Epílogo
* Las canciones para este capítulo son My Heart Beats For Love de Miley Cyrus y Something I Need de Ben Haenow. Podéis empezar a escuchar la de Miley desde ya, y durante el capítulo os indicaré cuándo podéis poner la segunda. Pronto subiré una nueva parte con los agradecimientos pero no lo quiero hacer aquí. Esto es para vosotros. Es pero que os guste. De todo corazón. Nos vemos al final *
POV TRISH
A veces las cosas no salen como uno quiere. Es algo que debemos tener siempre presente. Lo que empezó siendo algo maravilloso puede tener un final catastrófico, pero no por eso debemos olvidarnos del trayecto, de todo el recorrido que hicimos, siendo felices. Yo no quería perder ese recuerdo.
Nunca había conocido una oscuridad más profunda, un vacío tan negro y desolador. Me sentía etérea, inmaterial. Sentí mi alma volar por el limbo. Debería estar asustada, con miedo a lo desconocido, pero lo cierto era que no sentía absolutamente nada. No pertenecía a ningún sitio.
De pronto sentí un dolor intenso. Esa fue la primera vez que sentí algo desde que llegué a este nuevo y desconocido lugar, y es que había sido cegada por una luz blanca abrumadora. Sentí cómo quemaba mis retinas. Estaba notando mis ojos por primera vez desde que la oscuridad me invadió. Poco a poco, empecé a sentir más partes del cuerpo. La cara, los brazos, el tronco, las piernas... Mantuve los párpados cerrados con fuerza, esperando a que lo que tuviera que ocurrir, ocurriera. Esperé a que ese destello cegador se apagara, pero no lo hizo; sentía cómo me quemaba por dentro. Descubrí que tenían razón, al morir todos íbamos hacia la luz. Y allí estaba yo. La verdad corría salvajemente por delante de mí.
Abrí los ojos deseando saber qué nuevas maravillas se encontraban delante de mí, deseando encontrar a Louis en esta nueva dimensión. Sí, por un momento había olvidado mi cuerpo pero mi mente y pensamientos me habían estado acompañando todo el rato en este recorrido. Los párpados me pesaban y, cuando por fin logré mantenerlos abiertos, tuve dificultad en enfocar la vista. Parpadeé un par de veces, tratando de entender.
Estaba rodeada de una luz blanca intensa. Era lo más puro que había apreciado nunca. Estaba maravillada. Continuaba cegándome, como un rayo que atravesaba mis pupilas hasta su más profundo fondo, pero no era capaz de hacerme daño. Era inmune a ella.
De repente, la luz hizo paso a una sombra. No entendía lo que estaba pasando hasta que le vi. Ahí estaba. Él. Le podía ver con mis ojos deslumbrados. Podía ver su pelo, sus manos, su cuerpo... Podía verle.
—Louis.
Fue un pequeño susurro. Apenas podía mover los labios, los notaba secos, deshidratados, como si no los hubiera abierto nunca, como si hubiera vuelto a nacer y los usara por primera vez. Pero ese murmullo fue suficiente para llamar su atención. Su cabeza se giró rápidamente en mi dirección.
—¿Trish?
Su mirada mostraba sorpresa y desconcierto. Estaba más pálido bajo esta luz blanquecina. De pronto su rostro fue iluminado por otro tipo de fuente, por una intensa felicidad. Dejó de estar en blanco y negro, y todo se pintó de azul. Por primera vez en mi vida vi lágrimas de felicidad en sus ojos.
—Estás... Estás... —tartamudeó—. ¡Estás aquí! —asentí con la cabeza y se abalanzó sobre mí.
—Lo he hecho por ti —confesé mientras él lloraba—. Te lo debía.
Yo también estaba llorando. No me resultó fácil reprimir las lágrimas. Había vuelto a encontrar mi pulso, mi corazón, mi alma. Después de tantos meses volvía a estar a mi lado.
—No puedo creerlo. Sabía que regresarías a mí. Sabía que te recuperaría. Lo sabía. Nunca me he rendido. Aguardaba aquí todos los días, esperando a verte aparecer.
La luz luminosa caía sobre nosotros, iluminando cada una de sus facciones, esos rasgos que tanto había añorado. Era como volver a respirar de nuevo, pero esta vez, un aire puro de verdad. Nunca pensé que la felicidad pudiera ser algo material, pero este lugar lo era. Era un sitio espacioso y luminoso, como esperaba que fuera el cielo; un lugar hermoso.
—Siento haberte hecho esperar —murmuré. Aún me costaba encontrar mi voz. El viaje a este nuevo lugar había sido corto pero intenso.
—No lo has hecho. Trish... ¡Dios! No importa el tiempo que hayas tardado. Solo quería volver a verte. Me daba miedo perderte, no volver a encontrarte nunca más.
—Pero ya me has encontrado. No hay por qué llorar —pasé una mano por su mejilla, limpiando las lágrimas que corrían por su piel.
—Son lágrimas de alegría.
—Lo sé —sonreí dulcemente—, pero hemos llorado demasiado en nuestra antigua vida. No quiero volver a vernos llorar nunca más.
Louis asintió, dejando de llorar. Sus ojos estaban de un color increíblemente claro, imitando el tono de un mar del Caribe.
Ojos de aguas cristalinas sobre piel de arena blanca.
Me miró cómo cualquier persona querría que la mirasen, como si estuvieran viendo la estampa más bonita que el mundo fuera capaz de ofrecer, y sus labios se curvaron en una sonrisa, ligeras carcajadas abandonando su boca.
—¿De qué te ríes? —pregunté, con una sonrisa en mi rostro. Él se detuvo, no sin perder su sonrisa, y agachó la cabeza por unos segundos.
—Los martes y los miércoles nunca deberían separarse. Alguien estableció los días de la semana así por algún motivo —habló, rozando mi pelo con la punta de sus dedos.
—Mi motivo fuiste tú.
Alzó su cabeza y me miró a los ojos. Una gran verdad, clara y azul, entró por ellos; él siempre me haría sentir viva aunque estuviera muerta. No tuve tiempo de asimilar que sus labios se habían posado sobre los míos y me estaba besando. Había echado de menos su dulzura, su emoción. Había echado de menos todo de él.
Se separó con cuidado, con miedo de que fuera a romperme y sonrió. Sabía que estaba en el cielo pero este lugar no existiría sin esa sonrisa angelical. Me apretó la mano con fuerza y habló de nuevo.
—Enseguida vuelvo.
Y desapareció.
No sabía a dónde había ido pero no estaba preocupada. En este lugar estábamos él y yo. Sabía que volvería. Nunca había estado más segura de algo. Miré a mi alrededor, flores crecían a mi alrededor, hermosas rosas y flores de otros tipos que no supe identificar pero que eran preciosas. Eran la octava maravilla del mundo, aunque éste ya no era el mundo que conocía. Puede que este lugar entero fuera una gran maravilla.
Louis regresó junto a un hombre. Llevaba una especie de vestido blanco. Tal vez era un ángel. No parecía ser muy mayor aunque, en verdad, no sabía cuánto tiempo vivían los ángeles. No sabía ni cómo se creaban. Acababa de llegar pero necesitaba ponerme al día en este tipo de cosas.
—¡Trish Parker! —exclamó, sonriente. Una sonrisa angelical—. Ya era hora de que te viéramos aparecer. Louis ha estado esperándote durante mucho tiempo. ¡No sabes lo pesado que puede llegar a ser! —me reí, cansada. Tenía la misma voz que esperaba que tuviera un ángel; animada y amigable.
—Lo sé —su cara aún estaba llena de lágrimas, a pesar de que había estado quitándoselas.
Alguien más entró en mi campo de visión. Una mujer, con pelo rubio cayéndole por los hombros. Se movía delicadamente aunque parecía estar desubicada.
—¿Trish? —murmuró, y mi rostro empalideció.
Mi madre.
No podía ser.
Era imposible.
Empecé a entrar en histeria.
—¿Qué hace ella aquí? —exclamé, asustada, temiéndome lo peor. Me separé de ella lo máximo posible—. ¿¡Por qué está aquí!? —grité, alterada.
No. Ella no podía estar muerta. No podía estar aquí. ¿Qué había pasado?
—¿De qué está hablando? —mi madre miró a Louis, y éste me miró a mí. Estaba confuso y yo también. Quise salir de allí, asustada, pero algo me lo impedía, una fuerza sobrenatural. Entonces Louis apartó la vista de mí y contestó.
—No lo sé —respondió con desconcierto, sobresaltado.
—¿¡Por qué ha venido aquí!? —le grité a él, convertida en un manojo de nervios.
—Es tu madre, Trish —añadió el ángel, como si esa fuera la respuesta que estuviera buscando.
—¡Pero está viva!
—¿Cómo que está viva? —Louis había fruncido el ceño y su vista se deslizó sobre mi madre, tratando de encontrar lo que me había hecho enloquecer.
—¿Ella también está muerta? —pregunté con temor.
Louis dio un paso hacia delante, separándose de los demás y acercándose a mí. Su rostro reflejaba una expresión que no comprendía.
—Trish, aquí nadie está muerto —intentó explicarme.
Miré a todos los allí presentes sin entender nada. Me había tomado un bote entero de pastillas, me había quedado dormida... ¡Había muerto! ¿Cómo podían decir que no? Y aunque no hubiera muerto y hubieran conseguido reanimarme, Louis no estaría aquí porque él sí estaba muerto.
—Trish —me llamó el ángel pero yo me sentía totalmente desorientada. No sabía ni quién era—. ¡Trish! ¡Mírame! Es 2021. Estamos en septiembre. Soy tu médico. Tuviste un accidente de coche hace ocho meses y te quedaste en coma. Te acabas de despertar. No has muerto. De hecho, estás bastante viva —sonrió—. Según el monitor, tu corazón late un ritmo ideal.
Me quedé paralizada, incapaz de creer ni de asimilar esas palabras. Parpadeé un par de veces y miré hacia mi izquierda, al lado contrario de dónde había visto las flores. A mi lado había un monitor cardíaco y otras máquinas que emitían ligeros sonidos. Parecía un hospital. Pero no tenía sentido.
—Es posible que tenga ciertos daños en el cerebro, ya os lo avisamos, pero es completamente normal —habló el hombre con rostro angelical, dirigiéndose a Louis y a mi madre.
—¡No tengo ningún daño cerebral! —exclamé al ver que me ignoraban—. ¡Mi cerebro funciona perfectamente! ¡Pero yo morí! ¡Me suicidé!
—Trish —el hombre se me acercó—. Soy tu médico. Escúchame atentamente porque creo que sé lo que te pasa —apartó a Louis para que le pudiera ver mejor—. Todo lo que has creído vivir, todo lo que has visto, todo lo que has hecho... es mentira —se mojó los labios para continuar—. Cuando una persona está en coma, existe la posibilidad de que su mente siga funcionando. Como si estuviera soñando, ésta sueña. Es lo que mantiene vivo al cerebro.
—¿Cómo? —era demasiada información para absorber en un momento.
—Dices que te has suicidado, pero yo soy consciente de que no, con lo cual, la única explicación que tiene ésto es que has estado soñando. Todo lo que has vivido era un sueño —repitió—. Has despertado y estás viva. Nosotros también estamos vivos. ¡Todos estamos vivos! No ha muerto nadie, Trish.
—Pero...
—Si te prometo que ninguno de nosotros está muerto, ¿me creerías? —intervino Louis, esbozando una sonrisa ladeada.
Sonreí ligeramente, sin llegar a contestar, pero mi corazón latió de tal forma que sentí que lo que decía era verdad.
Aparté la vista y parpadeé de nuevo, tratando de comprender dónde estaba. Una máquina se encontraba a mi derecha, las flores que había creído ver antes eran un ramo de rosas colocado en un jarrón, la luz tan pura y cegadora era el sol, que entraba por la ventana iluminando la habitación por completo. De hecho, estaba en una cama y todo lo que había a mi alrededor parecía ser parte de un hospital.
—¡Trish! —alguien gritó, y en mi campo de visión entró la cabellera rizada de un chico que conocía muy bien.
Harry.
—¡No puedo creerlo! —gritó el muchacho, con las mejillas sonrosadas y una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Harry, no grites tanto! Se acaba de despertar y está desorientada —le regañó Louis. Era la primera vez en mucho tiempo que les veía juntos y la imagen me enterneció tanto que me llenó el corazón de un amor difícil de explicar.
—Para un momento que voy al baño, va y se despierta —se quejó el menor, provocando una sonrisa en mi rostro.
Se quedó parado detrás de Louis, apoyando su mano sobre la cama sobre la que yo reposaba, mientras me miraba con extrema dulzura y alivio. Sus ojos conmemoraban un campo verde y brillante, lleno de...
