Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30




Louis estaba debajo del suelo. En una fosa. Entre cuatro paredes. Bajo tierra. A oscuras. Solo. Congelado. Consumiéndose.

Louis estaba muerto.


Fue como si el cielo se nublara por completo, sin permitir el paso de ningún rayo de sol, llorando su pérdida. Las nubes lloraban y el azul se convertía cada vez más en un gris oscuro. Ha estado así hasta hoy.

Dicen que  a veces no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Sin embargo, éste no era el caso. Yo sí había sido consciente de lo que tenía pero, al perderlo, no me había dado cuenta.

El simple pensamiento no era capaz de hacerse paso por mi mente. Mi ser no lo aceptaba, lo rehuía, lo veía como una mentira. Era abstracto, incoloro e incierto.

Cuando una persona muere, no es solo su cuerpo el que acaba enterrado en una tumba; las  almas de las personas a las que estaba conectado acaban enterradas a su lado.

Podía ver con claridad su cuerpo, y a su lado mi alma, mi corazón, nuestras manos entrelazadas, mis sentimientos, mis pulmones. Todo estaba hundido junto a él. Y por eso caí.

Me derrumbé en el suelo sin poder evitarlo. Nunca pensé que la tristeza se pudiera experimentar de una forma física hasta ahora. Mi cuerpo comenzó a fallar, primero fueron las rodillas, los pies y después todo lo demás. Sentí mi cuerpo inconsciente en el suelo. Pero, aún así, mi mente seguía despierta, atormentándome y negándose a creer la información que mis ojos la estaban transmitiendo.


—¡Trish! —Harry gritó, pero en mi mente su voz sonaba en un tercer plano, a lo lejos, sin importancia.


Estaba en el suelo. Él trató de incorporarme pero no lo entendía. No quería ser levantada. El suelo era lo único que nos separaba. Yo resistía, me oponía con todas mis fuerzas. Estaba fuera de mi propio cuerpo.  Harry se rindió y acabó en el suelo, a mi lado. Le sentí cerca pero era incapaz de sentir su tacto. Hundió mi cabeza entre sus brazos y me apretó firmemente, sin dejarme escapar. Grité con fuerza, pero el sonido no logró salir de mi boca, se quedó inserto en mi pecho, perforándome.

A cada segundo sentía que moría, pero no lo hacía. Seguía viendo el cielo, los árboles, los bancos, la tierra, la lápida, Louis William Tomlinson. Estaba viva pero la corriente me arrastraba cada vez más a las profundidades más inhóspitas.

Era un sentimiento extraño. No me creía nada de lo que estaba pasando, pero aún así lloraba, como si todo fuera cierto, como si el amor de mi vida estuviera realmente muerto.


—¡Trish! Trish, escúchame —gritó Harry—. ¡Mírame!


Sujetó mi cabeza entre sus manos y apoyó su frente contra la mía. Su proximidad fue como un fuego que me fue derritiendo lentamente, hasta que todo el frío que se había concentrado en mi interior comenzó a caer como lágrimas por mis ojos. Él me agarró fuerte. Muy fuerte. Sus dedos se clavaban en mi piel como aferrándose al último soplo de esperanza.


—Perdóname —le costaba hablar—. ¡Tuve que hacerlo! Tuve que mentirte para que te pudieras recuperar. Trish, estabas muy mal.


Pronto ya no era la única que lloraba. Él lloraba conmigo, incluso de una forma más violenta, más desgarradora, como nunca antes le había visto, y es que la causa era tan sumamente dolorosa que era capaz de romper a Harry y destruir todo su precioso interior.


—Trish... Murió en el acto. No superó el impacto contra el otro coche.


Pero eso no me hizo sentir mejor. Sus palabras no tenían sentido para mí. Estaban vacías de significado, porque seguía sin entenderlo, seguía sin reaccionar. Una explicación no pondría fin a mi agonía.


Louis estaba muerto. Y yo no.

Louis estaba bajo tierra y yo estaba en la superficie. Habían pasado más de tres meses desde su muerte. Sus pulmones estaban consumidos y en los míos entraba aire cada vez que respiraba.  Solo había una cosa que teníamos en común en ese instante. Los dos nos estábamos pudriendo.


Su alma ya no estaba presente, ni lo estaría nunca. Me arrebataron su elemento más importante, el más especial, el único. Y el hecho de que me quitaran eso de golpe fue lo que me desgarró.

Porque mi corazón estaba muy perdido dentro de su alma.


De repente se había convertido en un recuerdo; algo borroso, incluso turbio. Pero un recuerdo tan real que tenía vida propia. Aún así, no tenía la fuerza suficiente para llenar esa pieza que me habían extraído de golpe y sin anestesia.


—Los médicos nos aconsejaron que no te dijéramos nada. Estaba en peligro tu salud —sollozó Harry, sin poder controlarse—. No podía perderte a ti también.


Su declaración lo hizo todo mucho peor. Todo este tiempo él había estado fingiendo para que yo pudiera estar bien, para que no sospechara nada. Había estado tragándose las lágrimas, el dolor.


—Sabía que cuando te enteraras, te derrumbarías. Pero escúchame, Trish —de nuevo buscó mi mirada—. Tienes que ser fuerte. Tienes que hacerle frente. Por favor. Por favor...


