿Cómo se atrevía a decir eso? ¿Cómo tenía el valor de decirlo? La rabia fue creciendo dentro de mí. Era imposible entenderle pero él tampoco intentaba entenderme a mí.

-Sí que lo sé. ¡Me dejaste! Eso equivale a cero sentimientos hacia mí.

-¡Cállate! ¡No sabes nada!- grité exhausta. Estaba hablando por hablar porque estaba dolido, porque estaba drogado, porque me había visto con otro y se había imaginado cosas en su cabeza. Nada era real, sólo los monstruos en su interior.

-¡Dime qué es lo que no sé!- espetó moviendo las manos hacia arriba. El porro salió volando por los aires. Las prominentes venas de su cuello mostraban también su enfado.

-¡No sabes que llevo dos malditas horas buscándote por la ciudad! ¡No sabes todas las lágrimas que he soltado viniendo hacia aquí! ¡No sabes la angustia que tenía porque no sabía dónde estabas ni lo que eras capaz de hacer! ¡No sabes que te has convertido en una parte de mí y que me importas más de lo que nadie en este maldito mundo me ha importado nunca! ¡No sabes que nunca te voy a dejar solo porque no puedo alejarme de ti, aunque eso signifique tomar la peor decisión que pueda tomar, pero no puedo luchar contra mis sentimientos! No te puedo prometer arreglar todos tus problemas, pero sí puedo prometerte que no vas a tener que encararlos solo, porque te quiero, y nunca voy a dejar que te hundas.

No me había dado cuenta de cuándo había empezado a llorar pero tenía la cara llena de lágrimas. La expresión dura de Louis se suavizó ligeramente y se convirtió en una de asombro. Sus labios se abrieron ligeramente, sorprendidos y fue entonces cuando me di cuenta de que le había dicho te quiero sin ser consciente. Mi boca también se abrió, dejando salir un suspiro. Me había embalado a decir todo lo que tenía dentro y no había tenido cuidado con lo que salía y lo que no.

-Querer es una ilusión, Trish- suspiró melancólico, mirando a la nada, como si no le importara lo que había dicho. Sabía que eso no era posible. Algo le tenía que haber importado pero él, una vez más se negaba a enseñar sus sentimientos. Los mantenía ocultos demasiado bien.

-Entonces, ¿soy tonta por quererte?- pregunté aterrada por la respuesta que pudiera darme. A Louis se le daba muy bien hacer daño y más cuando estaba asustado.

-Querer es algo muy grande, Trish. El amor no es cómo nos lo pintan. Lo que creemos que es amor, se trata sólo de una simple reacción química de nuestro cuerpo.

-Eso es mentira- le contradije.

-Eso es verdad. Harry me lo ha explicado más de una vez.

-¡Harry es un científico! Su visión del mundo es materialista y el amor no lo es. Es algo inmaterial, que no se puede tocar, ni se puede ver... sólo se siente.

No fui consciente de cuándo nos habíamos acercado tanto pero estábamos a meros centímetros el uno del otro.

-Trish- apoyó sus manos en mis mejillas, haciendo que todo mi cuerpo temblara ante su contacto. Nadie me podía hacer más débil con un simple roce-, tú no me quieres. Has visto cómo soy y sé que no te gusta. Lo he visto en tus ojos. He visto cómo me mirabas. No intentes convencerte- negué con la cabeza repetidas veces. No era yo la que intentaba convencerme, era él el que me trataba de convencer de algo.

-Hay una gran diferencia entre lo que eres y lo que dejas ver. Todo el mundo tiene dos partes: una buena y una mala. La mala es la que predomina en ti sobre la buena, pero sé que existe, y yo te voy a ayudar a sacarla.

Cerró los párpados y, con su pulgar, dibujó círculos sobre mi mejilla, disfrutando del tacto. Seguía habiendo un fuerte olor a su alrededor que inundaba mis fosas nasales. Sus ojos estaban demasiado irritados. No sabía si llevarle al hospital pero, con suerte, Harry sabría lo que hacer. Inesperadamente, abrió los ojos. Sus pupilas buscaron las mías y al encontrarlas, pareció relajarse.

-Nadie me había dicho eso nunca- reconoció. Su mirada nunca dejaba la mía.

-Louis, yo...- él me silenció llevando uno de sus dedos a mis labios.

-Esas palabras eran las que llevaba esperando escuchar toda mi vida- esbozó una sonrisa triste.

Mi mente se imaginó al Louis pequeño, ése al que su madre no mostraba ningún signo de amor. Esa época le había marcado, le había hundido, pero yo le iba a quitar esa marca y le iba a llevar de nuevo a superficie.

-Alguien como yo no se merece a alguien como tú- susurró con desprecio hacia sí mismo. Quería hablar, pero su dedo ejercía presión sobre mis labios y no podía librarme del agarre.

Tomó un mechón de mi pelo y me acercó a él, tomando mi boca con la suya. Jadeé ante el sabor extraño de su lengua, pero enseguida me acostumbré. Mis sentidos se nublaron por la entrega que le estaba poniendo al beso.

-Gracias...- susurró entre mis labios, sin dejar de besarme.

Le tenía de vuelta. Tenía a mi Louis de vuelta y eso hacía que el resto del mundo se quedara sin importancia. Sentí que le había llegado a perder por un momento y la felicidad que inundaba mi cuerpo al sentirle de nuevo junto a mí era inexplicable. La atracción que sentía hacia él era muy fuerte. Cada día que pasaba a su lado se hacía más poderosa y ahora entendía por qué. Le quería. No quería que este momento se acabase. Él me hacía sentir completa. Ambos nos separamos con necesidad de respirar. Dejó su frente apoyada sobre la mía y le noté sonreír.

-Entonces, ¿vuelves a ser mi novia?- comentó divertido. Sus palabras se seguían arrastrando, seguía mareado.

-No, aún no- le sonreí y me aventuré a darle pequeños y tiernos besos en el cuello. Él gruñó ante mi afecto e hizo que mis rodillas temblaran-. Pero eso no quiere decir que no vaya a seguir contigo- aclaré. Quería que eso lo tuviera claro.

-¿Vas a seguir a mi lado?

-Sí- le besé suavemente en los labios, queriendo que viese que iba en serio-. Siempre.


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