—¡Tus ojos! —exclamé al darme cuenta—. ¡Tenías los ojos azules! —le señalé, mirando a todos los allí presentes.
—¿De qué está hablando? —inquirió el chico, desconcertado, mirando a Louis en busca de respuestas.
—Claro... —susurré, mirándome las manos—. Todo ha sido un sueño. Tú no tienes los ojos azules. ¿Cómo no he podido darme cuenta antes? —mascullé, tapándome la cara con las manos.
—Trish, es normal —me recordó el doctor—. Cuando soñamos, pocas veces somos conscientes de que estamos en un sueño.
Estaba conmocionada. Después de todo lo que había vivido... soñado, no podía creer que todo estuviera bien. Me notaba fría, asustada. Había pasado mucho tiempo dormida. ¿Y si había secuelas? ¿Y si las cosas no volvían a ser como antes? ¿Y si el coma me había perjudicado? Pero entonces le vi. Louis estaba delante de mí y eso me hizo olvidar al resto del mundo. Porque nada era más importante. Porque él siempre había sido mi razón para vivir.
—Creo que lo mejor es que nos vayamos y la dejemos descansar —anunció el doctor y todos asintieron. Tomé la mano de Louis antes de que pudiera marcharse.
—Tú no —susurré y él sonrió, como si toda la espera hubiera valido la pena.
El médico le dio su aprobación, diciendo que más tarde me harían pruebas, y él se sentó sobre la cama, con cuidado de no sentarse sobre mí, enlazando su mano con la mía, como los cordones de una zapatilla. Todos salieron y nos quedamos solos. Respiré profundamente. Lo que una vez me había parecido aire puro ahora me parecía aire contaminado por medicinas, por lo que traté de respirarle a él, respirar su aroma y, después de mucho tiempo, comencé a ver el camino de regreso a casa.
—No me puedo creer todo lo que ha pasado. Me parece increíble —pasé mi mano por mi frente. Estaba cansada. Me sentía agotada.
—Ahora no tienes que preocuparte por nada. Solo por tu recuperación —sonreí.
—Sé que va a sonar extraño que diga esto pero lo sé. Ya he pasado por esto una vez. Era un sueño, pero supongo que en la vida real será parecido, ¿no? —él sonrió pero parecía consternado.
—¿Quieres hablar de ello?
El Louis de antes nunca hubiera hecho esa clase de pregunta. No se hubiera interesado por ello, lo hubiera ignorado. Se hubiera centrado en que estaba despierta, sin importarle el proceso que me llevó a despertarme. Sin embargo, este Louis estaba preocupado y lo demostraba.
Al estar solos y sin tener a nadie que nos molestara, tuve tiempo de contarle detalladamente lo que había pasado en mi sueño. Después de un largo monólogo, su mirada acabó clavada en las sábanas de la camilla. Se frotó el pelo con una mano y alzó la cabeza. Sus labios estaban deshidratados. Estaba nerviosa porque él no decía nada, aunque tampoco es como si supiera qué quería que dijese. Aún así, la sensación no era agradable. Sus manos acabaron encontrando el camino hasta las mías y se fusionaron, nuestros dedos entrelazados.
—Sé que me quieres, Trish —me sonrió—. De verdad, soy consciente, pero no quiero que hagas eso por mí en la vida real. Nunca. Sé que todo ha sido un sueño pero, si alguna vez muriera, no soportaría ver cómo tú te quitas la vida solo para volver a reencontrarte conmigo.
—Fue un sueño, Louis. No era real —traté de aliviarle al notar que había apretado su agarre sobre mi mano, atemorizado. Es más, ahora que lo pensaba, veía lo extremo que había sido. Mi yo de la vida real no sería capaz de hacer eso. No era tan valiente.
—¿Me lo prometes?
—¿Me lo prometes tú a mí? —alcé una ceja—. Porque te recuerdo que en mi sueño tú fuiste el primero que lo hizo —una sonrisa comenzó a esbozarse en sus labios, disipando las tinieblas que habían cubierto sus pupilas.
—¿Estás segura de que era un sueño? ¡Más bien parece una pesadilla!
Sonreí aliviada, al igual que hacía él. Porque podría estar en un hospital, podría tener problemas que resolver todavía, podría haber presenciado el final más triste que nos podrían haber dado, pero ahora, en este instante, sabía que esta historia acababa con un final feliz.