Sus manos temblaban. Todo su cuerpo temblaba ante el frío de la soledad. Y yo no podía hacer nada. Absolutamente nada.


—Por mí. Por favor —continuó diciendo—. Prométemelo.


Quería ayudarle a él pero no podía cuando ni siquiera podía ayudarme a mí misma. Sin fuerzas, logré atrapar sus manos entre mis puños. Estaban heladas, como si toda vida hubiera huido de ellas. Intenté darles mi calor, sin mucho éxito. Le miré desconsolada. No podía hacer nada para ampararle, para protegerle, no podía darle refugio si yo misma había perdido mi hogar.


—¿Por qué dices que mi salud estaba en peligro?


Su mirada se alejó de mí y se fijó en la tumba, como si un recuerdo poseyera su mente.


—Trish, entraste en coma —jadeó—. Pero las cosas fueron a peor y el coma evolucionó. Se convirtió en un coma irreversible. El mismo día que despertaste te iban a desconectar.


Sus palabras me dejaron perpleja, sin saber qué decir. Había estado a punto de... ¿morir?


—Estabas conectada a una máquina. No podías respirar por ti sola. ¡No podías hacer nada! Eras totalmente dependiente. No se podía hacer nada más por ti —apretó mis manos con más fuerza aún y continuó hablando—. Hace unos años firmaste unos papeles... lo hiciste conmigo. Firmaste que si en algún momento llegabas a una situación como ésta, querías que te desconectaran —se mordió el labio con fuerza—. Y eso hicimos. Íbamos a cumplir tu voluntad. Te íbamos a desconectar cuando, de repente... despertaste.

—¿Cómo es eso posible? —sollocé, más destrozada que antes.

—¡No lo sé! —exclamó, lleno de rabia—. Incluso yo miré los resultados, estuve al tanto de tu estado desde que entraste en el hospital y no había opción de que despertases. ¡Habías sufrido una muerte encefálica! Lo habíamos dado todo por perdido.

—Pero desperté.

—Sí —más lágrimas se derramaron por sus mejillas—. Pero tu salud estaba muy dañada. No sabíamos cómo reaccionarías a una noticia tan... —no pudo terminar la frase—. Y ni yo, ni nadie de tu familia, estaba dispuesta a arriesgarse y perderte de nuevo.


Estaba recibiendo muchas información de golpe y cada noticia era más desoladora que la anterior.


—Pero Harry, hablé con Louis por teléfono.  ¿Cómo...?

—¡Era una grabación! —intervino, desquiciado, sin dejarme acabar.


Quería buscar un camino que me llevara a la conclusión de que no estaba muerto. No podía estar muerto.


—Elaboramos un plan —comenzó a explicar Harry—. Cogimos su teléfono y encontramos una grabación de 2013 en la que te decía que pronto te vería. Pensamos que si te decíamos que no podías hablar con él empezarías a sospechar, pero si hablabas con él... tal vez no te preocuparías tanto.


Me sentí estúpida por no haberme dado cuenta antes. Por mi estúpida ingenuidad, Louis había pasado más de tres meses aquí solo. Todos habían estado viniendo a verme a mí y nadie había venido a verle a él. Por mi culpa, él había caído en el olvido. Por mi culpa y por mi maldita salud.

Si hubiera acabado muerta al menos nos hubieran llorados a los, pero ni siquiera han podido llorarle a él porque tenían que aparentar que todo estaba bien cuando estaban conmigo.

Tal vez el destino era el mayor hijo de puta de la historia. Tal vez le gustaba vernos sufrir. Me había reencontrado con él para ahora arrebatármelo de las manos de la forma más inesperada y vil.


Se fue en un suspiro. En un impacto. En una carretera.


La realidad era una tortura, y se suponía que las torturas estaban penadas. ¿Dónde debería vivir entonces? ¿En qué lugar? ¿En qué mundo? Daba igual dónde fuera. Él siempre sería una parte de mí.

Era como deshacerte de una de tus extremidades. Te dolía y, cuando ya no estaba, aún sentías su presencia; de forma abstracta y vaga, pero la sentías. Y no había peor dolor que ese. Sentirlo cuando era obvio que ya no estaba.


Cuando mi vista se detuvo en el tatuaje de la línea de los latidos del corazón no supe cómo reaccionar. Ese mismo tatuaje estaba incrustado en lo que quedaba de piel de la muñeca de un cuerpo que yacía a metros de profundidad. Lo apreté con fuerza. Ojalá hubiera sido suficiente. Ojalá mis latidos hubieran podido hacer latir a su corazón.

Toda mi vida había tratado de tener una existencia feliz, enriquecedora; había querido ayudar a los demás, tenía el inocente pensamiento de un mundo feliz y cordial. Y lo único que había hecho durante todo este tiempo había sido bajar las escaleras del infierno. A cada escalón, más insoportable se hacía el calor, más dolorosa era la situación, más cicatrices se formaban, más próximos los demonios estaban. Hasta que hube llegado.


Ésta era mi némesis.





Capítulo 31: 28 de marzo

votad, por favor, es importante

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro