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Capítulo 15

POV LOUIS

La besé desesperadamente. Mis manos trazaban todas y cada una de las curvas de su cuerpo. Sus labios se envolvían en los míos, suavemente, con dulzura, manteniendo la delicadeza que la caracterizaba. Tenía que frenar mis impulsos porque iban demasiado lejos y no podía darme el gusto de perder el control. Ya la había decepcionado una vez y no quería hacerlo de nuevo. No tan pronto.
Sus manos se alzaron y rodearon mi cuello. Me di el lujo de introducir mi lengua en su boca y recorrer toda su extensión. Sabía demasiado bien. Me dejaba con ganas de más. Bajé mis manos de su espalda a su trasero y ella pegó un pequeño salto por la impresión. Sonreí mientras seguía besándola. De pronto se escuchó un ruido y Trish se separó rápidamente de mí, una expresión de horror cubriéndole el rostro.

-¡Ya estoy en casa!

Miré a Trish aguantándome la risa. Su madre acababa de llegar y si no hacía algo rápido me pillaría en la habitación de su inocente hija. Ella tenía los ojos abiertos como platos, incapaz de creerse que su madre estuviera aquí. Estaba teniendo un ataque de pánico. Empezó a moverse descontroladamente por la habitación mientras yo hacía todo lo posible para no soltar una sonora carcajada. Esto era descojonante. Se acercó a mí y me pegó repetidas veces en el brazo con toda su fuerza. Quería hacerme daño y que reaccionara, y tenía que reconocer que pegaba duro, pero por mucho que lo intentara no iba a conseguirlo.

-¡Haz algo!- masculló entre dientes presa del pánico.

-¿Qué quieres que haga?- pregunté divertido.

-Trish, te he comprado compresas, vi que se te habían acabado. Y he buscado esos tampones rosas que te gustan a ti, pero no los tenían. Tendrás que ir tú otra día- dijo su madre mientras subía las escaleras para dirigirse a su habitación, suspuse. El sonido que hacían sus tacones al pisar cada escalón retumbaba por toda la casa.

-¿Tampones rosas?- sus mejillas tomaron una tonalidad rosácea, para después ponerse rojas. Alcé una ceja, pícaro.

-¡No es gracioso!- murmuró entre dientes.

-En realidad, sí. Si eres un tío, sí.

-Cállate- me dio la espalda y entornó la puerta de la habitación para no ser vistos.

-Si quieres, un día, te ayudo a ponerte uno- le guiñé un ojo.

-¡Louis!

-Trish, ¿con quién hablas?- los pasos de su madre, que se habían alejado, se pararon de golpe. La casa se fundió en un silencio sepulcral.

-Dios... ¡vete!- me ordenó.

-¿Cómo, joder?- ella giró la cabeza y miró hacia los visillos que había corrido al principio.

-Tírate por la ventana- me ordenó sin pensar.

-¿Estás loca? -exclamé aún con las ganas de reírme.

-No. Estoy segura de que has hecho cosas mucho más peligrosas- me cogió del brazo y tiró de mí hasta ella-. Louis, si mi madre te pilla aquí te quedas soltero de nuevo. ¿Lo entiendes?- estaba tan nerviosa y preocupada que oía latir su corazón desde aquí. Era muy gracioso de presenciar. De nuevo, volví a escuchar los pasos de su madre acercándose. Su mirada lanzaba balas su corazón parecía que se le iba a salir del pecho.

-Hay que joderse -me quejé. Saqué el móvil rápido y marqué a toda prisa el número de Harry.

-¿Sí?- contestaron por la otra línea.

-Abre la ventana de tu habitación ¡ya!

-Pero...

-¡Ya!- le volví a repetir.

-¿No iras...?- me insinuó Trish.

-Oh, sí- afirmé con una sonrisa en los labios. Harry apareció a tiempo por la otra ventana y la abrió.

-¿Trish?- se extrañó el castaño.

-¡Quítate!- le ordené, ya sin paciencia y al borde también de una taquicardia.

En realidad, a mí no me importaba ser pillado por su madre, pero no quería que ella estuviera molesta o triste. Harry se echó a un lado y yo le di un casto beso en los labios a Trish, en forma de despedida. Oí murmurar algo a su madre, demasiado cerca, y sin pensármelo dos veces, salté.


POV TRISH

-Trish, ¿con quién hablabas?

Mi madre entró por la puerta justo un segundo después de que Louis se tirara. Se esuchó un gran estruendo y yo me encogí de hombros, imaginándome lo mal que tenía que haber caído para armar tanto jaleo. Ella se percató y miró a la ventana. Mierda, mierda, mierda. Si veía algo estaba muerta. El corazón me iba tan rápido que me estaba empezando a marear. Este tipo de adrenalina no se conseguía ni en las montañas rusas.

-¿Se puede saber qué haces con la ventana abierta? ¡Te vas a constipar!- se acercó y la cerró.

Se quedó mirando por ella y yo me temí lo peor. Me incliné, con miedo, para ver lo que quisiera que estaba observando con atención y, gracias a Dios, no había absolutamente nada. La ventana de Harry estaba cerrada y el visillo corrido, no dejaba ver nada. Respiré aliviada, notando como mi cuerpo se relajaba y mis pulmones volvían a respirar con normalidad.

-Últimamente estás muy rara... ¿Estás segura de que no estás con la regla?- a mí me entró la risa pensando en Louis.

-No, mamá. Descuida.

-Bueno, pues que te he guardado las compresas en el baño y los tampones, ya sabes, tienes que...

-Vale, mamá. Me he enterado, gracias -la corté irritada.

Escuchar a mi madre hablando de tampones y compresas delante de Louis había sido lo más embarazoso que me había pasado en la vida. Tenía narices que para una vez que él estaba en casa mi madre viniera de comprar productos de higiene íntima y lo predicara a voz en grito por toda la estancia. Increíble.

*

-El señor Brown va a estar ausente por unos días. Yo soy su sustituto, el señor Collins. Si no hay ninguna duda, empezaremos con la clase.

El nuevo profesor se acomodó en el asiento y se quedó ahí sentado toda la hora, al contrario que el señor Brown, el cual siempre se andaba moviendo de un lado para otro.

-Este tío no tiene ni idea de lo que está hablando- comentó Harry. Ni siquiera se tomó las molestias de intentar hablar en voz baja.

-Lo estoy viendo- le di la razón, mientras miraba horrorizada cómo aquel hombre no hacía más que leer el libro de texto, sin levantar la vista ni una vez.

-Estas cosas me cabrean. Para dar estar mierda de clases que nos den la hora libre, porque la aprovecharíamos mejor- argumentó muy serio, pasándose una mano por sus rizos.

-Yo te apoyaría- él me sonrió. Se me quedó mirando mientras lo hacía. Siempre que mostraba sus dientes le salían esos hoyuelos tan adorables. Me daban ganas de pellizcarle el moflete. Tenía unos ojos verdes preciosos, nadie podía negarlo. Transmitían paz y tranquilidad pero, por muy bonitos que fueran, no superaban a los azules misteriosos de Louis.

-Venga, Trish. Ahora no me mientas- murmuró.

-¿De qué hablas?- pregunté sin entender. Hacía bastante que había perdido el hilo de la clase.

-Compraste esa casa porque sabías que Louis vivía al lado, ¿a que sí?- él me miró serio, creyendo que llevaba razón, pero no era el caso.

-¡No! ¡Te juro que no! La compró mi madre y yo no tenía ni idea de cómo era ni de dónde estaba antes de llegar aquí- dije con sinceridad.

-¿Y no te diste cuenta antes?

-De verdad que no. Todavía no me sé ni el nombre de mi calle, así que mucho menos voy a conocerme el vecindario -Harry siguió insistiendo, incapaz de creerse mi versión.

-Pero si tú ya habías estado en mi casa, y Louis me dijo que un día le viste entrar aquí... ¿Cómo no ibas a fiijarte?

-Louis te cuenta muchas cosas ¿no?- cambié de tema totalmente, pero me interesaba más hablar de Louis que de si sabía dónde estaba mi casa.

-Sí.

-Qué bien... -murmuré sin saber cómo contestar a eso.

-Por ejemplo me contó lo que te dijo ayer -de repente me sentí mal y él se rascó la nuca. No sabía cómo había reaccionado al enterarse.

-¿Te molesta que me lo haya contado? -pregunté con un hilillo de voz.

-No- negó con la cabeza, sus ojos estaban levemente cerrados-... De verdad que no, Trish. Si tuviera que elegir contárselo a una persona te hubiera elegido a ti- esa declaración me dejó perpleja. No me esperaba que dijera eso. Era muy tierno.

-Harry... No sé qué decir- murmuré incómoda-. Sé que es un tema delicado.

-Lo es- afirmó-, pero confío en ti.

-Vaya, muchas gracias- fue lo único que me salió decir.

Me sentía muy halagada y no sabía cómo expresarlo. Creía que si tuviera algún secreto en ese momento, a parte de contárselo a Louis, se lo contaría también a Harry. Me transmitía mucha seguridad.

-No hay que darlas. Te has portado muy bien conmigo desde el primer día. Soy yo el que debe dártelas.

-¡Pero si no he hecho nada del otro mundo!- me reí con dulzura-. Lo único que hago es sentarme a tu lado y hablar contigo.

-Ya... Es que no lo ha hecho nadie más.

Miró a su alrededor y yo hice lo mismo. Una sensación de tristeza me invadió el cuerpo y tuve la necesidad de abrazarlo y reconfortarlo. Había personas muy populares y sociables en esta clase, y otras, simplemente, poco habituadas a esa sociedad. No me había dado cuenta de lo solo que podía estar Harry en realidad. Nunca me había parado a pensarlo con detenimiento. Fuera de aquí, y que yo supiera, sólo tenía a Louis y Gemma, y aquí dentro sólo me tenía... a mí.

-Pues no saben lo que se pierden- le pegué un codazo amistoso en el costado-. Eres un chico genial- él sonrió tímidamente.

No entendía cómo no podía tener más amigos o gente con la que relacionarse si era un sol, era un chico maravilloso al que me encantaría conocer más a fondo. Tenía pinta de ser de ese tipo de personas que valían la pena. Y mucha gente pensaría lo mismo que yo si se abriera un poco más, si no fuera tan tímido. Su único problema era que era muy inseguro de sí mismo, pero él no tenía la culpa. La culpa la tenía otra persona.

También quería a ayudar a Harry. Quería verle completamente feliz. Después de todo su pasado, el cual tampoco parecía muy alegre, se merecía disfrutar de la vida. No tenía tantos frentes abiertos como Louis, no era tan complejo como él, y, al contrario que mi novio, Harry parecía querer mejorar su vida, dar un cambio radical y explorar todas las posibilidades que este mundo ofrecía. Con poco que le ayudara sabía que él mejoraría y se me acababa de ocurrir la idea perfecta.

-¿Sabes? Un día tendríamos que salir tú y yo de fiesta, como amigos -comenté sonriente imaginando lo bien que nos lo pasaríamos-. Además, como yo estoy con Louis es más fácil, porque sólo tenemos que encontrar pareja para uno -le guiñé un ojo.

Tal vez no era una gran opción pero tontear con alguien siempre traía un poco de felicidad y confianza en uno mismo.

-No sé, Trish. Es que yo no soy mucho de salir de fiesta.

-No digas tonterías, Harry. Tú te vienes conmigo y ya verás como te encontramos una chica.

-Trish...

-No pienses que te estoy intentando buscar pareja ni nada por el estilo. Sólo quiero que salgas a divertirte. Estoy segura de que muchas chicas querrían estar contigo. Quiero decir... ¿Te has mirado al espejo? ¡Eres el triple de guapo que cualquier chico de por aquí! -comenté señalando al resto de compañeros de la clase.

-Gracias, pero...

-Y alguna habrá que te guste. Es lo bueno de ir de fiesta. Conoces a muchísima gente y sólo te vas con la que más te gusta. Y lo mejor es que puedes pasar un buen rato y no volver a verla en tu vida- eso estaba en contra de mi filosofía, pero no podía negar que alguna vez sí me hubiera gustado hacerlo.

-¡Trish!- me había embalado tanto al hablar que no me había dado ni cuenta de todas las veces que Harry me había interrumpido.

-Lo siento- murmuré avergonzada-. Pero tenemos que ir. No voy a aceptar un no por respuesta.

-No me gusta salir de fiesta- me volvió a repetir-. Siempre salgo malparado- abrí la boca, sin llegarme a creer del todo esas palabras.

-Eso no me lo creo. Además, te prometo que te voy a encontrar a la chica de tus sueños... Y simpática, que sea simpática, porque las más guapas suelen ser las más guarras. Hay que tener cuidado con eso.

Tenía la sensación de que me estaba emocionando demasiado. Quería encontrarle pareja a Harry para poder salir los cuatro juntos en citas dobles y cosas así, pero eso nunca pasaría porque, aunque Harry tuviera novia, Louis no querría ir.

-No es eso, Trish- chistó con la lengua, un poco molesto porque no le llegaba a entender o porque él no sabía explicarse. Una de las dos.

-¿Entonces?- su ojos verdes miraron temerosos a los míos.

-Soy gay.

-Oh- fue lo único que me salió decir.

Eso sí que no me lo esperaba. No sabía qué cara poner... ¡Ni qué decir!No quería que pensara que los gays me daban repelús o algo parecido por la cara que estaba poniendo, pero es que estaba tratando de asimilarlo.

-No se te nota- mi boca habló sin pensar.

¡Genial! ¿Cómo podía haber dicho semejante estupidez? Él se rió, calmándome un poco y dejando mi nerviosismo a un lado. Al menos no le había sentado mal.

-Gracias, supongo.

-Lo siento, es que no me lo esperaba. Siento también si te he forzado a decirlo.

-No, tranquila. Te lo quería haber dicho antes, pero nunca encontraba el momento. No era plan decir de repente, 'oye, ¿sabes que soy gay?'- me reí ante la cara tan graciosa que puso.

-Vale, me quedo más tranquila -suspiré aliviada.

-Yo ahora también. Ahora ya no tengo nada que ocultar- me sentí como una madre orgullosa al escucharle decir eso.

En ese momento sonó el timbre que marcaba el final de la clase. Harry y yo nos miramos con ganas de seguir hablando pero sabiendo que no podríamos hacerlo hasta más tarde. Sentía que la conexión que existía entre nosotros ahora era más fuerte y eso me hizo sentir plena. Recogimos nuestras cosas y en el pasillo nos despedimos. Él se fue hacia la izquierda y yo giré a la derecha.

*

Pasé tres horas más allí metida hasta que fue la hora de volver a casa. Hoy me había traído el coche. Iba andando por el césped del campus de camino al lugar dónde lo había dejado aparacado. El cielo estaba nublado y hacía un aire que te dejaba helada por dentro. La mano que sujetaba la carpeta de los apuntes la llevaba completamente congelada. Tendría que ponerme unos guantes la próxima vez. O comprarlos, porque no estaba segura de si tenía.

-¿Trish?- la voz de alguien llamándome me sacó de mis pensamientos.

Moví la cabeza buscando a la persona que me había llamado y vi aquel cabello castaño moviéndose al compás del viento. No sabía si quedarme a hablar o irme, pero supuse que lo último era demasiado feo, así que decidí encararla.

-¿Qué quieres, Ashley?

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