*
No recuerdo cuándo me dormí pero cuando me desperté ya era de día. Recuerdo que me pasé el día con Louis, medio dormida pero intentando mantenerme despierta para hablar con él. Se acabó por hacer de noche y supongo que acabé durmiéndome en algún momento después de cenar. Al abrir los ojos me encontré con Harry sentado en una de las sillas de la habitación, leyendo una revista. Traté de estirarme para despejarme pero aún me costaba moverme.
—Buenos días, bella durmiente —le escuché decir.
—¿Se supone que tú eres mi príncipe? —sonreí, adormilada.
—¡Claro! —sonrió de vuelta y se acercó a mí.
—Nunca esperé a alguien tan apuesto. Me siento halagada.
—¿Estás insinuando que soy más guapo que Louis?
—Harry, muchas chicas se lamentan cada día porque eres gay —él sonrió, satisfecho por la contestación que le había dado.
—Aden te manda recuerdos.
—¿Está en América? —asintió con la cabeza—. Y tú... ¿Has estado aquí estos ocho meses?
—¿Tan raro te parece? Eres mi mejor amiga, estabas ingresada en un hospital. ¿Dónde crees que estaría? —sonó incrédulo.
—A mi lado. Eso no lo dudo nunca.
—Además, es posible que mi otro mejor amigo no estuviera ingresado pero, para los efectos, era lo mismo. Louis no te ha dejado ni un día sola desde que entraste aquí.
—¿Y tú sí? —me hice la ofendida.
—¡Tenía que hacer cosas en Londres por trabajo! —me reí.
Estuvimos un rato hablando. Era medio día y el resto se había bajado a comer. Desde que desperté Harry no quería separarse de mí para no volverse a perder un momento importante. Le conté el sueño tan apasionante y macabro que había tenido. Se sonrojó cuando le dije que había soñado que él y Aden se comprometían. Al parecer, eso no había pasado en la vida real. Aún. La idea rondaba por la mente de mi amigo, me confesó. Harry decidió llamarle y hablamos con él por Skype. Estar con ellos dos me complacía. Era fácil sentirse alegre en su presencia, irradiaban felicidad y buenas vibraciones.
—Ariel me ha llamado. Le avisé de que habías despertado —comentó Harry una vez que hubimos acabado la video llamada.
—Oh, Dios... —se me vino el mundo encima—. ¿Cómo está? —me mordí el labio inferior.
—Dice que no te preocupes por nada. Que te recuperes y que, cuando estés lista, ya hablaréis. De momento te desea lo mejor.
—¿Ya está? —me sorprendí, habiéndome esperado una especie de reproche. Aunque era de Ariel del que estábamos hablando.
—Creo que después de tanto tiempo, ha acabado aceptando que lo tuyo con Louis es algo que supera a cualquier cosa que pudiste tener con él. Estuvo aquí las primeras semanas. Louis y él discutieron, fue un poco feo, pero él entendió que era una batalla perdida.
—Pobrecito —suspiré. Me sentía mal, en verdad. Nunca quise que Ariel sufriera. No se lo merecía.
—Incluso Louis sintió lástima por él. Sabes cómo es él, muy posesivo y demás... Con él no. Trató de llevar el tema de la forma más responsable, como un ¿adulto? Hasta yo me sorprendí. Nunca le había visto así.
—¿Estamos hablando del mismo Louis? —intervine.
—Sí. Yo creo que le tiene cierto cariño. Ariel es fácil de querer.
—Lo es —suspiré.
Un rato después llamaron a la puerta. Ésta se abrió y dejó paso a una chica increíblemente hermosa.
—¡Gemma! —exclamé al verla.
La chica vino casi corriendo hacia mí y me dio un gran abrazo. Empezó a hablar, cada palabra con más emoción que la anterior.
—¡No sabes cuánto me alegré de que despertaras! —sonrió, pasándose un pelo por detrás de la oreja. Intercambiamos un par de palabras hasta que vi que un chico se ocultaba detrás de su espalda—. ¡Oh! Éste es mi novio, Tim.
No había conocido personalmente al chico pero sí que había oído hablar mucho de él. Me saludó con una amplia sonrisa y me comentó cómo él también se alegraba de que hubiera recobrado la consciencia, a pesar de que no me conociera. Todos nos reímos y enseguida pude ver el alma de Gemma reflejada en las pupilas del chico.
Los tres estuvieron poniéndome al día hasta que el resto regresaron de comer. Louis y mi madre entraron seguidos de Matt, al cual aún no había visto.
—Sabía que eras una vaga pero dormir durante ocho meses supera demasiado tu récord—bromeó mientras me abrazaba.
—Trish siempre ha sido más del rollo de hibernar, no de salir a trabajar como las hormigas —comentó Louis, cruzándose de brazos y una sonrisa en su rostro.
—El frío es demasiado para ella —intervino mi madre.
—¡Y el calor! —concluyó Harry, recordando su estancia en Nueva York.
—Me acabo de despertar de un coma. ¿No sé supone que deberíais animarme y no criticarme de esa manera?
Cada par de ojos me dirigió una mirada cariñosa. Muy pocas veces en la vida me había sentido tan arropada.
El resto del día me lo pasé entre pruebas y conversaciones animadas y optimistas. Había un ambiente muy fiestero que me hizo descubrir lo surrealista que había sido mi sueño. Mi madre y Louis no solo parecían llevarse bien, si no que me afirmaron que habían limado asperezas y tratado de empezar de cero, por mí. No sé cómo pasó exactamente, ambos se niegan a hablar de ello, pero no me importaba. Estaba ilusionada y feliz por verles por primera vez hablando y no discutiendo. Podía acostumbrarme a esto, a esta paz.
Por las noches todos se marchaban al hotel. Louis era el único que se quedaba conmigo en la habitación, acurrucado en la especia de butaca, junto a mi cama.
—¿Te vas a dormir ya? —preguntó en cuanto empecé a cerrar los ojos, completamente agotada.
—Sí, ¿por qué? —él suspiró ligeramente, mientras apartaba los pocos mechones de pelo que se habían caído sobre mi rostro.
—He pasado mucho tiempo viéndote dormir. He echado de menos el color de tus ojos.
—Si quieres puedo...
—¡No! Duérmete. Necesitas descansar. Puedo esperar un par de horas más —me aseguró.
Y con su mano acariciándome el pelo me quedé dormida.
Me encontraba desayunando con mi madre y Matt a la mañana siguiente cuando Louis entró por la puerta. Esta vez no venía solo. Para mi sorpresa, William y Kylie entraron detrás de él. Fue extraño verles a los dos después de tanto tiempo. Will tenía el pelo ligeramente canoso y estaba más grande, como si hubiera estado haciendo ejercicio y hubiera cogido musculatura. Sus facciones seguían igual de definidas, los pómulos cortantes y la mandíbula afilada. Kylie, por otro lado, había dejado de ser rubia y se había teñido el pelo. Ahora su cabello era pelirrojo, me recordaba a un miembro de la familia Weasley.
—¡William! —exclamó mi madre al ver al hombre. Él le dedicó una sonrisa genuina y dirigió su mirada hacia mí.
—¿Cómo estás? —preguntó.
Fue entonces cuando recordé todo lo que me había estado contando Louis sobre la relación que llevaba con su padre, cómo habían tenido un acercamiento y lo bien que se llevaba con su hermanastra. En ese instante no me pareció William, el vecino de Nottigham, sino Will, el padre de Louis.
—No puedo quejarme.
Kylie no esperó más. Se acercó a la cama y me abrazó. El paso del tiempo hizo que el momento fuera incómodo, me pilló desprevenida, pero la dulzura que transmitían los ojos de la chica me tranquilizó.
—Me alegro mucho de que hayas vuelto —su acento se había vuelto ligeramente americano.
—Siento que no hayamos podido venir antes —anunció William. Vi cómo Louis pasaba una mano sobre su hombro y le apretaba suavemente, reconfortándole. Estaba segura de que ya habrían tenido una conversación acerca de eso, podía verlo en su mirada.
—Está bien —le aseguré—. Agradezco mucho que estéis aquí.
Kylie me sonrió, y los adultos se enzarzaron en una conversación, precedida por unos cariñosos saludos, los cuales también me dejaron sorprendida. La chica y Louis se quedaron reunidos alrededor de mi cama, hablándome de sus aventuras por Estados Unidos.
Cuando empecé a escuchar risas en la habitación fue cuando empecé a sentir un ambiente que se podía denominar incluso familiar.
—Vosotros no aparecíais en mi sueño —les confesé cuando Harry hubo llegado y relevado a mi madre y a Matt, los cuales se bajaron a desayunar.
—¿¡No!? —exclamó William.
—No —respondí, avergonzada.
Louis les había explicado por teléfono el día anterior lo que había pasado con mi sueño. Se lo agradecía. Ya estaba cansada de contar la misma historia una y otra vez.
—¿Crees que si mi hijo muriera no vendría a su entierro? —inquirió William.
—Lo mismo digo —añadió Kylie.
—Supongo que solo soñé con las personas con las que estaba acostumbrada a estar.
—Eso lo podemos arreglar, ¿verdad? —dijo Kylie, emocionada—. Podemos pasar más tiempo contigo, ahora que tú y Louis volvéis a estar juntos.
Louis y yo nos miramos y tuve la sensación de que ambos estábamos recordando lo mismo. Los incómodos momentos vividos con su familia en Oxford. De repente, la habitación se llenó de carcajadas que salían de nuestros labios como una de las más bellas melodías. Había echado de menos reírme, había echado de menos este tipo de felicidad. Había echado de menos esta estabilidad.
*
(Something I Need - Ben Haenow)
El día que me dieron el alta había llegado. En el hospital solo quedaban Louis, Matt y mi madre. Había obligado al resto a volver a sus respectivas ciudades y países. Era un día soleado en Leeds, quién lo diría. Louis me había traído un ramo de flores. Era poco común en él pero fue algo agradable, como un soplo de aire fresco. No podíamos quedarnos estancados en el pasado, todos habíamos crecido, habíamos evolucionado. Éramos nuevas personas. Y se sentía bien.
Me despedí de mi madre y Matt a media mañana. Tenían que irse corriendo al aeropuerto porque tenían un meeting muy importante en París y no podían retrasarlo más. Louis les prometió sacarme sana y salva del hospital y ellos le creyeron. Ellos confiaban en él y tal vez no lo supieran, pero eso significaba mucho para mí. Se despidieron de nosotros como nunca hubiera podido imaginar, aceptando lo que éramos; una pareja formal y estable.
Toda era tan nuevo y emocionante que me hacía querer emprender la vida de otra manera. Miré a Louis con emoción. Estaba ayudándome a recoger mis cosas, guardándolas en una maleta.
—Estoy teniendo un déjà vu —comenté.
—Trish —dijo Louis, deteniéndose con una camiseta en la mano, mirándome con seriedad—, creo que deberías olvidar ese sueño. No es un recuerdo bonito.
—No me refería al sueño —negué con la cabeza y en su rostro se reflejó una expresión de desconcierto—. Hablo de cuando tuviste el accidente de moto, hace años, y de cómo saliste del hospital. Se siente igual. La paz, la tranquilidad, la emoción de volver a casa, la alegría de saber que estamos sanos.
Louis dejó la camiseta sobre la maleta y se acercó a mí, tomándome las manos. Los dos nos sentamos sobre la camilla, mirándonos el uno al otro y sintiendo de todo.
—¿Recuerdas también cuando tu madre te sacó a rastras del apartamento de Cambridge?
—Saliste corriendo a buscarme —él asintió. Lo recordaba como si hubiera pasado ayer. Las mariposas venían a revolotear a mi estómago junto al recuerdo.
—No sé lo que me pasó. Nunca había hecho algo así. Cuando ella te llevó sentí como si me hubieran desgarrado el estómago y hubieran sacado un trozo vital de mi cuerpo. Tuve que salir corriendo y recuperarlo. Por eso te besé. Y mientras lo hacía, sentí cómo esa pieza volvía lentamente a mí.
—¿Me querías?
—No sé si te quería; y si lo hacía me negaba a aceptarlo. No quería tu amor, pero tampoco sabía que lo necesitara tanto. Destrocé el apartamento porque odiaba a la gente como tú. Os tenía envidia, para ser honestos. Teníais todo lo que alguien podría desear mientras yo no tenía nada. Pero ver tu rostro, tu corazón roto cuando viste el estado del piso, me provocó nauseas. Quise retroceder en el tiempo y deshacer lo que había hecho. Pero ya era imposible. Tenía que asumir las consecuencias. Y estaba jodido, porque en ese momento supe que te habías metido muy dentro de mi piel.
—¿De verdad? —una extraña sensación en forma de felicidad recorrió mi cuerpo.
—Sí.
—Tú también te metiste dentro de mi piel por aquel entonces, aunque no de la forma más agradable. Me parecías un grano en el culo —él se rió y yo sonreí.
—¿Sabes por qué me enamoré de ti? Porque fuiste la única persona que quiso conocerme de verdad, hasta el fondo. Querías saber lo bueno y lo malo, los momentos felices y tristes. Sin que te dieras cuenta, cada día me pedías un cachito de mi corazón, hasta que, después de tantas preguntas y preocupaciones, fue tuyo por completo.
Recordé la primera vez que me dijo esas dos palabras. Te quiero. Suenan muy lejanas pero muy cercanas, porque se quedaron grabadas en mi corazón.
—¿Sabes por qué me enamoré yo de ti?
—¿Por qué fui el chico más guapo que viste nunca? —rodé los ojos.
—Porque me produjiste la misma electricidad que me produces ahora con la mirada. Me dabas una vitalidad que no sabía que necesitaba. Pero lo hacía, y de hecho, siempre la he necesitado. Todos estos años que hemos estado separados he sido feliz, no lo voy a negar. Tenía una buena vida pero no estaba completa y siempre he sabido cuál era la pieza del puzle que faltaba, sin embargo, nunca era capaz de reconocérmelo a mí misma, porque me dolías. Tu recuerdo me dolía. Y me dolía porque te echaba de menos.
—Yo nunca he sido feliz sin ti.
Mi mano se deslizó por su mejilla, tomándola por completo en su palma. Su piel era muy suave. Me encantaba hacer ese gesto.
—¿Recuerdas la noche que regresaste a Cambridge, después de lo que pasó en el apartamento? —preguntó—. Me encontraste en la calle y al verte, respiré aliviado. Fuiste una especia de medicina. Todas las veces que gritaba furioso y pretendía que no quería verte, me moría por tocarte.
—Y yo porque me dejaras acceder a tu interior. Deseaba con todas mis fuerzas ser la persona que te quitara toda la melancolía. A veces vislumbraba trozos de tu corazón, pequeñas porciones que me dejabas apreciar con cada respuesta que me confiabas, y en él encontré un compañero que me comprendía, porque ambos veníamos de dos inmensos dramas familiares, y yo solo quería que entraras en razón y lo vieras. Quería arreglarte y que tú me arreglaras a mí.
—Nos costó pero creo que acabamos consiguiéndolo. Míranos —sonrió.
Quería volver a quererle y volver a sentirme querida por él. Lo deseaba con todas mis fuerzas. Ambos lo queríamos, y esta vez sería para siempre. Ya no había más secretos, no había dolor y estábamos tan seguros de nuestros sentimientos que nada ni nadie podrían afectarnos.
—Te quiero —dije.
—Te quiero —contestó.
El momento nos embriagó y me besó con todo el amor de su corazón. Sentí nuestros corazones latir al mismo ritmo, contra nuestros pechos unidos, tratando de alcanzarse el uno al otro.
Con el ramo de flores en una mano y Louis en la otra, abandoné la habitación en la que había estado dormida ocho largos meses. Conforme recorríamos los pasillos, Louis se despedía de enfermeros y gente del personal con la que había estado conviviendo todo este tiempo. Creo que fue la primera vez en mi vida que presencié una despedida llena de alegría.
Llegamos al aparcamiento, aún cogidos de la mano, y escuché el ruido de la ciudad. Había ajetreo en esa parte del hospital y Louis mantenía su brazo firme alrededor de mi cintura, protegiéndome. Alzó las llaves y divisé el coche que nos acompañaría en el trayecto.
—¿A dónde vamos? —pregunté, cómo una vez hice, hace justo ocho meses. Su respuesta había sido, al fin del mundo.
—¿Sinceramente? —él me miró, como si lo estuviera haciendo por primera vez en su vida—. Ni lo sé, ni quiero saberlo.
Fue la mejor respuesta que me pudo dar. Le di un casto beso en los labios y le tomé la mano, con firmeza. Así, avanzamos hasta el vehículo y abrimos las puertas hacia nuestra nueva vida.
Era gracioso ver que, después de tanto odio contra esa figura etérea, al final de todo, el que más había apostado por nosotros había sido el destino.
FIN
Dedicado a mi vida, MeriOopsHi
My Heart Beats For Love
Something I Need
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro