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Capítulo 32

                 

28, 29 o 30 de noviembre (más o menos)

No pienso escribir aquí la biblia en verso, así que iré directamente al grano. Las primeras horas tras el accidente dicen que estuve un poco desorientado. Solo recuerdo el impacto con el otro vehículo y poco más. Perdí la consciencia. Me llevaron en ambulancia hasta el hospital, donde por fin desperté. Tras hacerme las pruebas pertinentes y haber abandonado el estado de shock, lo primero en lo que pensé fue en ella. Trish. Salí corriendo de la habitación donde me tenían. Varios médicos salieron detrás de mí, tratando de pararme los pies. Corría por los pasillos sin saber a dónde ir exactamente. Solo quería encontrarla. Llegué a recepción, dónde me echaron la bronca por correr de esa forma por el hospital. Pregunté por ella desesperadamente, hasta el punto de gritar porque no me estaban haciendo ni puto caso. Se preocupaban más porque hubiera estado corriendo por los pasillos que por un paciente. ¡No me importaba haber infringido sus normas de mierda! Fue entonces cuando vino un enfermero y me explicó que ella había sido la más afectada en el accidente. Se había llevado el impacto más fuerte en la cabeza y varias costillas rotas habían perjudicado a sus pulmones. No había reaccionado en la ambulancia y por eso la habían llevado directamente al quirófano. En ese momento estaban operándola. Pregunté si se iba a poner bien pero la respuesta que me dieron fue la peor que podría recibir. El semblante del hombre se quedó blanco, sin saber qué responder. Caí al suelo, conmocionado, exhausto, aún sin poder creer lo que había ocurrido. Un par de enfermeras me tomaron por los hombros y me trasladaron a una de las habitaciones para descansar, sin que yo pudiera oponerme a ello. Fue extraño, fue como si mi ser abandonara mi cuerpo y me hubiera quedado vagando por el vacío. Decían que tenía que descansar, pero no entendían que aunque mi cuerpo lo hiciera, mi mente no. Mi mente estaba conectada a ella.

El primero en llegar al hospital fue Harry. Llegó a las pocas horas tras coger un tren desde Londres. Recuerdo lo mucho que me jodió que hubiera llamado mientras Trish y yo estábamos en Edimburgo pero ahora no podía estar más aliviado de tenerle en el mismo país. Cuando entró en la habitación vi su rostro más pálido que nunca. Se puso a llorar al verme y comprobar que no me había pasado nada pero cuando se enteró del estado de Trish paró de golpe. Contarle su situación a alguien más era como revivir el accidente de nuevo. Era recordar que yo era el que conducía el coche y el que había causado ese choque. Harry me abrazó pero fue algo demasiado efímero, tal vez porque yo estaba entumecido y mi cuerpo era incapaz de sentir nada que no fuera ella. Estaba taquicárdico, aunque tratara de no mostrarlo por fuera.

Al día siguiente, por la mañana, llegó Aden. No supe cómo llegó hasta allí tan rápido, pero lo hizo. Se suponía que cuanto más apoyo tuvieras, menos solo te sentías. Bueno, pues eso no funcionó. Me sentí aún más abandonado. Al terminar la operación se habían llevado a Trish a la UCI, dónde tendría que estar en observación durante 48 horas. No fueron malas noticias, porque había logrado superar la operación, pero tampoco fueron las mejores. Aunque los peores momentos estaban por llegar.

Harry y yo apenas llevábamos dos días allí y Aden ya estaba proponiendo que nos fuéramos a un hotel a descansar. Yo me negaba y Harry, de momento, también. Nos pasamos el día entero en silencio en la sala de espera. El tiempo parecía no pasar y las 48 horas se me estaban haciendo interminables. Fue justo ese día, por la tarde, cuando llegaron al hospital Lillian y su nuevo marido.

Hacía años que no veía a esa mujer y la última vez que la había visto no habíamos acabado de la mejor forma. Habrían pasado muchos años pero yo sabía que nunca la había gustado. Y nunca lo haría. Cuando me encontró allí se detuvo, sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo. No reaccionó hasta unos segundos después. Ella ni siquiera sabía que Trish y yo nos estábamos volviendo a ver. De hecho, nadie de nuestro entorno lo sabía, a excepción de Harry. Después de descubrir que su hija había tenido un accidente de coche, el viaje en avión y todas las preocupaciones, enterarse de todo lo que había estado haciendo su hija a espaldas de su novio fue la gota que colmó el vaso para ella.

En verdad no podía culparla por todas las cosas que me dijo en ese instante, no es como si hubiera estado mintiendo. Tenía razón. Yo había sido el culpable de ese accidente. Yo había tenido la idea de viajar a Edimburgo. Y yo era el que conducía el coche. Yo, yo, yo, yo, yo y yo. Y esa señora lo único que hizo fue recordarme la verdad.

Ni siquiera tuve las fuerzas para discutir con ella. Su marido, Matt, también cargó contra mí. Al parecer había cogido mucho cariño a Trish durante estos últimos años. Y, a pesar de que estuviera gritándome y las enfermeras hubieran tenido que intervenir para calmar el alboroto, me alegraba, porque Trish había estado bien cuidada durante todo este tiempo. Ellos la habían estado protegiendo mientras yo no podía. Puede que incluso la hubieran estado protegiendo de mí al principio. ¿Y yo qué había hecho? Yo en menos de tres meses había conseguido ponerla en la cama de un hospital.

Me sentía decepcionado conmigo mismo. Trish no hubiera querido que ellos se enteraran de sus intimidades de esta forma. Estaba seguro. La conocía. Y más porque lo nuestro había sido un secreto, algo que no sabía nadie, algo que hasta le había costado descubrir a ella, y estaba siendo revelado sin su consentimiento, sin que ella estuviera aquí, sin que ella pudiera protegerme de todo el mundo que no creía en mí.

Después de la discusión me obligaron a irme pero solo pude reírme. Seguramente estuvo mal pero poco me conocían si pensaban que la iba a dejar sola con toda esta gente. Ellos eran su familia pero yo era su hogar. O eso quería pensar. Todo me empezó a dar vueltas.

Me pasé el resto del día con Harry y Aden en una esquina de la sala de espera, mientras Lillian y Matt me dirigían miradas repugnantes. Llegó a tal extremo que Harry no pudo soportarlo más y fue a hablar con ellos. Acabaron peleando. Harry me estaba defendiendo y eso no había sentado muy bien a su madre. Aden tuvo que intervenir para que la cosa no llegara a más. Harry estaba dolido por la forma en que Lillian le estaba tratando solo por apoyarme. Ellos dos se habían llevado bien siempre y ahora estaban peleándose por mi culpa. No se volvieron a hablar durante el resto del día.

Si en algún momento pensé que la pesadilla había acabado, me equivoqué. Al día siguiente Ariel apareció en el hospital. Él era el novio actual de Trish. Al parecer, Harry le había llamado para contárselo y había cogido el primer vuelo que había podido desde Italia. No podía culpar a mi amigo por avisarle pero los acontecimientos siguientes no fueron de agrado para ninguno de los allí presentes.

Él rompió a llorar al escuchar el estado de Trish, pero seguía sin comprender qué hacía en un hospital en Leeds, a cientos de kilómetros de Londres, que es dónde se suponía que debía estar. Vio que yo también tenía algunas heridas y fue directo a preguntarme. Pero yo estaba bloqueado. Tenía a su novio delante, al que habíamos engañado, al que habíamos estado mintiendo a sus espaldas, y no supe reaccionar. Lillian se extrañó al ver que él y yo nos conocíamos y, para hacerme daño, decidió contarle toda la verdad de golpe.

En cuanto acabó, recibí un fuerte puñetazo que ni siquiera tuve fuerzas para esquivar. Me lo merecía. Era un cabrón. Me había pasado la vida enamorado de Trish, nunca había conseguido olvidarla y desde el primero momento, había querido arrebatársela. Sin embargo, ver la cara que se le quedó a Ariel cuando se enteró de que le habíamos engañado me hizo sentir culpable. Fue vil y rastrero. No lo soportaría si Trish eligiera a otro antes que a mí. Y a él le había pasado exactamente eso. Le conocía desde hacía poco pero se notaba que era un buen tío y me sentía como si le hubiera traicionado.

Se notaba que el chaval estaba devastado. Decía que su Trish nunca le engañaría  ni haría esas cosas, pero es que él no sabe todo por lo que ella y yo hemos pasado. Me daba lástima, pero no voy a pedir perdón por amar y por ser correspondido. Nunca había sido de ese tipo de personas y no iba a empezar a serlo ahora.

Esos primeros días fueron los peores por culpa de todas esas personas que hubiera preferido que no estuvieran allí. Sin embargo, la situación continuó empeorando. Después de haber pasado 48 horas, por la noche nos informaron de que Trish había entrado en coma.

No esperé a que nos dieran ninguna orden. Salí corriendo por el pasillo en busca de la habitación dónde la habían metido. Solo dejaban pasar a un familiar y expliqué que yo era su novio antes de que a los demás les diera tiempo a llegar. Fui el único al que dejaron entrar en la habitación ese día. Cuando abrí la puerta y la vi conectada a tantas máquinas, todo el peso del mundo se me vino encima y comencé a asfixiarme. Apenas podía acercarme a ella. Apenas podía ver su rostro. Había demasiados aparatos separándonos. Había heridas en su piel. Cicatrices que yo había provocado. No me atreví a tocarla. Mi cuerpo temblaba. Nadie nos dijo cuándo despertaría; porque nadie lo sabía. Y yo solo necesitaba lo único que siempre me había faltado. Esperanza.

Salí corriendo de allí sin que me viera nadie y me metí en el bar más cercano que encontré. Pedí cuatro chupitos de golpe. Bebí de todo. Me emborraché. Mucho. Como no lo había hecho en años. Me fumé una cajetilla entera de tabaco y traté de no sentir nada pero su recuerdo y el impacto entre los coches me perseguían, me atormentaban. Quería dejar de sentir este dolor por al menos unas horas. Seguí bebiendo hasta que me desmayé.

Cuando desperté estaba en una habitación que no conocía. Harry estaba en una silla a mi lado. Al verme despierto me explicó que habían estado buscándome durante horas hasta que dieron conmigo en uno de los bares de la zona, completamente borracho. Me habían llevado a un hotel. Al parecer, todos habían reservado habitaciones aquí tras conocer el estado de Trish. Harry me había traído a la que compartía con Aden, el cual entró al poco rato y se sintió aliviado al verme consciente.

Me quedé en la cama durante el resto del día. En silencio. No había nada que decir. Todas las palabras habían abandonado mi vocabulario; todos los sentimientos. Me sentía vacío, deshabitado. Todo había perdido sentido. Estaba nublado y hacía frío. Cada latido dolía más que el anterior.

Porque estaba en el ojo de la tormenta; el viento reflejaba su rostro pero no veía con claridad; la luna había tapado la luz de su sol, y me había quedado en una completa oscuridad que me atrapó hasta dejarme dormido.

Louis Tomlinson.

Capítulo 33:   30 de marzo

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