Capítulo 48
TRIGGER WARNING: suicidio
· Podéis empezar el capítulo escuchando Hurts like hell de Fleurie y acabarlo con Shattered de Tranding Yesterday. A lo largo del capítulo os indicaré desde cuándo podéis escuchar la segunda canción. Nos vemos al final ·
TRISH
La lectura había sido como montar en una montaña rusa. La adrenalina comenzaba a crecer en el interior de tu cuerpo. Se instalaba en tu sangre; recorría tus venas; te envolvía; te ganaba; te dominaba. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, te abandonaba. Dejándote hueco, simple... ordinario. La subida en esa montaña rusa había construido mi hambre. Tenía hambre de esperanza, pero ese diario la había matado. Ese diario había sido el libro que nunca había querido leer. Había introducido en mí una pesadez peor; la sed. Una sed vacía y seca; una sed de remordimientos, de odio. Una sed insaciable, porque de los malos recuerdos no se podía beber. Y descubrías cuándo la sed era insaciable porque empezaba a ahogarte.
La sed me ahogaba.
Al parecer todos conocían la verdad detrás la muerte de Louis menos yo. Había peleado con mi madre y con Matt tras conocer que habían estado culpando al pobre chico de todo lo ocurrido. Desde que mi vista se paseó por las letras de ese diario no pude volver a mirarles con los mismos ojos.
Esas personas... sus palabras... habían destrozado a un chico con un corazón de oro. Habían provocado todo esto. Ellos eran los causantes de toda esta tragedia. Ni siquiera Shakespeare había sido tan macabro en sus obras. Y una vez más comprobaba que la realidad superaba a la ficción.
No quise saber absolutamente nada de nadie en una semana, ni siquiera de Harry y Aden. Con ese diario había descubierto que incluso ellos se rindieron cuando más les necesitaba. En estos últimos años quise creer que tenía el apoyo de mucha gente, de mi familia, de mis amigos, de Ariel. Había creído que no estaba sola, que ellos estarían conmigo en cada paso que diera, apoyándome, sin dejarme caer. Sin embargo, ahora descubría que el único que nunca me abandonaría era Louis. Él había sido el único capaz de dar su vida por mí.
No tenía el corazón roto. No tenía el alma rota, y ese era el problema, que sentía cómo mis entrañas se desgarraban a cada segundo mientras seguían intactas.
Las palabras de Louis se habían escrito en el fondo de mi ser. Se habían escrito con sangre. Habían dejado cicatrices incurables. No sanaría nunca. No volvería a ver un arcoíris. No volvería a haber luz. La luna azul sería todo lo que vería el resto de mis días.
Había pasado todo el tiempo encerrada en el apartamento que Louis había alquilado. Ni siquiera había sido Gemma, como había dicho Harry. Me encontraba entre las paredes dónde Louis se había suicidado. En la misma habitación. Podía sentir el peso de su cuerpo sobre el suelo conforme me sentaba en el que imaginaba que había sido el sitio dónde había yacido sin vida.
Fuera llovía. El agua chocaba con fuerza contra los cristales de la ventana, reencarnando el huracán que existía en mi interior. La tormenta me mojaba pero mi piel estaba seca. El ruido era silencioso.
Llevaba días sin comer. El apetito no era algo relevante en estos momentos. Visitaba el cementerio cada mañana. Me sentaba frente a su tumba y la miraba. Seria. Solemne. Perturbada. Lo único que quedaba de él eran un par de letras con su nombre sobre una piedra. Eso era todo lo que quedaba de Louis Tomlinson. Y yo ni si quiera había podido evitarlo. Yo había sido la causa.
—Louis no murió en el accidente —había susurrado Harry.
Pero eso ya lo sabía. Había leído el diario que había dejado Louis. Lo había leído entero. Hasta el último punto. Su voz había resonado en la habitación como si hubiera querido aliviarme. Pero tan solo era otra mentira; o solo la primera parte de una frase.
—Créeme cuando te digo que si he tratado de ocultarte ésto todo este tiempo, ha sido por tu bien —continuó.
—¡Deja de pensar en mi bien y cuéntame la verdad de una vez por todas! ¡Estoy harta de tanto secretismo! ¡Me siento estúpida! —exclamé, cargada de rencor hacia alguien que, posiblemente, no tuviera la culpa de nada.
—No te he mentido. Te llevé al sitio dónde está Louis, Trish —hizo una pausa. Tomó aire, ahogado por mi mirada y su temblor—. Está en el cementerio. Louis está muerto.
No era lo mismo leer lo que había hecho a escuchar en voz alta que estaba muerto. Todo se hacía mucho más real con sonidos. Mi respiración se entrecortaba, se mezclaba con sollozos y jadeos que no podía reprimir. La confusión había sido dolorosa pero la verdad era desgarradora.
—Me has dicho que no murió en el accidente —musitaron mis labios.
—Tampoco te he dicho que estuviera vivo.
Por algún motivo, mi mente trataba de negar lo ocurrido, aunque mi corazón supiera que no había nada más que se pudiera hacer. Los acontecimientos habían transcurrido, él había llevado a cabo su plan y, así, todas las esperanzas se volvieron a romper en mil y un pedazos.
Estaba exhausta. No quería seguir con este juego más. Me había cansado de perseguir la verdad. ¿Qué era la verdad? Si el universo ni siquiera conocía su verdad más absoluta.
—Louis salió ileso del accidente —comenzó a decir Harry—. Un par de magulladuras y ya. Tú fuiste la que te llevaste la peor parte. Él estaba destrozado y después de que dijeran que habías entrado en un coma irreversible no pudo soportarlo —rompió a llorar.
Mis manos se lanzaron a mi boca, silenciando un gruñido que no pude controlar. Los dos llorábamos tormentas, con truenos, lluvia y relámpagos.
—Tú te despertaste y él se había suicidado el día anterior —mencionó entre sollozos.
El blanco de sus ojos se había vuelto rojo y todo su rostro había quedado empapado por las lágrimas. Sus manos recorrían su pelo, se tiraba de los mechones con fuerza, intentando ahogar los gritos de dolor. Por eso todos me miraron horrorizados el día que desperté, por eso parecían tan tristes, porque se acababan de enterar de lo que había hecho Louis, porque sabían que ese pobre chico había tirado su vida a la basura.
—No lo vi venir, Trish. No sabía que iba a hacer eso. No pensé que se sintiera tan mal —jadeó, tratando de respirar—. Fue mi culpa. No le presté la suficiente atención. Le dejé solo. Cometí ese error. Le dejé solo y sus demonios se lo llevaron.
La presión que sentí en el pecho se me hizo imposible de soportar. Corrí a abrazar a mi amigo, tratando de tapar el agujero que se había abierto en su torso. No quería que entrara oscuridad dentro de su ser. Yo era la única que tenía la culpa de todo esto.
Me encontraba en el cementerio, sentada delante de su nombre como cada mañana. Miles de preguntas nublaban mi mente, pero había una que circulaba con letras mayúsculas.
¿POR QUÉ ME HABÍA DESPERTADO?
Tendría que estar muerta. Tendría que ser yo la que estuviera enterrada en esa fosa, no él. El hecho de estar viva hacía que vivir fuera mucho más difícil. Hacía que vivir fuera como morir a cada instante, sumida en un dolor inquebrantable. Porque yo seguía con vida y Louis había muerto en vano.
Louis se había suicidado por mí. Por lo que él creía, porque él creía en mí. Porque pensaba que nos encontraríamos en un más allá. Y siento como si no hubiera cumplido mi promesa.
—Él te quería.
Esa voz rompió el embrujo en el que estaba sumida. No fue una grata sorpresa encontrarla detrás de mí, observándome con tristeza. Esa fachada era algo fingido. Pensaba que mi madre había cambiado, sin embargo, cuando se trataba de este tema, siempre se había comportado igual; reacia. Pero se sentía culpable, por eso trataba de reconfortarme con palabras vacías de sentimiento.
—Te diste cuenta tarde —susurré.
El frío viento azotaba nuestras facciones. Aún no me había dado la vuelta para mirarla a la cara y tampoco tenía pensado hacerlo. Había cometido demasiados errores. Me daba grima ver en lo que se había convertido. Su primer error fue culparle a él de todo lo sucedido, cuando había sido el otro vehículo el evidente culpable. Su segundo y peor error fue dejarme ir.
Ella me había decepcionado y había hecho enloquecer a Louis
—Yo también te quiero —continuó hablando, con miedo—. Y sabes que no estás sola.
Puede que fuera cierto y que ni ella ni los chicos hubieran querido abandonar la ciudad hasta que hiciera las paces con ellos, hasta que me sintiera mejor.
—Pero es mejor estar sola que mal acompañada.
El silencio del cementerio inundó nuestro intercambio de palabras; no creo que eso pudiera llegar a llamarse 'conversación'. No sabía que pretendía estando aquí, pero no era bienvenida. Esto era como suelo sagrado, un lugar para Louis y yo, y ella lo estaba infectando.
—Ese fue su problema, ¿sabes? —comenzó a decir—. Se encontró solo. Y no quiero que te pase eso a ti.
—No quieres que yo me sienta sola pero él te ido igual —sonreí con ironía. Probablemente Louis también se estaba riendo, estuviera donde estuviera.
Mandaba cojones la situación.
—Trish, ya te pedí perdón por cómo actué. Él ya te había hecho daño una vez y me encontré con que te lo había hecho de nuevo, mandándote a ese hospital. No quería que te lo hiciera otra vez.
—Pero no se te ocurrió pensar que por vuestras acusaciones y de tanto daño que él pensaba que me hacía, se acabó haciendo daño a sí mismo.
—No pensé que fuera capaz de...
—¿Amar? —volteé para encararla—. ¿No pensaste que fuera capaz de amarme de verdad? Pensabas que yo era su mono de feria, que esto no fue real —le enseñé el tatuaje de mi muñeca—. Para tu información, me amaba más que a su vida. Y toda esa parte que amaba de mí, se la ha llevado con él a la tumba.
—No puedes dejar que eso destruya lo que eres, Trish, por favor.
—¡Es que no es una opción! Cuando te pegan un tiro en el pecho no puedes elegir si esa bala te va a matar o no. Simplemente lo hace, no tienes elección.
—Sabes que son cosas distintas, no puedes comparar eso con...
—¡Se suicidó porque pensaba que yo me iba a morir! —grité, poniendo las cartas sobre la mesa—. ¡No quería dejarme sola! ¡Se quitó la vida por mí!
—¿¡Y tú hubieras hecho lo mismo!? —exclamó.
Sentí como si el tiempo se detuviera y la lápida nos mirara con ojos penetrantes, igual que hacía Louis. Nos miraba conforme hablábamos, como en un partido de tenis, primero a una y luego a la otra, pero no decía nada. Tan solo nos contemplaba.
—No quieres que te conteste a eso.
Sentí como si su aura se posicionara a mi lado, apoyando a mi equipo. El silencio se hizo más profundo y, por un momento, me calmé, recordando que en este sitio siempre me sentiría apoyada porque él estaba a mi lado.
—Ya no podemos hacer nada por él, pero por ti sí, y voy a conseguir que salgas adelante. No voy a dejar que te quedes atrás —murmuró mi madre, cruzando los brazos, tratando de darme una especie de ultimátum.
—Está claro. Ahora no se pude hacer nada por él. Está muerto. Pero por mí tampoco, mamá. Así que vete y deja de perder el tiempo aquí.
Me giré y mis ojos volvieron a descansar en su nombre. El nombre que hacía latir mi corazón al triple de velocidad aún cuando mi éste ya no latía. El nombre de mi hogar.
Al rato escuché pasos marchándose en dirección contrario y sentí la paz reinar en mi interior. Ella se fue y yo volví a mi hogar, junto al suelo húmedo. Antes solía estar hecho de piel, de un tono rosáceo; ahora es de piedra, muy pulida. Pero no me importaba. La gente solía mudarse. Era algo normal.
*
(Escuchad Shattered desde aquí)
Los días pasaron y continuaron siendo igual de oscuros, igual de simples. No había rayos de sol que azotaran la cornisa de mi alma, solo recuerdos de palabras en el horizonte, que bombeaban tristeza en mi interior.
Todo era demasiado fuerte, demasiado insoportable. Podía soportar el dolor pero lo que me impedía continuar era la culpa y el deseo de reencontrarme con él, de enmendar mis errores.
No podía dejar de pensar en que se había quitado la vida por mí. Se la había quitado y el viento, tan caprichoso como era, se la había llevado al fin del mundo, dónde dijo que iríamos. Sin embargo, yo seguía estancada en Leeds.
Después de muchos días tratando de buscar una solución, tratando de escapar de la ciudad, tratando de no perderme en la oscuridad de la noche, tomé una decisión. Y tal vez no fuera la más acertada, pero quería seguir al sol. Esta situación me ataba y yo solo quería ser libre. Cómo él había dicho, solo el amor nos haría libres.
El amor sería mi liberación.
Bajé a la calle y fui a la farmacia. Compré pastillas, sí. Dicen que debes seguir los pasos de la gente que te inspira. Y tal vez no era esto a lo que se referían, pero él siempre me había inspirado más que nadie.
Me encerré en el apartamento y me metí en la cama con el bote de pastillas y una botella de agua en mi mano. Lo estaba haciendo todo muy rápido, apenas lo medité. Pero es que sabía que meditarlo no iba a servir de nada. Me iba a sentir igual de mal hoy, mañana y pasado. No había marcha atrás, así que lo mejor era dejarlo todo atrás.
Era de noche y la luna azul era la que proporcionaba la luz tenue que me permitiría ver este mundo por última vez. De repente el teléfono sonó. El nombre de Aden salió en la pantalla. Me quedé observándolo hasta que la llamada finalizó. Ellos también me habían decepcionado, en cierto modo, pero eran los que menos quería que sufrieran. Aunque sabía que lo harían, y mucho, pero no les guardaba rencor.
Me levanté para coger el diario de Louis y arrancar una página. Escribí una nota para que la leyeran cuando me encontraran. Para que supieran que aunque ellos no tuvieron fe en mí, yo siempre tendría fe en ellos.
Aden, una vez le dijiste a Harry que cada uno elige su propio destino. Yo hoy elijo el mío, pero prometedme que siempre, siempre, siempre os elegiréis el uno al otro.
Dejé la nota en el suelo y me metí en la cama. No quise retrasar más el final. Me tomé el bote entero de pastillas y dejé que las sábanas me cubrieran, me arroparan, como una vez hicieron con su cuerpo. Cogí mi móvil y miré una foto suya por última vez.
Su pelo, moldeado alrededor de su rostro. Sus manos, tan fuertes y viriles. Sus venas recorriendo cada centímetro de su piel, subiendo por sus brazos hasta su cuello, dónde se hacían más prominentes. Y su piel, tan suave como los pétalos de una flor. Su nariz, tan bien perfilada, como una escultura de Miguel Ángel. Sus labios, tan finos pero consistentes, derrochadores de pasión, creadores de innumerables momentos. Todo él era un canto a la belleza, pero sus ojos eran el solo del tenor, eran el momento cumbre de la canción, y es que su azul era el que pintaba de color el cielo de los ángeles.
—Siempre me has quitado el aliento, y sabes que estoy ligada a ahogarme.
De repente el silencio dejó de estar vacío y dejé de tener miedo. Podía escuchar el sonido de mi corazón latiendo cada vez más despacio. Mis ojos se fueron cerrando, el sueño cada vez era más pesado. Y, por primera vez, en vez de caer en brazos de Morfeo, caí en los brazos de la muerte.
THE EN-
Espera...
No...
Todavía no.
EPÍLOGO muy pronto
Hurts like hell
https://youtu.be/pUlX8ltm_JU
Shattered
https://youtu.be/dzS4OJP-YMk
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