Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25

POV LOUIS

Era extremadamente absurdo lo que estaba haciendo. Besar a una chica delante de una puesta de sol en el mar. ¿Desde cuándo era tan ridículo? Quiero decir, recuerdo haber hecho alguna que otra gilipollez por ella pero ¿por qué? ¿Por qué siempre me hacía ser tan ñoño? Me daba asco y al separarnos tuve que hacer un comentario.

—Esto es lo más cursi que he hecho en mi vida —comenté, riéndome de las pintas que ambos teníamos.

—¿El qué? —sonrió ella, entrelazando sus brazos alrededor de mi cuello.

Agaché la cabeza ligeramente para mirarla a los ojos, los cuales me miraban abiertos, llenos de emoción. Y joder esto parecía un jodido sueño pero, mientras nadie me levantara, estaría conforme.

—Besar a alguien durante una puesta de sol en la playa.

Mis manos encontraron fácilmente el camino hacia su cintura. Encajaban tan bien que podía sentir su piel derritiéndose bajo mi tacto.

—Técnicamente te he besado yo —comentó— y, créeme, has hecho cosas peores.

—No, que yo recuerde —sus cejas alzadas me enseñaban que no se creía nada.

Esa era la primera vez que admitía en voz alta algo como que ella había tenido la iniciativa de besarme, que ella había sido la que lo había buscado, y eso me reconfortaba porque me hacía darme cuenta de que no la estaba forzando, ella también quería esto.

Joder.

El corazón me iba a mil por hora.

—No me hagas reír —exclamó pero ya se estaba riendo.

Vale, era posible que hubiera hecho alguna que otra estupidez, pero siempre por su culpa. No haría nada de eso si ella no fuera la razón.

—Al menos no soy tan cursi como Harry.

Ella soltó una carcajada, tapándose la boca y avanzando unos pasos hacia atrás. Yo la seguí, anonadado por su sonrisa.

—No conoces bien a Aden, entonces.

—¿Es peor? —exclamé, tratando de imaginarme algo peor que el romanticismo extravagante de Harry.

—Tendrías que haber visto su primera declaración —sus ojos se perdieron en la nada, detrás de mí, seguramente rememorando el recuerdo—. Estaba obsesionado con Harry. Perdió el culo por él en cuanto le vio por primera vez.

—No me lo imagino de otra forma.

Harry y Aden eran ese tipo de parejas que daban grima, de las que te bajaban la moral al verles tan enamorados, y melosos, y... cursis. Es que no había otra palabra para describir lo atontados que se volvían el uno por el otro.

Una vez Harry se metió en un autobús a Ohio por equivocación por estar mirando fotos picantes que le estaba mandando Aiden desde el cuarto de baño del trabajo.

Si eso no era estar atontado, no sabía lo que era.

—Mi primera declaración también fue bonita, ¿no crees? —suspiré y sentí cómo sus manos se tensaban y se alejaban poco a poco de mi cuello.

No. Esta no era la reacción que estaba buscando. Agachó la cabeza, admirando la arena a nuestros pies. Había creado una barrera entre nosotros pero mis brazos no fueron capaces de desenroscarse de su cuerpo.

—Sí. Sí que lo fue —sonrió, pero sus labios mostraron una pizca de nostalgia, incluso melancolía, cubiertos con un velo muy poco translúcido.

Tal vez había traído de vuelta un recuerdo demasiado dañado, demasiado antiguo, doloroso incluso.

—¿Quieres ir a cenar algo? —interrumpió mis pensamientos y se lo agradecí.

—Sí. Estoy hambriento.

No, la verdad era que no, pero necesitaba que la conversación se desviara hacia otro tema.

Caminamos despacio hasta llegar al puerto. Había más ambiente allí que en el resto del paseo marítimo, ya que contaba con un par de restaurantes y varias terrazas. Nos sentamos en una de ellas, decidiendo que no teníamos tanta hambre como para cenar propiamente en un restaurante. Aunque también pienso que Trish lo dijo porque vio que los restaurantes parecían ser un poco caros, lo cual, fuera como fuese, lo agradecí porque no estaba por la labor de pagar una fortuna por un plato con dos guisantes.

Después de que nos trajeran un par de cañas y echáramos los primeros tragos, la encontré observándome fijamente.

—¿Admirando las vistas? —comenté y ella ni siquiera se sonrojó. Parecía tener la situación bajo control.

—Han cambiado y necesito acostumbrarme a ellas de nuevo... Espero que no cobren por ello.

—¡Estás en tu día de suerte! Hoy hay un dos por uno. Vistas al mar y vistas a mi atractivo cuerpo... Oh, espera. ¿Estabas hablando de mí todo el rato? —sonreí de lado y entonces sus mejillas no pudieron resistirse a mis encantos, sonrosándose ligeramente.

—Tu estupidez es algo que no ha cambiado.

—Mi estupidez es algo que adoras.

Y, por segunda vez en el día, la volví a dejar sin palabras.

—Sí, la verdad es que sí.

—Lo siento —musité al notar el cambio de humor en el ambiente.

—¿Por qué? —su ceño se frunció ligeramente aunque intuía que ella sabía perfectamente por qué.

—Por hacerte sentir incómoda.

Mis penetrantes pupilas vieron cómo se mordía el labio inferior en señal de nerviosismo, y se metía un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Es que aún no me acostumbro a tenerte de vuelta.

Tenerte de vuelta.

¿Por qué esas palabras habían sonado tan bien? Estar de vuelta implicaba quedarse. Quedarse para... siempre. Si ella pensaba eso, si ella quería eso, lo tendría. Lo tendría y yo no iba a poner ninguna objeción. El fin de semana estaba siendo tan increíble que parecía sacado de una novela del Romanticismo.

Y luego me quejaba de Harry...

—Desearía que hubiera un McDonalds aquí —suspiró, resignada al ver la comida que nos acababan de traer. En teoría era un aperitivo pero yo, después de esto, estaba seguro de que no iba a comer nada hasta el desayuno de la mañana siguiente.

—¿En serio? ¡Yo me muero por comer estos... pescados de aquí! —comenté, señalando al plato con entusiasmo.

—Son arenques, Louis.

Había cosas que no cambiaban. Ella siempre había sido la lista en esta relación.

Aunque tal vez iba demasiado rápido, llamándolo relación. Tal vez me estaba dando falsas esperanzas. Pero no me importaba si era así. Sabía que esto no iba a ser un camino fácil pero era el que había decidido emprender y nadie me iba a joder el plan. Estaba yendo muchísimo mejor de lo que esperaba y, si aún ella no se decidía, trabajaría en ello. Pero no pararía hasta obtener una respuesta definitiva por su parte.

—Creo recordar que había otras cosas que te gustaban más que el pescado.

—¿Ah sí? —alcé una ceja, divertido, porque llevaba toda la razón—. ¿Qué más recuerdas?

—Recuerdo que las hamburguesas de cualquier sitio de comida rápida te hacían feliz.

—Me hacen feliz —maticé.

—Recuerdo que tocabas la guitarra.

—Cierto... —me pasé la punta de los dedos por mis labios y los dejé reposando ahí mientras la admiraba.

—Nunca llegué a verte tocando como es debido —comentó con cierta tristeza—. Recuerdo lluvia... Mucha lluvia, y cómo tú te empapabas siempre porque odiabas llevar paraguas.

—Es un objeto odioso y estorba demasiado.

—Recuerdo varios resfriados tuyos por culpa de eso —sonrió, mirando hacia el plato.

—Así es la vida. Acción, reacción.

—Nunca me hacías caso en eso.

—No te hacía caso en la mayoría de cosas.

—Recuerdo que eras posesivo —habló de repente, alzando la vista y cruzando nuestras miradas.

—Lo sigo siendo —confesé.

—Pero está más relajado.

—¿Tú crees?

—No creo. Lo sé.

—¿Cómo lo sab...? —me detuve a mitad de la frase—. Oh, la mierda de la psicología, ¿no?

—No soporto que se metan con mi carrera pero por esta vez lo voy a dejar pasar —le echó un trago a la cerveza.

—La psicología es una basura. Una carrera de mierda, dura de cojones y que te come el ochenta por ciento del tiempo.

—Louis...

—¿Para luego qué? ¿Pasarte el día escuchando las penas de otras personas?

—¡Louis! —Trish estaba sonriendo.

—Menos mal que no te metiste en psiquiatría porque si no, sí que lo hubieras flipado...

—¡Para!

—Has dicho que por hoy lo ibas a dejar pasar. ¡Tengo que aprovechar!

Los gritos se transformaron en carcajadas. Después de esas cervezas vinieron un par más y, mientras yo lo llevaba bien, ella sonreía más de lo normal. Pagué la cuenta cuando ella se levantó a hacer fotos al puerto.

—¿Quieres que nos hagamos una? —murmuré cuando llegué a su lado. Ella enseguida se giró.

—¿Sí? —me preguntó, no muy convencida de que yo quisiera hacérmela.

—Sí.

Cogí su teléfono y lo alcé enfocando nuestros rostros. La cámara frontal tenía menos definición que la de atrás pero serviría para inmortalizar el momento. Al hacer un par de ellas, me metí en la galería para ver qué tal habían salido. Mi cara no hacía justicia a mi belleza en ese momento pero Trish salía espectacular, su sonrisa hipnotizante. Cuando alcé la vista al acabar, me encontré de golpe con sus pupilas.

—¿De nuevo admirando? —susurré.

—No, es que siempre he comparado tus ojos con el mar, pero ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba —sus labios se posaron suavemente sobre los míos y me dio un casto beso—. Son mucho más.

—Es casi de noche. No creo que mis ojos tengan mucho que ver con el mar a estar horas.

—No es por eso. El mar a veces está turbio y tus ojos siempre, pase lo que pase, son cristalinos.

¿Por qué nunca me cansaría de la forma en que sus pupilas se concentraban en mis ojos? ¿Por qué dejaba que me hechizara con sus palabras? Nunca creí que mis ojos fueran nada del otro mundo. Sí, me gustaban, pero nunca los habría descrito de una forma tan poética cómo lo hacía ella. Y, por lo que parecía, hablaba en serio. Era cierto que podía ver mucho más en ellos. Ojalá fuera capaz de ver mis sentimientos, ojalá fuera capaz de encontrar mi amor oculto bajo el intenso azul.

—¿Volvemos al hotel? —inquirí.

Ella asintió levemente y emprendimos rumbo de vuelta al coche. Una ligera lluvia comenzó a caer sobre nosotros y, mientras se quedara en ligera, no me importaba. Es más, me gustaba.

Caminamos en silencio los primeros minutos pero, en cuanto me caí porque me había pisado los pantalones de lo largos que eran, no paramos de hacer estupideces y se sentía bien. Parecía nuestra relación de siempre pero distinta. Sin presiones ni ataduras, sin peleas, sin nada que nos hiciera daño. Solo dos personas divirtiéndose, disfrutando la una de la otra. Así es cómo debería haber sido hace seis años.

—No te rías tanto, a ver si te vas a caer. Entonces el que se va a descojonar voy a ser yo —exclamé al ver sus lágrimas de júbilo.

Ciertamente me ahogaría en el suelo, llorando de risa, si ella se cayera. No iba a aparentar.

Ella sonrió ampliamente y me miró. Tenía algo extraño.

—¿Puedes ver el que te jodan en mi sonrisa? —musitó muy inocentemente y sentí cómo mi cuerpo se encendía al escucharla decir esa clase de palabras. Era increíblemente sexy. Nunca me llegaría a acostumbrar.

—Oye... Sé que aún nos queda un día aquí pero después vamos a tener que volver a Londres...  —inicié una conversación que me moría de ganas de tener. Sin embargo, no estaba seguro ahora de que ella la quisiera.

—Muy agudo, Tomlinson.

—Hablo en serio, Trish.

—Vale —su sonrisa se esfumó—

Se sentía cómo una propuesta de algo, aunque ninguno de los dos sabíamos de qué.

—Yo...

Pero dejé la palabra en el aire porque no sabía qué coño decir. Porque esto no era fácil y yo, de por sí, nunca había sido bueno expresando mis sentimientos. Y decirle que quería que dejara a su novio actual era ser cruel. Y sí, estaba la lluvia, la cual hacía las cosas un ochenta por ciento más románticas pero no era el momento, y puede que ni...

–Quiero que me hagas sentir igual que cuando tenía 18.

Simples palabras pero con un significado complicado. Una confesión a la cual yo respondí frunciendo el ceño. No esperaba que lo que fuera que estuviera pasando por su mente fuera eso, ni esperaba que lo dijera. No me creía la suerte que estaba teniendo. Me sentía como si estuviera recuperándola de verdad y, joder, la sensación era increíble.

—¿Eso es lo que quieres?

Asintió con cuidado, atenta a mi reacción, midiendo sus acciones. Esas palabras habían sido una forma de pedirme que la reconquistara y yo, con mucho gusto, lo haría.

La hubiera besado en ese momento pero no sabía en qué punto, de lo que fuera que tuviéramos, estábamos. Desconocía  sus límites y lo que menos quería era sobrepasarlos, así que me contuve las persistentes ganas de conectar nuestros labios.

Sentí un cosquilleó en la pierna derecha y, tras un rato pensando que eran mis emociones, que se habían revolucionado, vi que era mi móvil, vibrando en el bolsillo del holgado pantalón. Lo saqué y al ver el nombre de Ariel en la pantalla, todo rastro de ilusión se esfumó de mi rostro.

—¿Sí?

—¿Louis? —exclamó él al otro lado de la línea.

Su voz me llevó tan rápido a la realidad que no pude evitar la hostia que me di contra la candente verdad. Ni siquiera tuve la oportunidad de decir adiós al idílico sueño que estaba viviendo.

—Ariel —musité mientras sentía la inquietante mirada de Trish sobre mí.

—¿Sabes dónde está Trish? Harry está en Londres y no consigo localizarla. Me está preocupando.

Mi mente se bloqueó por un instante por sorpresa y tanta información inesperada de golpe.

—Eh... —mi mirada se dirigió hacia su rostro. Ella asintió levemente, sabiendo perfectamente la pregunta que le estaba haciendo mentalmente—... Sí... Está aquí.

Su mirada se endureció en cuanto esas palabras salieron de mi boca. Un sabor amargo las acompañó. Mis manos le dieron el teléfono y mi vista cayó al suelo.

—¿Sí? —la escuché decir y supuse que se debía sentir como una estúpida al encontrarse aquí conmigo. Alguien con el que no tenía relación desde hacía años.

Una cosa era recordar la presencia de otro hombre en su vida y otra muy distinta la de presenciarla, aunque fuera mediante una simple llamada telefónica.

—No... Había salido con Louis y... me he dejado el móvil en casa —mentía ella.

No sabía si él se daría cuenta pero Trish estaba nerviosa. Intentaba poner su voz de todo va bien pero le estaba saliendo un tono de todo va extremadamente genial demasiado falso.

—Harry... ¿Qué? —exclamó.

Sí. ¿Qué? Esa era la pregunta. ¿Qué coño hacía Harry en Londres? ¿Qué?

Joderlo todo. Eso era lo que estaba haciendo.

—Ahora vuelvo a casa y le llamo. No te preocupes... Sí...

Se alejó lentamente de mí para que no pudiera escuchar lo que decía y sentí como si me hubieran dado una patada en lo más profundo de mi alma.

Me quedé parado, en medio de la calle, mirando el vaivén sigiloso de su cuerpo mientras hablaba en la distancia. Una conversación a la que yo no estaba invitado. Eran absurdos los sentimientos que estaba teniendo pero me jodía lo que estaba pasando, a niveles que no era capaz de explicar. De repente me sentí como un extraño y cómo si nada de lo que hubiera pasado hubiera tenido importancia.

Volvió a los cinco minutos, devolviéndome el móvil y, sin decir una palabra, nos metimos en el coche y conduje de vuelta al hotel.


POV TRISH

No hay nada peor que querer llorar y no poder. Porque sabes que sería injusto. Porque nadie te está haciendo daño. Porque eres tú la que está haciendo daño a todo el mundo.








¡Feliz Navidad! Espero que este par de días sean geniales para todos y disfrutéis mucho. Gracias por todo lo que hacéis por mí. Sois el mejor regalo que tengo todo el año

Y también feliz cumpleaños al bebote de Louis porque esta historia no sería nada sin él ;) ilysm xx

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro