Capítulo 26
Podéis leer el capítulo con Heart of Stone de Iko, es con la canción con la que lo he escrito :)
POV TRISH
Me sentí tan vacía por dentro que no pude evitar esas ganas de llorar porque sabía lo llena que estaba. Tenía todo lo que la gente corriente deseaba tener, menos la cabeza en su sitio. Ésta deliraba continuamente, sin parar, sin poder pensar. Era una caja vacía. Estaba rellena de aire gélido. Pero la cabeza no dolía, era el pecho el que tenía un agujero que se hacía cada vez más grande, cada vez más lleno de porquería.
El trayecto hacia el hotel fue tan silencioso como una mañana de invierno, el viento helado visitando nuestros cuerpos. Louis sujetaba el volante con fuerza, sus ojos clavados en la carretera. Los tatuajes de sus muñecas se contraían junto al relieve tenso de sus prominentes venas.
Quería hacer que esto parara, que terminara esta etapa. Pero no sabía qué etapa. Me sentía estúpida. No sabía nada y odiaba vivir en la incertidumbre. Odiaba la situación. Me odiaba a mí misma.
Louis no decía nada. Y no le culpaba, solo me culpaba a mí. Pero no podía hacer nada. Cuando la culpa era tan grande, te paralizabas.
A lo lejos vi las luces brillantes del hotel y agaché la cabeza, incapaz de mirar a la luz cuando todo lo que había en mi interior era oscuridad. Aparcamos el coche en el garaje y, nada más bajar, Louis me dio su móvil.
—Llama a Harry —murmuró sin mirarme a la cara.
Maldije por lo bajo al darme cuenta de que se me había olvidado lo más primordial con todo este lío. Me odiaba.
Comencé a andar hacia la puerta al ver que Louis sacaba las cosas y desbloqueé el móvil. Tenía tres llamadas perdidas de nuestro amigo. Marqué el número y esperé. La voz desesperada de Harry pronto invadió mi campo auditivo, exclamando cosas sin sentido y que poco entendía por la mala cobertura del teléfono en el garaje en un día de lluvia.
—¿Dónde estás? —chilló, después de haberme contado cómo había tenido que meterse en un bar con todas las maletas mientras esperaba a que alguien le cogiera el teléfono.
—No estoy en casa.
—¡Ya! ¡Créeme que doy fe de ello! Pero te he preguntado dónde estás, no dónde no estás —me di cuenta de que mentir a Harry sería una pérdida de tiempo. Ya me había mentido suficientes veces a mí misma, no podía seguir mintiendo a los demás.
—Estoy en Edimburgo.
—... ¿Qué? —musitó y se quedó en silencio durante unos segundos—. ¿Edimburgo? —sonaba enfadado—. ¿No crees que podrías haberme comentado tu cambio de planes antes de...?
—¿De que me dijeras que ibas a ir a Londres? —le corté tratando de mantener la compostura—. ¡Oh, sí! ¿Cómo se me ha podido olvidar?
La presente situación estaba sacando lo peor de mí. Mi horrible carácter.
—Deja la ironía para otro día, Trish.
—¿Cómo iba a saber que ibas a venir a Londres? —le escuché suspirar con pesadez.
—Estás con él, ¿verdad?
Mi silencio fue una respuesta más que suficiente, pero el suyo fue algo que no me esperaba.
—Espero que sepas lo que estás haciendo —la dureza en su tono envió mariposas a mi estómago, y no de la forma más bonita, precisamente.
—¿Qué vas a hacer esta noche? —intervine, obviando su comentario. No podía mantener esa conversación en ese momento—. Puedo llamar a una amiga para que vayas a su cas...
—Déjalo. Iré a un hotel.
—Harry, no tienes...
—¡Déjalo, he dicho! —exclamó esta vez más alto. Tanto que Louis, al pasar por mi lado, se sobresaltó.
Sus ojos se posaron sobre los míos, su ceño se frunció y me miró sorprendido. Escuchar a Harry gritar no era algo que se viera todos los días. Me llegué a sentir incluso peor de lo que me sentía antes.
—Te llamaré mañana, entonces.
—Sí... Mañana.
Ambos cortamos la llamada sin siquiera despedirnos. Apreté el teléfono con fuerza en mi mano. Cuando algo salía mal, todo lo demás salía mal.
