23: Naturaleza pecaminosa
Las personas son una caja de emociones propensa a quebrarse, tan frágil e individual que al abrirse o romperse puede desatarse el peor de los catástrofes.
Mientras unos ríen, otros lloran, y melancólicos repasan los años en los que erraron o soltaron la posibilidad de ser genuinamente felices.
En cambio, hay quienes esperan un milagro para poder tener un nuevo comienzo.
La madre de Kalena Orville dormía sobre el hombro de su esposo, cuando una enfermera llegó de prisa informando lo que hasta ese momento parecía imposible...
—Su hija ha despertado.
El señor y la señora Orville intercambiaron una mirada ingenua antes de voltear de nuevo hacia la mujer uniformada que venía a dar la única noticia que podía llenarles de alivio y gozo el corazón.
— ¿Y como esta? — titubeó la señora Orville en medio del asombro y la esperanza.
—Por el momento esta consiente, pero aún no sabemos si ha sufrido algún daño causado por el coma. — Intervino el doctor que se encontraba inexpresivo a un costado de la enfermera. — A penas hagamos los estudios correspondientes podrá recibir visitas, eso es seguro.
El señor Orville tenía lágrimas contenidas en su semblante, pero una gran sonrisa asomándose en su rostro antes de abrazar a su esposa. —Estará bien, yo sé que así será...
Kalena había despertado por alguna razón, en medio de la devastación siempre puede existir un milagro, pero aquella noche quizá habría sido la fuerza de las tinieblas quienes la devolvieron a la chica para hundir en el averno al único responsable de su desgracia antes de que otra chica se convirtiese en su víctima.
Sebastian había tomado una botella de champagne que agitó para descorcharla en medio de la estancia mientras el resto de los invitados se bañaban de espuma en medio de un trance donde solo podía escucharse el cambio de ritmo.
Kai se movía en medio de dos chicas que se restregaban contra él ocasionando que una erección le estorbara en la entrepierna, pero estaba tan ebrio como para pensar en disimularla.
Aiden estaba bebiendo tequila con el estómago vacío cerca de Wesley quien parecía buscar a alguien entre la multitud.
Necesitaba saber que había sido de Cathrina después de su momentáneo encuentro en el baño.
—Ahora vuelvo. — mencionó Wesley a Aiden mientras comenzaba a caminar para localizar a la chica.
—Te espero aquí. — respondió Aiden por mera cortesía, poniendo su completa atención a la maravillosa mesa de dulces que tenía en frente, con bombones de chocolate, cupcakes de vainilla con todos los colores, gomitas acidas, brownies y algodón de azúcar...
Todo lo que quisiera, a su alcance.
Cuando la tentación se apodera de tus sentidos, correr sería la única opción, pero nadie quiere huir ante lo que provoca placer a su propio ser.
Solo un chocolate deshaciéndose en el calor de su lengua bastó, luego un par de gomitas, un par de mordidas a los pasteles...
El sabor lo elevaba al cielo, hasta volverlo consiente de su error...
— ¡Hey! Guarda un poco para el resto. — se acercó un joven desconocido a su dirección.
—Yo, lo sé, debería ir a tomar aire...
Aiden titubeó con timidez con la comisura de los labios llena de betún.
—Qué asco. — una chica se acercó para tomar una golosina divisando al chico parisino de forma despectiva.
Consternado Aiden frunció ligeramente el ceño antes de responder algo, pero fue Sebastian quien lo encontró entre los invitados.
— ¡Aiden! ¡Deja de llenarte el estómago con pasteles y bebe algo de champagne!
El novio de Cathrina lo tomó del brazo para alejarlo de la mesa de dulces e indicarle que bebiese directamente de la botella, empinándola un poco contra sus labios.
Era una ironía por parte de Sebastian, ser médico y llevar a su cuerpo al límite de los excesos cuando deseaba hacerlo.
Sin embargo, al igual que el resto saber que tenían una noche para tirar por la borda su propia realidad era algo que no se podía dejar pasar tan fácil.
—Esto es tan aburrido. — Elise rodó los ojos. Al parecer, era la clase de chica que amaba el género de horror que juraba no sentir miedo con nada.
— ¿Cómo puedes decir eso? Es una película de Stephen King. — respondió Dante algo ofendido, aunque Harper sabía que estaba exagerando de más.
—Bien ¿Qué sugieres que hagamos en la residencia, a más de las doce...
Harper arqueó una ceja ofreciéndole a la Elise el beneficio de la duda, mientras la chica sostenía una botella de cerveza vacía. — Juguemos...
— ¿Qué? — Dante bufó. —Somos dos chicos y una chica...
—Grandioso, será más divertido. — Elise arqueo ambas cejas tomando asiento a la altura de la mesita de centro donde estaban las sobras de la cena.
—No me sentiría muy cómodo al respecto. —Harper torció los labios
—Solo son besos. —Elise le restó importancia, sabía que necesitaba encontrar una manera de besar a ambos chicos y saber cuál de los dos era quien realmente causaba algo más en ella.
Tener una oportunidad para sentirlos sin ser jugada por ello.
—De acuerdo, bien, pero si me toca besar a mi mejor amigo, no vayas a ponerte celosa. — Dante bromeó ampliando su sonrisa.
Harper únicamente sintió que sus mejillas adoptaban un ligero sonrojo que deseaba disimular.
—De acuerdo. — Elise giro la botella que tardo tan solo unos segundos en frenar, los mismos en el cual los nervios se hacían presentes en medio del silencio para que al final esta terminara apuntando a ella y el otro extremo en medio de los otros dos chicos.
Harper sonrió sin muchos ánimos. —Bueno, tendrás que girarla nuevamente...
—Claro que no. — Elise se burló de aquel comentario como si sus ideas fueran suficientemente obvias para el resto.
— ¿Eso qué significa? —Pregunto Dante con ingenuidad.
Fue entonces que Elise solo sonrió con satisfacción, antes de ir tomar asiento en medio de ambos, inclinándose para poder besar a Dante. Un beso húmedo, cálido y suave que se extendió por varios segundos.
Un beso que aquel chico correspondió sin negarse la oportunidad de deleitarse y fundirse en un instante con ella.
Acto seguido giró hacia Harper para repetir la acción.
Un beso tímido donde ella incluso era poco más insistente.
Ambos eran tan distintos...
Una vez que Elise se detuvo, los observo a ambos expectante, dejando a ambos chicos un poco pensativos acerca de lo que había ocurrido en ese momento. — Genial...
La chica volvió a girar la botella esta vez apuntando a Dante y a Harper víctimas de la incomodidad y la sorpresa.
—Creo que esto no es buena idea. —insistió Harper torciendo los labios.
—Vamos, solo un beso. — insistió Elise arqueando una ceja. — quedará entre nosotros lo prometo.
Luego, hubo un instante de silencio. Dante y Harper se miraron con resignación.
— Bien, un beso no es nada. — Dante se acercó lentamente en dirección a su amigo, después de todo, un beso no cambiaría nada entre ambos.
Elise complacida se cruzó de brazos. Ambos chicos habían caído en su juego, y nadie podría reprocharle nada a ninguno de los tres.
Harper no pudo evitar sonrojarse al sentir el calido aliento de Dante contra sus labios hasta juntarse y sentir su barbilla raspar contra la suya con movimientos suaves y marcados...
Algo que removió en Elise sensaciones extrañas, despertando una punzada de placer ante la escena que la obligó a volver con ambos...
—Esto, es mucho mejor que ver películas de horror...
Musitó antes de acercarse a besar la mejilla de Harper, posándose sobre sus piernas, tomar su mentón y acercar sus labios a los suyos una vez más.
Algo que despertó en Dante los celos y el morbo de verles a ambos tentado a deslizar las manos por el torso de Elise hasta llegar a sus pechos mientras buscaba la forma de dejar chupetones en su cuello...
Los tres se habían convertido en presas de su propio juego.
A veces, las personas no necesitan estar bajo la influencia de algo para complacer sus bajos impulsos.
Harper comenzaba a desinhibirse igual que sus otros dos acompañantes, Elise era la primera chica con la que estaba involucrado, literalmente, y aquello no dejaría pasarlo...
No hasta que ella bajo el pantalón para descubrir que el chico no tenía una erección.
—Elise, yo...
Harper volvió a sonrojarse, sintiendo una punzada de temor al rechazo pero la chica volvió a besarlo nuevamente para calmar sus nervios, tomándose unos instantes para contemplar aquel rostro anguloso y delicado. —Eres hermoso.
Dante suspiró queriendo controlar sus instintos. Nunca habia visto a Harper mas alla que uno de sus mejores amigos, nunca hubiese pensado que despertaría en él la idea de involucrarse íntimamente con él, pero aquella noche quería dejarse llevar después de la extraña sensación de placer que desencadenó aquel estúpido juego de botella, y no dudaría en complacer a ambos...
Después de todo, ese sería su único secreto.
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