Capítulo 22
POV TRISH
Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos sin darme cuenta. Era absurdo. Todo esto era una gran estupidez. ¿Por qué estaba llorando? No pensé que mis sentimientos hacia él fueran tan fuertes como para hacerme llorar. Pensé que sólo se trataba de una atracción física muy fuerte que no sabía controlar. Así era como lo veía yo pero entonces, ¿por qué me dolía tanto? Había pasado muchos momentos buenos con él y sufría cuando me hablaba de esa forma tan vulgar y rastrera, como si no le importara nada. Recordé todas las peleas que tuvimos al principio y lo mal que nos llevábamos. Recordé cómo mi cabeza comenzó a cambiar de opinión respecto a él y cómo ahora se había convertido en una pequeña parte de mí. Me tenía embrujada. Había caído totalmente bajo su hechizo. Era por eso que me dolían tanto esas palabras. Louis había calado más hondo dentro de mí de lo que hubiera querido.
Me restregué las manos sobre los ojos para deshacerme de las lágrimas que se habían acumulado allí mientras caminaba. Mi madre estaba en el trabajo y agradecía que no estuviera en casa. Sentía la necesidad de llorar. Nunca me había sentido más miserable en toda mi vida. Mi hombro chocó con brusquedad contra el cuerpo de otra persona en la calle. Estaba tan distraída que no miraba por dónde iba. Me giré para disculparme y me encontré con el cabello largo y castaño de Gemma.
-Trish. ¿Ya te vas? Había salido a hacer unos recados y...- me saludó al reconocerme pero, poco a poco, su expresión fue cambiando. La alegría de su tono al hablar había desaparecido tras un ceño fruncido-. ¿Estás bien?- negué con la cabeza suavemente. No podía mentirle y decir que sí lo estaba cuando tenía la cara llena de lágrimas-. ¿Qué ha pasado?
Alcé la cabeza sin saber qué decir. Apenas había cruzado cuatro frases con esa chica, sin embargo, me sentía como si la conociera de toda la vida. Su aura era tan pura como la de Harry.
-Trish, no sé si lo sabes pero... puedes confiar en mi- me cogió de las manos con dulzura.
Su tacto era suave, amable. Me miró de esa forma tan dulce, como sólo ella podía, y no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa, aunque fuera triste. Los ojos de Gemma estaban llenos de tanto amor que no podía resistir las ganas de sonreír y transmitirle todo ese afecto que ella me estaba mostrando con tan solo una mirada.
-Si es cosa de Louis te puedo ayudar a romperle los huevos- solté una pequeña risa.
Sabía que iba en serio. Se acercó a mí y me dio un cálido abrazo. No esperaba para nada que se portara de esta forma conmigo. La abracé con ganas de no soltarla nunca. ¿Por qué no podría haber personas tan buenas como ella en el mundo? Casi no me conocía y, sin embargo, aquí estaba, preocupándose por mí.
-Si ha pasado algo con él, lo mejor es que lo sueltes, o si no se te formará un nudo en la garganta que te acabará ahogando.
Me separé de ella indecisa. No sabía qué hacer. Seguía sin estar muy segura de si debía contárselo o no, por mucho que ella me animara. Eran mis problemas, no los suyos.
-Es imposible- musité agachando la cabeza.
-¿El qué?
-Louis.
-Cuéntame algo que no sepa- me sonrió.
Suponía que tenía razón. Ella lo sabría más que nadie. Me hizo una seña para que nos sentáramos en un banco blanco cercano. Tomé sitio al lado de ella, con cierto espacio entre nosotras para poder mirarnos a la cara. Suspiré.
-Lo hemos dejado... Bueno, le he dejado.
-¿Qué?- fue lo primero que exclamó Gemma.
-Pero no quiero dejarle- la chica frunció el ceño, sin entender-. O sea, sólo quería dejar de ser su... novia, pero no quiero alejarme de él. ¿Entiendes?
-¿Querías? ¿Es que ya no quieres?- su pregunta me pilló desprevenida.
-No sé... es sólo... me duele cómo me ha tratado- tartamudeé. Las palabras querían salir de mi boca tan rápido que mi cerebro no era capaz de crear una frase coherente con tanta velocidad.
-¿Te duele cómo te ha tratado o te duele que ya no estéis juntos?- la miré sin saber qué decir.
Todo había pasado hacía un par de minutos. Había sido tan rápido que no había tenido tiempo de pensar en lo ocurrido, y mucho menos de aclarar mis sentimientos. Pero ellos daban igual. Lo que había hecho Louis no era de recibo. Le conté a Gemma todo lo que había pasado ayer por la noche y cómo me había echado de su casa de malas formas. Ella escuchó atentamente, sin interrumpirme ni una sola vez. Me sentía bien echándolo todo fuera, pero cuando llegué a la parte en la que le dejaba, el pecho me dolió, se desgarrró un poco más de lo que ya estaba. Era algo a lo que no estaba acostumbrada.
-Soy estúpida- susurré.
-Claro que no- me contradijo Gemma-. Estás estudiando Psicología, no tienes ni un pelo de estúpida, cariño- su humor me provocó una suave risa.
-Me refiero con Louis. Siempre trato de ayudarle pero él es muy...
-¿Imbécil? ¿Directo? ¿Violento? ¿Posesivo?- la miré sorprendida-. Le conozco desde hace mucho tiempo.
-Es que, aunque se porte bien conmigo en ocasiones, siempre va a haber algo que me impida llegar a él. He intentado que confiara en mí de todas las formas posibles, pero no hay manera. No se abre. Ya no sé qué más hacer y eso es lo que me lleva a pensar que nunca llegaremos a nada.
-Trish, créeme en esto que te voy a decir. Tú eres la única persona que conozco con la que se ha abierto. Él no acostumbra a hablar de su pasado. Nunca ha mencionado nada al respecto desde que se marchó de su casa. Creo que eres la primera y única persona a la que se lo ha contado.
-Ya lo sé, Gemma, pero a veces es muy difícil saber lo que está pensando. Vive en el pasado y todo lo malo que ha hecho le impide seguir adelante. Ha creado muchos muros en su interior para impedir que las cosas le afecten y son demasiado fuertes.
-Cielo- la chica me tomó la mano y acarició mi piel con el pulgar-, Louis no ha construido muros a su alrededor para que la gente no pueda atravesarlos, sino para ver a quién le importa lo suficiente como para que se los tire abajo.
Las palabras fueron filtrándose poco a poco en mi interior, creándome una nueva visión. Puede que hasta un nuevo horizonte. Quería ser esa persona. Quería ser la persona que los derribara. La que nunca se rendiría con él. En la que siempre tendría un punto de apoyo. Dios, ¡claro que quería ser esa persona!
-Sólo dale una oportunidad- me animó Gemma-. Ten fe en él. No te quiero obligar pero, no me gustaría verle sin ti. Estos últimos meses Harry y yo hemos estado muy preocupados. Ha estado haciendo cosas muy raras pero contigo a su lado, te puedo asegurar que se relaja. Se comporta distinto. Se vuelve un poco más... humano- la preocupación con la que hablaba me producía mucha ternura. Aunque él no lo notara, para ella era un hermano más, parte de su familia.
-Gemma, yo no quiero alejarme de él, solo quería romper esa relación porque me había asfixiado- expliqué tratando de hacerme entender-, pero él no ha sabido tomárselo con tranquilidad.
-El hecho de verse sin ti le inquieta. No le culpes.
-¡Pero me ha tratado horrible! Se ha portado como un auténtico capullo- mascullé con odio recordando sus palabras ofensivas.
-Lo sé y tienes razón. Pero eso es sólo un mecanismo de defensa. Lo utiliza siempre. Se pone agresivo en vez de enfrentar el problema. Créeme. Más de una vez se ha llevado un guantazo por pasarse de la ralla.