—¿Qué le pasa? —preguntó Louis al cabo de un rato. Escuchar esa voz fue algo que me hirió en lo más profundo de mi alma. Recordaba las pocas veces en las que la había escuchado y no había acabado bien.
—Está enfadado.
—¿Por qué? —mis ojos se alzaron hasta el punto de encontrar su ceño fruncido. Odiaba cuando esos ojos se tornaban de un azul tan oscura.
—Por... esto —señalé el espacio entre nosotros y él frunció los labios, asintiendo levemente.
No dijo nada más. Volvimos a su habitación en silencio. Entramos y sacó sus cosas de la mochila mientras yo esperaba recostada en una de las paredes de la habitación, observando todos y cada uno de sus movimientos. Eran bruscos y rápidos, como los latidos de mi corazón.
—Tenemos que dejar las habitaciones antes de las doce. Te espero en el vestíbulo a las once y nos iremos de este maldito lugar de una vez por todas—anunció una vez que hubo organizado todo.
—Louis...
—¿Qué? —espetó, mirándome con fiereza. Parecía preparado para comenzar una guerra y eso me desconsoló. Yo no quería esto.
—Esto no tiene por qué acabar así —murmuré mirando al suelo.
—No sé si te has dado cuenta —fue hasta la puerta y la abrió para que yo saliera—, pero esto no existe.
Observé cómo me estaba mirando y era un gesto tan doloroso que cerré los ojos durante un momento mientras mis piernas me acercaban a la puerta, a él.
—No hagas esto —susurré pero su mirada había caído a sus pies y no contestaba—. Di algo... Por favor.
—¿Qué más quieres que te diga? —espetó alzando el rostro. Sentí la electricidad en mi cuerpo debido al encuentro de nuestras miradas.
—No quiero perderte otra vez —confesé.
—Tú no me perdiste, Trish. Te fuiste.
—¿Yo me fui? —exclamé, incrédula—. ¿No crees que eso es un poco rastrero por tu parte? —frunció los labios, mordiéndose la lengua.
—Solo quiero recordarte que yo también te perdí.
—Pues no hagas que ocurra otra vez —supliqué con la mirada.
—¡Es que yo no estoy haciendo nada! Sois tú y las circunstancias —se quedó callado, tratando de calmarse, y continuó hablando—. No sé qué más quieres que te diga. Te lo he expresado todo de todas las formas posibles. ¡Quiero estar contigo! Quiero que todo vuelva a ser como antes, quiero que estos años separados nos hayan venido bien para no cometer los mismos errores pero ahora me doy cuenta y es que sé cuando una guerra está perdida, y no voy a arriesgar más víctimas por ella.
Nuestras miradas quedaron entrelazadas durante unos segundos más hasta que mis pies, instintivamente, comenzaron a moverse hacia el otro lado del pasillo, entonces escuché el fuerte portazo haciendo eco por el corredor.
No quería que el día acabara de esta forma. Aún tras los acontecimientos, me parecía increíble ver lo rápido que habían cambiado las cosas de nuevo. Estaba atrapada entre dos mundos totalmente opuestos y no tenía el nervio para destruir a ninguno de sus habitantes. Era inmoral y por ello la que se estaba destruyendo por dentro era yo.
Y era ridículo estar atormentada por algo así, por recibir demasiado amor. Muchas personas no recibían ni un tercio de lo que estos dos hombres me proporcionaban a mí y aún así sentía como si me estuvieran drenando la vida. Había muchas cosas que estaban mal en el mundo y ésta era una de ellas. El amor era el sentimiento más poderoso de todos y eso a veces traía muy malas consecuencias.
Llegué a la habitación y me metí en la ducha. Estaba helada pero nada se comparaba al estado de mi interior. Era un congelador, moviéndose al ritmo de un oscuro y frío corazón, enfriando todo lo que se depositaba dentro de él.
Estaba paralizada, ni siquiera salían lágrimas de mis ojos. Era un martirio querer exteriorizar tus sentimientos y no poder.
POV LOUIS
Dejé que se marchara. En ese momento no me sentía capaz de hablar con ella sin perder la paciencia. Me prometí que este viaje sería la prueba definitiva, la final, y ya había hecho todos los exámenes que necesitaba. Desafortunadamente y para mi desgracia, no aprobó ninguno de ellos.
Vi sus reacciones, la forma en que me miraba, sus gestos, sus palabras... Las analicé. Hice todo lo que debía hacer y, aunque algunas veces rozara con los dedos la marca del cinco, seguía estando suspensa.
Y no quería otro fracaso en mi vida.
No podía permitirme salir malparado de nuevo. Lo sentía en mi interior, era algo imposible. Solía ser una persona fuerte, soportaba todo lo que me echaban encima, pero no cuando se trataba de ella. Todo era distinto entonces. Era como respirar y sentir que tus pulmones se asfixiaban. Su rechazo era como ahogarse oliendo una flor.
Estuve un buen rato sentado en la cama, en plena oscuridad, hasta que cogí el teléfono y marqué el número de Harry.
—¿Sí? —habló esa voz grave que conocía desde hacía tanto tiempo.
—¿Qué ha pasado? —pregunté, porque la cara que había tenido Trish mientras hablaba con él no era normal.
—Ésa es una buena pregunta.
—¿Por qué has venido a Londres?
—¿Qué más da el porqué ahora? La cuestión es que estoy aquí y vosotros claramente no. ¿Qué has hecho? —escuché cómo el aire salía de mi nariz con fuerza.
—No he hecho nada.
—Venga, Louis —comentó él, desconfiado.
—Si hubiera tenido la decencia de llamar antes de venir no estarías en esta situación.
—¿Me estás echando la culpa? —podía imaginarme exactamente la cara que estaba poniendo en mi mente.
—No. Solo estoy diciendo que...
—Que es mi culpa. Sé lo que quieres decir cuando hablas. A veces se te olvida que te conozco mejor que nadie.
Y puede que en parte llevara razón. Puede que él fuera la persona que mejor me conocía y no Trish. Puede que estuviera haciendo el gilipollas estando aquí, tratando de recuperar el recuerdo de algo que ya no existía porque nadie ha sabido abrirme los ojos.
—Mañana volvemos a Londres —le informé.
—¿Está Trish ahí?
—No.
—¿Va todo bien? —sonreí con ironía.
—¿Ahora te interesa?
—No hace falta que te pongas borde.
—No estoy siendo borde. Eres tú el que está siendo incoherente.
—Vale, creo que te voy a colgar.
—Porque ¿sabes lo peor? —continué—. Que tú estás en medio de los dos. Tú podrías haber ayudado, haber dicho algo, tratar de hacer las cosas más fáciles entre nosotros, pero decidiste no hacer nada. Te callaste como una puta para no salir malparado.
—¿Para no salir malparado? ¿Estás de coña? ¿Quién estuvo a tu lado cuando perdiste todo lo que tenías? ¿Quién iba a verte a la cárcel siempre? ¿Quién, Louis? ¿Dime quién coño fue? —gritó.
—¡Ir a la cárcel no es ayudarme! —grité más fuerte que él.
—¡La estaba ayudando a ella!
—¡Y lo jodiste todo! Porque ahora ella le va a elegir a él porque tiene esta imagen de mí, de una persona fría, malévola, destructora, alguien por el que no merece la pena arriesgarse.
—Tú hiciste todo eso, Louis.
—¡No! ¡Lo hiciste tú! ¡Tú la separaste de mí!
—No sé lo que te habrás tomado pero deberías parar.
Me quedé completamente silenciado por esas palabras. Parpadeé varias, incrédulo.
—Sabes que ya no tomo nada de eso —contesté con dureza. Puede que estuviera incluso dolido.
—Yo ya no sé nada. Solo sé que estás volviendo a confundir las cosas y espero que, por tu bien, dejes de darle vueltas a la cabeza.
—Me das asco, Harry —murmuré con la mayor repugnancia que pude concentrar en una frase.
—Ya... Yo también te aprecio. Adiós, Louis.
Comencé a escuchar los pitidos que indicaban el final de la llamada y tiré el teléfono con fuerza contra la cama. Estaba jodido porque volvía a no saber cómo controlar mis emociones y eso siempre me había traído problemas.
Odiaba cómo unas simples emociones te podían llevar al borde del abismo. Porque no son los acontecimientos los que te ponen triste, eres tú mismo. Tú y tus sentimientos. Son tan fuertes que dan asco porque te pueden llevar por un camino que acabe contigo. Y tú no lo sabes.
Bajar a la realidad es un golpe duro. Está bien imaginar un futuro claro y lleno de luz pero también hay que tener en cuenta la realidad y ésta es gris. Porque la realidad pocas veces es bonita.
Y yo había topado contra ese muro gris y me habían engullido, y mis emociones habían salido disparadas, eran incontrolables, y por consecuencia yo también lo era.
POV TRISH
Me desperté con la alarma del móvil. Era un sonido que había llegado a odiar. Tanto que no me faltaron ganas de tirarlo por la ventana. Eran las diez. Tenía una hora para recoger y aparecer en el vestíbulo. Después tendría unas cuantas horas para descubrir en qué situación estábamos Louis y yo. Porque no quería joder otra relación, no quería hacer daño a más gente.
El pasado era eso, pasado y aunque no estuviera de acuerdo en muchas cosas que sucedieron, todo eso había quedado atrás, no dejaría que eso afectara al día de hoy.
Recogí todo en menos de media hora y me volví a meter en la ducha para refrescarme un poco la mente. Cuando salí no encontré las ganas de maquillarme, así que metí el neceser en la maleta y bajé al vestíbulo.
Enseguida mis ojos se encontraron con Louis, el cual estaba distraído mirando el móvil. Me descubrió andando hacia él cuando ya estaba a escasos pasos. Miró el móvil una vez más y se lo guardó.
—Buenos días —murmuré.
—Vamos primero a desayunar y después nos vamos —me informó.
Comenzó andar con garbo hacia el restaurante y me di cuenta de que el 'rápidamente' lo había tomado de una forma muy literal. Le seguí con la maleta hasta el buffet dónde cogimos un par de cosas y nos sentamos en una de las mesas.
—¿Estás bien? —me atreví a preguntar cuando ya solo nos quedaba tomarnos el café.
—Claro —musitó.
Se había pasado todo el rato mirando por la ventana, pensativo y silencioso. No sabía cómo acercarme al tema, lo cual parecía irónico porque era psicóloga y ese era mi trabajo, hacer que las personas me contaran sus problemas. La cuestión era que no podía tratar a Louis como si fuera un paciente y eso complicaba el doble las cosas.
—¿Te vas a terminar eso o qué? —comentó.
No me había dado cuenta de que él ya se había acabado su café y yo me había quedado embobada mirando la servilleta de la mesa. Suspiré y me bebí el resto de un trago.
—Es hora de irnos —anuncié levantándome y él no hizo ningún otro comentario al respecto hasta que estuvimos en el coche, con las maletas ya en el maletero.
—Si quieres conduzco yo ahora y tú la segunda mitad del camino.
—Cómo quieras —musité.
—Lo digo porque te noto un poco distraída —solté una carcajada con ironía pero Louis no hizo ningún comentario al respecto, lo cual odié, porque me hubiera gustado tener algún tipo de respuesta de su parte.
Poco a poco vi cómo dejábamos la ciudad atrás y sentí una sensación extraña en el estómago. Sentía cómo si abandonara mi propio cuerpo. El silencio entre nosotros se llenaba con la música de la radio, canciones comerciales que a ninguno de los dos nos interesaban pero que parecían salvarnos de un silencio aniquilador o de una conversación equivocada. Al cabo de tres horas las canciones parecía que se habían repetido veinte veces y tenía ganas de tirarme del coche en marcha.
—¿Podemos parar? —inquirí.
—¿Para qué?
—Estoy un poco mareada —mentí, aunque sí era cierto que esa música me estaba proporcionando dolor de cabeza.
Louis giró la cabeza y me echó un vistazo rápido. Tal vez fue porque iba sin maquillar y tenía la piel demasiado pálida, pero el caso es que se lo creyó.
—Pararé en la próxima gasolinera —asentí, mientras él volvía a posar sus ojos sobre la carretera.
A los dos kilómetros encontramos un área de servicio. Dejó el coche en el aparcamiento y se quedó apoyado en él mientras yo entraba a la pequeña cafetería y hacía como que me tomaba algo. Era absurdo, en verdad, y se me acababa el tiempo. Las opciones se reducían y me sentía incapaz de sacar ningún tema. Miré por la ventana y le vi a lo lejos. Estaba fumando, muy apaciguado, sus ojos perdidos en la lejanía, mirando al horizonte.
Empecé a imaginarme versos con la imagen que tenía ante mis ojos y me sorprendí a mí misma porque era la persona menos literaria del mundo. Me sacudí esos pensamientos de la mente y decidí volver al coche. Noté sus ojos sobre mí desde el momento en que salí del establecimiento.
—¿Ya? —inquirió cuando llegué hasta él.
—No.
Esa respuesta le dejó descolocado. Miró al cigarro que había tirado al suelo porque pensaba que ya tenía que meterse en el coche y me miró a mí.
—No quiero seguir con este mal rollo —anuncié, clavándome las uñas en la pierna.
—No hay ningún mal rollo. Somos dos amigos que van en coche a Londres... si eso —susurró.
—No quería que este fin de semana acabara así —me sinceré.
—¿Y cómo querías que hubiera acabado? —frunció el ceño, demandándome una explicación que no sabía cómo dar.
—La cuestión es que no lo sé. Solo sé que no de esta manera.
—Ya, pero es que yo estoy cansado de tus dudas y pajas mentales. Necesitaba una respuesta y no me la diste. Game over.
—Entiende que me resulta complicado.
—¿Complicado? ¿Complicado el qué? —espetó, con cierta gracia que me produjo escalofríos.
—Una decisión —musité—. Las decisiones siempre son complicadas.
—Ya... Son complicadas cuando las cosas no se tienen claras y yo creo que tú las tienes demasiado claras pero te da miedo enfrentarte a ellas. Es por eso que lo tapas todo con esa incertidumbre inexistente.
—¿De qué estás hablando?
—De que sabes lo que quieres pero no quieres arriesgarte. Y yo no puedo esperar más tiempo por alguien que no es capaz de dar nada por mí.
—Eso no es cierto.
—¡No me jodas, Trish! ¡Sí es cierto! ¿Por qué te hiciste ese tatuaje entonces? —señaló al pequeño Peter Pan en mi brazo y me quedé en blanco.
—Ya te contesté a eso una vez —susurré.
—Sí. Me dijiste que era yo. Has estado todos estos años con un tatuaje que me representaba grabado en tu piel y he ahí la cuestión. No soy Peter Pan. No soy un niño que vuela por fuera de tu ventana. No soy un personaje de ficción. ¡Soy una persona real!
—¡Ese es el problema y nunca lo has entendido! Tú siempre has vivido el día a día en tu vida pero yo no quería eso. Por muy infantil que suene, no quiero vivir en el mundo real. Está lleno de tonos grises. Todas las cosas que pasan en la vida real son feas y tristes. Quería que tú me llevaras a un mundo imaginario, lejos de la realidad, un lugar diseñado para ti y para mí. Quería que nos construyeras un futuro.
Sentí una gran cantidad de aire abandonar mi pecho y me sentí mucho menos pesada. Sin embargo, el aire lo había reemplazado con lágrimas en mis ojos. Decir la verdad siempre me había producido mucha tristeza.
—Los cuentos de hadas nunca se hacen realidad en la vida real —dijo con dureza.
—El día que cambies de mentalidad será el día que comiences a vivir —contesté con la misma dureza. Se quedó mirándome durante unos segundos hasta que explotó.
—¡Joder! —exclamó, revolviéndose el pelo, más nervioso que nunca—. ¡No entiendes una puta mierda! —gritó y abandonó su lugar, al lado del maletero del coche, para irse hacia la puerta del conductor, dando así por zanjada la conversación, pero hablé antes de que se metiera porque sabía que, una vez que se sentara, nada le haría hablar. Con suerte, no había nadie más en ese aparcamiento que pudiera presenciar una escena tan fea como esta.
—¡Eres el mismo de siempre! Todo lo que tiene que ver contigo son gritos y dolor.
—¡No te atrevas! —gritó a todo pulmón y vi que sus puños estaban apretados con fuerza.
—¡Entonces llévame contigo! —exclamé, dando un paso hacia él, mis ojos comenzaban a hincharse.
—¡No puedo! ¿Es que no lo entiendes? Mi vida no tiene sentido. ¡No importaría si estuviera vivo o muerto!
—No sabes de lo que estás hablando —negué con la cabeza, cruzándome de brazos. A mí sí me importaba. A mí siempre me importaría.
—Lo único que sé es que no puedo dejar que me hagan daño otra vez. No puedo perderte de nuevo. Me mataría esta vez. Me mataría.
—No me perderás —mis manos rozaron sus brazos, desesperadas. Las lágrimas comenzaron a juntarse en el lagrimal y cayeron con delicadeza sobre mis mejillas.
—Volverás a él —sonó muy confiado. Se alejó de mí, poniendo un par de pasos de distancia entre nuestros cuerpos y sentí cómo me ahogaba sin su roce.
—¡Romperé con él! —exclamé desesperada, aunque lo último que quería era romperle el corazón a Ariel y el increíble vínculo que nos unía.
—¿Qué? —él parecía confuso.
—Ahora. Romperé con él ahora —dije sacando el móvil del bolsillo del pantalón con manos temblorosas.
—Espera...
—¡No! ¡No quiero esperar más, Louis! Estoy harta. Solo quiero ser feliz, vivir la vida al máximo. Solo quiero hacer algo para que, cuando sea mayor y apenas pueda andar esté sentada en una silla y piense: aquellos fueron los mejores momentos que una persona podrá vivir nunca.
—Trish... —su voz se quedó flotando en el aire. Me acerqué a él y le silencié con mis palabras.
—Escápate conmigo.
Me había dado cuenta de que las cosas entré él y yo hacía mucho tiempo que habían perdido el sentido y todavía éramos jóvenes, no tanto como antes, pero podíamos seguir equivocándonos, teníamos toda una vida por delante para enmendar nuestros errores. Y en ese instante me daba todo igual. Lo único que tenía claro era una cosa. Louis.
Pero Louis no habló, ni siquiera reaccionó. Su ceño estaba tan fruncido como lo estaba hacía dos minutos.
—¿Tú no... quieres? —susurré con el corazón en un puño.
—Y-Yo...
Enmudeció durante unos segundos. Los segundos dónde más expuesta me sentí. Su rostro se mostraba atormentado, lleno de incertidumbre, de dudas. Pero pronto su cabeza se alzó y sus ojos encontraron mi atenta mirada.
—¡Claro que sí! —exclamó como si fuera una verdad tan pura que no podía ser ignorada.
Su cálida sonrisa fue lo que apagó el frío de mi interior y, sin poder anticiparme, sus labios sobre los míos lograron que toda la niebla se disipara, convirtiendo nuestro alrededor en un verano cálido y acogedor, en un cielo azul. La intensidad de aquel beso me hizo perder los sentidos y sentirme viva de nuevo. Esta sensación era una droga de la cual nunca iba a superar la adicción. Se separó de mí para envolverme en un abrazo. Había personas que daban muy buenos abrazos pero, con el paso de los años, él era el único que me hacía sentir como si estuviera entrando en casa.
—No soportaba el hecho de perderte —murmuró contra mi pelo—. Lo siento.
—No tienes que pedir perdón —agarré sus manos y entrelacé sus dedos con los míos—. Lo entiendo. Y yo también lo siento.
—No te voy a prometer nada pero esto va a salir bien.
—Vale.
—Toda la mierda se ha quedado atrás. Seré lo mejor que te ha pasado en la vida.
Acaricié su pelo, sintiendo una gran sensación de felicidad recorriendo mi cuerpo y juntamos nuestras frentes.
—Espera —me separé de él y alcé el teléfono. Escribí rápidamente un mensaje para Ariel.
Tengo que hablar contigo cuando vuelvas x
—Trish, no tienes porque hacerlo así y...
—Quiero hacerlo, Louis. No quiero retrasarlo más. Tarde o temprano se lo tendré que decir.
No esperé la reacción que tuvo. Me abrazó con fuerza, como si me fuera a perder, y era irónico porque lo que había hecho era ganarme.
—Es hora de irnos —susurró al cabo de un rato. Sus manos en mi cintura me proporcionaban la estabilidad que necesitaba, que ambos ansiábamos.
Asentí suavemente con la cabeza mientras una sonrisa cerrada se esbozaba en mis labios. Nos separamos para meternos en el coche.
—¿A dónde vamos? —pregunté en cuanto nos pusimos en marcha.
—A Londres. Y después al fin del mundo.
Y tal vez su comentario no tenía sentido pero el color en su sonrisa me proporcionó todas las respuestas que necesitaba.
POV HARRY
Estaba en la habitación de un hotel de Londres cuando me llamaron por teléfono. Louis me había mandado un mensaje por la mañana diciendo que ya venían para la ciudad. Lo curioso era que Trish me mandó otro pocos minutos después diciéndome exactamente lo mismo, por lo que supuse que las cosas no habían salido tan bien entre ellos. Y me alegré. Porque ambos habían sufrido mucho y, aunque se quisieran, eran tóxicos el uno para el otro. Eran drogas y su adicción afectaba a todos los que estábamos a su alrededor. Era mejor dejar las cosas como estaban. Todo estaba bien hasta que me llamaron por teléfono.
—¿Sí? —contesté. Era un número extraño que no tenía guardado en el móvil.
—¿Harry Styles? —preguntaron.
—Eh... ¿Sí? —musité, mirando la pantalla del móvil para cerciorarme de que el número era británico y no americano. Tal vez, era una llamada de trabajo—. Sí, soy Harry Styles —repetí cuando vi que nadie contestaba.
—¿Es usted familiar de Trish Parker?
—No... No. Familiar no pero...
—¿Y de Louis Tomlinson?
—No. Soy amigos de ambos. ¿Quién es? ¿Qué ha pasado? —se produjo un silencio que me cortó la respiración.
—Llamamos desde el hospital de Leeds. Ha habido un accidente de tráfico. La policía nos ha facilitado este número.
La sangre desapareció de mi rostro. Sentí un ligero mareo mientras trataba de levantarme de la cama.
—¿Qué clase de accidente?
—¿Puede venir? Es importante.
—¿Por qué? ¿¡Qué clase de accidente!? —exclamé con el corazón encogido, latiendo a mil por hora.
—Todo está bien, señor Styles, pero es aconsejable que venga. El señor Tomlinson...
Colgué. Había entrado en pánico. No quería saberlo. No quería escuchar lo que tuviera que decir. Cogí las maletas y me marché rápidamente del hotel hacia la estación de trenes. Llamé a Aden en cuanto salí del taxi. Sentía que iba dando tumbos por la calle.
—¿Harry? —escuché su voz de recién levantado.
—Tienes que venir a Inglaterra —balbuceé.
—Harry, ¿estás llorando? —exclamó, su voz aterciopelada mezclada ahora con miedo.
Y sí, la verdad era que no me había dado cuenta pero llevaba un tiempo mojando mis mejillas con lágrimas.
—Trish y Louis han tenido un accidente.
—¿Qué? ¿Estás bien? ¿Tú estás bien? —exclamó, perdiendo los nervios.
—Sí... Yo estoy bien. No me ha pasado nada. Llama a Katherine.
No tuve que darle muchos más detalles porque mi voz entrecortada me impedía hablar y él me conocía lo suficiente para saber que no debía hacer más preguntas.
—Enseguida estoy en Londres. Harry, respira, por favor.
—¡No! No... Tienes que ir a Leeds. Estoy cogiendo el billete de tren. En dos horas estoy allí.
—Pero, ¡Harry!
Colgué la llamada y me guardé el teléfono en el bolsillo. No podía hablar. No podía pensar. No sabía qué me esperaba en Leeds y no estaba preparado para saberlo. Lo único en lo que podía pensar era en la forma en que les había hablado a los dos por última vez. Y me odiaba.
Y me odiaría siempre.
****
Siento dejaros con este final pero tengo una cosa importante que deciros. Uno de los motivos por lo que solía tardar tanto en escribir era porque estaba escribiendo otra cosa al mismo tiempo y es que necesitaba editar la primera parte de Fast porque... ¡Voy a sacarla en físico! Espero que en menos de dos meses todos podáis tener vuestra propia copia en las manos :)
Gracias por todo, de todo corazón. ¡Os adoro!
Patricia xx
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