Capítulo 17
POV TRISH
El tiempo era un concepto muy relativo. Podías pasarte meses, años, eliminando recuerdos; momentos tormentosos, agonizantes, situaciones complicadas, complejas... personas. Años olvidando para que, en menos de cinco segundos, todo volviera a tu mente, como si hubiera pasado ayer. Un destello de luz en tu interior te cegaba, y lo hacía porque, en menos de un segundo, pasaban por delante de tus ojos todos aquellos instantes. Felicidad, tristeza, sorpresa, miedo, desesperanza, decepción, pasión... Y justo entonces recordabas por qué te fuiste, por qué llevabas la vida que llevabas ahora y no la que pensaste que llevarías. No voy a decir que el tiempo se hubo parado cuando vi a Louis porque no fue así. Lo que se paró fue mi corazón y con él, todo lo demás.
Louis estaba parado delante de mí, tan petrificado que me empecé a preguntar si era real o no, si estaba ahí o si mi cuerpo enfermo me hacía delirar. Estaba distinto. Llevaba puesto un abrigo rojo, de la marca de las pizzas. Eso ya era un cambio. Estaba acostumbrada a verle vestido de blanco o negro, nunca usaba más colores. Aquellos días distantes parecían reflejarse también en sus ojos por la forma en la que me observaba: asombrado y desconcertado.
-¿Trish?
Por mi derecha había aparecido con el dinero el chico con el que compartía mi vida, al que tanto adoraba y, siendo honesta, tan poco me conocía. Me miró extrañado, observando la situación que se presentaba ante sus ojos.
-¿Pasa algo? -inquirió asustado. Tragué saliva, sin poder apartar la vista de Louis. Me había dejado hipnotizada.
-No... no... Solo...
Louis fijó su vista en el chico que me acompañaba, con el pijama puesto, y sus labios se abrieron ligeramente. Noté cómo contenía la respiración porque yo estaba haciendo lo mismo. El chico a mi lado se empezó a poner nervioso.
-¿Qué le has hecho? -espetó dirigiéndose a Louis con el ceño fruncido-. ¡Contesta!
A primera vista podría pasar por un chico tranquilo y relajado, lo cual lo era, pero cuando notaba que sus cosas estaban en peligro dejaba de ser esa mosquita muerta que tanto aparentaba ser.
-No me ha hecho nada -murmuré en una voz apenas audible. No era capaz de encontrarla entre tantos gritos que había ahogado desde que había abierto la puerta.
-¿Entonces qué pasa?
La situación estaba siendo sumamente extraña pero se me hacía imposible salir del estado de trance en el que me encontraba. Mi cabeza había colapsado al verle después de casi seis años.
-Es un amigo -anuncié.
-¿Un amigo? -giró la cabeza hacia Louis, el cual se mantenía sin decir nada.
-Sí -susurré-. Un viejo amigo.
-¿Estás segura? -preguntó él.
-Se llama Louis -anuncié. Él seguía callado, lo que me hacía estar cada vez más nerviosa.
Decir su nombre había provocado que esta situación se volviera aún más real. Mi novio seguía sin tener muy claro lo que estaba pasando. Louis volvió a posar sus ojos sobre mí y Dios, sí, esa mirada era la verdad más absoluta.
-Hola -fueron sus primeras palabras.
-¿Hola? -murmuró mi novio a mi lado, tratando de ponerse delante de mí para alejarme del posible problema que era Louis pero sin éxito, porque la puerta era demasiado estrecha como para que cupieran dos cuerpos.
-Soy Louis -se presentó y, sorprendentemente, alzó la mano para estrecharla con la suya.
-Encantado... -él le devolvió el saludo, cogiéndole la mano y estrechándosela-. ¿De verdad sois amigos? -preguntó ahora más relajado.
No parecía entender nuestras reacciones pero él nunca había desconfiado de mí. Yo siempre le decía la verdad, por eso se había relajado.
-Hacía mucho tiempo que no... nos veíamos -le informé.
-¿Quieres pasar? -le preguntó a Louis y me quedé tan sorprendida por sus palabras como él. Siempre había sido un chico amable y extrovertido pero si supiera lo que había pasado entre nosotros dudaba que se mostrara tan simpático.
-No puedo. Tengo que trabajar -señaló el cartón de pizza en su mano.
-Vamos, hombre. Dame eso y entra un rato. Eres el primer amigo de Trish que conozco en persona -exclamó emocionado.
Louis me miró extrañado. Estaba sobrecogida por el momento. No sabía qué decir y me daba miedo lo que pudiera pasar. Le cogió la caja y Louis no tuvo más remedio que entrar, obligado por las insistentes propuestas de mi novio. Cuando pasó por mi lado sentí un escalofrío cargado de adrenalina que me dejó sin aliento. Nos dirigimos al salón y allí nos sentamos los tres, cada uno en un sillón distinto. No sabía si para los demás estaba siendo un momento tan incómodo como para mí.
-¿Quieres comer un poco de pizza? Ya que la has traído tú -sonrió el chico en pijama tratando de mostrarse lo más atento posible con el invitado.
-No, gracias. No tengo hambre.
-¿Seguro? -volvió a preguntar al abrir el cartón y dejar la pizza al descubierto. Mi boca se hizo agua cuando el olor llegó a mis fosas nasales.
Entre el resfriado, tener a Louis delante y el hambre, comenzaba a marearme.
-Sí.
-Por cierto -el chico se inclinó un poco hacia él mientras colocaba la pizza en la mesa-, me llamo Ariel.
Louis se giró inmediatamente para mirarme con una pizca de humor en sus pupilas. Tenía el presentimiento de que haría eso en cuanto escuchara su nombre. Es más, estaba sorprendida de que se hubiera contenido y no hubiera soltado una carcajada. Había visto cientos de veces cómo Ariel se presentaba a gente nueva y muchas veces notaba cómo algunos se contenían la risa. Era algo increíblemente infantil y que nunca llegaría a entender. A mí me parecía un nombre precioso.
-Un nombre... curioso -comentó, entrelazando sus dedos.
-Sí, bueno. Todo el mundo se piensa que es un nombre femenino pero, en realidad, comenzó siendo un nombre masculino.
-¿Tus padres eran fans de Disney? -trató de ocultar una sonrisa. Ariel no fue capaz de verla pero yo la conseguí vislumbrar tras aquel brillo de sus ojos.
-No. Son muy creyentes -contestó con seriedad. Esa respuesta pareció desconcertar a Louis.
-Ariel es un nombre religioso -expliqué.
Me aclaré la garganta después de hablar. No estaba sonando tan segura de mí misma como debería. Tenía que tranquilizarme, sin embargo, su presencia era algo que siempre me había alterado.
-Entonces... Louis, ¿no? Trish nunca me había hablado de ti. ¿Hace mucho tiempo que no os veis? -mi novio quiso ponerse al día de nuestra situación.
Tendría que parecerle extraño que no le hubiera hablado de él pero la verdad era que nunca le había dado muchos detalles de mi vida pasada. Solo contaba lo necesario. No estaba orgullosa de ciertas épocas.
-Perdimos el contacto -intervine.
-Sí... Se podría decir así -murmuró Louis, su mirada ígnea posada sobre mí.
-Vaya, me alegro entonces de que os hayáis vuelto a encontrar -sonrió ojeándonos a ambos. Yo intenté sonreír pero me salió algo demasiado falso-. Igualmente, aunque no quieras nada de comer te voy a traer una cerveza.
Ariel se levantó antes de que el invitado pudiera decir nada y se fue a la cocina. En el momento en que me quedé a solas con Louis sentí un vacío en mi interior que no supe que existía. Él no parecía querer apartar la vista de mí, lo cual me ponía aún más nerviosa. Bajé mi vista hacia su muñeca, inconscientemente buscando la otra mitad de mi tatuaje, pero la manga del abrigo rojo le cubría todo el brazo. Alcé la cabeza y observé su rostro por primera vez con detenimiento. Tenía un aura distinta. Estaba afeitado. Se notaba que era más mayor, y no por su aspecto físico, sino porque parecía mucho más maduro, la forma en la que estaba sentado, su perfil, todo él... parecía distinto, a excepción de su pelo. Este estaba igual de revuelto, igual de rebelde. Ariel volvió y dejó dos cervezas sobre la mesa.
-¿Tú no tomas? -me preguntó Louis directamente. Sentía cómo la respiración se me cortada con cada palabra que me dirigía.
-No, ella está resfriada -le explicó mi novio-. He pensado que no querrías -me comentó.
-No, no quiero -corroboré.
Ni siquiera había recordado el mal aspecto que tenía y el horrible peinado con el que había pasado todo el día. Sentí cómo me sonrojaba al pensar en el estado en el que me estaba viendo después de seis años. Él estaba radiante. Se abrieron las cervezas y tomaron un trago.
-Bueno y... ¿De qué os conocéis? -preguntó Ariel con curiosidad, apoyándose en el reposabrazos.
La primera pregunta y ya no sabía responderla. ¿De qué? ¿De una gasolinera? ¿De unas carreras de motos? No, mejor... De una explosión en una discoteca.
-Vivíamos en el mismo barrio -comentó Louis, sacándole de dudas.
-¿En dónde? -la sonrisa nunca se le borraba de su cara. Sinceramente, parecía el más feliz de los tres en ese momento.
-En Cambridge -respondí.
-¿Tú también ibas a la universidad? -le preguntó emocionado a Louis.
-No... yo... solo vivía allí -Ariel arqueó las cejas y dio otro trago a la cerveza.
-¿Sabes? Aún me sigue impresionando que de estudiar en Cambridge pasaras a estudiar en Sheffield.
-¿Has estudiado en Sheffield? -murmuró Louis impresionado, sujetando la cerveza con fuerza.
-Sí.
-En Sheffield y en París -comentó animado mi novio, queriendo presumir de mis logros.
-¿En París? -sus ojos se apagaron por un segundo, haciéndose a la idea.
-Sí, bueno... -balbuceé-. Nos fuimos de Erasmus allí.
-¿Los dos? -inquirió él.
-Sí... Y después nos mudamos aquí para trabajar -terminó de explicar Ariel.
Parecía que tenía muchas ganas de contarle a Louis cómo había ido nuestra vida y yo no estaba preparada para tener ese tipo de conversación. Le estaba dando demasiada información y no creía que él estuviera preparado para escuchar todo eso. Ni siquiera yo estaba preparada para que él se enterara, y menos de sopetón.
-¿Qué estudiaste? -me preguntó directamente.
-Psicología -él se sorprendió y asintió ligeramente con su cabeza.
-Lo que siempre habías querido...
-Sí.
-Y ahora está haciendo unas prácticas en una consulta. ¿A qué es genial?
Ariel estaba tan orgulloso de mí que no era capaz de contenerse al fardar de novia. El problema era que no estaba segura de si tantas palabras de orgullo lograban superar a la tímida sonrisa de felicidad que Louis había esbozado al enterarse de que por fin había conseguido lo que tanto ansiaba.
-Sí... Sí que lo es.
Caímos en un incómodo silencio que él aprovechó para beber. Fue entonces cuando Ariel formuló una pregunta de la peor forma posible.
-¡Oh! ¿Quieres ver a nuestro bebé? -Louis comenzó a toser estrepitosamente, dejando la cerveza con dificultad en la mesa.
-¡Un perro! Es un perro -exclamé rápidamente, quitándole la idea que se le tenía que haber pasado por la mente.
-Sí... Es un perro -Ariel nos miró sin comprender nuestras reacciones-. Está tumbado sobre el suelo de la cocina. No sé qué hace ahí -explicó riéndose y se fue a por él.
Lo trajo entre sus brazos y le soltó al lado de Louis. El animalito pronto se puso sobre sus patas traseras y se apoyó en las piernas del chico, con la lengua fuera y moviendo el rabo, esperando a que él le mostrara alguna muestra de afecto. Él bajó la vista para encontrarse con el cachorro que le miraba con tanta admiración. Acercó su mano y le acarició la cabeza. Flash se revolvió entre sus caricias, queriendo más. A Louis se le escapó una pequeña sonrisa que me hizo sentir cómo si un volcán hubiera explotado en el interior de mi cuerpo, lanzando montones de lava repleta de sentimientos que no sabía identificar, porque él hacía eso, magnificar mis emociones.
-Parece que le gustas -comentó Ariel animado. La tierna imagen que se posaba ante nuestros ojos tenía un significado distinto para mí que para él.
Mi mente, aquella que una vez quiso olvidar, me estaba jugando malas pasadas. Me hizo recordar cómo eran los días con Louis sin que yo se lo hubiera pedido. Los días a su lado eran negros o azules. No había más tonalidades. Negros cuando nos hacíamos daño y azules cuando su felicidad era tan grande que se reflejaba en sus ojos, haciendo que brillaran como el lucero más grande del firmamento. Sin embargo, los días con Ariel eran un arcoíris, cargado de colores y de sensaciones.
A partir de ahí, mi subconsciente comenzó a compararlos de una forma más brutal. Les definía, sus comportamientos, sus acciones, y no con las palabras más preciadas. Uno había sido mi crucifixión y el otro mi resurrección. Mi único problema era que no estaba segura de cuál era mi religión.
-Tenéis un perro muy... bonito -susurró Louis una vez que el animal se hubo cansado y se hubo ido de vuelta a su rincón.
-Gracias, hombre. Lo compramos al poco tiempo de mudarnos aquí.
-Vaya... ¿Lleváis mucho tiempo viviendo juntos? -inquirió con curiosidad.
-Casi un año, creo yo -Ariel me miró para que confirmara su declaración.
-Sí, un año -musité.
Sentí una especie de escalofrío de nuevo al encontrarme con esa mirada profunda y vacía que hacía tantísimo tiempo que había olvidado, carente de sentimiento pero que reflejaba mil y una torturas en mi alma.
-Creo que debería irme -anunció poniéndose en pie.
-¿Ya? -Ariel se levantó apenado.
-Tengo que seguir trabajando.
-Claro, claro... ¿Sabes? Deberías pasarte por aquí otro día. Hablar más a fondo. ¿A que sí, Trish? -Ariel me miró con esperanzas de que dijera que sí.
-Eh... claro... ¿Por qué no?
-Os he notado un poco distanciados todo el rato. Se supone que erais amigos, ¿no? -inquirió y los dos nos miramos sin saber qué decir. No estaba segura de que amigos fuera sinónimo de todo lo que fuimos.
-Sí -respondí apresuradamente.
-Pues entonces tendríais que retomar la amistad ahora que os habéis vuelto a ver. Lleváis... ¿Cuánto tiempo sin veros? ¿Años? Creedme, si os habéis encontrado después de tanto tiempo es porque el destino así lo quería. ¡Ya me gustaría a mí reencontrarme con amigos de mi infancia como habéis hecho vosotros! -sonreí modestamente mientras él seguía hablando.
El destino era asquerosamente caprichoso cuando se trataba de mí.
-Vente el domingo que viene a ver un partido. ¿Te gusta el fútbol? -preguntó Ariel andando con él hacia la puerta.
-Eh... Sí -arqueé las cejas sorprendida. Nunca le habían gustado los deportes.
-¡Genial! Pues hasta la semana que viene -le dio uno de estos abrazos varoniles, que solo se dan entre hombres, y se apartó para que él y yo pudiéramos despedirnos.
Sentí cómo el aire se hacía más denso conforme el momento se acercaba. Era como si las paredes del cuarto empezaran a cerrarse y cada vez estuviéramos más cerca, como cuando el agua se acercaba al borde, sabiendo que iba a caer creando una bella cascada, directamente al vacío. Y yo, sin pensarlo un segundo más, me tiré por ese precipicio. Sin esperarlo, ese vacío se llenó y fui correspondida. Esos brazos, que antes eran mi hogar, rodearon mi cuerpo y me llevó hasta un lugar que hacía mucho que no visitaba. Ese lugar que solo él y yo compartíamos, que él y yo habíamos creado hacía tantos años, ese espacio de tiempo eterno que ahora tenía fecha de caducidad. Nos separamos lentamente, viendo cómo todo a nuestro alrededor se hacía añicos y desparecía, transportándonos de nuevo a la realidad.
No sabía lo que había sentido él ante el contacto de nuestros cuerpos pero sí sabía que había sentido yo. El roce había hecho que todo mi interior se descolocara, creando un desastre que solo él sabría ordenar.
-Adiós - se despidió rápidamente y desapareció tras de la puerta.
Una vez que se hubo marchado, tomé una gran bocanada de aire por todos esos minutos que había estado respirando con dificultad.
-Es un poco tímido, ¿no? -comentó Ariel, volviendo al salón, subiendo el volumen de la televisión.
Si tan solo él supiera.
POV LOUIS
Salí a la calle aún sin ser consciente de lo que acababa de pasar. ¿Cómo demonios había sido capaz de mantenerme tan sereno? No era capaz de asimilar lo sucedido. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuántas noches había pasado en un bar, a las dos de la mañana, pensando en su improbable regreso? ¿Cuántas veces había bebido para olvidar? ¿Cuánto humo había exhalado como si fueran los pedazos de un alma que quería dejar ir?
Saqué el teléfono del bolsillo mientras regresaba hacia la moto y llamaba con urgencia a Harry. Marqué su número de memoria y rápidamente me coloqué el aparato en la oreja.
-¡Harry! -exclamé cuando hubo descolgado.
-¿Louis? -murmuraron por la otra línea.
-¿Aden? -inquirí despistado al escuchar una voz ronca y de recién levantado pero que no se identificaba con la de mi amigo.
-¿Qué haces llamando a estas horas? -miré el reloj y calculé.
-¡Allí tiene que ser casi mediodía! ¿Qué estás diciendo? Pásame a Harry. Es urgente.
-Está durmiendo -murmuró tratando de desperezarse-. Ayer nos acostamos tarde.
-Pues le despiertas. Me da igual -él suspiró, aborrecido.
-No le va a gustar... -chistó la lengua.
Poco después escuché cómo le despertaba y musitaban cosas que no logré entender, hasta que Harry se puso al teléfono.
-¿Sí? -su voz me hacía considerar que estaba más dormido que despierto.
-¿Por qué no me has dicho que Trish estaba viviendo en Londres?
-¿De qué estás hablando?
-¡Despierta, joder! ¡Trish está en Londres! Acabo... -me intenté contener, la paciencia era un increíble virtud, decían-. Acabo de entregarle una maldita pizza a ella y a su... novio. Dios, ¡tiene novio! ¿Por qué no me has dicho eso tampoco? -escuché cómo suspiraba con fuerza.
-Porque no quería que pasara lo que está pasando.
-¿Y qué está pasando? -mascullé llegando a la moto y dándole una ligera patada. Total, no era la mía, era la de la empresa.
-Tú... Te estás volviendo a involucrar. Lo estabas haciendo muy bien.
-Tendrías que habérmelo dicho -repetí enfadado y decepcionado.
-¿Qué ha pasado con Vanessa? -demandó, queriendo cambiar de tema.
-Ha pasado lo que pasa siempre. No ha funcionado y ahora entiendo por qué. Es ella, Harry. Siempre ha sido ella y siempre lo será.
-Louis, no digas tonterías, por favor.
-¡Joder, Harry! ¡No es ninguna tontería!
-¡Sí, Louis! Ella... Ella tiene una relación estable, tiene un trabajo, tiene una casa, un perro... Está feliz. Él es...
-Perfecto, lo sé. Él es perfecto -mascullé. Su pijama de marca me lo había confirmado. El de él y el de ella. Tenía que haber supuesto que acabaría con alguien así. Era demasiado predecible.
-A ver, no exageres. Tampoco es perfecto... Tiene sus cosas, pero...
-¿Cómo qué? -le interrumpí queriendo tener más información acerca de ello.
-¡No te lo voy a decir! -respondió indignado.
-Da igual. La semana que viene lo descubriré por mí mismo.
-¿Qué vas a hacer? Llevarles pizza todos los fines de semana. ¿De verdad vas a caer tan bajo?
Sabía lo que estaba haciendo. Trataba de humillarme para que me sintiera mal y me replanteara la situación. Lo que él no sabía era que con el tema de Trish había sido humillado demasiadas veces y ya no me importaba humillarme una vez más. Además, el mismo novio lo había dicho, era el destino.
-No. Me ha invitado él a su casa... Ariel -estaba vez no pude retener la risilla al decir su nombre-. Vamos a ver un partido.
-¿Desde cuándo te gusta el fútbol? -bufó mi amigo, incrédulo.
-Desde hoy.
-Louis, hazme caso. Los dos estabais muy bien. No lo arruines. No se lo arruines.
Estaba harto de que siempre se hubiera relacionado el nombre de Louis con la palabra arruinar, y más cuando Trish estaba involucrada. Si había alguien que se había arruinado era yo, y esta era la oportunidad que me estaba dando la vida de arreglarlo. Las buenas cosas no pasan dos veces si no es porque están destinadas a pasar.
-Estar bien no es estar feliz. Y estar feliz está incluso más lejos de ser feliz.
Colgué el teléfono en ese momento, incapaz de seguir hablando con él. Cuando algo se le metía entre ceja y ceja no había manera de quitárselo, y en este caso era Trish. Siempre había sido Trish, ella y su felicidad. Era amigo de los dos pero siempre se había puesto de su parte en toda esta situación y, aunque a veces me alegraba saber que ella no se había quedado sola, me jodía ver cómo se ponía en mi contra. Arranqué la moto y volví a la pizzería para terminar de hacer el resto de pedidos. Recibí una gran bronca de mi jefe por haber tardado tanto en regresar pero me excusé diciendo que había atasco por la lluvia.
Al acabar mi turno cogí mi moto y me dirigí a casa. Vivía en un apartamento, a las afueras de Londres; lo suficientemente grande para mí y lo suficientemente pequeño como para poder pagarlo. Me quité el abrigo junto al resto de la ropa y me metí en la ducha. Me había duchado aquella tarde pero quería sentir el agua cayendo sobre mi cabeza mientras recordaba lo que había pasado. Era curioso pero sentir las gotas sobre mi cuerpo desnudo me daba claridad a la mente, me hacía ver los recuerdos más nítidos.
Tenía que reconocer que lo había pasado mal. Casi me da algo cuando el tipo me preguntó si quería ver al bebé. ¿Quién coño llamaba de esa forma a un perro? ¿Bebé? ¡Por el amor de Dios! Sentí cómo mi corazón volvía a latir rápidamente.
Verla a ella había sido como ver uno de los muchos espejismos que había presenciado tantas veces el beber más de media botella de Ron. Sin embargo, esta vez había sido mucho más inmaculado. De repente mi vida volvía a tener sentido. Me había pasado años esperando a que algo pasara y ese había sido mi error. No era algo lo que tenía que pasar, sino alguien.
Había estado oculto en la parte más baja de la bodega, entre cajas, como un polizón, incapaz de subir a la cubierta superior por el horrible temporal que siempre acechaba el barco pero de pronto, un pequeño y tímido rayo de sol alumbró el cuarto oscuro en el que residía y, subiendo las escaleras hasta la popa, tomé el timón que había dejado abandonado por miedo y, por fin, decidí poner rumbo a casa. Nada me pararía hasta recuperar mi hogar.
Holi!!! Gracias por llegar a los mil votos en el capítulo anterior !! ¿Veis? Sabía que se podía hacer perfectamente y como recompensa aquí tenéis el nuevo capítulo :) Seguid así con los votos y subiré lo más rápido que pueda (lo más posible es que sea este fin de semana)
También os quería decir que hoy por la tarde-noche voy a subir otra parte pero que no va a ser un capítulo, tan solo una idea que tengo y que puede que os guste y os ayude, ya que siempre tengo gente que me pide esas cosas, pero quería avisaros antes porque repito NO ES UN CAPÍTULO.
Gracias por todo y os quiero la vida. Sois los mejores xx
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