-Seguro que se lo merecía- añadí con una pequeña sonrisa.
-Dale tiempo. Aunque no va a aguantar mucho sin ti. Le importas demasiado- con ese comentario provocó que mis mejillas se sonrosaran-. Le conozco lo suficiente para saber que siente algo por ti. No sé el qué, pero algo siente cuando está contigo, eso es indudable.
Me sonrió cariñosamente, mirándome con mucha ternura. Mi cuerpo se lanzó contra el de ella y le di un fuerte abrazo.
-Gracias por todo, Gemma, de verdad- murmuré contra su pelo. Olía a lavanda.
-Eres amiga de Louis y de mi hermano, me encantaría también poder llegar a ser amiga tuya.
-A mí también- le aseguré.
-Bueno, será mejor que vuelva a casa. No quiero saber qué tonterías habrá hecho Louis en mi ausencia.
-Sí, yo... bueno, yo también. Gracias, de nuevo.
Me despedí de ella con otro abrazo y partí hacia mi casa. Se sentía bien estar sola en este lugar sin nadie que te incordiara. Echaba de menos la intimidad que tenía cuando vivía con Ash. Ella estaba a lo suyo y yo a lo mío. Estaría bien que la llamara dentro de poco. No quería volver a perder el contacto con ella ahora que lo había recuperado. Estaba un poco más relajada que antes. La charla con Gemma me había ayudado. Aún así, todavía tenía que tranquilizarme un poco más. Hice un poco de té y lo dejé reposando en la cocina. Subí a mi habitación, dejé las cosas y me fui a dar una ducha. Esperaba que el agua tibia ayudara a relajarme.
POV LOUIS
Estuve un rato de pie en la habitación, pensando en todo lo que había pasado. En todas las causas y consecuencias y, cuando me di cuenta de que no había nada bueno, estallé. Di un fuerte golpe con el puño cerrado a la pared. Un par de libros de la estantería se cayeron al suelo. Grité con todas mis fuerzas, liberando todo el enfado que sentía por dentro. Le pegué una patada a la cama y me enzarcé en puñetazos contra el colchón. No era suficiente. Tiré una de las sillas al suelo y pasé la mano por la mesa, llevándome por medio todo lo que había encima.
La puerta de la habitación se abrió de golpé y la cara de horror de Gemma al ver el estado de la habitación fue de foto. Abrió la boca, estaba seguro de que para gritar algo, pero no le salieron las palabras. Se había quedado muda. Su mirada recorrió toda la habitación hasta posarse en mí. Me miró cómo si fuera a quemarme vivo y a tirarme al río para ocultar mi cadáver. Me daba igual. Ahora no estaba de humor para aguantar ninguna de sus broncas. Ya tenía suficientes broncas internas conmigo mismo como para tener que aguantar otra más de su parte. La ignoré y me di la vuelta. Cogí la lámpara de la mesilla de noche. La tiré al suelo con todas mis fuerzas, haciéndola añicos.
-¡No!- exclamó Gemma, pero ya era tarde. La lámpara estaba destrozada-. ¡Para!
Me daba igual lo que me dijera. Cogí una foto que tenía enmarcada de nosotros tres en la última Navidad. Gemma me obligaba a tenerla ahí para decorar la habitación con un recuerdo familiar. Detestaba esa foto con toda mi alma, el flash me hizo salir con cara de gilipollas. No me dio pena romperla.
-¡Para! ¡Por el amor de Dios! ¡Deja de romper cosas!- volvió a exclamar la chica histérica.
Sus gritos solo me hacían querer destrozar más objetos. Me dirigí hacia la otra parte de la habitación para ver qué más cosas podía romper. Si no encontraba nada que me satisfaciera, iría a la cocina y empezaría a romper platos.
-¡Louis William Tomlinson!- Gemma gritó a todo pulmón mi nombre completo.
Me giré con una mirada frívola en mi rostro. Era lo peor que podría haber hecho. Llamarme por mi nombre completo. Sabía lo mucho que lo odiaba y el asco que le tenía pero estaba claro que quería llamar mi atención.
-¿Puedes parar un segundo?- me contempló irritada, sus ojos casi saliéndosele de las órbitas.
-¿Acaso me ves con cara de querer parar?- mascullé. Quería estar solo y sin nadie que me incordiara.
-Si quieres descargar tu furia te vas a un maldito gimnasio pero a mí no me jodes la casa- contestó con la misma frialdad que yo. Cuando se lo proponía, Gemma podía llegar a tener muy mala leche. Mucha.
-¡Te recuerdo que no me aceptan en ninguno de la ciudad!- le remarqué. Sucios bastardos. Todos los gimnasios me tenían vetada la entrada. Al parecer tenía problemas controlando mi fuerza en las peleas. Cabrones de mierda.
-Eso no es mi culpa.
-La mía tampoco- farfullé.
-Sí, la tuya sí.
-¿Me puedes dejar en paz, joder? ¡No quiero que estés aquí! ¡Lárgate! ¡Vete!- gesticulé con las manos y señalé la puerta. Me estaba tocando demasiado los cojones y no era el momento más indicado.
-¿Me vas a echar como a Trish?- exclamó tocándome la fibra.
Maldita Gemma. Mi cabreo aumentó junto con esas palabras pero, por alguna razón, me quedé inmóvil, sin saber qué hacer. Mis sentidos se habían bloqueado. Pensar en Trish ahora me enfermaba. Si estaba destrozando todo lo que veía a mi paso era por su culpa. Ella me había puesto así.
-¿Qué has hecho, Lou?- me susurró la chica que tenía delante.
La expresión de Gemma y la tristeza que mostró al hablar fue lo que me hizo entrar en razón. La realidad me golpeó como una pared de hormigón. La cara de Trish al salir de la habitación paseó por mi mente. La había tratado como una mierda. El sentimiento de culpa nunca llegó pero el miedo sí que se apoderó de mi. Me empecé a angustiar pensando en la catástrofe que había causado. ¡Eres gilipollas!, exclamó mi subconsciente, el mismo que hacía una hora me gritaba que echara a Trish de la habitación porque no quería ver más su cara.
-¿Lou?- Gemma murmuró mirándome con la cabeza ladeada.
-¡Joder!- exclamé pegándole una última patada a la cama. Me senté en el borde de ella y enterré mis manos en mi pelo, agachando la cabeza. Sentí como un orificio se habría en mi pecho y noté cómo me quemaba por dentro.
La había perdido. La había perdido por gilipollas. Por no saber controlarme, por mi puto carácter, por la maldita ira. Yo no quería tratarla tan mal. Ese no era yo. Pero todas sus palabras despertaron al monstruo que llevaba dentro y acabó sufriendo las consecuencias. La había asustado. Sabía que había salido de aquí asustada, lo había visto en sus dulces ojos color miel. En ese momento disfruté de esa sensación, porque eso era lo que quería, pero ahora no. Ahora sabía que no debí haberla tratado así nunca. Me había visto demasiadas veces fuera de mí. No la culparía si me tuviera miedo, pero no soportaba la idea de que cuando me volviera a ver tuviera esa expresión en su dulce rostro, con cara pálida y asustada.
La próxima vez... Hablaba de ella como si fuera fácil presentarme ahora en su casa. La había cagado, sí, pero ella también me había hecho daño a mí. Me había dicho cosas que ya sabía, pero era muy distinto oírlas saliendo de su boca que pensarlas yo mismo. El efecto era completamente opuesto.
-¿Estás bien?- la voz de Gemma ahora era dulce e intentaba transmitir serenidad. Sentí el colchón hundirse a mi lado. Negué con la cabeza, respondiendo así a su pregunta.
-¿Por qué me sigues tratando bien cuando siempre la jodo?- pregunté en un susurro. No es que me quejara pero no tenía sentido. Gemma era una de las personas más increíbles que había conocido nunca. No entendía cómo me soportaba y tragaba con mi mierda. No tenía por qué hacerlo, no tenía ni por qué dejarme vivir aquí con ellos. Pero, en cambio, aquí estaba.
-Porque eres mi hermano- pasó un brazo por mis hombros, acercándome a ella.
-No, no lo soy. Harry es tu hermano.
-Él es mi hermano de sangre. Tú eres mi hermano de corazón.
Había hecho muchas putadas desde que vivía con ellos. No directamente a ella, pero sí con mis actos. Sabía que cada vez que me peleaba, o me detenían o hacía cualquier estupidez ella se preocupaba y se enfadaba porque no quería ver cómo arruinaba mi vida. Siempre me había tenido mucho cariño y seguía sin entender por qué, si yo no mostraba ninguno hacia ella. Ni hacia ella ni hacia nadie. A la única a la que había mostrado cierto afecto en los últimos años era a Trish. Todo esto a excepción de mi preciada moto.
-Me ha hecho daño pero ha sido todo por mi culpa. La he alejado, Gems. No he sido consciente, pero cada vez la he alejado más y mira cómo hemos acabado- suspiré sintiendo cómo toda la mierda que había echado contra ella se volvía contra mí-... Me ha dejado.
-Louis...
-Y lo peor de todo es que hoy me he dado cuenta de que no importa lo que haga, esto no va a llegar a ninguna parte. Mi pasado siempre me perseguirá y es demasiado oscuro para alguien que emite tanta luz como ella.
Gemma agarró mi mano con fuerza. Me conocía. Sabía todos los obstáculos que ponía a la gente cuando querían acercarse a mí. No me gustaba que me conocieran porque sabía lo que eso significaba, que se acabarían marchando y dejándome por culpa de toda la mierda en la que estaba metido.
-Algún día conocerás a alguien a quién no le importe tu pasado porque querrá estar contigo en el futuro.
¿Eso era posible para mí?
-Y de verdad pienso que esa chica es ese alguien.
Las palabras de Gemma eran sinceras. Sentí la electricidad recorriendo todo mi cuerpo y una especie de sensación rara en el estómago, como mariposas. ¿Desde cuándo sentía yo este tipo de gilipolleces? Me parecía raro, pero las palabras de Gemma me habían animado un poco. La miré esperanzado. Tal vez no estaba todo perdido.
-Tendría que ir a verla, ¿verdad?- inquirí. Ella me echó una mirada y supe exactamente a lo que se refería.
-No estaría mal. Pero dale tiempo para que se recomponga. Tú también la has hecho daño.
-No. Iré a verla ahora. No puedo arriesgarme a que cambie de opinión- me levanté de la cama sin querer perder un segundo más. Agarré la chaqueta de cuero del suelo y me la puse.
-Louis, no tengas prisa. No se deja de querer a alguien de la noche a la mañana- me paré en seco, encarándola.
-Ella no me quiere- eso era un hecho bastante obvio. Gemma me miró alzando las cejas.
-No la subestimes tanto. Soy una chica y he visto cómo te mira y como habla de ti. Si no te quiere todavía... y tú no la cagas entremedias... lo acabará haciendo.
Eso espero, pensé y me fui por la puerta, dejando a mi hermana sola en la habitación. Entendía que me dijera que debía esperar pero no podía contenerme. Tenía que pedir perdón a Trish porque estaba seguro de que me odiaba en esos momentos. No soportaba la idea de que me odiara. Ella era muy importante para mía. Tenía que solucionar esto.
Esta vez todo iba a salir bien. Me iba a comportar. Tenía que hacerlo si no quería sentir esta odiosa sensación en el pecho, como si me estuvieran desgarrando la piel. Bajé las escaleras de dos en dos, con garbo y salí por la puerta. Tenía una chica que conquistar.
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